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La mujer: ayer, hoy y después

Por 4 de septiembre de 2008 Sin comentarios

Vicente Verdú

Texto para comentarios salpimentados de superfeministas, feministas, tradicionalistas, reaccionarios, revisionistas y sus avanzados. Todos ellos espigando por frases aisladas y diferentes haces de líneas:

/upload/fotos/blogs_entradas/nietzsche_1_med.jpgDice Nietzsche en Más allá del bien y el mal (1886. El autor tenía entonces 42 años):

"En ninguna época fue tratado el sexo débil con tantos miramientos como ahora: esto forma parte de la tendencia democrática, como también de la falta de respeto a la antigüedad: ¿por qué nos maravilla, si se abusa de tales miramientos? Ahora exigen más; tienen por ofensa el tributo de amor; prefieren la concurrencia, la lucha; en suma, la mujer va perdiendo su pudor".

Y también va perdiendo el buen gusto. Va olvidando su temor al hombre; pero la mujer, que no sabe ya temer, renuncia a sus más esenciales instintos. Que la mujer abuse de las honras que se le tributan, queriendo hacerse igual al hombre, se comprende fácilmente; lo que es difícil de comprender es que esto mismo sea la causa de la degeneración de la mujer. Porque la mujer degenera, no nos engañemos. Dondequiera que el espíritu industrial ha logrado la supremacía sobra el espíritu militar y aristocrático; la mujer tiende a conquistar la independencia económica y legal de un empleado; la mujer-empleado está en el umbral de la nueva sociedad en formación. Mientras toma posesión de nuevos derechos y quiere ser "dueña" y escribe en su bandera "emancipación", sobreviene lo contrario: la mujer retrocede.

Desde la Revolución acá se ha ido disminuyendo la influencia de la mujer, a medida que aumentaron sus pretensiones: la emancipación de la mujer, en cuanto querida y favorecida por las mismas mujeres, se revela como un síntoma curioso de la progresiva debilitación de los instintos esencialmente femeninos.

Hay en tal movimiento una estupidez casi masculina, de la cual debería avergonzarse toda mujer sensata. Perder los medios que más conducen a la victoria; descuidar el ejercicio de las armas que son propias de las mujeres; mancharse con el "libro" en lugar de la educación severa y de la ingeniosa humildad; demoler la fe del hombre en el "eterno femenino", la creencia en un ideal fundamentalmente diverso del suyo y oculto en la mujer; tratar de persuadir al hombre de que la mujer no es ya un animal doméstico más delicado, fiero y agradable, que reclama ser mantenido, protegido y complacido; acumular y exhibir todas las maneras de esclavitud a que estaba sometida la mujer, y lo está todavía (como si la esclavitud no fuese una condición necesaria de toda gran civilización). ¿Qué significa todo esto sino un arruinarse de los instintos femeninos, una "desfeminización"? ¡Y que haya tantos amigos y corruptores imbéciles de la mujer entre los asnos doctos del género masculino, que aconsejan a la mujer que se defemine y que imite todas las insensateces que van destruyendo la virilidad europea y que quieren rebajar a la mujer hasta el nivel de la cultura general, de la lectura de periódicos y el politiqueo. ¡Y se las quiere hacer espíritus libres, literatas, como si una mujer irreligiosa no fuese, aun para el hombre ateo, algo repugnante y ridículo! Y se corrompe sus nervios con la música más enfermiza y peligrosa (con la música alemana modernísima), y se las hace cada día más histéricas y menos aptas para su primera y última misión, que es la de traer al mundo hijos sanos! En general se quiere "civilizarlas" o, como dicen, hacer fuerte al sexo débil por medio de la cultura, como si la historia no nos enseñara que civilización equivale a debilitamiento, desorganización, deterioro de la fuerza de voluntad, y que las mujeres más influyentes del mundo (la última fue la madre de Napoleón) debieron su influencia y su poder precisamente a la fuerza de su voluntad, y no a los maestros de escuela.

Aquello que en la mujer nos inspira respeto y alguna vez temor, es su naturaleza, la cual es mucho más natural que la del hombre: su movilidad, su agilidad de fiera, la uña de tigre que esconde bajo el guante perfumado, su egoísmo ingenuo, su ineptitud para la educación, lo inconcebible, desmesurado y extravagante de sus deseos y de sus virtudes…Y aquello que nos inspira piedad hacia este gato peligroso, que es la "mujer", es el estar más sujeta que nosotros a sufrir, el ser más sensible, más necesitado de afecto, más accesible a las desilusiones que cualquier otro animal. Temor y piedad: he aquí dos sentimientos que hasta ahora experimentaba el hombre ante la mujer, siempre con un pie en la tragedia, que despedaza mientras entusiasma.

"¿Y deberá trabajarse por el desencantamiento de la mujer? ¿Y hacerse de ella el más fastidioso de todos los seres? ¡Oh Europa, Europa!" (Editorial Alba. Alcobendas, 2001. pp. 134-136)

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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