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Álvaro Enrigue: Yo somos varios

La familia literaria a la que pertenece Vidas perpendiculares, la nueva novela del escritor mexicano Álvaro Enrigue, es amplia y de alcurnia. Se puede mencionar a Jorge Luis Borges (en especial "Funes el memorioso" y "El inmortal"), el inglés David Mitchell (Ghostwritten) y Mario González Suárez (por el tema de la infancia como terror). La lista podría extenderse, pero basten esos nombres para hablar de la capacidad que tiene la novela de Enrigue para sugerir, para presentarse como un texto capaz de convocar a muchos otros textos. Si la literatura es, sobre todo, el arte de construir un código cifrado sobre la base de otros múltiples códigos cifrados, entonces Enrigue sale más que airoso del desafío que se ha impuesto.

Vidas perpendiculares es la historia de una "monstruosidad". Así como el Funes de Borges es capaz de ahogarse recordándolo todo, el Jerónimo Rodríguez de Enrigue sufre debido a la memoria de sus "sucesivas resucitaciones". Jerónimo ha sido muchos hombres (y mujeres) en otras vidas a lo largo de la historia; de niño, sabe lo que otros de su edad no: "toda la gama de los olores y formas que puede tener una vagina o el agarroso sabor del semen en la boca, el crujido de la espina dorsal cuando se arranca de tajo una cabeza, los límites precisos del dolor humano y lo que se necesita para infligirlo". Sexo y violencia: coordenadas, aquí, de todas las vidas "perpendiculares" de Jerónimo, y por ello imprescindibles para entender la condición humana.

En la contratapa de la novela se sugieren algunas pistas de lectura. Estaríamos frente a una "novela cuántica", pues en su poética se establecería una simultaneidad de tiempos y espacios y una modificación continua de narradores y géneros literarios. Estoy seguro de que el concepto "novela cuántica" no durará mucho más de lo que dura el verano, o el otoño. Con todo, la poética está bien definida, siempre y cuando se entienda que el proyecto de Enrigue no es necesariamente una nueva formulación. Lo interesante de Vidas perpendiculares no está ni en la simultaneidad espacio-temporal propuesta, ni en el cambio de narradores o en el díalogo que se establece entre el cuento y la novela -algo que ya aparece en un libro de cuentos de Enrigue, Hipotermia, y que supo ver bien Guadalupe Nettel en su reseña--, sino en la tensión que existe entre novela realista y fantástica. Si "Funes", por volver al ejemplo citado anteriormente, es un texto fantástico sin ambages, la novela de Enrigue se puede leer a ratos en clave realista y otros ratos en clave fantástica. Incluso el texto llega a sugerir -aunque esto no se desarrolla- que todo puede ser un constructo artificial (las "vidas" que recuerda Jerónimo serían tan solo "prótesis recogidas" en las bibliotecas que ha frecuentado), con lo que la novela parecería decantarse por una lectura realista. La conclusión de Enrigue sería entonces que la realidad es más bien fantástica (con lo que desaparece la tensión mencionada). Y podríamos, a partir de esta novela, leer "Funes" como un cuento realista. Todo esto no es más que especulación: buena parte de la fuerza del texto deriva de su capacidad para no prestarse a una lectura unívoca (este lector se resiste al vicio crítico de decantarse por una entre varias posibilidades).

Lo mejor de la novela está en la recreación de la infancia de Jerónimo en un pueblo de Jalisco en la primera mitad del siglo XX. Sometido por un padre asturiano autoritario, desterrado a vivir con la servidumbre, Jerónimo es un niño raro que vive sus primeros años bajo el reino del miedo. Ese miedo es uno de los puntos de contacto entre la vida presente de Jerónimo y sus vidas pasadas. Jerónimo puede oler el miedo cuando está cerca de su padre de la misma forma en que lo hace cuando forma parte de una tribu prehistórica o se halla viviendo en pleno siglo XVII napolitano. Enrigue narra las cinco vidas pasadas de Jerónimo con un gran poder evocativo, y logra vincularlas a través del amor que en ellas buscan los personajes -un amor plagado de sexo y violencia--, pero falta tensión narrativa en algunas de estas historias. Las "vidas perpendiculares" interesan a ratos, pero no conmueven ni fascinan de la misma manera que el terror doméstico del Jerónimo del presente de la novela. Hay, sí, páginas magistrales dedicadas a Quevedo.

¿Qué es el cerebro de Jerónimo? "Un atascadero de monstruos". ¿Qué es una imposibilidad? "Un hombre del que se podía depender sin esperar dolor a cambio". ¿Una filosofía de vida? "Tanto a los cuatro años como a los cuarenta, es mejor -o cuando menos más realista-perseguir lagartijas que presidir congresos". Enrigue es un magnífico prosista, siempre a la caza de la frase feliz, inteligente, y tiene un sentido del humor muy sutil. En Vidas perpendiculares se le han escapado algunas lagartijas, pero el resultado es, cuando menos, admirable.

(Letras Libres, septiembre 2008)

 

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15 de septiembre de 2008
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El primer día de colegio

Primer día de colegio. Estamos asistiendo al desfile de los padres famosos llevando a sus hijos este primer día de colegio. Lo que no sabemos es si luego también van a recogerlos. Pero, bueno, ahí están, son los protagonistas porque apenas nos fijamos en los niños. Nos quedamos con las sonrisas de los padres, contentos porque saben que ellos se pueden marchar. Nos quedamos con sus atuendos, que nos dicen si estos padres se van directamente al trabajo o si se vuelven a casa, si el horario de sus vidas es o no flexible, si son artistas o empresarios.

Los padres con el pequeño de la mano siempre llegan andando al colegio desde algún lugar inconcreto, como si viviesen a dos pasos de allí o como si hubiesen aparcado un poco lejos para que los viésemos llegar. Nos preguntamos si se repetirá la misma operación todos los días o si con este primero se cumple para los restos. Y afortunadamente los tiempos cambian: no se ve a ningún niño llorando. En mi infancia nos tenían que meter a la fuerza, tirando de nosotros, algunos se ponían morados del berrinche. Era un espectáculo de pura rebeldía porque nos queríamos volver con nuestra madre a casa, donde nadie intentaba enseñarnos nada.

Aunque a decir verdad, los colegios son noticia cuando los adultos se acercan por allí el primer día de colegio y el día de las votaciones cuando funcionan como colegios electorales.

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15 de septiembre de 2008
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Bonifacio Cruz Santiago y Alfonso Cruz Cruz

En la mañana del 7 de febrero de 2008 ambos acudieron al despacho de Raymundo Olivares Díaz, ex-líder de los comuneros y síndico procurador de la alcaldía de Chimalhuacán, estado de México. Eran padre e hijo. Bonifacio, director del semanario El Real, y Alfonso redactor jefe del mismo periódico. Ese día estuvieron esperando afuera del edificio municipal donde se ubica la oficina del funcionario ausente. Sorpresivamente, dos sujetos llegaron y abrieron fuego sobre ambos periodistas. Las autoridades declararon que los mataron por "accidente", ya que los sicarios querían asesinar al síndico; versión que nunca se comprobó.

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15 de septiembre de 2008
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Woody Allen, Pavese, Vila-Matas y las ciudades

La literatura necesita de los provincianos, dice Pavese. Todos somos provincianos, "el de las praderas va a hacer de provinciano a Nueva York, y el de Nueva York, a Europa". Y hace mucho que el europeo es un provinciano en Nueva York. Pavese fue un provinciano que no supo alejarse de su pueblo, de las colinas de su infancia. Su largo viaje fue Turín. Al amante de la literatura americana siempre le quedará New York. La soledad de NY parece más atractiva que la de una ciudad de la posguerra europea. Nunca hay posguerra en la ciudad de Woody Allen. Ni el Once de Septiembre, con su doloroso agujero, se acerca a los paisajes europeos de después de la batalla.

Al amante de la literatura americana siempre le quedará New York. La soledad de NY parece más atractiva

"La ciudad nos da símbolos así como la campiña nos da frutos", decía Pavese. Hemos conocido muchos de los símbolos de la ciudad por el cine de Woody Allen, provinciano en Europa, y uno de los culpables de nuestra seducción por esa ciudad forjada con símbolos.

Dejaron de importarnos los frutos de la campiña, nuestros paisajes fueron los rascacielos. Cambiamos la música del campo por la música del jazz. "Menos mal que a los mosquitos no les ha dado por tocar el saxofón", decía Ramón Gómez de la Serna, provinciano de Madrid, ciudad que podría ser feliz si no estuviera tomada por la crispación, como dice el barcelonés Vila-Matas. Otro que quiere vivir en Nueva York. Y terminará viviendo en París para pensar que debería vivir en Nueva York y soñar con una Barcelona que ya no es. No está contento Vila-Matas con su ciudad, la filmada por Woody Allen. Ignoro si el autor del Dietario voluble ha visto la película que sobre Barcelona, Oviedo y otras bonitas postales, retrata el viejo seductor de Manhattan en Vicky, Cristina, Barcelona, pero me gustará saber su opinión de probada cinefilia y de conocedor de una Barcelona que ya no era tan bona, que quizá era "despedazado anfiteatro de las nostalgias de una burguesía". No tan de moda, pero tan necesaria.

Película llena de símbolos urbanos, es decir, de tópicos. Mezcla de Gaudí, galerías, restaurantes, diseño, pa amb tomaca, vino blanco, vistas y parque Güell. Bella fauna, capaz de decir naderías profundas con intensidad. Artistas y yuppies suavemente rebeldes, entre el matrimonio y el sexo abierto con música de Paco de Lucía (?). Extranjeros cruzados con atormentados artistas a la española/barcelonesa. Un poco de Europa con regreso a Nueva York, pasando por Oviedo con unas gotas de románico. Ahora admiro más a Javier Bardem y Penélope Cruz, sólo dos grandes son capaces de salvar unos papeles tan insólitos, desgarrados, bilingües y de armas tomar.

Dice Vila-Matas que su ciudad es un parque temático para extranjeros, que "viene todo el mundo a cagarse en la calle y hasta les aplauden". En la película no hacen esas cosas. Hacen fotos artísticas. Toma el dinero y corre.

Artículo publicado en: El País, 14 de septiembre de 2008.

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15 de septiembre de 2008
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El guiñol científico – filosófico

Como consecuencia de esta percepción en el salón de los Guermantes, el Narrador, anclado unos momentos atrás en la vivencia plena de un pasado (o al menos en la ilusión de ello), es ahora parte integrante de la matinée, decora con su presencia el "guiñol", a la vez científico y filosófico, que ésta constituye:

" M. d'Argencourt acababa de hacer este extraordinario "número", que constituía sin duda la imagen más emotiva en lo burlesco que guardaba de él, a la manera de un actor que vuelve por última vez a entrar en escena antes que caiga el telón en medio de las explosiones de risa...

En realidad era excesivo referirse a d'Argencourt como a un actor, pues desembarazado como ahora se encontraba de toda alma consciente, era como una muñeca agitada, adornada con una barba postiza de lana blanca, que yo le percibía en este salón, como en un guiñol a la vez científico y filosófico en el cual ilustraba, como en una oración fúnebre o un curso en la Sorbona, la vanidad de todas las cosas a la vez que servía de ejemplo de historia natural.

Muñecas sí, y que sólo podían ser identificadas a los seres que uno había conocido mediante una lectura de varios planos a la vez, situados tras ellas, y que les conferían profundidad; viejos fantoches que exigían al espíritu un esfuerzo, pues era necesario contemplarlos a la vez con los ojos y con la memoria." (923-924)

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15 de septiembre de 2008
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El valor de lo veloz

/upload/fotos/blogs_entradas/ms_all_del_bien_y_el_mal_med.jpg"Lo que nos sale bien quisiéramos que fuese tenido por muy difícil", escribió Nietzsche en Más allá del bien y el mal. De hecho, cuando me pregunta algún amigo  -y no digamos los familiares- cuánto tiempo me ha costado pintar ese cuadro están esperando a que responda pocas horas  para, de inmediato, afianzar su predeterminado desdén. También aquello que se escribe en poco tiempo parece que posee poco valor. No puede valorarse solemnemente un vino si no es a través de su acumulación de años y esta ecuación que vale sólo para unos cuantos víveres, las catedrales o las pirámides de Egipto,  se erige en motivo general de respeto o estimación.  Lo que sale fácil, sale "demasiado" fácil. En  cambio, lo que se tarda en hacer -especialmente en arte- nunca se le reprocha "demasiado" tiempo. De ahí, por ejemplo, que la escritura del periodismo, necesariamente veloz, haya tardado tanto tiempo en ser apreciada. Y, además, durante tan pocos años. Ahora, en periodismo, importa cada vez menos escribir bien puesto que ya todos somos periodistas (fuera y dentro de la red), todos somos escritores en el ciberespacio y hasta el espacio total ha sido sustituido en los negocios, la vida o la profesión, por el patrón del tiempo.

Tanto es así que ya lo moroso va remitiendo a la vetustez y la velocidad constituye, por antonomasia, la marca contemporánea puesto que incluso buena parte del mundo del arte y de la creación incluidas las instalaciones el net-art, las performances, el videoclip, la publicidad o los telefilmes son artículos efímeros consecuentes con la brevedad de su producción y la aceleración de aprecio y su consumo.

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15 de septiembre de 2008
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Todos vivimos en Persépolis

No leí Persépolis en su encarnación como novela gráfica, pero vi la película dirigida por su misma autora, Marjane Satrapi, en tándem con Vincent Paronnaud, y sinceramente me gustó mucho. Durante su relato -la historia de la infancia y juventud de Satrapi, marcada primero por el gobierno del Shah y luego por la revolución que, aclamada como una liberación por la mayor parte del pueblo iraní, desembocó en una tiranía teocrática-, no pude menos que pensar en la experiencia argentina y en la de casi todos los que hoy vivimos en Hispanoamérica. A excepción de los más jóvenes, también hemos vivido gobiernos autocráticos y persecuciones políticas y censuras y severas vigilancias religiosas. En muchos sentidos, aquella Irán de los ayatollahs nos sigue pareciendo exótica. Pero en esencia, la vivencia es la misma: los crueles mecanismos de la Historia -puestos en movimiento por la ambición y la codicia de los pocos y alimentados por la ignorancia y el temor de las mayorías- devorando destinos individuales con la avidez de un Moloch.

¿Cuántas existencias se extinguieron antes de tiempo por obra de la violencia, de la guerra y del fanatismo? ¿Cuántos Picassos murieron antes de empuñar el pincel, cuántas otras Guernica nos hemos perdido? Tantas familias destrozadas, tanto dolor, tanta orfandad inutil... Aunque las experiencias más traumáticas de nuestras vidas parecen formar parte del pasado histórico, la simple lectura de los diarios -en la mezquindad de los separatistas bolivianos, en la consagración como estrella pop de una candidata a la vicepresidencia de los Estados Unidos que a todas luces entraña más peligro para el mundo que diez Ahmadinejad- sugiere que estamos muy lejos de haber aprendido de estas experiencias. Y que el futuro mediato nos deparará más violencia, más fanatismo -y más muertes.

Si no tuviese esperanza en el destino último de nuestra especie no habría traido hijos a este mundo. Pero a veces la compulsión de muerte que guía a tantos congéneres como lemmings al abismo me lleva a preguntarme, como U2 en Sunday Bloody Sunday, cuánto tiempo más deberemos cantarnos esta canción.

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15 de septiembre de 2008
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La obligada ofensiva de Obama

En medio de un atroz fin de semana en Wall Street, que, acaso, podría ayudarle, Obama ha comenzado una nueva ofensiva en su campaña. En los últimos días, muchos líderes demócratas se lamentaban ya de que la campaña lucía desorientada y de que su candidato hubiera permitido que Palin ocupase demasiado espacio mediático luego de su presentación al país durante el congreso Republicano. Y, comenzaban a temer los resultados de las encuestas. De hecho, la primera encuesta importante realizada después de los congresos de los partidos salió, también, este fin de semana. En ella, McCain continúa con una delantera de 48 puntos a 44 para Obama.

Así, el sábado y el domingo, salieron al rescate por televisión, prensa y en mítines políticos Bill Richardson, el gobernador latino de Nuevo México, el senador Schumer de Nueva York y, por supuesto, Hillary Clinton.

Clinton es esencial para Obama, pues puede recordar a su electorado de primarias las diferencias entre ella y Palin. Pero, en campaña, Hillary ha determinado que lo mejor es no atacar a Palin de frente, sino concentrarse en McCain. Desmonta, así, la posibilidad de un encontronazo directo con la candidata Republicana.

Este domingo, en gira política por Ohio, que será uno de los estados que veremos el día de las elecciones, y que Bush ganó en el 2004, Clinton repitió la frase de su discurso en el congreso demócrata, No way, no how, no McCain and no Palin, (De ningún modo, de ninguna manera, nada de McCain, nada de Palin.)

Y tendrá que repetirla muchísimo antes del 4 de noviembre.

Los estados de Ohio y de Pennsilvania, que Obama tiene que ganar para ser electo, fueron estados en los que Hillary Clinton ganó por mucho en las primarias. Votaron allí por ella, muchos obreros blancos, mujeres blancas y católicos.

Y, en estos estados va a concentrar su potencia la campaña de McCain y Palin, convencida de que podrá captar a los votantes de Clinton que quedaron descontentos y que no se deciden a votar por Obama, un candidato que favorece el aborto y que es de raza negra.

La última encuesta dice lo mismo, entre líneas, McCain es preferido por el 55% de los blancos y Obama sólo por el 37%.

Obama, en medio de la ofensiva de su campaña, continúa, este lunes, su gira por los estados de Colorado, Nevada y Nuevo México, intentando, sobre todo, entusiasmar al numeroso electorado latino y femenino de la región.

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15 de septiembre de 2008
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'Dietario voluble'

/upload/fotos/blogs_entradas/dietariovoluble2_med.jpgEnrique Vila-Matas

Anagrama

Barcelona, 2008

Lo dice el título, Dietario voluble. Y por si cupiera alguna duda, la propia editorial lo confirma: es un diario literario. Y a continuación insiste: "El libro abarca los tres últimos años (2006-2008) del cuaderno de notas personal de Enrique Vila-Matas": de manera que sus lectores habituales están de enhorabuena porque se trata de un Vila-Matas en estado puro. Noticias y andanzas del autor, reflexiones, recuerdos y encuentros con amigos o desconocidos; personajes reales o de ficción, nuevas reflexiones y ocurrencias, viajes y enfermedades, un café tomado sin prisas en la terraza de un bar, un paseo por la calle de una ciudad europea o sudamericana, o lo que sea. Todo suma. Todo puede servir en tanto que material literario a condición de que se utilice como es debido, esto es, literariamente.

Sin embargo, y aunque se trata de un discurso fundamentalmente literario, no se desarrolla a la manera tradicional,  por ejemplo, mediante el viejo esquema del planteamiento, nudo y desenlace. Ni tampoco avanza en función del referente cronológico que cabría esperar de un diario en el que incluso se señalan los meses y años. Al no existir el factor tiempo, el desarrollo del discurso no es lineal sino espacial, pues se construye a fuerza de acumular elementos heterogéneos hasta crear un ámbito de significación muy expresivo y en cuyo interior incluso un mosquito puede alcanzar una resonancia que, en palabras del tandem  Gómez de la Serna + Vila-Matas, suena así: "menos mal que a los mosquitos no les ha dado por tocar el saxofón".

Quede claro que la cita pertenece a un párrafo en el que se ha empezado a hablar de las moscas y en el que, poco a poco, han ido apareciendo Augusto Monterroso y Cleopatra, más adelante Wittgenstein y Proust y finalmente el propio autor, que mientras escribe sobre los dípteros en un hotel de Cartagena de Indias de pronto recuerda un cuento de los hermanos Grimm en el que éstos preguntan si alguien ha oído alguna vez toser a las moscas. O sea que Gómez de la Serna + Vila-Matas no dejan de tener razón, pues sólo faltaría que a los mosquitos les hubiese dado por tocar el saxofón.

Según avanzo en la lectura de Dietario voluble, pongamos que allá por los meses de junio o julio de 2007, caigo en la cuenta de otra característica de la escritura de Enrique Vila-matas y que pese a ser muy notable apenas le ha sido reconocida. Y me refiero a lo siguiente: frente a las servidumbres y miserias de la vida, a toda persona inteligente y con capacidad de expresión le caben al menos dos formas posibles de reacción. Una, tomarse dichas servidumbres y miserias como una afrenta personal y responder con bajeza a las bajezas. Y otra, tomárselas con bonhommie y una cierta solidaridad, pues al fin y al cabo a todos nos han metido quieras que no en este tinglado y bastante hacemos con salir adelante lo más dignamente posible.

Y tampoco es que E. V-M no sea capaz de propinar un capón cuando la ocasión así lo impone, o que carezca de criterio para emitir un juicio severo si hace falta. Al contrario. Si conviene, propina correctivos y emite juicios severos. Pero la suya no es en absoluto de una prosa agresiva, ni una orgía de ajustes de cuentas y satisfacción de venganzas largamente rumiadas. Y ello es tanto más notable cuanto que, según ha ido publicando libros, la favorable respuesta suscitada le ha ido situando un poco más au-dessus de la mêlée (léase, por encima de la charca de ranas donde chapotea el común). O sea que, si le hubiera dado por ahí, ahora mismo podría ser un hijo de la grandísima de la peor especie. Y encima impunemente. Pero ha elegido no serlo y prefiere ejercer frente a la maldad humana una distancia fría y algo desdeñosa. Lo cual es muy de agradecer.

Y he aquí otro pequeño descubrimiento realizado al hilo de la lectura de Dietario voluble: si a algún incondicional de E. V-M le preocupaba la posibilidad de que el modelo de escritura adoptado pueda agotarse en un futuro más o menos próximo (al fin y al cabo él mismo habla de "viaje sin retorno" y asegura haber estado varias veces al borde del silencio) puede quedarse tranquilo porque, aparte de que podría seguir tal cual durante un largo trecho, hay varias alternativas posibles. Y el propio Vila-Matas apunta una muy prometedora por más que, como tiene por costumbre, lo haga casi de pasada y sin darle la menor importancia. Ocurre en la entrada correspondiente a enero de 2006. Tras una larga parrafada en la que muestra su acuerdo con las polémicas tesis de Alain Finkielkraut sobre el racismo en las banlieues  de París,  hace punto y aparte y abre un nuevo frente que dice:

"¿Y Sophie Calle? He aceptado su propuesta de escribirle una historia que ella luego tratará de vivir." Y sin más, pasa a deshacerse en alabanzas de la maravillosa oficina de correos que hay en la rue Littré, cerca de la rue de Rennes.

Sin embargo, y pese a la hábil cortina de humo destinada a borrar el rastro de lo dicho, la idea es una bomba y cabe imaginar lo que puede ocurrir si una serie de escritores afines se dedican a escribirse unos a otros biografías que encima pueden ser a dos y tres manos, sumando entre todos ocurrencias hasta completar unos proyectos de vida en los que, por fin, la trasgresión de las barreras entre realidad y ficción, vida y literatura o verdad y apariencia queden finalmente derribadas.  Vivo lo que me escriben y, mientras lo hago, escribo lo que otros vivirán mientras sueñan las vidas que ellos  les crearán a otros que, en el fondo, son mis criaturas porque surgieron  de mi sueño. Un lío. Pero como proyecto literario, suena prometedor. De momento cabría investigar en los escritos de Sophie Calle qué pasó mientras vivió la historia que Enrique Vila-Matas prometió escribirle. Ello en el caso de que él la escribiera o ella le pidiera que se la escribiese, porque con tantos disfraces y apariencias, y tanto engañar a la ficción con retazos de realidad, vaya usted a saber.

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15 de septiembre de 2008
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Inicuo paso primitivo

Son cuatro cabezas equinas fáciles de reconocer ya que todavía hoy se pasean por la estepa mongol unos pocos caballos de Prezewalski, que no son sino sus descendientes. Se trata de animales paticortos, cabezones, de vientre prominente, pero insensibles al hielo y de inagotable fortaleza. Sin embargo, lo que sorprende en estas cuatro cabezas no es tan sólo la exactitud del trazo, la seguridad y elegancia de la curva que define la quijada, la perfecta proporción de orejas y ollares, sino, por encima de todo, los ojos. La mancha ocular es apenas una leve almendra negra protegida por el hueso de la órbita, pero tiene la expresión tan viva como los ojazos forrados de pestañas y reflejos cristalinos de los caballos de Rubens. No obstante, no es la misma mirada. En Rubens, en Velázquez, el ojo del caballo montado por un rey o un condotiero, es un ojo abrumado por la gloria del jinete y se abre desmesuradamente, como espantado por la responsabilidad. Muy al contrario, en estos cuatro caballos los ojos tienen la mirada a medio párpado, tierna, dócil, turbadora, que hace del caballo una bestia inseparable del humano.

El segundo aspecto remarcable del dibujo es la crin, corta, de cerda gruesa, alineada en paralelo al robusto cuello, similar a las crestas de algunos soldados afroamericanos, un cepillo tan duro al tacto como la roca sobre la que están pintados en la cueva de Chauvet. El dibujo se encuentra en la llamada Galería del Megaloceros junto a esquemas que parecen corresponder a los antecesores del rinoceronte y el alce. En estas paredes de roca es posible que los aprendices probaran el uso del carbón de pino y ensayaran sus primeras representaciones bajo la dirección de un maestro. Lo asombroso es que estas imágenes, las primeras que conocemos atribuibles a humanos de hace treinta y dos mil años, son ya perfectas. Las cuatro cabezas equinas de Chauvet no tienen nada que envidiar a la soberbia cuadriga helena que corona la basílica de los Dux venecianos y son muy superiores a los caballos de Meissonier o de Gericault./upload/fotos/blogs_entradas/jeanlouisernest_meissonier_caballos_med.jpg

Prueba concluyente de nuestra frivolidad es que sin saber apenas nada sobre tan inquietantes imágenes, las hemos aceptado con toda normalidad. ¿Normal, la aparición de las imágenes en la vida del universo? ¿Y su perfección súbita, como si hubieran estado esperando detrás de un velo? ¿Su inescrutable función en una sociedad con poca necesidad de adorno y en el límite de la supervivencia? Todas las hipótesis sobre el arte rupestre han ido fracasando una detrás de otra. No son imágenes "religiosas" porque no es posible separar un ámbito específico para lo religioso en aquellas hordas de cazadores nómadas. O bien todo era religioso o bien nada lo era. Posiblemente nuestros abuelos, como nosotros, ni eran religiosos ni creían en dioses, aunque temían a las fuerzas inaprensibles que podían causar daño y les ponían nombre, como hoy se lo damos al cáncer o al cambio climático. Tampoco podemos decir que formaran parte de un ritual venatorio, porque si bien hay representaciones de escenas de caza no por eso se las puede relacionar con ningún ritual, del mismo modo que una pintura ecuestre de Velázquez solo tiene una remota relación con el protocolo de las monarquías absolutas.

Lo que es indudable es que en algún momento los humanos necesitaron (¿necesitamos? ¿seguimos siendo humanos como ellos o hemos dejado ya atrás esa tan particularmente frágil condición?) y por lo tanto produjeron, imágenes. ¿Por qué, con qué finalidad? Ninguna hipótesis hasta ahora resiste el análisis. Sólo podemos aventurar que las imágenes nacieron (y nacieron perfectas) cuando los humanos sintieron la irresistible necesidad de ver hacia fuera, de manera que se convirtieron en "el punto de vista", el lugar orográfico desde donde "se ve". La aparición de las primeras imágenes inventa la visión (en absoluto lo contrario) como un instrumento ya propiamente técnico para ampliar nuestro cuerpo. La máquina de construir mundos posibles se había puesto en movimiento y gracias a ella el mundo obligatorio, aquel al que habíamos sido condenados (lo que más tarde llamarán El Edén) se convertía en un dominio controlado.

¿Qué sucedió hace treinta y dos mil años para que una necesidad tan insensata se hiciera inevitable? Insisto: ¿qué necesidad era esta que separaba con un hachazo inicuo (y para siempre) el ámbito que poco más tarde se llamará "Madre Tierra" o "Naturaleza" y los humanos capaces de representarla con imágenes desde fuera? ¿Y sucedió sin lucha? ¿Nadie se vio sacudido por el terror de lo que aquella separación ponía en marcha? ¿No hubo entonces humanos sensatos que se negaran a abandonar la tierra común? Nunca lo sabremos, pero podemos sospechar que la perfección de las imágenes rupestres esconden quizás cientos o miles de años de enfrentamiento e iconoclastia./upload/fotos/blogs_entradas/pinturas_rupestres_de_la_cueva_de_chauvet_med.jpg

Representar caballos, bisontes, mamuts o cérvidos era rebajarlos de rango, reducirlos a unidades abstractas e intercambiables. Ya nunca más podríamos hablar de éste caballo o aquel otro, entes tan perspicuos como tú y como yo. A partir de la primera imagen quedaba dominada la totalidad de los caballos y podía llegar Platón (veintinueve mil quinientos años más tarde) para darles la definitiva patada que los elevaría al mundo de las Ideas, allí en donde se puede amar sin dolor.

Los humanos somos aquello que de nosotros dicen nuestras imágenes. La constelación de imágenes que determina nuestra inserción en el mundo es lo que marca inflexiblemente aquello que podemos ver y lo que para siempre será invisible. Tal es el rigor de la pérdida que habremos de concebir un empleo específico, con nombres diversos hasta llegar al de "artista", para que alguien atisbe (o fantasee) más allá de lo que es imposible ver. Entre el niño que pudo ver bisontes y caballos en los muros de su hogar y aquel que nunca los vio, hay una separación inicua.

Para quien nunca conoció imágenes, los caballos y bisontes reales eran esplendores que se cruzaban algún día en su camino, sea galopando o ya muertos y con las entrañas humeantes, arrimados por los cazadores al poblado. Estos caballos y bisontes individuales eran escasos en la vida de cualquier niño y tan cercanos a la muerte como los humanos mismos que les daban caza. Hubo de haber un respeto profundo entre los mortales cazadores y aquellos otros mortales cuya carne les alargaba la vida. Por el contrario, para el niño que ya creció viendo bisontes y caballos en los muros de su hogar, los ejemplares vivos o muertos que se cruzaron en su camino eran sólo copias (o casos) de los verdaderamente únicos y reales caballos y bisontes que presidían el hogar. Las imágenes eran lo permanente. Sus copias vivas en el mundo, tan sólo formas efímeras que como sombras se cruzaban un instante con la luz solar para desaparecer de inmediato.

Una vez traspasada esa frontera, una vez admitida la impiedad original (obsérvese que esa impiedad no tiene lugar en el choque de un torero con la bestia singular que le ha tocado en suerte, la cual siempre tendrá la misma individuación y nombre propio que su matador, a diferencia de la res de matadero), una vez dado el paso fatal de dominar el mundo mediante representaciones y signos, ¿no era lo obligado, o por lo menos lo esperable, proceder a la siguiente ambición de dominio mediante el invento de los dioses, los cuales aparecieron (y se ocultaron) en el acto mismo de ser representados en imagen? Quienes convivieron desde la infancia con imágenes de los dioses, ¿cómo iban a creer en ellos y reconocerlos si alguna vez se cruzaban con una figura asombrosa y espléndida?

Para los niños educados ya entre imágenes de dioses, el mundo sólo estaba poblado por humanos y fantasmas. Nosotros, que ya sólo tenemos imágenes, ¿con quién compartimos el mundo? 

Artículo publicado en: El País, 13 de septiembre de 2008.

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15 de septiembre de 2008
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