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Sube el telón

/upload/fotos/blogs_entradas/telon_med.jpgEn Cuba abundan los chistes cuya arquitectura son frases "baja el telón" -"sube el telón" para dividir una narración en etapas distintas. Es una manera de decir que la vida es un teatro. Cada vez que "sube el telón", se destaca una realidad que ocupa todo el escenario. En el caso de América Latina, acaban de levantarse tres telones.

1. México: después de anunciar operaciones de la policía y del ejército, de pactos entre políticos, viene una noticia transparente. El estado de Michoacán está ofreciendo a sus agentes y a sus guardias de penales precios especiales y financiación ventajosa a través de un programa de hipotecas. En otras palabras, se reconoce que el problema de la violencia es en realidad el problema de la corrupción de policías comprados por la plata del hampa. Sube el telón y vemos que la guerra entre policías y narcotraficantes es en realidad una guerra entre carteles de la droga.

2. Venezuela: Human Rights Watch publica un estupendo informe sobre Una década de Chávez. Es un examen completo, exhaustivo de la gestión de los derechos políticos por el presidente de la República Bolivariana. Consecuencia de este frío análisis de un régimen: expulsión de la delegación de Human Rights Watch que se encontraba en Caracas. Sube el telón y vemos que Hugo Chávez no sabe cómo enfrentarse con un balance real de su actividad.

3. Bolivia: el presidente Evo Morales nombró a un prefecto interino para el departamento de Pando: el contraalmirante, jefe de estado mayor de la Fuerza naval Landelino Bandeiras. En otras palabras un oficial de una fuerza sonada, pues Bolivia no tiene acceso al mar, ocupa la posición de un civil. Sube el telón sobre la provincia más tensa de Bolivia y vemos que Morales impone la fuerza más abstracta, entonces absoluta, a una población en búsqueda de un equilibro en el país. (Hay que leer este artículo del diario Clarín de Argentina para entender el nivel de violencia en Bolivia: nombrar a un militar para mantener el orden es utilizar aceite para apagar un fuego.)

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22 de septiembre de 2008
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Criar gallinas

Parece una broma que si mi pequeña economía se tambalea a nadie le importa, pero que un gran banco quiebre tenga que acongojarme y el que las constructoras ya no se forren como antaño y sufran alguna pérdida tenga que preocuparme y repercutirme en el bolsillo. La verdad es que dan ganas de sacar los ahorros de la cuenta y meterlos debajo del colchón y empezar a hacer algo concreto y útil como sembrar patatas y criar gallinas.

Si algo bueno puede tener verle las orejas al lobo como se las estamos viendo desde el santuario del dinero invisible, Wall Street, es tratar de poner los pies en la tierra, literalmente hablando. De hecho en las ciudades como Madrid estamos demasiado lejos del campo que nos da de comer. Hay Zoo, hay Jardín Botánico, hay parques (algunos muy hermosos), hay Casa de Campo, pero que sepa no hay huertas ni granjas. Esto puede sonar extravagante (¿una granja, vacas, moscas?) porque hemos creado la "ciudad franquicia", porque hemos acatado una forma de vida en que despreciamos e ignoramos lo necesario y nos hemos quedado con el adorno, exclusivamente. Si pudiéramos prescindir de alimentarnos no pasaría nada, pero no sólo no podemos sino que incluso nos gusta.

Hemos expulsado el campo de nuestro día a día. Los alrededores de Madrid (por poner un ejemplo) en que se cultivaba la tierra se han alejado tanto del asfalto que es imposible ver una lechuga plantada en muchos kilómetros. Se trata de una falta, una carencia en nuestra visión de la vida que probablemente hace que nos sintamos más vulnerables. Así que no estaría nada mal que los niños pudieran acceder a este conocimiento en vivo y en directo. No les vendría mal saber cuál es el valor real de un tomate, que ha tenido que ser plantado, regado, vigilado, arrancado en el momento justo y todo lo que después se puede hacer con él. Que no tuvieran que esperar al campamento de verano para ver una vaca y con suerte ordeñarla. No se trata de llenar Madrid de cabras, ovejas y cerdos, pero que tampoco sea algo que no queramos ver, ni oler, como si no tuviera nada que ver con nosotros y nuestra existencia urbanita porque sí que tiene que ver.  

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22 de septiembre de 2008
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Esa jodida tierra

Comíamos huevos fritos con boquerones en un mercado de Madrid, el de Barceló -todavía real, literario aunque cercano a la extinción, reconversión, privatización o como llamen a esas especulaciones de nuestros espacios civiles-, en un bar e invitados por el buscador de rarezas, galerista, taurino y testigo de nocturnidades Chiqui Abril.

En Víznar y alrededores mataron a centenares como Federico. Él era el poeta, y los otros, los que habitaban sus poesías

En la celebración estaban dos hermanas García Lorca, Gloria y Laura. No era el momento ni el lugar para recordar tumbas, pero no pudimos evitarlo. Más allá de los comunicados oficiales, de las entrevistas, de los silencios o las declaraciones, la familia Lorca vuelve por donde solía. Lejos de circos mediáticos.

Desde hace muchas décadas vienen diciendo lo mismo: no quieren mover los restos de Federico. Asesinado, enterrado con otros muchos en una fosa, en un barranco; como uno más, muerto entre buena gente. Entre maestros, obreros, banderilleros o campesinos. Gentes del pueblo, de su pueblo. Había sido un niño rico, un joven amable, y era un autor famoso que sabía disfrutar de los placeres de la fama sin olvidar a los pobres de la tierra. Era una provocación para aquella calaña que tomó el poder a golpes de muerte y nocturnidad.

En Víznar y alrededores mataron a centenares de gentes como Federico. Él era el poeta, y los otros, los que habitaban sus poesías. Murió en ese lugar, que un día de brumas de hace diez años recorrí con otro poeta de Granada, con otro García. Triste lugar, residencia en la tierra de una tristeza que sentimos, como la sintió Marguerite Yourcenar, como la han sentido los que han paseado por aquel doliente paraje, sin parques, sin tumbas, sin fuentes ni placas: no hacían falta para la emoción. Montones de huesos bajo la tierra de muertos sin razón, sin piedad, sin juicio, sin derecho y sin valentía. Así matan los asesinos, los cobardes, los injustos y los malversadores de la verdad.

Contaba Isabel García Lorca, la hermana pequeña, que su hermana Gloria la conminaba a no llorar: "Nosotros no tenemos que llorar. ¡Que lloren ellos!". Y para darse fuerzas recordaba un verso de Federico: "La tristeza que tuvo tu valiente alegría".

La familia se exilió a Nueva York, con tristeza, quizá con lágrimas. Al partir el barco que les alejaba de su vida, su tierra, sus huertas y sus gentes, Federico García Rodríguez, padre del poeta, pronunció con dolor y firmeza unas palabras: "No quiero volver a esa jodida tierra". No volvió. Cada día la añoraba. Cada día pensaba en ella y en su hijo muerto, asesinado, enterrado en un barranco. Murió con dignidad y sepultura en tierra extraña. Allí murió, allí nacieron otros García Lorca, allí para siempre sus huesos, su sepultura. La de su hijo Federico está en todas las partes. En la memoria de millones. Aunque también esté en un barranco del lugar de Víznar.

Artículo publicado en: El País, 21 de septiembre de 2008.

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22 de septiembre de 2008
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Crónicas, invenciones, paseatas

/upload/fotos/blogs_entradas/crnicas_invenciones_paseatas_med.jpgJuan García Hortelano

Editorial Lumen

Revisitar a Juan García Hortelano 15 años después de su muerte produce un efecto extraño. Crónicas, invenciones, paseatas es la recopilación de todas sus colaboraciones periodísticas. Por tanto, al lector que no esté familiarizado con la figura y la obra de este autor le cabe esperar unos textos más bien formales y acordes con lo que se solía decir en los periódicos españoles desde la muerte de Franco en adelante. Y en cierto modo es así, qué quieres, son unas colaboraciones de prensa como tantas y se ajustan a las reglas de juego habituales. Lo que ocurre es que, con la distancia, se advierte una ganancia respecto al momento de su aparición que resulta muy notable.

En bastantes casos, ni siquiera quienes vivimos aquellos años que él iba repasando al hilo de la actualidad de entonces  recordamos bien qué circunstancia del momento imponía atacar esto o defender aquello. O, por poner un ejemplo concreto (ver "Una visita fastidiosa") cuál era la prudencia que le aconsejaba manifestarse abiertamente contrario a la visita de "un laureado escritor ruso" pero sin decir en ningún momento que se trataba de Alexander Solzhenitsyn. Seguro que entonces ese silenciamiento no sólo tenía algún tipo de lógica sino que la supimos ver y la celebramos como un guiño cómplice, por más que ahora mismo no se me ocurra a qué estábamos jugando unos y otros.

O por decirlo de otro modo: ahora que el tiempo  ha descontextualizado muchos de aquellos escritos, lo que surge como rédito de su lectura es una especie de sabiduría sutil, nada estridente ni impositiva, y que el propio Hortelano se encargaba de desmontar cada vez que temía haberse puesto trascendente. Sin ir más lejos, cuando califica de "filosofía de calendario" algún párrafo propio que consideró demasiado pomposo. No obstante,  su rechazo más radical a tomarse en serio a sí mismo lo perpetró en el libro donde fue precipitando lo más valioso de lo aprendido por él a lo largo de su vida, y que con un quiebro muy característico lo tituló Gramática parda. Pero quien pretenda ver en ese libro, asimismo editado por Luis Izquierdo en Lumen, un relato autobiográfico se equivocará, pues se trata de una obra literaria y no de un testimonio, con el agravante de que, encima, el autor era un maestro del disfraz entendido como estrategia para quitarse de en medio.

Su curiosidad era envidiable y por lo tanto sus focos de interés fueron tantos que resultan difíciles de catalogar, aparte de que tampoco su aproximación a muchos de ellos  era convencional. Y ahí está como muestra "El viaje de San Vito", donde el punto de referencia existencial para su reflexión sobre el espacio y el tiempo es la provinciana ciudad de Segovia. En lo referente a su celebrada facilidad para aproximar su escritura a la inmediatez coloquial resulta inevitable hacer mención a la celebérrima entrevista a Juan Benet sumariada en  "El valor del singular (una tarde)".

Pero donde él se sentía más en lo suyo era cuando hablaba de literatura, y de ahí que sean tan abundantes las entradas relativas a los escritores y sus obras, sus fobias y filias o sus fantasmagorías. Sin embargo, y por hacerse caso a sí mismo en alguna de sus (con perdón) normas, su forma de hablar de literatura era hacerlo "contando una historia y no haciendo un ensayo". Y muchas veces esa pasión por la narración le lleva a que la propia escritura se le convierta en un proceso narrativo en sí misma, y pongo como  ejemplo ese momento en que, con motivo de la muerte de Sartre, él se confiesa profundamente sartriano. Varias entradas más adelante insiste en hablar del filósofo francés, pero de pronto parece pensar que a lo mejor su ídolo ya está fuera de época y que él se está poniendo pesado, de manera que hace un alto en lo que iba a decir y alega: "Claro que interesarse por Sartre a estas alturas...". Casi es posible verlo pararse de nuevo para luego resolver ese momento de duda en la actualidad del maestro con una simple acotación de perro viejo, y pongo la frase desde su inicio para que se vea mejor:"Claro que interesarse por Sartre a estas alturas (que son las de siempre...).

Narrar lo narrado. La escritura como proceso y no como resultado final. Algo más adelante ofrece otro ejemplo de lo mismo pero dicho de otro  modo: "En mis tiempos (es decir, cuado yo no tenía noción del tiempo...)". Él lo llamaba filosofía de calendario y hay que leerle con un poco de atención porque si no pasa como con las hojas del aquél, que las vas arrancando día tras día y el día menos pensado se ha terminado el mazo y no te has enterado de nada.

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22 de septiembre de 2008
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Brutal cambio de identidad

Después de treinta años de gobierno nacionalista, hora es ya de hacer balance sobre la riqueza que tan acendrada ideología ha traído a Cataluña. Basta con repasar algunas calumnias lanzadas tradicionalmente contra este pequeño país. Por ejemplo, la acusación de "tenderos". ¡Ya nadie llama "fenicios" a los catalanes! Otras regiones españolas han demostrado merecer con mayor mérito el apelativo y han hecho negocios excelsos. ¿Y la vieja calumnia de que para ser funcionario había que nacer en Madrid? Tenemos ya sobre los ciento cincuenta mil funcionarios y en una reciente encuesta los niños catalanes declaraban desear, por encima de todo, ejercer de funcionarios. Otro mito que se hunde junto con el odio al enchufe, práctica tenida por mesetaria y que el embajador Carod Rovira reivindica para Cataluña. Se decía, además, con muy mala uva, que aquí no había sentido del humor. Observen las radios y televisiones del Principado. Todas cubren la mayoría de su horario con programas cómicos. Es cierto que no hay quien los distinga porque sólo se ríen del aspecto ridículo, vil y grosero de los españoles, pero eso no quita la novedad inmensa de un humor nacional catalán.

/upload/fotos/blogs_entradas/mer_med.jpgDurante decenios se tuvo a Cataluña por lugar violento. Barcelona era "la capital de la ira", titular del Nouvel Observateur que fue motivo de chirigota en los años setenta. Aquí florecían las bandas de sicarios de la patronal y los eficaces asesinos comunistas y anarquistas. ¡Cómo ha cambiado el país! Ayer manifestaban su espanto algunos jefes catalanes porque unos avioncitos iban a figurar en las Fiestas de la Mercé. Pero lo que más ha cambiado es aquello de que aquí residía la capital de la cultura y el intelecto. Gracias a nuestra elite, por fin hemos conquistado las peores cotas educativas y culturales de España. Ya era hora. Tras un titánico esfuerzo y un océano de millones, los catalanes son ahora unos tipos escasamente educados, poco eficaces, que se ríen sin descanso y desatienden el dinero. En resumen, un lugar más agradable. Similar a la Andalucía de los años sesenta.

Artículo publicado en: El Periódico, 20 de septiembre de 2008.

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22 de septiembre de 2008
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I. English spoken

¿Se escribirá la nueva novela latinoamericana en inglés?

Me hago la pregunta ante la aparición en la literatura de Estados Unidos de una novedosa lista de jóvenes narradores cuya lengua literaria viene a ser el inglés, a pesar de sus inmediatas raíces latinoamericanas, entre ellos dos estrellas fulgurantes (como es obligado decir en estos casos, fulgurante, o rutilante): el hijo de emigrantes dominicanos, Junot Díaz (1968), y el hijo de emigrantes peruanos Daniel Alarcón (1977), ambos llegados muy niños con sus padres a las equívocas tierras del sueño americano.

No es nuevo para una literatura como la anglosajona que su cartelera sea alimentada constantemente por nombres de inmigrantes, o hijos de inmigrantes que abandonan la lengua ancestral para escribir en la nueva, en la que les toca crecer, aunque conserven su calidad bilingüe, el idioma materno en la casa, y el inglés en la escuela y en la calle.

/upload/fotos/blogs_entradas/el_corazn_de_las_tinieblas_med.jpgPodemos empezar con los ejemplos de Joseph Conrad, que ni siquiera hablaba bien el inglés, y cuando en las conversaciones con su editor, con el que no se llevaba para nada, montaba en cólera, se enredaba en su bronco acento polaco hasta farfullar incoherencias. Pero es uno de los grandes maestros estilistas de la lengua inglesa, igual que lo es Vladimir Nabokov, cuya lengua materna era el ruso, y aprendió el inglés de labios de su haya británica. Sin El corazón de las tinieblas, de Conrad, y sin Lolita, de Nabokov, la literatura anglosajona sería manca, o renca. 

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22 de septiembre de 2008
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Obama, Clinton y Palin

Me encontraba hace unos días aquí en Nueva York en una recepción para el nuevo Premio de Literatura Aura Estrada. Las salas de la residencia privada en donde se celebraba estaban atestadas de gente del mundo editorial -escritores, editores, periodistas. Se paseaban por las salas Salman Rushdie, Jon Lee Anderson, Jonathan Franzen, A. M. Homes y, entre otros, los editores neoyorquinos de New Directions o de Grove/Atlantic. Entre los escritores latinos o de habla hispana se encontraban novelistas estadounidenses como Francisco Goldman o la mexicana Carmen Boullosa o el español Eduardo Lago, director del Instituto Cervantes de Nueva York, y la periodista colombiana Silvana Paternostro.

Nueva York o, mejor dicho, la isla de Manhattan, vota masivamente, al 80%, por los candidatos demócratas y existe poca discrepancia política profunda entre sus residentes. Las conversaciones en torno a la política son, por lo general, esencialmente homogéneas y consisten mayormente en agregar nuevos argumentos entre convencidos.

Este año de elecciones, sin embargo, las disensiones, entre intelectuales demócratas al menos, salieron a relucir más que en los tres o cuatro comicios anteriores, es decir, en los 12 a 16 años previos. La mayoría favorecía a Obama y la minoría a Clinton. Los obamistas se sentían gente más en la onda, con ideas más elevadas y hasta más radicales y más ‘modernosos' y postraciales que los clintonistas, más clásicos, más concretos y seguros de que su candidata se encontraba a la izquierda de Obama. Con la victoria de éste en las primarias los dos bandos pusieron sordina a sus diferencias, sin poder hacerlas desaparecer por completo.

/upload/fotos/blogs_entradas/sarah_palin_es_recibida_por_su_hija_piper_med.jpgClaro, el tema de conversación central que cosió como un hilo la recepción literaria fue el de las elecciones.  Y, dentro de éste, lo que más parecía preocupar -y asustar-  era Sarah Palin.

Algunos se decían que había mucho que temer de una señora de Alaska que podría afectar la vida real de los estadounidenses, a pesar de que se viviera en un país como los Estados Unidos, en el que el gobierno influye en la vida diaria muchísimo menos que en otros.

Una amiga se preocupaba porque despreciaba a Palin por puro elitismo. La desprecio, pero la mayoría de la gente del país, no. Pareció aliviarse cuando mencioné que probablemente Palin sólo influiría en la base del Partido Republicano, pero no más allá.

Durante la conversación descubrimos con alegría que habíamos favorecido a Clinton en las primarias. Hacía meses que no charlábamos y estaba convencido de que ella favorecía a Obama, como muchos de sus amigos y familiares.

En política, creo, es importante saber que nunca se puede votar por el mejor candidato, pues ese no existe, nunca llegará, sino por el menos desastroso.

Preferí a Hillary, no porque pensara que fuera la mejor candidata, sino porque estaba convencido de que sería la menos mala, la menos inepta y la más fácilmente elegible, ya que el racismo en esta sociedad es aún muy resistente y retorcido. De Obama, pensaba -y sigo pensando-, que es un verdadero paquete, un político típico que, en las primarias, supo venderse, sobre todo a la base joven y a la prensa enamorada, como agente de un cambio radical. Siempre me pareció curiosa su imagen pública de reformista que no enumeraba nunca sus futuras reformas. Hay que acabar con el cinismo en la política, repetía durante las primarias. Y, siempre me preguntaba cómo se acaba con eso.

Sin embargo, conversando un poco más con mi amiga, convenimos en que nuestra falta de entusiasmo sobre Obama desapareció instantáneamente cuando en el paisaje surgió, de pronto, Palin. Al leer las ideas de la alasqueña sobre la enseñanza del creacionismo en las escuelas, sobre la censura de libros en las bibliotecas públicas, sobre el aborto o sobre el calentamiento global nos asustamos. Al escuchar su discurso de aceptación durante el congreso del Partido Republicano, cuando describió sus caricaturas sobre la situación internacional, cuando se presentó como una suerte de rebelde anticorrupción, fue ahí, que recordamos que -sin duda- siempre habría sido mejor un Obama que un McCain acompañado y apuntalado por Palin.

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22 de septiembre de 2008
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El pórtico del reino de los cielos

Una amiga, artista plástica de profesión y acostumbrada a utilizar el dinero, es decir, a emplear lo que obtiene por sus obras en viajes, gastos ordinarios de su casa, celebraciones festivas, etcétera, se extrañaba de que alguien al que considera una excelente persona y al parecer inmensamente rico, pareciera sentir que le estaban arrancando el alma cuando, en la barra de un bar, tras avanzar retóricamente y esperando la protesta de los otros, que aquella era su ronda... resultó que los demás le dejaron pagar.

Mi amiga no se percataba de que ese hombre, por lo demás en efecto buena persona, respondía a una suerte de exigencia ética profundamente anclada. Pues si para los creyentes en el Dios de Abraham el mayor pecado es utilizar su nombre en vano, para los devotos del dinero el mal absoluto consiste en hacer de él algún tipo de uso que no lo haga fructificar.

Los pequeños burgueses que usamos el dinero (en comilonas, compras que no desgravan, noches de cabaret... o por debilidad ante un amigo en apuros) seremos siempre gente de bajas pasiones. Pasiones sobre las que se eleva todo aquel que practica la filantropía bien entendida, aquella que, por caminos más o menos sinuosos, muta en beneficios bajo forma de exenciones fiscales o meramente de imprescindible lavado de imagen, que objetivamente equivale a un pastón. Los señores Soros o Gates saben algo de todo ello y también, más cerca de nosotros, el hombre cuyo nombre propio encierra una premonición del destino prodigioso que es el suyo y que le ha llevado a cubrir bajo el logo de su institución bancaria el entero pórtico de la catedral de Barcelona. ¿Infracción al precepto de dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César? Todo depende de cuál es realmente el dios todopoderoso. Recordemos que, en la parábola de los talentos, el criado que, al retornar su amo de un viaje, no ha hecho fructificar el talento único que le había dejado en préstamo, es tachado de "siervo ruin y perezoso" y condenado a las tinieblas exteriores "donde será el llanto y el crujir de dientes". Recuérdese asimismo que tal parábola sirve a Cristo para responder a una pregunta sobre cómo es el reino de los cielos, al cual están destinados los "siervos fieles y laboriosos" que, temerosos de la ira de su amo (quien se reconoce a sí mismo como cosechero dónde nunca ha sembrado y recolector donde nunca ha esparcido), fueron a ver a los banqueros y duplicaron y triplicaron lo recibido.

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22 de septiembre de 2008
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Más Luthiers que nunca

Parafraseando al Rick Blaine de Casablanca: siempre tendremos a Les Luthiers. Pase lo que pase, aunque suene The Wall o suene Wall Street, a nosotros (we happy few, diría Henry V) nos quedará de por vida el recurso de recordar momentos de Mastropiero que nunca o de exponerse al ridículo imitando al tenor Tulián en Voglio entrare per la finestra, conscientes de que mientras cantemos las piezas de López Puccio, Maronna, Mundstock, Núñez Cortés y Rabinovich, jamás conoceremos la soledad.

A esta altura del partido, la cofradía luthierística es numerosísima y existe en todas partes. En Ecuador, el escritor Andrés Neuman y yo torturamos a nuestros amigos entonando un popurrí de la Cantata de Don Rodrigo Diaz de Carrera... y encontramos nuevas voces que nos hacían eco. El fin de semana fui a ver el nuevo espectáculo titulado Luthierapia con Juan Gabriel Vásquez (cuya Historia secreta de Costaguana, por fortuna, está editándose en la Argentina), y en el rincón del teatro para el que conseguí entradas -allá al fondo, junto a la pared del costado: menos mal que Juan Gabriel había llevado sus binoculares invisibles-, nos descubrimos rodeados de extranjeros que también disfrutaban de la velada a pesar de las complicaciones linguísticas: ¡gente que hablaba en inglés y le traducía a otra los chistes a medida que sonaban!

Luthierapia utiliza el hilo conductor de las sesiones que el psicoanalista ‘diplomado aunque sin ejercicio' de Mundstock dedica a un atribulado Rabinovich. Los números musicales y el humor ya suenan más que familiares, después de tantos años, pero de todos modos siempre se las ingenian -pocos verbos les resultan más adecuados- para poner en juego algunas fichas nuevas: en este caso, la reducción ad absurdum de la postura antiabortista de la Iglesia en El día del final (¿cómo impedir el nacimiento del Anticristo, sin apelar a algo parecido a ‘la píldora de los nueve meses después'?) y una ‘cumbia epistemológica' nacida de un error de Mastropiero -otro más y van...-, en la que un ritmo digno de Los Wawancó logra encajar versos inspirados por Wittgenstein y Erasmo de Rotterdam.

Los entrevisté tan sólo una vez, años atrás. La velada fue un placer, superado tan sólo por el descubrimiento de que eran tan brillantes y agradables en privado como arriba del escenario. Y encima Mundstock me acercó a mi casa en su auto...

Ojalá sean tan eternos como Mastropiero.

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22 de septiembre de 2008
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El texto del ojo

El ojo del observador trastorna indefectiblemente la objetividad del objeto que se observa. Pero, entonces, ¿cómo hallar alguna vez la objetividad real?

Desde la pupila a la lente de aumento, desde el microscopio a los telescopios electrónicos la cosa se estremece tan pronto se posa la vista en ella y de ese temblor aparece un ser distinto, un ser que cambia o se maquilla inmediatamente para aparecer como una inevitable cosmética del mismo objeto. De ese objeto primordial supuestamente inerte, pero que depende (¿coquetamente?) para existir de ser mirado o no.

De este modo, todo cuanto se sabe del mundo, de lo grande y de lo más pequeño es una imagen afectada. El investigador ingresa en el campo de lo investigable y descompone con su presencia el elemento a investigar. Sabemos pues de la realidad no gracias a su esencia sino en virtud de su arbitraria apariencia. La semblanza que nace del objeto al ser enfocado.

Pero siendo esto así, igualmente cabe suponer, que retirado el investigador de la escena, ausentándose de su ámbito, el elemento recobraría su condición primera y reharía su vida en puro silencio y soledad. Volvería a caracterizarse como el ser que vivía exclusivamente para sí o sólo exclusivamente para relacionarse con otros elementos igualmente exentos y privados de la visión humana.

Nuestra visión los contamina, los colorea, los modifica, los intimida. Su intimidad, sin embargo, equivale a una nada solitaria o una no existencia histórica o científica. Preexistirían pero no existirían puesto que sólo existen en su relación con el quehacer científico que los expone, los trastorna y los alienta, les da a conocer a la vez que los disfraza, los enferma o los aberra para hacerlos vivos.

Pero así ocurre también con la escritura. Nos disponemos a observar y transmitir lo que sentimos o averiguamos pero aquello que sentimos o averiguamos toma su propio cariz al ser rozado por el texto. Son necios, demasiado necios, esos escritores que aseguran tener todo el libro en la cabeza y sólo les falta ponerse ante el teclado. La escritura no se limita a transmitir, crea "literalmente" la literatura, libra el libro. La escritura se presenta y reinventa el asunto al producirlo; en ello radica su supremo interés de escribir.

Pensar que de antemano conocemos y basta sólo transcribir el conocimiento adquirido mediante el texto escritas equivale a ignorar tanto la naturaleza de la escritura como del conocimiento. Conocemos palpando, deformando, contaminando, sintiendo, humedeciendo, calentando, revolviendo. La escritura constituye precisamente uno de los instrumentos más proclives a la deformación espontánea y ese es el autónomo motor de su quehacer. Basta ponerse a escribir para comprobar que la escritura actúa como un ser vivo que pace, come, copula, curiosea o se tima con el tema. De ese modo el resultado es, en una medida incalculable, responsabilidad del estilo. Porque será el estilo -el estilete- quien elija y decida, quien, por su cuenta, extraiga o deseche el objetivo a entregar. Más aún: llevado a su extremo, el objetivo final de la escritura no será realmente el objeto que se pretende escribir sino la final escritura como objeto. ¡A quién podría ocurrírsele otra cosa!

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22 de septiembre de 2008
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