Marcelo Figueras
Yo soy de los que desconfían de los que quieren vendernos dos productos por el precio de uno. Cuando eso ocurre, intuyo que el vendedor está tratando de encima un producto viejo que no pudo encajarle a nadie en su momento, con el propósito de despejar sus estanterías. Pero hoy jueves sé de un sitio en el que ofrecen dos productos inmejorables por el precio de uno, oferta de veinticuatro horas, tómelo-o-déjelo: en el marco del Hay Festival de Segovia, el colombiano Juan Gabriel Vásquez (un gran escritor en construcción) entrevista a Michael Ondaatje (un gran escritor ya construido). ¡Por qué no viviré en Segovia, Dios mío!
Los que frecuentan estas páginas saben que Ondaatje es uno de mis escritores favoritos. Lo que en todo caso no intuyen es que ese hecho no deja de ser extraño, dado que suelo preferir las historias sólidas y Ondaatje trabaja, más bien, sobre las tenues marcas que esas historias dejaron en el suelo al pasar como un huracán. Ganador del Booker Prize por The English Patient, nacido en Ceilán -hoy Sri Lanka- y canadiense por adopción, Ondaatje es un hombre de prosa exquisita que trabaja con el lenguaje no de modo descriptivo, sino evocativo: del mismo modo en que dos notas bastan para conjurar el sonido de un acorde, Ondaatje utiliza unas pocas palabras para sugerir un mundo entero. A veces creo que construye narrativas al estilo de un juego de mesa que aquí en la Argentina se llama Shenga. El Shenga ofrece a cada jugador un sinfín de bloquecitos de madera armados en forma de torre. Lo que el jugador hace es entresacar bloquecitos de aquí y de allá, apostando a que la torre no se derrumbará. Aquel que logra sacar más bloques dejando la torre en pie es el ganador indiscutido. Así funcionan las novelas de Ondaatje: se leen como prodigios de construcción, dado que sugieren la torre entera a pesar de ser poco más que un esqueleto… ¡y nadie en sus cabales puede explicar cómo demonios siguen flotando!
Juan Gabriel Vásquez es uno de los mejores escritores de hoy a la vez que padre de gemelas. (¿Cómo demonios logra que su mundo flote? Esto también merecería una explicación, o en el peor de los casos una exégesis.) Autor de Los amantes de Todos los Santos, Los informantes e Historia secreta de Costaguana, pasó brevemente por la Argentina la semana pasada como jurado de un premio y se ganó mi envidia eterna al contarme lo de su charla de hoy con Ondaatje. Yo me consolé rápidamente, mintiéndome parte del asunto al proporcionarle todas las figuritas sobre Ondaatje que vinieron a mi mente en ese instante. Le presté The Conversations, el libro en que Ondaatje reproduce sus charlas con Walter Murch, editor de El Padrino, Apocalypse Now y The English Patient. (La relación no es caprichosa. Ondaatje escribe de la manera en que construyen los editores de cine: con pedacitos que sugieren un todo que por apenas entrevisto se insinúa mágico, musicalmente -como los jazzmen más libres.) Y recordé a último momento que Ondaatje es amigo de Clyde Snow, el forense que entrenó en la Argentina a los miembros del EAAF que identifican los restos de los desaparecidos -y a quien convirtió en personaje de Anil’s Ghost. Lo que me olvidé de decirle es que Ondaatje escribió un libro juvenil sobre Leonard Cohen, otro canadiense egregio a quien admiro. Seguramente Ondaatje preferirá olvidar ese opúsculo (yo escribí hace mucho un libro sobre Jim Morrison del que por suerte nadie se acuerda), pero cualquier cosa que tenga que decir sobre aquel otro constructor de poemas será digna del mejor oído.
Si viven en Segovia o están a distancia prudente, no se lo pierdan.