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Lecturas de ficción contemporánea

De Kafka a Ishiguro

Javier Aparicio

Cátedra

Javier Aparicio viene ejerciendo la crítica literaria desde hace casi una veintena de años en los más prestigiosos medios culturales españoles. Al mismo tiempo imparte clases de literatura en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Esa doble mirada, crítica y a la vez didáctica, no sólo es una de las características más claramente perceptibles a lo largo del libro, sino que de paso ofrece una nada desdeñable serie de ventajas a cualquier degustador de ficción literaria.

/upload/fotos/blogs_entradas/lecturas_de_ficcin_contempornea_med.jpgEn Lecturas de ficción contemporánea está recogido lo más significativo de la producción literaria del siglo XX, en especial traducciones de autores no castellanos y latinoamericanos. Resulta particularmente significativo y valioso el juicio sobre autores posteriores a la Segunda Guerra Mundial porque fue entonces cuando se consumó el desmantelamiento estético e ideológico iniciado a principios del siglo XX por las vanguardias, y por lo tanto el momento en que se inició el ciclo creativo en que actualmente nos encontramos.

Para algunos, el rasgo más característico de dicho ciclo (lo que, para entendernos, suele llamarse "nuestra época") es la muerte del arte. Para otros, que dicen ser menos radicales, lo que mejor define nuestra época es justamente su falta de definición, pues vivimos inmersos en una suerte de "todo vale" en el que sólo cuenta el talento del autor. "Sin juicios previos ni cortapisas: libertad total de creación", dicen los defensores del "todo vale". En fin. Tanto en un caso ("el arte ha muerto") como en otro ("todo vale") no son tiempos fáciles para que un lector entre en una librería y decida qué comprar de entre la montaña de novedades y reediciones que tan agresivamente se le ofrecen.

Y ahí es donde se advierte la enorme utilidad de un libro como Lecturas de ficción contemporánea. Haciendo un recuento muy apresurado de su contenido, me salen unas 170 reseñas, a lo largo de las cuales se habla con mayor o menor detalle de unos 700 libros escritos por más de un centenar de autores que van, como bien señala el subtítulo, desde Franz Kafka a Kazuo Ishiguro.

De manera que, bien mirado, este libro es lo más parecido a un plan de lectura para toda la vida. A fin de no dejar que un lector en ciernes o poco versado pueda perderse ante la avalancha de datos que incluye este libro (y aquí es donde entra el oficio pedagógico del autor) el contenido ha sido dividido en apartados que llevan títulos como "Subversiones y revoluciones de la vanguardia histórica", "La ficción posmoderna o el eclecticismo al poder", o "Disquisiciones de urgencia acerca del futuro de la ficción".

Cada uno de esos apartados va precedido de un estudio en el que de forma clara, concisa y muy informada se da noticia de los aciertos y fechorías de las vanguardias, por ejemplo, o se aventura la clase de futuro que les cabe esperar a los escritores de ficción. Y para mayor claridad aún, cada uno de los grandes apartados está subdividido a su vez en capitulillos que llevan títulos como "¿Sin argumento? ¡Búsquenlo en el lenguaje mismo!"; "La tematización del lector", "La literatura comprometida: leer para despertar", etc.

De manera que, si por la causa que sea, a un lector se le pasó en su momento lo del realismo sucio y quiere reciclarse para rellenar ese hueco en su biblioteca, no tiene más que ir al apartado correspondiente y allí encontrará debidamente reseñados (con título, editorial, traductor y fecha de publicación) libros de Tobías Wolf, Lorrie Moore, Hanif Kureishi o Rodrigo Rey Rosa, entre otros, por lo que una vez leídas las correspondientes reseñas tendrá elementos de juicio suficientes para saber si sigue adelante en su deseo de reponer el pasado o si opta por darse la razón a sí mismo y solidarizarse con aquel momento en que decidió que eso del realismo sucio no merecía la pena. Lo dicho: un plan de lectura para toda la vida.

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29 de septiembre de 2008
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«The Janeites»

Decía que el dinero es el verdadero gran protagonista de esta historia tan británica y que tanto conmovía a los soldados evocados en The Janeites, relato de Rudyard Kipling, personaje como se sabe nostálgico de las grandezas imperiales y desde luego algo más que un pelín fascistoide. /upload/fotos/blogs_entradas/the_janeites_med.jpgY, sin embargo, ¡qué admirable escritor!, ¡qué admirable moralista incluso!, en esa exhortación a asumir la propia vida con dignidad, sentimiento de fraternidad y valentía ante la inevitable confrontación con la naturaleza que es Capitanes intrépidos. No es esta una paradoja menor en algunos de los grandes de la literatura. Pienso en el Celine del Voyage au bout de la nuit, los Drieux de la Rochelle y Robert Brassillac de El fuego fatuo y Comme le temps passe; pienso, en fin en el Ernst Jünger de Los acantilados de mármol, que marcó a fuego la vida de mi llorado amigo Ferrán Lobo.
 
No podemos extrañarnos de la ceguera (cuando no del resentimiento, de la cobardía y hasta voluptuosa complicidad con la ignominia) en los grandes, puesto que de lo contrario habríamos de extrañarnos también de la aplastante mediocridad del resultado cuando excelentes personas se acercan (con honrada dedicación consciente y hasta espíritu de sacrificio) a la creación.
 
Siempre se ha sabido que los buenos sentimientos son en general inoperantes desde el punto de vista de la efectiva lucha contra el mal (ya he evocado aquí mismo al respecto la convicción de Marx de que el "reaccionario" Balzac, al describir con implacabilidad y sin juicios de valor los lazos sociales objetivos, hace experimentar lo insoportable de estos, mientras que al leer al "progresista" Zola toda nuestra capacidad crítica muta en lacrimógena voluptuosidad). ¿Cómo extrañarse pues de que la más depurada exigencia de confrontación, la sobria disposición de espíritu que exige la obra de arte, sea perfectamente compatible con la mezquindad y hasta con la ruindad en el registro de la moral y de la política?

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29 de septiembre de 2008
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Doce quehaceres en quiebra / III

9. Telegrafista. Técnicamente, se trata del señor que se encarga de hacer funcionar el aparato, no del que lo maneja ni del que lleva el mensaje a destino, pero seguramente somos mayoría quienes naturalmente pensamos en esos tipos francamente estrambóticos que saben expresarse a golpecitos. Uno de esos quehaceres que algunos siempre envidiamos en secreto, pero jamás nos dimos el tiempo de aprender. Hay una cierta dosis de poesía dactilar en el empleo de la clave Morse: alta tecnología del ingenio que la gente tendría que dominar, así fuera para poder secretearse sin para ello tener que abrir la boca. ¿Quién no disfrutaría de una declaración de amor expresada con toques largos y cortos en la piel? ¿Cuántas zonas del cuerpo serían muy dichosas de recibir tan delicados mensajes?

10. Ropavejero. Su solo apelativo es un atentado al glamour. "¡Ropa usada que venda!", gritaba el personaje y uno, niño curioso, se imaginaba a un hombre acaudalado, pues de seguro cargaría el capital bastante para hacerse con los ajuares de la colonia entera. Afortunadamente nunca supe cuánto ofrecía por cada prenda, menos dónde y a quién se las vendía, pero cualquiera que haya estado en una venta de garage sabe que en este mundo menudean los rotos y los descosidos, cada uno con el precio que siempre habrá alguien dispuesto a pagar.

11. Fichera. Eterna terapeuta del noctámbulo, profesora de baile del imberbe, pariente miserable de la vedette, mitificada de patética manera en varias de las peores inmundicias del cine mexicano (con el perdón de la entrañable Sonora Santanera). Quienes llegamos tarde a esta tradición mal podemos jactarnos de conocerlas, pues aun si alguna noche cruzamos el umbral de un tugurio siniestro en procura de esa rara experiencia, la encontramos al cabo desfalleciente, desgastada, olvidable. Hay quienes inclusive se indignan de saber que estas chicas de costumbres vetustas se atreven a cobrar por cada ginger-ale a precio de champaña que consumen, como si su negocio consistiera en gorronear bebidas de segunda. Lo cierto es que, mea culpa, me aburre intensamente su compañía, o será que está llena de la tristeza honda y ancestral de los sobrevivientes de la noche. ¿Quién quisiera, además, verlas de día?

12. Carretonero. No recuerdo a ninguno. Pasé cantidad de años sin siquiera saber en qué concretamente consistía su oficio, pero desde muy niño los oigo mentar. Siempre que mis mayores se referían a las verdaderas palabrotas -cuya sola mención delante de la familia me habría acarreado una segura bofetada- las llamaban groserías de carretonero. Ahora que sé que los carretoneros debían pasar sus días empujando un carretón lleno de variopintas mercancías, entiendo que se hicieran fama de blasfemos. Basta con que me vea obligado a empujar -cargar ya no digamos- cualquier objeto más pesado que yo, inevitablemente se me escapan docenas de pinches, putamadres y carajos, que a su vez tienden a quedarse cortos si encima de eso atino a darme un chingadazo. Hoy día, el uso exagerado de las palabras gruesas les ha quitado chispa, fuerza y resonancia. Atención, carretoneros: ya va siendo hora de renovar las blasfemias.

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29 de septiembre de 2008
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La fatiga de ser

Por periodos, tras seguir considerando y sufriendo las reacciones de uno mismo y las de los demás semejantes, sobreviene un enorme cansancio desde la aburrida repetición de la condición humana. Los mismos malentendidos, los mismos rencores por iguales motivos, el egoísmo reiterado, la impiedad injustificada, el desconcierto, la tristeza recurrente, el sentirse mal querido, traicionado, olvidado o incluso infeliz por un insignificante revés. /upload/fotos/blogs_entradas/universo_2_med.jpgDan ganas entonces de cambiar de especie y disponerse para tratar animadamente con otras diferentes formas de ser y estar. Tipos que no calquen los expedientes de los que procedemos y nos procuren la oportunidad de adentrarnos en otra constelación, entre otros desconocidos personajes y también mediante otro yo, transformado en el novedoso modelo vivencial que haría evaporarse la fatiga de ser, la fatiga de sí y de los prójimos humanos. ¿Acceder pues a otro planeta? ¿Llegar a un extraño futuro súbitamente nacido del cataclismo?

Una amiga me dice, sin embargo, que no hace falta tanto para probar un universo diferente. Un low cost aéreo, más o menos seguro, transporta a miles de kilómetros hacia el centro de África o de Asia donde cabe ser recibido por un traumático y acaso curativo cambio de vida. No será suficiente ser turista a secas pero gracias al turismo se accede a la experiencia de que lo que creíamos una totalidad planetaria de seres humanos iguales se revela un panorama de muchos sueños y realidad extraños. Un mundo sin semejanza a nuestra cotidianidad, nuestra conducta o nuestra neurosis y que nos hace aparecer como jactanciosos fantasmas de la única condición humana posible, auténticos tontos colgando de la higuera.

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29 de septiembre de 2008
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El rey de la péñola jacetana

Tener un poeta en tu vida es fuente de alegría. Si los gobiernos no tiraran el dinero podrían dedicar una partida a poner poetas en la vida de las gentes. Con muy poco dinero aumentaría mucho eso que ahora se llama "calidad de vida". /upload/fotos/blogs_entradas/papur_med.jpgMi poeta biográfico es Francisco Ferrer Lerín, con quien he vivido aventuras extremas y temibles encuentros. Es un poeta del enigma, del desmán, del arcano, del rijo, del sindiós, del crimen y de la casquería. Acaba de publicar su último poemario, "Papur", en un sello de nombre apropiado: Editorial Eclipsados. Yo diría que son unas cincuenta novelas en miniatura seguidas de poemas científicos (es muy bello el llamado: "Ingesta de carne humana a cargo de aves en las provincias de Lérida y Huesca", para enamorados y tal) y dos guiones que podrían dar algo de vidilla al cenizo cine español. Aprovecho la ocasión para aclarar un punto de nuestra biografía que tanto ha dado que hablar a los historiadores y archiveros.

En la presentación de uno de sus libros y al narrar algunas escenas de nuestra vida en común, Ferrer Lerín reveló que yo fui el ganador del primer concurso de masturbación que se celebró en España tras la muerte de Franco. Por el gesto adusto del numeroso público adiviné de inmediato que había sido malinterpretado, pero luego nos olvidamos y ya no volvimos sobre el asunto. Tras mucha vacilación, hoy debo aclararlo. En efecto, en los años sesenta algunos estudiantes radicales ganábamos unos duros masturbando cerdos. Los payeses catalanes no gastaban en piensos y con aquella práctica ancestral sabían que el marrano sacaba carnes más blandas y menos pestilentes. Iba a peseta el gorrino. Hoy eso se ha perdido, por el Erasmus. Sin embargo el concurso no lo gané yo sino alguien que hoy goza de tan temible poder que no puedo dar su nombre y sólo de pensarlo tiemblo. Debo añadir que cada vez que entrábamos en cochiqueras los cerdos iban, enloquecidos, hacia Ferrer Lerín con el morro palpitante y los ojos encendidos. También de eso va su libro. Es muy bueno.

Artículo publicado en: El Periódico, 27 de septiembre de 2008. 

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29 de septiembre de 2008
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Apocalisis now

Estamos realmente preocupados, ¿qué hacemos?, ¿sacamos los ahorros del banco y los metemos debajo de un ladrillo? Los vaivenes y desplomes financieros nos traen a todos de cabeza, sobre todo a los que no estamos versados en cuestiones económicas, que parece que somos la mayoría. El otro día oí en el autobús que algunas Cajas de Ahorros sólo pensaban asegurar 25.000 euros si se producía la catástrofe y que a aquellos afortunados que tuvieran más capital les convendría repartirlo en varias cuentas. Las opiniones apocalípticas se han desatado en los medios. Para suavizar la situación, la Reserva Federal Norteamericana va a dedicar 700.000 millones de dólares para comprar a los bancos "activos contaminados por las hipotecas basura" hasta que vuelva la normalidad. La medida parece que no ha sido bien acogida por importantes autoridades monetarias y políticas. El propio presidente del parlamento europeo, Gans-Gert Poettering comentó en una declaración de ayer mismo que "no podemos permitir que tras la crisis monetaria, los americanos pongan 700.000 millones de dólares en bancos que ganan dinero para su uso privado". Dice además, que no comprende que se dispongan de esos millones de dólares de los contribuyentes para salvar el sistema financiero y no para luchar contra el hambre en el mundo.

Cuánta razón tiene. Ya no parece descabellado decir algo sensato. Personalmente estoy harta de que "el gran dinero" juegue con mi pequeño bolsillo. Estoy harta.

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29 de septiembre de 2008
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El hombre que no quiso ser rey

La muerte aceptó al fin que Paul Newman le impusiese sus términos, arrancándole una última dignidad a la enfermedad más cruel. Murió en su casa de Westport, Connecticut, tal como había querido, en compañía de la que fue su mujer durante 50 años, la aún luminosa Joanne Woodward. (Cuando le preguntaban por la perdurabilidad de su matrimonio, Newman solía decir: ‘Tengo el mejor steak en casa. ¿Para qué salir a buscar hamburguesa?')

Aunque estaba convencido de que su apostura le jugaba en contra (alguna vez bromeó que su carrera acabaría el día que sus ojos se volviesen marrones), nunca sobreactuó a lo Brad Pitt ni eligió papeles destinados al impacto fácil. Simplemente confió en que la cámara percibiría la inteligencia que operaba por detrás de esos ojos azules. Y la cámara no le falló: en Hud, en The Hustler, en Cool Hand Luke, en Butch Cassidy and the Sundance Kid, en The Sting y en The Color of Money -donde volvió a interpretar al Fast Eddie Felson de The Hustler, veinticinco años después- se convirtió en la clase de hombre que uno soñaba ser, uno que vive intensamente sin llamar demasiado la atención sobre sí mismo. ‘El truco', dijo alguna vez, ‘es entrar y salir de este planeta con el menor alboroto posible'.

Conoció el peor de los dolores cuando perdió a su único hijo varón, Scott, en 1978. Se convirtió en el rostro de unas salsas famosas, cuyas ganancias donó por completo, después de deducidos los impuestos, a las obras de caridad. ‘No estoy aplicando al rol de santo', solía decir. ‘Tan sólo creo que en la vida hay que ser un poco como el granjero, que devuelve al suelo lo que tomó de su seno'.

La última vez que lo vi actuar fue en la miniserie de HBO Empire Falls, donde interpretaba a un viejo tan extravagante como querible. Desde entonces se me metió en la cabeza que uno de los personajes de mi nueva novela, llamada Aquarium, tenía su rostro; se ve que le estaba pidiendo prestada esa dignidad que parece haber sobrevivido a todos los dolores.

Y Newman, que como resulta evidente era un hombre generoso, no me dijo que no.

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29 de septiembre de 2008
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Galería de espectros: Aguirre

Klaus Kinski, fotograma de

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he visto al espectro loco de Aguirre.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres al protagonista de Aguirre, la cólera de Dios de Werner Herzog?

R.A.: Sí, me refiero a él, y a la vez al personaje que desde  mi juventud me fascinó como representativo de una determinada visión, de una determinada voluntad de poder: el conquistador loco y paranoico que era Aguirre, quien marchó a la conquista del Dorado por las tierras del Amazonas y colombianas, siempre con la ambición de llegar a la ciudad de oro, pero al mismo tiempo con la necesidad de forzar hasta el máximo la voluntad del hombre y su lucha con la naturaleza. Creo que debemos agradecer a Herzog que fuera capaz de captar esa especie de quintaesencia del descubridor loco que se lanza a la aventura de una manera prometeica pero también mefistofélica, intentando llegar al final de sus objetivos y sin tener ningún problema en causar todo tipo de destrucciones con tal de llegar a conseguir su trofeo. En la película el personaje de Aguirre, maravillosamente encarnado por Klaus Kinski, concentra toda la gestualidad de esa voluntad de poder -constructiva y destructiva al mismo tiempo-, capaz de las mejores hazañas y peores exterminaciones al mismo tiempo bajo un objetivo que aparentemente es siniestro y sórdido como lo es el oro y la conquista del Dorado. Ese gran objetivo codicioso llega incluso a sublimarse para adquirir un aspecto casi trascendente. Si somos justos con Aguirre -al menos con el Aguirre que nos presenta Herzog-, evidentemente es un loco codicioso, pero finalmente también es alguien que llega a experimentar con los límites mismos de la voluntad humana y de sus posibilidades ante la naturaleza.

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29 de septiembre de 2008
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II. Todos en el mismo saco

Graves son también las razones que dan los líderes oficiales del asalto ocurrido en Nicaragua, para arrogarse la potestad de impedir a los demás manifestarse, si es que se les puede llamar razones: sus adversarios no tienen derecho de marchar por las calles porque son derechistas, traidores vendidos al imperialismo, defensores de la oligarquía. Por eso entonces hay que cortarles el paso, molerlos a palos y quemar y balacear sus vehículos. Todos los que somos críticos del gobierno, no importa las diferencias de pensamiento, estamos en el mismo saco; y a ese paso, pronto no se pondrá hablar en las radios, ni escribir en los periódicos,  si es que sobreviven los periódicos, ni tampoco votar.

No se trata del enfrentamiento violento de grupos rivales al calor de una campaña electoral, sino del deliberado uso de la violencia bajo el amparo oficial, para impedir una demostración de ciudadanos que adversan al gobierno, hechos que no se esconden, y para los que no se buscan disculpas. Se anuncian, y se ejecutan, como una advertencia de que, a partir de ahora, las reglas del juego han cambiado.

Nuevas reglas del juego en las que la tolerancia desaparece, y se exhiben sin ningún pudor los viejos mecanismos de la represión a palos, que Nicaragua ya ha conocido tantas veces a lo largo de su historia.

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29 de septiembre de 2008
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Los cómicos y las elecciones en Estados Unidos

Hoy vi a Bill Maher en Ithaca. Hacía mucho que no me reía tanto: Maher es, junto a Jon Stewart, Stephen Colbert, Tina Fey y Dave Letterman, uno de esos cómicos políticamente incorrectos que ha sido capaz de decir cosas de los republicanos que los periodistas serios no se han animado a decir. Cuando los republicanos compararon a Obama con Britney Spears porque era muy "popular" y llenaba estadios, Maher dijo, en su show en HBO, que los republicanos también tenían políticos que llenaban estadios, "por ejemplo Bush el Astrodome de Nueva Orleans, después de Katrina".

Cuando escuchaba a Maher monologar sobre Sarah Palin -"y yo que pensé que el retardado de la familia era su hijo"--, me dije: ¿en qué momento las elecciones presidenciales norteamericanas se convirtieron en una parodia de sí mismas? Ha tenido que ser cuando McCain decidió que la gobernadora de Alaska sería su candidata a la vicepresidencia. Uno escucha su entrevista con Katie Couric --¿su experiencia en política internacional? "Puedo ver Rusia desde mi casa"- y concluye que Palin se lo ha hecho demasiado fácil a los cómicos. De hecho, como señala Andrew Sullivan, la parodia de Saturday Night Live a la entrevista se da el lujo de mantener buena parte de las frases de Palin tal cual fueron pronunciadas.

Ahora todos se burlan de Bush y los republicanos. Pero hubo un momento, entre el 2002 y el 2005, que ni en el New York Times se atrevían mucho a criticarlos, por miedo a ser calificados de "antipatriotas". Esos años nefastos, las críticas más ácidas a Bush las escuché en los shows de Jon Stewart y Bill Maher. Por eso, hoy, sentí que no podía perderme el show de Maher. Era una forma de agradecerle por haber estado ahí, por haber mantenido su irreverencia, por no haberse callado la boca cuando ésa era la actitud general ante el poder de un partido que predicaba "honor", "patriotismo" y "valores familiares" al mismo tiempo que en la práctica hacía lo contrario.

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29 de septiembre de 2008
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