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Adiós al macho y algunas mujeres salvajes

Recordando a Marco Ferreri y su amigo Azcona, ese cinéfilo y peculiar matrimonio a la italiana, ahora recuperados en un documental de Maite Carpio estrenado en Valladolid. Un viaje por la vida y la obra de los responsables de algunas de las películas más desesperanzadas jamás filmadas sobre la mujer, el hombre y su unión llamada matrimonio. El hombre generalmente es un ser perdido, débil, oprimido, cobarde e inseguro. La mujer es caprichosa, egoísta, interesada, infiel y devoradora. No eran misóginos, pero tampoco eran simuladores de lo que de miserable encontraban en el ser humano. Fuera hombre, mujer, cura o matrimonio. Parte de su cine es sobre la imposibilidad de pensar en familias felices. En la vida real eran diferentes, eran dos buenos maridos que jugaban al cine de verdad. De verité. No de mentiré, evasión y descanso como le hubiera gustado al poder civil. Y al eclesiástico.

La pareja Ferreri / Azcona hacía suyo aquello que escribió un marido tan poco ejemplar como Oscar Wilde: "El matrimonio puede ser confortable, jamás placentero". Y desde El pisito hasta Los negros también comen tuvimos una serie de viajes conyugales, de recorridos por matrimonios, parejas infieles, castradoras, obsesivas, asesinas, libertinas o suicidas que parece mentira que todavía seamos supervivientes capaces de hablar de amor. No digo ya amor eterno, ese que no hay manera de quitárselo de encima, según decía Groucho Marx y repetía Azcona, sino de cierto pacto de convivencia. Los raros eran ellos, que seguían casados. Dos tipos contradictorios, dos respetuosos con una de las instituciones que menos les gustaban.

No era el matrimonio la única institución de la que desconfiaban, por encima estaba la Iglesia católica. Nunca perdonó Azcona a la Iglesia la propagación de viejos miedos, de códigos represivos y la prohibición de los instintos. La consideró una fábrica de producir monstruos, seres hipócritas que crecían con miedo de acercarse a las mujeres, que representaban el peligro: "El hombre es yesca, la mujer estopa, viene el diablo y sopla"./upload/fotos/blogs_entradas/victoria_abril_elena_anaya_y_pilar_lpez_de_ayala_med.jpg

Mujeres que ahora, en el cine último de Díaz Yanes, en Sólo quiero caminar, han tomado la decisión de ser ellas las que organicen la fiesta, las que controlen esa tauromaquia llamada convivencia. Un particular grupo salvaje, unas pasionarias quinquis, unas tipas duras que entran a matar, que se vengan del sometimiento del macho, que pagan por hacer el amor o que manejan las pistolas y los puños. Decía Ferreri que el futuro es mujer, que no había que tocar a la mujer blanca. Viendo a las mujeres de Tano, me doy cuenta de que el demonio trabajó seriamente con nosotros. No soy capaz de dejar de desearlas a pesar de la grasa y las pistolas que acompañan su camino. Hay cosas que ni el buen cine las enmienda.

Artículo publicado en: El País, 2 de noviembre de 2008.

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3 de noviembre de 2008
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Galería de espectros: el viajero

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto la silueta en lo alto de la montaña del viajero que contempla las nubes.

Delfín Agudelo: Te refieres sin lugar a dudas al retrato de Friedrich, emblema del romanticismo.

R.A.: Sí, es una pintura que creo ha ido consiguiendo una especie de magnetismo especial e incluso en las retinas contemporáneas quizá más que en su propia época, en que Friedrich fue un pintor muy controvertido. En cambio, en nuestros días ha ido ganando terreno, y en estos momentos es un referente visual indiscutible. A mí lo que me encanta de ese viajero es que es un viajero completamente a contracorriente; si nos fijamos bien, su posición es la habitual de los protagonistas de Friedrich, de espaldas, puesto que prácticamente nunca pintó a sus personajes de cara, lo cual exigía al espectador una suerte de contemplación de la contemplación: sus personajes contemplan y el espectador contemplaba la contemplación de los personajes. Creo que en esa pintura esto se sintetiza de una manera genial porque evidentemente este viajero que está situado en la cima de una montaña contemplando las nubes que están debajo de él, por tanto colocado a una gran altura, va vestido como si estuviera paseando por la ciudad. No va vestido de alpinista, ni va  vestido para una escalada, sino que es una contemplación que nosotros observamos como hecha físicamente en la montaña pero al mismo tiempo se nos insinúa que esa montaña es la propia ciudad, porque el viajero va vestido de manera urbana. Ese efecto chocante, esa paradoja visual que nos sirve Friedrich, sintetiza muy bien esa ambición estética del pintor de exigir siempre una contemplación de contemplación, así que evidentemente se sitúa en los prolegómenos del propio surrealismo. Las escenas de Friedrich nunca puedes ser consideradas realistas sino para-reales, surreales o supra-reales, no por que proceda directamente del fondo de los sueños, sino por el hecho de creer que la propia realidad es un sueño.

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3 de noviembre de 2008
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¿Saber leer o hacer lectores? (3)

Sinceramente creo que en el aula, al nivel que sea, hay que enseñar a leer y que no hay que atraerse al lector a cualquier precio. Nuestra vida está rodeada de libros: librerías, kioscos, los regalan con los periódicos. Nos los ponen en las manos. Se puede leer lo que se quiera y lo que impone el libro-contagio. /upload/fotos/blogs_entradas/lazarillo_de_tormes1_med.jpgHoy en día, en cualquier casa, por poco intelectual que sea la familia, habrá una colección de novela negra, otra de aventuras y libros que ni se sabe cómo han llegado. Por eso me parece esencial que el aula ofrezca lecturas que de otra manera se nos habrían escapado. Al contrario de lo que piensa mucha gente (por considerarlo disuasorio para el delicado lector), creo que el colegio, el instituto, la universidad tiene que ofrecerle al estudiante el Lazarillo, el Quijote, la Celestina, Garcilaso de la Vega, Las Rimas de Bécquer, Los episodios nacionales y todos esos libros y autores que de otra manera no conocería. El reto consiste en cómo presentarlos, como amigos cercanos o como momias, como materia de examen o como ese lugar donde al chico o chica le van a contar lo que no le cuenta la televisión, lo que ni siquiera el cine se atreve a contarle.

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3 de noviembre de 2008
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Obras literarias I y II

Álvaro Cunqueiro

Biblioteca Castro

Hubo una época en España -pongamos que fuera allá por las décadas de 1960 y 1970- en que resultaba casi imposible confeccionar un menú literario si el ingrediente Cunqueiro no figuraba en alguno de los platos elegidos.

Más adelante, cuando la dictadura se ablandó y empezaron a entrar autores extranjeros antes prohibidos, o aquí tuvieron lugar fenómenos como el boom de la novela latinoamericana y sus consecuencias, Álvaro Cunqueiro y otros de sus contemporáneos se fueron adentrando poco a poco en el limbo de los escritores con más prestigio que lectores.

/upload/fotos/blogs_entradas/lvaro_cunqueiro_1_med.jpgLa magnífica edición que la Biblioteca Castro presenta ahora de sus obras literarias va a permitir (re)descubrir a un hombre que fue poeta, novelista, colaborador infatigable de toda clase de periódicos y revistas, dramaturgo, gastrónomo, autor de guías y practicante de todo el resto de oficios que acaba ejerciendo en la edición y el periodismo quien pretende vivir de la pluma. Por lo tanto, sería excesivo esperar de un hombre que antes de desayunar a lo mejor ya se habría despachado a vuelapluma 15 o 20 páginas de encargo, que sus obras completas ofrezcan una calidad excelsa y sin altibajos.

En razón de lo cual, y en lo que a esta edición se refiere, quizás no sea mala idea intentar una primera aproximación mediante obras como Tertulias de boticas prodigiosas y escuela de curanderos, La otra gente o Las historias gallegas, esto es, una colección de narraciones breves,  semblanzas y retratos populares, un terreno en el que él se sentía cómodo y libre, y que permite entrar de lleno  en el Cunqueiro vivaz e imaginativo, enormemente culto y un punto surrealista, o al menos  con el descaro suficiente para pretender colarte como veraz la historia del hombre que volvió con figura de cuervo para impedir con sus graznidos que su viuda vendiera unas tierras, pero también el extraño caso del portugués que se encarnó en el zapato que le sobraba a un cojo, o el ojo clínico del curandero/veterinario capaz de diagnosticar -sin ni siquiera bajarse del tren- la causa de que a una cerda el aliento le oliera a rayos.

Quien salga reconfortado de esa primera toma de contacto y continúe con ganas de adentrarse aún más en Cunqueiro, hará bien en proseguir con obras como Merlín y familia, Las crónicas de Sochrante o Cuando el viejo Simbad vuelva a las islas, que son novelas, salvo que no tradicionales porque en ellas Cunqueiro se vale de  alguna figura relevante (por ejemplo Merlín y Simbad) o un lugar (Sochrante) para ofrecer un marco unitario a una serie de narraciones (aquí llamadas capítulos) que tienen principio y fin en sí mismas y que están más o menos emparentadas entre sí. /upload/fotos/blogs_entradas/lvaro_cunqueiro_2_med.jpgEn las restantes de las llamadas obras mayores, El hombre que se parecía a Orestes, Las mocedades de Ulises, Flores del año mil y pico de ave, Vida y fugas de Fanto Fantini della Gherardesca o El año del cometa con la batalla de los cuatro reyes, etc,  la forma novela tradicional se alterna con la reiterada afición de Cunqueiro por las narraciones cortas y acumulativas, aparte de que si le da por ahí no desdeña en meter una pequeña pieza de teatro.

Y lo que se irá leyendo podrá atrapar más o menos al lector, pero en comparación con la clase de prosa que hoy en día se estila, la de Cunqueiro deslumbra por su limpieza y su precisión, y el riquísimo uso del castellano: sea cual sea la ocasión, o el ambiente que esté describiendo, el lenguaje se adapta a lo narrado, y por descontado que los objetos, las prendas de vestir y aun los sentimientos son los adecuados a cada situación. Con todo lo cual me parece estar queriendo rendir un modesto homenaje de admiración por el magnífico oficio de aquellos viejos escritores que parecían no dar una sola línea por perdida o que luchaban a muerte por obtener el dato preciso. Un ejemplo es  Baroja escribiendo al secretario de un ayuntamiento para que le confirme si desde la plaza de su pueblo se ve un monte determinado, o el propio Joyce pidiendo a la tía Josephine que fuese a comprobar si era cierto que había una mercería allí donde él la ponía en su Ulises. En el caso de Cunqueiro se da el valor añadido de que se movía con idéntica soltura por la Galicia rural que en la Grecia clásica, en la Bretaña medieval o en la Italia renacentista. Y hará mal quien no aproveche esta ocasión para enriquecer su biblioteca y, de paso, su espíritu.

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3 de noviembre de 2008
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Una mexicana con McCain II

Teresa explica por qué no votaría por Obama.

Vengo de un país en donde todo es retórica, dice, escuchar a Obama es como escuchar a Fox. Se me hace que no tiene algo real que ofrecer. Es sólo retórica.

Una vez, se ilusionó mucho con lo que Fox podía representar para México.

Yo fui de las que animó a mi familia de que necesitábamos un cambio.

Pero, la decepción fue grande y, ahora, se desconfía.

Tenemos miedo de las promesas vacías, insiste.

Aunque admite que, entre el superávit tan grande que existe y las dos guerras, será difícil, tanto para McCain como para Obama, realizar sus programas.

No está ninguno de los dos en la realidad, afirma.

/upload/fotos/blogs_entradas/sarah_palin_22_med.jpgAdmira a Sarah Palin, la candidata republicana a la vicepresidencia.

Me recuerda mucho al presidente municipal de los pueblos de mi país, que conoce a todos, que era padrino de los niños en el pueblo.

Se me hace muy parecida en esos términos, pero rebelde.

Mi hermana tiene un hijo con el síndrome de Downs, y se identifica mucho con ella.

Estuvo deprimida un mes, pero, luego, tuvo que poner la depresión a un lado.

Se sorprende de los ataques de la prensa contra Palin.

¿Cómo la pueden criticar tanto si, de por sí, una madre tiene que trabajar tanto?

La veo a ella y refleja parte de aquello con lo que mi hermana se identifica.

Palin es una persona real, que siente y, por lo menos, sabe lo que es luchar, explica, Creo que es una self-made woman (una mujer que se hizo por sí sola NHF). Es una persona de pueblo.

Teresa concluye, no sé nada de política, pero es como relaciono esta situación con mi vida y con mi experiencia.

Es curioso, como decíamos, que Teresa favorezca a McCain.

Forma parte de una minoría dentro de la minoría hispana, pues apenas una tercera parte de estos votará por los republicanos en esta elección. Según las encuestas.

Ya, el martes 4, por la noche, sabremos si las encuestas nacionales eran tan precisas como se dice.

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3 de noviembre de 2008
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El pensamiento

No sé bien qué se medita en la llamada meditación pero hacer meditación parece sin más, un bien que promete la paz en no pocos sistemas religiosos. ¿Se trata de pensar en Dios y en sus mandatos? ¿Se trata de abandonarse a Dios y su divina providencia? ¿Consiste en revisar la conciencia y sus accidentes internos?

Cualquiera que sea su objeto, la acción de pensar/meditando o de meditar/pensando se tiene por recomendable y curativa. En realidad la mera actividad de pensar -con o sin meditación incluida- procura, aparte de los bienes metafísicos, un placer tan interesante como atractivo.

El ejercicio del pensamiento, aparte de su utilidad como instrumento científico o camino de perfección moral, constituye, una segura opción de entretenimiento. Los animales, tarde o temprano, transmiten a través de su rostro una impresionante sensación de tedio. Un aburrimiento básico y ancestral que se corresponde con la falta de verdadero pensamiento. Por contraste, los seres humanos tienen a disposición una fuente inagotable de amenidad, juego, tragedia o drama, en el interior del pensamiento hasta llegar al punto de que si alguien cercano nos contempla en silencio se ve tentado a interrogarnos sobre aquello que pasa por nuestros pensamientos. En este y otros casos la reserva sobre nuestros pensamientos potencia objetivamente su interés y su contenido magnético. Con el pensamiento se alcanzan espacios insólitos, combinaciones emocionales infinitas y una retahíla de relatos que mediante la razón, la imaginación o el azar se dicen y desdicen en una trama igual o superior a las intrigas escritas, televisadas o radiadas. Este medio, asociado hasta nuestra época de entretenimiento audiovisual con lo profundo, lo serio, lo utilitario y cabal ha ido liberándose de su primera misión humanista y su papel de supuesta herramienta espiritual para el perfeccionamiento interno. /upload/fotos/blogs_entradas/el_pensador_de_rodin_med.jpgAhora el pensamiento es como el cine, los videojuegos y los You Tube. Se trata de una facultad tan flexible, transformista, plástica, intangible y portátil que desafía a todos los i-pods y los e-books, las cámaras y los móviles más ligeros de peso material y más complejos en sus composiciones electrónicas. En el pasado todo pesaba, incluido el pensamiento pero hoy lo más nuevo, como este pensamiento en alza, no gravita ni tiene por qué ser grave. A "El pensador" de Rodin se le constata abrumado y sombrío por el solo hecho de ponerse a pensar. Ponerse a pensar era ponerse en situación de sopesar la existencia y sus departamentos de amenazas, muerte o destino. Pero hoy, no obstante, cunde otro pensamiento no necesariamente tenebrosos ni trascendente, no redentor ni purificador, ni benéfico ni profético que elige como destino central pasarlo bien. Y no necesariamente por evocación de esto o lo otro exterior y excitante sino por el juego mismo de pensar y dejar a la mente complacerse en sus ríos y laberintos. Todo pensamiento, empotrado en nosotros, actúa como un elemento piezoeléctrico que junta la emoción con la razón, lo trivial con lo severo, lo inteligente con la gente. El pensamiento fluye desde un diamante primordial donde la emoción y la reflexión se funden. Desde un centro individual tan concurrido como sería el bullir de nuestro más íntimo parque temático.

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3 de noviembre de 2008
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El humanismo de Robert Flaherty

Flaherty hace revivir en nosotros la nostalgia de una naturaleza cuya belleza su cámara crea tanto como ilumina, sin invertir nunca el orden jerárquico que ha de hacer del hombre el centro de nuestra empatía. Nunca he visto imagen más delicadamente expresiva del lazo con los animales que la del bebé de Nanook rodeado de cachorrillos de los mismos canes que utiliza en sus cacerías. Pero en todo momento es patente que la dureza (no forzosamente miseria) de la vida elemental exige que los animales más queridos ocupen un lugar nunca confundido con el lugar del hombre. /upload/fotos/blogs_entradas/nanook_el_esquimal_1_med.jpgEsta misma distinción jerarquizada posibilita que el segundo sea eventualmente un protector de los primeros... amenazados en el seno de su propia especie: Nanoook construye un refugio paralelo para los evocados cachorros, evitando así que sean devorados por los canes que, hambrientos, duermen a la intemperie. Sólo en nuestros tiempos es preciso hacer explícita la obviedad de que Nanook no mantiene a los canes en el frío exterior por deseo, sino por necesidad. Necesidad que exige en ocasiones confrontarse a ellos y reducirlos. Tremendas son las imágenes en las que, mientras Nanook les arroja los despojos de la presa que los hombres han comido, los perros dan signos de rebeldía y la tensión contagiosa del cazador parece traducirse en un temblor de la cámara.

El sabio equilibrio entre fascinación por la naturaleza (pocas veces se han logrado imágenes tan bellas de paisajes inhóspitos) y reconocimiento de su necesaria subordinación a la vida del hombre hace de "Nanook el esquimal" no sólo un testimonio humanista sino, de hecho, profunda y auténticamente ecológico, que debería constituir un instrumento en la educación general. Temo que lo impida esa "ternura común" que aspira a la existencia de las cosas naturales, de la vida y hasta del lenguaje sin el inevitable precio de la polaridad y la contradicción.

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3 de noviembre de 2008
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Clase XXIV. Discurso Indirecto libre

Decíamos respecto al discurso indirecto que es la manera más sencilla que tiene el narrador de recorrer grandes distancias del relato haciéndonos creer que es la voz del personaje la que escuchamos. En realidad es el narrador el que habla, a diferencia de lo que ocurre en el discurso directo, en que sí se escucha de viva voz al personaje. Pero a veces, el estilo indirecto presenta la inconveniencia de que su abuso destaca de manera evidente la presencia del narrador, cuando en realidad lo que quisiéramos es que el lector piense que está escuchando todo el tiempo al personaje. Ello se debe fundamentalmente a que la estructura de la frase utilizada en el discurso o estilo indirecto nos remite una y otra vez al narrador: «Dijo que». Es el mensajero el que termina por cobrar protagonismo y por eso no conviene abusar del indirecto. ¿Pero... y si no queremos tampoco abusar del discurso directo? No se olviden que en la consigna anterior advertimos que el abuso de este último ponía en evidencia la imposibilidad de trasladar correctamente la esencia de la oralidad al lenguaje escrito. Y es así porque el lenguaje oral está cargado de una serie de elementos no trasladables a lo escrito: el lenguaje fático, los gestos, los movimientos de cabeza, la entonación de la voz y las muchas inflexiones que llevan estas... elementos todos que al no acompañar al discurso en su tránsito al papel, hacen que este pierda fluidez y naturalidad. Por lo tanto, y volviendo a la pregunta: ¿Y si no queremos abusar del estilo directo o del indirecto? Aparece entonces el sutil y algo esquivo discurso o estilo indirecto libre. Este permite que la voz del personaje siga siendo interpretada por el narrador (cuando hablamos del indirecto o del indirecto libre, se observará que siempre se construye la frase en tercera persona). El indirecto libre suprime el verbo y la partícula del discurso indirecto simple. El efecto que causa es que parece que estuviéramos escuchando la voz del personaje, aunque en realidad este no habla. Y la línea que demarca la voz del narrador de la voz del personaje queda muy difuminada. Sólo un rastreo a consciencia nos lo hace patente. Veamos un ejemplo:

«Ernesto entró al comedor de su casa y ante la sorpresa de todos exigió que lo escucharan, él era un hombre libre y dueño de sus actos, y que a partir de ese momento no permitiría, no señor, que nadie le dijera lo que tenía que hacer. Como todos se quedaron mudos, Ernesto prosiguió su encendida perorata. Él jamás iba a permitir que volvieran a inmiscuirse en su vida y fisgonearan su intimidad, caramba. Y diciendo esto, dio media vuelta y se marchó.»

Observen que nuestro encendido Ernesto en realidad jamás habla, pero por la forma de la narración, cualquiera diría que sí. Ello ocurre porque al suprimir el verbo y la partícula, el discurso queda fusionado, por decirlo así, con los fragmentos esencialmente narrados. Veámoslo convertido en discurso indirecto:

«Ernesto entró al comedor de su casa y ante la sorpresa de todos exigió que lo escucharan, dijo que él era un hombre libre y dueño de sus actos, y agregó que a partir de ese momento no permitiría, no señor, que nadie le dijera lo que tenía que hacer. Como todos se quedaron mudos, Ernesto prosiguió su encendida perorata. Explicó que él jamás iba a permitir que volvieran a inmiscuirse en su vida y fisgonearan su intimidad, caramba. Y diciendo esto, dio media vuelta y se marchó.»

Como podrán observar, al introducir verbo y partícula hemos vuelto al indirecto, de tal manera que es fácil identificar la separación entre la voz del narrador y la voz del personaje. El indirecto libre (libre del verbo y la partícula) permite que se difuminen las fronteras entre lo narrado y lo hablado.

La propuesta de la semana

Vamos a proponerles ahora un ejercicio que tiene que ver con el estupendo relato de Hemingway, The killers («Los asesinos») y que como podrán leer, es prácticamente todo en forma de diálogo en discurso directo. Como hemos venido diciendo, un buen cuento por lo general apela a una combinación de los discursos narrativos agilizando aquí, deteniendo el ritmo allá, dosificando y priorizando el valor de las voces de los personajes a conveniencia de la historia. No es el caso del relato de Hemingway, por lo que pueden ver. Pero nosotros aprovecharemos el texto y vamos a cambiar las dos primeras páginas del mismo convirtiéndolas en un fragmento donde cada uno de vosotros propondrá la combinación que crea más adecuada de los discursos vistos hasta el momento. Concretamente, trabajaremos hasta la frase «-Así que pensás que está bien -Max miró a Al-. Piensa que está bien.» Esas dos páginas contendrán entonces voces en discurso indirecto, indirecto libre y directo. Vamos a ver cómo resulta el cuento a la luz de una nueva composición. Los esperamos.

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3 de noviembre de 2008
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La dignidad del espectáculo

Las noticias sobre el aumento del paro mencionan un recorte sobre la totalidad de los campos: agricultores, albañiles, peluqueras, arquitectos, anestesistas, todos sufren la rebaja laboral. Hay dos campos, sin embargo, que se libran, los funcionarios y los políticos. La administración y los políticos componen un gigantesco teatro llamado "El Estado" donde se representan obras dramáticas, las cuales requieren una enormidad de personal. Algunos están en la tramoya o a cargo del aparato técnico (iluministas, ingenieros de sonido, escenaristas), otros en la gestión cívica y comercial (abogados, gerentes), son los que sostienen el sombrajo y tanto si representan "El Franquismo" como "La Democracia" siguen en sus lugares. Porque lo curioso de la pieza, lo que cambia, son los actores. Ellos hacen creíble o increíble la obra y reciben el aplauso o el silbido del público, que es quien paga el montaje.

Todo reposa sobre la célebre "suspensión de la incredulidad". Amo asistir al teatro por la misma razón que amo leer novelas, porque durante un tiempo suspendo mi razón crítica y acepto que ese señor que gesticula en el escenario es Falstaff, aunque bien sé que es Orson Welles. Suspender la incredibilidad es un placer y permite vivir experiencias imposibles. No obstante, si Orson, por incompetencia, se olvida del texto o se dirige a un espectador para pedirle un cigarro, la suspensión de mi incredulidad se frustra y protesto furiosamente. ¿Cómo se atreve Orson Welles a sustituir a Hamlet? Y eso es lo que sucede cuando los actores de la democracia se compran, con nuestro dinero, un despacho o un automóvil grotescos, o hacen un viaje caprichoso, o regalan a hermanos y amantes un sueldo fijo, o se van de lenocinio. En ese momento desaparece el President del Parlament o la figura sagrada del nacionalismo gallego y aparece un tipo que finalmente sólo es un redactor de El Mundo Deportivo llamado Benach. La gente, con toda la razón, lo considera una estafa y le tira huevos. No es por la pasta, es por el espectáculo.

Artículo publicado en: El Periódico, 1 de noviembre de 2008.

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3 de noviembre de 2008
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Manifiesto por el retorno del rock progresivo (2)

El rock sinfónico era esa cosa recargada que hacían Yes, Genesis y Emerson, Lake and Palmer, entre otros. (Por ejemplo Gentle Giant, que de manera involuntaria debe haber inspirado la figura del protagonista de mi novela La batalla del calentamiento.) Canciones que se convertían en suites de múltiples partes, cuerdas o teclados que las imitaban, extensas narrativas a varias voces con aliento épico y/o ecologista y/o cósmico, largos pasajes instrumentales y/o solos... /upload/fotos/blogs_entradas/la_batalla_del_calentamiento_med.jpgPor cierto, no era música que saliese de la nada. Hacía perfecto sentido en un mundo que dejaba atrás el trauma de Vietnam, perdiendo así la causa más cara a su vena rebelde (el rock ya no se cargaba a sí mismo de sentido por vía del testimonio político y social), entrando en cambio en el mundo de la revolución neo-conservadora liderada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, un soponcio del cual, para qué engañarnos, todavía no nos recuperamos. Dada esa situación, que tantos estudiantes de academias de música buscasen capitalizar el tiempo dedicado a Brahms agregándole al mix algo de glamour, drogas psicodélicas, sexo y personajes mitológicos, no deja de hacer perfecto sentido.

Alguien dirá: pero el mundo actual no tiene nada que ver con aquel mundo. ¡Si algo nos sobra hoy son razones para estar indignados! Y sin embargo, vean cuán complaciente es la música popular de estos días...

A mediados de los años 70 apareció el punk, una respuesta al lado oscuro de la revolución neo-conservadora -jóvenes desocupados y alienados sin nada parecido a un futuro: ¿suena familiar?- y a los excesos autocomplacientes de muchos rockeros sinfónicos (léase Rick Wakeman, aquí) convencidos de ser la reencarnación de Richard Wagner cuando, en todo caso, estaban más cerca de Liberace. Conscientes de haber sido expulsados del sistema, los punks -feos, sucios y (por lo general) malos (músicos)- tenían un programa claro, del cual manaba su energía demoledora. Es por eso que Cedric Bixler-Zavala, cantante de Mars Volta, pretende que lo que ellos hacen todavía es punk, cuando más bien suena a mezcla de Led Zeppelin, Weather Report y Loony Tunes: lo que codicia, lo que reclama para sí, es la propulsión incendiaria del punk, sólo que en este caso canalizada por unos músicos estupendos.

/upload/fotos/blogs_entradas/the_clash_med.jpgDesplazados de la posición ex-céntrica de sus comienzos para ser aceptados en el living del sistema, los punks perdieron parte de su gracia. Convertidos en stars, y por ende en máquinas de vender (no sólo música, sino estilo de vida), despilfarraron su legitimidad -con notables excepciones como The Clash, por supuesto. En realidad el asunto terminó siendo peor: muchas de las características que los identificaban -la canción de dos, a lo sumo tres minutos; la expresividad por encima del cuidado en la expresión; las variantes del look (peinados, ropas, accesorios, tatuajes, expresando distintos modos de agresión o autoafirmación); las letras que de tan directas prescindían de toda inspiración poética o sugerente; la crudeza de sonido, comprimida hoy para oídos digitales- se han quedado con nosotros como rasgos del mainstream musical. La mayoría de los productos pop-rock que hoy se exhiben en MTV y aledaños es deudora de alguna página del Gran Libro del Punk, eso sí, pasteurizada, descremada y convertida en el perfecto opuesto de lo que alguna vez pretendió combatir: (light) punk not dead.

En este contexto, ¿qué resultaría más a contracorriente de usos y modas que regresar a las suites impasables por la radio, a las puestas más teatrales del rock, a los grandes relatos que unían pasado y presente así como mitología y realidad? Para ponerlo de otra manera: ¿sería posible concebir algo más punk, en la escena musical de hoy, que un regio show de rock sinfónico? 

                                                                     (Continuará.)

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3 de noviembre de 2008
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