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Dictador de mentiras

Se queja uno a menudo de los dictadores, hasta que un día se mira en su lugar. Dictando, pues. Buscando cimentar la validez de un mundo de mentiras por sobre cualquier otra realidad. Un trabajo cansado, durante las cuatro horas que cada día nos tocan, aun prescindiendo de esa ley espartana según la cual quien dicta debe hacerlo de pie. Sucede, aparte, al inicio del día. Las horas luminosas que durante años tan largos nos sorprendieron atados a un pupitre, tomando el dictado -qué labor fastidiosa, en ese antiguo entonces-.

     T llega por ahí de las diez de la mañana y se acomoda al mando del teclado, al tiempo que me afano en conectar la MacBook a la electricidad, las bocinas y un segundo monitor, pues al fin dictador no tolero la idea de no ver línea a línea todo cuanto las yemas de T van transcribiendo. Tenemos asimismo un teclado y un ratón extra, que equivaldría a conducir un coche con volante, palanca, controles y pedales por duplicado. Por no hablar de las papas con limón y piquín, las gomitas dulces, las agridulces y las Coca-Colas, estímulos sin cuya participación no rendiríamos igual. Aunque no mando yo, sino la historia. Presumo, sin tantita vergüenza, que con algo de suerte será ella quien me absuelva.

     Un rasgo que define al dictador, amén que lo distingue de sus imitadores menos agraciados, consiste en pretender que no está dictando. Se levanta la voz, se la modula, se cercena de un tajo la oración para cerrar el párrafo con algún rastro de épica emocional. Se es héroe de la historia, pues de lo que se trata es de salvarle la vida, y para eso hay que hacerla no nada más creíble, sino de preferencia evidente. No permitirle que se deje ignorar. A veces, cuando me gana el cansancio mental de ejercer el papel de lector-narrador-corrector-espectador, no sin cierto bochorno subrepticio me sorprendo dictando con la conmovedora entonación de un burócrata más o menos somnoliento. Mierda, maldigo, doy un trago al refresco y vuelvo a mi lugar con esa gallardía impostada que emplean los dictadores para posar delante del retratista. Igual que ellos, me digo que es preciso sacar partido máximo de este momento histriónico.

     Es la primera y última vez que leo y escribo esta historia al mismo tiempo. O al menos parte de ella. Llega un momento en que tenerlo todo expresado nomás en garrapatas negras lo deja a uno pasmado de incertidumbre. ¿Qué ha contado, qué no? Ya no lo sabe. Reina el caos, la historia no se mueve. No se ve el edificio. De pronto falta el piso, o se teme que sobre. La desmemoria crece, no quisiera uno sentirse holgazán, y al mismo tiempo todo nuevo ladrillo se anuncia redundante. Que ni qué, hay que dictar.

     Una vez que se empieza, con el miedo de un niño a asistir a un entierro, desfilan de repente los tres últimos años de obsesiones. Cuando la narración parece fuerte, la sorpresa es tan esperanzadora como un beso tenaz de la fortuna; cuando se escucha renga, es como si un fiscal enumerara, megáfono en mano, tus peores fechorías y omisiones morales. Se preocupa uno mucho, en este último caso. Debe seguir dictando mientras en su cabeza bailan los titubeos con las dudas; en un descuido siente la tentación de mejor escribirse un libro de autoayuda.

       Llevarle el ritmo a T implica no distraerse un solo instante del dictado. Está pendiente hasta de los resuellos, sus dedos van volando por el teclado y uno pretende que no está pendiente, amén del monitor y el manuscrito, de cada una de sus nuevas reacciones. Las vigilo de reojo y de reoído, me gana todo el tiempo el morbo de enterarme cuáles son los efectos de cada veneno. Quiero pensar que supe emponzoñar las líneas, me aterra en lo profundo que tal vez no sea así. ¿Será por estas y otras causas simultáneas que cuatro horas después no me queda energía para más que tirarme a mendigar calor al sol tacaño? Hoy no ha habido dictado, qué descanso. Con razón los colegas están como están.

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20 de noviembre de 2008
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La suerte de Oneguin

Tatiana unida a un viejo para escapar a lo que considera indigencia de la vida provinciana; su madre anclada en la costumbre, adicción terrible que consuela de las renuncias resultantes de la cobardía; Gremin necesitado de un espejo de juventud que parezca paliar la imagen veraz de su decrepitud; Oneguin que sólo ve la belleza en Tatiana cuando se envuelve en los oropeles del lujo... Decía ayer algo nos toca muy profundamente en esta historia terrible. La indigencia de algunas de sus razones de fondo no es óbice para que estos personajes sean un espejo de la esencial fragilidad de las construcciones humanas, de cómo lo aleatorio de un instante, puede abocarnos a la pérdida de los seres amados, al odio al amigo, la miseria y la destrucción. Hay en esta obra una secuencia particularmente punzante cuando, al amanecer, Oneguin y Lenski han de enfrentarse a duelo y entendiendo lo fortuito de lo que les ha llevado a esta situación se preguntan a la vez "¿no sería más conveniente reírse y conservar nuestra amistad que manchar nuestras manos de sangre?" La respuesta también a la par, y tres veces repetida es "niet". Así Oneguin hiere mortalmente a Lenski y abisma su propia alma simplemente por un instante de frivolidad, generador de un brutal mal entendido. Cuestión de suerte, mala en este caso, esa suerte que a un momento u otro ha sido el factor fundamental de nuestras vidas. Mala suerte también la del propio Pushkin, muerto, como Lenski, como resultado de las heridas que le produce el francés Gaston D'Anthes, a quien reta a duelo por su condición de amante de su esposa.

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20 de noviembre de 2008
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El Querandí

El día que llegué a Buenos Aires el pasado jueves, Julia Saltzman, responsable editorial de Alfaguara-Argentina e incansable a la hora de jugársela por voces nuevas de la narrativa argentina y latinoamericana, me llevó a almorzar al restaurante El Querandí, en la calle Perú. Caminamos por la histórica "Manzana de las Luces", y pasamos por el colegio Nacional, conocido por haber formado generaciones de bachilleres progresistas que luego seguirían su camino en la Universidad de Buenos Aires. En los años setenta, muchos de esos bachilleres fueron la primera línea de resistencia a la dictadura de Videla.

Al llegar al Querandí, Julia me mostró los altos del edificio situado en una esquina: ahí había vivido con humildad Rubén Dario, cuando dejó de ser cónsul a la muerte del presidente colombiano Rafael Nuñez en 1894.

Ya en el Querandí, después de pedir un ceviche de lenguado y bife de chorizo (una rara combinación, ya lo sé), Julia me contó que el Querandí era el café favorito de Gombrowicz. Fue allí cuando, la tarde del 26 de abril de 1947, Gombrowicz, que se hallaba junto al escritor cubano Virgilio Piñera y Humberto Rodríguez Tomeu, dijo, a eso de las seis de la tarde: "Vamos, Piñera, llegó el momento... Empieza la batalla del ferdydurkismo en Sudamérica". Los tres, entonces, salieron del Querandí y se fueron a la editorial Argos, situada a la vuelta, y retiraron los ejemplares recién impresos de Ferdydurke.

Viví tres años en Buenos Aires, a mediados de los ochenta, pero no sabía nada de la historia del Querandí. Por suerte para mí y mis futuros retornos, Buenos Aires es una ciudad inagotable.

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20 de noviembre de 2008
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La baronesa Thyssen

Ya sabemos por qué la gente siente tan cercana a Tita Cervera, la popular baronesa Thyssen. No sólo porque se haya encadenado con el pueblo de Madrid frente a su museo (el fabuloso museo Thyssen-Bornemisza) en protesta contra la tala de árboles del Paseo del Prado. No sólo porque en su día fuese Miss España y porque tenga un pasado de subidas y bajadas que nos la hace reconocible y humana, no sólo porque sufra ante nuestros ojos como cualquier madre y cualquier suegra (por muchas mansiones y yates que tenga), sino porque hay algo en ella que por unos segundos nos hace olvidar su muchísimo dinero: el pelo.

Da la impresión de que se lo corta y se lo tiñe ella misma, lo que la pone en sintonía con la mujer que no puede pasarse las horas muertas en la peluquería (por poner un ejemplo, yo misma). Pero hay algo más en ella que intuíamos y que se acaba de confirmar: se viste de rebajas. A pesar de su inmensa fortuna, sabe lo que vale un euro, lo que la impide olvidar de dónde viene, y esto la hace entrañable.

Mañana más... 

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20 de noviembre de 2008
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Imago mundi

P.- Si verdaderamente el conocimiento que circula por la Red es libre, fragmentario y contradictorio, ¿qué clase de "imago mundi" se puede fundamentar sobre esa base? ¿Existe un nuevo Discurso del Método, una Clave de Bóveda, un Plan, un Fin, una "Teoría"?
 
R.- No hay plan, ni proyecto a largo plazo, ni meta predeterminada. Como en los videojuegos la peripecia crea la siguiente peripecia, la interacción altera continuamente el camino y su imaginable objetivo. No hay "imago mundi". El mundo se confunde con su continua realización y, especialmente, con la incertidumbre del proceso. La incesante crisis de la crisis.

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20 de noviembre de 2008
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Sin Moisés, y en el desierto

Dura y larga se aventura la travesía del desierto de los socialistas franceses, después del congreso del pasado fin de semana en Reims, de donde salieron tan divididos o más de como entraron y con tantas incógnitas abiertas sobre su futuro como el 7 de mayo de 2007, al día siguiente de la tercera derrota consecutiva en una elección presidencial. /upload/fotos/blogs_entradas/el_eurodiputado_benot_hamon_y_la_alcaldesa_de_lille_martine_aubry_disputan_a_sgolne_royal_el_liderazgo_del_ps_francs_med.jpgHoy por la tarde sus más de 180.000 militantes tienen la palabra y pueden dar todavía la sorpresa de ofrecer la mayoría, que debe ser absoluta, a uno de los tres candidatos en liza: la ex candidata presidencial frente a Sarkozy, Ségolène Royal; la ex ministra de Trabajo, madre de la jornada de 35 horas e hija de Jacques Delors, Martine Aubry; y el tercero en discordia, el eurodiputado Benoît Hamon. Lo más probable es que sea necesaria todavía una tercera vuelta entre los dos más votados, circunstancia que todas las apuestas asocian a las dos mujeres candidatas.

Para alcanzar el poder no basta con un impulso súbito, por intenso y oportuno que sea. Hace falta iniciarlo lentamente desde la oposición, en una larga carrerilla que sirva para aclarar las ideas y concentrar las fuerzas. En la Francia presidencial de la V República, hay que contar además con un partido unido detrás, que aspire a convertirse en el partido del presidente. El modelo perfecto de esta ascensión, imitado con éxito por Sarkozy, es el de Mitterrand: siendo ajeno él mismo al socialismo clásico, consiguió primero, a partir de 1971, una síntesis política entre todas las tendencias alrededor de su liderazgo y alcanzó luego la cumbre, en 1980; fue, por cierto, la única vez en toda la historia de la V República en que el PS puso el pie en el Elíseo. Royal lo intentó en 2007 frente a Sarkozy, después de vencer en las primarias socialistas, jugando al relevo generacional y a la democracia directa, a dos pesos pesados, el actual director general del FMI, Dominique Strauss-Khan, y el ex primer ministro Laurent Fabius. Sin el partido detrás, que entonces conducía quien era y pronto dejó de ser su pareja François Hollande; con un programa nebuloso trabajado en la participación digital, pero atento a los reflejos conservadores; y una apuesta arriesgada por su personalidad femenina y su carácter combativo, llegó hasta donde podía llegar ante este Sarkozy demoledor que todavía no se conocía en toda su dimensión arrolladora.

Año y medio después de la derrota, las cosas no están mucho mejor para la briosa presidenta de la región de Poitou-Charentes. El PS está tendido y acomodado en la oposición, como bostezante partido provincial, que cuenta con las pingües rentas de una implantación municipal y regional extensa y mayoritaria. Ha sido drenado de dirigentes e intelectuales por la apertura practicada por el presidente Sarkozy, que ha colocado a ex ministros y cuadros socialistas desde el consejo de ministros hasta las comisiones especiales para estudiar las reformas. Sus ideas se hallan cercadas a derecha e izquierda: por un Sarkozy camaleónico, que pasa del thatcherismo al keynesianismo sin respiro, en función de las circunstancias; y por una izquierda radical, alrededor del fenómeno Olivier Besancenot, que muerde el hemisferio izquierdista hasta alcanzar al propio PS. Y también por el centro: François Bayrou, el ex candidato presidencial, de obligado cortejo por quien quiera alcanzar la presidencia desde la izquierda.

La señora Royal, que fue candidata sin tener el partido en la mano, ahora intenta tomar la secretaría general que abandona su ex y padre de sus cuatro hijos para poder aspirar de nuevo a la presidencia en 2012. Su primer movimiento fue bueno: consiguió llegar al congreso socialista el pasado fin de semana con su moción en cabeza. Pero ni era de síntesis ni ella fue capaz de la síntesis. Su candidatura arrastra a una mayoría, no se sabe si suficiente, de militantes, pero no federal; al contrario, divide y excita: TSF, todo salvo Ségolène, es la consigna. Había otras tres: las de Aubry y Hamon, y la del alcalde de París, Bertrand Delanoë, que luego se retiró desalentado. Los delegados socialistas al Congreso no fueron capaces de elegir a quien les dirigiera. Hoy o quizás mañana zanjarán los militantes. Pero si gana Royal tendrá que enfrentarse todavía con una dirección del partido de la que sólo controla un tercio de votos y trabajársela para alcanzar la candidatura presidencial en 2012: ardua tarea, quizás imposible.

Todas estas tribulaciones llegan además en pésimo momento. Sarkozy quería hacer en Francia, 20 años después, la revolución conservadora de la señora Thatcher y ahora se adapta al keynesianismo que nos invade. El PS nunca realizó la transformación que hicieron sus partidos hermanos en el resto de Europa, acorde con el mercado y la globalización. Hace unos meses, con la Declaración de Principios adoptada por unanimidad el pasado junio, enfiló por primera vez este camino. Pero ha llegado el cambio de ciclo y los socialistas franceses están todavía meditando en el ciclo anterior. En el desierto y sin Moisés, pueden terminar como una tribu perdida de la izquierda.

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20 de noviembre de 2008
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El comienzo de la primavera

Patricio Pron

Premio Jaén de Novela 2008

Mondadori

Así como las novelas de dictadores latinoamericanos han terminado por crear un subgénero que está en pleno auge*, también los profesores de prestigiosas universidades europeas empiezan a tener sus propios cultivadores dentro de la modalidad novela de misterio. /upload/fotos/blogs_entradas/el_comienzo_de_la_primavera_1_med.jpgHasta ahora predominaban las intrigas ambientadas en Oxford, quizás porque la mezcla de sabiduría, excentricidad y transgresión (a veces incluso con resultado de muerte) da mucho juego. Pero de un tiempo a esta parte el género ha saltado el canal y busca sus héroes y villanos entre profesores centroeuropeos, preferentemente alemanes. Uno de los ejemplos más obvios que me vienen a la mente es En busca de Klingsor, del mejicano Jorge Volpi, ganador del premio Biblioteca Breve de 1999.

Es evidente que ni las universidades alemanas ni los sabios que las pueblan tienen tanto tirón popular como el gótico de postal que enmarca las intrigas ambientadas en Oxford, con las abigarradas habitaciones privadas del profesor y la pipa, la chimenea, los ventanales de cristales emplomados o los sillones chester, donde una mente avezada en resolver problemas de inimaginable complejidad matemática puede desarrollar sus brillantes disquisiciones criminales.

A falta del glamour y de unas referencias visuales tan marcadas como las inglesas, las universidades alemanas ofrecen en cambio un material de fondo que sigue revelándose inagotable porque hasta el más desinformado de los lectores lo identifica de golpe, y porque ello le permite reconocer de inmediato sus siniestras implicaciones. Y me refiero obviamente a un pasado nazi que por convicción o imposición, o porque no se encontró la forma de aislarse y preservarse de la contaminación, no sólo afectó entonces a todos los alemanes sin excepción sino que todavía hoy, como acaba de ocurrir no hace tanto, basta la súbita aparición de un carné de afiliación a las juventudes hitlerianas para que alguien en apariencia tan por encima del bien y del mal como es (o era) Günter Grass sea pública, sumaria e inapelablemente crucificado. O sea, como decía más arriba, un material inagotable porque sigue vivo, y si un personaje actual resulta demasiado joven para asumir plenamente la culpabilidad de sus actos de entonces, casi seguro que no será así para sus padres, suegros y vecinos y delatores y quizás verdugos, todos los cuales continúan implicados hoy en esa lucha sin fin entre la culpabilidad individual y la colectiva.

El comienzo de la primavera es un ejemplo notable de novela de intriga ambientada en una universidad alemana (en este caso Heildelberg) y con el pasado nazi como trágico telón de fondo que sirve para calibrar la talla moral de los personajes hoy y en el pasado. De paso es un excelente ejemplo de cómo, si alguien tiene una buena historia que contar y conoce a fondo aquello de lo que se dispone a hablar, tan sólo necesita una anécdota mínima para poner en marcha una intriga que va a tener ocupado al lector hasta el final. Y lo intrigante, aquí, no es que un prestigioso profesor de filosofía de la Universidad de Heildelberg se muestre reticente a avalar la traducción que un estudiante pretende hacer de uno de sus primeros libros. Al fin y al cabo se trata de un alumno desconocido, un tal Martínez, encima argentino, y él, el profesor, no tiene tiempo ni ganas de invertir energías en un proyecto que carece de interés para él. Lo que de verdad intriga a Martínez son los términos en que el profesor Hollenbach trata de disuadirle de su proyecto: "He escrito libros tratando de entender la Historia alemana y siento que no he obtenido ninguna respuesta a mis preguntas. A cambio, me he visto involucrado en asuntos penosos que sólo me han traído trastornos y me han acarreado incontables enemigos dispuestos a calumniarme. Créame, en Alemania sólo campea la muerte".

Ese fragmento de una de las cartas de Hollenbach a su pretendido discípulo es un resumen bastante ajustado de lo que éste, el discípulo Martínez, va a encontrar cuando se presente en Heildelberg y, progresivamente intrigado, inicie unas pesquisas que han de llevarle a diferentes localidades alemanas estirando de un tenue hilo que empieza en el desaparecido Hollenbach y le conduce a compañeros y rivales de éste, pero también a personajes históricos -el inevitable Heidegger y también otros más improbables, como la esposa de Göring- o a recabar información de una antigua reina del porno que hoy se gana la vida exhibiendo por unas monedas su estado de ruina. En resumidas cuentas, esas respuestas que el profesor Hollenbach no supo encontrar en su día son las no respuestas que Martínez encontrará durante sus pesquisas, y esa muerte que según Hollenbach campea en Alemania no se materializa en ningún acto violento sino en el pesado manto de culpa y delación y deseo de redención que todavía condiciona las vidas de cuantos Martínez llega a conocer durante su largo y bastante penoso periplo alemán.

*Véase la reseña Tirana memoria, de Horacio Castellanos Moya, en esta misma sección.

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20 de noviembre de 2008
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La ética de la literatura

Rafael Argullol.: No quisiera pasar por alto lo que le está ocurriendo Roberto Saviano, con respecto a la persecución que está sufriendo por parte de la mafia napolitana a raíz de la publicación de su libro Camorra en 2006.

Delfín Agudelo: Casos como estos me hacen pensar y me intrigan en la medida en que se quiebra por completo la fina línea entre la realidad y la ficción. Mezcla de reportaje y literatura, existe una clara línea de ficción en Saviano. ¿Cómo debe afrontar éticamente un escritor una cuestión como tal, en la que su producción creativa, así sea basada en hechos reales, se toma completamente como veraz y, por lo tanto, merecedora de venganza por parte de algunos de sus lectores, en este caso la misma mafia italiana?

R.A.: Creo que Saviano ha sido muy valiente al escribir este libro, y además está no solamente en la tradición general de la literatura, sino en una gran tradición italiana. Pienso que uno de los grandes maestros de la literatura italiana contemporánea es Leonardo Sciascia, el cual durante toda su vida mantuvo en jaque a la mafia siciliana, y nunca dejó de denunciar en sus novelas y en sus ensayos lo que era el poder de la mafia. Pienso que Saviano ha hecho algo similar a lo que Sciascia en varios de sus textos; lo único es que lo ha hecho de una manera más descarnada. Es decir, mientras Sciascia lo que hacía era en cierto modo recurrir a un mundo metafórico, Saviano, usando técnicas creo muy actuales en las que se mezcla una potente fibra narrativa y una investigación periodística audaz, lo que ha hecho es entrar mucho más detalladamente en las redes de la mafia napolitana, de la Camorra. Ha aplicado el microscopio a esta organización criminal, que evidentemente tiene ahora un peso abrumador. Italia es un país que conozco mucho, y en el sur verdaderamente la organización mafiosa de todas las actividades de la vida está siendo en estos momentos terriblemente abrumadora, siempre amparada por poderes superiores Y él, en su texto, que es un texto literariamente muy atractivo, lo que hace es una disección minuciosa, sabiendo además que entraba en la boca del lobo. Ni siquiera disimula lo que serían las referencias en las que entra, sino que suelta de una manera muy abierta y descarnada quiénes son los habitantes de la cloaca, cómo se mueven, cómo se estructuran y cómo coaccionan. Creo que esto forma parte de la literatura y ha formado parte siempre. Desde sus propios orígenes no es que la literatura deba tener una ética contra el poder, sino que debe tener una búsqueda por parte de los escritores de la propia verdad, que hace que antes o después entren en lo que son los cotos vedados del poder, y antes y después, por tanto, choque con ese poder. Y eso forma parte de la esencia misma de la literatura. Platón tuvo que salir corriendo a Siracusa, Dante se exiló: el conflicto con el poder por parte de los escritores viene de lejos y debería formar parte de nuestro paisaje cotidiano. Pero no porque los escritores deban tener una ética principal, como antes se decía bajo compromiso social, sino que su propia labor de escritor les llevará a un choque con el poder.

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20 de noviembre de 2008
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IV. Votos en los basureros

Muchos fiscales de la oposición a Ortega sólo fueron admitidos a la fuerza en los lugares de votación por la que debían velar, y más tarde se negó el ingreso a los centros de cómputo a los fiscales de esa misma oposición que tenían que vigilar el escrutinio. Hay una lista de lugares de votación que fueron cerrados antes de tiempo, aún al mediodía./upload/fotos/blogs_entradas/votos_en_los_basureros_med.jpg

Y el acto de prestidigitación cometido con los votos de mi barrio, no fue por supuesto el único; he oído centenares de denuncias a este respecto, incluida la del vocero de la curia arzobispal de Managua, el padre Rolando Álvarez, quien advierte que su centro de votación también fue borrada del mapa, y que su voto ha desaparecido. ¿Dónde están todos esos votos perdidos?

Al día siguiente de las elecciones unos campesinos de León descubrieron en una basurero cercano a la ciudad, los restos mal quemados de una impresionante cantidad de material electoral, incluidas decenas de boletas marcadas por los votantes en la casilla de los candidatos opositores a Ortega; y junto a las boletas, actas electorales, y aún cédulas de identidad. Lo mismo ocurrió en otro basurero cercano a Jinotepe.

Pero no todos los votos acabaron en los basureros. Simplemente no se contaron. Al llegar las actas a los centros de cómputo, aquellas donde el partido de Ortega perdía, no fueron tomadas en cuenta. Y el fraude es tan burdo que los centros de votación eliminados, no aparecen enlistados en la página web del Consejo Supremo Electoral. No les interesa ocultar las plumas. Así como tampoco aparece la suma total de los votos emitidos, simplemente porque no ajustarían las cuentas.

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20 de noviembre de 2008
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Esperando a Borges

Viajo de Madrid a Stuttgart, para presentar en Esslingen la versión alemana de La batalla del calentamiento (que allí se llama Das Lied von Leben und Tod, o sea La canción de la vida y de la muerte), leyendo en el avión la entrevista a Borges incluida en el primer volumen de entrevistas de The Paris Review. Realizada por Ronald Christ en 1967, quizás sea la mejor del volumen. /upload/fotos/blogs_entradas/la_batalla_del_calentamiento_1_med.jpgPorque describe bien el sitio en que la entrevista transcurre -una amplia estancia de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, de la que por entonces el autor de Ficciones era director-, porque recrea fielmente el estilo de Borges expresándose en inglés... y porque hasta tiene algo parecido a un argumento, con la secretaria de Borges interrumpiendo la charla cada dos por tres para recordar que ‘el señor Campbell (lo) está esperando'.

Me sorprendió que Borges intentase una crítica de sus por entonces contemporáneos que sigue siendo válida hoy, cuando pensamos en los escritores de estos tiempos. ‘En este país... hay una tendencia a considerar cualquier clase de escritura.. como un juego de estilo. ...Ellos (los otros escritores) han aprendido a escribir del mismo modo en que cualquier hombre aprende a jugar al ajedrez o al bridge. Nunca fueron escritores ni poetas de verdad. Se trata de un truco que han aprendido, y que han aprendido bien. Tienen la tarea perfectamente dominada. Pero la mayoría... parecen relacionarse con la vida como algo que nada posee de poético o de misterioso... Se ponen el sombrero de escritor, entran en el estado que consideran adecuado, y entonces escriben', dice Borges, para de inmediato ser interrumpido por Susana Quinteros, que anuncia por primera vez: ‘Excuse me. Señor Campbell is waiting'.

Admito que Borges se caracterizó siempre por decir cosas que en realidad significaban lo contrario de lo que parecían: fue un verdadero artista del elogio envenenado. Cuando un poco más adelante sostiene que un escritor debería ser juzgado ‘por el disfrute que produce y por la emoción que despierta', uno desconfía. Y sigue desconfiando cuando después alega que si sus textos no producen emoción, se debe a una limitación y no a una decisión consciente. Pero sí le creo cuando cita a Joseph Conrad. Según Borges, Conrad dice en el prólogo de The Shadow Line -cuyo nombre equivoca, llamándola The Dark Line: un error que lo humaniza- que aun cuando un escritor narra algo realista sobre el mundo debería leérse como un relato fantástico, en la medida en que el mundo mismo es fantástico e insondable y misterioso.

/upload/fotos/blogs_entradas/borges_med.jpgMe llenó de ternura que Borges argentinizase su inglés, por lo general encomiable, colocando como colofón de muchas frases la pregunta retórica en español: ¿...no? Como en: ‘La superstición es, supongo, una forma ligera de la locura, ¿no?' Una afirmación a la que de inmediato se le adosa una coda que introduce la duda; durante la entrevista, Borges utiliza este mecanismo muchísimas veces. Si bien es cierto que el recurso es propio del habla porteña (sin ir más lejos, cada vez que voy a un café o a un restaurant, en vez de pedir algo directamente yo pregunto: ‘¿Puedo pedirle...?', lo cual me obliga a formular dos preguntas en vez de una), creo que expresa la profunda inseguridad de Borges, que largaba opiniones y de inmediato sentía la necesidad de asegurarse que contaba con la aprobación de su oyente.

Un grande, el viejo. Por cierto, la secretaria sigue anunciando a Campbell, de modo cada vez más perentorio. ¿Quién sería ese hombre? ¿Existió de verdad, o habrá sido una invención de Borges para impedir que la entrevista se eternizara?

Me pregunto si no habrá sido otro escritor de la época, interesado en que Borges dejase de sacarle el cuero al resto de los representantes del gremio. 

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20 de noviembre de 2008
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El Boomeran(g)
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