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Un hombre de palabra(s)

Hay dos cuestiones que no se apartan de mi mente desde el extraordinario triunfo de Barack Obama. En primer lugar las imágenes de Grant Park, en Chicago, durante el discurso de victoria: la convivencia de viejos y jóvenes, blancos, negros, latinos y orientales, de todas las extracciones sociales, unidos por la misma emoción, la misma sensación de estar formando parte de la historia viva y el mismo sentido de la esperanza. (Maureen Dowd contó en un artículo del New York Times que no paraba de ver gente blanca acercándose a gente negra y preguntándole cómo se sentía, para que tanto unos como otros confesasen al fin haber llorado como bebés el martes por la noche.) Me recuerda la emoción que siento cada vez que subo a los techos de la Ciudad Vieja, en Jerusalén. Al ver la yeshiva -la escuela religiosa judía-, la mezquita y la iglesia en el fondo, todo en un plano, coexistiendo en la paz de la misma mirada, uno se atreve a pensar en lo imposible y se pregunta: ¿por qué no?

La segunda cuestión fue el discurso de Obama, concebido sin duda alguna como un faro a brillar por muchos años desde los libros de historia. Más allá de los conceptos en sí mismos, disfruté sobremanera del lenguaje, propio de un escritor de gran calibre. ‘Un crítico teatral se quejó una vez de manera memorable, diciendo que aquella no había sido una buena noche para el idioma inglés', escribió el celebrado ensayista James Wood en el New Yorker. ‘Entre otros triunfos, el martes por la noche (día de la elección) fue un muy buen día para el idioma inglés'. Wood no sólo distingue un tema central del discurso (‘la perfección de la Unión', así con mayúscula), sino que liga el texto con sus dos antecedentes más claros. El primero es el Abraham Lincoln de los dos Discursos Inaugurales, de quien tomó no sólo intenciones -por ejemplo la de ‘vendar las heridas de la nación'- sino también citas directas (‘No somos enemigos, sino amigos'). ‘Lo que sugirió está claro -escribió Wood-: que los ocho años pasados han sido una suerte de guerra civil'. El otro conjurado, como era lógico y deseable, fue Martin Luther King Jr. Según Wood, Obama tomó una célebre frase de King Jr: ‘El arco de la moral universal es largo, pero se inclina hacia la justicia', transformándola en la promesa de que más temprano que tarde pondremos nuestras manos ‘sobre el arco de la historia para inclinarlo una vez más hacia la esperanza de un día mejor'.

Durante toda la campaña pesó sobre Obama la acusación de ser ‘un hombre de palabras', como si las palabras careciesen de valor, como si ya hubiesen perdido su valor definitorio -como si ya no comprometiesen a aquel que las pronuncia. Entre el presidente saliente, conocido torturador del lenguaje inglés, de los prisioneros extranjeros y de los derechos individuales, y el presidente entrante y su compulsión a la mot juste, ¿quién puede creer que el martes 4 de noviembre no ha sido un buen día para el mundo entero? 

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14 de noviembre de 2008
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En contra de la lógica “fordista”

En la lógica contemporánea de los medios impera sin dudas el ritmo comercial que pudiera llegar a tener una desesperada fábrica de galletitas o zapatillas. Los productos noticiosos deben rellenar casi intermitentemente las tapas de los diarios, los titulares televisivos y los informativos radiales. Ante esa vorágine informativa, periodistas que se atreven a más, como Kapu, nos invitan a hacer una pausa y a observar con mayor detenimiento el mundo que nos rodea.

Hay una clara intención del periodista polaco de ir en contra de dicha lógica, animándose a esquivar los lugares comunes del periodismo. En ese afán, Kapu construye sus relatos a partir de anécdotas, detalles, antecedentes, testimonios alternativos, y todo tipo de vivencias que envuelven a los lugares que recorre. Muy lejos están las cifras anónimas de muertos, los indicadores de pobreza, y las resonantes declaraciones.

En La Guerra del Fútbol, artículo en el que describe intensamente el conflicto armado entre El Salvador y Honduras en 1969, el autor irónicamente deja para a la última página el dato de las víctimas fatales que hubo. ¡Un pecado, dirían en varias redacciones! Sin embargo, el autor prefiere dedicarle la mayoría de sus líneas a una descripción viva de las sensaciones, los rostros desencajados, los comentarios y otros detalles que nos permiten palpitar con más profundidad lo que se vivió en aquel escenario.

Los personajes que entrevista son campesinos, soldados, ciudadanos comunes y corrientes. Gente que vive en carne propia la pobreza, las guerras, las hambrunas... Difícilmente haya grandes mandatarios, estadistas, o héroes mediáticos dentro de sus prosas.

"Fui al correo y le pedí al operador del Télex que me acompañara para una cerveza. Su nombre era José Málaga, estaba muy asustado... Telefoneaba mucho a su madre, que era de El Salvador y estaba encerrada en su casa, y le decía: `mamá, todo está bien, no han venido por mí, todavía estoy trabajando´".

Esta conversación sucedía en plena iniciación de las hostilidades, cuando los teléfonos de las autoridades se saturaban de periodistas intentando sacar alguna declaración, habiendo caído una bomba hace instantes, con aviones de guerra sobrevolando la ciudad, y en medio de una densa oscuridad. Ese era el panorama. ¡Y Kapu estaba compartiendo una cerveza con el operador del Télex!

Esta desenfrenada pasión por conversar con los lugareños, y hacer de ellos la fuente principal de sus relatos, es quizás una de las mayores virtudes de Kapu. De esa manera, el periodista construye crónicas democráticas, que además buscan desmitificar las realidades estereotipadas y simplificadas por quienes sólo se contentan con la foto del momento, para lograr comprenderlas en toda su dimensión.

Por esto Kapu es un periodista distinto. Un periodista que se distancia de quienes persiguen la lógica del "fordismo" para permitirse los que hoy ya pueden considerarse lujos: observar, recopilar, comprender, y recién entonces narrar.

Ignacio Sasiaiñ (alumno del Seminario)

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13 de noviembre de 2008
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Nihilismo… ¿o religión?

Motivado por la lectura de los periódicos vuelvo al tema económico y social del que me estaba ocupando antes de las reflexiones que preceden sobre el grado de resistencia que el espíritu humano puede ofrecer al tiempo de minerales y de bestias.

No amas el libre mercado... luego no amas la libertad: tal es la moraleja que parece desprenderse de muchos de los análisis de la crisis financiera actual, análisis en los que se nos pone en guardia contra la tentación de atribuir al propio sistema lo que sólo derivaría de la irresponsable actuación de gente aun más ciega que desaprensiva. /upload/fotos/blogs_entradas/nouriel_roubini_1_med.jpgAcabar con el mercado, vienen a decirnos supondría necesariamente la instauración de un régimen de control social y de penuria. Por consiguiente lo único que cabría moralmente hacer, es armarse de paciencia... y esperar que escampe. Mientras tanto el gurú de las finanzas Nouriel Roubini anuncia un panorama apocalíptico y predica como medicina el cierre durante un tiempo de los mercados, sobre todo en países de los llamados emergentes, y digo llamados porque obviamente, de ser cierto que están tan amenazados su emergencia sería ficticia. Este hombre, al parecer, previó hace dos años el actual colapso, de ahí el caso que se le hace y el respeto reverencial con el que se escuchan sus diagnósticos. Como lego en el asunto me formulo una pregunta: ¿era realmente evitable que los evocados ciegos y desaprensivos, pudieran operar como lo hicieron? O en otros términos: ¿está protegida la locomotora del libre mercado -por definición sin conductor- de la intromisión de viajeros que la hagan descarrilar?

Más allá de disquisiciones al respeto, lo cierto es que este asunto tiene connotaciones realmente sórdidas. Pues mientras hasta en los periódicos más conservadores de Estados Unidos se discuten de nuevo las tesis de Marx y sus obras al parecer vuelven a estar presentes en las librerías americanas, se infiltra la especie de que aquí no hay nada que hacer, de tal modo que al embrutecimiento que supone para los hombres reducir su potencialidad física y espiritual a ganarse el sustento, se añade el temor por perder incluso esta fuente. Así las cosas ¿caeremos en el nihilismo, o nos entregaremos a la religión?

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13 de noviembre de 2008
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Europeos y cine

Siempre que pueda me escaparé a Sevilla, ya que Sevilla no se escapa a mí. Aunque fue un viaje un tanto frustrado, por mis prisas y otros accidentes, algo pude ver más allá de la película de Giménez Rico. Y sobre todo, algo pude escuchar.

Me conmovieron las horas que un condenado a muerte pasó en esa ciudad. No tiene treinta años y no sabe qué será de su vida en los próximos meses, en las próximas semanas ni en el próximo minuto. Roberto Saviano, amenazado a muerte por la "camorra", defendiendo con valentía -y con humano miedo- su verdadera historia sobre un grupo de maleantes, un histórico grupo del terror europeo, eso que sucede en lugares tan hermosos, tan civilizados como Nápoles, Caserta, Sicilia. /upload/fotos/blogs_entradas/los_sopranos_med.jpgLa mafia no es un argumento para hacer buenas películas, no es el reciclaje americano para poder ver una de las mejores series de televisión, Los Soprano. La mafia son estos extorsionadores que con las armas, los secuestros y las muertes, mantienen a una sociedad acobardada y en silencio. Romper el silencio es tener que venir con guardias a Sevilla, comer con miedo, pasear rodeado, esconder tu hotel, ocultar tu vida. Cuando un escritor está amenazado todos estamos amenazados. Ojalá Saviano pueda pasear por Sevilla en algún encuentro con europeos civilizados y cinéfilos.

Otro italiano, no amenazado, sí envidiando, que pasó por Sevilla fue Franco Nero. No podía envidiar en mis años pos adolescentes a nadie más que a Franco Nero. Estaba en Toledo, con Buñuel, pero por si fuera poco, estaba ligando -al menos en la ficción- con la que me parecía entonces la mujer más hermosa y adorable del mundo, Catherine Deneuve. Aquella inolvidable "Tristana". Yo estaba muy enganchado a la Deneuve, coleccionaba sus fotos, las escondía en los libros de texto. Un querido profesor, Evaristo Correa Calderón, una vez me mandó al pasillo porque encontró en el libro de literatura la razón de mi despiste: una foto de la Deneuve. Años después me acerqué a ella, pude hablar un rato, estuvo amable sin llegar a encantadora pero nunca me atreví a declarar mis amores. Lo mío era un lugar común. También odie a Marcelo Mastroiani. Tengo una larga lista de odios. Otro que encontré en las fotos sevillanas sobre rodajes fue uno de los más odiados, Mel Ferrer. Eso por ser marido de Audrey Hepburn.

/upload/fotos/blogs_entradas/blow_up_med.jpgPero Franco Nero tuvo dobles, triples odios. Estaba cerca de Buñuel. Besaba a la Deneuve. Y, además, se acostaba con Vanesa Redgrave. Otro mito, un icono de los troskos y la mujer más deseada de Inglaterra cuando rodó Blow up. ¡Los italianos no paran de meterse entre las mujeres hermosas y nosotros!

Estuvo gracioso el abuelo Franco Nero en Sevilla. Recordó sus antecedentes andaluces, sus rodajes serios y los de spaghetti wester y sobre todo el encuentro con Buñuel. Naturalmente Buñuel nunca le llamó por su nombre. Se negó a pronunciar, si no era para insultarlo, eso de Franco. Era simplemente Nero.

También en Sevilla pude ver un documental que me interesa mucho, que me ilumina cosas sobre uno de los personajes más interesantes de nuestra cultura y nuestra tauromaquia. Un documental sobre Ignacio Sánchez Mejías.

Ahora, lejos de Sevilla y con nostalgias de sus cosas, su cine, sus gentes. De unas más que otras.

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13 de noviembre de 2008
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Apertura de fosas

En este país hubo una Guerra Civil y hay fosas comunes que guardan los huesos de desaparecidos y fusilados en esta contienda. El sentido común de los ciudadanos y los partidos políticos decidieron durante la llamada Transición emplear la energía en construir un futuro puesto que el pasado ya nos había machado bastante. Es como cuando en los aviones aconsejan a los pasajeros que en caso de problemas primero se ponga el adulto la máscara de oxigeno y luego se la coloque al niño porque de lo contrario los dos podrían morir. Nuestro presente en aquel momento era tan pequeño, necesitaba tanto oxígeno, que lo más urgente era fortalecerlo para seguir adelante. Ahora por fortuna el peligro ha pasado (por lo menos los peligros son otros), ya estamos en el futuro.

                                                  (mañana más)

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13 de noviembre de 2008
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Viva Encuentro

La revista Encuentro de la cultura cubana llega a su número 50. No son 50 números, pues hubo números dobles, pero son 12 años de una presencia clave para todos los que viven pensando en Cuba. /upload/fotos/blogs_entradas/encuentrodelacultura1_med.jpgAl desaparecer, Jesús Díaz dejo una herencia bien cuidada por sus sucesores Manuel Díaz Martínez Y Antonio José Ponte, sin olvidar a Annabelle Rodríguez que asume la dirección ejecutiva.

Ya hablé varias veces en términos muy positivos de una revista cuyo contenido no comparto siempre pero tengo que reconocer que la revista es "el espacio abierto al examen de la realidad nacional" que buscaba construir Jesús Díaz. Es la casa de todos los que aman a Cuba y consiguió además ampliar muy bien aquella casa para ofrecer un sitio. Pero de verdad, lo que me apetece es la revista. La cita que uno tiene con Cuba al encontrar un paquete en su buzón sabiendo que le esperan horas (314 páginas para este último número) de un baño en la "cubanidad".

En el número 50, la entrevista con Paquito d'Rivera es una fuente de energía que justifica por sí misma la lectura, pero no se puede eludir el informe sobre "La Habana por hacer". ¿Qué se puede hacer con un barco suntuoso y medio hundido? Diez arquitectos contestan y, al leer sus respuestas sabemos, como siempre, que Encuentro toca los temas concretos, abre los debates que duelen a todos (unas respuestas hablan de una ciudad irrecuperable).

Otro informe sobre la gestión de los huracanes por las autoridades es imprescindible y no lo voy a contar pero es necesario observar que a su manera, lenta, metódica, aferrada a la calidad, Encuentro responde a muchas de las dudas de la prensa con relación a la utilización del papel impreso. Necesito a esta revista pues me ayuda a entender lo que el bombardeo de los fragmentos de información en la Red me esconde: una visión de conjunto, una sinopsis de la marcha de la Historia, marcha trágica en el caso cubano.

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13 de noviembre de 2008
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Ladrón de mapas

Eduardo Lago

Destino

La aparición de Eduardo Lago en el panorama de las letras con una novela titulada Llámame Brooklyn -ganadora del premio Nadal 2006 y de un montón de premios más- tomó por sorpresa  a la parroquia literaria. Lago, que ya andaba entonces por los 50 años, /upload/fotos/blogs_entradas/ladrn_de_mapas_med.jpgno sólo demostraba poseer una sólida formación sino que tenía una forma de contar tan diferente a lo que  se estaba haciendo en aquel momento que ni siquiera necesitó presentarse como anti lo que se estaba haciendo en aquel momento. Iba a la suya. Sin más. Y de ahí la sorpresa.

Para esta su segunda aparición pública Eduardo Lago ha elegido cambiar otra vez de registro en busca de una vía narrativa distinta.  Y para ello propone la historia de alguien que suelta anónimamente unos cuentos en internet con la esperanza de obtener respuesta. Y quien le responde es Sophie, o mejor dicho, alguien que ahora se hace llamar Sophie porque un día creyó atravesar una línea de sombra que la movió a replantearse su vida entera. Y empezó por el nombre.

Una vez puesta a rodar la bola del destino, los sucesos se encadenan. De una parte Sohpie cree reconocer en el anónimo autor de los cuentos a un hombre con el que tuvo una intensa relación años atrás. Ese reencuentro virtual hace que se ponga en camino hacia Venecia y Trieste por motivos no bien explicitados, pero que dan ocasión a diversas aventuras. Por ejemplo, el inesperado encuentro con un atractivo árabe al que Sophie reconoce de inmediato porque todas las televisiones están divulgando su imagen bajo la acusación de ser un ladrón de mapas. Ella, viéndolo acosado, acepta ayudarlo a escapar de París sin hacer preguntas.

Paralelamente tendrá  lugar  la narración de  los cuentos anónimos -tres de ida y tres de vuelta- que van intercalándose con la progresiva aproximación de Sophie al misterio triestino-veneciano  oculto tras ese encuentro quizás no tan casual en la red. Es sin duda el momento álgido del presente libro -al que me resisto a llamar novela para no desorientar al posible lector. Hay un momento en que, además de la narración personal de la propia Sophie,  suenan alternadas hasta seis o siete voces distintas -la mayoría en primera persona-  y que corresponden a personajes que viven en Rusia en el año 2000, Abisinia durante la invasión italiana previa a la Segunda Guerra Mundial y Bombay, 1978. Pese a la disparidad de fechas, lugares y sucesos, o pese la superposición de voces narrativas, no cabe posibilidad alguna de confusión. Los personajes rusos hablan y se comportan como uno cree que deben de comportarse los habitantes de una remota ciudad de la Rusia contemporánea, la esposa seducida por el (bellísimo) criado abisinio se comporta como uno imagina que reaccionaría una elegante dama italiana que acaba de desencadenar un drama colonial debido a su lujuria, y el encantador empleado de los ferrocarriles  indios, que en su día tuvo la suerte de ser el confidente de Kipling, también habla y se comporta de manera muy verosímil.

Hasta aquí Eduardo Lago hace honor a su fama y se muestra como un narrador sólido, imaginativo y de una cultura tan variada como versátil. Mientras Sophie continúa su acercamiento al desentrañamiento del misterio (a todas estas, hemos perdido de vista al apuesto ladrón sin que éste haya aclarado qué robaba o quiénes eran sus implacables persecutores), también van desarrollándose las historias de vuelta, esto es, las segundas partes (que no desenlaces) de las tres historias de ida. Y hasta ahora el desarrollo global de la narración es espléndido.

Sin embargo, a partir de ahí no es que se produzca un bajón, o que de pronto a Eduardo Lago se le haya olvidado el arte de contar historias. Algunos de los (muchos) cuentos que restan por leer son muy buenos y siguen estando tan bien contados como los primeros. Pero tienen una desventaja muy clara frente a los precedentes: en éstos, y mientras los va leyendo, el lector puede entretenerse en buscar la estructura general que los interconecta y hace que suenen de forma coral.  Lo cual  ya no ocurre en las dos partes siguientes. Es posible  que haya un flujo (o metaflujo) que las haga formar parte de un todo. Pero no es fácil de ver, y ni siquiera las ocasionales reapariciones  posteriores de Sophie bastan para integrar esos dos últimos bloques en la corriente narrativa inicial.

Y tampoco es que esté yo ahora priorizando la forma novela (suponiendo que exista tal cosa) sobre la forma cuentos. Pero, para decirlo en plan telqueliano, en la primera parte los significantes de cada historia penetran en las demás y las fecundan incluso retroactivamente, mientras que a partir de un momento dado en el Ladrón de mapas se produce una mera acumulación de material narrativo. Y una vez degustada la excelencia de la narración inicial, el lector pide más de lo mismo y no querrá conformarse con menos. Y ya sé que es injusto, pero qué quieres.  Pasa lo mismo con el amor. Si el amado se ha beneficiado de los arrebatos sublimes del amante, nunca aceptará actuaciones que no estén a la altura de las primeras.

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13 de noviembre de 2008
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Artes sin alhajas

Un nuevo arte, una nueva moda, unas nuevas costumbres, valores diferentes y costumbres vueltas del revés, serán efectos a probar tras la extensión universal de la crisis. Los años 30 que prolongaron el crash de 1929 fueron años hermosos para el cine que pasó de ser una estampa muda a otra elocuente y de extraña inspiración. Fue el tiempo de la pintura expresionista y de los desarrollos, en varias direcciones, de las vanguardias en tropel. El vestido, de otra parte, reflejando la escasez en el corte, el color y la calidad del tejido ha permanecido más tarde como una segura imagen a la que regresar cuando la moda se harta de sus fruslerías, su gula o su derroche. En general, todo lo que en los entornos del siglo XXI nació de dispendios sin tasa y corrupciones públicas se convertirá en excrecencia y vómito insoportables. La proclama de Alfred Loos ("el ornamento es crimen") regresará en la síntesis de líneas y en el ahorro general de perifollos. El dinero promueve la investigación científica pero la escasez nutre a la creatividad artística. De la creatividad de la escasez se beneficiaron grandes obras en la historia de la arquitectura o el diseño mientras que por la superabundancia hemos debido tragar no pocos tóxicos engendros por Zaha Hadid, Gehry o Santiago Calatrava que multiplicaron monstruosamente los presupuestos. Miles de obras aparatosas sin contenidos, grandes representaciones sin concepto, retóricas sin fuste. /upload/fotos/blogs_entradas/beautiful_revolving_sphincter_oops_brown_painting_by_damien_hirst_med.jpgEste mundo del efectismo y el relleno, las volutas y los costillares, se ve condenado al trastero porque de la misma manera que su despilfarro olía a cacharrería la nueva simplicidad despedirá un aire naturista. Damien Hirst y sus presuntas obras de arte cuajadas de piedras preciosas, sus carneros calzados de oro, sus calaveras sembradas de diamantes ¿cómo iban a llevar consigo la semilla de su propia muerte? El derroche es igual a la profusa hemorragia del valor: la anemia del arte, la falta de liquidez sistémica, el rigor mortis del sistema. Por el contrario, los sombreros de ala flexible, las ropas desestructuradas y anchas, las sopas, la beneficencia, la condescendencia, la llaneza, los colores leves, los gastos débiles, la relajación, la dejación, la distensión del éxito, los biocombustibles, los viajes sin jet lag, el mundo descargado de ansiedad y de peso inaugura un ambiente donde la segura tristeza irá creando un espacio acaso más humano y silencioso, frente a la ya patológica obligación de divertirse, gastar, trabajar sin freno, odiar al jefe y la pareja, tomar pastillas y condenarse a ser necesariamente feliz.

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13 de noviembre de 2008
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¿Y ahora qué hacemos?

La noche de su inesperada victoria en las urnas, un Robert Redford caracterizado como el candidato al Senado por California Bill McKay inquiere estupefacto a su jefe de campaña: "¿Y ahora qué hacemos?". La pregunta pertenece al filme El candidato, por el que su guionista Jeremy Larner obtuvo en Oscar al mejor guión en 1972. /upload/fotos/blogs_entradas/elcandidato1_med.jpgPero se acerca bastante a lo que venía sucediendo en la realidad. "Si salgo elegido, no quiero despertarme la mañana del 9 de noviembre y preguntarme a mí mismo, ¿y ahora qué hago yo con el mundo?", le dijo John F. Kennedy a su consejero Clark Clifford en agosto de 1960, cuando todavía era candidato a la presidencia. Más lejos en el tiempo, Harry Truman, todavía vicepresidente de Estados Unidos, le dijo a Eleanor Roosevelt en abril de 1945, ante su marido de cuerpo presente: "¿Puedo hacer algo por usted señora?". La enfática respuesta a quien iba a suceder al presidente fallecido fue la siguiente: "¿Hay algo que pueda hacer yo por usted? Es usted quien se halla en dificultades ahora".

La transición presidencial es uno de los grandes momentos en la historia americana. Es un período de vacío, que se llena con la celebración de un rito de paso, una compleja ceremonia para sustituir y civilizar el crimen más o menos ritualizado por el que las sociedades arcaicas eliminaban al jefe anciano y lo sustituían por otro más joven. Desde hace decenios se vienen estudiando y preparando las transiciones presidenciales americanas, hasta el punto de que existe un cuerpo de sólidos trabajos sobre cómo han sucedido hasta ahora y sobre cómo hay que preparar la que está en puertas. Esto último es lo que ha hecho Stephen Hess, que ha trabajado en varias ocasiones en la /upload/fotos/blogs_entradas/what_do_you_now_med.jpgCasa Blanca desde los años cincuenta como uno de esos consejeros que vemos en El Ala Oeste, en un libro que lleva por título el mismo que la columna (What do we do now?) y está redactado como un manual escolar dirigido al presidente novicio, incluidos ejercicios y cuestionarios. También lo han hecho Kurt Campbell y James Steinberg, politólogos ambos y el segundo consejero también de Bill Clinton (Transiciones difíciles. Dificultades en la política exterior en los comienzos del poder presidencial), que consideran esta transición como una de las más complejas y arriesgadas: es la primera después del 11-S, hay dos guerras abiertas y una crisis económica que amenaza con una profunda recesión y es producto de un fuerte antagonismo y de una ruptura drástica con la anterior presidencia.

Obama y su gente forman quizás el equipo humano más preparado para aplicar esos buenos consejos de los especialistas sobre cómo hacerlo. Saben, por ejemplo, que no hay que confundir las etapas. Hay que tener un equipo para la campaña, que es el que han encabezado los davides, Axelrod y Plouffe. Otro para la transición propiamente dicha, que encabeza el último jefe de gabinete de Clinton, John Podesta. Un tercero, el que se pondrá al mando el 21 de enero, y que ya tiene como piloto a Rahm Emmanuel, jefe de gabinete de Obama. Y otros más para tareas específicas, como el que se presentó el pasado viernes, en la primera conferencia de prensa, que permitió fotografiar juntos a todos sus asesores económicos, un impresionante plantel donde hay desde ex secretarios del Tesoro hasta empresarios millonarios.

La transición empieza con la campaña y termina con los cien días, período inventado precisamente por Roosevelt, ahora tan citado, para poner en marcha su plan contra la Gran Recesión. Pero su núcleo es el período actual, esas once semanas en que hay un presidente pato cojo casi desposeído de poder, pero capaz de seguir firmando decretos. Bush lo está haciendo en temas ideológicamente muy propios: en cuestión de libertades, con nuevas autorizaciones al FBI para espiar a los ciudadanos; en medioambiente, con el levantamiento de la protección de especies en extinción y de la prohibición de emisiones y residuos cerca de zonas protegidas; y, en costumbres, con nuevos límites al acceso de las mujeres al derecho a interrumpir el embarazo y a la información sobre salud reproductiva. El nuevo presidente, sin poder ejecutivo todavía, puede presionar para que la industria automovilística severamente tocada por la crisis reciba ayudas antes de instalarse en la Casa Blanca, pero preferirá no quemarse todavía en otras iniciativas, como ese Breton Woods II del próximo sábado. Obama tiene, además, otro equipo trabajando desde hace siete meses en 200 primeras medidas para destejer la tela de araña de Bush antes de que esa difícil transición toque a su fin. Y esto es algo que se produce, normalmente, alrededor de cien días después, cuando llegan los primeros y grandes desengaños.

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13 de noviembre de 2008
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Literatura a dos manos

Rafael Argullol: La imagen que nosotros defendemos del escritor que es aquél que se vierte o intenta verter lo que su experiencia y verdad le dictan no puede estar escribiendo coaccionado por esa especie de ojo orwelliano que le juzgará según las tramas que construye.
Delfín Agudelo: Hay un tipo de publicaciones con las cuales nunca he podido saber en realidad qué criterio adoptar, que es la correspondencia de los escritores. Textos que en sí son destinados a una intimidad y una interioridad que luego son rescatados y son puestos a luz pública, pero que no están bajo este marco de publicación que el mismo escritor contempló. ¿Por qué vamos a leer este tipo de escritura si este juego de desvelar su verdad es lo que está haciendo en el libro? Me encanta leer la correspondencia, pero no deja de tener cierto elemento de voyerismo.
R:A.: El tema de la correspondencia es complicado, sobre todo en los escritores clásicos. En nuestro tiempo la correspondencia en cuanto a género literario ha desaparecido como tal, pero sigue existiendo una tradición literaria a través de la correspondencia. Ahora acaba de publicarse en España la correspondencia de Tolstoi, y evidentemente tiene que ser publicada porque nos da una luz muy importante sobre su obra y toda su época. Aunque es un tema complicado, creo que hay una correspondencia que es un auténtico género literario; podríamos decir el género literario escrito a dos manos, en muchos casos con una clara voluntad enmarcarse en este género literario. En cambio lo que me parece mucho más discutible es que se tenga que publicar la correspondencia que puramente refleja una intimidad por parte de quien la ha escrito; una intimidad personal, casi fisiológica de ese personaje. Creo que ahí se podría influenciar, pero también cuestionar, que muchas veces las fronteras entre una cosa y la otra son difíciles. Acabo de citar a Mann y es muy difícil, en su correspondencia, separar lo que son sus obsesiones narcisistas, egocéntricas, sus propias tendencias sexuales más o menos larvadas de lo que pueda decir sobre la cultura, literatura o política de su época.

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13 de noviembre de 2008
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El Boomeran(g)
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