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Mercaderes del espíritu ausente

Me he referido en otro momento a los que, abandonados por el espíritu, en lugar de luchar por reencontrarlo, se dedican a ser gestores de su valor de cambio. Hay una manera directa y brutal de referirse a ellos como seres de hecho vencidos por el tiempo. Vencidos por ese tiempo que reduce a las bestias pero, a diferencia de éstas, aterrados por tal caída e intentando encontrar paliativo a la misma entregándose a ese otro universal conversor (con matriz en la cultura y no en la naturaleza) que es el dinero, o si se quiere: entregándose a esa filial del dinero que es la bolsa de los reconocimientos culturales. Sólo ésta legisla en aquellos que quieren ser reconocidos  por su espíritu sin contribuir al actual enriquecimiento del mismo. Su cuerpo es entonces no sólo reflejo de la irreversibilidad del tiempo, sino también de su esencial refugio en la mentira.

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17 de diciembre de 2008
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El tera, el peta, el exa y otras sci-fras idiotas

Hacia el final de los años ochenta, una computadora envidiable tenía un disco duro de más o menos veinte megabytes. Pasada la mitad de los noventa, se hablaba comúnmente de memorias de más de un gigabyte. No imaginaba uno qué tantas cosas podría llegar a guardar para colmar tamaño vacío informático. Hoy día, las nuevas computadoras vienen equipadas con discos internos de cientos de gigas, y externos que tranquilamente llegan al terabyte, hasta hoy auspicioso con su millón de megas. Nada que no se pueda uno gastar en almacenar música, fotografías y video. Una vez instalados en la imagen de alta definición, ya hay quienes hacen cálculos en petabytes, inclusive exabytes. Cada uno de estos últimos, equivalente a un millón de teras.

            Hace veinte años, los archivos se almacenaban en floppies en los que con trabajos cabían más de seiscientos kilobytes. Bastaba, sin embargo, un solo floppy para guardar entero el sistema operativo, más el procesador de palabras, más una buena cantidad de archivos. Hoy día, serían necesarios casi ocho mil de aquellos discos blandos para guardar la información que cabe en un dvd-rw, y más de ochenta mil para albergar los bytes que contiene un blu-ray. No vayamos más lejos, ¿quién recuerda la última vez que compró un diskette?

            Todavía conservo la cámara Sony Mavica donde guardaba, en un diskette de 1.4 megabytes, entre treinta y sesenta fotografías, que para asombro de mis amistades podía enviar por e-mail desde cualquier café internet. Solamente hay que ver esas fotos horrendas que hace cinco años todavía tomaba para creer que provienen de 1950. Tal vez no sea ya el tiempo, sino el progreso quien insiste en descontinuarnos igual que a todas esas que de pronto llamamos cantidades imbéciles.

            Imaginar el porvenir podría ser tan simple como plantar el último de los Ipod Nano al lado de un diskette como el de la Mavica. O de su equivalente en capacidad, que sería algo así como once mil quinientos diskettes. Más de cincuenta metros de rebanadas de plástico apiladas como tortillas. Mirando entonces diez o quince años adelante, imaginemos un disco duro externo de un exabyte. Tiene el tamaño del TimeCapsule de un tera, pero le caben un millón de ellos. Que ahora mismo costarían algo así como quinientos millones de dólares. ¿Cuánto tiempo tendrá ya que pasar para que al exabyte lo reemplace el zettabyte, y a éste el yottabyte, que como es natural incluye en su interior un millón de exabytes?

            Traduciendo de nuevo al arcaísmo presente, un yottabyte hospeda el contenido aproximado de veinte millones de millones de discos blu-ray. No puedo imaginar para qué science fucktion podría llegar a precisar un yottabyte, pero temo ya la hora en que ni siquiera eso parezca suficiente; cuando se ofrezcan nuevos prefijos binarios y la gente se ría de los yottabytes con la clase de sorna olvidadiza que hoy provocan los floppies y sus miles de bytes y los días sin mouse y esas letritas verdes en la pantalla negra comerretinas. Si no recuerdo mal, recién se había inventado la rueda.

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17 de diciembre de 2008
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La letra no entra ni con sangre

Un amigo que tiene el infortunio de ser profesor de instituto advirtió la hoja de informes internos sobre la mesa del director. Cada día, un profesor de guardia anota lo que en la jerga burocrática suele llamarse "incidencias". Estos informes son secretos y ni siquiera sabemos si los realizan todos los centros de enseñanza media. El informe era tan escalofriante que sin pensarlo dos veces sacó una fotocopia y me la envió para que me percatase de la vida normal de un instituto en la España actual. Parecía un serial de adolescentes. Otra prueba de que la tele es el único centro pedagógico del país.

Un muchacho abofetea a una chica y cuando el profesor le sujeta por el brazo otros chavales gritan "¡Ahora, ahora!" y el profesor recibe una tunda de patadas. Una profesora expulsa de clase a un alumno y su compinche grita: "¡Dale una hostia, que no puede hacerte nada!". Hay escenas de sexo en los retretes, de violencia con padres de alumnos, porros por todas partes, amenazas, humillaciones, hurtos, y así durante tres folios. Es desolador porque ese instituto ni está en un barrio duro, ni es particularmente difícil.

Llamo a mi amigo y le digo que sería interesante publicar el informe tal cual está, sin añadir ni una coma y que le pida permiso al colega que lo firma. Por supuesto, borrando los nombres y ocultando la ciudad del Instituto. Así lo hace mi amigo, pero la respuesta es un grito de espanto. "¡Tú quieres que me maten! Como se enteren de que he divulgado ese informe me trituran". ¿Quién? Sus propios jefes.

La ocultación de lo que está sucediendo en la enseñanza (la peor de Europa) se diría pactada por los funcionarios políticos y los sindicatos. Se sabe que sólo en Cataluña el año pasado 163 profesores denunciaron agresiones de alumnos (ANP). ¡Cómo debió de ser cada uno de esos ataques para ponerlos en manos de nuestra adorable administración! ¡Y cuántos deben de producirse para que aflore esa punta de iceberg! Si así se conducen con los profesores, ¿cómo serán las relaciones entre los alumnos? Pues puro fascismo: terror y silencio.

Artículo publicado en: El Periódico, 13 de diciembre de 2008.

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17 de diciembre de 2008
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Un capítulo canino

Sólo le quedan los reflejos, el perro y el humor. Sabíamos que era un buen deportista, siempre en buena forma y acostumbrado al juego y a la competición. Lo ha demostrado en su despedida de Bagdad, donde ha exhibido su capacidad para esquivar proyectiles y luego su buen carácter al aceptar la humillación sin más problema. Es una de las ventajas que da la buena crianza y la fortuna asegurada de por vida. Le permite enfrentar el momento más difícil de su carrera política y quizás de su biografía, esas semanas finales amargas y en tantos aspectos humillantes, como si no fueran con él, al igual que haría un espectador exterior y divertido de su propia vida.

/upload/fotos/blogs_entradas/barney_en_el_momento_del_mordisco_med.jpgEl capítulo canino ha suscitado muchos chistes. Cuando empezó el declive y le abandonaban los consejeros y asesores a puñados se rió de sí mismo evocando el momento en que sólo le quedaría a Barney en la Casa Blanca. Barney es su primer perro presidencial, un fox terrier negro. Entre sus hazañas más celebradas se cuenta el mordisco con que regaló hace bien poco a un periodista, esos seres tan hostiles a su dueño. Es muy improbable que el príncipe de los perros americanos haya recibido un zapatazo con ocasión de una travesura o de un mordisco, como suele ocurrirles a los perros plebeyos. O a su propio dueño, George, este pasado fin de semana, así premiado por su mal comportamiento con los árabes.

Barney tiene un especial protagonismo estos días, en los mensajes navideños del presidente saliente, que ha encargado incluso el rodaje de un corto con toda la familia y los perros para felicitar las fiestas a los norteamericanos. Miss Beazley, una perra de la misma raza, es la otra protagonista que suscita la atención de la familia Bush en sus últimos días en la Casa Blanca. Algunos de los comentaristas que siguen al presidente han subrayado el contraste entre el uso de las nuevas tecnologías por parte de Bush, con los perritos como estrellas, y el que está haciendo Obama, con sus experimentos de participación política: pinchar aquí y aquí para ver dos ejemplos de esto último.

El desvanecimiento político de Bush es muy peculiar, porque se difumina sin abandonar el primer plano de la actualidad. Está en la fase de la presidencia borrosa, como aquel personaje de Woody Allen. Probablemente lo que está pasando es que a medida que el poder le abandona va quedando también desnuda su personalidad trivial e intrascendente. El auténtico Bush es éste, el que sabe evitar los zapatazos en Bagdad y sigue imperturbable su rueda de prensa o hace chistes y felicitaciones navideñas con su perro. Impasible ante el rosario de derrotas que ha sufrido. Encajando todavía un puñado de reveses más en los últimos días en funciones: esos informes desfavorables que siguen denunciando nuevas mentiras y manipulaciones, ya sea acerca de la autorización de la tortura ya sea respecto a la situación real en Irak.

Quizás hay que compadecer a ese Dubya estoico y solitario. Nadie le hace caso. Ni siquiera sus partidarios. Sus discursos caen en el vacío o producen los efectos contrarios: cuando quiere reanimar la bolsa la hunde todavía más; cuando quiere que el Congreso apruebe un plan de rescate para la crisis del automóvil de Detroit son sus propios congresistas republicanos los que votan en contra. Nada que no le haya ocurrido antes: toda su presidencia ha sido así. Y por eso se abraza, como borracho a la farola, a quienes debieran estarle agradecido para mendigar un poco de afecto y de reconocimiento en estos últimos días.

Pero su capacidad para producir imágenes y anécdotas es muy seria. Esos abrazos y esas efusiones sentimentales con que se prodiga en su despedida, sea en Irak o sea en Afganistán, tienen una gran capacidad de impacto en los medios de comunicación, aunque actúen en el vacío de su presidencia ahora inane, sobre todo porque afortunadamente ha dejado de producir efectos devastadores. Contando además con Obama, que está ya en marcha, en todos los terrenos, escándalo incluido.

Si acaso, la fábrica de imágenes y mensajes mentirosos se le ha vuelto ahora en contra al presidente saliente. Y el zapatazo es la mejor prueba: Bush ha fabricado por pasiva el símbolo final para clausurar sus ocho años nefastos. El zapato árabe es la señal de su derrota en Irak y en el mundo, y la marca que obligará más que nunca a Barack Obama a pasar página e inaugurar un tiempo nuevo. Como si fuera una espina clavada, la primera tarea del nuevo presidente será sacarse de encima el zapatazo con que ha sido despedido su predecesor.

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17 de diciembre de 2008
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Madeleine y el auge del triller

¿Está muerta o viva Madeleine? ¿La mataron sus padres o unos seres extraños? El centro informativo del verano coincide con el reino de la incertidumbre. Y no debido al caso Madeleine que ha comprometido a todo el planeta, desde el Vaticano a Beverly Hills, sino por la cadena de situaciones clave coronadas por la cresta de lo incierto.

El riesgo terrorista, el riesgo de los virus misteriosos y las epidemias globales, el riesgo de las catástrofes  y del cambio climático, del crimen organizado o de la inmigración sin tasa, constituyeron el núcleo duro de la información a finales del siglo XX y  primeros años del XXI. Una sociedad de riesgo, dijo Ulrich y el pasivo desfile de sus seguidores.

El riesgo contribuía a mantener a la gente encogida y a promover  leyes que reducían derechos individuales. El riesgo brindó coartada al control policial, dio franquicia a la detención sin habeas hábeas, a las prisiones de Guantánamo, las invasiones militares y las numerosas torturas.

Junto a este patrón,  todavía vigente, va alzándose, sin embargo, el inaugurado modelo de la incertidumbre. Si el nuevo tsunami o el nuevo atentado suicida tiene aún su ley en la confirmación del riesgo,   el interés y energía mediática del caso Madeline y otros muchos encuentran ahora su raíz en la incertidumbre. El tedioso PNV halla su animación en la dimisión de Imaz y la consecuente incertidumbre, la tabarra del seleccionador nacional de fútbol cobra interés por la incertidumbre sobre  su continuidad. Finalmente, si la economía recupera la plaza central en los tratamientos diarios no es por su formidable auge o su gran desplome sino por la incertidumbre. ¿Sólo casualidad?

La casualidad forma parte también de la incertidumbre y así como los biocombustibles contribuyen a incrementar el interés (y el precio) de los cereales por su empleo creciente como fuente de energía, la necesaria producción de noticias vibrantes para alimentar a los colosales grupos multimedia explica el creciente valor de la incertidumbre. El riesgo lleva a la reclusión pero la incertidumbre estimula la demanda de información.

Nada más fecundo para la información que la expectación. Ahora, los medios tratan de amanecer cada día teniendo algo incierto a que aludir.  La realidad que previamente había perdido su carácter de proceso  y se comportaba a sacudidas mediante el modelo del accidente, empieza a remodelarse hacia la tipología del serial en donde cada capítulo  acaba sin resolución, remitiendo a la siguiente entrega y a la manera de un thriller.

El riesgo repetido agota, tal como sucede con las pesadas  noticias sobre Irak al punto de que lo nuevo no consiste ya en la bomba suicida o el tsunami, sino en la incertidumbre de lo que podrá sobrevenir a partir de haber sembrado otras incógnitas.

Y no tan sencilla esta reestructuración del sector. Producir noticias de guerras, desastres y subidas del precio del crudo, fue  incomparablemente más sencillo que componer suspenses. Y no cualquier supense sino constructos ejemplares que, o rinden durante  semanas gracias a su riqueza interior o bien se engarzan en unidades de menor  duración pero listas para  la oferta diaria.

Significativamente, por ejemplo, ninguno de los fichajes veraniegos del Real Madrid se presentó de un golpe sino por secuencias que seguían inciertas al final de cada jornada. Y,  paradigmáticamente, el caso de Alves redondeó la nueva época basada en la intensa introducción de la incertidumbre.

Casarse o no casarse, viajar a las Antillas o las Cíes, comer esto o aquello, vivir en la ciudad o en el extrarradio, votar a unos u a otros, comprar o alquilar, la duda siempre ha estado presente. Pero la incertidumbre mediática significa mucho más. Califica la época, da categoría a la imprevisión, legitima la improvisación, concede autoridad al desmentido, dignifica toda ignorancia, descompone, en suma, la realidad para acercarla al capricho de los dioses y, deshace al sujeto de sus compromisos, en  espera continua de un Godot ideal que no terminará de llegar nunca.

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17 de diciembre de 2008
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Justicia o belleza

Estoy leyendo un libro sobre clásicos muy cercanos. En un capítulo se habla de la oratoria. El autor de ésta reivindicación, modernización, de los clásicos, es Luis Antonio de Villena, reconocido escritor de saberes varios, dispersos, antiguos y renovados. Su pluma no está en demérito de su capacidad para la oratoria. /upload/fotos/blogs_entradas/biblioteca_de_clsicos_para_uso_de_modernos_med.jpgMuy dotado para los discursos, para los parlamentos, incluso sin hacer uso del punto ni la coma cuando se está expresando verbalmente. Buen poeta, excelente divulgador. En su último libro Biblioteca de clásicos para uso de modernos, nos recuerda ésta emocionante historia de belleza, justicia y debilidades:

"Hipérides fue célebre porque en un discurso perdido defendió a Friné, la hermosa cortesana y modelo de Praxíteles, que la convertía en Afrodita, cuando fue acusada, como antes Sócrates, de corromper a la juventud. Hipérides la defendió con brillantez, pese a lo cual (Se dice en la Vida de los diez oradores) "Friné estaba a punto de ser declarada culpable cuando Hispérides la hizo comparecer, la desgarró el vestido y dejó sus pechos al descubierto. Los jueces contemplaron su belleza y la absolvieron"

Bien es verdad que no eran tiempos de democracia paritaria. Que eran injustos, estetas, paganos y otras incorrecciones políticas y éticas. Estéticamente me emocionan, me causan envidia. ¡Yo, aquél que nunca vio los pechos de Friné!.. La verdad es que también he tenido la suerte de ver algunos hermosos y más cercanos.

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17 de diciembre de 2008
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Cambio de percepción

Rafael Argullol: El viejo tema que creo que todo ser humano es muy útil y provechoso que se planteé, del cambio de identidad. Creo que prácticamente todos hemos tenido la tentación de cambiar de identidad, desaparecer. Pero si tenemos esa tentación es fundamentalmente para alejarnos de nosotros mismos, para ser capaces de alguna manera de mudar de piel, como una serpiente. Para conocernos mejor: es muy importante salir fuera, de nosotros, para conocernos mejor.
Delfín Agudelo: Esa salida de uno mismo, quede cierta manera permite el ordenador, me hace pensar mucho en lo que el ordenador se ha convertido, y más allá que el ordenador, el disco duro; es ya casi como que no hay que esperar nada de tu pareja, amigos o esposa, sino del disco duro: es allí donde en realidad se depositan todas las confianzas. Además del disco duro, por ejemplo en el caso de Virginia, perder el ordenador es perder todo lo que uno tiene, porque se ha convertido en una máquina de dependencia brutal, hasta el punto que te recuerda las contraseñas para entrar a ciertas páginas. Se ocupa de cuestiones de memoria que tú ya no tienes en preocupación,  todo queda registrado allí. Si alguien quiere viajar dentro de una persona es tomar su ordenador personal; y con esto no me refiero únicamente a las contraseñas, sino a que el ordenador es tu propio historial de absolutamente todo lo que estás pensando, haciendo y ocurriendo. Si te metes al historial de búsquedas, sale qué has buscado, qué páginas has visitado. Con que puedas ver qué páginas ha consultado alguien, ya sabes qué está pasando por su cabeza. Es hacer un ejercicio a lo Dupin: de esto a esto otro, porque absolutamente termina siendo una radiografía, positiva porque te ayuda, tremendamente negativa porque además de la incomunicación que tiene Virginia, con los demás, es casi como si alguien tomara tu ropa y se la pusiera.
R.A.: Ocurre que en el caso que estamos comentando también se produce el efecto contrario, liberador, catártico; pero es verdad lo que dices, de que se está produciendo un auténtico cambio de percepción e incluso un cambio casi del propio conocimiento que tienen los sentidos. Yo, como sabes, no soy excesivamente tecnológico, y no tengo una gran dependencia de ir abriendo el ordenador para ver cómo van llegando los correos. En ese sentido utilizo el correo electrónico casi como se utilizaban los antiguos correos epistolares: le doy tiempo. No quiero estar obsesionado continuamente por las noticias que llegan por el corro electrónico. Hay gente que necesita estar ya conectada; no es que lo consulte cinco veces, sino estar conectado de manera permanente. A la fuerza crea una dependencia similar a las propias dependencias que tienes visuales, o a las nuevas distorsiones visuales. Recurro muy poco al fútbol, pero la última vez que fui al Camp Nou, cuando metían un gol esperaba la repetición. Estaba tan acostumbrado a ver los goles  a través de la pantalla, y de inmediato ver la repetición; mi mirada sobre el fútbol estaba educada ya en esa visión. Me costó mucho reacostumbrar el ojo a la visión del fútbol en directo.
Creo que en nuestro mundo lo que está sucediendo en algunos casos es que el tipo de mediadores virtuales se ha convertido en tan extraordinariamente complejo que la gente que está continuamente conectada en  un momento determinado es arrancada de ese sistema de mediaciones y se siente completamente indefenso y debería reeducarse. Es como un tema que hemos rozado aquí a veces en nuestras conversaciones, el de la pornografía: el que está saturado de pornografía en un momento tiene que reeducarse en el erotismo porque ya lo ha perdido. La pornografía no deja de formar parte de nuestro sistema visual de la posesión de todo, o una devolución inmediata de todo, y eso en la medida en que se puede nos exige en algunos casos una auténtica reeducación, como el ojo que busca de nuevo volver a sentir el placer de ver un gol en directo y no el gol a través de la repetición varias veces; y que si no le repiten el gol es incapaz ya de captarlo.

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17 de diciembre de 2008
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I. Una fiesta para regalar

La fiesta de la Purísima que se celebra a partir de las 6 de la tarde del 7 de diciembre cada año en Nicaragua, fue creada por los padres franciscanos en la ciudad de León en la primera mitad del siglo XIX, y con el tiempo se extendió as todo el país. Es la celebración religiosa que mejor encarna la tradición popular nicaragüense, y tiene un acento solidario, cada vez más extraño en estos tiempos de exaltación del egoísmo. Es una fiesta de dar. De repartir, y recibir. La gente entra a las casas donde se han levantado altares con la imagen de la Virgen, al grito de "¿quién causa tanta alegría?, y el grito de júbilo es respondido por otro: "¡La Concepción de María!". Y los participantes en esa romería reciben de los dueños de la casa frutas y golosinas, lo que se llama "la gorra". Cuando la jornada de visitas a los altares termina a medianoche, los más afortunadas han llenado sacos enteros con todo lo que han recibido de regalo.

Este año la Gritería fue como todos los años, sólo que "la gorra" disminuida por la pobreza y las dificultades económicas, no por la voluntad de regalar. Pero también se agregó a la fiesta de la Purísima el matrimonio Ortega, que convocó a los habitantes de Managua a presentarse frente al Palacio Presidencial, rebautizados por ellos dos como "Palacio de los Pueblos", para recibir su gorra: un paquete con arroz, frijoles, aceite de cocinar...ya les cuento lo que pasó. 

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17 de diciembre de 2008
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Annie Hall (2)

En realidad, hasta la llegada de Annie Hall a nuestras vidas, nuestras vidas habían estado llenas de fascinantes actrices, a quienes sólo se podía rendir culto, porque jamás podríamos parecernos, por ejemplo, a una Ingrid Bergman, despidiendo luz por todos los poros de la piel; ni a una misteriosa criatura como Jeanne Moreau; ni ser tan introspectivas como Liv Ullmann; o poseer la desenvoltura de Jean Fonda, ni la abrumadora sensibilidad de Meryl Streep. Por el contrario, en Annie Hall es Diane Keaton la que viene hasta nosotras, y por eso a través de ella pudimos reírnos con nuestras gracias y nuestras torpezas. Sin contar con que ese Alvy (Woody Allen), con quien mantiene relaciones, se podría llamar Pedro o Luis y ser nuestro propio novio progre y descontento de los setenta.

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17 de diciembre de 2008
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Baby you’re a star

Me divirtió mucho la columna que Touré escribió para The Daily Beast, el blog de Tina Brown. La tituló Babies! They're Just Like Stars y cuenta cómo, en el año de vida que lleva su hijo Hendrix (también, con ese nombre...), lo que más le sorprendió fue entender hasta qué punto tratamos a los más pequeños como si fuesen estrellas. /upload/fotos/blogs_entradas/jayz_y_beyonc_knowles_med.jpg‘Cuando uno camina por un salón detrás de Jay-Z o J-Lo, puede ver cómo las caras de todos los presentes se iluminan y el foco del lugar gira hacia ellos concediéndoles toda la atención. Lo mismo pasa cuando uno entra a un lugar con un bebé: todas las caras explotan de alegría y todos los ojos se vuelven hacia el pequeño', escribió.

‘Como la mayoría de las estrellas -prosigue- mi hijo tiene un entourage -asistentes personales que le consiguen cualquier cosa que quiera (Papá, Mamá, niñera), un chofer (Papá), una peluquera (Mamá), alguien que lo baña (Papá), un chef privado (Mamá). Y basta con que le gruña a la gente para obtener lo que desea. Cuando produce un desastre, siempre habrá alguien que lo limpie por él. Cuando se mete en líos, siempre habrá alguien que lo libre del problema. Para Britney se trata del abogado, del manager y del publicista que oculta su arresto a los medios, para Hendrix soy yo que lo agarro antes de que se caiga de la cama y se lastime. La única diferencia es de escala'.

Los parecidos continúan, dice Touré: ‘La gente siempre los está fotografiando. Son espeluznantemente egoístas. Son puro Yo. Se los reconoce por un único nombre. Se pasan el día jugando con sus juguetes. La gente viaja grandes distancias para verlos hacer lo que hacen. Y tienen muchas pero muchas más probabilidades que la persona promedio de pasar tiempo en público semidesnudos'.

Divertido, ¿no? Podríamos agregar: el vicio que los convierte en adictos a una bebida blanca -que no es vodka, en este caso-, la naturalidad con que chapalean en su propia mierda, la dificultad para armar una frase coherente y la compulsión a cambiarse de ropa veinte veces por día.

Por supuesto, esto no siempre ha sido así. Pero como ya se me ido muy largo, la sigo mañana. 

                                                           (Continuará) 

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17 de diciembre de 2008
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