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La gratuidad de la vejez en la economía evolutiva

Hay un aspecto de las preocupaciones del ingeniero británico al que hacía referencia que merecería ser reflexionada más despacio. Aubrey de Grey sostiene, tras otros, que la detención del envejecimiento sería tanto más plausible cuanto que el envejecimiento nada tendría de natural, si por tal entendemos aquello que responde a la lógica de la evolución: "En la naturaleza ningún animal llega a viejo- declara- porque o bien se muere de hambre, o lo hace en manos de un depredador". El argumento no es muy convincente porque hoy, desde luego, hay cantidad de animales  domésticos que viven mucho más de lo que sería útil para sí mismos y su especie, pero obviamente de Grey objetaría que se trata de casos en los que la naturaleza de esos animales ha sido modificada por el hecho de que no necesitan de sus facultades para subsistir.

En cualquier caso lo que parece querer decir es que, de atenerse a un orden en el que no hay símbolo y lenguaje (única cosa -dicho sea de paso- que puede conducir a que una especie se asigne a sí misma  el cuidado de las demás especies) ser inútil para la causa de la subsistencia significa exactamente eso: que vives sin contribuir  y que la economía de la subsistencia  se encargará de liquidarte. Afortunada o desgraciadamente (depende del grado de afirmación o de nihilismo respecto al destino humano en el que uno se encuentra), los hombres no estamos marcados exclusivamente por la lucha por la subsistencia; ello es incluso lo que nos singulariza dentro del mundo animal.

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26 de enero de 2009
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Krauze y Chávez

Lo interesante en el estudio que Enrique Krauze dedica a Hugo Chávez Frías (El poder y el delirio, Tusquets editores) no es tanto lo que dice sino su manera de decirlo. Hay algo específico en el proceso del historiador y ensayista mejicano para acercarse a la figura del líder de la revolución bolivariana que resulta interesante y a veces provoca el desconcierto de su lector.

Krauze no cambia su viejo método: como escritor, entrega pequeños paquetes (relatos de encuentros, notas históricas, reflexiones, entrevistas, etc.) en lo que es una manera transparente de acumular sus datos. Al final, su lector saca conclusiones que van de la aprobación al rechazo. Unas muestras:

1. El uso del "providencialismo estudiantil" para recordar cómo estudiantes mejicanos se solidarizaron con estudiantes venezolanos víctimas de la dictadura de Juan Vicente Gómez no produce nada. Y tampoco la voluntad de ver una semblanza entre los estudiantes venezolanos que se opusieron a Rómulo Betancourt y los que denuncian a Chávez. Cada generación inventa sus sueños y comete sus errores (aunque los estudiantes venezolanos de ahora me parecen muy acertados).

2.  La voluntad de leer la dimensión "teologicopolítica" de Chávez, de encontrar en la lectura de la historia latinoamericana hecha por el líder venezolano la lectura de una "sagrada escritura" es sumamente inteligente. El poder total es un poder temporal y espiritual. Chávez busca ser el profeta y escribir un nuevo evangelio; Krauze no es su apóstol.

3.  Me parece luminoso también la utilización de un texto de Carlyle sobre Cromwell (el primer europeo que hizo cortar la cabeza de un Rey, Carlos I, en Inglaterra). El colmo de la figura, claro, consiste en apoyarse en el comentario famoso de Jorge Luis Borges sobre este texto para explicar la voluntad de quedar impune de un líder como Chávez: "una vez postulada la misión divina del héroe, escribe Borges, es inevitable que lo juzguemos (y que él se juzgue) libre de obligaciones humanas. Es inevitable también que todo aventurero político se crea héroe y que razone que sus desmanes son prueba fehaciente de lo que es."

4.  Al final es dudosa la idea de llevar al lector al año 1959 para explicar la Venezuela de hoy a través del fracaso mediático del presidente Rómulo Betancourt frente al auge de Fidel Castro en Cuba. Al resucitar la figura de Betancourt (le dedica un capítulo entero) Krauze no explica al Chávez de hoy. La revolución bolivariana, no es una revolución cubana, soñada por los estudiantes venezolanos de 1958, y que se demoró 40 años. Hay que entenderlo: el delirio tiene talento para reinventarse sin utilizar la reencarnación de su poder en la figura de un militar jugador de pelota.

(PS: me gusta la neblina en la portada del libro, un poder revolucionario siempre se esconde)

 

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26 de enero de 2009
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Entre duendes y brujas, los morosos

En la Managua provinciana de los años 50 existía un personaje llamado Víctor de la Traba, cuyo oficio era cobrar cuentas a deudores morosos. Los acreedores recurrían a los servicios del experto cuando habían perdido ya toda esperanza, y entonces él comenzaba a aplicar sus métodos persuasivos sobre el renuente pagador. Uno de ellos era colocar a su puerta a un grupo de niños de la calle, a los que disfrazaba de duendes, con vistosos trajes rojos. Era un mensaje sin palabras. Todo el mundo que pasaba sabía que allí vivía un deudor remiso, y como eran tiempos en que la vergüenza tenía su propio poder, no pocas veces el procedimiento lograba su propósito ejemplar, y la deuda era saldada.

Ahora leo que en Lituania, otro cobrador de ingenio parecido al de Víctor de la Traba, ha establecido el procedimiento de usar no duendes, sino brujas. Y no mujeres disfrazadas de brujas, sino brujas verdaderas. Se trata de Amantas Celkonas, director de la firma de cobranzas Skolu Isieskojimo Biuras, con sede en Vilna. Para apurar a los morosos ha contratado los servicios de la famosa bruja Lilija Lobaciuviene, no para que se plante frente a la casa de los morosos y así meterlos en vergüenza, sino para que use sus poderes sobrenaturales en beneficio de los intereses de los acreedores. Skolu no ha explicado si la mujer se encargará de hacer que las deudas se cumplan con artilugios mágicos, ensalmos u oraciones, o por medio de amenazas de embrujamiento contra los perseguidos; los alfileres clavados en muñecos con la efigie del deudor, por ejemplo.

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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El Corto Maltés y la aventura de hoy

Una de las cosas que -me di cuenta recientemente- tiendo a hacer a fin de año, cuando la cabeza pide basta y el cuerpo reclama un tiempo blando, es releer viejas cosas que no pueden producirme más que un placer perfecto. Esta vez, sabrá Dios por qué, fue el turno de la saga del Corto Maltés , la más memorable de las criaturas creadas por el historietista Hugo Pratt. En estos días la estoy desandando en orden cronológico -no en el orden que fueron escritas, con La balada del mar salado en primer término, sino más bien respetando la cronología de la ‘vida' del Corto, lo cual pone al libro La juventud en el inevitable comienzo y a la aventura de Mu en último lugar.

Amo del Corto esa impronta bogartiana propia de Casablanca: la del aventurero cínico por fuera y romántico por dentro, que sólo se dice conmovido por el dinero y su interés personal al tiempo que arriesga su vida por los más débiles y por causas más grandes que sí mismo.

Me gusta también que insinúe un nuevo estadio del concepto de aventura que prácticamente nadie ha retomado desde entonces. El mismo Indiana Jones, criatura post-Corto aun cuando frecuente parte de su terreno, tiende más bien a reafirmar el viejo concepto de aventura: aunque el héroe es imperfecto, su accionar preserva la ‘perfección' del sistema. En cambio el Corto no colabora nunca con el sistema: más bien tiende a perder, poniéndose siempre en el bando de las causas sin futuro o de aquellos que están en inferioridad de condiciones. Quiero decir: puede ayudar al surgimiento de un liderazgo político -como hace en Brasil al ungir al por entonces pequeño Corisco de Sao Jorge- pero nunca asumirá algo similar sobre sus propios hombros. En parte por individualismo, imagino: el Corto ama su libertad y necesita girar por el mundo de manera incesante. Pero también por desconfianza inspirada en la experiencia. El Corto entiende que las luchas políticas son necesarias en este mundo; y también le consta que hasta sus mejores logros son limitados, o al menos perecederos: toda revolución esconde el germen de su propia corrupción, como le demuestra el destino de sus amigos Jack London y John Reed, como se desprende de la vida del portero de hotel con quien se relaciona en Ancona y que con el tiempo se convertirá en Josef Stalin.

El Corto no rehuye involucrarse: nunca pasa del mundo, asume los problemas que presenta como propios -aun cuando son ajenos, aun cuando perjudican a otros que no son él. En este sentido, el Corto es un romántico de izquierdas tanto como el Rick Blaine de Casablanca. Pero tampoco hace del mundo su obsesión, en la medida en que intuye que la vida -y por ende la aventura- tiene al menos tanto de sueño como de realidad.

Lo cual nos coloca en el umbral de este nuevo concepto de aventura que mencioné más arriba.



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La izquierda

De la misma manera que el keynesianismo es hoy el brazo mecánico del economicismo, las soluciones marxistas o neomarxistas, son los reflejos mecánicos de la izquierda. Pero ¿de qué ideas puede valerse la izquierda? La izquierda se halla prácticamente desaparecida en Europa y sólo se manifiesta a espasmos que recuerdan las burbujas de una ebullición recalentada. Tampoco la salud de la izquierda en Latinoamérica es capaz de sanar nada. Más bien el delirio se ha apoderado de las mentes de sus líderes y entonan grotescamente las malas canciones de tiempos pretéritos. La izquierda ha caído en el abismo del fin de una época y sus esfuerzos por salvar el vacío la dejan colgando patéticamente del recuerdo. La política progresista o como quiera que en adelante se denomine al movimiento que batalle contra la injusticia, la desigualdad, la corrupción y la falta de libertades aparecerá indefectiblemente de la participación directa y efectiva de los ciudadanos en una medida tan patente y eficaz que hará fácil observar las actuales votaciones como patéticos ejercicios de simulación, martingalas para que el poder ose declararse legítimo merced a esos rituales. Ningún partido político posee un proyecto a la manera de la vieja izquierda, pertrechada de ideología, de metas, de modelo social y productivo. La regla general de los partidos viene a ser la misma y converge en la mayor o menor capacidad para ganar en la liza de las campañas donde las ofertas son semejantes y ante todo decide la calidad del marketing. Pero de la misma manera que una nueva sociedad va naciendo de la creatividad de los muchos presentes en la red, la nueva política se hilvanará con las voces múltiples e independientes de los internautas siendo ya todos, al cabo, internautas nativos o de adopción, ciudadanos de una realidad hasta ahora desconocida y en marcha.  



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La montaña desencantada

De nuevo el ritual de Davos. En la estación suiza alpina, un año más, se reúne esta semana que hoy empieza la flor y nata del capitalismo mundial, además de un buen puñado de políticos, académicos, intelectuales y periodistas. El presidente del World Economic Forum, Klaus Schwab, ha evocado en su conferencia de prensa previa el espíritu de Thomas Mann, que situó la acción de su ‘Montaña mágica' en esta localidad balnearia y más en concreto en un sanatorio antituberculoso. La idea del sanatorio le ha aparecido útil a Schwab, a la vista del estado en que se encuentra la economía mundial, de la desaparición de la banca financiera de Wall Street y de la dificultad para hacer incluso un diagnóstico creíble sobre la profundidad de la recesión y marcar el calendario de salida. Los debates de Davos tienen un fuerte carácter anticipatorio: se trata de atisbar las tendencias, oler los nuevos aires, conseguir desde aquellas alturas una mejor preparación e información que quienes andan pos los valles y las llanuras. De ahí que el tema de este año no sea analizar la crisis sino la remodelación del mundo después de la crisis. Se da por descontando que el capitalismo saldrá de ésta y sanará, pero se supone que hay que aprovechar los aires alpinos para proporcionar los reconstituyentes de su vigorosa convalecencia.

La historia del WEF empieza de verdad en 1987, justo un poco antes de la caída del Muro de Berlín. Originalmente, desde el año 1971, había sido un estupendo encuentro sobre gestión de empresas, organizado por un profesor suizo que quería importar masivamente las técnicas y enseñanzas norteamericanas a Europa. Pero a finales de la década de los 80 se reveló como un lugar idóneo para la diplomacia paralela, de forma que la unificación alemana, las transiciones democráticas en Europa central y oriental, la reconciliación en Sudáfrica o el proceso de paz en Oriente Próximo contaron en un momento u otro con algún contacto decisivo o alguna declaración espectacular durante los cinco días de reuniones y mesas redondas de esta preciosa localidad alpina. Al terminar la Guerra Fría, pues, se convirtió en una plataforma de debate y concertación política internacional, un seminario de discusión económica y empresarial y, sobre todo, una gran feria de contactos y de exhibición de poderío económico.

La idea de un mundo globalizado, paralela a la imposición del pensamiento único capitalista y a la ausencia de sistemas alternativos, quedó identificada pronto con la reunión anual de Davos y con el ‘glamour' creciente del ‘nuevo capitalismo'. Samuel Huntington llegó incluso a acuñar la idea del Hombre de Davos, un guiño antropológico que proporciona la idea de un salto en la especie, al que muy pronto, en 1999, se opuso la idea del Hombre de Seattle, otra nueva especie, identificada con los manifestantes que protestaron contra la globalización en la cumbre de la Organización Mundial de Comercio.

Cada año leo en algún sitio que Davos ya no es lo que era. Y cada año el WEF suele ocupar un buen espacio en los medios de comunicación, lo que no es garantía de nada pero requiere como mínimo un análisis. Intentaré empezarlo hoy y seguir en los próximos días, desde Davos mismo, a donde voy a ir por segunda vez: estuve allí en 2000, el mismo año en que los antiglobalizadores llegaron hasta aquellas alturas, con José Bové al frente, para manifestarse contra el capitalismo global, antes de ser invitados a participar en el WEF. Hay pocas cosas que no estén al alcance de su presidente, Klaus Schwab: ¿por que no iba a invitar a quienes están en contra a convertirse en parte de la organización?

El WEF nunca ha sacado conclusiones y los compromisos que se le presumen, con el capitalismo por ejemplo, son presunciones, sólidamente basadas, por supuesto, pero en absoluto excluyentes de otras presunciones. Desde la primera ocasión en que asistí a Davos, y por lo que he ido siguiendo cada año, no han faltado nunca los foros alternativos: este año se discutirá de ciudadanía europea, seguridad alimentaria, derecho a la muerte digna o la paz en Oriente Próximo en el Foro Abierto, claramente crítico con la globalización, organizado por los iglesias protestantes de Suiza, y ya perfectamente integrado en el programa general. Regreso así a la pregunta que me hacía sobre el auténtico calibre de la reunión: además de la feria de las vanidades, que lo es y en grado sumo, es también uno de los lugares más interesantes y donde más puede aprender cualquier persona ocupada en observar la marcha del mundo.

Hans Castorp, el héroe de Thomas Mann, llega a Davos en tren desde Hamburgo, en un viaje largo y lento, con el propósito de permanecer tres semanas, que se alargan nada menos que seis años. Se supone que estamos en el verano de 1908, hace ahora un siglo, poco antes de la Primera Gran Guerra, en la que combatirá y quién sabe si morirá el personaje. El desplazamiento a la localidad alpina altera el espacio y el tiempo de Castorp y le desconecta del mundo, a pesar de que allí encuentra un microcosmos donde aparecen los reflejos y las tensiones de la vida que transcurre en los valles y llanuras. Es lo contrario del Davos actual, fuertemente conectado, trepidante, concentrado y, sobre todo este año, desencantado. Del mercado, de la desregulación, de los fondos de riesgo, del capitalismo financiero, de Wall Street en definitiva.

Entre los mensajes cruzados en los blogs, twitter, facebook, sms antes del foro ya se sobreentiende que habrá caras largas entre los capitanes de empresa. Y que habrá muchas ausencias: la clase dirigente del capitalismo se renueva y a veces cae y desaparece estrepitosamente arrastrada por la crisis de las empresas que cierran o son engullidas por otras. El profesor Schwab ha pedido, una vez más, un código ético de conducta para los empresarios, es decir, un capitalismo ético, la riqueza con reglas: un magnífico oxímoron mientras no se demuestra lo contrario. Hay otros temas que debieran suscitar la atención de los asistentes, como es la situación en la franja de Gaza, el estado del euro, la crisis en China, el futuro de algunas industrias como el automóvil o la prensa, pero no es nada seguro. ¿Interesan de verdad los sectores industriales en crisis o en decadencia en este lugar donde la presión de la moda es enorme? Veremos.

Obama, que es el político y el tema de la temporada, y suscita el máximo interés, no estará en Davos, a pesar de que los organizadores reconocen que lo han intentado. Y su recién instalado equipo tampoco estará muy bien representado. Estaba prevista la participación de Lawrence Summers, un clásico del foro, actual director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, y del general James Jones, nuevo consejero nacional de seguridad de Obama, pero no estará ninguno de los dos. Tampoco Timothy Geithner, el nuevo secretario del Tesoro, que no había confirmado su asistencia aunque todavía había esperanzas. Al final será Valerie Jarret, consejera especial del presidente para relaciones intergubernamentales y públicas, quien le represente en este primer Davos de su presidencia.

Sobre la presencia de unos y otros, el economista de la OCDE Javier Santiso ha escrito un artículo en Negocios/El País, en el que subraya algo que viene percibiéndose año tras año, como es la escasa participación española, que no se corresponde con el tamaño ni con la vocación internacional de nuestra economía. Hay pocos empresarios, apenas hay políticos (uno de los asiduos en su buena época era Jordi Pujol, que algún provecho sacó para Cataluña de esta diplomacia privada suiza) y, que yo sepa, nadie relacionado con las nuevas tecnologías. El aspecto más dinámico y regular de Davos es precisamente el de la creatividad y las empresas tecnológicas, donde la institución del profesor Schwab recupera su vocación primigenia de conferencia sobre gestión empresarial. Uno de los momentos más brillantes de la historia del WEF han sido los años de la nueva economía, a pesar de que a veces se haya llegado muy lejos con el espejismo de un crecimiento sin ciclos, palpablemente rechazado por la realidad en dos ocasiones desde 2000, la última de forma más que dolorosa.



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Buen arranque

Obama ha empezado bien, muy bien. Pluma en ristre en su mano izquierda, ha empezado a firmar decretos presidenciales, todos por el momento en la buena dirección. Sí, hay que estar atento a la obamanía y no abandonar en ningún caso el espíritu crítico. Hay que ir analizando y evaluando cada paso y estar atentos y vigilantes. Pero hasta el momento casi todo lo que han hecho Obama y su equipo está en perfecta sintonía con las expectativas creadas por su campaña y con las esperanzas suscitadas entre los electores y los ciudadanos de todo el mundo.

El primer paquete de medidas sobre el cierre de Guantánamo y la prohibición de la tortura y de las cárceles secretas ha marcado muy bien el territorio de los valores. Si es malo que el Estado se deslice hacia el terrorismo de Estado mucho peor es que se quiera legalizar el terrorismo de Estado y se convierta en una política y en un ejemplo político.  No valen los cínicos ataques de la derecha que denuncia supuestas hipocresías y demagogias en este tipo de gestos. Esta políticas a las que  hay que llamar terroristas, no antiterroristas, se hicieron públicamente y de forma ejemplarizante y hay que desmontarlas a la luz pública y de forma ejemplarizante. Obama ha empezado a desmontar el legado terrorista de Bush y no puede merecer más que los elogios de todos. De otra forma, se estaría constitucionalizando la vulneración de la constitución y proporcionando una pauta nefasta a los países que están o dicen estar en vías de democratización.

Hay quien ha criticado ya sus frases respecto a que hay que mirar hacia delante, dando a entender que no quería lanzar una purga generalizada contra los responsables de la anterior Administración. El propio Paul Krugman lo ha escrito. Yo creo que Obama no se equivoca: el presidente debe mirar hacia adelante y pedir a la gente que mire hacia delante; otra cosa es lo que hagan los jueces y los parlamentarios, los periodistas y los ciudadanos: es difícil poner puertas al campo. Lo normal es que se investigue a fondo todo este período, que las responsabilidades queden delimitadas y que se restituya el orden de las cosas, es decir, que se haga justicia. De momento, el Senado ha paralizado la nominación de Eric Holder como fiscal general, porque le piden una garantía tácita de que no perseguirá a los torturadores. Esperemos que no prosperen este tipo de cerrojos.

Deshacer todos los embrollos y aclarar todas las responsabilidades no será sencillo, pero si hay algún lugar en el mundo donde la justicia va haciendo su camino de hormiguita es en Estados Unidos. De manera que a esperar y ver. Más extraño y difícil será que los europeos hagamos nuestros deberes en relación a la política antiterrorista de Bush. Y hay tarea: ayudar a Obama a cerrar Guantánamo, aceptando algunos de los internados, e investigando ahora de verdad la cooperación ilegal europea con los vuelos y las cárceles secretas de la CIA. En mitad de la ola de obamanía, creo que a todos nos gustaría escuchar alguna palabra y contar con algún compromiso firme del Gobierno español con estos temas.

El segundo paquete de medidas tiene que ver con la instalación de Hillary Clinton en Foggy Bottom, los terrenos bajos y neblinosos a orillas del Potomac donde se halla la secretaría de Estado. También hay ahí toda una gestualidad de contenido político: la diplomacia volverá a ocupar el gran papel que ha tenido en la historia americana, e incluso más. El nombramiento rápido de dos negociadores experimentados y exitosos, uno en Irlanda como es Georges Mitchell, y otro en los Balcanes como es Richard Holbrooke, ambos de la etapa de Clinton, para Oriente Próximo y para Afganistán-Pakistán respectivamente es también todo un manifiesto. La claridad de Obama respecto a Israel es a la vez bastante alentadora: garantías máximas para la seguridad de Israel, algo en lo que todos los países europeos, según mi parecer, deberían alcanzar también el mismo nivel de compromiso, y a la vez resolución enérgica a favor de los derechos de los palestinos, ante todo a la vida.

Éste será el primer problema envenenado, porque ninguna de las dos partes está dispuesta a reaccionar positivamente a la presión  norteamericana. Israel se niega a levantar el bloqueo a que está sometida la franja y Hamas a abandonar el contrabando de armas. Éstas son las dos exigencias de Obama, que debiera obtener antes de que se rompa la tregua. Es muy difícil: Israel teme la reanudación del rearme de Hamas si se levanta el bloqueo y se queda sin la presión, hasta ahora inútil, sobre la población de Gaza para que la transmitan a sus dirigentes; los habitantes de Gaza no tienen más remedio que reivindicar el contrabando y los túneles, aunque sólo sea para abastecerse, aunque saben que las armas y las mercancías van juntas. A medida que pasan los días aflora con mayor evidencia el nivel de la destrucción, pero también de la saña con que se ha comportado Hamas dentro de la franja, sobre todo con sus conciudadanos palestinos de Al Fatah durante las tres semanas de hostilidades: se han dedicado a perseguirles y asesinarles, en una guerra dentro de la guerra que ya es toda una especialidad palestina. Durante los días de la invasión resulta que los aguerridos combatientes del partido islamistas han matado a más palestinos, quizás un centenar, que a soldados israelíes. No es extraño que se hayan declarado vencedores: lo han sido, pero no sobre Israel, sino una vez más sobre Al Fatah.

Tercera cuestión significativa, Obama ha querido mandar un mensaje rápido y contundente de que no permitirá la intimidación por parte de la extrema derecha religiosa. Estos grupos han impuesto desde 1984, durante las presidencias republicanas, que Estados Unidos retirara fondos de ayuda a todas las ong que realizan planificación familiar en países pobres sin comprometerse explícitamente en sus exigencias antiabortistas. Ayer ya desfilaban ante la Casa Blanca las primeras manifestaciones de esos supuestos defensores de la vida, tan proclives a simpatizar con la muerte bélica y con la pena capital. 



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El síndrome de Ambras

Portada del libro

Pilar Pedraza

Valdemar

 

 "Cabalgaban contra el viento. El vuelo de sus capotes de hule negro les hacía parecer gigantescos murciélagos. Grandes capuchones ocultaban sus sombreros, bajo los que desaparecían los rostros y las largas cabelleras despeinadas. Los guantes y las botas cubrían el resto. Aquella indumentaria no dejaba al aire ni una pulgada de piel, y sin embargo estaban  calados hasta los huesos".

 A estos jinetes les ha sorprendido la tormenta en el descenso de un peligroso camino de montaña. Lord Alexander Ashton, el jefe del grupo, avanza en la oscuridad desafiando al viento, la lluvia y los negros precipicios que se abren junto a los cascos de los caballos. Más atrás, y a bordo de un carruaje que recorre un camino más llano pero menos pintoresco, viajan las damas.

En unas pocas líneas más el lector va a recibir toda la información necesaria  para hacerse una composición de lugar: Lord Ashton y su esposa, la joven y delicada Lady Florence,  junto con su séquito de servidores, guías, perros y caballerías, se están adentrando en una naturaleza progresivamente hostil y salvaje, y lo hacen por motivos poderosos pero no del todo claros, y en los que juega un papel primordial el irreprimible deseo del jefe del clan -por no llamarlo manada- que le impulsa a adentrarse más y más en una naturaleza monstruosa y excesiva, pero a la que acude como en respuesta de una irresistible llamada.

Si en la novela negra la condición que posibilita el desarrollo de la acción es la sospecha universal -es decir, que la totalidad de los personajes principales hayan tenido el motivo, la oportunidad y los arrestos necesarios para cometer el crimen que fundamenta la trama- en la novela gótica, y en los relatos de aventuras en general, el motor que fundamenta la acción es la voluntad del protagonista por llegar hasta el final y conocer la razón última de esa  fuerza ciega, brutal y destructora (irracional) que le arrastra irremisiblemente al abismo. Salvo que, y el lector será puntualmente informado de ello, tal ansia por conocer responde a una necesidad física ineludible, pues el protagonista hace tiempo que viene experimentando unos inequívocos cambios físicos acompañados de unos anhelos y apetitos cada vez más urgentes. En el caso de lord Ashton el primer síntoma de alarma son unas durezas que han empezado a salirle en el extremo del dedo corazón de manos y pies y que cada vez se parecen más a una pezuña...  

La complicidad del lector, si este decide aceptar con todas sus consecuencias la propuesta que le ofrece el autor, contribuye poderosamente a impulsar el desarrollo de una acción que no tardará en cobrar impulso y precipitarse, en medio de toda clase de situaciones extremas y aventuras espeluznantes, hacia su inevitable final.

 En este caso la autora, Pilar Pedraza, es una veterana de la novela gótica y demuestra ser desde las primeras líneas digna de esa indispensable confianza de la que antes hablaba.  Es además una mujer culta y su prosa aporta todos los matices que exigen las diversas situaciones y aventuras que se suceden. Y en ese sentido es muy notable su habilidad a la hora de dosificar la información, mostrando u ocultando en cada momento aquello que mejor conviene a la narración. Y encima es una profunda conocedora de esa naturaleza oscura y terrible, poblada de criaturas monstruosas  pero que incluso podrían llegar a constituir un apasionante espectáculo  -y ahí está para demostrarlo el elenco de aberraciones de la naturaleza que pueblan  el circo de Magnus Dampierre, Doctor en Grandes Ilusiones y Director del Teatro Anatómico de Amberes-  si no fuera porque la barrera que separa a los actores del público es difusa y ni siquiera la riqueza, la educación y la superioridad moral te ponen a salvo, ni te garantizan que no lleves dentro una criatura similar a las criaturas que  exhiben en el escenario sus más íntimas deformidades.              

Su conocimiento del lado oscuro de la naturaleza hizo que hace unos años el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona se fijara en ella (junto con el antropólogo mexicano Roger Bartra) para montar una exposición titulada El salvaje europeo. Los textos aportados entonces por Pilar Pedraza no pueden ser más expresivos: El salvaje en la ciudad, espectáculo y enfermedad; La mujer, esa salvaje y El salvaje que todos llevamos dentro. El título general  de su aportación era El salvaje en su laberinto y la representación visual del mismo - que además fue elegido como imagen de la exposición - era un cuadro de Georges Watts  llamado El Minotauro y en el que se veía a éste apoyado en el muro de una terraza oteando ansioso el horizonte para detectar la llegada del barco en el que llegará la ración convenida de doncellas. Quienes vieran aquella exposición percibirán una curiosa familiaridad con muchas de las criaturas que acompañan a Lord Ashton en su precipitarse al abismo de su auténtica naturaleza.



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mientras no cambien las Biblias

Hace rato, quizá siglos, que los tiempos están cambiando. Tanto, que ya no nos reconoce ni Dios. No sé si porque lo asesinaron, porque no sabe, no contesta, no está o porque nunca estuvo. Y sin embargo se le espera. El salvador toma diferentes formas, diversos nombres, nacionalidades, colores y discursos. Esta semana, el Mesías viste de Obama. No confundir con Armani, aunque también está de rebajas y utiliza mucho el negro.

Los que practicamos una religión desorganizada pertenecemos a un impío desorden e invocamos a Nuestra Señora del Perpetuo Asombro -religión humanista presidida por el escritor germanoamericano Kurt Vonnegut, y que sustituye a Isaac Asimov, que ya estará en el cielo-, nos reconocemos por participar de un grupo disperso de seres humanos que no necesitan libros sagrados. Miembros de una religión sin Biblia, ciudadanos de poca fe que, sin embargo, se alegran con la llegada de un ciudadano creyente, elegante, poético y pragmático. Mesías terrenal capaz de hacer su sermón desde las montañas del Capitolio e ilusionar a millones de ciudadanos misericordiosos, pacíficos y mansos. No eran las bienaventuranzas, pero también estaban fabricadas con la materia que se fabrican los sueños. Como una bonita película de cine negro. Un documental que vieron legiones de crédulos, ingenuos, esperanzados, escépticos, malaventurados y otras tribus que poblamos el mismo imperio. No todos votamos, pero sufrimos las consecuencias. Un parecido idealismo harto de dejarse engañar por el libre mercado.

Mientras Aretha Franklin -no confundir con la Sophisticated Lady de Duke Ellington, ni falta que hace, con su luminosa voz, heredera del blues, ese misterio para quejarse que inventaron los negros norteamericanos- cantaba para la corte de Obama y sus invitados, el rey Juan Carlos, lejos del blues y cerca del drama, asistía en el Teatro Real al oratorio cantado de Edipo rey, con música de Stravinski y letra de Cocteau. Dos mundos muy diferentes, dos estilos, dos colores. El público de civiles, religiosos, militares y otras faunas que seguían en directo, o en plasma, el mayor espectáculo del circo democrático estaba formado por una mayoría de ciudadanos negros que bailaban, cantaban, coreaban como buenos fieles soñadores con que vendrán más años buenos, que nos harán mejores. Los sueños son baratos, no entienden de clases, ni de colores.

No tuve la fortuna de estar cerca de Obama, ni de los Kennedy, ni de los alegres negros de Washington. Me tuve que conformar con los pobres cortesanos sin corte que una tarde en que cambiaba el mundo volvimos a nuestros viejos complejos con Edipo, con el Rey, pero sin Obama. Recé una pequeña oración para que los angelitos negros se organicen bien, que aprendan de la Mafia y tomen Madrid. Queremos nuestro negro.

Publicado el domingo 25 de enero de 2009.



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26 de enero de 2009
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Desnudos frente al auditorio

Me voy a Madrid para participar en un ciclo de la Fundación March sobre figuras y mitos de la modernidad. Son "el librepensador", "el dandi", "el esteta" y "el bohemio", modelos que influyeron en la vida de millones de personas dispuestas a copiarles, así como en la actualidad lo hacen los deportistas, los cantantes o las maniquís. Es un conjunto bonito, como el de los santos. San Cristobalón, san Estanislao de Kostka, santa Eva de Adis Abeba, fueron modelos de conducta en tiempos más severos.

Me ha tocado el dandi, con tan mala fortuna que hablo después de Fernando Savater ("el librepensador"). Quien trate de complacer a una audiencia tras el paso de Savater se sentirá como si a Dany de Vito le pusieran la americana y los pantalones de Clint Eastwood y le empujaran a escena. Trato de superarlo en el AVE mientras veo la historia del robot Wall-e abandonado en un planeta cubierto de chatarra y sin vida humana. Me identifico sentimentalmente con Wall-e. Como corresponde a una gran compañía como Renfe, la película se rompe a la salida de Zaragoza y me quedo sin saber si Wall-e logra devolver la vida orgánica a la Tierra.

No es muy distinto de lo que quiero explicar sobre esa figura prehistórica que es el dandi, una pieza arqueológica de cuando Europa y América comenzaban a construir un mundo enteramente constituido por mercancías. Los dandis fueron los primeros escaparates humanos destinados a incitar la imitación, los primeros cuerpos convertidos en almacén de mercancías, las catacumbas de esa fantasía jurídica llamada derechos de imagen. De ellos vienen por una parte las actuales mercancías tipo Beckham, pero también las vanguardias más nihilistas, a partir de Duchamp, las que utilizaban el cuerpo humano como galería, obra de arte y creador, todo al mismo tiempo y en el mismo lugar.

Ha empezado de nuevo la película y a lo mejor acabo por ver el final. ¿Será nuestro mundo ese montón de chatarra que debe redimir Wall-e? ¿O descubriremos el modo de eliminar de nuestros cuerpos la pesada carga de las mercancías? ¿Será Obama un dandi?

Publicado el sábado 24 de enero de 2009.

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26 de enero de 2009
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