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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Una novela total siria

Rafik Schami. Fuente: pagina12 Un coctel que mezcla en sus clavadas 800 páginas Las 1001 noches, el Macondo de Cien años de soledad e incluso Romeo y Julieta escrita por el más conocido escritor sirio: Rafik Schami. De eso se trata la extensa El lado oscuro del amor, editada en España por Salamandra y reseñada por Martín Pérez para "Radar Libros". El retorno de la novela total en manos de un sirio:Si bien su primer éxito como escritor fue con una serie de cuentos infantiles, Schami también inició su carrera compilando la obra de exiliados como él. Y basculando entre estas dos vertientes ?la sencillez de la literatura juvenil y la didáctica del relato del universo del exiliado para la cultura que lo acoge? es que se ubican sus mejores trabajos, entre los que un volumen como el que se acaba de editar en castellano ?que supo ser la estrella de la feria de Frankfurt, dedicada a la cultura de Oriente, en 2004? se destaca largamente. No sólo por sus ambiciones sino también por la forma en que las alcanza, sin abandonar ninguna convicción por el camino. ?No soy partidario de lo que suele llamarse novela política, pero no se puede contar una historia ambientada en uno de los peores regímenes despóticos de Oriente como si no hubiese secuestros, guerras ni campos de prisioneros?, escribe el autor. ?Yo quería hablar del amor en condiciones extremas, y la política y la historia me sirven de requisitos y trasfondo de una novela sobre el amor prohibido en condiciones damascenas.? Novela de amor a Damasco, como se dijo, y narrada en breves capítulos que van construyendo un fresco enorme en base a una cotidianidad que es reconocible y al mismo tiempo terriblemente ajena para el lector occidental, El lado oscuro del amor es una fascinante revelación, un trabajo que recuerda las 1001 noches y Macondo, pero en el que todas sus leyendas se sostienen por un contundente ascetismo narrativo, que se celebra aun en los momentos más lineales, donde la historia de amor comienza a delinearse demasiado claramente. Y que se disfruta en muchos niveles, empezando por el relato oral, ese que pide siempre una noche más para seguir disfrutándolo. Tal vez por eso sea que, al llegar al final de sus 800 páginas, el lector esté tentado de repasar el comienzo. Que es el mejor elogio que se le puede llegar a hacer a un libro semejante.



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6 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El boom literario mexicano

Pabellón mexicano. Fuente: revistañ La revista Ñ ha publicado un reportaje sobre el éxito en Europa de la literatura mexicana última, cuyo síntoma más notable es la presencia en el Salón del Libro de París en marzo pasado. Además, las editoriales españolas (en especial Anagrama y Mondadori, acotan) publican a autores mexicanos, como paso previo a que lleguen a toda América Latina. El reportaje tiene varios ítems. Por ejemplo, el denominado "efecto patera":Por todo ello, aterrizamos en el DF, en busca de explicaciones al fenómeno. Este es el país con más hispanohablantes del mundo, 107 millones, pero dicen que "cuenta con más escritores que lectores". En efecto, su red de librerías deja mucho que desear - no así las de segunda mano, que se extienden exuberantes a lo largo de la calle Donceles-y se calcula que el 25% de las ventas de libros corresponden a ediciones pirata, una sangría para la industria editorial local. "Hay imprentas en el desierto, controladas por las mafias, que trabajan casi exclusivamente copiando libros", nos denuncia un editor. Otro dato desalentador es el progresivo cierre de suplementos y revistas literarios. En ese escenario - que contrasta con la gran creatividad de sus autores-es en el que han irrumpido las editoriales españolas, que ofrecen a los autores un caramelo: la posibilidad de ser publicados a la vez en varios países. El escritor Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976) lo llama efecto patera: "La industria editorial española se comió a la mexicana, y nos volvimos todos braceros literarios". Ándale.Otro ítem es el llamado "Adiós, crack":En una cosa coinciden todos: el crack ha muerto. En 1996, un grupo de escritores jóvenes se autocalificaba de modo semejante y suscribía un manifiesto, bajo el padrinazgo de Carlos Fuentes. Hoy, nada queda de aquello, según admite el propio Pedro ÁngelPalou (Puebla, 1966), uno de sus miembros - junto a Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Eloy Urroz y Ricardo Chávez-Castañeda-:"Nuestras novelas de entonces eran milenaristas, creíamos en el libro total, pero hoy las trayectorias de todos nosotros son anticrack. Eso es lo que sucede cuando firmas un manifiesto siendo tan joven", apunta con ironía.Y finalmente, no quiero pasar por alto el llamado "Laboratorio Bellatin":Muchos nos hablan de la influencia que Mario Bellatin (DF, 1960), director de la Escuela Dinámica de Escritores, ha tenido en ellos. Acaba de publicar El Gran Vidrio (Anagrama), tres insólitas historias montadas a base de "escenas que pudieran conformar una autobiografía fantasmal". Bellatin ve las formas narrativas tradicionales como "cáscaras sin contenido" y ha animado a muchos a experimentar. El primer relato de su libro está escrito como una lista, con cada frase numerada. Así, afirma, "si se hace la combinación entre ellos se puede conformar una serie de libros diferentes, cuyo número es imposible de determinar". Especialmente logrado es el segundo relato, con un narrador sufí, pues "la ironía, lo lúdico, el humor, lo aparentemente inocente son parte fundamental del sufismo". "Sólo de ese modo se puede conseguir la sensación de estar viviendo en el paraíso aquí y ahora. Yo hasta tengo un nombre musulmán...".



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6 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El pecado original del paraíso (fiscal)

El reportaje del periodista Brunnquell sobre los paraísos fiscales -emitido por Radio Televisión Española en su programa Documentos TV- precedió muy oportunamente a la cumbre del G-20.

Brunnquell nos cuenta su visita a los principales enclaves de impunidad fiscal y sus conversaciones con los directivos, abogados, gestores, testaferros y gerentes encargados de administrar esa extraña figura jurídica llamada "secreto bancario".

Con una desbordada gentileza los representantes de estas repúblicas monetarias lamentan la mala imagen que enturbia su eficiente oferta de servicios financieros. Al parecer, décadas de denuncias hechas por grupos de ciudadanos alarmados han convencido a la opinión pública del perturbador efecto causado en la economía global por estos territorios de impunidad.

La más notoria, sin ir más lejos, es el peso que los capitales huidos imponen al ciudadano de a pie: los asalariados o los empresarios ajenos a estas prácticas deben soportar el peso de los servicios públicos que aquellos se niegan a pagar.

Hasta ahora han sido solitarios periodistas o grupos "radicales" los que han puesto en evidencia la amnistía fiscal permanente que las grandes corporaciones, burlando sus responsabilidades sociales, conseguían para sus accionistas.

De ahí el extraordinario y extraño desenlace de esta histórica cumbre del G-20. Aunque los analistas han sorteado con escepticismo valorar las consecuencias inmediatas de los compromisos declarados, lo cierto es que es insólita la voluntad política de los jefes de gobierno por acabar con el secreto bancario y con los paraísos fiscales.

Sigamos de cerca este programa de acción y veamos cómo se enfrentan nuestros gobiernos a los monstruos que han dejado crecer en sus entrañas.



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6 de abril de 2009
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Ya viene llegando

Para los que leen francés, un post imprescindible publicado en la versión francesa del blog "Read Write Web" promete el éxito del libro electrónico. No hay mucho más que decir sino apuntar cómo cambian las cosas, pues se trata de un blog muy influyente en Francia...

(La chica de la derecha lee un libro en el soporte de Plasti Logic)

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6 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cautivos y desarmados. ¿La guerra ha terminado?

 

Nada había terminado. Los vencedores seguirían matando. Los rebeldes franquistas asesinarían más en la posguerra que en toda la guerra. Jorge M. Reverte, hijo de un ganador, de un soldado de fortuna que perdió otra guerra en la División Azul, lo recuerda en su libro sobre "el arte de matar". Y se pregunta: "¿Había algo que le impidiera al caudillo proseguir la matanza cuando las armas enemigas ya estaban en silencio?"

Las armas y las gentes. En silencio, con miedo, huidos, desterrados, encerrados, muertos, callados, escondidos, ocultos o disfrazados.

Había ganado el terror. Y no estaban solos. Santos Juliá, en su biografía sobre Azaña, asegura que España comenzó a ser gobernada por "la mezcla de crueldad y estupidez fundidas en el nuevo régimen". Reunión de disparates, de catástrofes que llevarían al poder a gentes capaces de hacer "generala" a la Virgen de Covadonga. De fusilar en nombre de Jesucristo. Para terminar con todo ese disparate tendrían que pasar años, décadas. Incluso hay quién piensa que ese ejército rebelde aún no está ni cautivo, ni desarmado. La guerra no ha terminado.

A éstas alturas de la contienda nadie debe ignorar que bestias, mártires, apóstoles, héroes y villanos hubo en los dos bandos. El que dude que vuelva a Chaves Nogales, el más independiente, el mejor que escribió a sangre y fuego sobre lo que pasaba, lo que vivía. Literatura sobre aquella guerra. Poetas de todos los lugares, de todas las emociones. Para no olvidarlos hay que leer la antología de Jesús García Sánchez, alías Chus Visor, que recoge los excelentes, los buenos y los otros poemas que se hicieron en la defensa de Madrid. La Capital de la Gloria que cayó, cuando no estábamos allí. Leer para no olvidar a los que aquí escribieron, a los que aquí murieron: "el tiempo olvidará, más no sus huesos", dice el poema de Stephen Spender.

Recuerdalo tú, recuérdaselo a otros. Eso es lo que hace Ignacio Martínez de Pisón. Recuperar los textos leídos, los partes escritos, de aquella guerra por prosistas que la vivieron- Ayala el más veterano, seguido de lejos por Delibes, Matute, Segovia o Zúñiga- o por otros que rompieron con el silencio de sus padres, de sus abuelos y que cuentan sobre una guerra que nunca conocieron pero que también perdieron.

Un  personaje de Zúñiga lleva una foto de Gerda Taro en su cartera. Imagen de la fotógrafa que murió con los tacones puestos en el frente de Brunete y que le podía condenar. Había que ocultar el pasado, reinventarlo para poder supervivir: "Pasarán años y olvidaremos todo, y lo que hemos vivido nos parecerá un sueño, y será un tiempo del que no convendrá acordarse". Eso decía el miliciano, el perdedor, que nunca olvidó.

"Olvidar es vencer", dijo el perdedor Juan Ramón Jiménez. Después lo dudó: "La fe se cura viajando. La duda no es una enfermedad"

 

 



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6 de abril de 2009
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Madonna y yo

Madonna está de gira por España, y yo la sigo en todos sus conciertos, o ella me sigue a mí, con gran despliegue de previsiones, preparativos y guardaespaldas. Torrelavega, Tárrega, Teruel, Titulcia, lugares quizá no muy idóneos para macro-conciertos pero todos empezados por t. En todos estoy presente. ¿Iba a llegar Madonna finalmente al pueblo, al hotel de la carretera donde soy su único ‘fan'? No se sabía, pero yo por si acaso estaba allí esperándola, confiado, aunque sin saber si ella me encontraría adecuado, lo suficientemente en forma, ya que cada vez que, en el pasado, nos encontrábamos, ella me examinaba escrupulosamente. Mi temor ahora era haber engordado demasiado de uno a otro concierto español.

     Una noche, Madonna no llega a su hora al sitio convenido donde, contratada para cantar, se la ha anunciado y las multitudes esperan. Secretamente, soy informado de que ella sí llegará. Es cuestión de paciencia. La espero durante muchas horas, toda la noche, pero llega, efectivamente, y se produce nuestro encuentro bajo el chaparrón que ha empezado a caer. Madonna se quita la gabardina, se sacude las polainas de tacón en la alfombrilla, me sonríe. La veo demasiado gorda. Me despierto.

 

EPÍLOGO.

Aunque nunca lo hago, puse el título ‘Madonna y yo' a este sueño que tuve hace dos lunes y anoté al levantarme. Como explicaba en el texto de presentación del blog, mi punto de partida en él es onírico, pero contaminado por lo diurno y lo real, sin interpretaciones de diván (no sería yo la persona adecuada para hacerlas). Por eso no le doy importancia al hecho de que en estas últimas semanas, y quizá el mismo día antes del sueño, hubiera yo visto fotos de la cantante norteamericana sobre la noticia del intento de adopción  de una niña en Malawi, un país africano que ahora mismo no sé dónde está. Ayer he sabido que un juez de Malaui ha rechazado la petición de Madonna, pese a contar ella con el apoyo del gobierno. La niña en cuestión, Mercy James, aparece retratada con los ojos turbios, al modo que ya es habitual en la prensa y la televisión para mostrar a la infancia y a la policía. Siempre que los veo, esos rostros difuminados de nuestros pequeños y nuestros guardianes de la ley me recuerdan las plasmaciones tópicas de las figuras humanas en ciertos cuadros de Magritte y de Dalí.

Algunas veces, las entradas de este blog serán el estricto recuento de un sueño. Éste es el primero de una serie que llamaré ‘Sueños relatados'.

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6 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El infierno en un frasco de caviar

Vladimirske Central es un antiguo penal que en la época del estalinismo servía, como tantos otros, para albergar a los prisioneros políticos víctimas de la represión. Actualmente sirve también para hacer turismo. Una agencia de viajes especializada organiza tours en el penal por la módica cantidad de 100 euros. La expedición consiste fundamentalmente en disfrazar a los turistas de presidiarios, con sus uniformes y números de identificación, proporcionándoles la emoción de pasar un día en las viejas celdas e incluso distraerse un poco en los destartalados talleres en los que tenían lugar los trabajos forzados. Como el turista-presidiario no puede quedarse con hambre también se le ofrece un rancho que imita el que recibían los presos.

Según contaba recientemente Vitali Shentalinski, uno de los investigadores que entraron en los archivos del KGB para estudiar los expedientes de los escritores represaliados, la propuesta turística de Vladimirske Central ha tenido tanto éxito que la agencia de viajes, desbordada por las peticiones, se plantea aumentar la tarifa de la excursión. La gente encuentra que ésta es muy emocionante y que el rancho que se proporciona es variado y abundante. Las cámaras digitales trabajan a toda velocidad y a la salida del penal, abandonado el uniforme de presidiario, los excursionistas se muestran unos a otros disfrazados de reos del feroz estalinismo.

No obstante, esto no significa que Stalin sea particularmente feroz para la Rusia de hoy. Junto a la más bien macabra anécdota de Vladimirske Central, Shentalinski también se refería a la paulatina dificultad de los historiadores para acceder a los archivos de la represión y a su temor de que la Rusia de Putin, con la excusa de un renacimiento nacional, abra el paso a una rehabilitación del tirano, no muy lejana si tenemos en cuenta que un 50% de los rusos actuales respetan el papel histórico de Stalin frente a una proporción muchísimo más baja hace una década. De la actitud de los jóvenes tampoco se puede esperar mucha variación pues o bien -como el resto de los jóvenes del mundo- saben muy poco de lo que pasó anteayer o bien se inclinan por el más crudo de los pragmatismos. La nieta de un antiguo detenido en Siberia declaraba que Stalin había sido "un buen manager". Nada menos.

No es de extrañar, por tanto, que hace unos meses los periódicos informaran de que Stalin, en una votación por televisión en la que habían participado millones de personas, había sido designado el tercer ruso más importante de la historia, tras Alexander Nevski, el primero, y un ministro del zar Nicolás II cuyo nombre no se citaba en la noticia.Para conseguir su relevante posición el padrecito Stalin había desbancado, para más ironía, a Pushkin; quizá no hay que dramatizar con estas estúpidas votaciones televisivas. Con este método el portugués más decisivo de la historia de Portugal resultó ser Oliveira Salazar, y si no recuerdo mal, en una gran demostración de conocimientos respecto al propio pasado, los televidentes norteamericanos eligieron a Ronald Reagan y los españoles, a Juan Carlos de Borbón. O, por el contrario, quizá sí que haya que dramatizar con estos resultados.

Como quiera que fuere el asunto de la hipotética rehabilitación de Stalin se cruzó continuamente en mi memoria cuando el otro día vi un espléndido documental francés titulado La historia secreta del archipiélago Gulag. Es una película realizada el año pasado por Sean Crépu y Nicolas Miletitch en la que a través de la última entrevista a Alexander Soljenitsin dos meses antes de la muerte de éste, se revela paso a paso la prodigiosa composición del Archipiélago Gulag.

Cuando apareció este libro en 1973, primero en Francia y luego, rápidamente, en varios países europeos la campaña contra Soljenitsin fue demoledora por parte de muchos medios izquierdistas, un eco de la orquestada desde Moscú. En aquel entonces yo era estudiante y recuerdo perfectamente la opinión de diversos intelectuales que tenían prestigio entre nosotros, los estudiantes, contra Soljenitsin. Para ellos, Un día en la vida de Iván Denisevitch resultaba aceptable, una buena novela sobre la desestabilización en la Unión Soviética, pero Archipiélago Gulag era pura y duramente un producto "anticomunista". Soljenitsin fue sucesivamente un agente de la CIA, un místico, un paranoico. Con el tiempo desapareció lo de "agente de la CIA" y Soljenitsin, pese a haber ganado el Premio Nobel de Literatura en 1970, permaneció en una suerte de limbo de la cultura literaria contemporánea como un "loco místico".

No sé, ni me importa, si Archipiélago Gulag es una de las cumbres literarias del siglo XX. Lo que sí sé es que es el libro más decisivo de esa centuria, el único capaz de ofrecer a los que sufrieron cruelmente el totalitarismo una vindicación y una catarsis que, si afecta particularmente al pueblo ruso, se extiende asimismo al mundo entero. Aunque pudiera llegar una siniestra rehabilitación de Stalin la sola existencia del Archipiélago Gulag es un juicio permanente contra la brutalidad del totalitarismo y un tribunal de la memoria más duradero que cualquiera que pudiera poner en marcha, como de otra parte sería su obligación democrática, el Estado ruso.

Precisamente esto es lo que demuestra fehacientemente el documental de Jean Crepú y Nicolas Miletitch. En él un Alexander Soljenitsin envejecido, extremadamente delgado, terminal, se saca definitivamente la máscara de "loco místico" y revela con extraordinaria lucidez que culminó en su libro. Es difícil que ningún texto reciente haya requerido tantas energías y comportado riesgos semejantes. Antes de Archipiélago Gulag, nadie, ni en Rusia ni en Occidente, tenía una imagen del inmenso conjunto carcelario creado por Stalin. Se conocían los sufrimientos particulares pero no el dibujo global que permitía recuperar la grandeza de estos sufrimientos y advertir a la humanidad futura.

La película expresa el coraje y la tenacidad de Soljenitsin, a menudo, aislado en los largos años de escritura del libro. No obstante, más allá del escritor desfilan por los fotogramas los héroes anónimos que contribuyeron a la obra tanto como él: los centenares de presos que dieron su testimonio, las tres mujeres que mecanografiaron el texto, el cineasta que lo microfilmó, los cómplices que lo escondieron, los campesinos estonios que dieron refugio al autor, el periodista sueco que se mantenía en guardia, el hombre que finalmente, arriesgó la vida para llevarse a París el microfilme del libro ¡dentro de un frasco de caviar!

Qué maravillosa paradoja que un recipiente tan pequeño pueda contener tanta pasión, tanta resistencia y tanta libertad.

 

El País, 28/03/2009



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6 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La historia del crimen

Cuando se cuenta la historia de la literatura policial, se suele decir que Poe inventó el género a mediados del siglo XIX, con tres cuentos protagonizados por Auguste Dupin -"La carta robada", "Los crímenes de la calle Morgue", "El asesinato de Marie Roget"--; su detective, paradigma de la razón en Occidente, era capaz de resolver casos sin necesidad de visitar la escena del crimen: le era suficiente el procedimiento deductivo. Los ingleses radicalizaron el modelo: desde Conan Doyle hasta Agatha Christie, triunfaron los hombres que confiaban en las "células grises" (Holmes, Poirot). En el siglo veinte, llegaron los norteamericanos con la novela negra: Chandler, Hammett y Cain trasladaron al detective de las grandes mansiones en la campiña inglesa a las calles de la ciudad corrupta. La razón ya no era suficiente, ahora valían los puños y cualquier otro artilugio violento para atrapar al criminal.

Se cree que la literatura policial contemporánea es una mezcla de estas dos vertientes. Están los razonadores -con Fred Vargas a la cabeza--, los seguidores del modelo noir --Connelly y Pelecanos, entre muchos otros--, y los que son una mezcla de ambos -Rankin, Camilleri. Esta historia es muy anglosajona, y le faltan otros capítulos: por ejemplo, la crítica devastadora de Borges al género, en "La muerte y la brújula", y, sobre todo, la obra de los suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö en diez novelas conocidas como "La historia del crimen" (1965-1975). El relanzamiento de Sjöwall y Wahlöö en España a través de la "serie negra" de RBA, y en Estados Unidos en la serie Black Lizard Crime de Vintage -cuatro novelas publicadas, dos más en junio--, permite apreciar cómo su contribución al género es tan imponente que se ha vuelto invisible.

Martin Beck es el detective principal de Sjöwall y Wahloo. Beck es un hombre normal, alejado de los grandes intelectos como Sherlock Holmes y Hercules Poirot, y también de los cínicos románticos como Philip Marlowe; a veces le funcionan sus intuiciones, pero otras, como en El hombre que ríe --la mejor novela de la serie--, sus errores retrasan la resolución del caso. Beck arrastra un matrimonio fallido -sigue casado, pero discute todo el tiempo con su mujer y prefiere dormir en el sofá--, y se dedica por completo a su trabajo: ser policía no parece más importante que ser arquitecto o albañil.

La normalidad de Beck no es tan original: le debe mucho al Maigret de Simenon. El gran logro, sin embargo, no tiene tanto que ver con la creación de un detective -eso sería repetir el modelo tradicional--, sino mostrar todo un procedimiento, todo un cuerpo de policía en acción. En "La historia del crimen", importan mucho las relaciones entre los distintos miembros de la Jefatura de policía de Estocolmo: la admiración, los celos, el resentimiento que existe entre Beck, Kollberg, Melander, Larsson y Rönn ayudan tanto como entorpecen la buena marcha de un caso. También son claves los interrogatorios tediosos, las pistas falsas, la rutina que parece no conducir a ninguna parte. Y ni qué decir de los largos momentos en los que Beck desaparece de la escena y la resolución la lleva a cabo otro policía: en El policía que ríe, el novato Stenström es el que se enterca con una pista hasta resolver el caso; en El hombre en el balcón, Beck y Kollberg arrestan al hombre equivocado, pero unos simples agentes de radiopatrulla, Kristiansson y Kvant, son quienes dan con el asesino.

Sjöwall y Wahlöö estaban casados y eran conocidos periodistas de izquierda. Su meta era usar el género policial para criticar el estado de bienestar sueco, para ellos una blanda versión del capitalismo burgués. Esas críticas son algo estridentes y panfletarias; puede que sean correctas, pero no los leemos por eso. Los que creen que el policial sueco comenzó con Henning Mankell y Stieg Larsson harían bien en darse una vuelta por "La historia del crimen". Descubrirían que todos los escritores de novela policial hoy, incluso los que no los han leído, tienen una deuda con Sjöwall y Wahlöö.

(La Tercera, 6 de abril 2009)



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6 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El peso de la(s) palabra(s)

Las palabras tienen vida propia. Quiero decir: suelen dejar que las usemos, que al dictarles orden e imponerles sentido nos creamos a cargo, cuando en realidad son ellas las que mandan. Tiempo después de haber sido dichas, o escritas (porque las palabras no tienen apuro), se las ingenian siempre para demostrarnos que en realidad aludían a otra cosa; o bien que su mensaje no era cosa del pasado, del momento en que fueron articuladas, sino del futuro que tenemos ad portas. En el primero de los casos, regresan como comedia. En el segundo, como profecía que en su propio tiempo fue desatendida.
    Ejemplo de lo primero. El sábado vuelvo a ver Rear Window, de Alfred Hitchcock. En la primera de las deliciosas escenas que comparten Thelma Ritter y James Stewart, Ritter sostiene que ella tiene olfato para los problemas. Y procede a explicarlo de la siguiente manera:
    ‘¿Se acuerda del crash del 29. Yo lo predije. En esa época trabajaba de enfermera de un director de General Motors. Tiene problemas en los riñones, decían los demás. Es un problema de nervios, decía yo. Entonces me pregunté: ¿qué razón tendría General Motors para estar tan nervioso? Sobreproducción, me respondí. Colapso… Cuando GM tiene que ir al baño diez veces por día, el país entero debe estar a punto de explotar’.
    Quien quiera oír resonancias del actual trance de General Motors y de los Estados Unidos en general, puede.
    Corte. Pasamos al segundo ejemplo.
    ¿Recuerdan que pocos días atrás cité aquí mismo unos párrafos del libro Opium: A History, de Martin Booth, donde narraba cómo se narcotizaba a los niños pobres de la Inglaterra victoriana para que no jodiesen ni de día ni de noche? Me había impresionado ese fragmento porque sugería que los tiempos no habían evolucionado tanto como querríamos creer: ahora los opios son diferentes, pero se sigue intentando narcotizar a los niños pobres para que no jodan ni de día ni de noche –ni en las calles ni en las escuelas.
    Ayer domingo abro el diario Página 12. En el artículo de sus páginas centrales, Mariana Carbajal informa sobre un grupo de adolescentes que están encerrados en una clínica neuropsiquiátrica para adultos de la Capital Federal. Hijos de un doble desamparo (social y familiar), deberían estar en centros para menores o incluso externados. Sin embargo permanecen en cautiverio desde hace demasiado tiempo –y sobremedicados como los niños victorianos, para que no jodan a sus cancerberos.
    Vivimos en sociedades que tienden a encerrar a sus pobres y a sus locos en ghettos. Y que recurren a eufemismos, frases bañadas en amianto, para preservarse del fuego de la verdad.
    Hay frases que conozco desde hace mucho, pero que sólo con el tiempo van revelando su sentido más profundo. Por ejemplo esta, que no sé dónde oí y cuyo autor ignoro: somos tan buenos como el trato que damos al más débil de nosotros.



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6 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Maestros instantáneos

  Entre los amigos de mi hijo hay uno especialmente apático, que está a punto de terminar la secundaria básica. Le importan poco los libros y para sus padres ha sido un dolor de cabeza lograr que llegue hasta noveno grado. Hace una semana me enteré que se apuntó para hacer una carrera pedagógica. Pensé que me hablaban de otro muchacho porque, al menos el que conozco bien, carece de toda vocación o aptitud para pararse frente a un aula. Cuando quise conocer sus motivaciones, me aclaró mis dudas al explicarme: ?Me voy para el pedagógico porque se estudia en la ciudad y no me quiero becar en el campo?. Un porcentaje muy elevado de los que seleccionan una especialidad pedagógica -me atrevería a aventurar que casi todos- lo hacen porque no les queda otra opción. Son esos estudiantes que por sus malas calificaciones no pueden aspirar a una especialidad informática o a un pre universitario de ciencias exactas. En menos de tres años de formación, están parados junto a una pizarra con alumnos a los que apenas superan en edad. Sin estos ?maestros instantáneos? las aulas se quedarían vacías de profesores, pues los míseros salarios han generado un éxodo hacía sectores mejor remunerados. Me asusta pensar en los jóvenes que se formarán bajo el marcado desinterés y la poca formación de este muchacho que conozco. Tengo terror de ver llegar a mis nietos diciéndome que ?la estrella de la bandera cubana tiene cinco puntas, porque representa a los agentes cubanos presos en cárceles norteamericanas?, o que ?Madagascar es una isla en América del Sur?. No exagero, anécdotas como esas tenemos un motón los padres con niños formados por maestros emergentes. Si tan noble profesión sigue siendo ocupada por los que menos se esfuerzan, bien mal será el nivel educativo de las generaciones que vienen. Ya un profesor se lo confesó a mi hijo y a sus colegas, cuando comenzaban el séptimo grado: ?Estudien mucho para que no les pase como a mí, que tuve que terminar siendo maestro por mis malas notas?.



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6 de abril de 2009
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