Jean-François Fogel
En la larga lista de los viajeros seducidos, transformados, enloquecidos y hasta convertidos por su descubrimiento de México (DH Lawrence, Sybille Bedford, Malcom Lowry, B Traven, etc.) André Pieyre de Mandiargues (1909-1991) ocupa una posición aparte. Por una razón obvia: era un hombre aparte. Estaba y no estaba. Aunque fue muy cercano a los surrealistas, nunca se vinculó al movimiento. Pasó lo mismo con el grupo de la NRF (Nouvelle Revue Franaise) de Gallimard que consiguió no más que un coqueteo suyo. Y a pesar de ganar el premio Goncourt (con La Marge en 1967) no pertenece a la lista de los autores comerciales. Era Mandiargues, autor de cosas preciosas, de novelitas preocupadas por el erotismo, de cuentos parecidos a poesía en prosa y al final de lo que podríamos llamar viñetas en prosa de gran calidad. Tiene una obra amplia que no siempre fue traducida al castellano (el libro más fácil de encontrar es su novela La motocicleta sobre el efecto combinado del deseo y del tiempo en un momento de esperanza).
La Maison de l’ Amerique Latine aprovecha el centenario de Mandiargues para organizar una pequeña exposición de una calidad increíble dedicada a sus Páginas mexicanas. Documentos, libros, cartas: hay de todo pero sobre todo fotografías de la esposa del escritor, Bona. Mandiargues hizo con ella, en 1958, un viaje a México que tuvo varias consecuencias, pequeñas y como siempre con él, de gran calidad. Antes de todo fue un enamoramiento definitivo: varios textos, libros, cuentos son el testimonio de su pasión mexicana. Existe una serie de Belvdre: libros que recopilan las notas o creaciones del escritor sobre México. La otra consecuencia no fue menor: su encuentro con Octavio Paz. Mandiargues es la persona que abre la editorial Gallimard al futuro premio Nobel y le asegura su visibilidad en Europa. La exposición cuenta, muestra, lo que fue la amistad entre los dos hombres.
Al final, hay una especie de nostalgia en las fotografías de Bona Mandiargues (como la que viene con este post). Se ve a México antes de la tan violenta migración de la población del campo a las ciudades, se ve a Paz antes de su gloria universal, se ve a lo que eran los viajes antes del turismo de masa. Un libro de Gallimard, Pages mexicaines, ofrece el contenido de la exposición en una buena compaginación y ubica a Mandiargues de manera definitiva al lado de los escritores franceses amantes de América Latina: Supervielle, Drieu La Rochelle, Lévi-Strauss. Hay que quedarse mucho tiempo en México, escribe Mandiargues; entonces uno ya no es un viajero y el país se encierra sobre él con una potencia que no se puede describir.