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Saint Julien le Pauvre

En el París que en los años setenta constituía un árido refugio para jóvenes- a veces rayanos en la adolescencia- huidos de sus lugares de origen en razón de acoso político, miseria económica, desazón sentimental... o todo a la vez, era curioso comprobar como algunos de ellos, que nada tenían de religiosos, que  repudiaban todo lo que procedía de los aparatos vaticanistas o análogos, que enfatizaban el carácter de narcótico de las esperanzas  religiosas, que denunciaban el freno que estas  suponían  a la hora de asumir lo objetivamente miserable de las condiciones sociales existentes y la necesidad de subvertirlas...coincidían en la misa cantada dominical de la pequeña iglesia maronita de "Saint Julien le Pauvre", ubicada junto al Sena en un pequeño jardín desde el que se abarca Nôtre Dame.

Alguna vez he tenido ocasión de decir que lo desolador de las grandes construcciones ideológicas hoy imperantes [1] es que tienen los rasgos de las religiones, pero que no dan lugar a la erección de catedrales. Ni catedrales, ni cantos...esos cantos que sí se escuchan aún en Saint Julien le Pauvre y que no son expresión de una asténica representación  erudita, sino de una exigencia de trascender la finitud, exigencia para la que el lenguaje -en su origen quizás indisociable del canto- es una promesa,  y Dios quizás sólo la palabra que imaginariamente la encarna.

Ello era transparente  en el caso de Pascal, y lo es quizás más aún en el del gran Peguy  En ambos casos la apuesta se halla en las antípodas de un timorato refugio en la sinrazón. Pues no se trata de  salvar  la  propia individualidad, sino por el contrario de fundirla en lo que constituye su esencia, siendo casi lo de menos que a tal esencia se de el nombre de Dios. Como en alguna ocasión tuve ocasión de decir, no es en absoluto necesario comulgar con dogma irracional alguno para hacer propia la tesis de que efectivamente "en el principio está el verbo". Basta simplemente por entender por principio aquello que da sentido y que permite la única aprehensión del mundo que nos sea dada a los humanos. Se trata simplemente de asumir que si la palabra es lo que da significación, sin la palabra todo es insignificante.


[1] Por ejemplo la concepción de la ecología que postula la exigencia de luchar por la preservación del orden natural, no en razón de que así lo exige el bienestar material y espiritual de la humanidad, sino como si la naturaleza fuera un objetivo en sí, una causa final con independencia del hombre.

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13 de abril de 2009
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Una pasión mexicana

En la larga lista de los viajeros seducidos, transformados, enloquecidos y hasta convertidos por su descubrimiento de México (DH Lawrence, Sybille Bedford, Malcom Lowry, B Traven, etc.) André Pieyre de Mandiargues (1909-1991) ocupa una posición aparte. Por una razón obvia: era un hombre aparte. Estaba y no estaba. Aunque fue muy cercano a los surrealistas, nunca se vinculó al movimiento. Pasó lo mismo con el grupo de la NRF (Nouvelle Revue Franaise) de Gallimard que consiguió no más que un coqueteo suyo. Y a pesar de ganar el premio Goncourt (con La Marge en 1967) no pertenece a la lista de los autores comerciales. Era Mandiargues, autor de cosas preciosas, de novelitas preocupadas por el erotismo, de cuentos parecidos a poesía en prosa y al final de lo que podríamos llamar viñetas en prosa de gran calidad. Tiene una obra amplia que no siempre fue traducida al castellano (el libro más fácil de encontrar es su novela La motocicleta sobre el efecto combinado del deseo y del tiempo en un momento de esperanza).

La Maison de l' Amerique Latine aprovecha el centenario de Mandiargues para organizar una pequeña exposición de una calidad increíble  dedicada a sus Páginas mexicanas. Documentos, libros, cartas: hay de todo pero sobre todo fotografías de la esposa del escritor, Bona. Mandiargues hizo con ella, en 1958, un viaje a México que tuvo varias consecuencias, pequeñas y como siempre con él, de gran calidad. Antes de todo fue un enamoramiento definitivo: varios textos, libros, cuentos son el testimonio de su pasión mexicana. Existe una serie de Belvdre: libros que recopilan las notas o creaciones del escritor sobre México. La otra consecuencia no fue menor: su encuentro con Octavio Paz. Mandiargues es la persona que abre la editorial Gallimard al futuro premio Nobel y le asegura su visibilidad en Europa. La exposición cuenta, muestra, lo que fue la amistad entre los dos hombres.

Al final, hay una especie de nostalgia en las fotografías de Bona Mandiargues (como la que viene con este post). Se ve a México antes de la tan violenta migración de la población del campo a las ciudades, se ve a Paz antes de su gloria universal, se ve a lo que eran los viajes antes del turismo de masa. Un libro de Gallimard, Pages mexicaines, ofrece el contenido de la exposición en una buena compaginación y ubica a Mandiargues de manera definitiva al lado de los escritores franceses amantes de América Latina: Supervielle, Drieu La Rochelle, Lévi-Strauss. Hay que quedarse mucho tiempo en México, escribe Mandiargues; entonces uno ya no es un viajero y el país se encierra sobre él con una potencia que no se puede describir.

 

 

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13 de abril de 2009
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Grandioso éxito educativo

Acabamos de cerrar los exámenes del primer cuatrimestre. Como cada año, los profesores tragamos saliva y ponemos notas estupendas. Un amigo me escribe muerto de risa. Dictó una pregunta tirada: "¿Crees que la obra de arte es intemporal?". Viejo asunto que viene del siglo XVIII. Algunas respuestas: "En el panorama musical muchos grupos han recuperado éxitos pasados convertidos en hits en las listas más actuales. Es el caso de numerosas canciones del grupo "Platero y Tu"". Otro: "Hemos de distinguir por intemporal si la obra original perdurará (físicamente), o si su significado es válido siempre, sea la época que sea. Después de hacer toda esta reflexión...". Y otro: "En el garaje de mi casa hay una lona tapando un coche. Mi padre dice que este coche es una obra de arte, que es uno de los primeros que inventó la Seat y que por esto lo guarda con tanto amor. Dice que vale mucho dinero y que con el paso del tiempo mucho más. No estoy muy segura de si es o no una obra de arte pero de lo que sí estoy segura es que sin el paso del tiempo y sin el contexto en que se creó ahora tendría el garaje libre para hacer lo que quisiera."

    No son los peores, sólo dan ese tono general de guardería infantil. Pero una alumna francesa de Erasmus escribe: "Como sugiere René Char: "Lo que viene a este mundo sin disturbarlo no merece ni atención ni desprecio". Lo que significa que cualquier objeto o creación puede recibir una crítica si es portador de sentido. Si la creación produce interrogantes, entonces la imagen sólo vale por las ideas que crea." Y siguen dos folios escritos por un adulto. Lo habitual del Erasmus.

    Parece como si el gran problema educativo de este país fuera el plan Bolonia. El plan Bolonia trata de integrar la universidad española en Europa, pero quizás no merezca la pena. Hace ya tantos siglos que no formamos parte de ese continente... El nuevo ministro de Educación, persona respetable y respetada, tendrá que decidirlo. ¿Quiere que alguna vez haya estudiantes europeos en España que no sean Erasmus? Pues comience por el bachillerato. No existe.

Artículo publicado el sábado 11 de abril de 2009. 

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13 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Acción de gracias

La columna que Maruja Torres publicó ayer en el dominical de El País, titulada Gracias a las bandas, me recordó que la muerte de Maurice Jarre se me escapó entre los dedos, como si hubiese sido una noticia más. Y no lo fue ni lo es, al menos para mí. Aunque más no sea por la música que Jarre compuso para Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago y The Year of Living Dangerously (tres de mis pelis favoritas, dicho sea de paso), le estaré eternamente agradecido.  
    Maruja Torres habla de la forma en que todos nos apropiamos de ciertas músicas como banda sonora de nuestras vidas. Alguna vez hemos conversado aquí del asunto, pero Torres hace hincapié en la predilección por la música de películas que nos han marcado mucho. Resulta casi inevitable que, más allá del valor intrínseco de esas composiciones, les carguemos encima sentimientos que el film nos ha inspirado. Cuando suena el tema principal de Lawrence de Arabia, cualquiera que haya disfrutado del film se  transportará de inmediato a un paisaje de ensueño y conectará con el deseo de vivir aventuras que no estén por debajo de lo épico.
    Maurice Jarre tuvo la fortuna de componer música para películas increíbles (podría agregar La hija de Ryan de David Lean y Witness de Peter Weir), y siempre estuvo a la altura del desafío. Cuando un artista así muere, uno siente la estúpida necesidad de expresarle agradecimiento aun cuando ya no pueda oírnos. Porque sus obras constituyen una puerta de acceso inmediato a recuerdos felices y a los mejores sentimientos que llevamos dentro, y seguirán teniendo el mismo efecto beatífico mientras vivamos.
    Los artistas no tienen otra forma de medir el impacto de sus obras que las ventas, las críticas y los premios. Cuán parcial y cuán equívoca es esta medida. Ojalá existiesen mejores formas de homenajear a aquellos que, objetivamente, han hecho de nuestras vidas algo mejor de lo habrían sido sin su intervención prodigiosa.



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13 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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L?Aquila

He leído en un reportaje sobre el terremoto en los Abbruzzos que los supervivientes, desesperados, impotentes, se preguntan por qué el destino los ha elegido a ellos y a su tierra como campo de la tremenda catástrofe. Es una pregunta que nunca tendrá respuesta, aunque invariablemente nos la hacemos cuando la infelicidad viene y llama a nuestra puerta, como si en cualquier parte del universo existiese un responsable al que pedirle cuentas por los males que nos suceden. Muchas veces no hay tiempo para nada más que ver la muerte de frente, o ni siquiera para eso, cuando una bomba revienta a diez pasos o el cayuco se deshace en pedazos con la costa ahí mismo, al alcance, o cuando la inundación arrastra casas y puentes como si de obstáculos insignificantes se tratase, o cuando el alud o el desmoronamiento de tierras sepultan a poblaciones enteras. Nos preguntamos por qué a nosotros, por qué a mí, y no hay respuesta. Jacques Brel también se preguntó: ?Pourquoi moi? Pourquoi maintenant?? - y murió. Es el destino, decimos, y en él no está escrita la palabra resurrección. Es bueno saberlo porque, verdaderamente, el mundo no está para resurrecciones. Ya basta con lo que basta.



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13 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pascua sin descanso

Nunca había visto algo así. Y porque nunca lo había visto lo reseño. No porque sea un capítulo destacable de política interior después de otro excepcional de política exterior. La secuencia ha sido exactamente ésta, pero la razón de mi admiración es otra: a fin de cuentas en otras ocasiones habíamos visto un movimiento similar de diástole y sístole, primero me abro al ancho mundo y luego me ocupo de los asuntos de casa. Lo raro y reseñable es la coincidencia de esta transición gubernamental con las vacaciones de primavera, estos breves días de asueto frecuentemente acompañados de lluvias y viento en los que cristianos y judíos celebran las respectivas pascuas. Como raro y reseñable es el punto de concentración al que ha llegado el repliegue político: la principal cantera de donde el presidente Zapatero extrae los relevos es el propio partido, su presidente Manuel Chaves, su secretario de organización, José Blanco?; o una ministra de larga experiencia como Helena Salgado. E incluso los modos con que arranca su labor de Gobierno, sin dejar respiro para el descanso pascual; o mejor dicho, dejando sólo un respiro al nuevo vicepresidente tercero para que se deje hacer unas fotos en la playa con su familia, antes de incorporarse inmediatamente a su despacho en Madrid.

En vacaciones, con la opinión pública desconcentrada, despistada, sin los titulares en sus puestos, sobre todo los de la radio (son un misterio también sin parangón internacional las largas vacaciones del liderazgo radiofónico hispánico, que imponen pausas en el afán discutidor e incluso en el vituperio al ritmo del calendario vacacional, con sus puentes y sus festividades absurdas); y no sólo en la semana vacacional, sino en los mismos días santos, las jornadas procesionales en las que media España desfila por las calles con esas imágenes truculentas y antiguas de la pasión, muerte y resurrección del Nazareno. Raro hasta aquí; rarísimo hasta la extravagancia el carácter de esta actividad excepcional desplegada por los neoministros. Veamos. No hay nadie en los ministerios, ni en las sedes de los partidos. Todo el mundo está en los pueblos fervorosos, en las frías playas todavía sin baño o en los montes nevados. Las calles están desiertas y se puede aparcar en cualquier sitio. Apenas hay transporte público. Las ciudades están muertas. Pero los nuevos responsables de sacar a España de la crisis y de imponer un nuevo ritmo en la gestión de los asuntos públicos se reúnen frenéticamente unos con otros, papeles y mapas en mano; se dejan fotografiar antes de empezar sus encuentros trascendentes; comunican a través de sus gabinetes de prensa (ésos sí trabajan; ésos, a diferencia de los radiofonistas, siempre trabajan: son los solitarios fabricantes de la opinión pública en estos días santos), aspirando sobre todo a manchar primeras páginas, ocupar los mejores espacios de los telediarios e informativos radiofónicos. (¿Alguien recuerda la lucecita del Pardo? Esas entrevistas entre ministros en los edificios vacíos del Madrid oficial tienen una función similar. Nosotros descansamos, pero ellos trabajan. Evoco la historia del personaje que veló sobre todos nosotros durante 40 años interminables mientras el país dormía quizás por el libro que acabó de cerrar, una de las lecturas más gozosas y fértiles de las que tenga recuerdo. Se titula ?Anatomía de un instante?, su autor es Javier Cercas y no me arriesgo en absoluto si digo que se convertirá en muy pocos días en un enorme acontecimiento. Literario, claro está. Pero no sólo: político también. Y periodístico, qué caramba. Jordi Gracia decía en Babelia este sábado que ?este libro es una obra maestra de la narrativa europea del siglo XXI?. Yo me atrevo a decir también que lo que ha hecho Cercas con el 23-F y sobre todo sus protagonistas es periodismo del bueno, del insuperable, y que el periodismo del siglo XXI será así o no será. En algún momento explicaré por qué.)



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12 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mariel

Hoy les traigo fotos del puerto que le dio su nombre a miles de cubanos y después cayó  en un largo olvido de treinta años. De allí salieron ?los marielitos? y en mi escuela primaria nos contaban que habían ido a buscar ?drogas y perversiones? a la otra orilla. Así los imaginaba yo, en una eterna fiesta de alcohol y risas a noventa millas de distancia. Con mis cinco años, no pude darme cuenta que el griterío en el edificio y mi abuela prohibiéndonos jugar en el pasillo, era debido a los mítines de repudio. La ?despedida? fue denigrante para quienes se marchaban de una Isla que se autoproclamaba lugar de la utopía. Los huevos volaban de un lado a otro, unos los tiraban y otros los sentían caer sobre sus caras, sus puertas y sus ventanas. La palabra escoria, sacada del léxico de la fundición de metales, se les adjudicó a quienes no se arrojaban al crisol del proceso social. Volvimos a ser divididos, enfrentados y separados. Padres e hijos se dejaron de hablar porque uno de ellos había escogido el camino del exilio. Las cartas no eran abiertas ni las llamadas contestadas por los que se quedaron aquí, creyéndose el cuento acerca de los traidores que huían. Mi maestra preguntaba si ?mamá o papá recibían regalos de la familia en el Norte?. Más de uno de mis amiguitos delató, sin saberlo, la oculta relación que su familia mantenía con el otro lado. No creo que volvamos a tener otros hechos como los del puerto del Mariel. La emigración ocurre ahora de forma más callada en las rocosas ensenadas por donde -cada madrugada- alguien se lanza al mar y en los consulados atestados de gente en busca de una visa.  Ya no se usan aquellos duros calificativos de antaño, ahora se les llama ?emigrantes económicos? y se les siguen confiscando las propiedades que dejan atrás.  Al oeste de La Habana nos queda, sin embargo, el triste recordatorio de cuando miles gritaron ?que se vaya la escoria, que se vaya?.



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12 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hijos de la crisis

  Cuando era pequeña, mi madre me obligaba a comerme toda la comida. La frase para vaciar el plato era: ?no dejes ni una cucharada, que hay otros niños en el mundo que no tienen nada que llevarse a la boca?. Pasaron apenas unos años y la profunda crisis generada por la caída del socialismo en Europa cambió totalmente el panorama de mi mesa. Más que evocar a los que no tenían, nos poníamos a divagar sobre los manjares que estarían devorando otros. Eran tiempos en que hablábamos constantemente de sabores perdidos y productos desaparecidos del mercado. Mis padres no volvieron a exigirme mayor apetito, sino que pasaron a pelearme por tragar -demasiado rápido- el pan recibido en el racionamiento. La crisis entró en nuestras vidas para no irse. Después de más de veinte años conviviendo con una economía colapsada, ya nuestra piel apenas reacciona a los aguijones de las dificultades. El mundo se espanta ante los indicadores que evidencian la catástrofe económica, pero mi generación -crecida en los rigores de la carestía- no concibe levantarse una mañana sin la angustiosa pregunta de ¿qué voy a comer hoy? La debacle financiera que azota al mundo hace que algunos analistas vaticinen el fin de un sistema. Nosotros somos sobrevivientes de la larga agonía de otro, de manera que los estertores no nos asustan. La experiencia que tenemos en eso de vivir con el mínimo seguramente será de gran utilidad si el problema continúa. Tal vez tengamos que retomar las increíbles recetas de los peores momentos del ?período especial?, como el bistec hecho con corteza de toronja o el picadillo de cáscara de plátano. Pondremos esos engendros en el plato sin presionar a nuestros hijos para que mejoren su apetito, temerosas de que puedan engullir la ración de toda la familia.



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11 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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De la obamanía al nuevo americanismo

Muchos cabos sueltos quedan del largo viaje de Obama desde Londres hasta Bagdad, pasando por Estrasburgo, Baden-Baden, Praga, Ankara e Istambul. Algunos lectores pueden considerar excesivo el tratamiento que le han dado los medios, incluyendo este blog. Pero si atendemos a los hechos, este periplo obamiano es el momento crucial en que la política exterior norteamericana empieza a realizar un giro histórico. Si además tenemos en cuenta que el territorio de las relaciones exteriores de cualquier país es el que más cerca está del nivel tectónico donde se organizan las dimensiones e intereses más permanentes, concluiremos que este viaje, en el que, de otra parte, se ha movilizado el mundo político global en una medida nada frecuente, requería la máxima atención y dedicación de periodistas y analistas.

El momento en que la nueva Casa Blanca ha empezado a desplegar las alas de su política exterior es especialmente grave y trascendente. Hay una recesión global de alcance todavía desconocido. Las instituciones internacionales disponibles pertenecen a otra época y otra mentalidad. Están esas dos guerras en marcha, cada una en fase distinta, pero de peligrosidad bien cierta. Varias amenazas de proliferación nuclear demandan actuaciones urgentes y concertadas de la comunidad internacional. Algunas potencias emergentes, sobre todo las menos propensas a la liberalización democrática, oscilan entre el desafío y la cooperación. Y el conflicto de Oriente Próximo incuba, como ningún otro, el veneno de las guerras futuras y de enfrentamientos sin control, en un momento de acumulación de debilidades y divisiones en los dos campos. A todo esto, sólo una victoria es cierta: Estados Unidos ha recuperado en pocos meses una gran parte del caudal y de la imagen surgidas de su revolución y de su independencia, que convirtieron al gran país americano en ejemplo y faro del mundo progresista durante todo el siglo XIX y gran parte del XX. Es una victoria frágil y todavía provisional. Basada además en los aspectos más superficiales de la comunicación política. La obamanía, ese culto naïf a la personalidad mediática del presidente, es la expresión de este reviramiento tan interesante del antiamericanismo. La actitud de Fidel Castro ante la Casa Blanca de Obama es el mejor ejemplo de sus efectos: afecta incluso al antiamericanismo más visceral y profesionalizado. El reto al que ahora se enfrenta la política exterior norteamericana es convertir este sentimiento algo pueril y escasamente ideológico en actitudes más conscientes y políticas. Se trataría de proporcionar fondo e ideas a esta nueva disposición amistosa ante lo americano que está expandiéndose en todo el mundo en la estela de Obama, hasta convertirla en un nuevo americanismo, progresista y de izquierdas, que se traduzca en hechos y en solidaridades. No es un paso ni obvio ni fácil. Principalmente en la conservadora Europa, dispuesta siempre a las grandes efusiones culturales y sentimentales, pero poco propensa al compromiso. Durante todo el viaje de Obama, Europa ha demostrado, de forma discreta pero inconfundible, una muy limitada disposición a actuar de verdad como el gran socio trasatlántico: en la recuperación de la economía, en la guerra de Afganistán, las relaciones con Rusia o el desarme nuclear. Esto se ha visto en la propensión europea a la desunión, precisamente en el momento en que la mejor aportación europea a cualquiera de los capítulos críticos hubiera sido la existencia de una posición europea común y fuerte. Pero también en las dificultades para alcanzar compromisos en los capítulos en los que Estados Unidos más lo necesita, como ejemplifican muy bien los nuevos planes para la guerra de Afganistán, vista desde Europa como una guerra americana más, a pesar de la admoniciones de Obama acerca del peligro que representa Al Qaeda para los europeos. De lo que se concluye que, a la vista de cómo están girando las cosas, los europeos deberíamos decirnos a nosotros mismos: menos obamanía, más unión política europea y sobre todo más compromiso europeo en la defensa de todos.



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10 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sesión XXXV

Entendemos que esta semana la propuesta haya resultado algo difícil, sobre todo porque requiere mucha concentración de nuestra parte contar cambiando de posición y observando atentamente cuando se dan las condiciones de cada focalizador. Y eso resulta siempre forzado, poco natural. Pero por otra parte, debemos asumir la propuesta exactamente como lo que es: un ejercicio para entender mejor uno de los mecanismos menos comprendidos de la narración.

Por ello mismo, creemos que con los cuentos que hemos colgado se entenderá mejor lo que queríamos explicar. Observarán que nuestros comentarios -integrados en esta ocasión en cada uno de los textos- son meras observaciones de dónde se formulan con claridad los cambios de perspectiva o focalización. No hemos comentado  otros aspectos de los ejercicios para ceñirnos de manera exclusiva a los focalizadores: cómo funcionan, cuánto varían unos de otros, qué acertados resultan o, en algún caso, dónde se repiten. Léanlos con atención, así como los demás textos colgados por vuestros compañeros y saquen sus conclusiones. Verán, de todas maneras, que se trata de un mecanismo elusivo y que rara vez encontramos químicamente puros, pues casi siempre se mezclan con rapidez en requiebres que hacen muy difícil la tarea de extirparlos del texto para su mejor observación.  Por esa misma dificultad es que pensamos en lo necesario que resulta detenernos en analizarlos con interés.



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10 de abril de 2009
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