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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sumalavia en Lima

Ricardo Sumalavia en Lima, con su libro y un ochentero adorno de uvas de ónix sobre la mesa. Fuente: moleskineRicardo Sumalavia está desde hace una semana en Lima y ya le ha pasado todo lo que tenía que pasarle: desde una falsa alarma de gripe AN1N1 hasta una intoxicación por comer conchitas a la parmesana. Además, ha tomado mucha Inca Kola; ha subido a un taxi; lo han estafado en una cuenta y él ha dejado un centavo brillante de propina como le enseñó Calderón Fajardo; ha caminado por el acantilado conversando de literatura; ha visto una puesta de sol con sus hermanos en plena parrillada cerca al mar del Callao; se ha perdido por las callejuelas del centro de Lima como un personaje de su amigo Vila Matas; ha extrañado a Carmen, Vero y Andrea escuchando a Lucía de la Cruz o el Zambo Cavero en un auto y su madre le ha llevado el desayuno, con "sangrecita" y pan francés, a la cama. Pero ya le quedan poco días y se prodigará por varios lados. El jueves tendremos, en la Universidad Católica a las 12:30, un conversatorio que nos conducirá de nuevo al "alma mater" juntos, como cuando estudiábamos literatura y nos pasábamos sentados en la cafetería de letras, o cuando dictábamos en el CEO y nos la pasábamos sentados en la cafetería de letras.Ya les contaré de eso luego. Por lo pronto, este post es solo para darle una bienvenida tardía a este extraordinario escritor y amigo. Y para comentarles que el libro de nuestro hombre en Burdeos, Ricardo Sumalavia, Que la tierra te sea leve (Bruguera) ya está en Lima.



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25 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Género fílmico

Un día mi padre llegó a casa pálido y tembloroso. Acababa de ver un video ?exclusivo para militantes del Partido Comunista- donde se anunciaban los recortes que traería el Período Especial. Sentados en la mesa del comedor le oímos contar que las penurias podrían llegar hasta la temida Opción Cero, en la que una olla colectiva trataría de alimentar a todos los vecinos de la cuadra. El documental que mi papá vio aquella noche estaba destinado sólo a personas ?probadas? ideológicamente. De ahí que mi hermana, mi madre y yo nos tuvimos que conformar con la narración aterrada que él nos hizo. Sólo una ?élite revolucionaria? parece tener el derecho a enterarse  de esas cuestiones que atañen a todos los ciudadanos. Pensé que tan selectiva práctica se había ido a bolina, junto a otras que eran tan habituales en los años setenta y ochenta. Sin embargo, desde hace un par de semanas otro video forma parte de la cartelera de ese cine del secretismo y del ocultamiento. El tema de este nuevo filme es la defenestración de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque: los más recientes benjamines devorados por el poder. Ellos no son los héroes de la trama, sino las víctimas, los chivos expiatorios de algo que parece más una tragedia griega que un thriller de acción. Todos cuchichean sobre las escenas en las que ambos ex funcionarios desbarran de la generación en el poder, pero no se ha filtrado ?todavía- una copia del custodiado video. Esta vez no ha pasado lo mismo que con la filmación de lo ocurrido entre Eliécer Ávila y Ricardo Alarcón, o con las imágenes del performance de Tania Bruguera. Los cubanos estamos esperando a que una mano generosa piratee el documental y lo ponga a circular en las redes alternativas de información. Ya no son los tiempos en que algo así se puede mantener en el circuito cerrado de los fieles, pues la tecnología no entiende de materiales clasificados o noticias sólo para elegidos. Mi padre me ha llamado ayer para saber si he visto las grabaciones ocultas que le hicieron a quienes fueran canciller y secretario del Consejo de Ministros. ?No te desesperes ?le dije- en cuanto las tenga te las llevo? e inmediatamente me acordé de cuando él rompió la discreción partidista y nos alertó de lo que vendría.



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25 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Faulkner y Nabokov: dos maestros

A simple vista, o a ojos de maltratador, Faulkner y Nabokov: dos maestros, puede parecer un simple aprovechamiento de textos sacados de aquí y de allá para ofrecerlos en un volumen de bolsillo a ver qué pasa. Quede claro sin embargo que Javier Marías en ningún momento trata de ocultar de qué va el libro y tanto en la contraportada como en las páginas interiores hay toda clase de datos acerca de fechas, lugares de publicación y circunstancias que rodearon la redacción de los diferentes textos. O sea que el lector sabe a qué atenerse tanto si decide pasar por caja o abstenerse.

                Pero el primero, el que pese a todo decida comprar, habrá de estar al menos de acuerdo en una cosa: parece mentira que en un librito como este quepan tantas cuestiones más o menos relacionadas con la literatura y que bien podrían ser motivo cada una de ellas de un libro más extenso. En Vidas contadas Javier Marías ya dejó claro lo que se puede hacer con las vidas de los escritores. Y tiene mérito porque salvo excepciones (por ejemplo aquél  que por vocación o destino resulta imposible distinguir entre vida y obra)  el escritor suele ser un tipo más bien aburrido. Sólo Dios sabe la de horas que hay que meterle a una novela para que quede medianamente bien escrita, o sea que imagina esos que han escrito veinte o cincuenta, sin contar además sus poemas, biografías, ensayos y demás.

                Lo que pasa es que, aun así, sus lectores dan por descontado que unos tipos capaces de escribir El ruido y la furia, o Ada, tienen  por fuerza que ser interesantes y que poseen unos valores ocultos pero dignos de conocer. De ahí que se resistan a aceptar que, en tanto que ciudadanos,  este o aquél  sólo fueron unos seres grises y sin el menor interés, o que sólo eran capaces de poner un poco de pasión en su discurso si se hablaba de dinero.  Queda por tanto a cargo del biógrafo hablar de ellos de tal forma que sin adornarlos inmerecidamente, expliquen en cambio cómo es posible, en los casos que ahora nos ocupan,  que Faulkner escribiera lo que escribió. O cómo se entiende que Nabokov, un ruso recién llegado y que no conocía ni el país ni la lengua, fuese capaz de enriquecer extraordinariamente el inglés y de paso inventarse la América de los moteles y las carreteras, todavía hoy uno de los iconos más recurrentes en la literatura y el cine estadounidenses.

                Otro tanto cabría decir de la todavía hoy enconada discusión entre poesía y prosa. Tanto Faulkner como Nabokov podrían ser públicamente expuestos como ejemplos de la diferencia que hay entre el decir (poético) y el contar (narrativo). El lector tiene aquí ocasión de juzgar si Faulkner era, como él mismo decía, "un poeta fracasado", o si la vieja distinción entre poesía y prosa tiene matices que se resisten a ser despachados sin antes echar una segunda ojeada a estrofas como ésa en la que Faulkner encomienda a las golondrinas la tarea de vaciar los días azules y soñolientos posteriores a la muerte de una cortesana pese a su juego sutil... (A ver un momento: una cortesana que ha muerto pese a su juego sutil, sí, con puntos suspensivos y todo, pero de inmediato pasamos a que la primavera vendrá y habremos de alegrarnos. ¿Pero qué pasa con la cortesana sutil? Ni una palabra más, salvo que "queda en el aire una vieja aflicción, acre como el humo de madera en el aire". Vaya con la poesía. O con los narradores que escriben poseía. O con los lectores que se quedan enganchados con la cortesana de juego sutil... y quisieran saber algo más al respecto). Y ya que sale, cómo asegurar que Nabokov exageraba al ver poesía en determinadas jugadas de ajedrez, refiriéndose quizás a ese trazo que dibuja la mano sobre el tablero al ejecutar un mate y que, caso de reseguirlo con un trazador, a lo mejor resulta que, en efecto, ha dibujado un haiku.  O un caligrama. Y ya que sale, también, qué decir del viejo y espinoso tema de la traducción, sobre todo al poner en castellano la obra de Nabokov, capaz de traducirse a sí mismo del ruso al inglés y luego, con la vana intención de que Lolita se leyese en Rusia, capaz de traducirse a si mismo del inglés al ruso.  Ambos, Faulkner y  Nabokov, fueron tachados en su día de ser unos viejos cascarrabias, egoístas y solitarios. Y sin embargo, como deja claro Rodríguez Rivero en su peregrinar a Yoknapatawpha, Faulkner demostró que es posible crear un ámbito de significación en  el que todavía viven sus personajes, ahora que el tiempo ha borrado casi todos los vestigios que permitían reconocerlos fuera de las páginas escritas. Faulkner a duras penas recorrió físicamente las treinta millas que separan su pueblo natal, New Albany, del Oxford donde eligió vivir (espiritualmente) toda su vida y escribir su obra. Nabokov por su parte nació en San Petesburgo y luego se pasó la vida entre Alemania, Estados Unidos y Suiza.  Pero su obra no es una memoria doliente ni una autoafirmación sobre lo que puso haber sido su vida y no fue. Y por descontado que el libro no da respuesta a estas y otras cuestiones como éstas, pero las va planteando una tras otra, como si de una incitación a la lectura se tratara.

 

Faulkner y Nabokov: dos maestros

Javier Marías

Debolsillo

 

 

 



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25 de mayo de 2009
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III. Dictaduras clásicas

En Memorias de una dama, Santiago Roncagliolo nos cuenta la historia de una dominicana muy rica, autoexiliada en París al final de sus días. Más bien ella le cuenta su historia a un joven escritor peruano, alter ego de Santiago, al que contrata para dejar constancia de su paso por el mundo, un relato que según el propio joven escritor, es "la historia de una mujer de la aristocracia dominicana, hija de un conspirador mafioso, fascista y agente de la CIA. Una mujer que nace entre palacios y mármoles y termina destruida por su propia familia y su propio dinero. Un libro de no ficción. Realidad pura y documentada".

 Por tanto, más allá de la vida privada de la protagonista, o dentro de ella, se alzan los entretelones de la vida pública bajo las dictaduras de Trujillo en República Dominicana, y de Fulgencio Batista en Cuba. Dos dictaduras clásicas. La pugna interna de la novela se refiere precisamente a esta doble circunstancia: sin la historia pública, actos arbitrarios de poder, corrupción, espionaje, y sin la manera en que las vidas privadas de la familia de la protagonista, y la suya propia, se relacionan con los entramados de ese poder, de donde proviene su riqueza ilícita, no habría novela que valiera la pena.

Ésa es al fin y al cabo la propuesta del libro.

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25 de mayo de 2009
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Artaud y la fecalidad

Reproduzco a continuación, en la traducción de Mauro Armiño, y con autorización de La Casa Encendida, el fragmento central de la emisión radiofónica "Para acabar con el juicio de Dios", que fue grabada entre el 22 y el 29 de noviembre de 1947 por encargo de la Radiodifusión Francesa, organismo que finalmente prohibiría su emisión. "La búsqueda de la fecalidad" está interpretado por el actor y director de escena Roger Blin, con intervención digamos coral (unos rugidos) del propio autor. Hay pocos textos tan reveladores en la obra de Artaud, y ninguno expresa, creo, con tanta virulencia y clarividencia la noción antipapal y anticristiana comentada ya en este blog el pasado día 18 de mayo.

                            _________

 

La búsqueda de la fecalidad

 

Allí donde huele a mierda

huele a ser.

El hombre muy bien habría podido no   cagar,

no abrir el bolsillo anal,

pero eligió cagar

como habría escogido vivir

en lugar de consentir vivir muerto.

 

Pues para no hacer caca

habría tenido que consentir

no ser,

pero no pudo decidirse a perder

            el ser,

es decir, a morir viviendo.

 

Hay en el ser

algo particularmente tentador para el hombre,

y ese algo es precisamente

            la caca.

       (Aquí rugidos.)

 

Para existir basta con dejarse ir a ser,

pero para vivir

hay que ser alguien,

para ser alguien

hay que tener un hueso,

no tener miedo a mostrar el hueso,

y perder la carne al pasar.

 

El hombre siempre ha preferido la carne

a la tierra de los huesos.

No había más que tierra y bosques de huesos,

y tuvo que ganarse su carne,

no había más que hierro y fuego

y no mierda,

y el hombre tuvo miedo a perder la mierda

o más bien deseó la mierda

y, para eso, sacrificó la sangre.

 

Para tener la mierda,

es decir la carne,

allí donde no había más que sangre

y chatarra de osamentas

y donde no tenía que ganar ser

pero donde no tenía que perder más que la vida.

 

            o reche modo

            to edire

            di za

            tau dari

            do padera coco

 

El hombre se retiró y huyó.

 

Entonces lo devoraron los animales.

 

No fue una violación,

él se prestó a la obscena comida.

 

Le encontró gusto,

aprendió por sí mismo

a hacer el bestia

y a comer rata

delicadamente.

 

¿Y de dónde viene esa abyección de suciedad?

 

¿De que el mundo sigue sin estar constituido,

o de que el hombre sólo tiene una pequeña idea del mundo

y quiere conservarla eternamente?

 

Viene de que el hombre,

un buen día,

detuvo

            la idea del mundo.

 

Dos rutas se ofrecían a él:

la del infinito fuera,

la de lo ínfimo dentro.

 

Escogió lo ínfimo dentro.

Allí donde basta con exprimir

la rata,

la lengua,

el ano

o el glande.

 

Y dios, dios mismo aceleró el movimiento.

 

¿Dios es un ser?

Si lo es, es la mierda.

Si no lo es,

no es.

Y no es,

pero como el vacío que avanza con todas sus formas

cuya representación más perfecta

es la marca de un incalculable grupo de ladillas.

 

«Está usted loco, señor Artaud, ¿y la misa?»

 

Reniego del bautismo y de la misa.

No hay acto humano

que, en el plano erótico interno,

sea más pernicioso que el descenso

del sedicente Jesucristo

a los altares.

 

No me creerán

y desde aquí veo al público encogiéndose de hombros

pero el tal cristo no es más que

quien frente a la ladilla dios

ha consentido vivir sin cuerpo,

mientras un ejército de hombres

descendido de una cruz,

en la que dios creía haberlo clavado hace mucho tiempo

se ha rebelado,

y, cubierto de hierro,

de sangre,

de fuego, y de osamentas,

avanza, denostando a lo Invisible

para acabar ahí con el juicio de dios.

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25 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿La muerte banal?

La muerte en media docena de amigos en apenas una semana ha significado más que una terrible bomba de racimo. Muchos escritores han hablado de la muerte cuando la veían más o menos cerca pero ¿qué otro asunto puede interesar a quien puede hablar cuando su maldad se siente como un cerco que va despoblando a toda la generación y avanza para exterminarla entera?

Nunca antes de estos días de tanto luto la muerte de un amigo había convertido su desaparición aislada en el anuncio de la llegada de la nuestra. Muy pronto, acaso en este mes, dentro del año.

 Veo, como mis hijos y sus amigos, contemplan la muerte, tan lejana tan ajena, y es fácil recordar esa sensación del tiempo en que sólo fallecían, y merecidamente, los viejos. Pero ahora, ni viejos ni menos viejos, ni unos ni otros, sea a causa del tabaco, el alcohol o el cáncer, son amigos que merezcan morir y, sin embargo, haciendo cuentas son parte de la generación a la que históricamente le toca el turno. Como la consecuencia de una acción de limpieza social, tan automática como proyectada industrialmente, el estrato de gentes por encima de los sesenta van siendo eliminadas  como excrecencias. Primero llega la jubilación -incluso anticipada- y poco después comienzan a registrarse los hechos de muerte no simbólica, como la anterior, sino efectiva, tal como si el retiro precedente hubiera sido en verdad un ensayo general para el entierro.

Al incuestionable expediente de regulación sigue, más pronto que tarde, el consecuente expediente de incineración. Como pavesas desaparecen los cuerpos de tantos amigos y sólo queda en el aire, como un ensalmo, el nombre. El nombre es todo el fino contenedor del ser una vez que la cremación ha consumido el resto. Muertes sobrevenidas súbitamente o, lo que es más común, a través de un proceso en que la enfermedad va carcomiendo gradualmente las señas. Unos ya no andaban, otros apenas podían articular palabra, algunos iban perdiendo la memoria cada vez más débil. En casi todos puede entenderse que el formidable peso de la existencia (el dolor, el amor, la decepción, el esfuerzo) ha terminado aplastándolos pero, en realidad, no puede aceptarse pensando que la vida, de por sí, la celebramos siempre  como una adición de vida y nunca como una ración de muerte. ¿Qué confusión es esta? Y¿ cómo saltar fuera de esta marcha inclemente y no morir? ¿Cómo vivir, en fin, bajo esta amenaza tan terrible como inminente?

Hoy mismo, a la muerte de Castilla del Pino, de Benedetti, de Conte o de Ullán se añade el inevitable aviso de la propia muerte. ¿La muerte personal? ¿Qué gigantesca maldad se ha cometido para ser ajusticiados uno a uno, en masa, en racimos, sin que sea posible discutir la violencia, la injusticia  y la arbitrariedad de esta ejecución tan inútil, inhumana, banal?  



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25 de mayo de 2009
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¿Alguien sabe en qué país vivimos?

El trece de mayo ganaba el Barça a los de Bilbao la Copa (del Rey). Antes del partido, los nacionalistas catalanes y vascos armaron un sindiós contra el himno español y el rey Juan Carlos. La Televisión del gobierno censuró el abucheo. El avance nacional catalán se ha ido haciendo con prudencia y astucia, mediante una mesurada ocultación de los hechos.

    La ocultación se dirige en primer lugar hacia lo que podríamos llamar "pre-catalanes", pues es inevitable que la totalidad de la población catalana acabe siendo nacionalizada. Sólo en segundo lugar la ocultación se dirige hacia los españoles. La verdad es que no hace falta, porque ya no merece la pena: la independencia de Cataluña es una realidad de facto aunque no lo sea de iure. ¿Qué falta? ¿Los sellos de correos, el aeropuerto, los trenes? Minucias que se están negociando. Pero, ojo, falta lo esencial. Para los capitalistas locales lo que ha de llegar es la nacionalización de los impuestos a la manera vasco-navarra. Llegará, pero mientras tanto ya hay embajadas, el mapa geográfico que estudian los niños es el del imperialismo catalán y no hay una sola mención a España en el biotopo lingüístico de la Generalitat, como no sea para explicar la guerra civil. Esa sí que es española. El "Estado español" ha acabado por ser como "Bruselas" en este periodo inicial de la secesión.

    Todo esto está muy bien y no habría problema alguno si se institucionalizara. Sin duda Zapatero así lo desea. Él querría un acuerdo de secesión a la Checa y desprenderse de una Eslovaquia cuya clase dirigente no quiere permanecer junto al resto de los españoles. Sin embargo, no puede hacerlo. La causa oficial es que, de concederse el concierto, la caída de ingresos del Estado sería inasumible. No estoy muy convencido: si tras desgajarse el mercado catalán se sorteara el barullo de los primeros años, lo que quede de España subsistiría sin demasiados problemas. No. La causa de que Zapatero no pueda conceder la secesión no es económica, sino política. No puede excluir los votos que un nutrido grupo de  nacionalistas reciclados como "socialistas" le entregan en cada elección. Sin ellos, el poder del Estado caería en manos del partido conservador. De modo que Zapatero, aunque lo desee, no puede dar la independencia.

    Eso explica que mediante un acuerdo sub rosa, tolere que ignoren al tribunal constitucional, que organicen su propio orbe jurídico, sus relaciones exteriores, o que cultural y lingüísticamente sean ya un país extranjero. Que se vayan virtualmente, pero sin ruido. De ahí que TVE haya tenido que censurar el abucheo del día de la Copa (del Rey) no fuera a ser que alguien se enterara de lo que está pasando.

    La deriva, a mi modo de ver, no tiene remedio porque el despiste de los españoles sobre esta cuestión es colosal. Al día siguiente del abucheo (yo estaba en Madrid) seguí algunos foros y tertulias. Abundaban los periodistas que agitaban gozosamente el estandarte de "la España plural". Todos sabemos que la "España plural" quiere decir "la confederación", pero suena más bonito lo de "España plural". Suena a solidaridad, diálogo, diversidad, ese telón de nubes doradas que compone el núcleo intelectual de Zapatero. Aquel mismo día le preguntaron a Duran Lleida si era separatista  y respondió que su partido no es separatista, sino soberanista. Es lo mismo, pero no hay que decirlo demasiado claro. A los dos días un cerebro de CiU añadió que la pitada había sido motivada por "los ataques que recibe Cataluña". Argumento etarra: yo mato porque España me agrede.

    No creo que sucediera nada irreparable si se pasara de la independencia de facto a la de iure. Que Cataluña se separe de España y forme una Eslovenia del sur no traería muchas consecuencias a quienes no queden atrapados allí dentro. Seguramente cambiaría la filiación catalana al mercado español por una sumisión al mercado francés (idealizado como "mercado europeo"), lo  cual daría satisfacción a los fanáticos. Al resto de los españoles les importaría poco, como hasta ahora, por mucho que algunos cabestros salieran a la calle en busca de automóviles catalanes para romperles los faros.

    Tener un Portugal a la izquierda y otro a la derecha, ¿qué más da? ¿Habrá menos dinero para subvencionar a extremeños y andaluces? Ya espabilarán. Mientras tanto, la República de Cataluña se pondría a la cola de la Unión Europea a esperar turno. Un par de generaciones y a vivir. Más generaciones se sacrificaron en la URSS. Es cierto que quedarían dentro de esa República sobre un 60% de pre-catalanes que hablan en español, les gusta la zarzuela o van a los toros, pero ellos se lo han buscado. Su propia apatía les ha conducido a donde se encuentran. Así pasó con el partido "Ciutadans", que comenzó con 90.000 votos y ha terminado haciéndose el harakiri.

    No habiendo ningún problema grave, ¿no se le podría pedir a Zapatero que, al socaire de la ruina económica, resuelva este asunto? Porque lo inmoral es la ambigüedad, la hipocresía, las medias tintas, las opresiones ocultas, el peronismo rampante, las represiones invisibles. ¿No sería conveniente acabar con este enojoso asunto y pasar a cosas más serias? Si lo hace bien, si lo vende como ha venido vendiendo todas sus trascendentales decisiones (la Alianza de Civilizaciones, sin ir más lejos), es incluso probable que los españoles le vuelvan a elegir, aún descontando los votos catalanes que, helás!, se habrán ido para siempre a un paraíso fiscal. Por lo menos hasta que los mossos d'esquadra invadan Valencia.

Artículo publicado el viernes 22 de mayo de 2009.

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25 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Al César lo que es del César

Rafael Argullol: Sería muy importante vincular la llamada crisis económica con unos determinados factores espirituales que han estado vinculados a esa crisis económica y vincular una posible salida de esa crisis a un cambio de paradigma en todos los terrenos, en el cual toda una serie de comportamientos oscurantistas de la última década vayan siendo superados. En ese sentido incluso es simbólica la foto a la que aludías, en la que Obama se rodea no de telepredicadores, pero sí de íconos ilustrados.

Delfín Agudelo: Aparentemente en ciertas decisiones o manifestaciones de Obama, tanto el de la fotografía como el mensaje enviado a Irán por la fiesta religiosa nacional, demuestran un aparente intento de desligamiento absoluto de un aspecto religioso frente a la manera como superar esa crisis. En la medida en que Obama intenta sacar las cuestiones religiosos para enfocarse en el avance comercial y pacífico, es innegable que existe una crisis religiosa en el seno mismo de la religión por lo menos vaticana que consiste en una toma de decisiones a contravía de un pensamiento global. Son muy diferentes las maneras de actuar de Obama y aquellas de Benedicto, por ejemplo.

R.A.: Respecto a dicha postura soy el producto de una determinada época, de un determinado camino personal, y creo que el único factor cohesionador que pueda haber en el mundo, en el terreno colectivo, es la tradición humanística e ilustrada. Soy muy respetuoso respecto a las creencias religiosas, pero para éstas mismas me pasa un poco que con las tendencias sexuales: forman parte del ámbito de lo privado. La religiosidad siempre la he entendido como algo extremadamente privado, que puede dar lugar a complicidades entre individuos, pero que el ámbito o esfera pública, el escenario democrático, tiene que estar regido por el ideal humanístico e ilustrado, en el cual pueden converger todos los pensamientos religiosos pero siempre que éstos queden en un segundo plano respecto a la prioridad de la ley democrática y del ideal democrático.

En ese sentido me parece tremendamente perjudicial aquella idea que tenía Bush y han tenido otros presidentes norteamericanos, en la que pretendían tener una comunicación directa con Dios; igual de perjudicial como que en estos momentos la predicación mundial -cobrando mucho dinero- que está haciendo Tony Blair, convirtiéndose en un telepredicador global. El evangelio en ese sentido tiene una frase inteligentísima para aplicación a nuestras sociedades: "Dar al César lo que es del César; a Dios lo que es de Dios." La religiosidad como la sexualidad tienen que ser estrictamente privadas. Pueden fomentar publicidades pero no tiene que ocupar la plaza pública. Ésta tiene que ser para aquellos ideales que el hombre ha ido forjando, y para aquellas leyes que el hombre se ha ido otorgando siempre a través de ese dinamismo de buscar una humanidad mejor. Por esto la religión no tiene nada que ver aquí.

 


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25 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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no quiero ser santa, ni beata

 

 

 

No quiero ser una canción de Parálisis Permanente, aquél grupo que tanto me divertía, que tanto gustan al radicante Fernández Mallo. No quiero ser un radical de esos que buscan el regreso al lugar originario. Prefiero a los radicantes que están en el camino, sin tener ningún lugar al que regresar. Y, por favor, no quiero ser poeta agroaburrido. Ni  laureado bajo sospecha. No quiero tener su mala leche. Ni su valentía para insultar a los muertos. No quiero su mística, ni su metafísica del límite, ni su viaje hacia la nada. No quiero despreciar cuanto ignoro. Ni quiero parecerme a esos personajes de un haiku de Kobayashi Issa: "en el ciruelo, unos cuervos no dejan de blasfemar" Los cuervos, esos pájaros blasfemos. Se vistan con levita. O con premio Cervantes.

Prefiero otros pájaros. Ser ese jinete viajero que quiere moverse por esta habitación que es el mundo. Quiero ser ese pecador que nunca insultaba, ese que seguía siendo ateo a pesar de haber visto a Dios, el poeta que conoció el frío de la posguerra en las montañas de León, el niño y el hombre que amaban el circo, el joven republicano que tuvo que cantar cuatro veces el "Cara al sol" en un cine de Oviedo, el pequeño hermano de una familia de buenos y rojos. Sí, me hubiera gustado ser como ese poeta claro que supo llamarse  Ángel González. No pudo ser. Somos lo que somos. Pero, al menos, podemos decidir que "mañana no será lo que Dios quiera".

Cuando Paco Rico continúe su antología de la mejor poesía de los próximos mil años de Europa- ¡estoy disfrutando con su Pentecostés del primer milenio!- allí estarán González y su amigo de noches y días, de versos y tragos, de vidas contadas y escritas: Luis García Montero. Y si no están, da igual porque mañana tampoco será lo que Rico quiera Y mañana, mucho después que los muertos tan vivos de nuestra poesía de la indiferencia hayan quedado en el olvido, González y García seguirán siendo recordados, repetidos, dichos y cantados. Benedetti también lo será, en otra liga, de otra manera. Otros volverán a sus cerrados jardines de invierno.

 A cada uno sus premios, sus méritos. Para Ángel, que nunca ganó el Cervantes, sus  premios fueron ser huérfano de republicano, niño crecido entre las ruinas de una ciudad asediada, superviviente de un golpe de Estado, de una guerra civil, adolescente que llevó a su  madre la noticia del asesinato de su hermano, hijo de mujer castigada, hermano de maestra depurada, joven con tuberculosis, maestro de niños pobres en una pobre aldea de la pobre España, funcionario en algún Ministerio en el áspero Madrid de los años cincuenta. Y poeta.

Una vez fue un joven recién llegado a Madrid y fichado por "maricón". No por su condición de poeta, ni por homosexual, era heterosexual, sino por una orgullosa honradez que siempre lo acompañó. Para detalles buscar "Mañana no será lo que Dios quiera"



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25 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cubo y jarrito

Bajo el lavamanos  descansa el cubo plástico con el que se baña toda la familia. Hace más de veinte años, las tuberías colapsaron y para usar el servicio hay que cargar el agua desde un tanque en el patio. Cuando llega el invierno, se preparan un baño tibio gracias al calentador eléctrico hecho con dos latas de leche condensada. Ninguno de los niños de la casa conoce la sensación del chorro cayendo sobre sus hombros, pues el agua sólo entra una vez por semana. Nadie puede ?entonces? malgastarla en una ducha. Al ritmo del jarrito que baja y sube se asean la mayoría de las personas que conozco. La depauperación de las redes hidráulicas y los excesivos precios de las piezas de plomería contribuyen al estado calamitoso de las toilettes. Ese momento íntimo y placentero que debe ser el acto de lavarnos el cuerpo se convierte en una secuencia de incomodidades para buena parte de mis compatriotas. Al mal estado de la infraestructura hay que agregarle que para comprar champú y jabón se necesita esa otra moneda con la que no nos pagan los salarios. Juan Carlos y su esposa conocen bien de sequedades y noches vigilando las tuberías. En su casa, el preciado líquido llega cada siete días y sólo tiene presión para salir por una cañería pegada al suelo. Para esta pareja, el cubo y el jarrito son herramientas imprescindibles sin las que no lograrían cocinar, lavar o limpiar la casa. Tantos años sin poder abrir la pila y enjuagarse las manos los han obligado a desarrollar una metodología que hoy nos explican en estas imágenes. Es una breve demostración que -al decir de mi delgado amigo- ?les va causar risa, pero es patético y trágico lo que está ocurriendo en nuestro país?. Click here to view the embedded video.



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25 de mayo de 2009
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El Boomeran(g)
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