Vicente Molina Foix
Para cerrar estas dos semanas de despedida de Artaud, habitante aún unos días más (hasta el 7 de junio) de La Casa Encendida, elijo su poesía, que es lo primero que de él conocí. Conservo, entre los 29 volúmenes de sus obras completas en francés que empecé a leer a mis dieciocho años, el libro publicado en 1976 por Visor con el título de ‘El pesa-nervios’, en el que su traductor, el poeta hispano-argentino Marcos-Ricardo Barnatán, incluía las tres piezas básicas del Artaud poeta, la citada, junto a ‘El ombligo de los limbos’ y el ‘Fragmento de un diario del infierno’. Son textos fundacionales del ‘espiritu’ artaudiano, escritos entre 1924 y 1926, época en la que el escritor, muy ligado entonces al Surrealismo, sufre sus primeras dolencias nerviosas y es tratado por ellas. Los médicos aparecen ya entonces como figuras de salvación, de confidencia, de odio, en los versos y prosas poéticas de esos libros, unas veces para ser denostados y otras en arrogante solicitud de socorro. "Doctor", escribe Artaud en una especie de carta-poema de ‘El ombligo de los limbos’, "espero que sabrá darme la cantidad de líquidos sutiles, de agentes especiosos, de morfina mental, capaces de elevar mi abatimiento, de equilibrar lo que cae, de reunir lo que está separado, de recomponer lo que está destruido". Y se despide así, lacónicamente: "Mi pensamiento le saluda". (La cita, como las que siguen, es de la traducción de Barnatán)
Sin embargo, en ese mismo libro, hay otra carta dirigida al Señor Legislador de la Ley de Estupefacientes que es una diatriba a la institución médica y farmacéutica, una voz de protesta a partir de "La Angustia que vuestro doctor no comprende". El paciente Artaud se queja en ella de que los "cretinos en medicina, farmacéuticos cochinos, jueces fraudulentos, doctores, comadronas, inspectores-doctorales", ponen en manos irresponsables "el derecho a disponer de mi angustia, que es tan aguda como las agujas de todas las brújulas del infierno".
La angustia de Artaud es la obra de Artaud. "Donde los otros proponen obras yo no pretendo más que mostrar mi espíritu […] No concibo una obra separada de la vida […] Ni concibo al espíritu separado de sí mismo. Cada una de mis obras, cada uno de los proyectos de mí mismo, cada una de las heladas floraciones de mi alma fluye babosamente en mí".
"La vida", proclama Artaud como lema o deaafío, "es quemar preguntas". Las suyas siguen ardiendo en nosotros.