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Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Cuánto Bush hay en Obama?

La nominación de Sonia Sotomayor, una portorriqueña del Bronx, para ocupar una vacante del Tribunal Supremo despeja rápidamente la pregunta: jamás se le habría ocurrido a George W. Bush la idea de elegir a un jurista del perfil de esta juez de apelaciones de Nueva York. Las próximas audiencias ante el Senado para la confirmación de la magistrada, en las que serán analizadas con lupa su biografía y sus opiniones jurídicas, proyectarán todavía con mayor fuerza una novela de ascenso social y de éxito meritocrático que sólo se da con tanta fuerza y ejemplaridad en la sociedad norteamericana. Nada hay, pues, de Bush en Obama por este lado.

No puede decirse lo mismo respecto al giro que ha iniciado Obama en su política antiterrorista, con el discurso que pronunció hace una semana en los Archivos Nacionales de Washington, y que cabe centrar en una idea basilar: la Guerra Global contra el Terror, declarada por Bush en 2001 después de los atentados del 11-S, no ha terminado. El único y destacable matiz que le diferencia de Bush es que no se constituye en su caso en la clave de bóveda de su política exterior. Pero sí le sirve para justificar el mantenimiento de las leyes de guerra para combatir el terrorismo, en vez del régimen garantista del Estado de derecho utilizado por los socios europeos frente a una plaga violenta que consideran una cuestión de seguridad interior.Mientras dure esta contienda sin fin, Obama se considera autorizado para mantener unas comisiones militares que juzguen a los terroristas y, en los casos en que no sea posible, un sistema de detención indefinida, ambas cuestiones seriamente impugnadas por las asociaciones de defensa de los derechos humanos, a pesar de que el presidente quiere introducir garantías, someter este sistema a un control judicial ordinario y fundamentarlo en una legislación pasada por el Congreso.Todo esto es Bush, pero corregido. Y encaja con la negativa de Obama a pasar cuentas con el pasado: su predecesor pudo equivocarse, pero el objetivo era el mismo. Aunque de nuevo ahí hay una diferencia: Bush y los suyos querían cubrirse personalmente legalizando las fechorías que estaban realizando en nombre de la razón de Estado; Obama quiere cubrir la Constitución y la ejemplaridad de Estados Unidos mediante un sistema legal que mantenga el equilibrio quizá imposible entre seguridad y libertad.El ex vicepresidente Cheney se lo ha reprochado en el discurso que pronunció el mismo día desde un think tank ultraconservador: no hay medias tintas ante el enemigo. Pero otros neocons le han aplaudido, aunque con no poca sorna. Véase lo que ha escrito Charles Krauthammer, quizá el más brillante y cáustico de los columnistas conservadores: "Las políticas de Bush en la guerra contra el terror no esperarán la reivindicación de los historiadores. Obama lo está haciendo un día detrás de otro. Sus rechazos no significan nada. Basta mirar a los hechos" (The Washington Post, 22 de mayo). Es muy inquietante la convergencia entre los extremos, los defensores de Bush por un lado y la izquierda por el otro. Unos por paloma asustada y los otros por halcón camuflado; los primeros por no reivindicar los méritos antiterroristas del predecesor y los segundos por no reconocerlos, pero como delitos ante una comisión de la verdad o incluso ante los tribunales.Obama prometió cerrar Guantánamo en un año, prohibió la tortura, clausuró las cárceles secretas y anuló los dictámenes jurídicos que interpretaban torcidamente las convenciones de Ginebra. Pero cuando ha querido concretar su política antiterrorista ha sufrido un muy serio revés en el Congreso, donde ninguna de las dos cámaras ha querido aprobar los fondos para desmantelar Guantánamo y trasladar los presos peligrosos a instalaciones en territorio norteamericano. Los congresistas, en una actitud de populismo nimby (not in my backyard, es decir, no en mi patio trasero), rechazan el traslado de presos peligrosos a sus respectivos estados por los prejuicios electorales que pudiera causarles, ante el regocijo de los neocons. Unos y otros, en cambio, no tienen empacho en pedir a los europeos que aceptemos a más presos del limbo jurídico antillano.En la biografía, que es como decir, en la clase social, nada hay de Bush en Obama. Lo que en uno es herencia, en el otro es experiencia: lo que en uno es privilegio en el otro es mérito. Pero en sus políticas hay un fondo común que tiene que ver con la tradición política y los valores compartidos, que el primero forzó hasta la tergiversación y el segundo quiere recuperar en toda su excepcionalidad y ejemplaridad. La respuesta a la pregunta inicial se formula en otros términos cuando se dirige hacia nosotros los europeos como aliados que somos de Estados Unidos: ¿hasta dónde la cantidad de Bush que hay en Obama impedirá recuperar de nuevo el pulso en la relación transatlántica?



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28 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los que no pueden más (2)

La segunda mitad de Los topos es el negativo perfecto de la primera, tanto en su extensión (ambas partes tienen 88 páginas) como en su peripecia. Lo que tiene lugar entonces es un desplazamiento que de arranque es geográfico –el protagonista se traslada a Bariloche, ciudad del sur sobre la que vierte sus esperanzas- y finalmente narrativo.
    Las 88 páginas iniciales coqueteaban con las formas del realismo. Las 88 subsecuentes abrazan lo esperpéntico, con enanos ricachones y todo. En algún sentido no sólo la narración, sino el protagonista mismo deja de ser quien era: ahora es él, y ya no Maira –los nombres de su afecto incurren en aliteración: Maira, Romina, Mariano- quien se traviste, vistiéndose de mujer, prostituyéndose, sometiéndose a una cirugía plástica para ponerse pechos.
    Y sin embargo (un logro para nada menor) el tono es consistente. El narrador sigue hablando con la misma voz coloquial, casi desprovista de énfasis, de que hizo gala desde el comienzo, aun cuando se abandona a la posibilidad de lo monstruoso. Que no pasa por el travestismo, por supuesto (todos somos travestis de una u otra manera), sino por la fantasía del narrador de estar entregándose a un hombre, el Alemán, a quien sospecha su padre: el doble agente, aquel que traicionó a su madre ante los represores.
    Conjetura que procede con el mismo rigor, o sea ninguno, que el que ya había empleado a la hora de creerse hermano de ‘Maira’. Pero por más tenue que sea esta convicción, por mal que resista la confrontación con la realidad, no borra el hecho de que el narrador la tiene en su cabeza todo el tiempo: desde el principio, cuando planea matar al –nada casualmente- Alemán, hasta el momento en que acepta sometérsele sin chistar –y cuando digo someter no hablo en términos excluyentemente sexuales, sino también de violencia.
    Hasta donde entiendo, este es un procedimiento habitual en Bruzzone. Muchos de sus relatos (existe una colección de cuentos llamada 76) alientan la noción de la ficción como existencia alternativa. Suelen empezar por circunstancias más o menos similares a las del escritor real (el Big Bang de la desaparición de los padres, la vida junto a una abuela, el trabajo en la pastelería o bien como limpiador de piscinas, la participación no del todo entusiasta en la agrupación HIJOS, la aceptación de la indemnización en carácter de víctima del terrorismo de Estado) y después se bifurcan.
    En algún caso (Fumar bajo el agua), el dinero de esta indemnización se aplica a un invento que lo vuelve millonario; nueva fantasía arltiana. En otro (Sueño con medusas) se tuerce hacia Europa vía viaje delirante en submarino, acepta una reconciliación con su novia –la recurrente Romina- y se anima a un happy end. En un tercero (Otras fotos de mamá), el mismo o parecido protagonista se cruza con un ex novio de su madre desaparecida y termina emborrachándose junto al dueño de un supermercado chino que, por supuesto, no le entiende una palabra.
    Que Bruzzone haya reservado la más extrema de sus ‘vidas posibles’ para su novela debut es, para comenzar, un gesto de coraje.
    Lo del tono casual con que se refieren hechos terribles es para mí revelatorio. Reproduzco la frase final de Los topos, con la salvedad de no estar traicionando nada de su trama: ‘La verdad es que ahora, con este frío, no hay mucho más que hacer’. Este frío me suena al desierto helado en que vivimos los argentinos desde hace décadas; la intuición de que nada puede sacarnos de aquí –ni la ideología, ni la Historia, ni la Justicia- ni tampoco brindarnos un poquito de calor a modo de paliativo. Lo único que queda es eso, precisamente: el instinto, seguir moviéndonos sin saber bien por qué, como los topos que aun en lo más profundo del túnel cuentan (¡contra toda esperanza!) con que sus narices los regresarán a la superficie –a la luz.
    Al final de Viernes 3 AM, después de haber cambiado ‘de sexo y de dios/ de color y de fronteras’, el protagonista de la canción de Charly García lleva un arma a su cabeza y dispara. El último verso cierra el mini-relato: ‘Los que no pueden más se van’. Un gesto romántico que ha quedado anacrónico en esta Argentina que vive la antítesis de toda épica. (Esto no es cosa de Bruzzone sino mía.) Donde pasamos de querer matar al Alemán a tolerar que nos viole a diario. Donde los que no pueden más, lejos de irse, son los que se quedan. (Como se quedó Charly, sin ir más lejos.)
    Se quedan en compañía de los militares sin dignidad, de los genocidas, de los asesinos anónimos; se quedan junto a los que miraron a otra parte cuando pasaba lo que pasaba (y también ahora, cuando pasa lo que pasa); se quedan codo a codo con los delatores, los cínicos y los corruptos; con los que cambian de bandera en busca de votos; con los que piden (más) sangre; con los que explotan a Dios y María Santísima y coquetean con la idea de llegar a Presidentes para que el país vuelta a estar –como diría Horacio Verbitsky- atendido por sus dueños.
    En este frío, claro, ¿cómo no creer que no hay mucho más que hacer?



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28 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Manos limpias?

Baltasar Garzón es una de las personas con más peso específico que ha producido la sociedad española en la última mitad del siglo XX. Al Juez Garzón le debemos algunos de los momentos más luminosamente democráticos que hemos conocido: el procesamiento del general Pinochet y la investigación contra los crímenes de la guerra y del franquismo. En este segundo caso, Garzón consideraba que Franco y otros 44 miembros de sus gobiernos y de la Falange cometieron “delitos contra Altos Organismos de la Nación” y también de “detención ilegal con desaparición forzada de personas en un marco de crímenes contra la humanidad”. Pues bien, la investigación contra estos crímenes ha exasperado a los franquistas, que en España todavía los hay, hasta el punto de querellarse contra Garzón, al que acusan de prevaricar porque inició procesos, dicen, a sabiendas de que los responsables estaban muertos. Firma la querella un tal Bernard, antiguo mandamás de Fuerza Nueva, grupo ultraderechista muy activo en la represión de antifranquistas, y actual presidente de una asociación sindical que cínicamente dice “defender” el estado de Derecho y que copió el nombre de la italiana Manos Limpias de inolvidable recuerdo. ¿Qué ha hecho Baltasar Garzón? Desde fuera de las asociaciones judiciales, con sus rencillas y enfrentamientos, desde fuera de la furia política que sienten los franquistas contra las iniciativas que adopte la sociedad para limpiarse de la dictadura, lo que vemos es una actuación que introduce el sentido común en los tribunales. Hay un juez valiente que en vez de enredarse en leyes para justificar silencios y omisiones busca los resquicios que las leyes permiten para que a las víctimas de la guerra y del franquismo se les reconozcan derechos y se esclarezca su memoria. Garzón entendió que tenían derecho a recuperar los cuerpos enterrados en fosas comunes, o a saber donde están los entonces niños que fueron separados con violencia de sus familias, por eso puso en marcha un proceso que luego se ha seguido en otras instancias, pero él fue el precursor y eso no se perdona. Lo terrible, lo incomprensible, es que los herederos del franquismo hayan encontrado eco en el Tribunal Supremo de España, donde Garzón tendrá que declarar como imputado por la causa contra el franquismo. Dice el Supremo que “sin valorar ni prejuzgar lo sucedido, entiende que no se dan las condiciones para rechazar la admisión a trámite de esta querella?, que la hipótesis de prevaricación no es ni absurda ni irracional. Eso es lo que dicen cinco magistrados, cinco, del Supremo. A ver ahora qué dice la sociedad española, siempre tan apasionada cuando de defender causas justas se trata. ¿Dejará, sin hacer oír su voz, que Fuerza Nueva, perdón, Manos Limpias, use y abuse del Derecho? ¿Permitirá, sin protestas, que conceptos como Estado de Derecho, por el que tanto lucharon los antifranquistas, sean utilizados contra las víctimas, para que una vez más queden en el olvido? Ya no se trata de Garzón, de cuya amistad me honro, es que no nos tomen el pelo. Prevaricar no es actuar para ensanchar el Derecho, prevaricar es no haber actuado antes. Y mofarse de la justicia es aceptar como normal que los franquistas vengan a dar lecciones de escrúpulo democrático.



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28 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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DESNUDAS, DESNUDOS

 

 

 

 

La verdad es que gustaría ver el desnudo de Carla Bruni. Varias veces he confesado mi afición  por esa susurradora cantante. Me gustaba antes de que la conociera el tal Sarkozy, y después de que pasara por la cama de algún Rolling. No importa, no soy celoso. También me gustó, y mucho, la anterior mujer de Sarkozy- ¿qué tendrá éste tipo?- Cecilia, la nieta de Isaac Albéniz. Ella, también guapa, inteligente, interesante, no parece tener tanto mercado de desnudos. No sé bien qué me ha llevado pensar en los desnudos. Está claro que leí la noticia de las ventas de las fotos de los desnudos de la Bruni y mi imaginación se disparó imaginando los desnudos. Y de un desnudo a otro.

Será por eso que también está investigando Yoko Ono, ¿qué tienen los hombres en su cabeza? Yo desde luego tengo bastantes desnudos imaginarios.

El otro día, en un homenaje a Albéniz, otro familiar, Alberto Ruiz Gallardón, contó que tenían en la familia una foto de su antepasado desnudo, feliz y mayor. Una foto de un genio cincuentón, un poco tripón y a punto de darse un baño. ¿Cuánto y quién pagaría por ella? Y una foto de Kafka desnudo? Seguro que hay un mercado de los desnudos de los seres que admiramos. Recuerdo una foto de Sabina desnudo. Quizá haya quién la tenga guardada. ¿No tengo yo la de Catherine Deneuve con cara de estar desnuda, aunque nada nos muestre? Pues eso. 



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27 de mayo de 2009
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Ensamblaje de células con vida propia

Nunca estuve de acuerdo con los que afirman que el orden de lectura de la Recherche, es de hecho indiferente, que las páginas valen por si mismas, y que no se pierde nada si se consideran párrafos aislados como un fin en sí. Pero estoy en  desacuerdo, no en razón de que  esta lectura carezca de sentido, sino más bien en razón de que limitarse a ella es renunciar a una riqueza enorme y complementaria. Pluralidad de células que tienen vida propia, la Recherche es sin embargo también un todo orgánico que otorga a cada célula en particular nueva función. Por eso los párrafos que valdrían por si mismos no son para el afortunado lector disociables de la peripecia narrativa, que le mantiene suspendido a los meandros por los que transcurre la vida de los personajes.

Ello no es en absoluto óbice para que en cada locus del organismo esté operando una suerte de demiurgo que tiene la capacidad de transmutar el contenido, de tal forma que su función en el todo, su sentido en la narración, pueda incluso quedar eclipsada por haber sido materia porosa para la infiltración de los recursos y expedientes del lenguaje. 

En la medida en que el devenir de los personajes de la Recherche sólo es significativo porque el lenguaje contribuye a moldearlo y- sobre todo- es lo único que da testimonio de los rasgos que le configuran, el lenguaje logra una suerte de transmutación del personaje; las metáforas le empapan y- barruntando que nosotros estamos empapados de la misma manera- nos reconocemos en él. Nos reconocemos en d'Argencourt, en Swann, en Robert de Saint Loup, o en el Narrador. Nos reconocemos, no en las vicisitudes que hacen de cualquiera de ellos un protagonista más de la trama, sino en los singulares instrumentos cuyo despliegue forja la trama misma, instrumentos  a los que la reflexión sobre la literatura  ha dado nombre, pero que son previos a la literatura misma, por ser quizás el entramado prístino de lo que hace a los hombres.  

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27 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Secuencias del dolor

Como ocurre cuando tras sentir hambre se continúa sin comer y se sigue ayunando, la sensación de cualquier cosas se desarrolla a través de una narración interna que no conoceremos nunca si nos afanamos, siendo molesta, en interrumpir su proceso. La tristeza es una de estas emociones que a menudo tratamos de espantar como si fueran sólo el mal que se percibe cuando llegan. La tristeza, el dolor, la adversidad, el fracaso o la decepción, cualquiera de estas sevicias en sus diferentes grados, poseen una capacidad de evolución interior que, siendo humanos, no ofrecen un interesantísimo surtido argumental y referido a nuestra ordinaria condición y sin duda al núcleo fundacional de ella.
No se trata de referirse al estoicismo, el masoquismo o incluso en el cristianismo sino solamente a la secuencia real y viva. La tremenda vitalidad del mal espanta y, a menudo, su fuerte resplandor induce a cerrar los ojos. Sin embargo, los brillantes pozos del mal, los oscilantes movimientos subterráneos del dolor, los socavamientos de los celos, componen una zoología de la humana oscuridad que ninguna película de terror, ningún libro mortificante ni posible grabado de los horrores es capaz de consignar. La única posibilidad de asistir en vivo a ese espectáculo es a través del yo mismo sazonado de dolor, yo mismo en plena cremación o en cualquier actualidad de la tortura. Y todo ello detectado, observado y explorado como el organismo de un animal propio e interior que, finalmente, ensoberbecido, en su mismo veneno se ahoga.



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27 de mayo de 2009
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Hágame el favor de ser idiota

Las campañas electorales son un regocijo grandioso para el ciudadano escéptico. En ellas, aunque pueda parecer que los partidos tratan de darse a conocer, en realidad lo que hacen es exponer sin rubor la idea que tienen de sus votantes. Puede decirse que la publicidad de los partidos es una fotografía del alma de sus simpatizantes, no tal y como es, sino tal y como los jefazos creen que es. Podríamos ampliarlo y decir: "Tal y como les gustaría que fueran". No lo decimos, sin embargo, porque es de temer que ni siquiera sepan cómo les gustaría que fueran sus votantes.

    La campaña la ha comenzado el Partido Socialista que, como viene siendo su costumbre, nos ha regalado un video de patio de colegio con el fin de que se entienda bien. Aparecen en el mismo unos nazis, unos curas mataniños, unas pijas que azotan al servicio, en fin, topicazos de serie de televisión. Se supone que mediante esta visión a lo Tarantino el votante socialista, que es un cabeza rapada antisistema, entiende que le están diciendo que no vote a la ultraderecha polaca, pero como ese votante ignora dónde está Polonia y lo confunde con un programa de la tele catalana, que viene a ser lo mismo, se da una palmada en la frente y exclama: "¡La hostiajodercojones, a ver si me equivoco y voto al PP que es un partido de fachas y pedófilos!". Es el máximo raciocinio que el partido socialista concede a sus votantes.

    Desde que descubrió lo bien que le iba con aquello de la crispación, a Zapatero le obsesiona grabar cruces gamadas en la frente de los opositores. Es una gran táctica. Yo también creo que la pedagogía del odio es lo que mejor funciona en este país. Por eso es una pena que tanto Izquierda Unida, como Convergencia, como el PP, y no digamos el partido de Rosa Díaz, sean tan comedidos y no participen (de momento) en este divertidísimo "Los albóndigas votan Europa". A ver si hay suerte, se mosquean, y nos alegran la campaña. Ya me veo yo un video con Zapatero inflado de vodka, Bibiana de jefa de cheka y López Aguilar de enano torturador. Muy bronceado.

Artículo publicado el sábado 23 de mayo de 2009.

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27 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Inscrito en el hipotálamo

Después de cinco intentos de salida ilegal, Carlos ha encontrado un camino que no tiene el peligro de los tiburones y la insolación. Se va de Cuba a través de uno de esos pocos países que todavía no exige visa a mis compatriotas. Por esa misma vía, miles de jóvenes han salido en los últimos meses, después de comprender que el anunciado proceso de ?cambios? ha sido otra tomadura de pelo hecha desde el poder. Este balsero reincidente tiene más de treinta años y lleva al menos un tercio de su vida con los ojos puesto al otro lado del mar. Si todo sale bien, estará mirando a la Isla en la distancia en un par de meses. Cada año me encuentro en el doloroso escenario de rehacer mi grupo de amistades, pues al decir de Wendy Guerra ?todos se van?. Incluso aquellos que proyectaban envejecer en esta tierra o exhibían unas entradas económicas que les permitían vivir cómodamente. Hasta un amigo que parecía tener -como yo- la intención de encender el Morro una vez que todos se fueran y lo dejaran apagado, nos ha contado que se larga. Vino ayer a casa y en un susurro ?como quien teme que el apartamento esté plagado de micrófonos- nos dijo ?no aguanto más?. La frase se la he escuchado a tantos que ya se ha convertido en un lugar común en nuestras conversaciones. Éste otro que se va tiene un buen apartamento, un trabajo que le da jugosos dividendos y una vida pública intensa. Tomó la decisión de emigrar por motivos muy diferentes a los de Carlos, pero ambos coinciden en que no quieren que sus hijos nazcan en Cuba. Mientras uno vive en la deteriorada casa de su abuela, el otro duerme cada noche con la climatización a menos de 20 grados. Sus condiciones de vida son tan diferentes y sus aspiraciones tan alejadas que sólo me cabe pensar que el imperativo de emigrar nos llega desde el hipotálamo. Es como un tirón que viene de adentro, un llamado del  instinto de conservación que nos dice: ?salva a los tuyos, llévatelos de aquí?.



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27 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los que no pueden más

Estaba a punto de escribir sobre Los topos, la novela de Félix Bruzzone, cuando sonó el teléfono. Era Martín Pérez, de la revista La Mano. Con la excusa de los treinta años de La grasa de las capitales, segundo álbum de Serú Girán, me ofreció una columna para hablar de una de las canciones del disco. Sin pensarlo demasiado me quedé con Viernes 3 AM.
    Pocos minutos después, revisando la letra de la vieja canción amada, entendí hasta qué punto Viernes 3 AM dialogaba con Los topos, a pesar de que fue escrita cuando Bruzzone no llegaba siquiera a los tres años de vida.
    Cambiaste de tiempo y de amor/ y de música y de ideas./ Cambiaste de sexo y de dios/ de color y de fronteras, canta Charly García.
    La novela de Bruzzone, narrada en primera persona al igual que buena parte de sus relatos, está protagonizada por un hijo de desaparecidos. (Como Bruzzone mismo, para sacarnos de encima el asunto de una vez.) La noticia de que su chica, Romina, puede estar embarazada –esto es, la perspectiva de convertirse en padre-, raja el velo de su existencia. Todo lo que hasta entonces lo constituía se desintegra: el trabajo de repostero que heredó de la abuela Lela, su vivienda, la tibia relación con la agrupación HIJOS, su historia amorosa con Romina. (‘Quizá ella buscaba ordenar su vida, y la mía, y yo sólo quería apalearme’, dice el protagonista sin hacerle ascos al retintín arltiano.)
    De un día para el otro inicia relación con un travesti que se hace llamar Maira. Pronto empieza a sospechar que Maira es en realidad su hermano, el otro hijo que su madre habría parido en la ESMA durante el cautiverio. (Según conjeturas de Lela, cuanto menos.)
    ‘…mis únicos vínculos con la realidad, aparte de lo del embarazo, eran Maira, Lela y las tortas’, dice el narrador.
    Entonces el embarazo se convierte en una incógnita. Lela muere. Las tortas quedan en el olvido. Y Maira desaparece.
    Cortadas todas las amarras, la realidad queda atrás. Y la novela comienza al fin.

            (Continuará.)



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27 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Música

Ayer fueron armas, hoy son notas de música. Luego avanzamos. La idea, según creo haber entendido, fue de la Fundación Calouste Gulbenkian y luego se sumaron el Ayuntamiento de Amadora y el Conservatorio Nacional. Se trataba de reunir a niños que viven en barrios degradados y enseñarles música y a tocar un instrumento. El propósito no era original, baste recordar la reciente revelación de la orquesta juvenil de Venezuela, ahora conocida en todo el mundo, pero si hubiera sido un error de partida seguir o imitar una idea mala, nociva, de alguna manera perjudicial, esta valdría su peso en oro en caso de que una idea tan rica de contenido pudiese ser pesada. Acabo de ver un video en el que se presentan unas cuantas niños, de color la mayor parte, en torno a instrumentos en que ni en sueños les habrían puesto alguna vez las manos encima, manejando arcos y llaves con una facilidad para mí asombrosa, y fue inevitable que recordara el tiempo, no mucho, en que frecuenté la Academia de Amadores de Música, donde no hice más que balbucear unos vagos solfeos y tropezar con los dedos en el teclado de un piano. (Mi futuro no estaba ahí.) E incluso cuando el futuro de todas esas criaturas no acabe siendo la música, tengo la seguridad de que nunca olvidarán las horas pasadas en la sala de ensayos y menos aún, creo, los caminos para llegar hasta ahí, cargando ellos mismos las cajas de sus instrumentos, pequeñas si son para una flauta, manejables si contienen un violín, menos cómodas si de un violoncelo se trata. La gravedad de esos rostros, también cuando la boca se les abría en sonrisas, la luz de aquellas miradas, la ponderación con que respondían a las preguntas, me confirmaron una vieja idea, la de que la felicidad es una cosa muy seria. Compenetrados, atentísimos, ensayaban unos cuantos compases de la Novena de Beethoven. Creo que los que lean estas páginas estarán de acuerdo comigo si les digo que es un buen principio de vida.



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27 de mayo de 2009
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