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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Samanta Schweblin entrevistada

Samantha Schweblin. Foto: Martín Felipe. Fuente: adn cultura Luego de que colocara la semana pasada un post sobre el artículo de Patricio Pron en "Etiqueta Negra" y la pelea de la "Joven Guardia" de la literatura argentina luego de una gira por España, que dejó como única ganadora a la discreta Samanta Schweblin, Mario Bellatin -uno de los jurados del concurso Casa de América el año en que ella ganó- me comentó la enorme calidad de la Schweblin. En palabras de Bellatin, que es un pesado como lector, eso es oro. Espero que pronto llegue a Lima Pájaros en la boca (Emecé), su premiada colección de relatos. En el suplemento ADN Cultura de "La Nación" la entrevistan:-¿La tuya es literatura fantástica?-Dicen que sí, pero no sé. Creo que los 15 cuentos de Pájaros en la boca se pueden considerar fantásticos, pero también pueden leerse como relatos realistas. Me interesa esa línea de ambigüedad. Cuanto más se acerca un texto a la realidad, más extraño se vuelve. El género fantástico ya no es Frankenstein . Ahora, es también la posibilidad de algo terrible.-¿De dónde salen esas historias tan singulares?-Me impacta mucho la imagen. Una vez, navegando por Internet, vi una foto de Marcos López de un hombre sirena y se me ocurrió todo un cuento. Me senté y lo escribí. La historia del cuento "Pájaros en la boca" también comienza con una imagen muy fuerte: una adolescente que sonríe con los dientes ensangrentados. Eso quedó en mi cabeza y dos o tres días después ya tenía el cuento pensado.-¿Te has asumido como cuentista?-Sí. Pero quiero aclarar algo: no escribo cuentos por militancia. Tengo ideas que piden ser escritas en forma de cuento, porque no funcionarían en una novela. Prefiero la brevedad. El día que tenga una idea que no sea abarcable en un cuento intentaré una novela. Pero no sé tampoco qué ventaja podría tener escribir una novela por el solo hecho de escribir una novela. A los editores les encantaría, pero a mí quizá me aburre.-¿Algún editor te pidió una novela?-Sí, me han pedido. Es muy gracioso, porque tengo la sensación de que los editores me tienen fe [se ríe]. Pienso que dicen: "Bueno, esta chica en algún momento va a escribir una novela, va a ser escritora". Pusieron unas fichitas ahí a ver si me despabilo y hago lo que en realidad debería hacer.-¿Te acercás al cuento con cierto ánimo lúdico?-No. De hecho, escribir no me es sumamente gratificante. Yo termino de escribir un cuento y soy la persona más feliz del mundo. Pero todo el trabajo de la escritura me genera mucha angustia, mucha ansiedad.



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23 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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TUSQUETS por Mordzinski

Foto: Daniel Mordzinski Así, en medio de letras y números de chocolate (tema en el que me he vuelto, súbitamente, experto) celebraron los 40 años de la editorial Tusquets. Daniel Mordzinski estuvo presente en Barcelona y envía esta exclusiva a Moleskine Literario.



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23 de junio de 2009
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Como dar legitimidad a la frase “en el principio está el verbo”

La tesis según la cual el hombre responde  a una  naturaleza y que esta naturaleza, susceptible de ser fertilizada o actualizada, no es otra cosa que la capacidad  lingüística, la tesis de que el hombre tiene su esencia en el lenguaje, posibilita decir de manera algo metafórica, que el hombre no precede a la palabra, sino que es fruto de la misma. Se corre entonces sin embargo  el riesgo de parecer afirmar que en el origen se situaría algo así como una palabra desencarnada, la cual vendría a tomar cuerpo en los individuos humanos concretos; se corre el riesgo de parecer estar negando que el hombre es un fruto contingente de la historia evolutiva.

El problema reside tan sólo en una cuestión terminológica. Basta con precisar que mediante el término hombre se designa aquello que surge como resultado de que en la historia de los códigos de señales propios de lo que fue el ancestro del hombre, uno de ellos se transformó en esa negación del mero estatuto de código que constituye el lenguaje, basta con reservar el término hombre a la etapa posterior a las modificaciones genéticas y cerebrales que dieron lugar al lenguaje  para que todo equívoco desaparezca.

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23 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sastre

Conocí al dramaturgo Alfonso Sastre hace más de treinta años. Fue nuestro único encuentro. Nunca le escribí, nunca recibí una carta suya. Me quedó la impresión de un carácter áspero, duro, nada complaciente, que no facilitó el diálogo, aunque no lo hubiere dificultado. No volví a saber de él, salvo por ocasionales y poco expresivas noticias de prensa, siempre relacionadas con su militancia política en las filas abertzales. En las últimas semanas, el nombre de Alfonso Sastre volvió a aparecer como candidato cabeza de lista a las elecciones europeas, integrado una Iniciativa Internacionalista de reciente formación. La agrupación no obtuvo representación en el parlamento de Estrasburgo. Hace pocos días ETA asesinó al policía Eduardo Puelles con el casi siempre infalible proceso de bomba-lapa colocada en la parte inferior de los coches. La muerte fue horrible, el incendio carbonizó el cuerpo del infeliz, al que no hubo manera de acudirle. Este crimen suscitó en toda España un movimiento general de indignación. General, no. Alfonso Sastre acaba de publicar en el periódico vasco Gara un artículo amenazador en que habla de ?tiempos de mucho dolor en lugar de paz?, al mismo tiempo que justifica los atentados como parte de un ?conflicto político?, añadiendo que más atentados habrá si no se abre una negociación política con ETA. Casi no acredito en lo que leo. No fue Sastre quien fijó la bomba en el coche de Eduardo Puelles, pero lo que no esperaba era verlo como valedor de asesinos.



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23 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Más preguntas sobre la nueva revolución iraní

Imaginemos que los reformistas toman el poder, que hoy al menos ya es imaginar en el punto en que están las cosas. ¿Alguien puede creer que Musaví y sus amigos, Rafsandjani y Jatamí entre otros, piensan en renunciar al programa nuclear? ¿Puede creer alguien que se esfumen por arte de birlibirloque las actitudes hostiles a Israel y sobre todo a los judíos, con la mera desaparición de Ahmadinejad de la escena política? ¿Cabe la posibilidad de que la teocracia iraní se deshaga como un azucarillo?

La fluidez de la situación política parece, en todo caso, muy notable. Se ha producido un movimiento a la defensiva por parte del régimen, como es el reconocimiento de errores flagrantes en las votaciones en 50 ciudades por parte de un organismo central como es el Consejo de Guardianes (seis teólogos nombrados por el Guía supremo Alí Jamenei y seis juristas nombrados por el jefe del poder judicial, a su vez nombrado por el Guía supremo). El carácter fraudulento de las elecciones y la razón que asiste a quienes piden en las calles por el destino de su voto sólo permiten una respuesta, y es la anulación de los comicios. Si no se anulan, la legitimidad democrática que el régimen ha intentado lucir desde sus inicios queda totalmente cuarteada. Imaginemos, pues, por un momento, que después de este primer paso atrás (un grave error político que demuestra la debilidad de la dictadura) vienen otros más. Que sigue la dinámica de movilizaciones ?y por el momento nada indica que esté perdiendo impulso- y que se llega a conseguir la anulación de los resultados fraudulentos y una nueva convocatoria de elecciones. Si esto sucediera se abriría un período todavía de mayor movilización hasta la celebración de una campaña electoral que podría derivar en una confrontación abierta entre dictadura y democracia. Llegar hasta este punto en un país fuertemente militarizado, en el que el piadoso dictador maneja los hilos de la policía, los servicios secretos y las milicias con gesto compungido y lloroso como si no fueran con él, no es cosa de coser y cantar. El peligro de una enfrentamiento civil serio es bien evidente. Pero imaginemos, imaginemos. Si sucediera todo esto, entonces, no ahora, las preguntas con que empezaba tendrían una vigencia extrema. Y todavía habría que añadir otra más: ¿Un Irán más democrático y menos teocrático dejaría de representar una amenaza existencial para el Estado de Israel? Hay tres cosas que parecen claras. El nuevo régimen seguiría siendo pro palestino. Apoyaría a Hezbolá en Líbano y a Hamas en la franja de Gaza, aunque es muy probable que también favoreciera la recuperación de la unidad con Fatah y su abandono del extremismo violento. Y exhibiría orgullosamente el derecho de los iraníes a contar con una industria nuclear propia e incluso a recorrer el camino para la obtención del arma nuclear si a ninguno de sus vecinos más próximos, Rusia, China, India, Pakistán e Israel, se le ocurre comprometerse en el reto del desarme nuclear que ha planteado Obama. (En otras circunstancias hoy hubiera sido un día perfecto para escribir sobre el espectáculo de Versalles, donde Sarkozy ha resuelto un problema gravísimo que conmociona a los franceses en su vida diaria como es el gran número de burkas que se puede ver por sus calles. Pero la revolución iraní luce un poco más que este sol resplandeciente que ayer iluminó a los franceses y a todo el mundo a pocos kilómetros de París, en la excepcional reunión del Congreso, es decir, el Senado y la Asamblea nacional excepcionalmente reunidos para aclamar y vitorear al presidente. Lo dejaremos para otra y mejor ocasión. Si la hay.)



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22 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El amor llega del desierto

El viernes a última hora recibí un sobre que me enviaba Julia Saltzmann desde las oficinas de Alfaguara. Era el primer ejemplar, todavía tibio de imprenta, de mi novela Aquarium. La familia me lo arrebató de inmediato, para ver qué tal había quedado y hacer las cosas obvias: contemplar la tapa (quedó bellísima: no podría ser mejor aunque la foto la hubiésemos mandado a hacer a pedido, ¡si hasta la mujer que cruza el desierto se parece a Irit cargando su escultura!), leer el texto de contratapa, asegurarse de que habían recibido la mención correspondiente en los agradecimientos… Sobrevinieron las felicitaciones de rigor, los abrazos y los besos. Y después la vida siguió como siempre.
    Para mi mujer y mi hija, claro. Pero yo…
    Como me daba tanta vergüenza lo que me ocurría, ni siquiera intenté explicarlo. De allí en más no hice otra cosa que aprovechar cada distracción de mi familia para tocar el libro, abrirlo en cualquier parte y finalmente ponerme en serio a leerlo desde el principio.
    No sé qué les ocurrirá a los otros escritores, pero yo siento el mismo impulso (salvando las obvias diferencias, por cierto) que me ha movido ante cada nacimiento de mis hijos. Lo primero que busco con la vista, en el paroxismo de la ansiedad, es que esté entero. (Puede que suene exagerado, pero también lo es la cuenta de dedos que uno hace inexorablemente apenas el niño o niña entra en nustro campo visual.) Después necesito leerlo de cabo a rabo como si no lo hubiese escrito, para cerciorarme de que todo esté en orden: sin saltos, sin erratas. (Encontré un único defecto pero que es culpa mía, y no de los editores. Ya sé qué corregiré en ulteriores ediciones…) Y finalmente, cuando ya he realizado todos los chequeos de rigor, me veo obligado a asumir que lo que resta es pura compulsión, una fiebre difícil de explicar y mucho más difícil de defender. Porque lo que siento entonces es el deseo de no despegarme del libro, de llevarlo conmigo donde vaya –lo único que me faltó fue ponerlo debajo de la almohada.
    Tengan piedad de este escritor enajenado. Uno ha puesto mucho pero mucho amor además de mucho pero mucho trabajo en eso que para el mundo es apenas un libro más. Sin llegar al extremo de estar dispuesto a dar la vida por él (privilegio que uno se guarda para los hijos de carne y hueso y su enamorada), yo no puedo menos que pensar en su futuro y, a sabiendas de que esta existencia es dura, desear que le destine la menor cantidad posible de sinsabores.



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22 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lanzarote

De los tiempos en que apenas se viajaba y hacer turismo daba lustre, el Caribe obtuvo su mitología central. Paraíso y Caribe se intercambiaban en un sinfín de postales con arenas blancas y aguas de color turquesa y esmeralda, suaves palmeras cocoteras y guirnaldas de flores por doquier. La experiencia ha mostrado, sin embargo, contra la belleza de esas fotos, la insoportable humedad fundida a cuarenta grados, los vientos casi incesantes que ciegan los ojos de arena purísima y las aguas esmeraldas donde apenas se nade o practique snorting la piel arde hasta temperaturas superiores a las de la gripe A.

El Caribe es una opción, cada vez más incómoda, sumada, de otro lado al jet lag. Frente a ello, las Islas Canarias, a dos horas o dos horas y media desde Madrid, con temperaturas y precios de dimensión humana es la alternativa que muchos peninsulares escogen atinadamente ahora. Son los viajeros más listos. Y, a la vez, quienes, como turistas, podrán escoger en una isla, como Lanzarote, una amenidad que multiplica por mil las delicias del coco-loco y la piña colada. Lanzarote es la gran opción y si no me he atrevido nunca a aconsejar destinos fijos no me resisto a la comparación. Pocos paisanos tan amables como los canarios, más emblemáticos del slow-food o el all slow pero también, sin duda, no se hallará un paisaje más protegido, mejor conservado y más volcánicamente impactante en toda España que el proporcionado por Lanzarote. Sea en la playa y en el interior, con coche, con camello, con bicicleta o paseando alrededor.



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22 de junio de 2009
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Un Edipo complejo

Las Naves del Matadero, dependientes del Teatro Español, es el espacio escénico más hermoso de la capital, y asocio a su superficie algunos de los momentos memorables de mi identidad de espectador: el ‘Happy Days' de Beckett en el montaje de Deborah Warner interpretado por la extraordinaria Fiona Shaw (que vi en un día personalmente muy inolvidable), y, el verano pasado, un ‘Troilo y Crésida' de Shakespeare montado con sencillez deslumbrante por Declan Donnellan. Pero no todo lo que me gusta en las Naves del Español está en inglés. Ahora mismo se interpreta en castellano (el castellano ni más ni menos que de Eduardo Mendoza) una obra griega que fue antes de llegar aquí vertida al francés por un chileno, Daniel Loayza, y pese a ese aparente galimatías, yo diría que es el mejor espectáculo teatral de la temporada que a punto está de acabar. Me refiero a ‘Edipo, una trilogía', y  si usted no la ha visto y tiene acceso a ella (en Madrid hasta el 28 de junio, y después en el Grec de Barcelona) no debería perdérsela.

    Este Edipo que recorta de modo drástico pero inteligente la tres obras de Sófocles 'Edipo rey', ‘Edipo en Colono' y ‘Antígona', está dirigido por Georges Lavaudant, y es un modelo de montaje de una tragedia griega, sobre todo si lo comparo con el que en el mismo escenario vi hace casi un año de ‘Las troyanas' de Eurípides, horroroso espectáculo del casi siempre buen director Mario Gas, gritado, efectista, grandilocuente y mal dicho, aunque también en esa ocasión la versión castellana (del poeta Ramón Irigoyen) fuese excelente. El ‘Edipo' del Matadero elimina los coros sin por ello ‘tunear' a Sófocles, como se ha hecho en otros montajes recientes de grandes clásicos, y Lavaudant cuenta muy elocuentemente, sin eludir sus complejidades, la estremecedora historia que tiene que contar, huyendo de la mera ilustración (aunque sobren a mi entender un par de filminas proyectadas).

     Párrafo aparte merecen sus actores, en lo que para mí supone el elenco de más alta y homogénea calidad visto en los últimos tiempos. La mayoría de los nombres que lo forman tienen sobrado prestigio, pero también sabemos, los aficionados a este maravillosamente voluble arte de las tablas, que los grandes actores no en toda ocasión se muestran grandes. Aquí sí. Miguel Palenzuela (vestido, yo diría que deliberadamente por el director, de ‘pepona') conmueve con su Tiresias, del mismo modo que dan gran densidad Pedro Casablanc a Creonte, Fernando Sansegundo a Teseo (en la segunda parte convertido en un fantoche a lo Thomas Bernhard), Luis Hostalot a sus papeles y Rosa Novell a los suyos, que pasan con admirable versatilidad de la tragedia al vodevil. La obra, como es lógico, se sostiene en la figura doliente de Edipo, y Eusebio Poncela, que prácticamente no sale de escena en la primera hora y cuarto, compone magistralmente un rey a imagen y semejanza de los plebeyos que estamos viéndole, sentados en las gradas del Matadero: curiosos, ambiciosos, equivocados, cargados de culpa, inocentes. A su lado también hay magníficos intérpretes jóvenes, Noelia Benítez, Laia Marull (que destaca poderosamente como Antígona), y alguien que supone para mí una revelación, Críspulo Cabezas. Recordaba su nombre llamativo y su rostro de adolescente de ‘Barrio', la película de Fernando León, pero desde entonces aquel ‘macarrita' madrileño ha crecido y -pasando desde la tele y el hip-hop a la tragedia- se ha convertido en un imponente actor.

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22 de junio de 2009
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La letra es el espejo del alma

Cualquiera que en alguna ocasión se haya visto en la necesidad de corregir trescientos exámenes, habrá reparado en la enorme diversidad de las escrituras. Cada alumno tiene su particular modo de dibujar letras y palabras. Vence, en general, una grafía primitiva, fragmentada y difícil de leer, como si se hubiera escrito deprisa, aun cuando si se observa a los examinandos se constata que escriben con lentitud exasperante. Esta asombrosa diversidad es el resultado de una práctica cada vez más secundaria, frente al tecleo.

    Nuestros abuelos recibían lecciones de caligrafía y todavía en mi infancia mis amigos distinguían perfectamente si una niña era del Sagrado Corazón o del Jesús María sólo con mirarle la letra. Eran modelos de disimulo, de ocultación, porque es ancestral la creencia de que en la escritura nos traicionamos. La caligrafía servía para encubrir nuestra parte siniestra. Todavía hoy el examen grafológico es decisivo para la elección de candidatos a trabajos comprometidos.

    En uno de sus artículos de los años treinta, escrito en Ibiza y quizás alucinado por una insolación germana, Walter Benjamín escribió que el poder de imitación de los mortales es su principal carácter. No sólo imitamos a los animales y a los otros humanos, imitamos también los fenómenos naturales y la esfera celeste, por ejemplo con las danzas rituales o con los signos del zodiaco. Más tarde imitamos el mundo mediante jeroglíficos. Y finalmente con la escritura, la cual representa el cosmos, pero también a quien está escribiendo. En la escritura, dice, aparece el retrato de la parte ciega de nuestra alma. Escribo una carta y desde el papel un rostro maléfico y amenazador me sonríe en forma de escrito: es mi parte opaca y latente. La he imitado disfrazada de alfabeto. 

    Añade Benjamín que precisamente por ir concentrándose nuestras imitaciones del mundo en la escritura, poco a poco ha ido desapareciendo la magia. Si su hipótesis es correcta, la desaparición de la escritura por efecto del tecleo traerá consigo un crecimiento exponencial de la magia.

Artículo publicado el sábado 20 de junio de 2009.

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22 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El arte y el mal

Rafael Argullol: La responsabilidad del ser ético llega  a los sueños, a los pensamientos íntimos, y a las fantasías más laberínticas que uno pueda trazar.

Delfín Agudelo: Pensaría que sería interesante pensar que ese sería un paso en el concepto del Big Brother: la idea misma de aquella posibilidad distópica de que alguien pudiera acceder a tus sueños.

R.A.: Esto abre dos caminos radicalmente distintos, por lo menos desde el inicio lo menos de la humanidad. El camino de religiones absolutas- por ejemplo lo que comentábamos del dios que acepta los cristianos, que es un dios que llega  a la intimidad última de tu entraña., al que de alguna manera tienes que dar cuenta de lo que hace tu propia entraña porque no es suficiente lo exterior. En el camino alternativo esta es la verdad del arte: es aquella que indaga de manera pluridimensional, que no es la verdad de la ciencia ni la verdad de la  historia ni del periodismo, ni la verdad de la sociología. Todo eso último indaga con ciertos límites: el sociólogo te va a indagar si vas a votar a la derecha o la izquierda, pero no se va a meter en tus pensamientos sobre qué pensarás hacer; el periodista registra los hechos a corto plazo; el historiador a largo plazo; la ciencia se basa en experimentaciones empíricas. En cambio lo que llamamos arte, esa nebulosa, es que trabaja al mismo tiempo de las múltiples direcciones: la verdad del arte implica tanto la verdad de lo que yo ahora hago moviendo un lápiz con mis manos como aquello que estoy sugiriéndome a mí mismo al mover el lápiz como aquello que yo podría transformar el lápiz, por ejemplo en un cuchillo con el cual apuñalar a alguien o un cincel para esculpir algo. La verdad del arte tiene que avanzar también en la verdad del sueño, en la verdad de los pensamientos secretos, en la verdad de las fantasías retorcidas, en la verdad de los actos discriminados de la memoria, y por eso la verdad del arte es tan sinuosa, tortuosa y contradictoria, porque avanza en esos distintos fuertes.

Pero volviendo al tema del mal el arte afronta el mal desde esta multiplicidad. En cambio el legislador, el historiador, el periodista, el sociólogo, afronta el mal como una pieza que necesariamente distorsiona el engranaje colectivo. El artista no puede hacer eso: tiene que ver hacia dónde conduce eso, qué parte de eso está en nosotros mismos. No puede decir, volviendo al principio, que Hitler era inhumano, como se encargaron de decir políticos, historiadores uy sociólogos. El artista tiene que decir, creo yo, "Hay en mí un Hitler. Y ese Hitler, en la medida en que yo lo conozco, puedo llegar a enfrentarlo, dominarlo y exponerlo para mis contemporáneos y para mis coetáneos". Pero no puedes decir que es inhumano o diabólico porque con eso estás diciendo que es ajeno a la condición humana. Al juez le interesa decir: "Usted es inhumano porque no se comporta según la sociedad humana." Pero el artista no puede decir de nadie que es inhumano sino que tiene que saber que forma parte de la condición humana esa inhumanidad. Es por eso que el abordaje del mal, evidentemente, es muy distinto si se hace desde le punto de vista de la religión, de la historia o del arte. Aquello tan recurrente a Aristóteles sería aplicable también a esto, cunado dijo que al poesía era superior a la historia porque la  poesía nos hablaba de lo que podía ser y no solamente de lo que había sido, como la historia. En general podríamos decir que la mayor ambición del arte es que nos habla de todas las potencialidades del ser humano, incluidas aquellas malignas, pero no para llegar a una delectación en esa maldad, sino para mirarla de frente. Y al mirarlo de frente, tener la capacidad de ser mejores: en el momento en que somos capaces de leer, en el sentido que apuntaba Todorov,  y enfrentarnos de frente a esas capacidades, tenemos una capacidad catártica respecto a eso.



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22 de junio de 2009
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