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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ribeyro, 80 (recuerdos de Bryce Echenique)

Julio Ramón Ribeyro. Fuente: eldedoenlallaga Un día como hoy Julio Ramón Ribeyro hubiera cumplido 80 años. Entre los diversos artículos editados ayer domingo, destaca uno en el diario "Correo" en que le piden a Alfredo Bryce Echenique que recuerde a su amigo. Dice ahí:Julio Ramón fue sin lugar a dudas el mejor amigo que tuve en París. Era un hombre tímido y bastante inseguro, pero que vivió siempre rodeado del afecto de escritores y artistas estupendos. Y era muy leído entre los escritores, sobre todo, y admirado y respetado por autores tan importantes como Julio Cortázar y Juan Rulfo. No era pues el gran solitario que mucha gente imagina y hasta afirma. Además, su trabajo como agregado cultural y luego como delegado alterno del Perú ante la Unesco lo obligaron a tratar y frecuentar con profesionales de la diplomacia e incluso con hombres políticos. Y también es cierto que en esos medios se desenvolvió tan a gusto que yo incluso solía decirle que se había descubierto una segunda vocación, la de diplomático, algo que él aceptaba gustosamente.Fue un lector agudo e insaciable que me guió siempre con sus consejos sobre literatura e historia, pero en cambio nunca fue un escritor metódico y constantemente saltaba de un proyecto a otro y en el camino iba dejando muchas cosas inconclusas, aunque siempre estuvo muy seguro del valor de lo que escribía y en España no le faltaron editores muy importantes como Beatriz de Moura, de la editorial Tusquets, que publicó todas sus novelas. Carlos Barral también editó una muy buena antología de los cuentos de Julio Ramón y al final también la editorial Alfaguara, de Madrid, publicó sus cuentos completos.Con la vida, en su totalidad, sí tuvo mala suerte, sobre todo por la gravedad del mal que lo atacó cuando recién cumplía cuarenta años. Fueron atroces las dos operaciones a las que fue sometido e incluso luego de la segunda de ellas uno de los médicos lo dio por muerto. Vi a ese médico años más tarde y, cuando se enteró de que yo era peruano, me dijo que él una vez había operado a Julio Ramón y había firmado su defunción. Cuando le dije que estaba vivito y coleando, el hombre, lo recuerdo clarísimamente, me dijo: "Es ese tres por ciento que la ciencia le deja al milagro". Finalmente, a su regreso definitivo al Perú, supe que ya bien instalado y rodeado de afecto en Lima vivió los cuatro mejores años de su vida, y conoció por fin la felicidad y supo disfrutarla incluso con voracidad.



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31 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Aprender (a amar la) literatura

Ayer domingo en el New York Times leí un artículo sobre una profesora de Atlanta llamada Lorrie McNeill que, cambiando por completo los principios que suelen regir la enseñanza de su materia (Inglés, en este caso), deja ahora que sus alumnos elijan las novelas que quieren leer. Por supuesto, hay algunos que no salieron de lo obvio (la serie Maximum Ride de James Patterson, los libros de romance vampírico de Stephenie Meyer), pero otros optaron por novelas interesantes, que nunca habrían elegido de no haber sido desafiados a probar algo mejor: cosas de Toni Morrison, David Wroblewski y Tim O’Brien, por ejemplo. Por supuesto, las innovaciones de la profesora McNeill no son un capricho aislado, sino parte de un movimiento para “revolucionar la manera de enseñar literatura en las escuelas de los Estados Unidos”, sostiene el Times.

         ¿Habría aprendido más de lo que aprendí, durante mi educación secundaria, de haber tenido la suerte de contar con un profesor como esta McNeill? Por supuesto. Si hoy escribo novelas se debe, entre otras cosas, a que mi amor por la narrativa era tan grande que incluso toleró la tortura de las clases de literatura de cuarto y quinto año. En cuarto nos castigaron con clásicos españoles de los que nada recuerdo, y apenas nos permitieron leer uno o dos capítulos del Quijote. En quinto nos expusieron a una serie de mamotretos por completo olvidables (La Bolsa de Julián Martel, por ejemplo); por fortuna mi maestra la señorita Barbeito ya me había hecho descubrir Cortázar en la primaria, que de ser por mi profesora de la secundaria me habría perdido por completo. 

         ¿A cuánta gente se le escapó la única oportunidad de su vida para aprender a apreciar los libros, por la tendencia a enseñar historia de la narrativa en lugar de apreciación literaria? ¿Qué es más importante: registrar las características del movimiento romántico, o entender cuán maravillosa, iluminadora, transformadora puede ser la experiencia de la lectura de ficción?

         ¿Ustedes sufrieron como yo mientras estudiaban Literatura?



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31 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La estrategia de la novela

Una novela, decíamos en una entrada anterior, es un descubrimiento, un hallazgo, el lento y paciente asedio de una historia o más bien de una red de historias que siguen el cauce mayor propuesto por una de ellas. El escritor, el novelista, sabe que de tanto darle vueltas al germen de la historia, de que ésta poco a poco reclame tiempo e interés, todo empieza a articularse y generar la cualidad esencial de cualquier ficción narrativa: su coherencia interna, sin la cual no hay persuasión. Por ello, los novelistas suelen disponer una estrategia que permite alcanzar el desarrollo de la historia y que esta tenga sentido, sustancia, interés. A diferencia de un cuento, la novela no es un estallido, no es una repentina explosión de ideas que se articulan simplemente porque hemos pensando mucho en ellas: como muchos de ustedes saben por experiencia, el cuento es como un resorte que se impulsa desde el primer instante, desde sus primeras líneas, una vez que tenemos casi como la revelación, por fin, acerca de cómo debe contarse. Por eso el cuento es intenso, unidireccional, monotemático. La novela -ese largo asedio narrativo- requiere de un plano, de una dosificación de las historias, de una revisión constante de lo contado para anticiparnos a lo que queremos seguir contando: aproximadamente en cuántas páginas, en cuántos capítulos, con cuántas voces... Por eso muchas veces hay que descartar posibles vetas ficcionables, pues no corresponden a ese plano que hemos diseñado previamente. Pero no hay que tomar todo esto al pie de la letra: nada en la construcción de la novela es rígido y uno debe ceder de vez en cuando a la repentina inspiración que nos sugiere un cambio de rumbo y una modificación de la estrategia.



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31 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sorolla, Madonna, tapas

 

 

En Madrid la estrella de este verano está siendo sin ninguna duda Joaquín Sorolla, mucho más que Madonna, que pasó por aquí a dar un concierto y a ver el Museo del Prado y al final se hablaba más de la visita al museo que de la actuación. Para muchos ganó puntos con este gesto, fue como entreabrirnos su interior, fue como decirnos mucho de la auténtica Madonna sin decir nada. Fue como decir, estoy en plena forma mental, no soy sólo músculo, y no solo me interesa brillar en el escenario, sino que hoy me voy a poner un sencillo trajecito blanco, unas deportivas y, eso sí, un sombrero, me voy a coger a mi novio y a mi hija y varios guardaespaldas parecidos a mi novio y vamos a salir como una familia normal a pillar cultura. Hizo bien en no hacer declaraciones en el trayecto desde la puerta del museo hasta la puerta del coche para no convertir en extraordinario lo que tendría que ser corriente en todos los que por un motivo u otro visitamos una ciudad que no conocemos. Todas tienen su encanto, aunque sea el encanto de lo nuevo y por eso el éxito de programas como Madrileños por el mundo, Castellano-manchegos por el mundo, Viajeros por el mundo o Españoles por el mundo, por muchos y parecidos que sean, no nos cansamos de verlos. Enganchan, porque ¿a quién no le gustaría cambiar de vida? Enamorarnos en uno de esos sitios que hemos visto en las postales, encontrar un trabajo entre fiordos o palmeras salvajes, comprar una casa que casi siempre será más grande y barata que aquí, dejarnos rastas o barba, acostumbrarnos a pasar mucho frío o mucho calor, acostumbrarnos a otras comidas y a otro idioma, hacer amigos con turbante, tener hijos que saludarán a sus lejanos abuelos con fuerte acento balinés, invitar a los amigos y enseñarles lo que nunca sabría un turista, sentir mucha añoranza de nuestra tierra y de la familia, de la calle donde jugamos de pequeños, del colegio donde nos enseñaron lo que vale un peine. Pero los madrileños, ¡ay, los madrileños!, preguntados por la reportera que ha ido a grabarles al otro lado del mundo, lo que más recuerdan, lo que les produce verdadera nostalgia son...las tapas.

            Y no falla. Echo de menos a mis padres y... las tapas. Echo de menos ver a los hijos que dejé en Móstoles y...las tapas. No es una frivolidad, es un concepto que encierra muchas sensaciones. Decir tapas es decir una forma de vida. Las tapas es salir por ahí con gente (preferiblemente amigos, aunque antes mal acompañado que solo), ir a un bar, pedir unas cañas y que por encima de las cabezas vuelen los platos con las tapas (entendiendo que una tapa puede ser un plato de paella). Comérselas en medio del griterío y de pie derecho, aturdirse. ¿Y qué va a ser ahora? pues unas cañitas más y unos vinos. Más tapas con la nueva tanda, ¡quién dijo penas! Las carcajadas, el calor humano, otra ronda, y de vuelta a casa como nuevo. No tengo hambre, decimos nada más entrar y ver la mesa puesta. Las tapas son mejor que un polvo.

            ¿Iría Madonna de tapas? No es excluyente, puede uno patearse la Milla de Oro de los museos empezando por el Prado, siguiendo por el Thyssen y terminando por el Reina Sofía, para reponer fuerzas por los bares de Atocha  y seguir por Huertas si nos queda fuelle, porque lo bueno de las tapas es que vas consumiendo y quemando sobre la marcha. De todos modos, en el tapeo, como en el teatro Nô,  hay que entrar poco a poco, hay que hacerse con el ritual. No me lleves a Madonna después de ver los cuadros de Velázquez o de Sorolla en plan tapeo a lo grande porque se sentiría en medio del caos, no entendería una ceremonia a la que hemos dedicado años de nuestra vida.

            ¿Y que tiene esto que ver con Sorolla? Pues mucho, porque Sorolla es la sensualidad en estado mediterráneo puro. La arena, las olas espumosas, el calor, la luz cegadora y cuerpos desnudos que no se exhiben sino que están disfrutando del agua y el sol. Son cuerpos pintados no tanto para el placer de los demás como para el propio, como el cuadro de esos niños con muletas del asilo de San Juan de Dios para quienes el mar es una invitación a la vida. Aún se puede ver en la colección colgada en el Prado, y después siempre nos quedará el Museo Sorolla, en General Martínez Campos, 37, uno de los refugios más agradables de Madrid, donde pasear por los mismos jardines por los que el pintor paseó.

 

 

 

 

 

 

 

 



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31 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La dictadura del periodista

Una de las mayores y más sangrientas dictaduras del siglo XX estuvo encabezada por un escritor, periodista y poeta, y en el momento más siniestro de su imperio, en su decrepitud, quienes mandaban eran su mujer y una banda de amigos suyos críticos literarios. 

Hay una rebelión en marcha, de la que no quieren darse cuenta los periodistas. Quizás llegará  a ser una revolución en algún momento. Cuando caigan bastillas. De momento hay una fronda invisible que recorre las calles de esta ciudad de la información, y se dedica a quitarle poder a los periodistas. Sobre todo, a quitarle los poderes más espurios, los que tenían por un derecho de expropiación que la tecnología ha anulado de un plumazo, de un pantallazo quiero decir.



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31 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Despedida

Dice el refrán que no hay bien que cien años dure ni mal que perdure, sentencia que le sienta como un guante al trabajo de escritura que acaba aquí y a quien lo hizo. Algo bueno se encontrará en estos textos, y por ellos, sin presunción, me felicito, algo mal habré hecho en otros y por ese defecto me disculpo, pero sólo por no hacerlos mejor, que diferentes, con perdón, no podrían ser. Es conveniente que las despedidas siempre sean breves. No es esto un aria de ópera para poner ahora un interminable adio, adio. Adiós, por tanto. ¿Hasta otro día? Sinceramente, no creo. Comencé otro libro y quiero dedicarle todo mi tiempo. Ya se verá por qué, si todo va bien. Mientras tanto, ahí tienen ?Caín?. P. S ? Pensándolo mejor, no hay que ser tan radical. Si alguna vez sintiera necesidad de comentar u opinar sobre algo, llamaré a la puerta del Cuaderno, que es el lugar donde más a gusto podré expresarme.



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31 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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?Lo principal es la conciencia? no la ciencia?

A mis manos ha venido a parar este breve video de Juan Vela, anterior ministro de Educación Superior. Una reunión con algunos de sus subordinados en la provincia de Ciego de Ávila, fue el marco para esta declaración sobre el orden de prioridades en las universidades cubanas. Estoy segura que estas palabras, autoritarias y simplistas que dijo ante las cámaras, no le costaron el puesto. Quizás fue todo lo contrario lo que motivó que fuera sustituido por Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Quién sabe si el exministro, a la hora de aplicar su apotegma de que ?lo principal aquí es la conciencia, es la Revolución? no la ciencia?, no lo hizo con la verticalidad que se esperaba de un miembro del Partido Comunista. Va y ahora, libre de esas responsabilidades, puede finalmente realizar su viejo sueño de ser cardiólogo. Click here to view the embedded video.



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28 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las páginas abiertas de América Latina

Según cuenta Samuel P. Jacobs del blog The Daily Beast, la difusión de la lista de libros que los presidentes de los Estados Unidos leen en durante su descanso veraniego se ha convertido en una tradición. Tal parece que hasta George W. Bush leía libros durante sus vacaciones. (Tal vez sea cierto: se tomaba tantas y tan largas, que tiempo para leer debía sobrarle.) Su monje negro, Karl Rove, se tomó el trabajo de alentar esa creencia con un artículo en el Wall Street Journal llamado Bush is a Book Lover. No sé por qué, pero tengo la sospecha de que los libros que Bush leía van por la misma senda de los que Menem leía, una galería fantástica que incluía los escritos de Sócrates (que nunca escribió) y las novelas de Borges (que, como es vox populi, nunca fue más allá de los cuentos, los poemas y los ensayos).

         Ahora que tanto Bush como Menem están dedicados a las vacaciones permanentes, presumo que deben haberse devorado los poemas de Stephen King, las novelas de Paul Krugman y los ensayos de Charles M. Schulz.

         Por supuesto, nadie se toma demasiado en serio estas listas. Tanto es así, que en la que acaban de difundir respecto de Obama hay algo que huele a error: ¿cómo puede ser que vaya a leer Hot, Flat, and Crowded, el best-seller ecologista de Thomas L. Friedman, cuando ya estaba citando partes y conceptos del libro durante la campaña pre-electoral? Quizás leyó tan sólo partes un año atrás. (O bien las leyeron aquellos que preparaban sus discursos…) Pero en cualquier caso, la gaffe siembra dudas sobre la seriedad de semejantes listas.

         Dicho lo cual, es justo celebrar el buen gusto de aquel que las armó, aunque no haya sido Obama en persona. Que un presidente decida leer, o cuanto menos proclame que leerá Lush Life de Richard Price, novela que ha sido profusamente elogiada aquí, o The Way Home de George Pelecanos (que no elogié porque todavía no leí, pero sí hablé bien del hombre como guionista de The Wire) es verdaderamente un lujo.

         Eso sí, lamento que no se haya llevado a Martha’s Vineyard una versión en inglés de Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, que si mal no recuerdo Chávez le había regalado en su español original. Dado el conflicto originado por las bases militares norteamericanas en Colombia y su tibieza a la hora de repudiar el golpe cívico-militar de Honduras, no le vendría mal adquirir un poco de perspectiva sobre la dura historia de nuestro subcontinente.



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28 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Poema para antes del viaje

 

"Un pez seco que cruzó el río se puso a llorar:

¿A qué te arrepientes si no puedes regresar?

Escribió una carta a un besugo y a una carpa:

Tened mucho cuidado si andáis de acá para allá"

 

Es uno de esos poemas antiguos chinos, un poema popular que resiste el paso de los siglos. Uno de esos poemas que tanto gustaban a Elías Canetti.

Yo lo he leído justo antes de partir hacia Pekín. ¿Por qué sigo de acá para allá?



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28 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El derecho a preguntar

Hay quien llega a tratar a los poderosos de tú a tú, hasta convertirse él mismo en uno de ellos. Deja de huronear, de acarrear, de mendigar ?otros lo hacen por él- y sólo zanja, a veces en secreto, a veces en una exhibición pública e impudorosa de poder omnímodo. El periodista que llega a tener todo el poder es un peligro público.

Todo poder exige sumisión. Para someter a los periodistas hay que expropiarles el derecho a preguntar, el único realmente democrático que queda frente a quien tiene todo el poder. El espectáculo de un presidente del Gobierno que insulta a la humilde entrevistadora ante sus preguntas insistentes sintetiza cómo son las cosas, dónde está cada uno. Pero este presidente del Gobierno, que antes ha sido cantante en los cruceros turísticos, hubiera podido empezar también como periodista.



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28 de agosto de 2009
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El Boomeran(g)
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