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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Philip Roth cierra filas

Philip Roth. Fuente: Bloomberg Ahora sí no puedo estar de acuerdo con mi maestro Philip Roth, Pip para los amigos. Frente al hecho absolutamente innegable de que la cultura norteamericana, y la literatura en particular, es ombligocéntrica y oclusiva frente a lo que pasa en el mundo, contesta en una entrevista aparecida en castellano en "Clarín" que: "La mejor literatura de los últimos 50 años es la de Estados Unidos" Así tal cual. ¿Se habrá quedado picón porque el año pasado le dieron el Nobel a Le Clezio y no a él como un jalón de oreja por la polémica sobre la decandencia de la cultura francesa? ¿Qué le pasa a Pip? En fin, como sea, lo importante es que sigue escribiendo novelas (estas sí de lo mejor de la literatura universal en los últimos 50 años) y ya se anucnia el nuevo título en EEUU: The Humbling. Aquí algunas preguntas de la entrevista de Antonio Monda:En "The Humbling", la novela que acaba de entregar, el protagonista es otra vez una persona madura.-Es un actor teatral de 64 años que descubre que ya no sabe recitar. Es una historia sobre el drama de descubrir que ya no se tiene un talento.-Otra historia amarga, signada por la pérdida.-¿Querés que te diga que así veo yo la vida?-Bastan sus primeros libros para hacer esa afirmación. ¿Puedo preguntarle ahora qué piensa sobre el aislamiento cultural de los Estados Unidos?-Es una polémica tan ridícula que no logro ni siquiera entender. Sostengo que la literatura norteamericana de la posguerra hasta ahora es la más importante del mundo, con autores como Faulkner, Hemingway y Bellow. Y todavía hoy tenemos autores de primer orden, como Don DeLillo, E. L. Doctorow, Cynthia Ozick, Joyce Carol Oates y Toni Morrison. Me siento en compañía de colegas excelentes.-Un año atrás me dijo que auspiciaba la victoria de Barack Obama. ¿Está satisfecho con este año de gobierno?-Estoy muy satisfecho con Obama. Estoy estupefacto con aquello que está haciendo y que está intentando hacer.A propósito, ya que en el Perú recién se ha estrenado la adaptación que Isabel Coixet hizo de Animal moribundo (titulada "Elegía" por Coixet y retitulada ridículamente "Lecciones de amor")dejo este comentario de Roth sobre las adaptaciones:-Usted no escondió jamás su desapego respecto de las adaptaciones cinematográficas de sus libros...-No es un secreto que no soy un entusiasta de aquello que hicieron con mis novelas. Sin embargo, quiero ser claro: sostengo que el cine es una forma de arte no inferior a la literatura, y pienso que existen películas buenas y malas, como las buenas y malas novelas. Por ejemplo, hace poco vi L'heure d'etè de Oliver Assayas que me pareció muy bella.



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16 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El kitsch ideológico

Click here to view the embedded video. En un ambiente de luces tenues y con un mojito en la mano, puedo disfrutar de esas canciones que en otro contexto me parecerían dulzonas, cursis y de letra fácil. Pongo a dormir al crítico que llevo dentro y me dejo llevar, si la situación así lo merece, por esos temas que riman ?dolor? con ?amor? y ?sufrir? con ?morir?. El kitsch romántico puedo tolerarlo, pero el mal gusto en la política es algo que me resulta insufrible. El abuso de imágenes y consignas, repetidas hasta perder la carga emotiva que una vez tuvieron, acentúan esa cursilería abundante en las sociedades extremadamente ideologizadas como la nuestra. Unas breves imágenes de un ?Bazar del arte revolucionario? en una céntrica calle de la Habana Vieja, confirman mi hipótesis de los elementos decorativos asociados a una ideología. Para comprar allí cualquiera de esos atributos identificadores de un proceso, hay que pagar con una moneda diferente a la que nos amortiza nuestro trabajo. Curiosamente los ?íconos? de la entrega desinteresada a un proyecto social, son vendidos a partir de una evidente relación de oferta y demanda. El dinero se trasmuta así en un pulóver, una gorra o una mochila que después se exhibirá como una reliquia, como algún trozo del madero de la utopía. Los rostros que se ven en este pequeño comercio, son para muchas personas ?fuera de Cuba- parte de la contracultura para enfrentarse al status quo. Son los emblemas a los que algunos apelan en el intento de cambiar lo que no les gusta de sus respectivas sociedades. Pero en esta Isla ocurre justo lo contrario, esos que nos miran desde los afiches y las camisetas son -para nosotros- quienes crearon el actual orden de cosas, los gestores del sistema en el que vivimos desde hace cincuenta años. ¿Cómo portar alguno de estos símbolos, sin tener la sensación de que se está asumiendo la cultura del poder, los emblemas de los que mandan?



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16 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Patología del gran jefe

Un signo del declive de una sociedad es el que se deduce de la creciente concentración del poder en pocas manos o incluso en u  solo puño. La empresa, el equipo de fútbol, la religión, la nación van mal y como un fatídico sino, el jefe o el manager o el Papa del momento desconfía de todos sus colaboradores y va segando cabezas a la vez que acaparando  competencias. Así las tareas que antes se hallaban repartidas entre unos y otros expertos, directores, ministros o subsecretarios van siendo asumidas por la cúpula que progresivamente coincide con la suprema y ensoberbecida cabeza de la organización. De este modo esa testa tiende a presentar no sólo una hidrocefalia de formal apariencia, sino un cerebro atorado y progresivamente atestado de conflictos cuya reacción patológica no viene a ser la de paralizarse pronto, sino la de actuar sin tregua ni tino. El caso de Zapatero en la política española es un ejemplo notable pero igualmente viene a ocurrir con empresas de comunicación o ejércitos de tierra cuyos comandantes se hinchan de soberbia, desautorizan a sus equipos y terminan siendo ellos solos quienes ostentan todos los petrechos, todos los secretos, toda la aglomeración glandular que mata. Porque efectivamente el resultado colectivo es, a no tardar, el error constante, el colapso y la ruina. A la complejidad de una situación ese jefe engreído responde con el delirio, a la necesidad de contar con profesionales de distinta cualificación, el superjerarca reacciona creyéndose poseedor de la verdad única,  la Verdad madre de todas las claves, verdad hipostasiada nacida de  la mortal enfermedad en que acabará  cayendo la organización, el país, la tribu. A una cabeza macromegálica no le sigue, como espera el jerarca delirante,  una solución milagrosa sino, como tantas veces se experimenta, una demencia en aumento que lleva a toda clase de fracasos,  desde el deterioro al derribo de la construcción y desde el cruel desvarío a acaso a la quiebra o a la misma guerra.



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16 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Simulacro de relatos

Rafael Argullol: Por eso el paseo urbano era básico como territorio del descubrimiento y debo reconocer que en los últimos años el paseo se está convirtiendo físicamente imposible. Por lo menos en Barcelona, con la densidad demográfica, por la cantidad de habitantes por metro cuadrado, por la presencia de determinados obstáculos cada vez más difíciles.

Delfín Agudelo: Ahora contemplamos el paseo como actividad entre un lugar en la ciudad y otro- caminar hasta el trabajo, caminar hasta la universidad, caminar hasta la plaza. Pero en este caso el paseo no se lleva a cabo en sí mismo, sino que es una alternativa a no tomar cualquier medio de transporte. Se lleva a cabo como alternativa de movimiento, mas no como núcleo creador de la cultura.

R.A.: Casi lo llevaría a un último capítulo de la historia del paseante, porque la relación entre cultura y paseo es una relación que viene de la Grecia clásica, y que el peripatético era alguien que conversaba, filosofaba o militaba a través del paseo individual o de la complejidad con amigos, y atravesaría distintos siglos. Quisiera recordar un texto maravilloso de Petrarca en el cual explica su ascensión al Mount-Ventoux en Provença y esa ascensión es un auténtico modelo de paseo entre la edad media y el renacimiento. Y no digamos la importancia del paseo en el siglo XVIII y siglo XIX. Ahora en determinadas ciudades francesas, alemanas y españolas nos encontramos con el "paseo de los artistas", o "el paseo de los poetas", que tenía mucho que ver con la creación de cultura. O alrededor del café o de la copa, o caminando. Creo que eran las dos actitudes, y la tercera escribiendo. La cultura se ha hecho con los pies caminando, conversando, y con la pluma escribiendo. Y esto ha entrado en una situación de colapso en estos días.

Por esto me da la impresión que en nuestras grandes ciudades lo literario ha dado una vuelta de tuerca, y en lugar de aspirar a ser la ciudad colectivamente, la multitud colectivamente el protagonista, como puede ser Berlin Alexanderplatz de Döblin, ahora cada vez tendremos más el pequeño relato fragmentario de la micrópolis o del barrio, y por eso no tiene que llamarnos la atención que por ejemplo en ciudades como Barcelona vayan a convivir relatos magrebíes, dominicanos, etc., cada uno en el pequeño territorio del entorno, mientras que por el otro lado el conjunto orgánico de la ciudad es profundamente amnésico, profundamente enemigo del relato. Se crean simulacros de relatos de la megápolis que son iguales en todos lados, y es muy probable que el relato de nuestros días sobreviva en los entresijos de la gran ciudad.



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16 de septiembre de 2009
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Diario de rodaje. 2. El director en el arrozal

Estábamos filmando una huída campo a través del personaje central de Yao (que interpreta el senegalés Madi Diocou) y el director tuvo un resbalón, afortunadamente no-metafórico y afortunadamente sin consecuencias físicas serias. Al resbalar fue a caer en las aguas de un canalillo que bordeaba un arrozal, y aunque los del equipo pensaron, por lo aparatoso de la caída y lo inmóvil de su figura, que algo grave le había sucedido, las hierbas de la pendiente de tierra (amortiguadoras) y la poca agua (refrescante en el día de gran calor que hacía) no le ocasionaron más que un moratón en el culo al día siguiente y un nada desagradable baño de pies ‘in situ'.

     Los accidentes son la materia oscura del cine, y no me refiero aquí a esas terribles ocasiones en que el aspa de un helicóptero le corta la cabeza a un especialista o una actriz se rompe el tobillo el día antes de empezar el rodaje. Una lluvia en el día fijado para una escena soleada, un vendaval, como el que se llevó por delante los decorados del malhadado ‘Don Quijote' de Terry Gilliam, o ese error que nos contó Paul Auster a Jorge Herralde y a mí, la noche de la presentación en Madrid de ‘Lulu on the bridge', el guión publicado de su primera película como director absoluto: la puerta de un automóvil que debía abrirse al revés de lo habitual y que, llegado el momento de utilizar el coche trucado, no tenía el truco que Auster llevaba semanas recordando a sus atrezzistas. A esos imprevistos y azares me refiero, y no todos, por cierto, son malignos. La necesidad de improvisar una alteración puede ser estimulante, o incluso mejorar lo escrito en el guión. Pero les pido al dios de madera que nos protege y al cielo de Valencia, de momento irreprochable en su mansedumbre, que sigan evitando las ‘caídas'.

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16 de septiembre de 2009
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Una contribución para salir de la crisis

Tendemos a creer que los regímenes ideológicos, como el Irán de los curas o la Venezuela de Chávez, se definen por la barbarie de sus dirigentes. Es así, pero no basta con eso. La ideología se petrifica en un tipo de construcción o en un panorama orográfico, crea paisaje. La ruina que comienza a extenderse por Caracas, como la de La Habana, son ideología concreta, visible y audible. A veces también huele.

    La España de Franco, esa mercancía que tanto rendimiento le da todavía a nuestra clase política, no sólo eran falangistas, esbirros de la policía, o ministros folklóricos, que de todo eso sigue habiendo, sino, sobre todo, la sordidez, la grosería, la asfixia de los espacios, lo cutre que era el país entero. Y de eso tampoco nos falta, sólo que ahora los espacios son de dos tipos, reales y virtuales.

La España de Franco era una malla de carreteras tan estrechas como abolladas, tan chapuceras como peligrosas, en las que tardabas diez veces más en llegar a tu pueblo que por las actuales autopistas. No han cambiado mucho los políticos españoles, pero sí las carreteras. Y ese es un cambio político real. Todo lo demás son gaitas.

    Pues bien, en el paisaje virtual seguimos en pleno franquismo. Aquello que toca Telefónica regresa a la España de alpargata. Los servicios de ADSL dan risa. Si comparamos la velocidad, la calidad y el precio de Internet en Europa y en España, volvemos a aquellos tiempos en los que cruzar la frontera de este país de cabreros, como lo llamaba el poeta, significaba entrar en el mundo civilizado.

    Un remedio cada vez más extendido para escapar al paro es trabajar en casa por medio de Internet. Sea como empleado, sea como empresario. Lo malo es que aquí tienes que trabajar para Telefónica antes de empezar a trabajar para ti mismo. Comparen los servicios franceses y los españoles, los espacios de conexión gratuita de los ingleses y los nuestros, y así sucesivamente. Por no hablar de Japón.

    No obstante, como en tiempos de Franco, ningún gobierno se ha propuesto incomodar a Telefónica. ¿Saben por qué?

 

Artículo publicado el sábado 12 de septiembre de 2009.

 

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16 de septiembre de 2009
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II. La rueda de molino de la tiranía

Estamos, por desgracia, en una etapa de nuestra historia cuando los cambios constitucionales, que pretextan reformar las estructuras políticas para volverlas más abiertas, pasando de la democracia representativa a la democracia participativa, llevan consigo necesariamente la prolongación de la estancia en el poder de los mismos presidentes que promueven esas reformas, una prolongación que se vuelve indefinida. Es como decirles a los pueblos que la pretendida modernidad constitucional lleva siempre al cuello la rueda de molino de la tiranía. Porque no hay prolongación de poder a largo plazo que no termine sacrificando la libertad.

            Es la presencia indefinida del caudillo la que corrompe las aguas de la democracia, cualquiera que sea el contexto ideológico en que se den las prolongaciones del mandato presidencial, forzadas por medio de reformas constitucionales. ¿Por qué no puede haber proyectos políticos que representen cambios justos de fondo, apertura de las estructuras institucionales, ampliación de los espacios de participación ciudadana, y que al mismo tiempo aseguren la alternabilidad en el poder?

            Es la ambición mesiánica de poder la que hace al caudillo buscar como quedarse a toda costa, sea de izquierda o de derecha, crea en el populismo benefactor, o en el orden público y en la seguridad nacional, sea en un contexto de paz o en otro de guerra. Es su idea obsesiva de que sin su presencia en la presidencia, el proyecto que él representa se verá frustrado, porque nadie más tendrá la habilidad, o las agallas para llevarlo adelante.

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16 de septiembre de 2009
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Conservar la memoria

Conmueve en Vladivostok que las tremendas decepciones que ha vivido Rusia en los últimos 80 años, el fracaso económico en el que naufragó el proyecto socialista, la tremenda herida del estalinismo, el sentimiento de una suerte de humillación tras la rendición incondicional que supuso la política de Gorbatchov, y hasta la necesidad de acomodarse a las nuevas circunstancias y abrirse algún camino privilegiado en el mundo de la economía libre (libertad que se hace a cuenta de las libertades  concretas de los hombres a ella sometidos), conmueve, digo, que la perfecta conciencia de  todo ello no impida una suerte de profunda asunción de la historia vivida y de oscura nostalgia de todo aquello que de noble y emancipador se encierra en ella, asunción que se traduce en el respeto con el que se habla de los símbolos evocadores de acontecimientos vinculables a esta historia.

 

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16 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Fuera de visión

La campaña electoral alemana se abre camino con dificultad en los medios de comunicación internacionales. Quizás irá avanzando algo más a medida que se acerca la cita con las urnas, el domingo 27 de septiembre. Pero de momento, mancha poco en las primeras páginas y menos todavía en los ?prime time? de los informativos. Esta invisibilidad se debe fundamentalmente a dos factores. En primer lugar, no hay grandes incertidumbres que conmuevan a la opinión acerca de las consecuencias de las elecciones: queda claro incluso, a la vista de los sondeos, que cualquiera de las dos fórmulas más probables ?la gran coalición y el gobierno de los cristianodemócratas con los liberales- significará una gran continuidad, incluso en el nombre de quien ocupe la cancillería.

Pero hay un segundo factor que no suele tenerse en cuenta y que tiene que ver con el desplazamiento del centro de gravedad del mundo: cada vez se matiza más el interés por lo que sucede en Europa, aunque sea en el país más grande, más habitado, con la mayor economía, y situado en su espacio central. Eso lo saben tanto o mejor que los alemanes todos sus vecinos de la Europa central y del este que un día fueron la niña de los ojos de Washington y de Bruselas, y fabricaron las mejores noticias del final de siglo. De estos países sólo interesaba antes su pasado comunista y ahora interesa poco, en cambio, el peso que este pasado tiene en su vida política interna y, lo que es más importante, en sus relaciones con Rusia, la antigua potencia opresora. Los recientes lamentos de un nutrido grupo de ex responsables políticos de estos países por el olvido de Obama pueden leerse en esta clave de sentimiento de inseguridad, pero también en clave de pérdida de peso de Europa en el mundo. Y sin embargo, las elecciones alemanas merecen mucha más atención. Como mínimo por parte de los europeos. Y probablemente por parte de todo el mundo. Ya he destacado las dimensiones del país que decide su rumbo dentro de pocos días. Pero además hay que tener en cuenta también otros factores que tienen que ver con su peso industrial y económico, su ciencia y su tecnología, sus políticas sociales y medioambientales, la importancia de su lengua y su cultura y, sobre todo, la calidad de sus instituciones democráticas. Frente a los lamentables espectáculos de frívola personalización del poder o de confusión entre lo público y lo privado que ofrecen un buen número de países europeos de peso, Alemania es todo un ejemplo del funcionamiento de las instituciones y un modelo europeo de checks and balances. Basta con observar el cuidado con que el canciller alemán suele preservar los espacios de autonomía de sus ministros y no digamos ya de los länder. Lo hace por mandato constitucional, obviamente, pero también por el tipo de cultura política construido por la Alemania Federal, en el que las coaliciones son frecuentes. Todo lo contrario, por cierto, de nuestro ordeno y mando hoy impulsado por los teléfonos móviles presidenciales capaces de vulnerar cualquier espacio autónomo y traspasar cualquier blindaje institucional. Sin estar en el Consejo de Seguridad ni tener acceso al arma nuclear como los otros dos grandes socios europeos que son Reino Unido y Francia o su gran vecino oriental que es Rusia, poco se puede hacer en el mundo en muchos dominios sin el saber, la experiencia y la voz de los alemanes. Todo este patrimonio político que se revalida y proyecta en unas elecciones generales tiene especial interés a los veinte años del acontecimiento mayor que ha marcado el rumbo del planeta en la última década del siglo XX y principios del XXI como es la caída del Muro de Berlín, ahora hace veinte años. En aquel momento Alemania alcanzó la plena normalidad como país unido en libertad, un estadio de la normalidad europea que a todos los europeos afecta y todos debemos celebrar.



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15 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Soledades voluntarias

 

 

 

Un placer solitario. Hay otros, pero sin duda el de ser lectores en soledad es de los más adictivos que conozco."la lectura de ficción es una droga; el lector de ficciones, un adicto". Ese es el arranque de un libro que ama esas soledades, que juega con esos solitarios que son los escritores. Un libro sobre escritores y lectores. Dos formas de la soledad, dos expresiones de la adicción. El libro es de Juan Gabriel Vásquez, ese escritor que sueña con encontrarse algún día, en ninguna parte, con Joseph Conrad. ¡Que buen amigo ese viajero que nos enseñó el mal, acompañado de la ilusión del viaje y del placer de la lectura.!

Este contemporáneo nuestro, después de alguna novela ejemplar, de relatos y una biografía de la que un día ya hablamos por esta barra, vuelve a compartir nuestras soledades de lectores y nos invita en "El arte de la distorsión"- así se llaman sus ensayos sobre lectura y lectores publicados por Alfaguara- a entender mejor a esos raros que escriben para procurarnos, de vez en cuando, un hechizo tan deseado.

A Javier Marías le gusta recordar esas razones por las que Stevenson justificaba su deseo de ser escritor, lo contaba en versos: "No digáis de mí que, débil, decliné/ los trabajos de mis mayores, y que huí del mar,/ de las torres que erigimos y las luces que encendimos,/ para jugar en casa, como un niño, con el papel". Dan ganas de ser ese niño, ese que juega con su papel, ese que inventa paisajes, personas, sentimientos, aventuras, navegaciones. Y que, además, lo hace sin dejar de jugar. Lo hace porque sigue jugando.

Como no podemos ser ese, intentemos ser ese lector que describe Philip Roth: "leo ficción para liberarme de mi perspectiva sofocantemente estrecha de lo que es la vida y para entrar en simpatía imaginativa con un punto de vista narrativo distinto del mío. Es la misma razón por la cual escribo"

Leer, como dice Vásquez, "para dejar esos lugares donde no hemos estado. Leemos para dejar nuestra atención y nuestra conciencia en manos de alguien que las llevará a buenos lugares, leemos para ser poseídos por la particular manera de conocer el mundo que es una ficción literaria"

No será verdad, pero me gusta leer esta verdad de las mentiras de Vásquez. Leerlo como si fuera ficción. Y de vez en cuando entender, y sentir que "eso sucede allí, en la soledad de la lectura, mientras el alférez hace una siesta".

Tengo la noche juguetona. Leeré hasta que me el sueño lo permita. Pero ni un segundo más.



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15 de septiembre de 2009
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El Boomeran(g)
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