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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El paraíso de los nerds

Finalmente pude ver la peli de Tarantino. Que aquí en España (sí, estaré saltando entre Madrid y Barcelona durante unos pocos días) se llama Malditos bastardos y en la Argentina Bastardos sin gloria. 

La verdad es que le tenía miedo. Kill Bill me había parecido una pavada y Death Proof una idiotez sin redención. Para colmo, que el amigo Quentin se metiese con la Segunda Guerra y la cuestión judía (Malditos bastardos imagina la existencia de algo parecido a un grupo terrorista judío que elige como blancos a los nazis) no constituía el mejor de los augurios. Si algo demuestran sus películas más valiosas (de Reservoir Dogs a Jackie Brown) es que a Tarantino el mundo real lo tiene sin cuidado.

Por fortuna, el amigo Quentin se toma el trabajo de establecer desde el vamos que lo que cuenta Malditos bastardos no es real y que aunque tome elementos históricos no ocurre en la Historia sino, más bien, en un universo imaginario al que habría que llamar Movieworld, o para ser más precisos, Tarantinolandia: un lugar entre fantástico y hostil donde sólo sobrevivirá aquel que sepa más cosas sobre el cine en general, y sobre determinados géneros en particular. La leyenda que abre el film lo pone en claro: ese érase una vez establece que lo que estamos por ver tiene la consistencia de los cuentos de hadas.

A partir de allí, lo que se narra tiene el mismo peso, y el mismo valor, de aquellas películas de la Segunda Guerra que tanto disfrutamos cuando niños. No, claro que no estoy hablando de La lista de Schindler: hablo de Los cañones de Navarone y de Doce del patíbulo. Películas de acción lisa y llana, que emplean los condimentos históricos para sazonar el guiso pero que no tienen más preocupación que la de entretener.

Alguien me dijo que Malditos bastardos es una película que defiende el accionar terrorista, y que dado que el film procede de Hollywood, esto entrañaría una buena noticia: la peli de Tarantino operando como una suerte de Caballo de Troya, desde el corazón mismo del imperio. Yo entiendo el razonamiento, pero creo que es dar por el pito más de lo que el pito vale. Para mí Malditos bastardos es una peli entretenida, infantil en la mejor de las acepciones, que no puede menos que producir delicia en los cinéfilos. Al fin y al cabo se trata de un film que reescribe la Historia desde el cine, con un poco más de gracia pero con el mismo propósito con que Rambo II reescribía la guerra de Vietnam: para que cierta gente se sienta heroica y victoriosa por algo que, por cierto, nunca se animó a hacer en el mundo real. El paraíso de los nerds.

Lo que hay que agradecerle a Tarantino es que haya sincerado sus propósitos. Creo que este hombre se convertirá en el ser más agradecido del mundo cuando la gente deje de verlo como un Autor (con mayúsculas, a la francesa) para mirarlo tan sólo como un entretenedor a la manera de sus ídolos. (Sin ir más lejos, Bastardos está llena de guiños a Sergio Leone, que se hizo famoso filmando westerns en Italia que no tenían más pretensión que la de homenajear al género divirtiéndose en el proceso.)

Vean Malditos bastardos y pásenla bien. Está llena de momentos divertidísimos. Por ejemplo el momento en que Aldo Raine, el personaje de Brad Pitt (más errolflynnesco que nunca) intenta hablar con acento italiano. Pero para mí, la mejor broma de todas pasa por la intención de hacer pasar a un ex crítico de cine, el teniente Archie Hicox, por un personaje heroico. Casi me caigo de la butaca de la risa...




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2 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tourist=Terrorist

Recientemente visité a un amigo convaleciente en el Hospital de l'Esperança y me sorprendió ver en la parte alta de la calle de Sant Josep de la Muntanya, colgando sobre las máquinas excavadoras que han levantado todo el pavimento, una gran pancarta con la inscripción Tourist=Terrorist.

Una enfermera a la que interrogué me informó de que la pancarta llevaba allí dos años y que su contenido sin duda tenía que ver con la constante afluencia de turistas, algunos de ellos directamente vandálicos, al cercano Parc Güell.

Era una explicación. Sin embargo no me dejaba de sorprender que un término que el siglo XIX había popularizado como sinónimo de libertad acabara asociado a principios del XXI con otro vinculado a la violencia más extrema: el turismo convertido en plaga y los turistas, en depredadores. La primera vez que escuché una acusación de este tipo fue, hace bastantes años, en Florencia. Muchos florentinos se lamentaban de que el turismo les había secuestrado la ciudad de modo que ya era casi imposible frecuentar los cafés y restaurantes de antaño ni pasear con cierta tranquilidad por el centro de la ciudad. Este síndrome del anfitrión ultrajado se ha extendido en los últimos tiempos a muchas ciudades en las que los habitantes han perdido paulatinamente la confianza en los supuestos beneficios de visitas masivas, a menudo percibidas como pillaje de la propia memoria colectiva.

Barcelona, pese a toda la propaganda oficial, es de las que se ha llevado la peor parte al abrirse a un lumpenturismo que ha tomado como sede generosa de sus desmanes. ¿Qué diría el espantado florentino, agobiado por las multitudes que visitan Santa Maria di Fiore o los Uffici, ante nuestras soeces muchedumbres, éstas que ocupan las calles alegremente convocadas por la impunidad que seguirá a sus excesos?

Aquí la bebida es barata; el ruido, gratuito; la micción, libre. ¿Hay alguna otra ciudad en la que sea posible confundir tan fácilmente la tolerancia con la estupidez? Algo de razón sí tiene, pues, aquella pancarta.

 El País, 05/09/2009



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2 de octubre de 2009
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Diario de rodaje 7. El jesuita y las putas

Al final no rodé la secuencia prevista en el antiguo colegio de San José. Cuarenta y ocho horas antes del rodaje, el preboste o prepósito de la Compañía en Valencia comunicó a la producción que el permiso verbal muy confirmado que teníamos (y pagábamos) no era válido, pues los jesuitas no querían tener "problemas de imagen". Sugerente expresión, que yo mismo podría entender y hasta suscribir. Lo malo es lo que dijo a continuación: "Le negamos el permiso en su día al mismísimo Luis G. Berlanga". Qué honor para mí, y qué orgullo el de esta Sociedad de Jesús que quizá moldeó en mi, contra mis instintos, ciertas maneras de ser.

En lugar de las secuencias preparadas para el gran caserón de San José, que no hacía de colegio sino de Centro de Detención de extranjeros, rodamos en la serpenteante callecita de Salinas -pleno barrio del Carmen en su "side" más "dark"- una breve pero para el director substancial escena de prostitución callejera. Son aún muy recientes las impresionantes fotografías de la Boquería de Barcelona que publicó El País, y no era cuestión de competir con las leyes del mercado. A los vecinos del Raval y a muchos observadores de la moralidad pública les parecieron indignantes, y yo sólo simpatizo con los primeros. Estéticamente, las fotos eran neorrealistas, pero el borrado de las bocas y los sexos les daba a las imágenes algo muy ‘nouvelle vague'.

Así que el director de ‘El dios de madera' optó por pedirle a su iluminador, Andreu Rebés, que le creara en ese callejón valenciano cubierto de pintadas una piel irreal para una escena de realidad acuciante, tanto como lo es el deseo. Pero también hubo suerte con las actrices que acompañaban en su recorrido puteril al protagonista Yao (Madi Diocou). Las cuatro (una rusa, dos españolas, una senegalesa) fueron ejemplo de carácter, de ese carácter episódico al que me refería en la entrada anterior de este diario. Inmensas secundarias con minifalda y lengua propia, que en los casos de las dos extranjeras se oirán en v.o. sin subtítulos.

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2 de octubre de 2009
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El destino de Sergei Ivanovitch Schukin

"Considerando que la galería de arte de Shuchkin constituye una excepcional colección de obras mayores de los más grandes artistas europeos, la mayoría franceses, desde el final del siglo 19 hasta el principio del veinte, y que esta gran calidad artística representa un interés nacional para la educación del pueblo, el consejo de los comisarios del pueblo decreta...

5 de noviembre de  2008.

El Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo,

Vladimir Oulianov (Lenin)"

Tras los puntos suspensivos, viene el contenido del decreto de nacionalización de las pinturas de la casa moscovita de Sergei Ivanonovitch Shchukin, hoy distribuídas entre Moscú y el Hermitage de San Petersburgo (con alguna obra en Bakú y Odesa). No se si era obligado que el propio Lenin firmara este decreto de expropiación. En cualquier caso no es trivial el énfasis que se pone en el elevado valor artístico de las pinturas y su potencialidad de  contribuir a la educación general. Piénsese que en ese tiempo todavía muchos museos de las grandes ciudades europeas eran reticentes a  exposiciones del arte entonces contemporáneo. Para decirlo claro: Sergei Ivanonovitch Shchukin no era para los revolucionarios uno de los suyos, pero su concepción de lo que era el arte sí era considerada como propia de la Revolución y susceptible de ser amamantada por ella.  

Cuando se firma el decreto el directorio de la Revolución de Octubre se había trasladado a Moscú. Shchukin, un tiempo recuperado como miembro del comité que habría de transformar el Kremlin en acrópolis de museos, se exilia con pasaporte falso. Trágica historia la de este personaje nacido en Moscú en 1854 y fallecido- como tantos otros rusos- en Paris. Fascinado por Picasso, en 1909 tenía ya al parecer medio centenar de cuadros de éste en su colección. Vivía entonces una vida mundana en Paris, huyendo de una serie de hecatombes familiares: suicidio en cadena de tres de sus hermanos (dos de ellos gemelos) y muerte de su esposa entre, otras cosas. Shchukin se convierte en el protector de Matisse y si la historia de la música (no sólo la historia de la pintura) cuenta hoy con las admiradas "Dance" y "Música", es porque el ruso tuvo el deseo de que este fuera el tema que iluminara su palacio moscovita. Palacio que en 1914 abre al público, en una premonición de cual debía ser el destino de su pintura.

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2 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Velada confesión

?Habrá que resolver de otra manera? le comentó Jorge a su hermano cuando se enteró de la supresión del almuerzo en varios centros laborales. Su puesto de cocinero en una dependencia estatal le había hecho vivir al margen del simbólico salario que recibe cada mes. Gracias al desvío de alimentos y su posterior venta en el mercado negro, logró cambiar su pequeña casa por otra más amplia. Adquirió un DVD-Player que le evita ver la aburrida programación televisiva y hasta llevó sus hijos a Varadero en las vacaciones pasadas. Su negocio era sencillo: se encargaba de proveer arroz a un kiosco que ofertaba cajas con comida, suministraba aceite -que extraía del almacén- a un cuentapropista y una vendedora de sándwich le pagaba por esos panes que nunca llegaban a la bandeja de los trabajadores. Ahora todo parece haber terminado para este ágil comerciante de lo ajeno. En varios ministerios se comenzará a distribuir 15 pesos cubanos para que los empleados se organicen por sí mismos la comida del mediodía. La cifra ha sorprendido a muchos, especialmente a aquellos que ganan menos de esa cantidad por una jornada laboral de ocho horas. Si el importe entregado para almorzar asciende a tal número, entonces el Estado cubano está reconociendo que para sufragar los gastos de alimentación y transporte debería pagar -al menos- tres veces esa cantidad por cada día de trabajo. Ya Jorge está pensando cambiar de empleo dentro de la misma empresa y asumir el cargo de administrador. Hasta hace una semana, ese era un puesto con demasiadas responsabilidades y poca ?búsqueda?, pero repentinamente se ha vuelto una posición atractiva. En sus manos estará confirmar cuántos días asistió un empleado para que éste reciba el pago para almorzar. Ya tiene planeado hacerse de la vista gorda ante las ausencias de los trabajadores y dividirá el monto del almuerzo entre él y el empleado que no vino. Cambiará gustosamente los sacos de frijoles y harina por las nóminas y las tarjetas donde se apunta la asistencia. Quizás para el próximo año pueda llevar a su familia a la lejana playa de Baracoa.



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2 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La dureza del poder

Exhibición de poder duro en Pekín el mismo día en que Estados Unidos exhibe su poder blando en Ginebra. La dualidad acuñada por Joseph Nye suele darse en proporciones distintas en la actuación de las grandes potencias, pero ayer el mundo pudo contemplar dos estampas en las que ambas formas de poder aparecen destiladas: la pacífica China enseñaba con arrogancia los dientes de su poder militar, en el desfile de celebración del 60 aniversario de la fundación de la República Popular, mientras la belicista América exhibía su capacidad diplomática en su primera reunión con el Irán intransigente de Ahmadinejad.

Deben combinarse y se necesitan mútuamente. Detrás de la diplomacia norteamericana y de los esfuerzos europeos por sentar y convencer a Irán está la amenaza de sanciones e incluso la eventualidad de golpes aéreos a sus instalaciones nucleares: la fuerza militar occidental no tiene en este sentido parangón, ni siquiera, por supuesto, en este engranaje inhumano que los chinos exhibieron en su desfile pekinés. Y junto al despliegue chino de poderío armado, disciplina de acero, culto a la personalidad y simbolismos perfectamente totalitarios hay también toda una palabrería pacifista y armoniosa que no engaña a nadie y una economía que, ésta sí, constituye el único lenguaje que nos iguala a todos en el mundo globalizado: gracias al tirón chino estamos saliendo de ésta. Quienes necesitan afirmarse y legitimarse en su poder despótico no tienen más remedio que acudir al recurso de esos desfiles monstruosos, el culto a esos iconos que pueblan sus panteones políticos e ideológicos y la demostración de su capacidad de domesticación de los ciudadanos, ya sea con el uniforme de los que marchan, ya sea en el vestido civil de los mentalmente uniformados que aplauden. El pavor que produce un desfile tan perfecto como el de la plaza de Tian Anmen sólo tiene su equivalente al miedo cerval que tienen los dirigentes chinos a las libertades y al pluralismo.



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2 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El realismo y James Wood

James Wood. Fuente: CRIMSON/ ELAN A. GREENWALDEn una reseña publicada el fin de semana pasado en "Babelia", se mencionó la traducción del libro del crítico literario James Wood (¿recuerdan "La lista Wood"?) Los mecanismos de la ficción (que, como bien dice la nota, debería haberse titulado "Cómo funciona la novela"). La reseña refiere una hipótesis importante en la obra: "[la obra] contiene una defensa límpida y directa, frente a enterradores precipitados, del realismo como matriz eficiente de la mejor ficción contemporánea, y todavía la más capaz de capturar la verdad de nuestra condición a través de los personajes y su vida novelesca" La frase provocadora me conduce, además, a una entrevista reveladora en "Letras Libres" al autor publicada en agosto de 2009. Dejo algunas preguntas interesantes:¿Cómo ves la escena literaria actual? ¿Qué problemas, que no existían en el siglo XIX, o hace treinta años, se presentan hoy a un escritor?He aquí otra pelea que tengo con el posmodernismo. Hay una rama del posmodernismo que ha sido ciertamente influida por la teoría, los estudios culturales, los estudios sobre los medios de comunicación, y supongo que ahora está siendo influida por la neurociencia, la neuroestética y demás, que sugieren que el yo o la subjetividad (the self) es completamente incoherente, que no tenemos realmente yo, que estamos completamente mediados por discursos que no controlamos: publicidad, TV, la blogósfera; que somos prisioneros de impulsos biológicos y procesos que recién ahora empezamos a entender, etcétera. Escuchas a escritores decir esto muy a menudo. Me meto en peleas con escritores contemporáneos que dicen: ?Me parece que eres tan antiguo que incluso crees que tenemos un yo.? Lo que eventualmente respondo es que esta es una ala del posmodernismo metafísicamente provinciana. Primero que nada, olvida que mucho de esto ha sido dicho ya cien años antes, en el modernism, y dicho de nuevo cincuenta años después, cuando empezó a transformarse en posmodernismo. Pero también ?y aquí, supongo, me revelo de algún modo conservador? una de las razones que nos permiten leer estas novelas de 1900 o 1800 es que, más allá de las enormes diferencias, hay cosas que no cambian. El amor y el nacimiento y la muerte de La muerte de Iván Ilich, por ejemplo, todavía son cruciales para nosotros.O Los hermanos Karamázov...O Los hermanos Karamázov. Las preocupaciones básicas no son muy diferentes en 2009 de lo que lo eran en 1909 o 1809. Cuando dices esto a cierta gente ?y por esto pienso que hay una pequeña guerra en marcha?, de inmediato dicen: ?Ah, estás defendiendo el viejo orden?, y quieren ligar ese orden a una estética: ?Por eso eres un defensor del realismo.? Y entonces, sobre todo en Estados Unidos, te meten en el cajón de los defensores del realismo. Esto no ocurre tanto, es interesante, fuera de Estados Unidos, donde no está tan marcada la línea entre las diferentes escuelas estéticas. Si se mira, en los países europeos el campo realista no es tan fuertemente defendido, al contrario de lo que pasa en Estados Unidos, donde tiende a significar sólo una cosa: una cierta clase de narración del hombre blanco, más bien antiintelectual. Mucho de esto es propagado en las escuelas de escritura de Estados Unidos, en las cuales se alienta a pensar no acerca de la forma o el lenguaje sino sobre el arte del mismo modo en que lo haría un artesano. Se trata de construir una mesa, martillar los clavos. El ejemplo es la escuela de la Universidad de Iowa, que ha producido muchos escritores en los últimos cuarenta años. El director previo, que había estado allí años y años, solía entregar una copia de Madame Bovary ?cuánto se hubiera reído Barthes? a los escritores de ficción y les decía: ?Aquí está todo, esto es todo lo que necesitan saber.? Y no se aproximaba a Flaubert como un novel romancier, no miraba a Flaubert como un formalista. Lo que quería decir es que hay códigos y convenciones en el realismo, hay modos de hacer escenas, de producir detalles, y esa era la manera de hacerlo. Es decir, sí hay una auténtica escuela de realismo en Estados Unidos, y lo que yo intento en mi libro es demostrar que uno puede remontarse hasta Flaubert sin ser una especie de espantoso defensor del realismo, cosa que no soy en absoluto.Esto nos lleva a la noción de ?realismo histérico?, que introdujiste en un famoso artículo.Este es otro terreno en el que creo que he sido malinterpretado. Parte de lo que no me gusta del realismo histérico es precisamente el realismo. En otras palabras, lo que no me gusta de algunos de esos libros ?y, de nuevo, pienso cuán grandes son: Submundo de DeLillo, o las novelas de David Foster Wallace, o Against the Day de Pynchon? es que los veo parcialmente dentro de la tradición del realismo estadounidense, en la cual el escritor piensa: ?Debo sumergirme en la realidad norteamericana, debo poner en la novela cuanta información pueda sobre la realidad actual o la historia norteamericana.? De ahí el tamaño de las novelas, pero también de ahí su saturación con información, con videófonos semióticos o lo que sea. Lo que no me gusta de estos escritores es que de algún modo parecen haber renunciado al desafío de la forma, que es lo que Henry James decía en uno de sus prefacios: las relaciones humanas no se detienen en punto alguno y el exquisito problema del arte es trazar un círculo dentro del cual parezca que sí. Eso es la forma, ¿no?Esta es una condición particularmente estadounidense, y quizá se remonta a Whitman, que decía que Estados Unidos era el poema más grande. Si uno dice que Estados Unidos es el poema más grande, lógicamente está diciendo que el poema o la novela tiene que ser tan grande como Estados Unidos. De ahí la continua obsesión con la gran novela norteamericana. Y tan pronto se dice la ?gran novela norteamericana? uno comprende que no puede ser de sólo cien páginas. Este es, entonces, un problema del realismo. Sea como sea el modo en que lo esboces, aunque luzcas posmoderno porque estás jugando con el lenguaje y haciendo cien cosas diferentes, sigues siendo realista. Este es un modo de fastidiar a los escritores y críticos estadounidenses: decir ?¿Qué es lo nuevo y radical en Submundo de DeLillo?? Se parece a Casa desolada de Dickens. Es un escritor tratando de conectar a la sociedad en diferentes niveles, justo como un escritor victoriano lo hacía con Londres o Balzac con París; está tratando de meter mucha información, mucha historia, y usar un gran lienzo para hacerlo; tampoco hay nada de malo en ello.Así que la mitad del ataque contra el realismo histérico es un ataque contra el realismo: no se dan cuenta de que son realistas. La otra mitad es contra el aspecto histérico, que no es un costado realista; es esa especie de cosa loca, funky, a lo Rushdie. Viene un poco del realismo mágico, pero también del interés de los escritores contemporáneos por las historietas. Si uno considera a los escritores norteamericanos de mi edad ?como Michael Chabon, por ejemplo?, uno encuentra que lo que realmente les gustaba cuando niños o adolescentes no eran los libros sino las historietas: Marvel Comics, Superman, etcétera. Y creo que eso se puede ver en su trabajo. Y si a eso se agrega una dosis masiva de televisión y de películas, uno entiende por qué se fugan de la novela. Al menos desde mi idea de la narración.Después del posmodernismo y el multiculturalismo y las literaturas poscoloniales, ¿te ves como la reacción conservadora?Me veo tratando de mantener viva una suerte de viejo radicalismo. Vuelvo como a un talismán a esa escena de Chéjov sentado en el Teatro de Arte de Moscú mirando la puesta de una obra de Ibsen y diciendo: ?Pero Ibsen no es teatro: en la vida no ocurre así.? Lo que Chéjov sugiere, en un sentido, es que tienes que persistir en romper las formas. Me interesa V.S. Naipaul por esa razón. En algunos sentidos, él es obviamente muy conservador: es políticamente conservador y no está interesado en los juegos posmodernos por sí mismos. Pero tampoco está interesado en repetir las viejas formas. No tiene sentido para él sentarse y escribir una novela realista al viejo modo. Le gusta crear formas híbridas en las que mezcla memoria y autobiografía, y narración histórica y periodismo con ficción. Y creo que en ese sentido es un verdadero chejoviano, pues todavía dice: ?Un momento, esas formas ya no nos dicen nada sobre la vida, tenemos que hacer algo nuevo.? Pero la pregunta ¿qué es la vida? ??esas formas no representan la vida, quiero vida en mi ficción?? no desaparece.¿Y qué hay de la literatura en español? ¿Lees algo?No leo tanto como debería.¿Qué opinas, por ejemplo, de Roberto Bolaño?Mi impresión es que es más fuerte en sus nouvelles, como Nocturno de Chile. Es que me gusta la forma y me gustan las nouvelles. Y hay otro escritor, Javier Marías, que me pareció realmente interesante en Mañana en la batalla piensa en mí.



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1 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Se mueven las apuestas

Luis Goytisolo baja hasta el número 9 de las apuestas por el Nóbel. Fuente: ecodiario Primer jueves de octubre, primera oportunidad perdida para que se dé el nombre del ganador del Premio Nobel de Literatura (se da siempre en un jueves de octubre). Aún no hay humo blanco. Sin embargo, las apuestas en Ladbrokes han tenido algunas variaciones en los primeros diez lugares. Luis Goytisolo bajó hasta el 9no, por ejemplo, mientras que Philip Roth y Joyce Carol Oates consiguieron subir bastante. Amos Oz, sin embargo, queda en primer lugar. Y a Vargas Llosa se consolida en el 17avo. Aquí las primeras diez posiciones:Amos OzAssia DjebarJoyce Carol OatesPhilip RothAdonisAntonio TabucchiClaudio MagrisHaruki MurakamiLuis GoytisoloThomas Pynchon



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1 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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beautiful people de la intelligentsia

Jorge Herralde extraviado entre sus invitados. Fuente: Joan Sánchez/ El país Así celebraron en Barcelona los 40 años de Anagrama. Lo cuenta al dedillo "El País":¿Qué es más fácil, negociar un contrato de edición con el superagente Andrew Wylie o poner coto a los que quieren ser invitados a la fiesta de sus 40 años? Jorge Herralde, ufano, rodeado de una inmensa representación de sus escritores y colegas extranjeros (13 y 26, respectivamente), contesta: "Esto segundo, pero eso se lo he dejado a Lali [Lali Gubern, su esposa], que lo solventa en un plis plas". Seis horas antes del evento, el móvil de Gubern vibraba con peticiones imposibles: "Es pariente de los Sert". "¿Y qué le has dicho?", pregunta Herralde. "Pues que no, si ya no cabe nadie más", zanjaba el carácter de Gubern. Unas 500 personas, la crème de la intelectualidad literaria de España y de buena parte de Francia, Italia, Reino Unido y Alemania, acabaron formando parte de la selecta masa que abarrotaba ayer el cóctel con el que Herralde celebró la ocasión. Tiempo le costará a Barcelona repetir tanta densidad de beautiful people de la intelligentsia. Quizá el secreto estuvo, como Herralde dijo, en que no había de por medio "ni congresos ni apocalípticos discursos sobre el libro electrónico". El particular baño de élites permitió ver en carne y hueso a miles de hojas leídas y convertir el local en un Parnaso en la Tierra: el francés Jean Echenoz no se separaba, copa de cava rosado en mano, de su exquisito editor italiano Roberto Calasso, al que no conocía. Éste definía a Herralde: "Es un espécimen en vías de extinción, editor de raza al viejo estilo, que puede mantener su independencia al ser su propio dueño". Para Ian McEwan, que en petit comité confesaba que acababa de entregar nueva novela, Herralde es: "El más internacional que tiene la cultura española; sus libros están hasta en la Patagonia". Entre apretujones infinitos, Antonio Tabucchi, Yasmina Reza, Inge Feltrinelli, Dominique Bourgois, Claudio Magris; editores de Seuil, Fischer o Mondadori; responsables de política cultural, libreros, gente del cine o la arquitectura arroparon a Herralde y su equipo hasta las dos de la madrugada. Era la fiesta de los 40 años de esa gran "peste amarilla", como la calificó el taimado José Manuel Lara en referencia a su serie emblemática.



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1 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La reinvención del intelectual

En El País de hoy, José Andrés Rojo analiza los cambios en el lugar que ocupa el intelectual hispanoamericano en la sociedad, desde los comprometidos años 60 hasta nuestros días:

Cuando Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) presentó hace poco su último libro en Madrid, se refirió de manera crítica a los intelectuales de nuestros días. "No sienten la necesidad de comprometerse", dijo, "creen que los sistemas democráticos ya garantizan por sí solos la democracia, pero no es así... en América Latina todo está por hacerse, la democracia no está allí para quedarse". En Sables y utopías (Aguilar), Carlos Granés ha reunido medio centenar de artículos, seleccionados entre unos 400, que Vargas Llosa ha escrito en los últimos años y cuyo hilo conductor viene subrayado en el subtítulo: Visiones de América Latina. Es ahí, al otro lado del charco, donde no terminan de echar raíces sólidas las democracias y donde "el intelectual tiene la obligación de intervenir en el debate cívico".

El escritor peruano Santiago Roncagliolo considera que "hay mucha gente que sigue escribiendo de política". Pero observa: "Lo que no hay tanto son autores que defiendan de una manera radical una idea, como hace Vargas Llosa con el liberalismo, o García Márquez con el socialismo. El siglo XX se encargó de mostrar los límites de ambas opciones, y seguramente mi generación ha visto cómo el socialismo cubano no supo convivir con la libertad y cómo las democracias latinoamericanas no terminan de acabar con la pobreza. Así que tampoco podemos ser tan entusiastas".

"El modelo de intelectual ha cambiado drásticamente", dice el boliviano Edmundo Paz Soldán. "Cada vez es más difícil ocupar un lugar en la plaza pública como el que ocupan autores como Carlos Fuentes o el propio Vargas Llosa", explica. "La realidad se ha fragmentado, y aunque son muchas las voces que se pronuncian sobre lo que está pasando, ya no existe ese intelectual con vocación de convertirse en conciencia moral de la sociedad".

Para seguir leyendo este artículo, pinchar aquí.

 



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1 de octubre de 2009
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