Vicente Molina Foix
Interrumpo hoy mi diario de rodaje para pedir a los numerosos comentaristas de las dos últimas entradas de este blog una moratoria que me permita responder en pocas semanas, cuando aquél acabe, a la indignación mayoritaria suscitada por mi artículo ‘Dibujos animados’, publicado en el último número del semanario ‘Tiempo’. Quiero hacerlo de una forma que ahora, en condiciones laborales muy duras y absorbentes, me resulta imposible: con la atención y el respeto debidos, los mismos que han mostrado en sus ponderadas réplicas el crítico Álvaro Pons, por ejemplo, y otros airados lectores. A quienes únicamente han lanzado insultos de baja estofa nada les debo.
Quiero adelantar a ese prometido texto futuro dos breves apuntes. La finalidad del artículo de ‘Tiempo’ no era la ofensa, un modo de trato que no está entre mis muchos defectos. Y no voy a apelar a la libertad de expresión para defenderme, pues la considero algo demasiado noble y hasta sagrado como para atribuírmela en este caso. Sólo invocaré la libertad de gusto, que es cosa muy distinta y, por su propia naturaleza (tan compartidamente humana), arbitraria.