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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Oficio de vivir

Todos vivimos rachas en las que las cosas van bien y otras rachas en que las cosas se ponen mal. Un viejo amigo de Santa Pola, tan experimentado como los demás en  este vaivén de la fortuna, me decía que lo interesante de esta vida no consiste en sentirse bien cuando las circunstancias marchan bien y mal cuando vienen mal. El desafío de la existencia radica en lograr sentirse bien cuando las cosas no son buenas.... ¿y sentirse, por tanto, mal cuando nos son propicias?

 No exactamente. Los momentos  favorables poseen por si solos un  impulso incontrolable y no hay por qué trabarle su dulce desarrollo. Sin embargo, lo que es adverso invita a investigar el interior de sus entrañas, desmontar sus componentes y maniobrar en ellos como un mecánico lo hace sobre un artefacto averiado.

La materia a la que aplica su oficio el mecánico, el abogado o el médico no es precisamente el bien sino la avería, el litigio, la enfermedad.

 La existencia en su conjunto tiende a presentarse sólo de vez en cuando como un animal sano y optimista pero, en general, su estar natural es un estar quebrado o enfermo. Es demasiado obvio y deslucido mostrarse positivamente ante el mundo cuando las cosas  marchan bien pero lo peculiar y lucido de la vida, el alto oficio de vivir consiste en la  fina disposición para atender con animosa serenidad aquellas cosas que, en general, casi constantemente, nos marchan mal.



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6 de octubre de 2009
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Diario de rodaje 9. Peluqueros de verdad y mentira

Me sorprendo a mí mismo volviendo una y otra vez a las peluquerías, en la ficción, pues hace tiempo que, por razones logísticas que no vienen al caso, el pelo me lo corto en casa. Uno de los primeros cuentos que escribí, ‘Cuento de la peluca', pertenecía tal vez al género fantástico, y hace poco se ha reeditado en una antología. Tiene quizá algo ‘monterrosiano', aunque yo no había leído entonces a Monterroso. Hay cabello lacio, alopécico, en mi segunda novela, ‘Busto', pero por esa novela y por ese pelo ‘setentista' no pondría yo ahora la mano en el fuego. Y hay peluqueros entreverados, dos si no recuerdo mal, en ‘El vampiro de la calle Méjico', aunque en apariciones episódicas. En mi libro más reciente, ‘Con tal de no morir', el cuento central (que no, en mi opinión, capital) de esa colección de relatos se llama ‘El peluquero de verdad', y a bastantes de sus lectores les ha gustado mucho. Quizá más que otros cuentos del libro que a mí me gustan más. Graham, mi peluquero de verdad, es inglés, y el crítico del Times Literary Supplement que reseñó hace un par de meses ‘Con tal de no morir' resaltaba mucho una imagen del relato, en la que el narrador compara los embates amorosos de Graham y su pareja española con la Armada Invencible chocando contra las duras rocas de Dover.

También hay peluquería y peluqueros en ‘El dios de madera', con un guiño egipcio y una clientela de mayoría interracial, por no decir étnica. Calculo que casi un 20% de la acción de la película trascurre en el interior de ese salón unisex, ‘Cleopatra', donde trabajan Rachid, co-protagonista del film (Soufiane Ouaarab), y su colega y tal vez amante ocasional Susa (Nuria Herrero). Creo que es la primera vez que expongo por escrito esta rara fijación peluqueril mía, aunque no por ello voy a tomar la decisión de ponerme en manos de un psicoanalista. Prefiero seguir, sin hacerme preguntas, en las de mi peluquero de toda la vida.

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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El imperio de los sentidos

Me gustó mucho Map of the Sounds of Tokyo. Lo cual no tiene nada de sorprendente: a este altura me considero un incondicional de las películas de Isabel Coixet. Cada vez que me topo con una de ellas entiendo hasta qué punto me acostumbré a esperar que un film me proporcione un cierto tipo de relato (lo cual supone además un cierto tipo de personajes, y de conflictos), olvidando en el proceso que el cine puede, y sobre todo debe, narrar de otras muchas formas.

Por supuesto que hay una historia en el corazón de Map of the Sounds of Tokyo. Uno de los protagonistas es español: David (Sergi López), dueño de una vinoteca en Japón, trata de reponerse del suicidio de su novia Midori. El otro es una chica japonesa, Ryu (Rinko Kikuchi), a quien se le paga para que asesine a David por no haber salvado a Midori. La íntima relación que David y Ryu desarrollan llevó a que muchos comparasen el film con Ultimo tango en París; un rasero injusto, ya que la sensibilidad de Coixet no comulga con la desesperación de los personajes de Bertolucci. David y Ryu no son Paul y Jeanne, son otra cosa. Su aproximación a la vida es por completo diferente: más zen, si se quiere, en tanto se abren a lo que el destino les pone por delante (el sexo, el amor y la muerte, en ese orden) con un abandono que está en las antípodas de la desesperación. Bailan la música que les tocó en suerte hasta el final, y de un solo trago, sin ser visitados jamás por la culpa. Lo cual, al menos en mi libro, es sinónimo de una vida bella, por breve que sea.

Cuando salí de los cines Princesa, Madrid ya no era la que había sido hasta que entré. Todo se veía, se sentía distinto: más intenso, más brillante, más lírico. Mi percepción hipertrofiada de aquel momento da cuenta de la capacidad de Coixet para desorganizar los sentidos del espectador y devolverlo al mundo en otro estado del alma. Al menos por un rato, me creí en condiciones de leer el mapa de los sonidos de Madrid -su trama más sensible y más profunda.

El cine de Coixet juega en otra liga. Tan distinta de aquella en la que revistan casi todos los demás, que resulta fácil perderse su música en medio de la cacofonía.




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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nietos de Saturno

¡Y que esos amagos de la ley de Saturno sean rechazados! ¿Y cuál es la ley de Saturno? Aquella ley clásica, o dicho clásico, o refrán clásico, que dice que la Revolución, como Saturno, devora a sus propios hijos. ¡Que esta Revolución no devore a sus propios hijos! ¡Que la ley de Saturno no imponga sus fueros! ¡Que las facciones no asomen por ninguna parte, porque ésos son los amagos de la ley de Saturno, en que unos hoy quieren devorarse a los otros!.

Sucedió en La Habana, en la noche del 26 al 27 de marzo de 1964, cerca ya de las dos de la madrugada. Estas palabras altisonantes y solemnes forman parte del largo testimonio de Fidel Castro ante la Sala Primera del Tribunal Supremo de la República, en un juicio singular que terminó con una ejecución sumaria. Convocado a hora intempestiva y con toda la elite del régimen sentada en la sala. Se enjuiciaba a un supuesto delator por haber entregado a cuatro militantes contra la dictadura de Batista. Pero estaba en juego mucho más: las relaciones de Castro con la Unión Soviética; las rivalidades entre los comunistas cubanos primigenios y el comunista sobrevenido que era Fidel Castro; o la autoridad suprema del jefe supremo. Lo cuenta y muy bien Miguel Barroso en su novela ?Un asunto sensible. Tres historias cubanas de crimen y traición? (Mondadori), una novela que no es novela sino historia verdadera. ¡Vaya si Saturno iba devorar y estaba ya devorando a sus hijos! Aquello sólo era el aperitivo, ahora investigado gracias al interés de los hijos de los hijos, esos nietos de Saturno que quieren conocer hasta el último detalle de la desgracia que se abatió sobre sus padres y sobre ellos mismos. Gracias también a que todavía quedan unos pocos supervivientes de aquellos tiempos turbulentos y oscuros. Volveré a escribir sobre esta historia y este libro, pero por hoy quiero sólo glosar aquí el negro humor del comandante revolucionario y su invocación saturniana, que sólo a él y a su hermano han protegido hasta ahora.



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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El rey de las Dos Sicilias

Alguien llamó la "peste amarilla" a la editorial Anagrama. Ahora también habrá que llamarla la "peste roja", por el color de la nueva colección, Otra vuelta de tuerca. Jorge Herralde tuvo una idea tan maravillosa como simple: de su amplísimo catálogo, recuperar libros importantes que hacía rato que no estaban en librerías, y también juntar en un solo tomo varios libros de un autor que estuvieran relacionados. Para mí, todo un éxito: hace un par de semanas regresé de España con tres libros rojos: Historia argentina, de Rodrigo Fresán; Relatos autobiográficos, de Thomas Bernhard; y El rey de las Dos Sicilias, de Andrzej Kusniewicz.

A Fresán y Bernhard ya los conocía bien; a Kusniewicz no. ¿Qué fue lo que me atrajo? Varias razones: la contratapa me recordó a La marcha Radetzky, una de mis novelas favoritas; este año leí a otros escritores polacos (Lem, Schulz) y quedé fascinado; una frase elogiosa de la contratapa comparaba a esta novela con las de Proust y Musil; me gusta, de tanto a tanto, dejarme sorprender por un autor del cual jamás he oído hablar. Mil razones, y ninguna: en el fondo uno nunca sabe del todo por qué escoge lo que escoge.

El rey de las Dos Sicilias, publicada en 1970, gira en torno a los hechos que en 1914 dieron lugar a la primera guerra mundial (el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo), punto de partida para que Kusniewicz narre un vasto retrato de lo que él llama acertadamente "el fin del siglo diecinueve". No se iguala en impacto emocional a La marcha Radetzky, pero sí uno sale de esta novela admirado por el logro de este escritor polaco.

La estrategia narrativa es compleja. Interesado por la forma en que hechos importantes ocurren de manera simultánea a hechos insignificantes, Kusniewicz sugiere que el significado objetivo de los hechos puede ser diferente pero la importancia subjetiva es la misma, de modo que todo forma "un todo indivisible del cual no se puede excluir nada, ya que cada uno de sus componentes tiene la misma importancia". Entonces, para narrar el fin de una época, Kusniewicz no se concentrará en lo obviamente importante -el asesinato del archiduque- sino que procederá por desplazamiento y se enfocará en el asesinato de una adolescente gitana en la misma época.    

La gitana muere en la ciudad donde se encuentra el regimiento de las Dos Sicilias, al que pertenece Emil R., un joven de la alta burguesía de Viena que se ha alistado para hundirse en ella y así escapar del amor incestuoso que le tiene a su hermana Elizabeth. Kusniewicz no nos dice del todo quién ha matado a la gitana, pero se sugiere que ha sido Emil R. Más desplazamientos, entonces: Emil R. se aleja de Viena para refrenar sus deseos perversos; un asesinato es cometido como forma simbólica de poseer lo que no se puede poseer. La historia individual se une a la de los imperios: al contar la decadencia de Emil R., Kusniewicz nos está contando la decadencia de la burguesía ilustrada vienesa, y por ende las razones del fin de un imperio que está podrido por dentro.

"Será entonces cuando Emil R. dirá en voz alta lo que ya ha pensado muchas veces: que ellos dos [Kokourek y él], subtenientes de reserva arrojados aquí por un curioso azar, arrancados de la vida normal, participan de manera pasiva en un acontecimiento sumamente importate; que, a pesar de las apariencias, no es el estallido de la guerra con Serbia, ni siquiera una al parecer inminente guerra con Rusia, ni tal vez una guerra mundial, ya que Francha, seguramente Inglaterra, y quizás Italia... No, no se trata de eso, existe un problema mucho más importante, y es que, aquí, en esta pequeña estación de Banat, son testigos del fin del siglo XIX".

¿Cuántos otros Kusniewicz están escondidos entre tantos libros publicados? Un gran editor debe estar no sólo pendiente de las novedades; debe buscar también en aquellos libros que acumulan polvo, provocar relecturas, sugerir nombres pasados por alto. Herralde ha vuelto a acertar. El rey de las dos Sicilias, por sí sola, justifica esta nueva colección, pero por suerte hay, habrá más...

La Tercera, 5 de octubre 2009



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5 de octubre de 2009
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Desde el país de la divina sordera

Hermanos en la música, cofrades de oído zorruno, secreta sociedad de los que oyen, por fin una buena noticia. Los de Seix Barral (benditos sean) han tenido la generosidad de traducir el libro de Alex Ross que conocéis con el título "The Rest is Noise", un desafío para el traductor ya que la cacofonía "El resto es ruido" chirría en el oído fino. Por fortuna eligieron a Luis Gago el Grande y lo ha transfigurado en: "El Ruido Eterno". Si el original jugaba con la desolada: "El resto es silencio", Gago juega con otra desolación: "El sueño eterno". Shakespeare al piano y Chandler al violín.

    Quienes no lo conozcan tienen abierta la mejor puerta para la música del siglo XX, esa muchacha harapienta a la que tantos confunden con su desalmada y opulenta madre, la vanguardia subvencionada. Porque una de las virtudes de Ross es la de no ser europeo, así que no paga gabelas a la corrección política. Ross puede dar su opinión sin tentarse el bolsillo. Y dice, por ejemplo, que Adorno es un gran analista, pero un peligroso moralista. O que Schoenberg no es preferible a Stravinsky. O que Boulez es mejor director de orquesta que compositor. O que Copland es superlativo. Todo lo cual provocaría un linchamiento en Europa.

    Sus capítulos sobre Mahler, sobre los Ballets Rusos, sobre Shostakovich, sobre Sibelius (odiado por Adorno), sobre Britten (otro odio), sobre música y estalinismo, sobre Berlín años veinte, son modelos de inteligencia e ironía. Pero lo más singular es el espacio que dedica a la música americana que no obedeció a las vanguardias europeas. Esa música tan atacada por comisarios de limitada cultura y suculentas relaciones con el poder gubernamental. Los auténticos conservadores.

    Para adobarlo, el libro se puede seguir en el blog de Ross. Mientras lees un capítulo, oyes la música de la que trata y decides si estás de acuerdo. Gracias a Ross (colaborador habitual del "New Yorker") y a su blog, muchos melómanos han descubierto un sonido del siglo XX tan serio como popular y que no te llama reaccionario, beocio e imbécil si te aburres.

Publicado el sábado 3 de octubre de 2009.

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5 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las voces de la novela (II)

Esta semana, entre los comentarios dejados por quienes han pasado por aquí, rescato algunos apuntes. El primero de ellos: ¿Cómo participan en una novela las distintas voces que la nutren? Quizá la pregunta parte de la idea de que siempre hay una única voz que narra (primera, segunda o tercera persona gramatical) cuando eso, decíamos, es muy difícil. Basta que un personaje narrador ceda momentáneamente su espacio para que otro personaje hable, ya estamos multiplicando las voces. En una novela hay conversaciones -incluso cuando sólo son el recuerdo en el cabeza del narrador protagonista o testigo- y casi siempre ligeros cambios en los puntos de vista; otras veces, el narrador omnisciente es el que permite que hablen los distintos personajes, con lo que el lector va saltando de un punto de vista a otro, a menudo sin darse del todo cuenta de estos cambios de perspectiva, como quien sigue la conversación entre varias personas.

El segundo aspecto mencionado aquí se refiere a algo capital: La voz debe ser convincente. Esto quiere decir que hacer hablar a los personajes de una novela demanda por parte del novelista un buen oído, no sólo para utilizar la jerga o la germanía propia de este o aquel personaje, sino para asumir su manera de pensar y por lo tanto de expresarse. Sin embargo, el novelista nunca olvida que la forma más efectiva de ser realista pasa por adulterar esa misma realidad que quiere representar. Dicho de otro modo: si quieres conseguir una voz verosímil para un personaje no te limites a trasladarla intacta de la realidad a la ficción: tienes que maquillarla, adulterarla un poco para que suene «real» en ese otro medio que es la ficción, tan distinto y al mismo tiempo tan parecido a la realidad. Nada más fatigoso para el lector que aquellas novelas que, pretendiendo captar la realidad con exactitud, lastran sus páginas de argot y modismos que entorpecen la lectura. La novela, no lo olvidemos, es la simulación hecha arte.

Reciclar el blog:

Otro asunto: como habrán observado quienes han seguido este ya dilatado curso, los últimos posts han sido destinados a la novela. Con el próximo post acabaremos y daremos así por cerrada esta gratísima experiencia de nuestras clases, porque entendemos que ya es hora de hacerlo. De forma que en breve este blog será eso mismo: un diario, un pequeño cuaderno de bitácora -seguramente bitácora lectora- sobre infinidad de temas, de preferencia dedicados a la literatura. 



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5 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ardores que matan

 

 Hoy lunes, empiezo la semana con una recomendación: leer Ardores que matan (Plaza y Janés), una novela del escritor y editor mexicano Ramón Córdoba. Por lo general soy partidaria de no conocer a los autores de las obras, sobre todo si la obra me ha gustado mucho, porque casi siempre el escritor queda por debajo de las expectativas que él mismo crea. Sin embargo, a Ramón Córdoba (a pesar de haber escrito un excelente libro) hay que conocerle, merece la pena acercarse donde esté y llevarle la novela para que os la firme porque os dirá algo brillante, entrañable, gracioso y tierno. Así es él, inteligente, con un enorme sentido del humor y gran comprensión humana. Parece que filtra la vida a través de una mirada que no se deja dominar por las pequeñas cosas del estresante día a día, sino que las utiliza para conocer mejor el mundo. Pero, bueno, quien no tenga ocasión de conocerle, podrá acercarse a él a través de Ardores que matan.

Os divertirá, os fascinará esta radiografía sin artificios de la sexualidad de los hombres envuelta en humor, ironía y la propia insensatez masculina. De paso descubriréis un México auténtico, desbordado y desbordante, donde la sexualidad al igual que en todo el planeta se ha afianzado como uno de los principales juegos de poder, y todo esto servido a través de las experiencias eróticas del propio personaje.

En este libro los lectores se desnudan y las lectoras los miran asombradas. A quienes os tiente la idea de abrir esta historia os deseo felices y divertirdos días.



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5 de octubre de 2009
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Diario de rodaje 8. La claqueta de Marisa

 El jueves 20 de agosto se le entregó a Marisa Paredes el primer Premio a la Cinematografía que ha instaurado la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Una vez decidida (y aceptada por ella) la concesión, antes del verano, el Rector de la UIMP tuvo la amabilidad de invitarme a pronunciar la ‘laudatio' en el acto de entrega, y también yo me sumé con ganas a la iniciativa. Llegado el día, y faltando sólo dos semanas para el inicio del rodaje de ‘El dios de madera', que la tiene a ella de protagonista, el director no pudo ausentarse de Valencia, donde localizaba, y tuvo que mandar el texto escrito previamente, para que Joan Álvarez, profesor de la Universidad de Valencia (institución también involucrada en la génesis del premio) lo leyese durante la ceremonia, que tuvo lugar en el Palacio de la Magdalena de Santander.

El premio, me contó después la actriz, consiste en una bonita claqueta, y lo que sigue es el texto de la ‘laudatio'.

 

 Marisa Paredes, Premio UIMP a la Cinematografía

 

Marisa Paredes pertenece a una generación que ha combatido en todas las guerras, incluidas aquellas que no vivió. Porque Marisa, como yo mismo y como algunos de los que hoy la acompañan en Santander, creció en una España que sufría los efectos de un golpe militar y una dictadura posterior contra la que ella, llegada la edad de la razón, supo oponerse, levantando su voz desafiante.

Mis primeras imágenes de Marisa, inteligente, hermosa, curiosa por todo y con un gran sentido del humor, están ligadas al teatro y al compromiso. Era entonces una joven actriz formada en la Escuela de Arte Dramático de Madrid que supo muy pronto que el compromiso de los artistas no sólo es con la tradición de su arte sino con el futuro de su sociedad.

Imágenes inolvidables. Marisa encarnando sobre las tablas papeles muy distintos con una voz muy peculiar, de recia sonoridad y colores muy dulces, tanto cuando eran líricos como cuando debían llegar al metal de la tragedia. Y Marisa haciendo oír esa misma voz del teatro en los escenarios de la vida real, en un momento de la historia moderna de nuestro país en que los cómicos supieron interpretar lúcida y valientemente la gravedad de lo que estaba pasando a su alrededor.

Me perdí durante unos años el crecimiento de su carrera de actriz, por vivir casi una década, la de los 70, en Inglaterra, pero no me perdí a la persona, con la que coincidí unos meses inolvidables en Londres, hablando largamente con ella, yendo con ella al teatro, divirtiéndonos juntos en un país entonces más libre y acogedor que el nuestro, y, porqué no decirlo, marchando a su lado en alguna manifestación a favor de las causas que nos movían a ambos.

Como Presidenta de la Academia de Cine, como portavoz elocuente y en primera fila de las luchas que no dejaron de ser necesarias, Marisa siguió siempre alerta y combativa. Pero no es por ello, o no sólo por ello, por lo que hoy se le da con merecimiento este inaugural Premio de Cinematografía de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Marisa creció igual de bien como artista que como ciudadana, y el cine, que al principio de su actividad se fijó menos en sus grandes dotes, empezó a reconocerla, a hacerla algo propio, cada vez más. Hasta hoy. En los años 80 fue uno de los rostros más elocuentes de las películas de una nueva ola de realizadores que han dejado huella: Fernando Trueba, Martínez-Lázaro, Chávarri, Almodóvar, Agustí Villaronga, Felipe Vega, por citar sólo algunos. Después, ampliando el registro de los mejores cineastas españoles, atrajo las miradas de otros no menos grandes que trabajaban fuera: Daniel Schmid, Arturo Ripstein, Roberto Benigni, Edgardo Cozarinsky, y también mi lista internacional se queda corta.  Y todo ello, sin perder nunca la voluntad de riesgo que caracteriza su personalidad y su trabajo. García Lorca, Shakespeare, Ingmar Bergman, Samuel Beckett, entre los clásicos. Carlos Fuentes o Álvaro del Amo entre los autores vivos. Grandísimos momentos teatrales que sus espectadores, privilegiados por asistir a un efímero derroche de talento, atesoramos.

Pasión, riesgo, conciencia, arte. Por esas y otras virtudes que su pudor y la economía narrativa me obligan a omitir, hoy, en una iniciativa que honra a esta Universidad, se le da un premio a alguien que lleva premiándonos muchos años a todos nosotros con el regalo de su generosidad y su genio.

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5 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los lunes

La mayor parte de los lunes del año provocan un impacto notable y negativo en más de la población. Son impactos psíquicos y físicos que se repiten además regularmente y sin que su obstinada repetición les reste intensidad. De este modo penoso queda garantizado que prácticamente la totalidad de la población mundial sufre semanalmente un quebranto seguro ya sea en su salud personal y relacional. Ninguna medida, sin embargo, sea de orden político, económico, religioso o médico se ha previsto ante esta dura e impertinente desdicha. Pasa un lunes tras otro a lo largo de los siglos y mientras la ciudadanía padece en silencio este destrozo, tanto las autoridades científicas como todos los representantes  municipales o parlamentarios eluden el problema. Más todavía, bromean respecto a él hasta el punto simular que esta grave desventura constituye un asunto sin interés para el orden, la felicidad o el progreso. No será, sin embargo, en balde que esta ignorancia persista. Tanto el índice de esperanza de vida como la productividad material, tanto la agresividad, como la esperanza o el desengaño proceden en buena medida de esta tortura sin fin.  Un mal que reaparece los lunes,  todos los lunes de la vida, y que desbarata si no todo el sentido de la vida sí una parte considerable de él y que si bien no decide si somos o no desgraciados irremediables inculca una nefasta influencia en nuestros estados de espíritu que, a su vez, se enlazan funestamente con aquellos de los demás del mismo día y, en conjunto, definen un auténtico malestar de la cultura, un absoluto malestar de la ciencia, un capital malestar del amor y de la convivencia que rebaja la apreciación de la existencia, incrementa los  accidentes, las enfermedades, la enseñanza, la conducción, las ventas y las compras, etcétera, como uno de los más decisivos factores del bien y el mal universal.



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5 de octubre de 2009
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