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Diario de rodaje 8. La claqueta de Marisa

Por 5 de octubre de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

 El jueves 20 de agosto se le entregó a Marisa Paredes el primer Premio a la Cinematografía que ha instaurado la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Una vez decidida (y aceptada por ella) la concesión, antes del verano, el Rector de la UIMP tuvo la amabilidad de invitarme a pronunciar la ‘laudatio’ en el acto de entrega, y también yo me sumé con ganas a la iniciativa. Llegado el día, y faltando sólo dos semanas para el inicio del rodaje de ‘El dios de madera’, que la tiene a ella de protagonista, el director no pudo ausentarse de Valencia, donde localizaba, y tuvo que mandar el texto escrito previamente, para que Joan Álvarez, profesor de la Universidad de Valencia (institución también involucrada en la génesis del premio) lo leyese durante la ceremonia, que tuvo lugar en el Palacio de la Magdalena de Santander.

El premio, me contó después la actriz, consiste en una bonita claqueta, y lo que sigue es el texto de la ‘laudatio’.

 

 Marisa Paredes, Premio UIMP a la Cinematografía

 

Marisa Paredes pertenece a una generación que ha combatido en todas las guerras, incluidas aquellas que no vivió. Porque Marisa, como yo mismo y como algunos de los que hoy la acompañan en Santander, creció en una España que sufría los efectos de un golpe militar y una dictadura posterior contra la que ella, llegada la edad de la razón, supo oponerse, levantando su voz desafiante.

Mis primeras imágenes de Marisa, inteligente, hermosa, curiosa por todo y con un gran sentido del humor, están ligadas al teatro y al compromiso. Era entonces una joven actriz formada en la Escuela de Arte Dramático de Madrid que supo muy pronto que el compromiso de los artistas no sólo es con la tradición de su arte sino con el futuro de su sociedad.

Imágenes inolvidables. Marisa encarnando sobre las tablas papeles muy distintos con una voz muy peculiar, de recia sonoridad y colores muy dulces, tanto cuando eran líricos como cuando debían llegar al metal de la tragedia. Y Marisa haciendo oír esa misma voz del teatro en los escenarios de la vida real, en un momento de la historia moderna de nuestro país en que los cómicos supieron interpretar lúcida y valientemente la gravedad de lo que estaba pasando a su alrededor.

Me perdí durante unos años el crecimiento de su carrera de actriz, por vivir casi una década, la de los 70, en Inglaterra, pero no me perdí a la persona, con la que coincidí unos meses inolvidables en Londres, hablando largamente con ella, yendo con ella al teatro, divirtiéndonos juntos en un país entonces más libre y acogedor que el nuestro, y, porqué no decirlo, marchando a su lado en alguna manifestación a favor de las causas que nos movían a ambos.

Como Presidenta de la Academia de Cine, como portavoz elocuente y en primera fila de las luchas que no dejaron de ser necesarias, Marisa siguió siempre alerta y combativa. Pero no es por ello, o no sólo por ello, por lo que hoy se le da con merecimiento este inaugural Premio de Cinematografía de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Marisa creció igual de bien como artista que como ciudadana, y el cine, que al principio de su actividad se fijó menos en sus grandes dotes, empezó a reconocerla, a hacerla algo propio, cada vez más. Hasta hoy. En los años 80 fue uno de los rostros más elocuentes de las películas de una nueva ola de realizadores que han dejado huella: Fernando Trueba, Martínez-Lázaro, Chávarri, Almodóvar, Agustí Villaronga, Felipe Vega, por citar sólo algunos. Después, ampliando el registro de los mejores cineastas españoles, atrajo las miradas de otros no menos grandes que trabajaban fuera: Daniel Schmid, Arturo Ripstein, Roberto Benigni, Edgardo Cozarinsky, y también mi lista internacional se queda corta.  Y todo ello, sin perder nunca la voluntad de riesgo que caracteriza su personalidad y su trabajo. García Lorca, Shakespeare, Ingmar Bergman, Samuel Beckett, entre los clásicos. Carlos Fuentes o Álvaro del Amo entre los autores vivos. Grandísimos momentos teatrales que sus espectadores, privilegiados por asistir a un efímero derroche de talento, atesoramos.

Pasión, riesgo, conciencia, arte. Por esas y otras virtudes que su pudor y la economía narrativa me obligan a omitir, hoy, en una iniciativa que honra a esta Universidad, se le da un premio a alguien que lleva premiándonos muchos años a todos nosotros con el regalo de su generosidad y su genio.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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