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Eder. Óleo de Irene Gracia

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De la imposibilidad de comprar un libro

Esta primavera me había propuesto dictar un curso dedicado a la literatura trasatlántica del siglo XXI  para explorar el diálogo entre las orillas del idioma desde escenarios  comunes de lectura.  El 2000 dicté un curso  sobre la literatura del XXI aunque, en rigor, entonces no existía, pero cuyas tendencias anunciaban horizontes de escritura.  Un país cuya constitución exige a sus ciudadanos ser felices, como observó Borges, y cuyo deporte nacional es planear el porvenir,  nos asegura estudiantes capaces de creer en la literatura que vendrá, distintiva y necesaria.  Pero esta vez, además, contábamos en mi universidad con la estancia del escritor español Juan Francisco Ferré,  autor de la estupenda novela Providence  (Anagrama), a quien invité a hacerse cargo de las clases dedicadas a la nueva novela española. Después de haber hecho juntos una antología de la nueva narrativa española (Mutantes, término que se ha usado para nombrar al conjunto, más que grupo, de escritores que algunos llaman “Nocilla,” y otros “Nociva,” y que ha merecido una divertida e ingeniosa refutación de Javier García Rodríguez titulada Mutatis mutandis ), no fue difícil acordar los textos del programa. 

Pienso, por lo demás, que no hay ninguna razón, salvo las del funcionariado difundido, para que un profesor pase su vida en una sola universidad dictando para siempre las mismas materias. En el futuro los cursos serán cada vez más compartidos, con especialistas de distintas áreas, y entre facultades de España, América Latina y Estados Unidos. Esa aula plural está en construcción y se debe al carácter del nuevo humanismo, que será internacional o no será.

Pero he aquí que la librería de la Universidad me alerta de que los distribuidores de Nueva York o Boston que importan libros para las universidades norteamericanas no cuentan en sus fondos con títulos de la nueva novela española.

Y me advierten de que los precios serán hasta tres veces más caros que en España, dados los costos del transporte. Un problema del siglo XIX nos impedirá hacer un curso sobre el siglo XXI.

¿Es que no hay un distribuidor visionario, una librería dedicada a lo nuevo, una editorial que se adelante con su oferta? Ni siquiera en Amazon se puede comprar una novela española reciente.

No estoy seguro de que podamos pedirle al distribuidor de Boston los libros para este curso a los precios que nos asignan. No recuerdo que los textos de una clase exijan de los estudiantes ese costo. 

Estos son los libros, el precio que tendrían en dólares, y el que tienen en euros en una librería madrileña:

 

 Ricardo Menéndez Salmón. Derrumbe. Seix Barral: $52.95 (19 euros)

 Isaac Rosa. El país del miedo. Seix Barral, edición de bolsillo: $24.95 ( 7.95 euros)

 Belén Gopegui. Deseo de ser punk. Anagrama: $31.95 (15 euros)

 Agustín Fernández Mallo. Nocilla Experience. Alfaguara: $35 (16 euros)

 

No listo los libros latinoamericanos porque ya no existen. Lo lamentan, me dicen los libreros, pero esos libros están “out of print.”  Agotados, descatalogados,  descontinuados.  Casi el tango del libro.  ¡Y se trata de obras del siglo XXI! Alguien tendrá que escribir la historia del ingenioso caballero que de tanto leer libros por venir dio en imprimirlos.

Los bibliotecarios de la Asociación internacional de adquisición de libros de universidades, provenientes de unas 1500 bibliotecas universitarias, intercambian en sus reuniones anuales  historias de horror sobre la imposibilidad de comprar un libro en español.  En una de esas reuniones melancólicas un bibliotecario que había logrado comprar las obras completas de un autor peruano recibió una ovación. Se publican, tal vez, demasiados pero los mecanismos para distribuirlos son arcaicos.

Los editores y libreros argentinos, en cambio, han logrado un acuerdo con las compañías de paquetería internacional y tienen tarifas especiales para enviar sus libros a cualquier parte sin afectar los precios.

      Seguramente que el lector avisadísimo ya encontró la solución a estos  dilemas: que los libros se publiquen no solamente en papel sino en su inmediata edición electrónica. 

        Todavía no son tan caros como para que sean más baratos.

Pero entre la piratería de los libros más vendidos, la conversión en pulpa de los libros de poesía y la descatalogación de la nueva literatura,  tendría cierta lógica que ésta sea, al final, la que mejor circule, gracias a que es primicia y memoria del porvenir.

 

 


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18 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un hoax a la checa

The Thi Hong Nhung, la chica que se hizo pasar por Pham Thi Lan en un video clip. Fuente: vietnam.netJan Cempirek, el autor de la broma. Fuente: vietnam.net La novela White Horse, Gold Dragon escrita por una joven vietnamita de 19 años radicada en República Checa, Pham Thi Lan, donde cuenta la tragedia del exilio, ganó un prestigioso premio en República Checa, fue el orgullo de los vietnamitas emigrados y conmovió tanto a los checos que se convirtió en un rápido bestseller. Pero los periodistos no se tragaron la broma y buscaron a la misteriosa e inubicable (salvo en videos) Pham Thi Lan. Al final, todo fue un hoax, una broma, una burla o una estafa, mejor, del escritor checo Jan Cempirek. Así lo cuenta la web Periodistas en Español:El oscuro escritor Jan Cempirek, de 40 años y natural de Bohemia del Sur, que tiene dos novelas publicadas desdeñadas por la crítica, termina en marzo de 2008 la novela Caballo blanco, dragón amarillo, escrita en primera persona por una joven vietnamita salida de una familia de las muchas que, en los años 80 del siglo pasado, emigraron a una Checoslovaquia que buscaba mano de obra barata. La firma con un nombre inventado y empieza a buscar editor. Como no lo consigue, en diciembre decide enviarla al premio anual del Club del Libro, perteneciente al grupo Bertelsmann, con la firma de Lan Pham Thi (un nombre elegido al azar en Internet) y en marzo de 2009 le comunican que es la ganadora, a pesar de que ni alcanzaba las 150 páginas que figuran en las bases del concurso. A partir de ese momento Cempirek monta una rocambolesca historia con la supuesta autora como protagonista, sin descuidar los detalle: él se convierte en ?el mensajero? de la chica que es hija del propietario de una restaurante vietnamita de la localidad de Budejovice (restaurante que realmente existió y cerró sus puertas en 2008), ha crecido allí y ahora estudia ciencias del medio ambiente en la universidad de Kuala Lumpur, en Malasia. Crea un correo electrónico y abre un blog desde los que Lan Pham Thi contesta a las preguntas de periodistas y lectores. Como el premio incluye también un contrato para la publicación del libro la editorial envía supuestamente el contrato a la capital malasia, por correo, aunque no llega más lejos de Budejovice. Lo reenvía, firmado, desde Kuala Lumpur, un amigo de Cempirek que se encuentra allí de vacaciones. El Club del Libro tiene organizada la ceremonia de entrega del premio para septiembre y anuncia que el acto contará con la presencia de la autora. A última hora tiene que conformarse con exhibir un vídeo en el que un plano medio de Lan Pham Thi (la novia vietnamita de otro amigo del escritor, residente en Australia) se excusa por no poder acudir (los exámenes) y da las gracias al jurado (escritores y personalidades varias). Jan Cempirek ingresa en su cuenta bancaria el cheque de 50.000 coronas checas (2.000 euros), aunque se queda solo con las 10.000 necesarias para pagar los impuestos correspondientes al premio y envía el resto a la Asociación Vietnamita para la Literatura y el Arte, que lo ha destinado a la elaboración de un diccionario checo-vietnamita. ?Recibimos 40.000 coronas de un donante desconocido?, ha confirmado el presidente, Nguyen Quyek Tien. Hace un mes Cempirek, que ya se sentía demasiado acorralado, confesó la trama a un realizador de televisión quien, al saberlo, se negó a secundar su idea de hacer un documental sobre el asunto diciéndole que todo parecía una mala broma de estudiantes. La editorial está furiosa pero el libro ha sido el best-seller del otoño. El Club del Libro ha ofrecido a Cempirek un contrato, ahora sí con su nombre. El se desahoga: ?Es un libro muy banal, nada importante, una visión esquemática, en blanco y negro, del mundo. Reúne todos los lugares comunes de lo que los checos piensan de los emigrantes vietnamitas: que solo viven para el trabajo, que no hacen nada por ?integrarse?, que no consiguen ni siquiera aprender nuestra lengua?Todo ello aderezado con unas cuantas palabras vietnamitas, algunos tacos y una leyenda auténtica sobre un dragón. El mosaico que aparece en la foto de la portada está en el suelo del restaurante que me inspiró la historia. Solo quería probar el esnobismo de la clase literaria checa ante un relato tan ?exótico? como el de la penosa vida de una niña emigrante vietnamita?. Y parece que lo ha conseguido. Suerte que no estamos en la Checoslovaquia de los años 50 y Cempirek no es el Ludvik de la novela de Kundera, al que una broma le costó más de media vida fracasada. Muy bien, un hoax simplemente. Pero ¿se acuerdan de JT Leroy? ¿Se acuerdan cómo se deprimió todo el mundo con la broma-estafa? Sin embargo, a Cempirek le ha ido mejor entre los checos estafados que a JT con sus estafados norteamericanos. Dice una nota en Vietnam.net:Hong Nhung told Denik that in her opinion, this book cannot be written by a young girl and that after this truth was unveiled, she was teased by her schoolmates. However, she said she doesn?t hate Cempirek because this writer has helped Czech people to understand more about the community of Vietnamese. (...) Bui Thuy Linh, 37, a businesswoman in Kladno, said: ?I read an article introducing this novel on an online Vietnamese newspaper here. If the author is a Vietnamese, it is of course a matter of pride for the community of Vietnamese here. But if the author is a native Czech, I still love him because he dared to reflect the society and partly defend Vietnamese people. I regret that I can?t read the book in the Czech language to understand the story thoroughly. But I bought the book for my kids and my Czech staffs?. Another Vietnamese businessman named Chu Tien Thanh told iDnes newspaper that he read the book twice and likes it very much. He doesn?t care who is the author of that book. He said he saw part of himself in the book. Also to iDnes, Marcel Winter, Chairman of the Vietnam-Czech Friendship Association, said: ?It was a mistake for the author to hide himself behinds a Vietnamese name but it is helpful for the Vietnamese community? I thank Jan Cempirek for his alias of Pham Thi Lan and the winning book ?White Horse, Yellow Dragon,? though I regret his lie to the organizing board.? ?Many Czech people have sympathized with the pains of Vietnamese. According to the law here, they have the duties to pay tax and insurance? but they don?t have any benefits. They are always the targets for envy and discrimination. They work hard and their children have good achievements at school. The book is helps Czech society to get nearer to the Vietnamese community,? Winter said. Dinh Quoc Hoi, who is living in Prague, wrote: ?This book is very famous in the Czech Republic. It has told the Czechs about the pains Vietnamese feel when they suffer discrimination. In the last two weeks, two clothing shops owned by Vietnamese in Ostrave were burnt by extremists?.



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18 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cápsula del tiempo española

Contenido de la cápsula del tiempo. Fuente: la vanguardia. Otra mala noticia para los antropólogos literarios, de inusitado éxito reciente en España. La "cápsula de tiempo" guardada debajo del monumento a Miguel de Cervantes ha sido abierta al fin. Encontraron un ejemplar en cuatro tomos de El Quijote de la Mancha de 1819 y un Estatuto Real. Es decir, ni siquiera una primera edición. Pero, eso sí, la caja está en perfecto estado de conservación. Aburrido. Dice la nota:Cuatro tomos de El Quijote del año 1819 y un ejemplar del Estatuto Real para las Cortes del Reino de 1834 son algunos de los documentos que, en buen estado de conservación, contiene la "cápsula del tiempo" hallada bajo la estatua de Miguel de Cervantes, frente al Congreso de los Diputados. La urna, un cofre de plomo herméticamente sellado, fue abierta ayer en el Museo Arqueológico Regional (MAR) de Alcalá de Henares y su contenido ha sido presentado hoy a los medios de comunicación por el vicepresidente y consejero de Cultura y Deporte de la Comunidad de Madrid, Ignacio González.Los objetos encontrados en el interior de la urna, algunos de ellos aún sin identificar, se encuentran en un "extraordinario estado de conservación", ha resaltado González, al estar sellada e impregnados los documentos con una especie de insecticida, lo que la convierte en "uno de los hallazgos más importantes de urnas de esta naturaleza".La misma, colocada en el lugar donde ha sido hallada en 1834, contiene también un Diario de Aviso de Madrid de ese mismo año, que envuelve un libro calendario manual y guías de forasteros, editado en la Imprenta Real y que es una "fuente inestimable para conocer la organización administrativa y política" de la época al ser una "guía de carácter oficial".Un libro de vida del General Mina, guerrillero español que luchó en la guerra de la Independencia y fue fusilado en 1817 en México; un manuscrito, algo más deteriorado; un libro sobre la vida de Cervantes y ocho paquetes pequeños, que previsiblemente son monedas de la época, son otros objetos que contiene la urna



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18 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bailando con Borbones

 

 

Nunca imaginé hacer algunas cosas que he terminado haciendo. No confesaré en público algunas de las cosas que por azar, necesidad o gusto he tenido que hacer. Que hago. O que seguiré haciendo. Siempre hay que ir derrocando las certezas. La tiranía de lo previsible es una guerra que nunca termina. Sigo intentando que la sorpresa me tome por asalto en las ocasiones que sea necesario.

Y nunca me imaginé bailando con Borbones. No por convicciones republicanas, que las mantengo pero sin fanatismos- tomar el palacio sí, pero dejar libres a sus ocupantes- sino porque no estoy en la lista de los candidatos cortesanos. Y además no me gusta demasiado bailar. Algunos hombres que nos somos tan duros tampoco bailamos. Pues la otra noche bailé al lado de Borbones. Y no era la hermosa Leticia, querida ex compañera de algunos cercanos pupitres profesionales, sino una hermana del rey. No estoy seguro si era una u otra, una de las dos ¿infantas?, ¿princesas? o lo que sean, pero una de ellas estuvo en esa comunión de bailes, estribillos, coros y danzas que son los conciertos de Joaquín Sabina. Ahí estaba la Borbón, la hermanísima del rey, al lado de los piratas cojos con pata de palo, al lado de las banderas negras, rojas y moradas, al lado de los de nombres impropios o de nombres tan peleones como Carmela, ay!. Allí estaba coreando con Benjamín Prado, saltando con Almudena Grandes y cerca del silencio cómplice de Caballero Bonald. Allí estaba de manera real esa señora de nuestra real familia. Bailando entre lobos republicanos. Cantando entre paganos. Participando en esa ceremonia al lado de treinta mil maneras de encontrarse con el mejor comunicador de nuestro cante poético. Después de Serrat, de Miguel Ríos, llegó sabina y no mandó parar. Quiso ser continuador de esos, de otros y dejar camino a los que sean capaces.

El concierto de Madrid fue un emocionante éxito para Sabina. Y un regalo inesperado para los que no bailamos con Borbones. Está claro que en este insólito ruedo ibérico ya hemos enterrado en guerra civilismo, aunque algunos se empeñen en poner puertas al campo. Sabina, lo diga Agamenón o su porquero, es el mejor retratista musical de nuestro tiempo. Con nuestras contradicciones republicanas o monárquicas incluidas. El que lo bailó lo sabe.



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18 de diciembre de 2009
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Lo que somos capaces de explorar

Cuando hace algo más de dos años empecé desde Venecia a participar en este boomerang, mis textos eran de carácter fundamentalmente filosóficos. Tras varias inflexiones e incursiones por diversos campos, salpicadas a intervalos por una presentación  hermenéutica de textos de Marcel Proust, tengo el sentimiento de que el camino que queda abierto es el de un retorno a la filosofía. Retorno sui generis, pues no se trata- no puede tratarse- de retomar simplemente los problemas al principio desplegados y que coincidían con las grandes cuestiones de la tradición ontológica.

El retorno adopta la forma de interrogaciones que hasta en el aspecto técnico posiblemente más problemáticas para mí que para alguno de los lectores. Asuntos de cuya acuidad me he apercibido recientemente o que, contemplados con interés un día fueron sin embargo aparcados o archivados por unas  u otras razones, razones entre las que desde luego no está ausente la desidia, el escepticismo  y -ardid a veces para las anteriores- el sentimiento de incompetencia.

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18 de diciembre de 2009
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Metafísica del champán

Como un asesino, he vuelto al lugar donde cometí algunos excesos juveniles poco tiempo después de llegar a vivir a Madrid. Yo frecuentaba entonces, a la tierna edad de diecisiete años, dos lugares de la ciudad: un café y un cine. El café era el Chócala, en la calle Alcalá, donde una vez por semana se reunían los integrantes de la revista de cine Film Ideal, en la que yo había sido admitido, como si de una secta se tratara, gracias a la publicación de un artículo mandado espontáneamente desde mi provincia natal. Además de tomar copas en el Chócala, los ‘filmidealistas', sobre todo los más seguros de sí mismos, que no era mi caso, organizaban también actos cuasi-dadaístas con motivo del estreno de alguna película dirigida por un maestro reverenciado. Hubo varios ‘estrenos espectáculo' en aquella época de devociones cinéfilas un poco talibanas, pero el que yo recuerdo especialmente es el de la película ‘Dos en la carretera', que debió de tener lugar hacia 1968 en el Avenida, mi cine  predilecto de la Gran Vía.

    El Chócala sigue intacto, casi frente por frente al aplomado caballo del general Espartero, pero no los cines a los que tanto íbamos recalcitrantemente y a veces en grupo. De los grandes coliseos emplazados en la por aquella época llamada avenida de José Antonio Primo de Rivera sólo quedan en función cinematográfica, un tanto despedazada, el Callao, el Capitol y el Palacio de la Prensa, mientras otros están clausurados o se han convertido en contenedores de musicales de Broadway o ‘shopping malls'. Todo muy americano, como antes, pero con otro calibre. Hace tres días entré con una mezcla de nostalgia y susto en el Avenida, escenario del citado estreno de ‘Dos en la carretera', al que los más exaltados críticos de la revista llevaron botellas de champán y vasos de plástico para brindar antes de la sesión, en el amplio vestíbulo, a la salud de los protagonistas Audrey Hepburn y Albert Finney y del director de esa maravillosa comedia, Stanley Donen, cuya obra fílmica, según la expresión de uno de los más ocurrentes ‘filmidealistas', representaba en el cine la metafísica del champán.

     El Avenida es ahora una sucursal de la multinacional de ropa H&M, mientras que el otro gran cine contiguo, el Palacio de la Música, sigue en obras, tapiado, para dar cabida en su día a un local dedicado a la música, lo que es una buena noticia, una de las pocas que nos da el sádico equipo municipal ‘gallardoniano'. Se me hizo extraño entrar, bajo la atenta mirada de un ‘segurata' (mucho menos marcial que los antiguos porteros del cine), en el ex-Avenida, que sigue luciendo bien en el vestíbulo de mármol policromado, con sus pinturas galantes y su doble escalera espejeada. Los remodeladores han hecho guiños al local anterior, dejando por ejemplo los rótulos que indican la Sala 1 y la Sala 2, una partición que se inauguró 2002, cuando ya amenazaba la crisis de las audiencias cinematográficas. Lo que no hay es patio de butacas ni pasillo central, ni pantalla, habiendo en lugar de los acomodadores opulentos, un tanto prusianos, que se veían en tiempos de esplendor, dependientes espigados, algunos con ‘piercings' y aun así bastante eficaces. Se han cometido estropicios, desde luego, sobre todo en las escaleras automáticas, el techo y la planta sótano, que, la verdad, no recuerdo qué función tenía en su día pero ahora parece un quiero y no puedo de lujo goyesco e informalidad ‘prêt-à-porter'.

       No hay que mitificar innecesariamente. El Avenida no era una obra maestra de la arquitectura, y por tanto la alteración de sus interiores no es un magno delito contra el patrimonio. Construido en 1927 por el arquitecto José Miguel de la Quadra-Salcedo, el edificio carece de carácter: ni es racionalista, como por fecha le podría haber correspondido, ni regionalista, afrancesado o vienés, al modo en que lo son, en dosis variables, algunos de sus más bellos vecinos de esa parte de la Gran Vía. Ahora bien, despejada de los inmensos cartelones cinematográficos pintados a mano que tanto nos gustaban, la fachada queda neta y elegante, y está de noche bien iluminada.

     Convertirse en un templo del vestuario moderno  -sin atrezzo suntuario pero amplia selección de bisutería- no es el peor destino para un antiguo cine. Baste recordar, a ese respecto, la transformación del Infantas en supermercado ‘low cost' y la pura y simple demolición o ruina de otros añorados locales del barrio de Salamanca como el Carlton o el Mola. Hay algo escenográfico (y es otro de los méritos de sus actuales ocupantes) en la disposición de las ropas y los complementos en este nuevo H&M, que, con un poco de imaginación, puede hacernos pensar en una Audrey Hepburn que, en tiempo de penuria, ya no desayuna en Tiffany´s sino en Starbucks.  

    Me probé un chaquetón ese día pero no me compré nada. Echaba de menos las burbujas.

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18 de diciembre de 2009
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I. La fama, dulce y efímera

Los espacios de la fama permanecen siempre abiertos en Estados Unidos, y es asunto de aprovechar las oportunidades doradas de saltar a las pantallas de televisión, los sitios de Internet, y aún el mercado de objetos comerciales para hacer pagar a los demás el precio de la propia celebridad. Los motivos del ascenso pueden ser inesperados o variados, y resultarán rentables en la medida en que se tenga la habilidad de buscarles provecho, igual si se es víctima de una traición marital, y aquí se trata de sacarle partido a la infidelidad del otro; o se tiene la astucia de colarse en una fiesta de gala en la Casa Blanca, y aquí se trata de sacarle partido a la audacia, y al descaro.

            El primero es el caso de Jenny Sanford, esposa del gobernador republicano de Carolina del Sur, Mark Sanford, aspirante a candidato presidencial y epítome del político conservador en un estado en donde, por años, el reinado de los asuntos públicos ha pertenecido a los hombres blancos protestantes, los WASPs (white anglo-saxon  protestant).

Jenny fue el motor de las campañas de su marido, su manager tras bastidores, su primer ministro virtual, y el glamoroso poder detrás del trono. Hasta que estalló la tormenta marital que puso a la pareja en las portadas de las revistas y los diarios y en las pantallas de televisión y de Internet.

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18 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las sábanas

De la materia textil de la espuma marina  están compuestas las sábanas. De hilo, de lana, de algodón  de seda, cada juego de sábanas comunica con un mundo de ensoñaciones puesto que su papel se asocia naturalmente a un posible sueño que viaja desde la alcoba a la cama hospitalaria, desde los brazos del amante a la oquedad invernal. Presentes en el amor, son también las compañeras más íntimas de la agonía. Presentes en la soledad son las cooperantes más pacíficas del mal o el desatino.

Puede adquirirse casi cualquier artículo  en El Corte Inglés pero la compra de la sábana -así como de todo aquello que se relaciona con la cama- comporta una exposición personal en la que el pudor turba para llegar a una elección serena. Esa serenidad es, sin embargo, tan necesaria en la compra como después en contacto con el juego de cama que para ser efectivamente un mundo lúdico debe prestarse al sosiego, la voluptuosidad o el jeribeque que , en muchos sentidos, corresponde a la prenda interior. Interior de la casa y del sujeto, sujeta a la cama  al cuerpo: prenda que cada noche emprende con nosotros un viaje indeterminado y que, sea cual sea su objeto, brinda una navegación a vela donde las sábanas efectivamente nos acompañan por suaves espacios de agua..

Con otras pertenencias viajamos durante el día y de aquí para allá pero efectivamente las sábanas son una suerte de túnica o sudario que nos espera en un lugar fijo y desde donde nos desplazamos inmóviles hacia un horizonte de espumas. Espumas marinas, espumas de color negro.

Porque, de una parte las sábanas son un envoltorio listo para resguardar la estancia del cuerpo y de otro se comportan diariamente como un animado sudario en donde nos refugiamos y nos callamos sin voz o sin vida.

Así el silencio en donde creemos dormir se presenta como una clase especial de transparencia. El principio acaso de lo transparente. Todas las otras formas  de la transparencia poseen en su interior el ánima vacua del silencio y de ese modo son tan mágicas o inquietantes.

El silencio sería el fluido en el que el ruido se disuelve desprendido de impurezas. Con lo cual la sábana sería el ruido primigenio, el punto del ruido, aún puro, que se anticipa a su son y vive en la fundamental acústica  del silencio. Con el silencio llegamos lejos, silenciosamente, mientras con el sonido de inmediato topamos con obstáculos. Todo obstáculo levanta un muro acústico, produce ruido, mientras todo vacío, todo solar desnudo promueve la metáfora ideal de la sábana en silencio, sin mácula, sin metáfora, sin proyecto.

El silencio patina,  plancha la sabana con su espalda y en su seno nos posee allanados. Porque mientras el ruido posee, por definición relieve, existe en la anfractuosidad, el accidente o la cordillera, el silencio es por naturaleza  horizontal, producto afín  al  desierto y el lago,  efecto de la noche sin nadie y de la luz sin paramentos.  Este silencio siempre horizontal hila la sábana y su fabricación idónea se corresponde con la dejación del sueño, o la parálisis.

Dormir sin nada ni nadie, dormir extendido y plano,  cerrar los ojos ante cualquier dificultad que impida la dulce transparencia de la nada. .

Toda ornamentación es argumento y alharaca mientras el lienzo esencial, como en pintura, carece de sonido y de palabra previa. Ama o no ama sin decir nada y nuestro yo en ella se unta de una ausencia absoluta o del olvido sin rostro ni adherencias. El ser herido o traicionado halla un amparo indecible entre las sábanas para morir o para desintegrarse. Su fantasmal disolubilidad es equivalente a la capacidad de camuflaje a que induce la mismísima sábana, tan muda y alba que recuerda en su peculiar pasividad  a la antitética personalidad del espejo: el espejo nos odia, nos quiere y siempre nos fulmina en un relámpago, la sábana más cándida y maternal, más lenta y primitiva, nos ama y nos ama.



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18 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Olé

Fantástica fiesta política, con toda la artillería pesada en acción. España, nada menos que España, se juega su futuro. ¿Qué será de los españoles sin toros en la barcelonesa Monumental? ¿Qué será de los taurinos catalanes, abundantes todavía, obligados a viajar al ?extranjero?, a Francia y a España, para gozar del espectáculo taurino? ¿No recurrirá alguien al Tribunal Constitucional para impedirlo?

No es menor el ruido y la furia de los taurófobos. También la Cataluña soberana que algunos de ellos sueñan se juega mucho en este envite. ¿Será verdad que con toros y toreros se hace imposible avanzar hacia la independencia? ¿Qué van a hacer con el bou embolat y els bous a mar de las tierras más meridionales, con la cargolera de Cardona y con la indudable taurofilia catalana de toda la vida? El festival argumentativo es fantástico, y lleno de increíbles efectos pirotécnicos como en un castillo de fuegos artificiales. Están en juego las libertades individuales y los derechos de las minorías, nada más y nada menos. Al contrario, lo que está en juego es la dignidad ciudadana y la extensión de los derechos humanos a los animales, toma ya. Zapaterismo del bueno, diría alguien. Yo confieso que no tengo criterio claro respecto a la prohibición. De los toros sólo me gusta la carne y muy de vez en cuando. La fiesta me parece un horror, qué quieren que les diga, y no me sonroja confesarlo. Pero no trago ni uno sólo de los argumentos del antitaurinismo catalanista. Ni del taurinismo españolista. Me caen bien, en cambio, los que gustan de la fiesta y la defienden con pasión, aunque tengan muy pocas razones y no pueda acompañarles ni a la plaza ni a las manifestaciones y manifiestos. Pero lo que más me gusta del asunto es que los parlamentarios catalanes se vean obligados, gracias a una iniciativa popular, a discutir sobre el futuro de las corridas en Cataluña. ¿O acaso no tienen sus señorías derecho, e incluso en este caso obligación, a debatir sobre el asunto? En el fondo es meramente una cuestión de democracia, lo único que hay en común entre este debate y el anterior sarao político catalán, el de las célebres consultas populares. ¡Olé¡



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18 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Extraño homenaje a Ribeyro

El gran Julio Ramón Ribeyro ríe después de leer su cuento post-mortem titulado "Homenaje en Riva Agüero". Foto. Caretas Cuando he ido a Congresos Internacionales fuera del país hay un denominador común: todos los escritores me preguntan por Julio Ramón Ribeyro. Ribeyro tiene una fama cabalgante fuera del Perú, es un escritor de culto, el autor que todos se precian de haberlo leído. Si Vargas Llosa o Bryce Echenique son los referentes obligados, el caso de Ribeyro es distinto: a él se le admira, se le cuida, se comparte entre buenos lectores. Y yo, debo decir, me siento tremendamente orgulloso no por ser peruano sino por ser "ribeyriano" a carta cabal. Por eso, me da pena enterarme en la revista CARETAS de un extraño homenaje que se le hizo en el Instituto Rivaguero de la PUCP donde participaron Alonso Alegría, Jorge Valenzuela y Richard Cacchionne. El sobrino de Ribeyro, Juan Ramón, comenta la cantidad de desatinos que se dijeron esa noche. Por ejemplo:"El profesor Jorge Valenzuela, a través del cuento "Junta de Acreedores" trató de demostrar que Ribeyro es autor del fracaso, y que a pesar de estar considerado como neorrealista no lo es, ya que a diferencia de los representantes de esta tendencia que se solidarizan con los personajes, Ribeyro los despoja de toda su humanidad y los degradaba con sarcasmo.En primer lugar, habría que dudar del método de crítica que expulsa ideas generales luego de la lectura de un solo cuento, más aún de un autor tan prolífico como Ribeyro. En segundo lugar, ¿de dónde sacará valenzuela aquella norma según la cual el "Neorrealismo" implica que el autor o narrador se solidarice con sus personajes? ¿Eso sucede siempre? Primera noticia. Quizá ha visto demasiado Ladrón de bicicleta de Vitorio de Sica. Pero el neorrealismo tiene demasiadas aristas. Por otra parte, creo que ya es tiempo de sacarse de la cabeza aquello de que Ribeyro es un escritor "sobre el fracaso". ¿Realmente fracasan todos sus personajes? Yo creo que no. Hay varios aprendizajes en la obra de Ribeyro. Cuentos vitales como "Al pie del acantilado" o "Silvio en el Rosedal" permiten una lectura diferente. Quizá el hecho de que la antología se llame La palabra del mudo (título impuesto por el editor Milla Batres, según supe) manipule la lectura. Cuentos de circustancias, otro de los títulos que usó Ribeyro, me parece más acertado para definir su obra.La exposición de Richard Cacchionne es resumida por Juan Ramón así:[...] dijo que el autor provenía de una familia oligárqueica y por ello tenía un pensamiento retrógrado del siglo XIX, racista y que pensaba mal del indígena.Sin palabras. Intentar explicar por el pasado familiar de un autor la ideología de la obra es un error gravísimo. Llamar "racista" a Ribeyro por exponer, justamente, con enorme acierto y solvencia el racismo de la sociedad peruana (en cuentos como "Alienación" o "De color modesto") es una equivocación horrorosa. Es confundir al mensajero con el mensaje. Lo mismo podría decirse, al leer "El marqués y los gavilanes", que Ribeyro al ridiculizar al "oligarca" como un demente que no puede ver la realidas es racista contra los blancos. Y aunque la crítica lanzó por ahí una frase célebre ("Ribeyro es nuestro mejor escritor del siglo XIX") esa frase es infortunada. Ribeyro es un escritor muy bien afiatado a su siglo. Y no solo por sus cuentos sino por sus insuperables Prosas Apátridas o sus Diarios, dos aspectos de sus obras, al parecer, lamentablemente soslayados por los comentaristas. Las reflexiones en sus prosas y diarios son las de un hombre que observa el siglo XX como un siglo en decadencia, no la de un decimonónico positivista entusiasmado con el progreso. Pero sobre todo el radical escepticismo de Ribeyro es una característica notable de la mejor literatura del XX; por lo demás, ese escepticismo riega todos sus textos como el gran unificador (más que el fracaso). Cuentos sobre el absurdo como "La insignia" o cuentos con técnicas literarias como "Carrusel" solo pueden inscribirse post-Kafka o post-Joyce. ¿Ribeyro un autor del siglo XIX? ¡Bah!La parte más extensa del artículo se refiere a las palabras, también desafortunadas, de Alonso Alegría (quien escribe una columna respecto al tema hoy en Perú21). Resume así Juan Ramón lo que dijo el dramaturgo:Alonso Alegría comenzó su ponencia [...] diciendo que ningún narrador puede hacer buen teatro ya que, para escribir una obra de este género había que ser dramaturgo, y en consecuencia las dos obras de Ribeyro Atusparia y Santiago el pajarero carecían de valor. esbozó luego una feroz crítica contra Ribeyro porque se regodea con el fracaso [...] Respecto a su actuación política dijo que hizo lobby por Alan García para defenderlo por la matanza de los penales y que tuvo una posición ambivalente respecto de su amigo Vargas Llosa. Finalmente, vaticinó que como el país iba saliendo de la crisis y el fracaso iba dejando de ser parte de la idiosincracia del país, en los próximos años ya nadie leería a Ribeyro.En primer lugar, me parece un desatino recordar -para menospreciar su obra literaria- la actitud política de Julio Ramón Ribeyro durante los años de Alan García, en que fue funcionario. Coincidentemente, un enemigo declarado de Alonso Alegría, el maoísta Miguel Gutiérrez, usó la misma estrategia en Un mundo dividido. Parece que, en el Perú resentido, envidioso y chismosón, a la hora de contar chismes mal contados no existen banderas políticas. Ciertamente, Ribeyro y Vargas Llosa tuvieron diferencias (están expuestas en las memorias de Vargas Llosa El Pez en el agua) pero sé que las solucionaron en privado, como debe ser. Alegría quiere "ponerse" extemporáneamente del lado de Vargas Llosa, a quien califica de "amigo". ¿Con qué sentido? ¿Qué necesidad hay de airear ese tema en un homenaje a un narrador extraordinario en su aniversario? Si Vargas Llosa y no Alonso Alegría hubiera estado presente, por respeto y admiración a un escritor notable, jamás lo hubiera expuesto de una manera tan arbitraria y descontextualizada. En segundo lugar, Alonso Alegría está desde hace años en una campaña personal para quedar como el único dramaturgo importante del Perú. Decir que Ribeyro es un mal dramaturgo (y vamos a pasar por alto la inferencia difícilmente defendible "ningún narrador puede ser buen dramaturgo") es como decir que Usaín Bolt, campeón plusmarquista de 100 metros planos, nunca ha ganado una medalla en Salto Alto. Lo que está en discusión es su marca mundial, no su salto alto. Lo que se discute en Ribeyro es la calidad de su obra, sin necesidad de diseccionarla. Posiblemente, las obras dramáticas no estén a la altura de sus cuentos y sus prosas. Cierto. Pero eso no significa nada en el contexto de una obra solida y compacta. Y mucho menos, puede decirse que "no tienen valor" porque cuando un autor es tan complejo y sofisticado como Julio Ramón Ribeyro todas las obras contribuyen a la comprensión de su summa literaria. Ribeyro (y quizá eso le duela mucho a Alegría) no es el autor de una sola obra celebrada, sino de una Obra Total que incluye distintos géneros, entre ellos la dramaturgia. Desdeñar su obra dramática es perder el objetivo, que es la lectura global de su obra. Resaltar la menor calidad dramática de un narrador espléndido como Ribeyro en su homenaje solo puede ser provocado por la envidia o mala leche.Pero lo que sí resulta aún más lamentable es aquella conclusión pitonisa de que en el futuro "nadie leerá a Ribeyro" en el Perú. Hay que ser muy negligente para mandarse con una frase de oráculo sobre el siempre imprevisible destino literario de un autor. Pero sustentar esa especulación bajo una teoría "sociológica" es, ya, una falta de respeto. ¿Realmente cree Alonso Alegría que el Perú es un país optimista, donde el fracaso no existe? ¿Realmente lo cree ad-portas de un proceso electoral donde la hija de Fujimori tiene un alto porcentaje de votación solo por el apellido? ¿Un país optimista es el que produce los sucesos de Bagua? Si Alonso Alegría se ha dejado llevar por las mini-series sobre bandas de cumbias que salen del fracaso y luego se compran camionetas 4x4, o si cree las estadísticas sobre el "milagro peruano" es su problema. Pero el Perú es un país complicado, dividido, desintegrado, inurbano, sin instituciones, racista y, encima, con un gran desprecio a la cultura. Un país donde cada uno jala agua para su molino, donde cada día descubrimos un escándalo político nuevo, donde todos los días nos enteramos de miserias humanas en familias de todas las condiciones sociales, desde violaciones a menores, líos por herencias familiares, jubilados sin pensiones, asesinatos selectivos que incluyen el matricidio. ¿Ese es el país que va dejando de creer en el fracaso? Incluso si así lo fuera, como acota bien Juan Ramón, nadie podría asegurar que se dejaría de leer a Ribeyro, como no se ha dejado de leer a Chejov, Kafka o a Dostoievski. O como lo demuestra la obra Millenium de Larsson, ubicada en la utópica Suecia "sin fracasados". Pero sucede, justamente, que no es así. El Perú sigue siendo el país que retrató con lucidez Julio Ramón Ribeyro. Y más allá del Perú, los seres humanos seguimos siendo esos proyectos fallidos, esos personajes tentados por el fracaso, de sus prosas. Por eso se lee cada vez más a Ribeyro no solo en el Perú sino en el exterior. Porque Ribeyro tocó una fibra humana a la que pocos autores acceden. Porque Ribeyro, incluso en sus obras menores como las dramáticas, era un autor consciente de que la verdadera tragedia del ser humano no radica solo en su entorno sino en sí mismo.Y como prueba final de que Alonso Alegría está equivocado pongo este homenaje. ¿Acaso no es un perfecto cuento de Ribeyro el convocar a tres peruanos incapaces de entender la obra de Julio Ramón Ribeyro para hablar, justamente, de las bondades de un autor complejo como Julio Ramón Ribeyro? Este es el cuento post-morten que debería sellar la exitosa reedición, por Seix Barral Perú, de La palabra del mudo (el libro más vendido de la feria Ricardo Palma, además, y el que salvó al stand de Planeta, como para darle la contra al Perú triunfalista que no lee a Ribeyro que imagina Alonso Alegría). Julio Ramón debe estarse riendo desde las alturas. Las alturas no del cielo donde debería morar sino de su enormísimo talento, por cierto.



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17 de diciembre de 2009
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El Boomeran(g)
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