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El visor de Chus

Por 9 de diciembre de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

En un momento dado de la historia de España aparecieron, enclavados en un piso de la calle Leganitos de Madrid, los que con el tiempo serían llamados "los Visores", antes de que cada miembro del clan adquiriese consistencia propia, aunque la tenían ya como conjunto, sobre todo en razón del material altamente inflamable que manejaban en la trastienda de un local que era fundamentalmente librería pero también hacía, creo, las veces de rincón de tertulias, editorial y distribuidora de libros. En los cuatro apartados bordeaban la legalidad franquista entonces vigente.

      Se sabía que eran varios hermanos, pero era difícil saber cuántos exactamente, pues, envuelta en la rutina de los apellidos García Sánchez, se escondía una facción de activistas de alcance largo y diverso. Yo he llegado a conocer en mi vida a tres de ellos: Miguel, Jesús y, de modo más fortuito, a  Aristónico, competente notario de profesión pese a su nombre de filósofo cínico de la Antigüedad. Miguel y la familia que empezó a formar poco después han sido siempre presencias cercanas y muy queridas, asociadas infaliblemente a los libros que ellos han editado, distribuido y vendido en la excelente tienda que lleva el nombre de Antonio Machado en la calle Fernando VI de Madrid. A Jesús, que en el siglo prefiere ser llamado Chus, le he tratado con una gran asiduidad en los últimos cuarenta años, solo o en compañía de otros, y no pocas veces junto a Conchita, que a su estado civil de esposa unía las condiciones de librera y antóloga, ésta última una categoría que imprime carácter.

    Contar los avatares de los hermanos García Sánchez requeriría las dotes de un novelista-río de la escuela Biedermeier, que no es mi caso. Por eso quiero centrarme, hablando sólo del ‘visor’ Chus, en dos aspectos (el futbolístico, por ejemplo, como irredento seguidor del Atlético de Madrid, no lo toco en profundidad). Lo que yo físicamente más le he visto hacer a lo largo de varias décadas en su amplio local de la calle Donoso Cortés es vender libros, aunque ahora que lo escribo me doy cuenta de que no; más que venderlos le he visto manejarlos, dominarlos, ‘saberlos’. Chus es el ISBN más confiable que existe, con la ventaja, frente al sistema de archivo informático, de que cuando él te da el dato de un libro de hoy o de hace treinta años casi seguramente lo ha leído y acompaña la información con un comentario. No en todos los títulos me dejo guiar por él, pues es un lector drástico en su inmensa cultura, pero siempre le escucho. Es muy vigorizante escuchar a Chus despotricar contra cierto poeta o cierta novelista para él indebidamente entronizados, tanto como lo es oír la cálida expresión de sus grandes amores literarios, llamativa por ser este hombre más bien austero en el registro sentimental.

    Que un librero conozca y ame los libros debería ser habitual, y lo es, o lo era. En Chus García Sánchez se superponen además la producción y la defensa del libro en varios frentes, lo que le convierte, allí donde esté, en un todoterreno de la lucha cuerpo a cuerpo contra la ignorancia. Su colección Visor de poesía no necesita aquí más comentario; en el territorio de lo mejor que se ha publicado en las últimas décadas en castellano es un bastión, palabra que le va mejor que pilar a un hombre contundente como él. Y hay algo suyo que me apetece sacar a la luz, pues no es enteramente del dominio público: en la intimidad a Chus le gusta hablar el idioma abstracto de la poesía concreta, que ha estudiado a fondo y  -también él-  ha difundido como antólogo. En todo caso, el muy amplio catálogo que ese sello de Visor ofrece demuestra la versatilidad, la ambición y el buen ojo del editor.

     Acabo por el lado oculista del asunto. Doña María Moliner da en su diccionario esta definición, y es la única que da, del vocablo ‘visor’: "Dispositivo de las máquinas fotográficas que sirve para enfocar". La palabra me gusta mucho, y no sólo por mis veleidades cinematográficas. Hay algo ‘voyeurista’ en esa familia semántica que incluye expresiones como "de viso" y términos como "visera", un aditamento que nunca he comprobado si Chus García Sánchez lleva al estadio Vicente Calderón cuando va a ver jugar a su equipo. Entre todas las acepciones posibles de ‘visor’ en los diccionarios me quedo con la de Moliner. Porque si algo llevo viéndole hacer a Chus desde que éramos jóvenes todos, los vivos y los que nos faltan, es enfocar. Ajustar la prodigiosa lente de su máquina poética para darnos la imagen más certera y profunda del campo de la palabra escrita.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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