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La nueva guerra ya está aquí

Sus armas son los virus, troyanos o simplemente el spam, todo lo que pueda perturbar o inclusod estruir las comunicaciones digitales. Crecen de forma exponencial. Quienes los lanzan albergan intenciones muy diversas: desde la obtención de un beneficio económico a través de alguna forma de fraude hasta objetivos estrictamente bélicos, de destrucción material del enemigo, pasando naturalmente por el espionaje en todas sus formas: comercial, industrial o directamente político y militar. El problema más preocupante es que se trata de un enemigo que no se identifica como tal. La atribución del ataque es la mayor dificultad a la hora de defenderse. China no se reconoce en los ataques cibernéticos que Google le atribuye para cesar sus actividades allí. Los ciberatacantes suelen utilizar una dirección o IP ajeno para ocultar su identidad, infectando ordenadores mal protegidos, distribuyendo software o incluso mediante la difusión de pendrives. Es la guerra, la nueva guerra, y Davos no podía ser ajena a su análisis, naturalmente.

La asimetría de estas nuevas guerras es extrema. Toda la creatividad que crece con la libertad del mundo digital sirve también para quienes quieren utilizarla con objetivos delictivos o bélicos. Pero la red es también democrática: no hay diferencia entre el tamaño de los agentes que entran en guerra, sean estados o empresas privadas, ni tampoco hay diferencia entre instituciones o individuos con talento y empecinamiento para convertirse en perturbadores del orden. La diferencia de legislaciones entre los países y la ausencia de acuerdos internacionales facilita las cosas a quienes quieren realizar actuaciones agresivas con cobertura legal. Pero lo más difícil de todo es delimitar dentro de estas guerras cibernéticas cuáles son guerras en su sentido literal. Con los ataques informáticos se puede conseguir los mismos resultados que un bombardeo: liquidar las infraestructuras de transporte o de energía de un país y dejarlo sin capacidad defensiva convencional. Esperemos que nunca se llegue a este punto, pero es evidente que los militares y sus jefes, los políticos gobernantes, ya incluyen en sus estrategias defensivas la eventualidad de estos ataques como parte de una estrategia militar. La nueva guerra ya está aquí porque la están preparando unos y otros. Como suele suceder, además, entre quienes están realizando acciones en las fronteras de la legalidad están también los estados y las empresas que realizan espionaje y la preparan mediante acciones ofensivas previas. Una de las curiosidades de la nueva guerra es que nadie se entera de que tiene lugar hasta que ha terminado en su fase final y definitiva, es decir, cuando se produce la victoria, la rendición o el tránsito a la guerra convencional. Como contrapartida, es una guerra que necesita un tratado de paz antes de que se declare. Atención: la verdadera guerra cibernética, si se desencadena, podría ser peor que la guerra nuclear. Estamos quizás en algo parecido a la destrucción mutua asegurada, con el grave inconveniente de que no hay superpotencias con capacidad para detenerla, sino múltiples agentes estatales y no estatales de distintos tamaños y propósitos. Ideas, necesariamente polémicas, sobre cómo hacer esta paz ya existen. Por ejemplo, crear una institución internacional a imagen de la Organización Mundial de la Salud, que se encargue de mantener la salud global de la red y de las comunicaciones. Cuestión central para la seguridad es la identificación, que permite atribuir las responsabilidades de lo que ocurra en la red. Hay que identificar a los usuarios, los programas y las máquinas. Hay que empezar por lo más sencillo: el cibercrimen y la protección de los usuarios infantiles. Habrá que organizar la negociación y firma de un tratado internacional por el que los estados firmantes se comprometan cada uno de ellos a proteger la libertad digital de sus respectivos ciudadanos y a compartir con los otros estados la responsabilidad y la información acerca de la seguridad de la red. El libre flujo de la información, que por definición es global, será el segundo punto que deberá garantizar el tratado. Los firmantes se comprometerán a no ser en ningún caso quienes efectúen el primer golpe en la guerra digital. Cifras y datos: dos millones de virus nuevos han entrado en los dos últimos años. El 22 por ciento de los ordenadores no tienen suficiente defensa antivirus, convirtiéndose así sus propietarios automáticamente en agentes de guerras pasivos e inconscientes. ¿Y dónde está en enemigo? Pues en casa: el 17 por ciento de los ataques salen de Estados Unidos, país que va en cabeza en lo que a ataques se refiere, por delante de Brasil y China con el 7 por ciento. (Estas ideas no me pertenecen. Son de Susan Collins, senadora republicana por Maine; André Kudelski, presidente de Kudelski Group; Craig Mundie, jefe de investigación de Microsoft; Paul Sagan, presidente de Akamai Technologies y Hamadoun Touré, secretario general de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, a quienes preguntó de forma incisiva el profesor de Derecho de Harvard, Jonathan Zittarin. Pude escuchar también algunas de las ideas sobre el tema del equipo directivo de Google, encabezados por Eric Schmidt, que tuvo ayer varias intervenciones en el Foro. Finalmente, hay que leer sobre esta cuestión el artículo de Timothy Garton Ash que se centra en la ?guerra? entre Google y China, hoy en El País.)

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30 de enero de 2010
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Mucho más asustados que yo

El viernes estuvo complicado desde el principio, no lo niego. En la mañana nos faltó Claudio, profesor de fotografía en la Academia Blogger, porque un agente ?que apenas si le enseñó un deslucido carnet con las siglas DSE? se lo llevó detenido. En nuestra casa, después de las clases, hicimos una pequeña fiesta para celebrar el primer aniversario de Voces Cubanas, que ya exhibe26 sitios personales en tan breve vida. Recuerdo que en medio de los abrazos y las sonrisas alguien me dijo que me cuidara. ?En un sistema así no hay manera de protegerse ante los ataques del Estado?, le dije, en un intento por espantar mi propio miedo. Alrededor de las seis de la tarde, íbamos a una reunión familiar. Mi hermana le regaló hace 36 años ?por el día del ferroviario? su primer llanto de bebé a mi padre, en medio de la madrugada. Hasta Teo, con su adolescencia renuente a participar en actividades de ?viejos?, aceptó acompañarnos. Allá nos esperaba el típico cumpleaños de fotos, velas por apagar y ?Felicidades Yunia en tu día, que lo pases con sana alegría?.?. Sólo que varios ojos que acechaban tenían otro plan para nosotros. En medio de la avenida Boyeros, a escasos metros del MINFAR y de la oficina de Raúl Castro, tres autos detuvieron al miserable Lada que habíamos tomado en una esquina. ?Ni se te ocurra pasar por la calle 23, Yoani, porque la Unión de Jóvenes Comunistas está haciendo allí una actividad?, gritaron unos hombres que se bajaron de un Geely de fabricación china que me evocó un fuerte dolor en la zona lumbar. Algo similar viví ya en noviembre pasado y hoy no iba a permitir que me metieran en otro auto de cabeza ?esta vez? junto a mi hijo. Un hombre enorme bajó del vehículo y comenzó a repetir sus amenazas. ?¿Cómo te llamas?? fue la respuesta que nunca tuvo el valor de responderle a Reinaldo. Del espigado cuerpo de Teo brotó una frase irónica: ?No dice su nombre porque es un cobarde?. Peor aún, Teo, peor aún, no dice su nombre porque no se reconoce como individuo sino que es un simple vocero de otros más arriba. Una cámara profesional filmaba cada gesto nuestro, esperando una pose agresiva, una frase vulgar, un exceso de ira. La inyección de terror fue breve, el cumpleaños nos supo amargo. ¿Cómo podemos salir ilesos de todo esto? ¿De qué manera un ciudadano puede protegerse de un Estado que tiene la policía, los tribunales, las brigadas de respuesta rápida, los medios de difusión, la capacidad de difamar y mentir, el poder de lincharlo socialmente y convertirlo en un derrotado pidiendo perdón? ¿A qué le tienen tanto miedo? ¿Qué esperaban que ocurriera hoy en la calle 23 que detuvieron a varios bloggers? Siento un terror que casi no me deja teclear, pero quiero decirles a esos que hoy me amenazaron junto a mi familia, que cuando uno llega a cierto grado de pánico ya le da igual una dosis mayor. No voy a parar de escribir, ni de twittear; no tengo planes de cerrar mi blog, no abandonaré la práctica de pensar por cabeza propia y ?sobre todo? no voy dejar de creer que ellos están mucho más asustados que yo.

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30 de enero de 2010
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México prepara su Cumbre del Clima

No es sólo China. También Brasil e India, naturalmente. Pero no termina ahí la lista ni la exhibición de poder e influencia que realizan en Davos los emergentes, o imparables, esos nuevos países que ya cuentan y que van a contar mucho más en lo que queda del siglo XXI. Latinoamérica entera, desde la pobre y castigada Haití hasta el gigante brasileño, es también un continente emergente, cuya presencia en el Foro Económico Mundial crece de año en año. Lula, que debía hablar esta mañana, anuló su viaje por problemas de salud. Su discurso, pronunciado después de intervenir en el Foro Social de Porto Alegre, iba ser la intervención estelar de Davos. El protagonismo latinoamericano fue para Felipe Calderón, el presidente de México, en cuyas manos se halla la organización de la nueva cumbre del clima, después del fracaso de Copenhague en diciembre.

Al presidente mexicano se debe una de las metáforas más ingeniosas de lo que está ocurriendo con la política mundial, y específicamente con el cambio climático. Surgió precisamente en la mesa redonda en la que participó con Zapatero. Vamos en un avión cuyo piloto acaba de tener un ataque cardiaco. La tripulación y el pasaje han empezado a debatir quién puede tomar el mando. No hace falta entrar en detalles sobre lo que está en juego. El moderador del panel, Fareed Zakaria, introdujo una muy pertinente derivación del caso: quizás será cuestión de que los pasajeros de primera compartieran el champagne con los de la clase turista. En el debate quedaron claramente dibujados los principales interrogantes que plantea la reducción de emisiones. ¿Estamos dispuestos a sacrificar crecimiento para cumplir con los objetivos que proponemos? Zapatero, siempre optimista, cree que se puede hacer todo y bien: reducir emisiones y cumplir con los objetivos gracias a la innovación tecnológica y a las mejoras en eficiencia energética. ¿Hasta qué punto podemos confiar en la tecnología para resolver el problema? Stephan Harper, el premier canadiense, a diferencia de Zapatero, sólo confía en la tecnología y prefiere evitar los compromisos que luego no se cumplen. ¿Cómo se financiarán las reducciones de emisiones, sobre todo por parte de los países que menos han contaminado y que ahora desean crecer a toda prisa? Ésta es la pregunta central que requiere una respuesta sustancial para la cumbre de México, en la que Felipe Calderón ha empezado a trabajar para conseguir en su capital lo que no se obtuvo en Copenhague. El debate sobre el cambio climático contiene en su seno un debate sobre el futuro reparto de la riqueza mundial. Pero como todos los grandes problemas de la globalización, no es un juego de suma cero. Es lo contrario: todos ganan o todos pierden. Si alguien quiere que gane sólo su posición no va a conseguir otro resultado que la derrota para todos. Se juega, por tanto, en un equilibrio entre la codicia y la lucidez de los dirigentes políticos. Y aunque la pelea ha sido descomunal, el grado de consenso que suscita esta cuestión es evidente en Davos. Incluso Li Keqiang, el representante de China, en cuya cúpula dirigente se observa cada vez con más interés las teorías negacionistas respecto a la influencia de la mano del hombre en el cambio climático, tuvo una referencia de consenso en su discurso. También se pudo entender entre líneas algo más de indudable importancia: China toma las decisiones sobre la crisis y sobre el medio ambiente por sí misma; y ya no se dice explícitamente lo que se desprende: que nadie tiene derecho a interferir desde fuera en estas decisiones. China será uno de los huesos que deberá roer Calderón si quiere que triunfe su cumbre. (Un último apunte, éste sobre la noche latinoamericana, cena anual de Davos que este año reunió a tres presidentes: además del de México, los de Colombia, Alvaro Uribe, y de Panamá, Ricardo Martinelli. El tema central, la democracia. Con intervenciones claras pero de escasa agresividad. Algo de autosatisfacción, quizás más de la necesaria. Y una voluntad clarificadora de la comisaria europea Benita Ferrero-Waldner que pudo entender quien quiso. No basta con hacer elecciones para contar con democracias, se oía en muchas intervenciones. Tampoco basta la libertad de prensa y de palabra, respondió la comisaria europea. Las democracias necesitan, y Latinoamérica no es una excepción, instituciones fuertes, que son las que constituyen el Estado de derecho, proporcionan el equilibrio de poderes, permiten desalojar a los gobernantes corruptos e ineficientes y evitar que se perpetúen en el poder, y garantizan el respeto a discrepar y los derechos de la minorías. Y en esta cuestión no basta con mirar únicamente en dirección hacia la izquierda bolivariana: reproches los hay para todos.)

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29 de enero de 2010
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Chejov, 150 años

Homenaje ante la tumba de Chejov. Fuente: clarin Han pasado 150 años. Quizá fue el primero, realmente el primero. Con él empezó el siglo XX literario. La deuda que le tienen centenares o miles de escritores de todo el mundo, durante estos 150 años, es muy grande. Y la seguirán teniendo. Basta decir Carver para mostrar la punta del iceberg. Pero podría decir Nabokov, otro iceberg completamente distinto pero que parte del mismo líquido. Y así seguimos. Rusia celebra los 150 años del nacimiento del genial Anton Chejov. Dice la nota en Ñ:El presidente ruso, Dmitri Medvedev, rindió hoy honores al autor Anton Chejov, a 150 años de su nacimiento. El mandatario dejó flores en el monumento al escritor en Taganrog, en el sur de Rusia, donde Chejov nació el 29 de enero de 1860, y dijo que el artista también tenía su lugar en la era digital. Numerosas personas también honraron en Moscú al autor, muerto en 1904 de tuberculosis en Alemania.Rusia considera a Chejov "uno de nuestros contemporáneos", afirmó el viceministro de cultura ruso, Andrej Bussygin, en un acto enMoscú. "La verdad de Chejov sobre Rusia es una verdad dura. Quería que las cosas mejoraran", afirmó Bussygin. Rusia planea numerosos homenajes y la reedición de sus obras. Hay planes para restaurar la vivienda de Chejov en Yalta, en la penínsulaucraniana de Crimea.Habrá que celebrar al genio leyendo el mejor cuento que se ha escrito jamás en cualquier idioma: La dama del perrito. Y luego, por qué no, el libro maravilloso, sensible e inteligente que Janet Malcolm le dedicó Leyendo a Chejov: un viaje crítico (Alba editores)

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29 de enero de 2010
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Re: Salinger (Postscriptum)

Revisando la edición online del New Yorker, que a lo largo de su historia publicó algunos de los relatos más memorables de Salinger (desde A Perfect Day for Bananafish hasta For Esmé –with Love and Squalor, aunque –también memorablemente- los editores se negaron en su momento a publicar allí un extracto de The Catcher in the Rye), me encontré con algunos tributos que vale la pena mencionar.

Louis Menand analiza el legado de Catcher, no tanto como libro en sí mismo sino como artefacto cultural, y no tarda mucho en asociar la sombra que Holden Caulfield sigue proyectando sobre nosotros con su antecesora, la sombra de Hamlet. (¿O acaso no es Holden una versión teenager del Príncipe de Dinamarca, igualmente marcada por una pérdida traumática?)

A. M. Homes arranca diciendo: “Siento como si se hubiese muerto mi papá”. Y a continuación detalla las circunstancias en que leyó algunos de los relatos de Salinger, porque eso es lo que generan: como sólo ocurre en contadísimos casos, uno no olvida la circunstancia en que los leyó y el extraño estado de ánimo que nos indujeron. Sobre el final, confluye con mi propio estupor ante la noticia y sostiene que las palabras de Salinger forman ya parte de “nuestro ADN –todos somos sus personajes, somos todos Holden Caulfield, Seymour Glass, y la familia Glass completa”.

         Joshua Ferris recuerda la taxonomía que Nabokov creó para describir todo aquello que un gran escritor debe ser: “Storyteller, teacher, enchanter”. Narrador, maestro, hechicero. Salinger, por supuesto, reunía las tres características con la mayor de las naturalidades.

         Quizás el más entrañable de los tributos sea aquel del cineasta Wes Anderson, cuya obra (nunca de modo más manifiesto que en The Royal Tenenbaums) le debe tanto a Salinger. Todo lo que Anderson hace es citar un relato de F. Scott Fitzgerald llamado The Freshest Boy. Traduzco atolondradamente: “El contribuyó con los hechos que terminaron salvando a otro muchacho del ejército de los amargados, los egoístas, los neurasténicos y los infelices…”

         Yo querría volver a citar aquí unas frases que Seymour Glass le escribe a su hermano Buddy, presentándole los parámetros a que debe atenerse si quiere ser un escritor de verdad: “¿Habían salido la mayoría de tus estrellas? ¿Te ocupaste de escribir con todo tu corazón?” Se me ocurre que no puede decirse nada mejor de un artista que lo siguiente: estuvo a la altura de lo que pretendía de sí mismo. Y este, sin ir más lejos, es el caso.

         Aprovecho aquí para agradecerle a Christian Rodríguez. Yo me enteré ayer de la muerte de Salinger mediante Karina Micheletto de Página 12, que llamó para pedirme el texto que publicaron hoy e hizo de heraldo negro sin quererlo. Esta mañana encontré un mail de Christian que había ido a parar al buzón de spam. Todo lo que el texto decía era lo siguiente: “Murió Salinger”. Imagino que entendió que no había más que agregar, más allá del abrazo con que cerraba el mensaje; un gesto físico de esos que producimos en la certeza de que el abrazado perdió a alguien muy querido.

         Para qué engañarse: yo me siento un poco como A. M. Homes.

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29 de enero de 2010
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En el principio está Salinger

En el principio, literalmente, está Salinger. El guardián en el centeno fue el primer libro que leí en inglés. Yo tenía veintiún años y me preparaba para ir a estudiar a los Estados Unidos. Digamos que no era el adolescente que podía ser lector ideal de la novela de Salinger. Mi profesor de inglés me recomendó que no recurriera al diccionario, de modo que pasé buena parte de mi lectura tratando de entender qué podía significar phony, esa palabra tan recurrente en el vocabulario de Holden Caulfield (goddamn, que aparece más de doscientas cincuenta veces, era fácil). La novela no se armó hasta que comprendí que se trataba de una diatriba virulenta contra la sociedad norteamericana de la postguerra, materialista, deshonesta, aburrida, convencional. Para Holden, todos esos adjetivos podían, en la traducción, ser sinónimos de phony. Quienes los encarnaban eran los adultos, esos seres en los que Holden no quería convertirse.

Pero una novela no sólo se mide por la fuerza de sus ideas, sino por el impacto de sus imágenes. Ahí está el cínico de Holden, deambulando por Manhattan, enjuiciando sin cesar a todos los que lo rodean. Un leiv-motif me quedó para siempre: el deseo de Holden de saber qué les ocurre a los patos de la laguna de Central Park cuando llega el invierno. Los ecos todavía reberveran en la cultura norteamericana: en la escena con que se inicia Los Soprano, cuando Tony Soprano se fija en los patos salvajes que han llegado a su jardín, imposible no pensar en un guiño a Salinger. En Lowboy, una de las novelas más aclamadas del año pasado, John Wray hace que su adolescente autista vaya de aquí para allá por los pasadizos subterráneos del metro de Manhattan como si se tratara de un Holden de última generación.

La influencia de Salinger ha calado hondo en América Latina. En mi generación, quizás Alberto Fuguet haya sido el más explícito a la hora de reconocer las deudas. Su novela Mala onda puede leerse como una versión conosurista de El guardián en el centeno. El adolescente Matías Vicuña no sólo ha leído la novela; él mismo encarna el espíritu rebelde de Holden. Sin embargo, el rechazo de Matías a su entorno tiene una salida positiva que el radical Salinger le negó a su personaje (Holden termina en un sanatorio). En las nuevas generaciones, de la mano del cine de Wes Anderson, que en películas como Los Tenembaum ha creado su propia versión de la salingeriana familia Glass, Franny y Zooey parece haber influido tanto El guardián en el centeno. Y los cuentos, siempre los cuentos: buena parte de los cuentistas de hoy está en diálogo permanente con textos como "Un día perfecto para el pez plátano", "Justo antes de la guerra con los esquimales, "El tío Wiggily en Connecticut" y "Para Esmé, con amor y sordidez".

Familias disfuncionales, gente que no se resigna a ser adulta: los temas de Salinger están hoy más vigentes que nunca. Resulta irónico que un autor tan inconforme y desesperanzado le haya dado tantas esperanzas a tantos lectores. El recluso de Cornish podía controlar todo, excepto la forma en que sería leído.

(La Tercera, 29 de enero 2010) 
 

 

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29 de enero de 2010
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Siguiendo los pasos que dejó JD Salinger

Salinger, el autor. Fuente: The GuardianSalinger, el ermitaño. Fuente: the art of fiction Siguiendo los pasos de Salinger: Holden Caulfield visitó el Seton Hotel en East 40th Street. Aún sobrevive. Fuente: Edward Keating/The New York TimesComo era de esperarse, el duelo por la muerte de J.D. Salinger ha originado y seguirá originando sendas notas de despedida. Voy a enumerar algunas que me parecen interesantes. Vamos actualizando la lista. Siguiéndole la pista a este largo adiós.Walking in Holden´s Fotsteps (Mapa Interactivo de los lugares que recorre Holden Caulfeld) elaborado por New York TimesArchivo de cuentos de JD Salinger publicados en "New Yorker"Michiko Kakutani Of Teen Angst and an Author?s Alienation (NYT)James Barron: Taking a Walk Through J. D. Salinger?s New York (NYT)Gregory Cowles Farewell, Salinger (Paper Cuts)Blake Wilson Readers Respond to J.D. Salinger?s Death (Art Beats)Pierre Assouline: Pour saluer Salinger (La République des livres)Annie Proulx, Dave Eggers, Joyce Carol Oates: J D Salinger´s Tributes (The Guardian)Ian Whitwham: Does Catcher still ring true? (The Guardian)Christopher Tayler: JD Salinger: A guy you'd want to call up (but he wouldn't take calls) (The Guardian)Alison Flood: JD Salinger: A tribute roundup (The Guadian Book Blog)Xan Brooks: JD Salinger: America's great literary hermit (The Guardian Book Blog)Jay Parini: Watching Salinger from a distance (The Guardian Book Blog)Luke Lewis: How JD Salinger created the original rock star (The Guardian Music Blog)José María Guelbenzu: El miedo a hacerse adulto (El País)Antonio Muñoz Molina: El aire del "New Yorker" (El País)Justo Navarro: La intimidad como arte (El País)Ray Loriga: Sin introducción (El País)Ezequiel Martínez: Salinger, el guardián de los títulos que se bifurcan (En Minúscula)Marcelo Birmajer: El hombre que muere (Página12)Juan Forn: El amor y la asfixia (Página12)Marcelo Figueras: La búsqueda del accidente (Página12)Alberto Fuguet: Un día no tan perfecto (Apuntes autistas)Liliana Colanzi: Salinger, otro grande que se va (on the road)Mauricio Salvador Salinger (1919-2010) (The Art Of Fiction)

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29 de enero de 2010
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Un día perfecto para el pez Salinger

Lo que sigue es el texto que publiqué en la edición del viernes del diario Página 12, a cuento de la muerte de mi adorado J. D. Salinger.

 

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Una de las pocas formas que tenemos de valorar a Dios (acaso el autor- personaje más relevante en la Historia, primer cultor indiscutible de la literatura del yo) es medir la forma en que su(s) libro(s) moldearon al mundo. Nadie puede negar que el Dios del Antiguo Testamento, violento e intolerante, produjo una marca sobre nuestra civilización que no ha dejado de profundizarse. En el estupor que me produjo la muerte de Salinger (no porque no resultase natural a estas alturas, sino porque de algún modo nos habíamos habituado a creerlo inmortal: si alguien tenía la estatura de un dios entre los escritores, ese era el viejo J. D.), no se me ocurre una estrategia más apropiada para medir la huella que dejó.

Si saliese ahora a la calle y me perdiese por el barrio de Flores me toparía rápidamente con una versión local de Holden Caulfield. Por supuesto, el chico en cuestión seguramente ignoraría la existencia de The Catcher In The Rye; en consecuencia se le escaparía la proximidad entre el adjetivo phony, con que Caulfield denunciaba a los que no le merecían respeto, y el careta que los pibes de acá usan para desmarcarse de la hipocresía.

Y al regresar (incidentalmente, he vuelto a vivir por algunos días en aquella casa donde nací y crecí: cuán apropiado...) me encontraría en pleno territorio Glass. ¿O acaso no se parecen todas las familias, con sus más y sus menos, a los inefables Glass: papá Les, mamá Bessie y los hermanos Seymour, Buddy, Boo Boo, Walt, Waker, Franny y Zooey? ¿Quién puede no reconocerse y reconocer a los suyos en la fragilidad del vínculo, en sus manías, en la endogamia, en su capacidad de convertir dudosos logros en relatos épicos y en las estrategias comunes, pero siempre desviadas, para acceder a la gracia? (Aquellos que asumimos en cada familia la busca de algo parecido a la sabiduría hacemos siempre lo mismo: producir accidentes, con la esperanza de que alguno de ellos tenga resultado feliz.)

Los últimos textos publicados por Salinger evidenciaban la misma búsqueda de accidentes felices. Le importaba cada vez más eso que, a falta de palabras más apropiadas, llamamos sabiduría, y cada vez menos lo que solemos llamar literatura. Su prolongado silencio (no difundió textos suyos desde 1965) es auspicioso, en tanto sugiere que halló lo que buscaba; desde entonces no necesitó recurrir a sucedáneos.

No hace mucho devoré Seymour: an Introduction, convencido de que se trataba del último texto sobre los Glass que no había leido. Y al tiempo entendí que todavía me faltaba Hapworth 16, 1924. En ese momento me consoló pensar que podía guardarme Hapworth del mismo modo en que un personaje de Lost atesora Our Mutual Friend de Charles Dickens: con la ilusión infantil de que siempre haya algo más que leer de nuestros escritores favoritos. Todavía no leí la nouvelle de marras, pero ya no la demoraré. Lo bueno de los grandes escritores es que no necesitan producir novedades. Sus obras maestras pueden seguir siendo releídas interminablemente, porque siempre dirán algo que antes no habíamos sabido oír.

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29 de enero de 2010
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Otra apertura a los múltiples mundos

Embarcado en estas reflexiones sobre Everett y seguidores, leo un excelente artículo de Javier Sampedro en el que la hipótesis  de la pluralidad de mundos se vincula a otras ramas de la física. Al parecer habría novedades en relación al  llamado principio antrópico. Controvertido principio, de importantes implicaciones filosóficas,  que partiendo de constatar que el ser humano  se  interroga sobre la estructura  y la evolución del universo, colige que las  únicas respuestas válidas a tales interrogantes son  las compatibles  con la aparición de ese mismo  ser que se interroga. La unicidad del mundo se inferiría entonces de lo siguiente:

 Ciertas constantes físicas (entre otras la vida media del neutrón, la masa del electrón, o la masa respectiva de protón y neutrón) son   necesarias para la aparición de   átomos en general, luego para la formación de estrellas o galaxias, y átomos de carbono en particular, condición  de la vida. La tesis tradicional es que el margen de diferencia en estas constantes es tan estrecho que no deja abierta la posibilidad de otro universo. En definitiva: si entre las notas propias del mundo se incluye la existencia de un ser que se interroga sobre el mismo, entonces sólo habría un mundo posible.

 Ciertamente, se dirá el lector,  nada obliga a priori a casarse con la premisa principal  del principio antrópico, nada obliga, en suma, a sostener  que toda  teoría sobre la naturaleza del universo debe ser compatible con las condiciones de posibilidad y necesidad de nuestra existencia como seres biológicos racionales, empezando por la emergencia del carbono en el que nos sustentamos. Pero dejo esta discusión para otro momento, volviendo ahora al hecho de que, aun asumiendo el principio antrópico, potencialmente podrían darse múltiples mundos.

Un equipo israelí y otro americano  habrían en efecto probado la posibilidad de mundos que reflejaran una relación diferente en la magnitud de las variables aludidas. Por ejemplo,  la formación del átomo de hidrógeno no sería posible si se invirtiera la relación entre  la masa del protón y la del neutrón, pero tal no sería forzosamente el caso si consideráramos isótopos del hidrógeno como el deuterio (un protón un neutrón) o el tritio (un protón dos neutrones). Habría formas estables de átomos de carbono e hidrógeno y asimismo de oxígeno que posibilitarían  la emergencia de la vida en un mundo...raro, un mundo  en el que los océanos serían de agua pesada. 

Por otro lado, en la hipótesis de que no se diera la  llamada fuerza nuclear débil (responsable de los fenómenos de radioactividad) se mantendrían las condiciones de posibilidad de la formación de estrellas  y la formación de una tabla reducida de los  elementos, por lo que podría también darse un mundo, e incluso un mundo habitado. M De nuevo un mundo raro (ya que no habría, por ejemplo, actividad volcánica y las estrellas brillarían menos, por lo que una tierra habitable sería una tierra mucho más cercana  al sol),  pero mundo al fin y al cabo.

 Obviamente lo que estos trabajos nos dicen es que esos otros mundos son posibles,  mientras que real lo es indiscutiblemente este mundo nuestro, en el que sí se da fuerza nuclear débil, hay volcanes que entran en erupción y el sol se halla tan alejado que lo vemos muy pequeño.   Para que el mundo sin fuerza nuclear débil de Perez (tal es el nombre  del director israelí del equipo) adquiera peso ontológico tendríamos que introducir un postulado análogo al que introduje -provisionalmente- cuando en un texto anterior consideraba los múltiples mundos de Everett,  postulado según el cual   todo lo que tiene condiciones de posibilidad tiene asimismo condiciones de necesidad; todo, en suma, lo que es posible sería asimismo necesario.

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29 de enero de 2010
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El calcetín y la media

A despecho de no pocos fetichistas, el pie suele ser una unidad adjunta a lo peor. Carece de rango para dignificar su dolor cuando lo padece, sea de la clase que sea y en lo mejor sólo una hipérbole poética o una mística especializada, en sahumerios y cristologías, le ha procurado estatus.

Cuando el pie emerge de su obligada ocultación no histórica pero ya casi permanente, enseguida brinda lívidas noticias de ultratumba. Una gramática de huesos y anfractuosidades que todavía no han abandonado la geología se aunan a su herencia paleolítica. tal como Tàpies interpreta.

El calcañar, el empeine, el túmulo a menudo tumefacto del tobillo, el racimo vermicular en la corriente venosa más su tremenda culminación en el cartucho de los dedos,  enfatizan su ser sin expresión, con parentesco en las diferentes fisonomías de la piedra. Si los amantes se centran de vez en cuando en el argumento de los pies, lo hacen recreándose en su necedad radical y su aspecto tan burdo que invita a maniobras que ronda tanto el satanismo como la perversión asociada al trato con la esclavitud.

El pie soporta, se humilla, no rebasa el nivel del suelo.  ¿Para qué disimular su proximidad con la pezuña y su comportamiento animal sin viso alguno de inteligencia? El calcetín viene a encubrir esta pieza casi prehistórica a la manera que se hace con un oprobio o una tara, de manera que jamás el calcetín supera su carácter obtuso o rudimentario.

En los desarrollos de la moda, con frecuencia tan morosos en el universo masculino, el calcetín fino y elástico que imitaba el lujo sexual de la media vino a adherirse a la brusca orografía del pie masculino como una capa que sí estaba concebida, supuestamente, para mejorar la apariencia, acabó convirtiéndose en el decepcionante vendaje  de una piel, seguramente dañada, erosionada, encallecida, imperfecta y enferma.

Mientras una mujer, por beneficio de sus medias, puede hacer de sus movimientos al calzarlas o descalzarlas una ceremonia erótica tan catalogada como eficiente, el hombre maniobrando con el calcetín potencia  una estampa de menesterosidad o de disfunción eréctil.

Manifiestamente, el calcetín provoca en el orden de lo masculino un indefectible descenso de valor, una baja tan grande de su estima que cualquier contacto con ellos se realiza sumariamente, con intención de acabar pronto, mientras la media solicita, por el contrario, un trato despacioso en cuya solemnidad se destila su atracción y por poca destreza que se ponga en su manejo.

La media en sí es un estilo mientras que el calcetín, en sí, es una pieza átona, sin ideas ni sugerencias: una marca residual proveniente de un presidio ancestral del que todavía no se ha liberado el cuerpo y la antropología de los varones.

  Como consecuencia, una sucesión de sentimientos desalentadores se congregan en torno a los calcetines, dentro y fuera de ellos, en su envés y en su revés insoportable. La media tiende  río continuo, una velocidad que se ignora hasta dónde llevará pero el calcetín secciona y diseca el apéndice del pie como un órgano en torno a la muerte o el castigo. Porque ¿qué podrá hallarse bajo esa funda inanimada o y mortuoria?

La imaginación persigue con la mayor atención el itinerario de la media, se apega a sus curiosas oscilaciones, sus frunces surgidos en el jarrete o  su extrema tensión  esclareciendo la transparencia de la rótula, pero en el calcetín toda opacidad produce ahogo y cualquier pequeña transparencia, a su vez, aboca a la angustia.

En cada hueco del calcetín anida un halo aciago, una lavaza impura que comienza a absorberse por los pies y asciende hasta encharcar al cuerpo entero. Se muere por los pies o los pies son, por anticipado, la proa de una sentencia terrible  en el desfile de los féretros calzados.

De hecho, el efecto del calcetín lleva su expresión letal tan lejos que, paradójicamente, será preciso desnudarse el pie para desmentir el pronóstico de una patología inconfesable. Las medias han sido concebidas para deslizar mentiras sobre superficies brillantes pero el calcetín es el redoble de la calamidad sobre lo peor de lo verdadero, la máscara insuficiente sobre la pobreza o su estulticia.

 Permanecer con las medias puestas hasta el momento de hacer el amor acentúa el deseo pero manteniendo los calcetines puestos, el hombre, tan sólo por ello, desmejora su galanteo.

En el juego amoroso es indispensable pues apartar los calcetines  enseguida  puesto que  prácticamente en ningún caso la mujer ha palpitado ante ellos. Más bien el calcetín despierta en ella su maternidad serena, su antigüedad y su prevalencia de madre sobre la idea de amante, el predominio de la estampa vistiendo al hijo  sobre la de reconocer al hombre como un ser ajeno, apartado de su propia concepción y, en consecuencia, relativamente secreto.

En la vida de los varones y tras sobrepasar el periodo en que la madre actúa, le lleva hacia pensamientos taciturnos.  El calcetín es, en sí, taciturno y esta condición empieza en el mismo momento de realizar su compra. Así, a diferencia de las mujeres que eligen las medias con profesionalidad de meretrices, las constatan sobre la mano abierta, calibran su color y su efecto estético entre los dedos tensos y erectos, el hombre llega al calcetín sin aliciente alguno. Adquiere la prenda cumpliendo un deber puesto que no encuentra indicado llevar zapatos sin una protección reglamentaria.

La media ensalza la pierna pero con el calcetín el hombre oscurece deliberadamente el porte de su extremidad a la que anula más que resalta, que amputa más que ama y que lleva en frecuentes ocasiones como una pieza sin sentido, fuera de los placeres de la intersexualidad y castigada por la inequidad de la cultura.   

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29 de enero de 2010
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El Boomeran(g)
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