Hubo un tiempo en que con mucho placer leí literatura libertina. También hubo un tiempo en que me levantaba temprano. Después uno va cambiando costumbres, gustos, libros, libertinos y libertinajes. Sin embargo ahora me siento rejuvenecer con el regreso de algunos de los imprescindibles: Casanova, Sade y, desde luego, los rescates de dos joyas paralelas, parecidas, diversas y convergentes en tantas cosas como son las últimas obras traducidas al español de Mirabeau y de Mirbeau. No hay que confundir éstos dos apellidos de ilustres y libérrimos escritores franceses.
Primero en el tiempo está Honoré Gabriel Riqueti, conde Mirabeau, nacido en la mitad del siglo XVIII- ¡gran siglo francés!- y que, como algunos de los mejores de su tiempo, fue un aristócrata poco convencional. Tremendo y excesivo en amores, fugas, atrevimientos y provocaciones, éste francmasón que fue escritor y diplomático, primo del divino Marqués y compañero de prisión en Vincennes y que escribió algunos libros tan deliciosos como "La educación de Laura". Primer libro de una nueva colección dirigida por la muy querida Paula Cifuentes a la que también imaginamos gozando como traductora de ésta corta novela de tan alto contenido didáctico. Una obra especialmente recomendable para jovencitas deseando iniciarse en los misterios del erotismo que estén en trace de desconfianza de las mentiras y falsas moralidades con las que suelen ser confundidas por sus entornos y de sus educadores.
El libro tiene un alto contenido autobiográfico, lo que hace que nuestro aprecio por Mirabeau aumente después de la placentera lectura. Muy apropiado para tardes de invierno así como útil para recuperar ardores y calores. Recordar que Mirabeau también fue un gran parlamentario. ¡Ay!, nada fácil encontrar ahora y entre los nuestros algún escritor o parlamentario que pudiera resistir ni una lejana comparación con tan elegante y procaz escritor.
El otro Octave Mirbeau- y no el primero de sus libros que nos recupera el olfato y atrevimiento de la editorial "Impedimenta"- es "El jardín de los suplicios". Otro autor para llevarse a la cama, al sofá, al cuarto de baño, de paseo o las aulas. Nació un siglo después de Mirabeau y fue precursor en algunos atrevimientos narrativos que llegarían después desde Rusia o desde las vanguardias. Admirado por Apollinaire. Y por Buñuel, que llevo al cine su "Diario de una camarera", es también un autor con el marchamo de libertino. Fue un revolucionario en modos, contenidos y alguna vez acusado de provocador y escandaloso. Se atrevió, entre otras historias destapadas, a contar violaciones de adolescentes por parte de sacerdotes. No hemos inventado nada. Todos los escándalos ya están en los griegos, todos los excesos en la Biblia y todos han sido reescritos a lo largo de los siglos por escritores que han querido ser libres. Lo que hace notable las narraciones de Mirbeau es que, más allá de su "realismo duro, sucio" sea tan elegante y sutil en su escritura. Esa sutil, refinada y eficaz manera que desde su humor, bastante negro, tiene de enseñar una cara verdadera de los "tartufos" e hipócritas de la clase dominante. Y también de las miserias de muchos de las clases "dominadas".
Elegantemente provocador ésta novela es para "los sacerdotes, a los soldados, a los jueces, a los hombres, que educan, dirigen, gobiernan a los hombres, dedico, estas páginas de asesinato y sangre". Creo que casi ninguno de esos leyó con aplicación al radical Mirbeau. Tampoco lo hicieron con el libertino Mirabeau.
