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Revista de Letras, premiación

Edgard recogiendo el premio en Barcelona. Fuente: revista de letras No solo me emociona que votantes de mnuchos países hayan marcado click para votar por mi blog. No me emociona solamente el haber ganado el premio de Revista de Letras, ni las felicitaciones de estos días, ni el compartir el premio con bloggers que admiro como Vicente Luis Mora, ni el e-reader que ya quiero tener en mis manos (y olvidarlo en un taxi, probablemente, como mis libros, mis llaves y mi iphone). Lo que más me emociona es haber compartido este momento con mi hermano Edgard, quien fue a recibir el premio por mí, saliendo de su encierro en una playa a una hora de Barcelona. Te quiero mucho, hermano. Gracias por estar ahí (Y no te bajes puros comics, pues, no seas sapo... ¿y no había otro color de e-reader?). Les dejo aquí una página con fotos de la ceremonia y un video realizado por Canal-L.Además, una carta de Josep. A. Muñoz, director de Revista de Letras:Queridas, queridos,Febrero fue frío, pero en Revista de Letras nos mantuvimos calientes.Como os comentaba en la carta anterior, hemos dedicado unos días del mes de febrero a la novela negra, aprovechando la visita a Barcelona de algunos autores del género. Por nuestra portada fueron desfilando los más interesantes y podemos presumir de haber cubierto la cuota, entrevistando tanto a algunos extranjeros como a los nacionales, grandes olvidados por el resto de medios, más preocupados por ir detrás de las suecas (¿volvió el landismo y no me dí cuenta?) que a por los escritores que escriben en nuestra lengua. Satisfechos quedamos.También disfrutamos de lo lindo sudando la gota gorda con los Premios Revista de Letras. El 20 de febrero, en el acto celebrado en la librería Bertrand, pudimos conocer a algunos de los bloggers nominados. Para los que hacemos la revista, fue un acontecimiento: nuestro primer acto público, que se saldó con una puntación más que decente. Desde luego, y a pesar de las soplapolleces que llegué a decir (lo siento, de Buenafuente nada, mi escuela es Escenas de matrimonio) no hubo altercados ni sonaron las alarmas. Estuvimos bien arropados por Arantxa Mellado, Antonio Quirós y Enric Sierra. Si aún no sabéis quienes son estos fieras, buscad en "google".Desde aquí, una vez más, quiero agradecer a toda la gente que nos acompañó, a los participantes, finalistas y ganadores, a los que "vinieron en nombre de...", amigos, compañeros, colaboradores y personas y/o empresas que nos apoyaron. Creedme, sin vosotros nada de esto hubiera sido posible. Un abrazo a todos.El golpe de efecto de la velada (también conocido desde hace unos días como "efecto Almodóvar"), lo dió el citado Enric Sierra, anunciando la próxima incorporación de RdL a la oferta cultural de LaVanguardia.es.Eso sí, que nadie se frote las manos ni se las lleve a la cabeza. Para mal de muchos, Revista de Letras seguirá siendo libre como el sol cuando amanece. Nos parece un sueño poder estar ahí, en un medio digital de referencia. Es una gran responsabilidad y haremos lo posible para mantenernos a la altura. No será el único acuerdo en el que nos veamos involucrados. En próximos días nos encantará anunciar otro, relacionado con contenidos audiovisuales. Hasta aquí puedo leer.Tras el "febrerillo loco", llega "marzo ventoso". Avanzo que modificaremos ligeramente nuestra home para hacerla más atractiva si cabe (escribo esto y entorno los ojos). Serán pequeños retoques, tranquilos. Y empezaremos a cargar pilas para lo que se avecina en abril: el inevitable "Día del Libro". Este año, pretendemos hacer algo especial para esa celebración. Buscamos cómplices. ¿Quién se ofrece?Cuidado con los bisoñés.Feliz mes de marzo.

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26 de febrero de 2010
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Rezar también ayuda (decálogos literarios)

Tips for writers. Ilustración: Illustration: Andrzej Krauze. Fuente: the guardian No creo en los decálogos literarios. Me parecen absurdos, falsos. Y como diría no sé quién, la décima regla debería decir siempre "No hagas caso a los 9 anteriores", del mismo modo como cuando uno sube a un avión lo primer que te dicen es qué hacer en caso de una catástrofe aérea. Sin embargo, es cierto que decálogos hay muchos y seguirán existiendo. Ezequiel Martínez, en su blog "En Minúscula", me ganó la primicia sobre esta nota en The Guardian titulada Ten rules for writing fiction. Invitaron a participar a autores como Elmore Leonard, Diana Athill, Margaret Atwood, Roddy Doyle, Helen Dunmore, Geoff Dyer, Anne Enright, Richard Ford, Jonathan Franzen, Esther Freud, Neil Gaiman, David Hare, PD James, AL Kennedy. Les dejo aquí las mejores de estas recomendaciones ("cotillón de respuestas" las llama), seleccionadas y traducidas por el querido Ezequiel:No trates de esperar un "lector ideal". Puede haber uno, pero el/ella está leyendo a otro. (Joyce Carol Oates)Reescribe y edita hasta lograr la frase / el párrafo / la página / el capítulo / la historia más feliz. (Annie Proulx)No te rindas. (Ian Rankin)Lo más cercano a una regla es un post-it pegado en la pared frente a mi escritorio que dice "Faire et se taire" (Flaubert), que yo misma traduje como "¡Cállate y sigue adelante con eso". (Helen Simpson)Trabaja en una computadora que no tenga conexión a internet. (Zadie Smith)Nada de sexo, drogas o alcohol mientras estés trabajando. (Colm Tóibín)También puedes hacerlo todo con un whisky. (Anne Enright)Rezar puede funcionar. (Margaret Atwood)Cásate con alguien que ames, que piense que es una buena idea que tú seas escritor. No tengas hijos. (Richard Ford)Escribe en tercera persona a menos que ofrezcas una primera persona cuya voz sea distintiva e irresistible en sí misma. (Jonathan Franzen)Lee mucho y con discriminación. La mala escritura es contagiosa. (PD James)Escribe. (Neil Gaiman)

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26 de febrero de 2010
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BB (Bruno en Barcelona: un diario) (II)

Estas son algunas de las cosas que Bruno F siguió sintiendo, experimentando y descubriendo a partir de la decisión de sus padres de viajar lejos de casa.

 

Barcelona, costumbres alimenticias. Los seres de este sitio tienen las costumbres alimenticias más raras. En la playa, un perro juguetón se devoró su pelota de los Backyardigans: la dejó reducida a flecos. Y durante un paseo por la ciudad, desapareció de su carro el adorado muñequito de Otolo. (O sea Mickey, que para Bruno es Otolo desde que vio un dibujo animado en que el ratón gritaba a los cuatro vientos una fórmula mágica que a sus oídos sonó así: "¡Otolo! ¡Otolo! ¡Otolo!") Desde entonces, Bruno piensa en Barcelona como La Ciudad Que Se Devoró A Otolo.

 

Barcelona, costumbres alimenticias (2). Aunque para ser sinceros, alguna de las cosas que aquí se comen le han deparado placeres que no creía posibles. Días atrás, en un restaurant frente al mar, probó una croqueta de jamón. Tan pronto el sabor tintineó en su lengua, alzó ambos brazos al unísono y empezó a hacer una danza peculiar en su silla. Desde entonces, cada vez que prueba algo igualmente sabroso, o más aun: cada vez que le pasa algo que lo pone feliz, Bruno alza los bracitos y danza de la misma, exultante manera. Desde entonces, la familia se refiere a esa costumbre suya como La Danza de la Croqueta.

 

Palabras nuevas. De las palabras que la gente le va diciendo por donde pasa (porque Bruno es bonito y alegre y simpático y llama la atención sin hacer esfuerzo alguno, a diferencia de Lady Gaga), la que más le gusta es la siguiente: pequeñajo.

 

Bruno Figueras hay tan sólo uno. Una mañana, el titular de un diario llamó su atención. "Figueras se defiende ante el juez de los minoritarios", decía. Al seguir leyendo, le sorprendió comprobar que no se referían a su padre ni a su abuelo, sino a él mismo. El presidente de Hábitat, Bruno Figueras, tuvo que defender ayer ante tres de los accionistas minoritarios de la inmobiliaria... A pesar de lo que la noticia parecía sugerir, la idea de que pudiese existir otro Bruno Figueras ni siquiera pasó por su mente. Todo lo que tenía claro era que nunca había sido presidente de nada; príncipe, con certeza (porque así le dicen ocasionalmente sus padres: mi príncipe), pero nada más. ¡Si ni siquiera sabía lo que significaba la palabra inmobiliaria! Este diario no sabe lo que dice, pensó. Y así fue que aprendió su primera gran lección sobre los medios.

 

El mar. Hasta ahora, toda su experiencia en materia de arena había tenido lugar en las plazas de Buenos Aires. Le alcanzó para entender que no le gustaba nada: tan pronto se le metía en las zapatillas o se pegoteaba en sus manos, Bruno empezaba a hacer gestos de asco y reclamaba auxilio. Pero con la arena de Barcelona es otro rollo, como dicen aquí. Hasta sabe rico, a juzgar por la fruición con que se la mete en la boca. Lo mejor de esta arena, sin embargo, es su proximidad al mar. ¿Y qué es el mar? Esa inmensidad hacia la que Bruno carga como tren cada vez que la tiene cerca, como si no hubiese acción más sensata en este mundo que la de zambullirse.

 

El mar (2). La primera vez que lo tuvo delante le pidió a su padre que lo cargase y se quedó viendo el Mediterráneo con seriedad ajena a sus años. Por fortuna no emitió ningún pronunciamiento filosófico. (A esta altura, su lenguaje oral tiene mucho en común con el de Tarzán. Un pensamiento simple como: "Me gustaría ver a las hijas de Juan Gabriel Vásquez" puede ser formulado así: "¡Vázquez! ¡Nenas! ¡Buscal!") Pero la concentración con se que aplicó a la tarea -guardó un silencio religioso, mientras abría los ojos de modo que se le llenasen de azul- le sugirió a su padre que Bruno no necesitaba que le enseñasen a ver. Muy por el contrario, sabía muy bien lo que estaba mirando -más que su padre, para empezar.

 

(Continuará.)

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26 de febrero de 2010
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IV. Madiba

Igual que Mugabe, Mandela sufrió larga cárcel en castigo por su lucha en contra del régimen racista, porque Sudáfrica y Rhodesia eran los dos modelos de supremacía blanca en el continente africano, hasta que tuvo que ser liberado tras una de las luchas populares más heroicas y trascendentes de que el siglo veinte tuvo memoria, y fue electo en 1994 el primer presidente negro de su país por un período de cinco años. Mandela se encarnó en la conciencia de su pueblo oprimido como un líder natural, el Madiba, más allá de los votos, y pudo hacerse quedado en la presidencia todo el tiempo que hubiera querido, hasta hoy mismo, cuando ha llegado a los 92 años de edad, y habría seguido siendo el líder indiscutido del Congreso Nacional Africano, su partido.

Sin embargo, al término de su período decidió no quedarse un día más, y dio paso a la escogencia de su sucesor, renunciando a la reelección y abandonando el poder en la plenitud de su poder, y de su prestigio mundial. Se apartó con humildad, y en su cuenta no hay abusos de poder, ni actos de corrupción, ni discursos huecos, ni bufonadas, sino la visión de un hombre que quiso construir un país democrático y unido, más allá de las fronteras raciales, buscando la reconciliación con la minoría blanca para tener una sola y gran nación. Un estadista verdadero, que basó su sentido del poder en la ética, y en la lealtad a sus principios, el mismo cuando estaba en la cárcel que cuando estaba en el palacio presidencial.

La historia no recordará a Mugabe sino como un tirano corrupto, de los que hay muchos, que frustró un proyecto de nación y falseó la palabra liberación y la palabra revolución en el más abyecto de los sentidos, por mucho que llene las plazas de estatuas suyas, y las calles de carteles con su rostro. Mientras tanto Mandela es un símbolo universal de lo que podríamos llamar la santidad en la política.

La más valiosa de los figuras mundiales del siglo veinte, una figura ética por sobre todas las cosas, más allá de las estatuas que se alzan en su homenaje, muy a pesar suyo.

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26 de febrero de 2010
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Las corbatas

Las corbatas forman un mundo masculino en el que la mujer nunca debiera inmiscuirse y en absoluto ejercer como sabias de lo que es mejor.

 Hay, desde luego, esposos que se dejan elegir las corbatas por ellas o incluso les ruegan que lo hagan pero estos tipos pertenecen a una especie casi acabada, ignorante de la importancia de la estética en la imagen de los hombres  y de la importancia que conlleva la corbata, expuesta como una banderola de lo que vendrá después.

 Se podría adivinar el gusto o el no gusto de cada caballero a partir de sus corbatas y en consecuencia ¿cómo no tenerlas en consideración?. La tendencia creciente a prescindir de ellas, incluso en fiestas u oficinas, anula un notable factor de identidad y de anticipación  de la propia persona que, gracias a una bonita corbata, desplegaba buenas impresiones en el contacto   social. Y especialmente en aquellos ámbitos -cada vez más amplios- en los que no es lo mismo lo feo que lo bello, lo elegante que lo común, lo exquisito que lo vulgar.

Muchos hombres todavía se ponen la corbata con esmero ante el espejo pero sin añadir a esta acción práctica el haber elegido la corbata con primor  Estas gentes que  ponen poca lo ninguna atención en las corbatas, las usan como obligados instrumentos y a su pesar, son, a menudo, quienes contemplando el lugar del armario donde las corbatas penden sólo reciben de ellas una confusa o nula evocación.

  Las corbatas sin embargo, en la vida de cualquier varón son hitos muy elocuentes de épocas, historias, amores y trabajos  pasados. En el dibujo, el color o el estampado o la  forma de la corbata puede revivirse el tiempo al que se refiere y de qué modo con ella al cuello entrábamos y salíamos de la oficina, íbamos de fiesta o establecíamos relaciones de amor o de dolor. Ninguna prenda textil es en el hombre es más elocuente puesto que ni los trajes, las americanas o los pantalones dicen demasiado de cada uno siendo como son los grandes almacenes y  comercios  en general (de  imaginación muy restringida) quienes en previsión de la abulia viriloide recortan el muestrario y las capacidades de disfrute en la elección.  Quizás tan sólo los zapatos -y los relojes, ahora- se escogen con  atención particular pero aparte de ellos el resto de la colección que forma el vestido masculino es la aburrida colección que decide la mayoría de los  fabricantes.

Cuando no, como se dice, la prenda particular ( desde los calzoncillos a las camisas y las corbtasa)  que escoge la propia esposa que al salir para otra cosa  recuerda que el marido necesita esto o aquello a la manera de uno de sus niños que aún no ha cumplido  la edad para elegir.

Es cierto que la atención del hombre a su aspecto ha crecido ya mucho y que, por ejemplo, el mercado de la cosmética tiene puestas sus mayores expectativas en los productos de toda la gama orientados a ellos pero,  aún así, la corbata continúa siendo un asunto sin redención o emancipación plena. Es, de hecho, muy corriente en encontrar a escritores, pintores y profesionales en general  cuya profesión se relaciona estrechamente con la estética llevar unas corbatas insufribles. Tan birrias en los mayores de cincuenta años que el asunto es de una gravedad tan espectacular como representativa de la ocultación del hombre como espectáculo.

Todo lo que en la mujer ha sido natural y elemental en el aspecto exhicionista, en el hombre -sin importar lo pública que sea su función- ha desdeñado construir su imagen, su presencia social como espectáculo. Las mismas  circunstancias de la presente sociedad del espectáculo han aliviado esta desidia arcana perto no necesariamente pera conducir a la elección de corbatas distinguidas,  bonitas o elegantes. Más aún:  puede decirse que tras la fiebre de la moda y el diseño en los años ochenta y parte de los noventa, las colecciones de los grandes modistos, desde Armani a Valentino de Ralph Lauren a Hugo Boss han acomodado sus novedades a la pobre  exigencia en la demanda y, movidos por el negocio a granel, han dejado medio paralizada la creatividad.

Como consecuencia, cada vez se ha ven ido haciendo más arduo en el siglo XXI la personalización estética mediante la personalidad de una corbata y muchos que incluso portan marcas muy caras han  vuelto a sumirse en el sombrío mundo de hace treinta años o más.

 El reloj de pulsera  ha ocupado, sin duda, el máximo punto de la personalización. El reloj, la joya por excelencia del hombre, ha ganado enorme  interés en  las compras masculinas con y sin encanto. Sólo con motivo de acontecimientos destacados la mujer regala  un reloj al hombre. Sigue ocurriendo así pero se halla en ascenso el orgullo masculino por mostrar su muñeca ceñida y  marcada con un objeto propio y, en parte, a la manera que actualmente se entiende el tatuaje.

 Antes los objetos (y las esposas) caían sobre la indumentaria del hombre. Ahora, el reloj y tanto más cuanto más joven es el caballero, refleja el capricho, la debilidad, la particular esencia masculino/femenina que ahora acompaña al aura del hombre.

Pero ¿la corbata? la corbata continúa blandiéndose entre la coerción social y la menesterosidad del gusto. No es extraño que tantas gentes del mundo masculino hayan celebrado el desuso  de la corbata como una gran liberación. No la liberación de un dogal molesto sino la exoneración de un ejercicio del gusto estético para el que no le formaron ni en la escuela ni en la universidad ni en el master.

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26 de febrero de 2010
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Oraciones para Orlando

No se puede estar en la lista de quienes han llenado su boca con lamentaciones sobre la muerte de Orlando: también están en ella los asesinos.

Cuba no es un Estado soberano sino un país sometido. Soberano es quien protege a sus ciudadanos y garantiza sus derechos, empezando por el derecho a la vida y a la palabra. Mohamed VI tuvo más piedad que los hermanos Castro. La comunidad internacional tuvo más piedad con Aminetou que con Orlando. Cuba libre y Sahara libre: ¿qué libertad es ésa que cambia según las latitudes? Para Raúl Castro la culpa de la muerte es de Obama. Para el PP es de Zapatero. La madre no tiene duda alguna. Tampoco la tienen sus compañeros de cárcel y de disidencia. ¿Y de quién es la culpa según Zapatero y Moratinos? Dos vidas tan próximas y tan lejanas: el metalúrgico Luis Inazio Lula da Silva y el albañil Orlando Zapata Tamayo. Es una muerte inútil, claro que sí. Siempre será inútil la muerte. Pero no es inútil la rebelión ni la protesta. No hay mito alguno ni izquierda de ningún tipo, latinoamericana o europea, que puedan explicar la cruel indiferencia con que los hermanos Castro han dejado morir a Orlando Zapata Tamayo. Un esfuerzo más, no se puede estar en la lista de las lamentaciones: hay que exigir la libertad para los presos políticos cubanos, como hizo ayer, al fin, Zapatero. Pero tampoco basta con eso: hay que pedir la libertad, a secas, para quienes están presos en las cárceles, y para quienes están presos en las calles: para todos los cubanos. (Y oración final para los Castro: Craso error, además de crimen: habéis dado vida a la disidencia, arruinado los esfuerzos de Moratinos por cambiar la posición europea, dilapidado la última moneda que guardaba la miserable hucha de una Revolución que encandiló a medio mundo y ha desengañado luego al mundo entero. Que alguien tan pobre y sencillo como Orlando constituya un peligro para un régimen militar y totalitario; que su palabra, su resistencia y su desacato sean insoportables, son todos ellos indicios de una debilidad extrema de los déspotas opresores y un signo de esperanza sobre su próximo derrumbamiento.)

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25 de febrero de 2010
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Velvet Literario o cómo usar un espacio literario

Lou Read, Lou Red, Lou Reed. Fuente: corporate library Lo que acaba de hacer el Instituto Municipal del Libro de Málaga es digno de mención, sobre todo ahora que se fundó la Casa de la Literatura en el Perú en la Estacipon Desamparados y todo apunta a que será un polvoso cementerio de memorias para bibliotecarios, vecinos aburridos y poetas malditos con ganas de espantar a la burguesía con su rabiosa falta de talento. En Málaga se dio una conferencia sobre la literatura tras las letras de Velvet Underground ¿No es genial?Waldo está tan enamorado de Marsha y lleva tanto sin verla que, como no tiene suficiente dinero para un billete, decide meterse en una caja y enviarse a sí mismo hasta donde ella vive. Cuando el misterioso paquete llega, Marsha utiliza un cortador de acero para abrirlo y encuentra a Waldo decapitado. Lo acaba de matar. No es un cuento de Edgar Allan Poe sino The gift, uno de los primeros textos que escribió Lou Reed en el colegio y que años después se convirtió en canción. Incluida en el segundo disco de The Velvet Underground, el imprescindible White light / White heat, es un ejemplo de la riqueza narrativa de la banda neoyorquina que rompió las barreras entre el rock, el arte y la literatura. Ahora, la quinta edición de Poesía del rock, que organiza el Instituto Municipal del Libro de Málaga, dedica a la Velvet un ciclo de conferencias. Abrió fuego ayer Victor Bockris, de 61 años, escritor británico especializado en biografías musicales, autorizadas y no autorizadas e incómodas para muchos. Bockris llegó a Málaga con Up tight bajo el brazo; un libro básico sobre el grupo neoyorquino escrito en 1983 y recientemente reeditado en España. También llegó sorprendido. "¿Es habitual aquí hacer conferencias sobre The Velvet Underground? Es la primera que doy", asegura Bockris. "El arte es muy categórico en Estados Unidos. Si haces música, no haces literatura. Allí es difícil que reconozcan a Lou Reed como literato. Sólo ha pasado con Bob Dylan", explica Bockris en una conversación antes de su conferencia, que se centró en la relación del grupo con Andy Warhol. "La Velvet Underground es Lou Reed escribiendo canciones folk, orquestadas por John Cale y cantadas -en ocasiones- por Nico", asegura. "Todo producido por Andy Warhol, que fue muy listo y tenía una influencia grandísima entre dos egos gigantes: Lou y John". Otra de las indudables influencias literarias de la Velvet fue el escritor estadounidense Delmore Schwartz. "Bob Dylan también ha sido muy importante para Reed", precisa Bockris, "aunque nunca lo reconocerá". Cuando en 1964 nace The Velvet Underground, Dylan está a punto de publicar su primer disco eléctrico. "La literatura entra de lleno en el rock, pero hasta entonces pocos habían escrito canciones sobre la homosexualidad, las drogas... Fue uno de los éxitos de la Velvet". Y no sólo por Heroin, sino también por Waiting for my man, prodigio de concisión narrativa para algo tan banal como esperar a un camello en el Harlem neoyorquino. El británico conoció a Reed en 1972. Ahora Reed le prohíbe la entrada a sus fiestas privadas. "Es un tío fantástico y muy agradable, pero tiene una personalidad depredadora. Te hace amarlo, para luego destruirte. Se ha convertido en un hombre aburrido porque se toma demasiado en serio. No es el ideal para compartir una tarde, porque estaría todo el rato hablando de sí mismo".

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25 de febrero de 2010
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La vitalidad de la interrogación

Rafael Argullol: Por tanto creo que es un gravísimo error, consecuencia de nuestra obsesión clasificatoria, haber separado lo filosófico de lo literario a través de supuestos géneros de escritura.

Delfín Agudelo: Estoy pensando ahora en el ánimo clasificatorio, en esta merecida estigma o carga que implica la filosofía con dos títulos que en los últimos diez años han tenido una interesante relevancia comercial, dirigidos a un público no especializado.  Pienso en Más Platón y menos prozac  y en El mundo de Sofía. Es un intento por volver sobre las antiguas inquietudes en un lenguaje sencillo y que a su vez reconozca, sin hacerle perder su complejidad, su sentido práctico. Pienso, por lo tanto, en una pregunta que nunca va a perder su validez: ¿cuál es la importancia actual de abordar a Platón?

R.A.: Estos libros son divulgativos, y el libro divulgativo ha existido siempre. Aún así, creo que Platón nunca ha dejado de estar en el escenario, incluso desde la época del propio Platón. Podríamos dibujar un árbol con las ramas de los neoplatonismos que han crecido en la cultura europea y sería frondosísimo: los ramajes se han ido cruzando en algunas casos adhiriéndose a los desarrollos cristianos, otros a los desarrollos gnósticos, otros a desarrollos neopaganos, otros laicos, ilustrados modernos, etc. De manera que no hace falta recuperar a Platón- es decir, la gran inquietud filosófica original: nunca se ha perdido en la cultura europea. De nuevo, hay que indicar que toda la literatura desde el renacimiento va ya en esa dirección. En Shakespeare está esa interrogación filosófica, y no digamos ya en Montaigne; luego en Pascal, que es un enrome escritor. El propio Descartes, que pasa por la quintaesencia del racionalismo, en algunos de sus libros tiene una gran brillantez literaria. Si nos enfrentamos a nombres como Diderot, Voltaire, Rousseau, ¿qué eran? ¿filósofos o literatos?

Creo que el gran problema surge en el momento que indicaba antes: acorralados por la nueva importancia de la ciencia y desprotegidos y huérfanos de la religión y de la teología, hay toda una serie de grandes filósofos que intentan crear sistemas filosóficos omniabarcadores en los cuales muchas veces se incurre en una especie de nueva escritura genérica-filosófica que es abstracta, que es conceptual, abstrusa, que está alejada del estilo literario o artístico, y que en el desarrollo educativo de Europa coincide con lo que se ha llamado la filosofía de los profesores, sobre todo en el siglo XIX y parte del veinte, o de los llamados "maestros del pensamiento", el maitre-penseur de los franceses. Yo creo que la auténtica fibra de interrogación filosófica ha circulado más de una manera sinuosa a través de los distintos desarrollos literarios de índole muy diversa. Aquí he citado a Shakespeare, Montaigne, Pascal, pero también podemos recurrir a Nietzsche, a Kierkegaard, Rilke, Baudelaire. Evidentemente se trata de escritores muy diversos, pero en todos ellos evidentemente está presente esta médula de interrogación, por no hablar de casos como Dostoievsky. El caso ruso es particularmente interesante a este respecto, porque los rusos siempre han visto que sus filósofos eran los grandes literatos En ese sentido es muy interesante porque en Rusia nunca se provocó, por razones de desarrollo distinto, la división de funciones entre la supuesta escritura filosófica y la literaria que sí se provocó en la Europa occidental. Todo lo que no fuera seguidor de la terminología de Kant, de Hegel, o de Schelling, era considerado poco riguroso.

Pero repito que esto no era sino una obsesión celosa alrededor de la ciencia, y que no resolvía el tema porque lo propio de lo filosófico es la viveza de la interrogación, y si la matas a través del estilo, es muy difícil que perviva. Pervivirá, quizás, en el primero: pervive en Kant y en Hegel; pero no ha pervivido a través de los miles de neokantianos y neohegelianos que ha habido en las aulas universitarias europeas desde entonces. Es un estilo que por su propia naturaleza seca la interrogación. Quizás no en el modelo original; podría ser antipático pero era el original. Kant era original, y por tanto su estilo lo es. Es como en la música: Schönberg y su dodecafonismo es la ruptura original y marca un sello, y crea toda la estilidad provocada por miles de compositores que se han sentido obligados a usar ese estilo. Lo propio de lo filosófico es la vitalidad de la interrogación, y esa vitalidad no puede estar alejada de la esfera sensitiva, y por lo tanto artístico-literaria.

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25 de febrero de 2010
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Los villanos de la nación

 

Salir ahora glosando algunos aspectos de la prosa de Javier Marías, o su valía como comentarista y observador de la vida cotidiana resulta ocioso porque qué voy a decir yo que no se haya dicho ya suficientes veces y casi seguro que mejor. Hay sin embargo un aspecto de ese quehacer que pone de manifiesto la presente recopilación de artículos y que merece la pena ser resaltado.

                A diferencia que otros columnistas, que parecen más centrados o especializados en algunos aspectos concretos del acontecer diario, la curiosidad y el abanico de intereses de Javier Marías es tan amplio que sólo al ver juntos sus escritos de política caes en la cuenta de que no sólo le dedica una considerable atención a los hechos (he estado a punto de decir fechorías, pues al fin y al cabo lo que hacen son fechos) de nuestros políticos, sino que lo hace de la forma que más les puede soliviantar, pues dice las cosas tal cual, sin partidismos ni componendas. Y está claro que cuando se trata de juzgar la bochornosa y mezquina actuación de ETA y su entorno resulta relativamente sencillo manifestar una opinión condenatoria de los asesinatos por la espalda que cometen los valientes gudaris y de la actitud chulesca de sus partidarios celebrando cada ejecución como un triunfo que, según ellos, les pone un paso más cerca de la victoria final.

                En cambio no resulta tan sencillo cuando se trata de hablar de los GAL una vez que los más directamente señalados por el dedo acusador de la vox populi ya no se sentían impunes y notaban en la nuca el aliento de quienes pretendían ajustarles las cuentas. Y lo mismo cabe decir de la larga lista de "villanos" que desfilan por los ochenta y tantos artículos aquí reunidos, y que no salen retratados desde su perfil precisamente más favorecedor y agradecido.  Resulta reconfortante comprobar que según pasan las páginas, y sin necesidad de alzar la voz ni perder la compostura ("Usted  no parece español"), el juicio moral se va haciendo extensivo a lo acontecido durante los últimos casi treinta años.

                Al escribir esta última frase relativa al juicio moral acerca de aquellos hechos  he estado a punto de añadir y "guardar memoria de ellos" pero no tendría demasiado sentido porque , a diferencia del historiador (que hace todo lo posible por contextualizar la época o el momento objeto de su estudio a fin de que el lector disponga de los datos "objetivos" que le permitirán decidir si la tesis que le está siendo expuesta es aceptable o no) el observador de lo cotidiano actúa un poco como el dibujante que sólo dispone de un papel y un lápiz para captar con unos pocos trazos aquello que haya llamado su atención en el mundo exterior. En Los villanos de la nación se reúnen "letras de política y sociedad" que empiezan en 1985 y terminan en 2009. Por lo tanto es perfectamente perceptible un fenómeno que ocurre según se lee, y que tiene que ver con la progresiva contextualización. Al principio, los temas aquí tratados pillan ya tan lejos que no es posible establecer un diálogo con el texto y llevar a cabo esa operación paralela a la lectura y que consiste en ir contrastando la  opinión personal con lo que se dice por  escrito hasta alcanzar, o no,  un consenso. El texto sólo dice lo que dice y no hay sobreentendidos, guiños y demás metansentidos colegibles en una lectura "entre líneas". Pero, curiosamente, el texto  no se empobrece ni se hace ilegible: sencillamente, se lee. Y como suele decirse, "la verdad es la verdad, díganla Agamenón o su porquero".  En este caso, la verdad, si la hay, se defiende por sí misma y sin necesidad de que el político o el villano de turno cometan la correspondiente cafrada que corrobore lo dicho. De ello surge un ejercicio de lectura muy saludable. Según nos acercamos a la actualidad, el texto se puebla de referencias aportadas por el propio lector y ello hace más  notable la diferencia con lo leído en el primer tercio del libro.

                Y permítaseme una pequeña observación acerca de la edición: ni el nombre de la editorial, ni el aspecto general del libro permiten saber al lector normal y corriente que lo que tiene en las manos es un pequeño milagro producto no del azar sino del tesón, la voluntad, el oficio y la capacidad de supervivencia inherentes a todo pequeño editor que lucha en condiciones desfavorables y que celebra como un triunfo cada nuevo libro publicado, o el mero hecho de cerrar cada mes sin unas pérdidas tan inasumibles como para verse obligado a cerrar. Tampoco es que el afán de supervivencia de un pequeño editor tenga más méritos, o sea más digno de alabanza, que la pelea por llegar a fin de mes de cualquier pequeño empresario o artesano. Pero tranquiliza constatar que todavía hay gente capaz de perder el resuello por sacar a la calle un libro bien hecho, correctamente editado y del que pueden sentirse tan satisfechos el editor como el lector.  

 

 

Los villanos de la nación

(Letras de política y sociedad)

Javier Marías

Los libros del

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25 de febrero de 2010
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Ángel Vázquez

No es demasiado tarde para descubrir o simplemente leer a Ángel Vázquez, que murió en el número 98 de la calle Atocha de Madrid hoy hace exactamente treinta años. ¿Y quién era este Ángel, que ni se llamaba así, y pocos hoy recuerdan, muertos también sus dos grandes amigos y valedores literarios Emilio Sanz de Soto y Eduardo Haro Ibars? Los franceses no habrían dejado pasar tan a oscuras el tránsito o, por decirlo a su modo, la vida más bien perra que Vázquez llevó antes de morir a los 50, y de hecho han sido los franceses los que ahora le están dando su merecido. La extraordinaria novela ‘La vida perra de Juanita Narboni' salió hace pocos meses traducida en Francia, con un prólogo muy esclarecedor de Juan Goytisolo, y el suplemento de libros de Le Monde le concedió su portada, con un artículo encomiástico de Raphaëlle Rérolle en el que esta crítica hablaba a propósito de Tánger  -escenario del libro-  de la "femme-ville".

     De aquella "mujer-ciudad" o "ciudad-mujer" en la que nació Antonio Vázquez en junio de 1929, salió huyendo el rebautizado Ángel (Antonio le parecía nombre de torero) a mediados de 1965, pues la urbe norteafricana que tanto había atraído a Paul y Jane Bowles (gran amiga y primera en creer en su valía como escritor), a Truman Capote, Tennessee Williams, Djuna Barnes o William Burroughs, a Vázquez le parecía "muy convencional, artificiosa y superficial". Después de deambular por diversos lugares españoles, Vázquez se instalaría en Madrid hasta su muerte, en una penosa decadencia física de gran bebedor desordenado y escritor inseguro que escribe y destruye lo escrito, aunque no desde luego ‘La vida perra de Juanita Narboni', que Planeta, sin ningún entusiasmo, publicó en 1976 (el autor había ganado en 1962 el Premio de la editorial creada por José Manuel Lara con la muy interesante ‘Se enciende y se apaga una luz'. Esos dos libros, junto con su también novela ‘Fiesta para una mujer sola', que ha reeditado Rey Lear, y una colección de relatos en Pre-Textos, constituyen el todo de su obra).

     De la engañosa ciudad-mujer ("esa puta llamada Tánger", decía él), a la procelosa ciudad-hombre que Madrid quizá fue para Ángel Vázquez, auto-definido en carta a Emilio Sanz de Soto de 1966 como una mezcla de Jean Genet y Violette Leduc en edición de bolsillo: "Yo también soy un corrompido. Sin fe en Dios, egoísta y sin ninguna confianza en mí mismo. Homosexual, alcohólico, drogado, cleptómano...". Sanz de Soto solía decir, con todo el cariño y admiración que sentía por su paisano tangerino, que tanto adjetivo abismal le parecía una exageración del atormentado Vázquez, quien, según él, era menos truculento de lo que da a entender esa definición. Periodista culto, fino y políglota, aunque a veces ausente sin explicaciones de la redacción del diario España de Tánger, al radicarse en Madrid obtuvo un empleo en el Ministerio de Información y Turismo ("vestía como el funcionario perfecto", así la describió en sus memorias otra persona cercana a él, Eduardo Haro Tecglen), fue contratado como preceptor de su hija por Rocío Urquijo, y contó hasta el fin con el afecto de unos cuantos fieles: aparte de los ya citados, Carmen Laforet, que le animó en su carrera literaria y estaba en el jurado del Planeta que ganó ‘Se enciende y se apaga una luz', los pintores José Hernández y Pablo Runyan, y el escritor Eduardo Haro Ibars, que le trató asiduamente y, espigado y enjuto como era, llamaba al más bien rechoncho Vázquez "mi pequeño genio redondito".

    Ángel Vázquez fue un desplazado, un insatisfecho, y un raro literario, lo que contribuyó en su día a descolocarlo más de las ‘capillas' y corrientes imperantes. Irónicamente él decía que era incapaz de hacer literatura social, en los años de su madurez la menos leída pero la más prestigiosa, "porque soy pobre y las novelas de problemas sociales sólo las escriben los burgueses". Su tantas veces cómplice Haro Ibars resumió con mucho ingenio el libro ganador del premio Planeta de 1962: "una situación digna de Evelyn Waugh, plasmada en una novela que le debe mucho a la técnica narrativa de Virginia Woolf'.

     Desde la Glorieta subo por la acera de los pares de la calle Atocha, imaginando en qué ‘baretos' bebería Vázquez "infusiones de whisky al principio y de tintorro después"; ha cerrado ‘La Joya', que tantos bocadillos de calamares proporcionó al mundo de la alimentación elemental, aunque sigue abierto a la vuelta de la esquina otro clásico, ‘El Brillante'. Me detengo ante el número 98, un edificio de buena plata y cinco alturas, con un portal destartalado ahora (¿por obras?) y algo tétrico. Allí pasó el escritor, acogido generosamente en su casa de huéspedes por Trinidad Martínez, otra de las mujeres-protectoras que tuvo, sus últimos tiempos, y allí murió, en el piso que él llamaba "la mansión de Drácula". Sigamos esperando la resurrección entre nosotros de Ángel Vázquez, desde la tumba sin sosiego de la literatura maldita.

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25 de febrero de 2010
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El Boomeran(g)
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