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Esclavos del holocausto

Esta expresión pertenece a Idith Zertal, filósofa israelí nacida en un kibutz y autora de un libro imprescindible, que se titula ?La Nación y la muerte. La Shoá en el discurso y la política de Israel? (Editorial Gredos). Esta mujer de 66 años, discípula de Hannah Arendt, critica a quienes han devaluado el Holocausto hasta convertirlo en un proyectil político y retórico para cualquier cosa. ?Calderilla para zanjar sus rifirrafes políticos?, lo denomina en la entrevista que publicó ayer La Vanguardia y donde puede encontrarse también la expresión que encabeza estas líneas. Ahí están, en este grupo, quienes buscan infames simetrías históricas en las que se identifica a Israel con el nazismo y a los palestinos con los judíos; pero también, incluso con mayor vergüenza, quienes hacen lo contrario como identificar a Arafat o Ahmadinejad con Hitler y utilizan a las víctimas del nazismo para camuflar al actual militarismo israelí y al extremismo xenófobo de los colonos. La señora Zertal es una ciudadana inteligente, civilizada y sobre todo compasiva, cuya obra intelectual constituye un timbre de orgullo para Israel y sus instituciones universitarias y para sus conciudadanos, aunque algunos no lo aprecien así. Estas líneas son sobre todo para recomendar calurosamente la lectura de su libro, que aparece ahora en castellano después de su traducción al catalán nada menos que hace cuatro años, por parte de un espléndido y recóndito editor de Mallorca llamado Lleonard Muntaner.

Uno de los atractivos de la edición castellana es el prólogo que ha escrito justo ahora el historiador y ex ministro de Exteriores de Israel, Shlomo Ben Ami. ?Israel necesita dominar la memoria en vez de convertirse en su rehén?, escribe Ben Ami. ?La presión obsesiva de la memoria de la Shoá corre el riesgo de convertirse en base ideológica de una sociedad de víctimas con inmunidad moral en su confrontación con el mundo árabe, y con el mundo en general?, añade. Y con otra cita más, de ésas que hablan por sí solas y parecen pensadas para los últimos acontecimientos y debates, doy por terminada mi incitación a la lectura de Zertal. Es de su mismo libro: ?Israel se ha transformado en un lugar crepuscular donde la Shoá ya no representa un acontecimiento del pasado, heterogéneo y complejo, sino una eventualidad permanente y una ideología comodín, aplicable a todas las circunstancias. A través de Auschwitz ?que se ha convertido en la principal referencia de Israel ante un mundo definido como antisemita y hostil? Israel se dota de un aura de sacralidad, la de la víctima final, y se muestra impermeable a la crítica y al diálogo racional con el resto de la comunidad internacional?. Hay que decir, que probablemente uno de los últimos políticos israelíes que intentó con gran coraje, desgraciadamente sin éxito, salir de este laberinto de la memoria de la muerte fue el prologuista del libro. (Cada día quisiera escribir sobre Cuba y sus presos, sobre la infamia de declararles delincuentes comunes y la mentira del angelismo castrista: dice que nunca ha torturado ni asesinado, y es una verdad como las que describió Orwell en 1984, es decir, que significa exactamente lo contrario. La ficción de un Estado regido por el derecho, al que se someten todos, del comandante abajo, es tan absoluta que se puede torturar y asesinar con el aval de todo el aparato y sistema políticos. El Castro de turno manda y ese Estado ficticio ejecuta, y se acabó. Es la ley del cacique supremo, la autoridad que se ejerce no tan solo sobre las cosas sino sobre el nombre de las cosas. Quien quiera tener un buen canal de noticias y artículos sobre la actualidad cubana, con especial atención por supuesto a los disidentes y al huelguista de hambre Guillermo Fariñas, hoy le recomiendo el portal cubaencuentro.com.)

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5 de marzo de 2010
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El periférico y gélido norte de Europa

Liv Ullmann y Bibi Anderson en "Persona" de Ingmar Bergman. Fuente: Coromandal carátula del libro de Jacobsen. Fuente: acantilado Mercedes Monmany menciona la novela Niels Lyhne del danés JP Jacobsen, editado por Acantilado, para hablar sobre el "periférico y gélido norte europeo", en palabras de Monmany, y la obsesión que tiene su arte y literatura por exponer el dolor, el vacío y la soledad. No pienso perderme a Jacobsen; Monmany nunca me ha defraudado. Y menos si lo compara con Ingmar Bergman, cuya película Persona comenta con notable capacidad de síntesis. Sí, de todas maneras me consigo a Jacobsen. ¿Alguna otra recomendación? Ya estoy haciendo mi lista para octubre. Ah! octubre en Barcelona. Libros, ropa, ropa, libros. Y amigos. Sobre todo muchos amigos Dice la reseña:Los grandes escritores del periférico y gélido norte europeo -Hamsun, Ibsen, Strindberg- ofrecieron la más exacta y magistral síntesis de lo que en el siglo XX se clasificó como malestar, crisis y contradicciones principales de la civilización moderna. La existencia se había visto de repente desprovista de fundamento, de valores firmes que dieran sentido a cada instante, amenazando con desvanecerse, con habitar tan sólo en extrañas y frías lejanías. Una existencia que, como se decía en un gran clásico de estas literaturas, la novela Niels Lyhne (Acantilado), del danés J. P. Jacobsen, es «esa eterna persecución de sí mismo, ese eterno girar en círculo». Almas torturadas que, a la vez que exorcizaban fantasmas, pasados traumáticos e identidades a la deriva, en la más absoluta de las soledades, tenían que confrontarse con la presión diaria y enloquecedora de la sociedad, la familia, la pasión amorosa o la exigencia del arte, dependiendo de los casos. Esta presión los obligaba a desdoblarse entre representación y autodestrucción, deber y placer. Todo ello atañía también a otro genio de esas latitudes. El mundo por el que se le conoció mayoritariamente fue el de la imagen. Este genio, compendio de aquellos antecesores, no es otro que Ingmar Bergman (Uppsala, 1918 -Isla de Farö, 2007), cineasta, pero también guionista y escritor sueco, tanto de obras de teatro como de célebres películas. Para seguir con los paralelismos e influencias es interesante y, sobre todo, fundamental, para cualquiera que se haya acercado a sus estremecedoras obras de asfixiantes opresiones metafísicas y espirituales, resaltar la coincidencia de que muchos de ellos provinieran, a través de un ascético ámbito familiar, de lo que Claudio Magris definiría en su libro El infinito viajar como «el rigor de la parroquia luterana». Ahí habría nacido el Premio Nobel noruego Björnstjerne Björnson, hijo de un pastor luterano, como también lo era Bergman. En cualquiera de las obras escritas y llevadas al cine por Ingmar Bergman, como es el caso de la magnífica Persona -que se puede leer perfectamente como una novela breve, de lacerante intensidad-, la vida late enigmática e inaccesible, difícil de desenmascarar, tanto para uno mismo como para los otros. Persona es un magistral retrato de dos mujeres en el límite mismo de su confrontación, a punto de encarar las más íntimas y profundas transformaciones, tanto en relación con ella mismas como en relación con la otra. Esta obra -en la que una mujer habla de ella compulsivamente y la otra se limita a escuchar y analizar lo que dice- está muy ligada al psicoanálisis, a la idea de locura y de sanación a través de la palabra. Mediante «palabras sin sentido, que han perdido todo contenido de verdad», y a través del mundo impostado de las apariencias, con un lenguaje exterior, artificial, en el que no hay consuelo posible y sólo se percibe «una inflación de palabras como vacío, soledad, alienación dolor, indefensión», planean cuestiones ya clásicas de Bergman como el matrimonio y la pareja, el sentido de culpa, el remordimiento por «antiguos pecados», la necesidad del perdón, la maternidad (o paternidad) negada, la incomunicación o, más en general, la incapacidad para afrontar la vida a través del arte y la representación.

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4 de marzo de 2010
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Grass seguido por la Stasi

cartilla de Gunter Grass como prisionero de guerra. Fuente: wikimedia La Stasi, lúgubre grupo de inteligecia alemán célebre por la película La vida de los otros, ahora está abierta al público. Junto a Santiago Roncagliolo y Nacho Padilla paseamos por sus reducidas celdas húmedas, sus laberínticas oficinas de decoración vintage, sus patios extensos que no quitan la sensación de opresión incluso afuera, guiados por un ex-preso político. Un libro recién publicado muestra que la Stasi siguió a Gunter Grass durante años. ¿Alguien se sorprende? Dice la nota:Grass dice haber sido "sólo a veces" consciente del seguimiento de que era objeto desde que ponía los pies en la estación de la Friedrichstrasse, al cruzar a Berlín Este, y tampoco de la cooperación de algunos editores y escritores orientales, como Hans Marquardt, Hermann Kant o el dramaturgo Manfred Wekwerth. "Nunca se me hubiera ocurrido que Marquardt fuese un cómplice fijo a sueldo de la polícia. Igualmente sorprendente fue saber que Hermann Kant, ya desde el mismo 1961, escribió los primeros informes sobre mí". El libro, recopilado por el editor Kai Schlüter y que sale al mercado el día 12, incluye el informe de 700 páginas que sobre Grass elaboraron durante 30 años los agentes de la RDA. Tras el estreno de su pieza teatral sobre el primer levantamiento obrero contra un régimen socialista, "Los plebeyos ensayan la revolución", Grass fue declarado por las autoridades de la RDA "enemigo del estado". La Stasi intentó impedir el estreno de la obra en Berlín occidental en 1966, pero su seguimiento empezó según la editorial después de que éste criticara -con el lema "Dad a los escritores la libertad de expresión"- el levantamiento del Muro de Berlín, en 1961. Luego mantuvo el cerco a sus visitas, durante los encuentros literarios celebrados en apartamentos privados en la RDA, entre 1974 y 1978, cuando el círculo fue roto con la deportación del poeta y cantautor Wolf Biermann. "Nunca se me arrestó directamente", admite Grass, "pero sí se me urgió a veces a acompañar a un policía fronterizo a una habitación sin ventanas. Ahora que, en cuanto se cerró la puerta, empezaba a armar jaleo. Golpeaba la puerta de metal, recordando una frase de mi corto periodo como soldado: '¡Quiero hablar con el oficial de guardia'", rememora Grass, que fue Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1999.

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4 de marzo de 2010
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Javier Marías y el deterioro del castellano

¿Puede deteriorarse más? Fuente: somosparaguayosNunca entenderé por qué los escritores españoles llaman "español" al castellano. Y menos aún qué significa eso de "español de España". ¿Una figura literaria? "castellano de España" en todo caso. En fin, para algunos escritores el idioma es una experiencia vital, colectiva, flexible, que va mutando con el tiempo. Y para otros es una roca sólida, de diccionario encuadernado en piel, académico, nobiliario, el último bastión de un imperio perdido para siempre. Javier Marías es de los segundos. De ahí la frase que sirve de título a su ponencia: " Es difícil que se pueda superar el deterioro del español de España" ¿Puede deteriorarse una lengua? Sí, cuando deja de mutar al ritmo del mundo que le toca vivir. Pero no es el caso del castellano, felizmente. Lean la nota mienras yo escucho a Molotov:El mayor problema del lenguaje español es que la gente habla y escribe mal y se "ufana de ello". Son palabras del escritor y académico Javier Marías, quien ha conversado hoy con los lectores sobre el lenguaje, la literatura y su obra dentro del Congreso virtual de la lengua organizado por Babelia. El escritor y académico madrileño ha añadido: "Ayer mismo le oí a un político del PP decir 'independientemente de estacionalidad o de no estacionalidad'. ¿Qué diablos quiere decir eso? Si quienes hablan a menudo en público sólo tantean la lengua, sin un dominio de ella, es difícil que el conjunto de la población se preocupe por mejorar su nivel". El autor de Tu Rostro mañana, además, se mostró escéptico con la utilización del idioma en España: "Me parece difícil que se pueda superar en ningún sitio el deterioro del español de España, donde demasiada gente no sabe ni construir entera una frase simple. Me temo que gran parte de culpa es de los medios de comunicación y de los Ministerios de Cultura de los últimos cuarenta años. Me temo que la cosa ya no tenga vuelta atrás". El autor de títulos como Mañana en la batalla piensa en mí y Corazón tan blanco ha explicado algunos aspectos del funcionamiento de la RAE. Por ejemplo: "La RAE no elimina palabras de la lengua, sólo el Diccionario de uso, para que siga siendo manejable y porque hay que dejar espacio a los nuevos términos. Esos vocablos que se 'jubilan' pasan al Diccionario Histórico, no es que se supriman ni se pierdan. Si no hay registro escrito de una palabra después de 1500, quiere decir que está completamente fuera de uso, salvo excepciones". O de la importancia de la labor de filólogos, lingüistas y escritores dentro de la academia El concurso de los filólogos es fundamental, pero tienden -algunos- a ver la lengua como una disciplina exclusivamente científica. Las lenguas dependen en gran medida del lenguaje literario. Es éste el que las mantiene vivas y en evolución permanente, junto con el de la calle, claro está, y suelen ser los escritores quienes tienen lo que podríamos llamar "sentido de la lengua". A mi modo de ver, son aún más necesarios que los lingüistas" Javier Marías ha contado que tiene una nueva novela en marcha "quizá mediada", no obstante ha reconocido que "su escritura me he visto obligado a interrumpirla en los últimos meses. Me falta tranquilidad de espíritu, con tanto ajetreo, y aún no le he dado el "visto bueno". Quiero decir que ni siquiera sé si acabará existiendo. Supongo que sí, pero yo soy muy inseguro con todo lo que escribo, y todavía no me ha llegado ese momento en que uno se dice "Que sea lo que San Conrad quiera".

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4 de marzo de 2010
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Iwasaki y Sumalavia en francés

Sumalavia y la bella editora de Cataplum-e beben vino de burdeos. Mejor imposible. Fuente: MoleskineMe alucina el movimiento literario tan intenso de Burdeos. Impresionante. Por ejemplo, me acaba de llegar una buena noticia desde allá. Los editores de Cataplum-e se han lanzado en Francia -más precisamente Burdeos- con un proyecto que se acerca al español Páginas de Espuma. Es decir, microficción. Y además microficción latinoamericana. En Francia, como en toda partes del mundo (menos en EEUU quizá), se ha perdido la tradición del cuento breve y por ello su proyecto tiene un valor añadido. Además, se han lanzado con libros de dos excelentes libros de dos narradores peruanos: Fernando Iwasaki, Ajuar funerario y Habitaciones de Ricardo Sumalavia, traducido por Robert Amutio bajo título de piéces (interesante traducción que vira la mirada del texto de los individuos -los habitantes de las habitaciones- hacia lo formal, las piezas pequeñas (microficciones) como pequeñas habitaciones donde ocurren hechos. Una nueva lectura)El siguiente será un libro de Andrês Neuman, que no es peruano (ni argentino ni español sino todo lo contrario) pero también un narrador excelente.Más información sobre la editorial en http://cataplum.free.fr/index.php

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4 de marzo de 2010
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El ajedrez nuclear

Barack Obama quiere ganar como sea la partida de la reforma sanitaria, aunque sea a costa de entregar muchas piezas. El presidente americano, según metáfora de Henry Kissinger, abrió el juego político en varios tableros, como hacen los grandes maestros en sus partidas de simultáneas; pero de momento no ha ganado ni una sola partida y se ha empantanado en las que despertaban mayor expectación y expectativas: Oriente Próximo, sin ir más lejos. De todas las partidas en curso, hay una, la más alejada de la vida diaria de sus conciudadanos y la menos aireada en los debates públicos, que no puede empantanarse, pues está destinada a dejar la marca más indeleble en su presidencia por su carácter estratégico y casi definitorio de la época y del papel de Estados Unidos en el mundo, y ésta es la del desarme nuclear.

En los próximos días, Obama deberá dar su aprobación a la llamada Nuclear Posture Review, la nueva teoría sobre el uso del arma nuclear, que pone al día y revisa la realizada por Bush en 2002. El presidente deberá decidir si EE UU renuncia al primer golpe nuclear, algo que le haría avanzar enormemente hacia la visión de un mundo sin este tipo de armas u opción cero, tal como la expuso en su histórico discurso de Praga en abril de 2009. Hasta ahora, Washington ha nadado entre dos aguas, sin renunciar formalmente a realizar un primer disparo nuclear en respuesta a un ataque no nuclear del tipo que fuere: químico, biológico o convencional. Todos los consejos que Obama está recibiendo se dirigen en dirección contraria, a pesar de que la efectividad de un golpe nuclear en respuesta a un ataque no nuclear pertenece al territorio de lo simbólico. El arma nuclear, utilizada sólo en una ocasión en la historia, en Hiroshima y Nagasaki, sirve para disuadir, pero no para atacar ni para ganar guerras. Quienes la poseen tienen en ella el símbolo más ajustado de su poder soberano y de su independencia, y en el caso de EE UU, como sucede con Rusia, de su condición de superpotencias durante la Guerra Fría. Por eso a los asesores de Obama les cuesta aconsejarle que renuncie a su primer uso y se limite a garantizar un arsenal mínimo para mantener la superioridad y por tanto la disuasión. Ésta sería la decisión más coherente con la filosofía que inspiró su victoria electoral y con la nueva política internacional desplegada en el primer año de presidencia. Pero las dos amenazas de proliferación con las que tiene que lidiar actualmente en Irán y en Corea constituyen un acicate para la preservación de la doctrina tradicional e incluso desincentivan la reducción más realista y pragmática del actual arsenal. De ahí que Obama esté obligado a una complicada contorsión que signifique un avance hacia su utopía desnuclearizadora y a la vez evite entregar bazas a los Estados gamberros que animarían a la proliferación. Éste es un año especialmente oportuno para esta partida, con la firma pendiente de la revisión del tratado START II (segundo tratado de reducción de armas estratégicas) con Rusia, que conducirá al recorte más drástico después de la guerra fría con el desmantelamiento de entre 1.500 y 1.675 ojivas; la convocatoria para abril de una cumbre internacional de desarme nuclear; y la conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación convocada para este año. El recorte de Obama, sin embargo, estará acompañado del mantenimiento y modernización de un arsenal más pequeño, aunque superior y más letal que el de cualquier otro país, y por tanto con suficiente capacidad disuasoria. La reducción responde a razones objetivas: toda esta cohetería corresponde a otra época y su conservación en los actuales niveles constituye un acicate para la proliferación e indirectamente una amenaza para la seguridad más que una garantía. Pero la crisis económica también cuenta. En el momento en que crecen los déficits públicos y el endeudamiento de los Estados adquiere proporciones gigantescas sería un alivio poder reducir la partida de gastos militares globales por algún lado. El tablero nuclear tiene una ventaja respecto a los otros frentes abiertos, pero es a la vez su mayor inconveniente: si no se avanza, se retrocede; si no se termina de una vez con el peligro de la proliferación, nos adentramos en el mundo oscuro y amenazante de un rearme caótico y en cascada que nos acercará peligrosamente al umbral en el que el uso del arma será altamente probable. Por eso Obama no puede perder esta partida. Ni siquiera hacer tablas, como le sucederá en muchos otros ámbitos. No tiene más remedio que ganarla, aunque no signifique obtener durante su presidencia ese mundo idílico sin armas nucleares. Él mismo ya dijo en Praga que no lo verá en vida. Pero debe al menos revertir de forma definitiva la pulsión proliferadora que ha seguido e incluso se ha intensificado durante los 20 años transcurridos desde que la caída del Muro dio fin a la guerra fría.

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4 de marzo de 2010
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Las pinzas

Un utensilio como son las pinzas para la depilación connota inmediatamente con lo pequeño, lo delicado,  lo recóndito,  lo intrusivo, lo preciso y lo de inteligencia superior. Su correspondencia con la morfología de un  insecto y su relación con la cirugía, redondean su prestigio práctico y su exclusividad funcional.

Las pinzas son, necesariamente, para extraer algo más o menos intrincado, sea por su posición, sea por su confusa y difícil distinción entre elementos parecidos o de la misma especie.

En esencia la pinza, al actuar, debe guiarse por el amo que dirime primero y al que debe obedecer estrictamente después. De este modo escogerá lo que ha de ser extraído, arrancado, eliminado y se lanzará sobre su presa  con el carácter unívoco de un ataque feroz.

 Quietas, a solas, descuidadas,  las pinzas se observan como objetos  más inútiles que cualquier otro adminículo similar pero es porque ningún otro instrumento que no sea las pinzas reproduce con mayor vehemencia la tensión de hallarse preparada para intervenir  y porque, en efecto, esta postura en tensión, sostenida indefinidamente, transmite una sensación entre el ridículo y la desazón.

 Siempre listas para funcionar, prestas en todo momento para recibir la orden del amo, su vida soporta una enorme cantidad de horas en guardia, siempre más que cualquier otro vecino de su cajón o de su estuche. No son por ello herramientas calificables de segundo orden.

Por el contrario, las pinzas realizan un trabajo que ninguna otra pieza iguala ni remeda con una mínima precisión. Tratándose, además de la depilación de las cejas, por ejemplo, su intervención comporta una enorme responsabilidad porque no se trata solamente de amputar sino que su aplicación conlleva diseñar, dibujar, perfilar el ojo.

Nadie, con suficiente criterio, puede ser capaz de menospreciar unas buenas pinzas. Poseen, sin duda, el crédito  superior de la sanidad pero esa aura benéfica que se acentúa por el brillante prestigio de la alta cirugía  persiste cuando las pinzas son capaces de extraer una astilla o un indeseable vello dentro del espacio casero.

Llegar a ese perfecto resultado que procura el uso de las pinzas  es imposible mediante el recurso a otros medios que no son ellas. Las pinzas son, por excelencia,  una unidad irrepetible e irreplicable. Forma parte de la suprema clase de objetos que el paso de la historia no ha alterado su diseño y la razón sencilla es que ningún otro concepto logró superar su originaria composición y prestación. De este modo, no tener unas pinzas en casa equivale a una gran carencia y, a menudo, a una falta desoladora.

Podrá discutirse que esa gran desolación no proviene directamente de las pinzas ausentes pero la impotencia que efectivamente crea su falta lleva a la desesperación.  Contra la fealdad de un vello en un patente lugar del rostro, contra el martirio de una espina en un dedo, contra el desasimiento que sufren no pocas mujeres deseando la depilación, las pinzas dan una respuesta eficaz y completa.

 Y tanto más cuanto de mayor calidad son. O mejor: así como puede pensarse en ahorrar respecto a unas tijeras, unos coloretes o un rimel, la pinza no admite ninguna mezquindad. Justamente su necesidad de precisión, su tino y su eficiencia se hallan directamente asociadas con arrancar ese vello y no otro, deshacer esa excrecencia y no otra, acertar  sin error en el cubículo de la astilla y morder el extraño elemento de que se trate con un vigor igual al de una dentellada que jamás pierde la presa a la que ha orientado su ataque. Las pinzas mejores forman parte del ajuar real. O no hay ajuar real sino imaginario si las pinzas, por caras que parezcan, no forman parte de él.

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4 de marzo de 2010
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Guía para viajeros inocentes

 

Cuando hace un par de meses o tres llegó a mis manos un paquete del tamaño aproximado de un ladrillo lo abrí, y mientras lo añadía al montón de los libros pendientes de lectura, pensé que no dejaba de ser una osadía publicar a estas alturas una guía de viaje por el sur de Europa y Tierra Santa, encima escrita a finales del siglo xix y, por si fuera poco, de 620 páginas (y de ahí lo del tamaño ladrillo). Ni siguiera el hecho de llevar la firma de Mark Twain me pareció una garantía de ventas. Pero me equivoqué porque, según veo, en ese tiempo ya se ha vendido la primera edición. Y ello es una excelente noticia. Primero para la editorial, pues con ello habrá visto  compensado al menos en parte el riesgo de semejante aventura. Pero sobre todo es una excelente noticia porque denota la existencia de una considerable masa de lectores con criterio propio (al margen de las modas) y con un gusto muy saludable por la buena prosa, venga de donde venga y trate de lo que trate.

                Y conste que se trata de una guía de viaje tal cual, en la que se relata minuciosamente desde los prolegómenos (se trata de uno de los primeros cruceros organizados para viajeros pudientes) y  el embarque en  Nueva York hasta el regreso al mismo puerto. De por medio, una montaña de información no menos minuciosa  acerca de lo ocurrido durante la travesía y las escalas, descripción del ambiente en el barco y de los compañeros de viaje. Y, por supuesto, lo visto y acaecido en cada puerto y país visitado, además todo ello contado como se hacía entonces, es decir, con un narrador en plan etnólogo-entomólogo-explorador que da noticia de los paisajes, tribus, costumbres, monumentos y quisicosas de cada país. Algunas de esas noticias son vertiginosas, como por ejemplo la observación, hecha durante la escala en Tánger, de que los moros nos temen y detestan a los españoles por nuestra costumbre de comernos esos gatos que ellos adoran. Como eso ocurre en la segunda o tercera escala del viaje, uno se pregunta si todo el resto de las informaciones que dé  hasta la vuelta a Nueva York van a contener el mismo grado de exactitud. Pero no. Es evidente que durante las travesías de un país a otro Twain hizo uso abundante de la biblioteca que los organizadores del crucero pusieron a disposición de sus clientes. Aparte de que no era ése el tipo de información que sus lectores (más de 70.000 cuando las crónicas  aparecieron en forma de libro, sin contar a quienes las leyeron en los periódicos según iban saliendo) esperaba de él. Lo que le pedían, y le pedimos hoy, es la noticia directa, el apunte rápido, la broma gruesa acerca de cada momento. Y en ese terreno, Twain es imbatible. Después de ejercer durante unos años de tipógrafo ambulante, y tras un breve interregno como buscador de oro, la auténtica formación de Twain fueron los veinte años que pasó haciendo de piloto de vapores por el Mississippi. Por lo tanto no es de extrañar que el suyo sea un humor de sobremesa tras una comilona en alguna taberna de un puerto fluvial, cuando llega la hora de los dichos y noticias acerca de lo ocurrido arriba y abajo del gran río. El suyo es un humor fino pero socarrón y de trazo grueso, y pongo ejemplos. En Tánger, y tras repasar a su manera la costumbre local de la poligamia, comenta. "He logrado entrever la faz de varias mujeres moras [...] y siento la mayor de las veneraciones ante la sensatez que las lleva a cubrir una fealdad tan atroz". Otras veces la broma le sale más fina, por ejemplo cuando, ante Notre Dame de París,  da cuenta de los sucesivos templos paganos y cristianos que hubo allí desde antes de que al duque de Borgoña se le ocurriese construir la actual catedral como expiación por haber dado muerte al duque de Orleáns. Y comenta: "Desgraciadamente, ya se han ido esos tiempos en los que un asesino podía limpiar su nombre [...] con el simple acto de sacar ladrillos y mortero y construir el anexo de una iglesia". Nunca falla el recurso de sacar al pueblerino que no está dispuesto a dejarse impresionar por las maravillas de la gran ciudad y que, de vuelta al pueblo, les describe a los suyos una de las obras cumbre de la Cristiandad como  "un anexo".

                Y ése es uno de los secretos de que este libro se lea con tanto gusto y provecho: el Mark Twain narrador está presente de la primera a la última línea, pero tiene la habilidad de hacerse transparente, como si entre el objeto narrado y el lector no se interpusiera una inteligencia afilada por una técnica altamente sofisticada y un oficio pulido durante muchos años de trabajo paciente y diario. Gracias a ello puede someter a todo lo divino y lo humano (desde la visita al Louvre hasta su propia actuación ante los más grandes maestros de la historia del Arte) a  su filtro de humor entre corrosivo y zumbón.  Aparte de que, visitar Nápoles de la mano de Mark Twain es una experiencia inolvidable.

 

 

 

 

Guía para viajeros inocentes

Mark Twain

Ediciones del viento.

 

 

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3 de marzo de 2010
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I. Un tigre en el verde prado

Ignoro todo acerca del golf. Mis imágenes más lejanas de este deporte vienen de los días de la infancia cuando encontraba en los periódicos las fotografías del presidente Dwight Eisenhower montado en un carrito que lo llevaba a través del campo donde jugaba, y desde entonces supe que se trataba de una diversión propia de presidentes y de millonarios segregados en clubes exclusivos; y cuando repaso los canales de televisión me detengo a veces, con aburrida curiosidad, en los torneos que se juegan en esos terrenos de tarjeta postal que parecen maquillados, con verdes colinas, suaves hondonadas, estanques plácidos y tranquilas arboledas, siempre bajo un soleado cielo azul.

            Pensé que difícilmente un ídolo de multitudes podría salir de la monotonía de los campos de golf, a lo Magic Johnson en el basquetbol, pero sucedió el milagro con la aparición de Tiger Woods, campeón absoluto de cuanto torneo existiera, cuya genialidad con el palo en la mano le creó una inusitada audiencia de televisión y una cauda de patrocinadores comerciales que pagaban por su imagen, lo que llegó a reportarle más de cien millones de dólares anuales. El mundo, además, se había vuelto al revés, porque se trataba de un negro de fe budista reinando en un plácido deporte de jugadores blancos.

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3 de marzo de 2010
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Del electrón al fotón

Antes de que Maxwell, hacia 1860, estableciera sus famosas ecuaciones matemáticas referentes al campo electro- magnético, el químico y físico británico Michael Faraday incluyó entre su abanico de experimentos posibles con la electricidad el de enviar una descarga eléctrica en un ámbito vacío, es decir: una descarga eléctrica que se trasladaría sin soporte.

El problema de Faraday era que el vacío pura y simplemente no se daba. Como mucho se obtenían, mediante procedimientos más o menos ingeniosos, grados de vacío de excelente calidad, o sea ámbitos de muy escasa densidad. En esta lucha por aproximarse a esa asíntota que es el vacío y a la vez ahondar en problemas de electricidad jugó también  un papel importante el alemán Heinrich Geissler, un soplador de vidrio, que en 1854 introdujo electrodos de metal en un tubo cuyo interior cabía equiparar a la vacuidad (en relación a los cánones de la época). Pudo comprobarse que en el polo opuesto al electrodo negativo surgía un resplandor verdoso. Veinte años más tarde Eugen Goldstein conjeturó que tal resplandor se debía a una radiación proveniente del electrodo negativo, ya entonces designado mediante el término cátodo, de tal manera que el instrumento de Geissler recibió el nombre de "tubo de rayos catódicos".

Siglo y medio después de estos primeros pasos, el tubo de rayos catódicos de Geissler se haya en el centro de nuestras vidas. En ese contemporáneo equivalente del fuego hogareño que es el televisor se perciben formas y colores que, en ocasiones, aparecen como reflejo de la realidad. Mas como soporte físico de tales representaciones no hay sino esas radiaciones que fluyen de un filamento incidiendo sobre una pantalla bañada en sustancia fluorescente, que irradia luz en magnitud proporcional a la intensidad de la radiación.

Y si la naturaleza de lo así irradiado era un misterio para Geissler y aun para Goldstein, veinte años más tarde (concretamente en 1897) Joseph John Thompson, en su laboratorio de la universidad de Cambridge, se encontró en condiciones de mostrar que los misteriosos rayos catódicos eran partículas mucho más diminutas que los átomos, a las cuales denominó "corpúsculos ".

El objetivo de J.J. Thompson con su experimento de 1897 era llegar a mostrar que los rayos del tubo catódico eran partículas con carga eléctrica, ello se haría evidente si bajo el efecto de un campo eléctrico o magnético tales rayos sufrieran una inflexión en su trayectoria. Thompson mostró concretamente que esta inflexión era directamente proporcional a la magnitud del campo eléctrico E y al tiempo durante el que las partículas se hallaban sometidas a la acción, mientras que la relación carga-masa de las partículas mismas era invariable.

Se hizo visible asimismo que cualquiera que fuera el material instrumentalizado para el cátodo,  la inflexión era la misma, lo cual dejaba entrever que las partículas en cuestión constituían un elemento integrante de toda modalidad de materia

Cuatro años más tarde, en 1891, el irlandés George J. Stoney dio a tales "corpúsculos" el nombre definitivamente aceptado de electrón.

 

 El electrón se revelaría extraordinaria razón explicativa de multiplicidad de fenómenos. Un ejemplo: de los estudios elementales de química retenemos posiblemente el concepto de los gases  llamados "nobles". ¿En razón de qué tal denominación? Pues simplemente por tratarse de elementos de la tabla periódica que parecían no tener potencialidad de interacción con otros elementos, lo que les conferiría una intrínseca  pureza. Si el lector tiene a mano una tabla periódica le bastará contemplar la última columna en la que se sitúan de arriba a abajo helio, neón, argón, criptón, xenón,  radón. Hoy sabemos que lo que en realidad tienen en común estos elementos es el hecho de poseer una capa completa de electrones (dos en el caso del helio y ocho en el caso de todos los demás). Plenitud ésta en la que reside su estabilidad.

Sin embargo en el electrón residirá también paradójicamente la prueba de de que la  "nobleza" de tales elementos es muy relativa, la prueba de que su aristocrática inercia no es más que apariencia. Pues, en efecto, cuando se fuerzan las condiciones resulta que no hay nobleza indomable...precisamente como consecuencia de que el electrón se niega a la menor oportunidad a contribuir a la inercia. El proceso para mostrar tal hecho fue complejo, pero en 1932 Linus Pauling, químico americano, observó que los electrones podían exiliarse de su base, cualquiera que fuera el elemento y, en consecuencia, que también los gases inertes, como  los demás elementos, podían formar compuestos

                            

Desde que fuera llamado electrón por Stoney pasaron aun años antes de que, en 1903, Millikan acabara estableciendo que su carga eléctrica negativa es de coulombs. Asimismo en ese arranque de siglo Thompson y Lennard se complementaron para poner de relieve el sorprendente efecto conocido como foto-eléctrico y que, en síntesis consiste en lo siguiente:

Proyectando sobre una placa metálica radiaciones luminosas de una misma frecuencia, se desprenden de la misma, partículas con carga negativa, coincidentes con los electrones de los rayos catódicos. El número de electrones efectivamente desprendidos aumentará, como era de esperar, si la intensidad de la luz emitida es mayor, mas  contrariamente a lo también esperado...la energía vehiculada por tales electrones no cambiaba respecto a la que procuraba la luz tenue. Capítulo fundamental de esta aventura es el hecho de que, en 1905, Einstein viniera a resolver el misterio... al precio de sacrificar (parcialmente al menos) el carácter de fenómeno ondulatorio de la luz. Convendrá ver el asunto con algo más de detalle.

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3 de marzo de 2010
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El Boomeran(g)
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