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Fama y aplausos

Durante más de una década, la esquina de Infanta y Manglar mostró la mole inacabada de un edificio de veinte plantas. Su terminación se había quedado varada con la llegada del Período Especial y el fin de aquel concepto constructivo llamado ?microbrigada?. Los que comenzaron levantando los cimientos con la ilusión de obtener un apartamento en el espigado inmueble, rabiaron de impotencia cuando se les anunció que no se podía continuar su construcción. Habían entregado años de sus vida a levantar las paredes y de pronto la ansiada casa se les escapaba con la misma celeridad que los técnicos soviéticos abordaban los aviones de regreso a su patria. Con sus veinte pisos incompletos y aún rodeada de restos de materiales constructivos, la edificación pasó a ser una de esas ruinas nuevas que desdoran nuestra ciudad. Los enormes problemas habitacionales hicieron que muchos planificaran ocuparla ilegalmente, con tal de no seguir en el albergue para damnificados de algún remoto ciclón. Sin embargo, el sitio estaba bien custodiado pues en alguna oficina ya se cocía un plan para reabrir la obra y otorgar sus apartamentos. Los vecinos vieron retornar las grúas, los camiones con cemento y a unos constructores que no residirían allí después de la inauguración. En lugar de los primigenios microbrigadistas, los propietarios serían seleccionados por sus méritos políticos, artísticos o periodísticos. Todos entendimos de qué se trataba: el edificio de Infanta y Manglar sería entregado a los más fieles. En medio de la campaña por traer a Elián González de regreso a Cuba, se destacaron algunas voces que inmediatamente vieron compensado su entusiasmo con la llave de una nueva vivienda. La picardía popular bautizó al finalmente terminado edificio del Cerro, como Fama y Aplausos ?en alusión a un programa televisivo? pues empezó a llenarse de cantantes, directores de cine, caricaturistas, ministros, reporteros y actores. Participar en la Batalla de Ideas* ya tenía un resultado concreto, poder disfrutar de un ventanal con vista al paupérrimo barrio de San Martín. A muchos, el obtener finalmente una vivienda propia los hizo comprometerse aún más con el discurso oficial y su proyección pública aumentó unos grados en la incondicionalidad. Abajo, el iluminado parqueo se llenó rápidamente de modernos autos que venían a completar la ya sustanciosa prebenda. Los ojos que atisban en las humildes viviendas colindantes siguen sorprendidos de que el ruinoso edificio de antaño sea esta mole, recién pintada y de cristales sensibles al sol, con rostros famosos asomados en cada ventana. ?         *La llamada Batalla de Ideas fue una vuelta de tuerca en la propaganda ideológica que arrancó con el caso Elián González y feneció ?sin que la prensa oficial lo anunciara? hace ya un par de años. Consumió enormes recursos económicos en movilizar a los participantes de las Tribunas Abiertas, confeccionar pullovers con consignas políticas y organizar marchas de reafirmación revolucionaria.

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2 de abril de 2010
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Merkel ensimismada

Alemania ha dejado de ser el país más europeísta de la Unión Europea. Se veía venir. La decepción ante las reiteradas dificultades con que la UE ha ido tropezando en la última década hacía temer esta reacción. Si hay un país donde se venía apostando por la unión política, éste era Alemania, país profundamente federal donde no repugnaba la idea de ceder soberanía a una Europa que se convertiría algún día en unos Estados unidos europeos. Hasta que, amputada por todos los lados, se ha convertido en una quimera muerta, momento en que los alemanes han optado por el repliegue en los intereses nacionales.

Después de ceder el marco alemán para dar luz al euro y el lugar privilegiado que tenía el Bundesbank a favor del Banco Central Europeo, Alemania no ha interpuesto obstáculo alguno a los sucesivos avances en la construcción europea, al contrario. Francia, la otra pieza del motor franco-alemán, en cambio, los ha sometido a consulta en dos ocasiones, la última con el resultado de retrasar cinco años la aprobación del Tratado de Lisboa. Reino Unido, como estaba escrito en el guión, ha actuado de freno permanente, a pesar de que Tony Blair prometió que situaría a su país en el centro de Europa y entraría en el euro tras un referéndum. Son políticos alemanes quienes han realizado las aportaciones más prácticas y audaces para reforzar la unión política, formuladas la primera en 1994, en un documento del actual ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, y el ex diputado cristiano demócrata Karl Lamers, y la segunda en una conferencia del ex ministro de Exteriores Joschka Fischer en la Universidad Humboldt de Berlín en 2000. En ambas se contemplaba la posibilidad de que los países que quisieran avanzar pudieran hacerlo sin que los otros pudieran frenarlo: lo contrario de lo que ha venido sucediendo. Ahora no hay unión política, no hay gobierno económico, son evidentes los frenos a las políticas de defensa, y no hay voluntad política de impulsar que Europa actúe en el mundo con una sola voz y una sola visión, como revelan la escasa ambición de los últimos nombramientos de los más altos responsables europeos. En estas condiciones se ha producido la crisis griega, con una canciller como Angela Merkel formada en la Alemania comunista, y perteneciente a una generación y una cultura ajenas a los entusiasmos de los 80, de donde salieron el mercado único y el euro. Sin la compañía de los socialdemócratas en el Gobierno, se han activado en ella los reflejos provincianos y euroescépticos que caracterizan a casi todos los políticos del Este de Europa, fruto de una dolorosa experiencia con la Unión Soviética, que se traslada injusta y miméticamente a la UE. Está, además, condicionada por las próximas elecciones en Renania-Westfalia, el 9 de mayo, en las que se juega la mayoría en el Senado, el margen de maniobra de su Gobierno y en cierta forma el destino de su coalición. Se halla presionada también por los liberales del FDP para que cumpla el compromiso electoral de rebajar los impuestos. Tiene a la opinión pública preparada para lanzarse sobre ella: no tiene pase sufragar a los griegos su gasto público cuando los alemanes lo están recortando. Así es como Merkel, por primera vez y rompiendo la tradición europeísta de todos sus predecesores, se ha convertido en la voz disonante y reticente ante el inevitable paso hacia alguna forma de gobierno económico europeo, que exige la estabilidad e incluso la supervivencia del euro en mitad de la devastadora crisis económica que ha sacudido el planeta. La canciller impuso todas sus condiciones en el último Consejo Europeo donde se trató del caso griego, de forma que el mecanismo de ayuda aprobado sólo se activará en caso de extrema necesidad, arrancará con la aportación de un tercio del FMI, y sólo después entrarán los países socios del eurogrupo, con los dos tercios restantes, mediante préstamos bilaterales. Pero lo decidirán por unanimidad, de forma que podrán reconsiderar la decisión en cualquier momento. Ha sido una solución europea, pero más formalmente que de contenido. Lo es porque la han tomado los europeos, pero los instrumentos son los más alejados posible de las instituciones europeas. Es una Europa por defecto. Que toma decisiones minimalistas y en el último momento. Con un mecanismo preventivo, como el arma nuclear, pensado para no tener que usarlo, eficaz en los primeros días, pero cuya futura capacidad disuasoria es dudosa. El contexto explica muchas cosas. Europa, en plena crisis económica, sigue virando hacia el populismo derechista. Sus instituciones no arrancan. Apenas cuenta en la mesa del póker mundial. El país central, con mayor peso demográfico, económico y geográfico, se halla ocupado en sus cosas. Y a su canciller, la figura política europea más fiable de su generación, sólo le interesa la política alemana y las próximas elecciones regionales. Ensimismada, al igual que todos los otros dirigentes de la UE.

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1 de abril de 2010
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Liberación

Esta no es la crónica de una mujer que logra escaparse del esposo abusador ni la historia del adolescente que se les escurre a unos padres autoritarios. El título refiere a otro proceso de emancipación, a ese permiso ?engorroso y feudal? que deben pedir los doctores, enfermeras y farmacéuticos para viajar fuera de esta Isla. Bajo el significativo nombre de ?liberación?, existe un procedimiento obligatorio que los trabajadores de Salud Pública deben cumplimentar ya sea para una salida temporal o definitiva. En el expediente del posible viajero se incluye si éste posee casa o auto propios, pues el Estado los confiscará si no vuelve antes de los 11 meses. El trámite pasa por numerosos niveles de autorización que pueden demorar un año o una década. Muchos nunca reciben respuesta. Mario atendía a los pacientes en una consulta especializada y comenzó a ser mirado como un desertor cuando anunció el deseo de reunificarse con su familia al otro lado del mar. De inmediato lo castigaron a ocupar una plaza de médico general en un cuerpo de guardia bien alejado de su casa. Le recordaban cada día que aquel título que colgaba de una pared de su sala se lo había dado esa Revolución que ahora él traicionaba. Tragando en seco soporto cinco años de coser puñaladas e indagar por ese salvoconducto ?para abandonar el país? que el ministro de su ramo aún no le había firmado. ?Tenemos muchos casos, no damos abasto? le repetía la secretaria y su esposa exiliada rompía a llorar por la línea telefónica, cuando él se lo contaba. Sus hijos, mientras tanto, crecían sin padre en algún lugar distante. En medio de la impotencia, Mario llegó a reprocharle a su mamá el haberlo aupado a estudiar medicina. ?Por qué no me advertiste?, le gritó una tarde en que ya no pudo más con aquella bata blanca que se había convertido en su grillete. Para cuando le permitieron abordar el avión, un círculo de calvicie se delineaba en el centro de su cabeza y un tic nervioso se había apoderado de sus manos. A quien le dieron la bienvenida en un aeropuerto lejano, no fue al emprendedor ortopédico de años atrás, sino a alguien decidido a separarse de los hospitales. El angustioso proceso de ?liberación? le había quitado los deseos de arreglar una rodilla o corregir un tobillo; no dejaba de pensar que aquella profesión lo había separado de su familia.

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1 de abril de 2010
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Cuando los científicos añoran el mundo que socavan

Ya he tenido ocasión de señalar que los científicos Los científicos en general,  no dejan de ofrecer resistencia, al menos psicológica, a la aceptación de estas perspectivas subversivas. Citaba la frase de John Bell en una entrevista, realizada pocos años antes de su muerte  sobre las implicaciones filosóficas de su trabajo el físico John Bell:

 « Desearíamos poder tener un punto de vista realista sobre el mundo, hablar del mundo como si realmente estuviera ahí cuando no es observado. Yo ciertamente creo en un mundo que estaba ahí antes de mí, y que seguirá estando ahí después de mí, y creo que usted forma parte de ese mundo. Y creo que la mayoría de los físicos adoptan este punto de vista cuando se los pone contra la pared (when they are being  pushed into a corner )"

 Decía que había en esta declaración como un aspecto emotivo. John Bell tiene por así decirlo añoranza de una representación del mundo físico que su propia teoría está contribuyendo a hacer inviable; nostalgia en suma que sería regido por esos principios que Einstein consideraba irrenunciables, pese a que él mismo había dado los primeros pasos que llevarían a ponerlos en entredicho.

Al respecto en el artículo del equipo dirigido por Miguel Ferrero, al que varias veces me he referido aquí,  se cita esta impresionante declaración de Einstein:

 "If one asks what, irrespective of quantum mechanics, is characteristic of the world of ideas of physics, one is first of all struck by the following: the concepts of physics relate to a real outside world, that is, ideas are established relating to things such as bodies, fields, etc., which claim a "real existence" that is independent of the perceiving subject [...]".

Los autores citan asimismo la reivindicación por Einstein del principio de individuación, vinculado a la localidad y a la existencia independiente:

"It is further characteristic of these physical objects that they are thoughtless arranged in a space-time continuum. An essential aspect of this arrangement of things in physics is that they may claim, at a certain time, to an existence independent of one another, provided these objects ‘are situated in different parts of space'. Unless one makes this kind of assumption about the independence of the existence of objects which are far apart from one another in space [...].physical thinking in the familiar sense would not be possible [...]". Einstein's paragraph finishes stating that: "The following idea characterizes the relative independence of objects far apart in space (A and B): external influence on A has no direct influence on B; this is known as the "principle of locality" [...]. If this axiom were to be [...] abolished [...] the postulation of laws which can be checked empirically in the accepted sense, would become impossible"[1]


[1] The Born-Einstein Letters (1971). (Macmillan, London). pp. 170-171

Ya he tenido ocasión de citar también las palabras de Alain Aspect, el físico que, al completar en el plano experimental el teorema de Bell, contribuyó  a que éste tenga el enorme peso ontológico y epistemológico que se le confiere: "estoy convencido de que  el físico elige hacer física por que piensa que el mundo es inteligible. Creo que el físico, a priori, cuando  imagina su vida de físico se ve como  alguien exterior que va a abrir el reloj para ver lo que pasa en el interior. Creo que, más que nadie, el físico tiene esta creencia ingenua, espontánea, de que existe un mundo independiente de él y que su papel es de descubrir la manera como funciona este mundo...el ideal en principio es que el mundo funciona y se halla ahí aunque el observador no se encuentre."

                                                                     

 

  

 

 

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31 de marzo de 2010
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Camino a ninguna parte

Italia siempre ha sido el laboratorio. Sus elecciones regionales, celebradas entre el domingo y el lunes, son más significativas que las francesas, que tuvieron lugar el anterior fin de semana. En ambos países juegan un papel similar este tipo de comicios: son unas elecciones de mitad de legislatura y por tanto una oportunidad para castigar al Gobierno. Berlusconi temía que pudiera sufrir una desautorización como la que le propinaron los franceses a Sarkozy y para evitarlo ha centrado toda su atención en evitar la campaña y adormecer la participación y el voto, gracias como siempre a su poder mediático y a su control sobre todos los resortes del Estado.

Y lo ha conseguido, arrebatando dos regiones a la izquierda e igualándola en voto: el castigo a su desgobierno no ha funcionado, a costa sobre todo de la participación más baja de la historia. Pero lo más significativo de su victoria es que no es suya sino del auténtico motor en estos momentos de la derecha italiana, que es la Lega de Umberto Bossi, cuyo nombre completo, no hay que olvidarlo, es Lega Nord per la Independenza de la Padania. ¿Y qué nos dice el laboratorio con sus experimentos? En primer lugar, que la izquierda se halla en un retroceso sin remedio, a pesar del respiro francés producto más de la catástrofe sarkozyana que de los méritos socialistas. Que los partidos que están sustituyendo el voto más popular son los que hablan el lenguaje de la antipolítica: la insolidaridad, la exclusión, la xenofobia o a veces directamente el racismo. Que Italia va un paso más adelante y algo más deprisa hacia donde va toda Europa, disgregada en localismos volcados sobre sí mismos, en intereses cortoplacistas y neuras familiares e íntimas. Para la Lega los resultados de estas elecciones son espléndidos, porque el separatismo nordista empieza a enraizarse en toda Italia y se ha convertido en el auténtico corazón de la derecha, mejor organizado y más militante que el partido televisual y velinesco de Berlusconi. Para Il Cavaliere tampoco está nada mal porque le permite pensar en las reformas constitucionales que le conviertan en un presidente de la República de poderes ampliados. El camino que está abriendo Italia es pésimo para Europa y para los europeos: Bossi ama a Europa tanto como a Italia, quisiera verlas ambas hundidas; y Berlusconi sólo se ama a sí mismo y le importa un bledo lo que suceda con Italia y con Europa al día siguiente de haber colmado sus ambiciones de poder económico y personal.

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31 de marzo de 2010
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¿Yo me muero como viví?

Foto tomada de eldia.es Me costó esfuerzo convencer a mis amigas del preuniversitario que me dejaran escuchar en sus grabadoras rusas algunas canciones de Silvio Rodríguez. Nací en un barrio que vibraba al ritmo de la salsa, la rumba y el guaguancó, donde las imágenes poéticas de este cantautor no eran muy bien recibidas. Sólo podía alcanzar a escuchar un trozo de Ojalá antes que viniera una de ellas a cambiar el casete y poner un tema de los Van Van o de NG la Banda. Los medios oficiales, sin embargo, sí que transmitían constantemente ?El unicornio azul? y se especulaba si detrás de la metáfora se encontraba una mujer o un jeans robado de la tendedera. Justo en el momento en que empezaba a emocionarme con las composiciones de este trovador, todo se derrumbó alrededor mío. Llegó la crisis, los golpes respondieron a la desesperación del Maleconazo y los balseros zarpaban del trozo de mar que se veía desde mi persiana. Chocaba que tantos quisieran largarse, mientras Silvio seguía cantando aquello de ?vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre en esta tierra y en este instante?. Aún así, algo me dejaron los temas del juglar de San Antonio, especialmente aquellos que tocaban fibras personales pues los de corte social y político me resultaban demodé. Después llegó la universidad y apareció en su voz  la canción ?El Necio? y con ella terminé por identificarlo con el sistema, el gobierno, el status quo, ?la cosa?, en fin, el grupo en el poder. Sólo hoy he podido leer las declaraciones completas hechas por el autor de “Por quien merece amor”. La prensa oficial las solapó, pero rebotaron en los medios extranjeros para finalmente llegar hasta nosotros. Sus palabras parecen negar aquel estribillo de ?yo me muero como viví?, donde anunciaba su renuencia a aceptar los cambios que los cubanos estamos pidiendo a gritos desde hace décadas. Se le escucha ahora con ese nivel de crítica que trae el desencanto, pero con el sigilo del que tiene demasiado que perder si declara todas sus opiniones sobre el desastre nacional. Sabe que ante nuestros ojos él es ?un hombre de ellos?, triste encasillamiento para un trovador que en sus inicios rasgó las cuerdas de la indocilidad. Durante el lanzamiento de su último disco, Silvio aventuró un juego lingüístico para superar “la erre de revolución? y que primara en su lugar “la evolución”. Como en lugar de excluir a un nuevo inconforme es mejor acogerlo en el bando de los que clamamos aperturas, voy a seguirle la rima y eliminaré la incómoda letra que da entrada a ?represión?. Con cierta ligera metamorfosis este vocablo y todo lo que le cuelga podría mutar hacia el de ?expresión? libre, que estamos tan necesitados de utilizar. Una ?r? muy sonora ?instalada en el nombre de quien nos gobierna? también debe salir de escena y dar paso, cuanto antes, a otras consonantes de nuestro plural abecedario.

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30 de marzo de 2010
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Giacometti y la gitana

Las noticias que nos transmiten los medios de comunicación, aun las dedicadas a hechos recientes, son fósiles sobre los que se abate un tiempo geológico. Si leemos en el periódico que un muchacho "ha sido herido en la franja de Gaza" nuestra recepción de la verdadera historia que encierra este hecho es emotivamente tan superficial como la punta del iceberg respecto a la montaña sumergida. Una noticia es una historia disecada, empaquetada, contada en láminas tan finas que fácilmente resbalan por la conciencia del receptor, acostumbrado a consumir diariamente decenas de informaciones que tratan de una realidad adelgazada al máximo para ser convertida en producto de comunicación.

El otro día leí que una escultura de Giacometti se había vendido por 74 millones de euros, la obra de arte más cara jamás subastada. ¡Qué gran noticia y qué historia tan pobre! Apenas quedaba rastro alguno del primer impulso que había rodeado la construcción de El hombre que camina I por parte de Giacometti. Ni el lector esforzado aspira a la captura de una emoción, que no sea puramente mercantil, en aquellos párrafos en los que, entre una danza de millones, el escultor suizo y Picasso compiten como caballos de carreras en busca del mayor premio monetario.

El mismo día, el periódico traía una noticia relacionada con el arte de mayores posibilidades para el lector imaginativo: la compra por parte del MNAC del cuadro de Marià Fortuny Carmen Bastián. Se indicaba que la obra era "eróticamente transgresora", ya que la gitana adolescente aparecía con la falda arrebujada en el regazo, de manera que su sexo quedaba al descubierto. Se añadían datos sobre la muchacha: tenía 15 años cuando fue modelo de Fortuny en su Granada natal y, al parecer, se suicidó bajo la presión de su familia.

La noticia, el fósil, no daba para más, pero permitía levantar el vuelo de la imaginación hacia la historia. ¿Qué sintió Fortuny, dos años antes de morir, ante ese cuerpo desnudo y esa mirada sombría y enigmática? ¿Qué sintió Carmen Bastián, también destinada a morir pronto, exhibiendo su desnudez ante el pintor? Lo que sintieron no lo encontraremos recogido en ninguna noticia.

El País, 13/02/2010

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30 de marzo de 2010
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Pasiones y miserias

 

Lo sublime es vecino del kitsch. Lo más emocionante, profundo y luminoso se puede encontrar al lado de lo ordinario, soez y oscuro. He estado dos días en Cuenca. Dos días del principio de eso que llaman los católicos Semana Santa. Siempre que puedo me escapo por dos o tres razones. La música, la ciudad y su misterioso paisaje y las gentes. También está la barra de "La Ponderosa" y algunas otras paradas paganas y festivas.

El viernes comenzó la Semana de Música Religiosa- una de las excusas para acercarse a la ciudad mejor colgada desde hace más de cuarenta años- con una de las obras mayores de la música. La "gran misa católica" de Juan Sebastián Bach, un compositor luterano, gran comilón y muy aficionado al sexo en familia. Una misa de la que gozamos los que no somos ni católicos, ni luteranos. Una misa abierta para los que quieran entrar. El gran barroco, musicólogo, poeta y Cubano que no tuvo que soportar el castrismo, el escritor Alejo Carpentier en "La consagración de la primavera", escribió :"...y sobre todo, la Misa en si de Juan Sebastián Bach, cuyo segundo kirie es acaso, para mí, una de las pocas cosas en el mundo que puedan merecer totalmente el peligroso calificativo de sublime". Yo soy más concesivo, también me parecen sublime otras partes, "credo" incluido.

Así con el coro "The sixteen", maravillosos interpretes polifónicos ingleses, dirigidos por su fundador Harry Cristophers, comenzó la semana de música. Estuvo bastante bien, mejor en los coros que en el canto individual. Después de la misa nos fuimos a los pecados. A la mañana siguiente, Domingo de Ramos, ¡y yo sin estrenar ni unos calcetines!, volvimos a la iglesia. A la maravillosa iglesia de la Merced. En una plaza que es la perfecta contradicción, el enfrenamiento ancestral, la misma plaza por dónde vivieron judíos, moros y cristianos no domesticados de la ciudad. La plaza dónde conviven los recuerdos del antiguo seminario- cerrado por crisis de vocaciones- y el renovado museo de la ciencia. Las sombras y las luces. Una inquietante pareja. Salimos de nuestra segunda misa cantada, de las letanías, de las salves y las rosas místicas que también se compusieron para la Virgen en la Nueva España. Era el conjunto Ars Longa, cubanos, jóvenes y llenos de gracia y pasión musical. Otro placer para los sentidos, para los oídos. Lo malo, como con la misa de Bach, es traducir o entender lo que están cantando. Todo, casi todo, sometimiento y mentira. Valle de lágrimas, virgos potentísimos, vírgenes prudentísimas, corderos que quitan los pecados, resurrecciones de muertos, dioses solos, hombres temerosos, culpables, afligidos, sometidos, humillados, engañados. ¡Qué hermosas músicas para poner paganas letras!

A la salida, el feísmo. La plaza Mayor tomada por fanáticos con palmas, con gritos de "¡Jesús, Jesús, Jesús!", como el que grita Maradona, Franco o Miguel Bosé. Entre el esperpento y el disparate. Después del paso de las imágenes en burro, de las vírgenes llenas de oro y brillantes, llega el momento de la expansión. Y todos se ponen a la cerveza, a los vinos, a los panes y a los corderos, asados. Por supuesto.

Mañana tengo que hablar de Jesús, los cristianos y los otros. Me voy a Segovia que también hay sacrificios, procesiones, sombras y luces. ¡Que país, Miquelarena!

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30 de marzo de 2010
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La noche de los tiempos

Recientemente terminé de tomar unas notas sobre La Noche de los Tiempos, la más reciente novela de Antonio Muñoz Molina, porque en muchos sentidos me hizo pensar en mi (otro) país, asolado durante una década por el terrorismo de Sendero Luminoso: todo tan reciente y al mismo tiempo tan lejano para un país con una población demasiado joven que nos condena a no tener memoria, a portarnos como esos desdichados casos psiquiátricos de quienes olvidan casi de inmediato sus experiencias más recientes y parecen despertar una y otra en un presente primordial y sin culpas ni alertas... bueno, a lo que iba:

La Noche de los Tiempos es una novela de plena madurez en la que el autor no hace ninguna concesión al lector, pues son casi mil páginas densas, que nos mantienen en estado de alerta, que nos obligan a leer con cuidado y esmero, con la misma atención que pone el narrador omnisciente y que de vez en cuando se descubre intencionalmente como un trasunto del propio Muñoz Molina, que reflexiona y se empeña en mirar el pasado con dolorosa lucidez. Podría pensarse que se trata de una novela más acerca de la guerra civil española, y creo que no es así. Como toda novela exigente, sus primeros tramos son escarpados y requieren de nuestros cinco sentidos para ver con nitidez al arquitecto Ignacio Abel sufriendo las penurias del viaje que lo llevará  a Estados Unidos, vejado, mimetizado entre los más pobres e infelices de cuantos escapaban de la España pre bélica, recordando y retrotrayéndonos  al Madrid de pocos meses antes de la guerra, cuando vivía una relación intensa -no parece caber aquí el término «aventura»¾ con Judith Biely, joven norteamericana que, como mucha gente de su generación, se encuentra en Europa haciendo su viaje iniciático cultural. Y en medio de la obnubilación del amor, el arquitecto de origen humilde, bien situado, casado y con dos hijos, con carnet de UGT y de ideas más bien modernas, se ve atrapado -como tantos- en medio de una guerra que muy pronto deja de tener sentido, justificación, un resto de ese heroísmo que ingenuamente creemos debe poseer una acción bélica, la justificada y dolorosa sangre que se derrama para lograr un mundo mejor. No hay nada de eso, como no hay buenos ni malos: sólo abyección, cobardía, un festín de vísceras y el odio larvado para al menos tres generaciones más, como bien sabemos. En ese sentido, La Noche... es además una novela valiente o si se quiere, incómoda. Porque no es victimista ni edulcora la realidad. Porque nos dice lo que todos decimos una y otra vez pero no conocemos de verdad: en una guerra nunca hay ganadores, sólo vencidos.  Y a veces la literatura describe más crudamente la realidad que la propia historia, a tal punto que «preferimos» creerle a la ficción.  Cuidado.

 

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30 de marzo de 2010
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El Vaticano, bajo asedio

La crisis política ha llegado hasta el Vaticano. E incluso hasta los aposentos papales. Como suele suceder en las crisis políticas serias, con acompañamiento de tormentas y riadas de barro. No es para menos. Afecta a la institución que se considera más sólida y perenne de la historia, una institución que reta a cualquier poder de este mundo en términos de eternidad y santidad. Hay mucha literatura, desde tiempos medievales, sobre monjes libidinosos y curas que aprovechan su poder para obtener favores sexuales de sus feligreses. También la hay, científica y novelística, sobre la promiscuidad homosexual en las instituciones de educación de niños y jóvenes. Pero a pesar de los abundantes conocimientos de la materia que nos da el caudal de la cultura popular, es extremadamente escandalizador que las instituciones a las que las familias católicas han confiado sus hijos hayan permitido, primero, que algunos de sus sacerdotes esclavizaran sexualmente a los jóvenes y, luego, hayan encubierto estos delitos en vez de denunciarlos ante la policía y los tribunales.

Tienen razón quienes argumentan estadísticas en mano para demostrar que no hay más pederastas y abusadores entre los curas que entre los ciudadanos de a pie en general. También la tienen, y eso lo demuestran otros casos de reciente descubrimiento, que se producen en instituciones juveniles no religiosas con la misma frecuencia que en las religiosas (probablemente todo el debate sobre el celibato sólo muy indirectamente puede tener alguna relación). Pero no tienen en cuenta que no se trata de una cuestión cuantitativa: no es el número de curas pederastas católicos lo que causa alarma, sino el número de casos de encubrimiento sistemático por parte de las autoridades eclesiales que acompañan estos casos. En este punto está la sutil y a la vez grave diferencia. El tratamiento que la Iglesia Católica ha venido dando hasta ahora a este tipo de casos es el de lavar la ropa sucia en casa. Todos los que se están destapando estos días tienen en común que los superiores de los curas delincuentes no atendieron a las denuncias primero y luego cuando fueron denunciados o denunciados ante la jurisdicción civil correspondiente se convirtieron en sus encubridores. Esta actitud no es meramente individual, sino que responde a la organización institucional de la Iglesia como poder estatal con jurisdicción penal propia y extraterritorialidad. Los crímenes que cometieron sus ministros podían ser juzgados en secreto y sometidos a penas eclesiales, pero nada se establecía en los cánones que obligara a entregarlos a la justicia civil del país donde se habían cometido los delitos. Probablemente ha sido la vigorosa actitud del actual Papa, Benedicto XVI, ya cuando era el máximo responsable del antiguo Santo Oficio, actual Congregación para la Doctrina de la Fe, la que ha conducido al desvelamiento en cascada de tantos escándalos. En la misma dirección de intransigencia hacia quienes han cometido estos crímenes ha actuado con su carta a los irlandeses. Pero el problema de Benedicto XVI es que existen todos los indicios de que cuando tenía responsabilidades episcopales se comportó de la misma manera que los otros obispos, mirando hacia otro lado y evitando la denuncia y la separación de los delincuentes. Lo mismo hizo en el caso del Padre Murphy de Wisconsin. La incoherencia y debilidad de unos y la hipocresía y la impiedad de otros conducen ahora a buscar los culpables en el anticlericalismo y en supuestas campañas anticatólicas, evitando así un examen minucioso de las propias responsabilidades. Es muy fácil culpar a la prensa anglosajona, a los ateos comecuras y a los abogados de Manhattan que defienden a las víctimas. Todo este debate ha generado uno de los más chistosos sofismas de los últimos tiempos. La culpa de la perversión de estos sacerdotes, una vez más, sería de la izquierda relativista y de Mayo del 68, emblemas donde los haya de un libertinaje y de una permisividad de la que no han podido sustraerse los pobres curas católicos. Para responder al argumento basta con observar como las figuras cardenalicias y papales del Renacimiento, quizás el momento de mayor fulgor y poder de la Iglesia católica, cargados de hijos y amantes, estupradores a veces de sus propios hijos, se han reproducido en la desenfrenada actividad sexual del fundador de los Legionarios de Cristo, el Padre Marcial Maciel. Fijémonos que estas actitudes de depredadores sexuales y destructores de jóvenes no las encontramos en los pobres curas y monjas de barrio, que atienden a pobres, ancianos, enfermos e inmigrantes, sino en los hombres de poder, en cínicos machos poderosos con sotana que abusan de su situación privilegiada y destrozan las vidas de quienes les rodean y les atienden con la seguridad de que la omertà de sus iguales y la institución en la que hacen carrera y a la que aportan dinero y feligreses les protegerán de inquisiciones ajenas. El Vaticano está bajo asedio, ciertamente, pero quien le asedian son sus propios pecados.

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30 de marzo de 2010
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