Skip to main content
Escrito por

Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

Blogs de autor

Sobre manipulaciones y engaños

A nadie le gusta que lo manipulen. (A nadie que no sea norteamericano, quiero decir.) ¿O no detestamos, por norma, a quienes tratan de obtener una respuesta mediante malas artes, apelando a nuestra ignorancia, nuestras emociones, nuestros miedos? Odiamos a los jefes manipuladores, a los compañeros de trabajo manipuladores, a las madres manipuladoras, a los políticos (no uso aquí el adjetivo para no redundar), a los amigos manipuladores, ¡y qué decir de nuestras parejas cuando pretenden manejarnos!

Pero esto es en la vida real, claro. Cuando consumo ficción, adoro que me manipulen.

El lunes pasado empezaron a emitirse en América Latina las nuevas temporadas de las series Lost y 24. De arranque me pusieron nervioso por el simple hecho de emitirse a la misma hora del mismo día. ¿Cuál veo en directo? ¿Cuál grabo? ¡Ya estaban alterando mi vida incluso antes de estrenarse!

Por lo demás, la perspectiva es tan sólo placentera: serán varios meses de someterme a la deliciosa tortura de no saber nunca qué ocurrirá, quién vivirá, quién morirá y quién revelará ser algo distinto de lo que simulaba. Los mundos descriptos por Lost y 24 son universos en los que nada es lo que parece, y donde las reglas de juego se modifican constantemente. Y dado que están resueltas con endemoniada habilidad, uno se entrega por completo a su juego. La ficción entraña un pacto de confianza entre el autor y el lector, entre el autor y el espectador. Si aquel que nos presenta el juego lo hace con arte, aceptamos suspender nuestra incredulidad sin dudarlo un instante.

Esto ocurre con toda ficción, literaria o visual, sea el género que sea: adoramos meternos de lleno en la fantasía (¡aun cuando es realista!) que nos propone un creador talentoso. Por lo general lo hacemos ya sin darnos cuenta, es una segunda naturaleza para nosotros; nos desdoblamos para empezar a vivir en un universo hipotético durante algunas horas. Pero cuando se trata de series, libros o películas que juegan el juego de estar jugando el juego, como el mago que nos anticipa su truco, el placer se multiplica. Recuerdo mi primera visión de The Usual Suspects, mientras me preguntaba quién era Kayser Soze y a la vez me decía: ¡cómo estoy disfrutando de este misterio! Uno comprende que está siendo manipulado, pero a la vez descubre que la operación del engaño está siendo ejecutada con tanta elegancia que no puede sentir sino gozo.

¿Quién traicionó a Jack Bauer? ¿Qué demonios es esa isla? Adoro vivir en ascuas, pero insisto: tan sólo en la ficción. En este mundo tan digno de Matrix que nos ha tocado en suerte, donde los poderes han elevado la manipulación a la categoría de arte, se ha vuelto difícil percibir la diferencia entre lo ilusorio y lo real –en especial desde que se recurre con tanta frecuencia a una ilusión con el objetivo de modificar lo real–. ¿O no le debemos una guerra interminable, sangrienta e injusta a unas Armas de Destrucción Masiva que en realidad no existieron nunca, salvo en la imaginación de algunos funcionarios?

Leer más
profile avatar
17 de marzo de 2006
Blogs de autor

Al maestro, con cariño

Las vueltas de la vida. Me reencontré con Cecilia Roth en el Festival de Mar del Plata, y al preguntarle por su amiga Martha Olivera, a quien quiero entrañablemente, me dijo que estaba bien, pero luchando todavía para reponerse de la muerte de su hermano. Y así fue como me enteré de la muerte de Lucho Olivera.

El dibujante Lucho Olivera fue un ídolo para mí desde que yo era muy pequeño. Leía con fruición las historietas que dibujaba para las revistas de la Editorial Columba: D’Artagnan, El Tony, Fantasía… Ya me había seducido con su adaptación de Gilgamesh (he ahí una muestra de la cabeza de Lucho: ¿a quién más que a él podía ocurrírsele que la épica de Gilgamesh podía ser material para una historieta?), pero terminó de comprarme con la creación de su más grande personaje, Nippur de Lagash, que solía guionar su amigo de entonces Robin Wood. Nippur era El Errante, un sumerio cuya destreza en combate tan sólo era superada por su sabiduría en las cuestiones humanas. Nippur era todo lo que yo deseaba ser entonces, y lo que, para qué mentir, desearía ser aún hoy: alguien que, aun consciente de sus limitaciones, y a sabiendas de las terribles consecuencias que puede depararle en un mundo como el nuestro, ha decidido no ser otra cosa que un hombre decente. Nippur no se dejaba tentar por la gloria ni por el oro, y en cambio elegía apegarse a aquellas compañías que le hacían disfrutar de lo mejor del tránsito por esta existencia fugaz: la amistad, la inocencia, el honor, el amor verdadero.

Hablo de Nippur y siento que estoy hablando de Lucho.

Leí Nippur durante años, y todavía sigo leyendo las compilaciones que se editaron en la Argentina a comienzos de los años 80. Esos libros son biblias para mí, así como Nippur es uno de mis personajes favoritos de todos los tiempos y de todos los géneros, tan formador de mi carácter y de mi experiencia como los grandes personajes de los libros que amo: el Rey Arturo, Robin Hood, Ulises, Oliver Twist… Estoy convencido de que, de llegar a viejo, seguiré releyendo todavía esos capítulos que ya me sé de memoria.

Lucho murió el 11 de noviembre. Y yo, que reviso cotidianamente no menos de tres diarios argentinos, no me enteré jamás. Si la noticia salió publicada, debe haberlo hecho de forma tan escueta que se me pasó por alto. ¡Y desde entonces hasta ahora no me crucé con ningún homenaje! La vida puede ser cruel. Debemos ser centenares de miles los que crecimos leyendo las historietas de Lucho. Estoy seguro de que todos nosotros desearíamos que se lo celebrase ahora con los honores que merece alguien que nos hizo gozar tanto y que nos enseñó tanto. Esto no será un gran consuelo para Martha y el resto de sus amigos y familiares, pero les juro que las historias de Lucho seguirán viviendo en mí y en tantos otros durante mucho, mucho tiempo. Es duro que haya muerto ante el silencio del mundo, pero lo bueno es que tocó nuestros corazones; en este sentido, Lucho logró aquello a lo que aspiramos todos los artistas y tan sólo algunos obtienen.

Quizás el mejor de los homenajes posibles se lo dispensó la misma Martha. Cuando respondió el mail que le escribí, me contó que había publicado dos avisos fúnebres en el diario La Nación, uno a nombre suyo y otro “a nombre de Nippur, Gilgamesh y todos los demás”. No debe haber forma más gráfica de demostrar que aunque Lucho ya no esté, sus criaturas lo sobreviven y lo sobrevivirán por siempre.

Leer más
profile avatar
16 de marzo de 2006
Blogs de autor

Mujeres al borde de un ataque de genialidad

Tengo una amiga chilena que de tanto en tanto intenta enviarme algún comentario, y como el blog no la deja (“¡Tu blog me ignora!,” se titulaba su mensaje de ayer) opta por el expediente de enviarme un mail simple y sencillo. El comentario que había intentado enviarme había sido motivado por el texto de hace algunos días sobre las canciones que nos cuentan. En él, según refiere, me preguntaba por qué no había incluído a ninguna artista femenina. “¿Ninguna Laurie Anderson, o Tori Amos, o Kate Bush?,” protestaba, movida por la incontestable misoginia de mi Top Ten personal.

            En aquella ocasión establecí que se trataba de una lista personalísima, y por ende, en tanto subjetiva, alejada de cualquier pretensión de corrección política: cada uno tiene derecho a meter lo que quiere dentro de su Top Ten. Y además afirmaba que uno elige determinadas canciones no sólo por su valor puramente artístico, sino por la vinculación que tienen con nuestras historias personales. Son músicas que asociamos a momentos determinados, a emociones que nos resistimos a olvidar; por eso se trata de canciones que además de contar algo objetivo, nos cuentan también a quienes las amamos. Pero el comentario de mi amiga chilena (dicho sea de paso: ¡qué contento me pone la Bachelet!) me pareció una buena oportunidad para contar que ya llevo varios años comprando más música hecha por mujeres que por hombres. Las artistas más excitantes que he descubierto en los últimos años, y que por lo tanto suenan con más frecuencia en mi auto y en mi casa, son mayoritariamente femeninas.

            Hace ya mucho que no oigo nada de Laurie Anderson, pero para hacer justicia con mi amiga, sí disfruto con frecuencia de la música de Tori Amos y de Kate Bush. (No se pierdan su álbum nuevo, por favor, y tampoco dejen pasar el último de Fiona Apple.) Aimée Mann me parece brillante: una canción como Wise Up, que apareció en su momento tanto en la película Jerry Maguire como en Magnolia, es de esas que jamás está demasiado lejos de mis labios. P. J. Harvey viaja conmigo a todas partes, conduzca hacia donde conduzca. Bjork es otra elección obvia. Claro, también las hay más exóticas. Como Sam Phillips, que ostenta nombre de hombre pero es una cantautora deliciosa: tiene un disco llamado Martinis & Bikinis que ya destrocé de tanto escucharlo. Y Natacha Atlas, cuyo descubrimiento debo a mi amigo Pasqual, fotógrafo extraordinaire. La Atlas es un puente entre Oriente y el futuro, dos ideas que muchos quieren creer enfrentadas.

            También están las que uno escucha desde hace siglos y que jamás se dan por vencidas, como Rickie Lee Jones; su disco The Evening of My Best Day fue para mí uno de los mejores de 2003. Y Joni Mitchell, que en algún sentido es la madre de todas. Siento que debería hacer un esfuerzo para colar en mi Top Ten la versión de Both Sides, Now que Joni incluyó en un disco reciente, donde se acompaña con una orquesta que le hace justicia a una canción que es a su vez terrena y celestial. He contemplado al amor desde los dos lados, ahora / Desde el dar y desde el tomar, y aun así / Son las ilusiones del amor lo que recuerdo / Realmente no sé nada del amor, canta Joni. Y aún así, son sus canciones de amor lo que recuerdo.

            Hace ya algún tiempo que advertí que, sin habérmelo propuesto, me la pasaba escuchando música escrita y tocada y cantada por mujeres. Me sorprendió gratamente. Se me ocurrió que las cosas eran así, nomás: que ellas eran las artistas más conmovedoras de este tiempo.

            Después de lo cual volví a apretar play.

Leer más
profile avatar
15 de marzo de 2006
Blogs de autor

Un método irreprochable

Sería injusto describir la película El método tan sólo como una mirada a las estrategias, casi siempre crueles, que desarrollan las empresas multinacionales para escoger su personal. La selección del personal es apenas su excusa, lo que Hitchcock denominaría un McGuffin: el anzuelo narrativo que nos impulsa a iniciar el viaje. Una vez sentados a la mesa los siete candidatos que aspiran al puesto gerencial, lo que ocurre es una lucha de ribetes darwinianos durante la que todos, o casi todos, demuestran qué límites hasta entonces impensados cruzarán con tal de imponerse.

Sexto largometraje de Marcelo Piñeyro, El método fue exhibida por primera vez en la Argentina el sábado pasado, en el marco del Festival de Cine de Mar del Plata en el que compite de manera oficial. Durante la función a sala llena, el público siguió con silencio reverente el proceso de eliminación digno de Eran diez indiecitos; y a pesar de lo claustrofóbico del relato (que transcurre por completo dentro de la empresa seleccionadora), disfrutó del lujo que entraña el juego entre unos actores admirables. Es una pena que el Festival de Mar del Plata no tenga una categoría que premie al mejor elenco, porque sin duda El método (protagonizada entre otros por Ernesto Alterio, Eduard Fernández, Najwa Nimri y Carmelo Gómez, que ya se llevó el Goya al actor de reparto) se lo ganaría en un instante.

El hecho de haber trabajado con Piñeyro (escribí los guiones de Plata Quemada y de Kamchatka) no me impide valorar públicamente lo que Marcelo ha aportado al cine argentino de los últimos años. Esa solidez narrativa que el público internacional asocia naturalmente al cine que hoy se hace aquí, era infrecuente antes de que Piñeyro abriese el fuego con Tango feroz. En este sentido, El método es una cima del método Piñeyro, porque demuestra cuánto y cuán bien puede narrarse, ¡cuánto cine puede hacerse!, con tan pocos elementos. Ocho actores, una mesa, sillas y un buen guión le bastan para revisar algunos aspectos insoslayables de la condición humana (la ambición, el miedo a la vejez, el rol de la mujer, el poder, el valor de los sueños, la violencia innata de la especie, los prejuicios de clase y de nacionalidad, el sexo, y así ad infinitum) en un relato que nunca deja de generar suspenso. En esencia, El método (que ya ha sido estrenada en España, y vista por más de 600.000 espectadores) es una historia de hombres y mujeres que, como en todas las películas de Piñeyro, atraviesan una situación límite con la intención de descubrir quiénes son en verdad –aunque la respuesta, como en este caso, no sea precisamente la que les habría gustado oír.

Leer más
profile avatar
14 de marzo de 2006
Blogs de autor

El festival de cine de Mar del Plata, emotivo y emocionante

Mar del Plata no es Cannes, pero su festival de cine depara emociones de las buenas. La ceremonia de apertura fue el jueves 9 por la noche, coronada por la proyección de la última locura de Werner Herzog, llamada The Wild Blue Yonder. El viernes 10 a mediodía fue el inicio de las llamadas "master classes", con dos figuras que, en efecto, sentaron cátedra: Tim Robbins y Susan Sarandon, que parafraseando al César, vinieron, vieron y vencieron. Fueron unas sesiones encantadoras, con Tim Robbins recordando sus inicios teatrales y sus dificultades para estrenar en los cines la adaptación de Embedded Live, la última -y muy política- incursión en los escenarios; su proyecto de filmar en breve como director una nueva adaptación de 1984, el clásico orwelliano, en un mundo ya no evidentemente totalitario sino idéntico al actual, en que el Gran Hermano es tan sólo una instancia de autocensura dentro de la cabeza de cada hombre y de cada mujer; de su experiencia con Clint Eastwood durante el rodaje de Río Místico ("Es un maestro zen. ¡Hace tan sólo una toma por cada escena, así que más vale ir preparado al set!") y de la forma en que el gobierno de Bush, al que define como "el peor en toda la historia de los Estados Unidos", es en su ceguera un aliciente para todo tipo de creación artística.

Su esposa, la actriz Susan Sarandon, derramó carisma, lucidez y buen humor sobre los centenares de personas que colmaban la sala del Hotel Hermitage. Explicó por qué vive en Nueva York y no en la obvia Los Angeles ("Me gusta caminar. Me gusta que mis hijos vayan a escuelas normales con personas normales. Y me gusta ir al supermercado sin maquillar y vistiendo pantalones de gimnasia. Si fuese así a un supermercado en Los Angeles, sin duda alguna perdería muchos trabajos") y se explayó sobre la falta de información que existe en los Estados Unidos respecto del resto del mundo en general, y de América Latina en particular. (Tim Robbins también dijo algo espectacular al respecto: "Nosotros nos enteramos de noticias sobre ustedes no cuando luchan por una causa, sino cuando sufren motines"). Durante su breve estadía en la Argentina, que visitaban por primera vez, no dejaron de impresionar a nadie por su sencillez y por su deseo de conocer cómo se vive aquí. Para los cineastas argentinos, su insistencia en que el cine que se hace aquí llena los vacíos de la (des)información tan propia de los medios norteamericanos, fue un aliciente más en la tarea cotidiana.

Pero sin duda la nota más emotiva del viernes fue el homenaje a los veinte años de La Historia Oficial, el film de Luis Puenzo que obtuvo el Oscar a la Mejor Película Extranjera. Estaba Puenzo, por cierto, y Marcelo Piñeyro (hoy cineasta, pero por aquel entonces productor), y la guionista Aída Bortnik, y hasta la actriz que fue la niña en el film y que hoy tiene veinticuatro años. Pero también estaba Estela Carlotto, la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, una institución que en aquel momento colaboró cuanto pudo con la realización de la película. (De hecho, algunos de los álbumes que el personaje de Norma Aleandro revisa en el film, llenos de fotos de desaparecidos, son los álbumes reales que las Abuelas compilaban). Pero el momento más intenso fue aquel en el que se reveló que entre los asistentes al homenaje estaba la abuela del nieto recuperado número 82, para más datos oriundo de esta ciudad, Mar del Plata. La emoción fue tan grande, que Luis Puenzo ya no pudo hablar. Y los que también nos quedamos en silencio, con la garganta hecha un nudo, recordamos entonces las palabras de Tim Robbins y pensamos cuántas veces, incluso dentro de nuestro propio país, el cine nos mostró aquello que el poder y que la prensa se empeñaban en tapar.

Leer más
profile avatar
13 de marzo de 2006
Blogs de autor

En defensa de una causa perdida

Terminé de leer El primo Basilio, de Eca de Queirós, y me resultó inevitable pensar que el adulterio es uno de los temas más perdurables de la literatura. (La novela cuenta la traición de la joven y encantadora Luisa, que engaña a su marido con el primo del título, con las consecuencias funestas que son de imaginar.) Ya David es adúltero en el arranque del Antiguo Testamento, como lo es Helena en La Ilíada; desde los albores del relato escrito hasta la pasión homosexual de Brokeback Mountain, el arco del adulterio como tema es tan constante en la narrativa como inconstantes son los hombres. Lo cual remite al tema del matrimonio, que lo antecede en la experiencia: para que exista el adulterio, hombres y mujeres deben haberse prometido fidelidad, un amor exclusivo. Al menos a mí, esta promesa me parece más sorprendente -¡y más misteriosa!- que el adulterio.

W. Somerset Maugham dice que el amor es una broma pesada que se nos juega para asegurar la preservación de la especie. Si así fuese, debería sernos natural la reproducción con cuantos socios se nos presenten cada vez que sucumbimos al celo, como ocurre con la mayoría de los animales. Y sin embargo, casi desde el origen de la especie, el hombre tendió a organizarse de manera monogámica. Me pregunto cuáles serán las razones. No creo que tengan que ver con la instauración de los tabúes, puesto que más allá de madres y hermanas y padres y hermanos, hay un universo de posibilidades amatorias que no conducen necesariamente a las estrecheces del matrimonio. Y en el caso de que coincidiésemos con Ambrose Bierce y dijésemos que el amor es una locura pasajera que se cura con el matrimonio: ¿qué representaría el adulterio? ¿Una recaída?

Dándole vueltas al asunto me encontré con algunas frases memorables, aun cuando muchas veces no coincida con lo que expresan. Las disfruté locamente, así que las comparto:

Cuando queremos leer sobre las cosas que se hacen por amor, ¿a qué recurrimos? A la sección policial de los diarios”. (George Bernard Shaw)

Matrimonio: el estado o condición de una comunidad formada por un amo, una amante y dos esclavos, lo cual al sumar resulta, en total, dos”. (Ambrose Bierce)

La cadena del matrimonio es tan pesada que hacen falta dos para arrastrarla –y a veces tres”. (Alejandro Dumas)

El matrimonio es una amistad reconocida por la policía”. (Robert Louis Stevenson)

El matrimonio es la única aventura permitida a los cobardes”. (Voltaire)

El amor es una cosa ideal, el matrimonio es una cosa real; la confusión de lo real con lo ideal nunca se salva de recibir castigo”. (Goethe)

Soy consciente de lo inadecuada que parece hoy la institución matrimonial, o cuanto menos la pareja monogámica, dadas las veleidosas características de la especie. Pero contra todo argumento racional, elijo seguir apostando a la relación exclusiva entre dos, por lo menos mientras exista el mutuo consentimiento. Ya sé que se trata de un salto de fe, y que existen montañas de evidencia en mi contra. Pero después de todo, yo soy de los que creen en la posibilidad de la justicia social y de la paz entre los hombres. ¡Yo soy de los que creen en la novela! De allí a creer en el amor perdurable entre dos hay tan sólo un paso. Lo mío, está claro, son las causas perdidas.

Leer más
profile avatar
10 de marzo de 2006
Blogs de autor

Canciones que nos cuentan

No sé si echarle la culpa al Nick Hornby de High Fidelity, o a la reciente revisión de Manhattan, donde el personaje de Woody Allen compone una lista de aquellas cosas por las que vale la pena vivir. O si responsabilizar al cantante James Blunt, que en una entrevista concedida a la revista Rolling Stone eligió a Hallelujah, de Leonard Cohen en versión de Jeff Buckley, como su canción favorita. Lo cierto es que me encontré preguntándome cuál es la música por la que siento que esta vida vale la pena. Concuerdo con Blunt, el Aleluya cantado por Jeff Buckley figuraría en mi Top Ten de Canciones que me llevaría a una isla desierta. Debería haber algo de Los Beatles, inevitablemente. Algunas de las canciones de amor más simples, como Madera noruega o Tienes que esconder tu amor; pero imagino que, en el estado entre apocalíptico y nostálgico que me invadiría en la isla, lo más lógico sería quedarme con A Day in the Life, o Strawberry Fields Forever. Tampoco faltaría una canción de The Smiths, o de Morrissey como solista: digamos The Boy With the Thorn in His Side. Charly García también quedaría representado, quizás con Inconsciente colectivo, o tal vez Canción de Alicia en el país, de su época con Serú Girán. De U2 me llevaría All I Want Is You. (No tengo dudas, estos días de U2-manía en la Argentina me obligaron a revisar todas las canciones del repertorio de los irlandeses.) Not Dark Yet, de Bob Dylan. (Ante la imposibilidad de elegir una sola canción de Dylan de acuerdo a un criterio racional, se impone dejar libre al instinto.) Thunder Road, de Bruce Springsteen. ¿Cuántas van? Me quedan tres… Algo de Peter Gabriel, por supuesto: Red Rain, por ejemplo. O Here Comes the Flood, en la versión a solas con el piano. R.E.M. tiene que figurar, sí o sí. La elección es difícil, pero me quedo con Nightswimming. Lo cual me deja con tan sólo un puesto más…

Lo divertido de estas elecciones es cuán reveladoras son respecto del alma de uno: una perfecta radiografía. Cualquiera que lea mi listado comprenderá a simple vista que soy una criatura criada al calor del rock, y que privilegio los estados de ánimo que van de la melancolía y lo elegíaco hasta los himnos asertivos, casi religiosos que U2 y Springsteen ejecutan tan bien. También es evidente que prefiero el rock cantado en inglés; debería ser un tanto más correcto en lo político y elegir algo más en español, pero ¿a quién le importa ser políticamente correcto en una isla desierta?

Imagino que si hiciesen el mismo ejercicio se encontrarían con un espejo de sus propias personalidades, que en algunos casos hasta podría sorprenderlos. En muchos casos las músicas que elegimos tienen un valor extra, porque las vinculamos a momentos particulares de nuestra vida, y por ende las convertimos en parte de nuestra historia; dejan de ser canciones a secas, para convertirse en canciones que nos cuentan.

Se me ocurrió elegir algo de Sinatra para el puesto que me quedaba, pero esto de la historia modificó mi mano a último momento. Me llevaría Para la libertad, el poema de Miguel Hernández musicalizado por Serrat.

Y creo que con eso lo he dicho todo.

Leer más
profile avatar
9 de marzo de 2006
Blogs de autor

Quejosos, narcisistas y maníacos

Pocos días atrás, un artículo del New York Times hablaba de la adaptación al cine de Ask the Dust (1939), la novela de John Fante. El texto revisaba la historia del casi desconocido autor norteamericano, que en vida fue opacado por gente como John Steinbeck y Raymond Chandler, y también revisaba la ordalía que protagonizó el guionista Robert Towne (Chinatown, Shampoo) para llevar un libro ignorado a la pantalla. Lo que me conmovió del artículo fue, sin embargo, una cuestión tangencial. Recordando su primera lectura de Ask the Dust, Towne habla del protagonista de la novela, Arturo Bandini -un transparente alter ego de Fante- y lo define de esta forma: “Bandini era quejoso, narcisista, maníaco depresivo -¡era un escritor!” La frase me pegó en el plexo solar. Yo era consciente de que en los últimos años, el período más febril de mi carrera literaria, mi tendencia a quejarme con amargura, a sentirme el centro del universo y a sumirme en humores de perros había crecido a un ritmo exponencial. Y ahora aparecía mi admirado Towne, diagnosticando el mal con unas frases secas que podrían figurar en uno de sus guiones:

TOWNE

(FASTIDIADO)

No sé por qué se sorprende, Figueras. ¿Qué se puede esperar de un escritor? Comprendí que el diagnóstico se aplicaba a casi todos los escritores que conocía. (El casi lo pongo para permitir a mis amigos la fantasía de la excepción.) Nos quejamos demasiado. Vivimos pensando que el mundo nos niega la atención que merecemos. Y como en efecto tiene el buen tino de ignorarnos, o en el mejor de los casos nos trata con displicencia, nos la pasamos gruñendo por los rincones. ¡Pobres de aquellos que lidian a diario con nuestras nubes negras: editores, periodistas, representantes, amores, familia!

No puedo poner las manos en el fuego por los escritores que no conozco, ni por los que ya se han ido, pero tengo la intuición de que la regla también les cabe, más allá de las lógicas excepciones; en los mejores casos, se trataría de gente que posee las mismas neurosis pero tiene más éxito a la hora de manejarlas. Mi única esperanza al respecto es recibir membresía en este grupo. No aspiro a volverme menos quejoso ni menos narcisista: ¡me conformaría con que no se me note!

Por supuesto, Fante tenía motivos para su malhumor. Se sentía marginado por su origen italiano, y hasta le echaba la culpa de su fracaso a Hitler, porque la editorial que publicó Ask the Dusk había sufrido enormes problemas a causa de su edición de Mein Kampf, de Adolf Hitler. ¿Pero no alegamos todos motivos igualmente razonables para justificar nuestras depresiones? ¿Y no encontramos enemigos poderosos, o los inventamos de ser necesario, para hacer comprensibles nuestras derrotas?

Rodrigo Fresán me recordó hace un par de días algo que Truman Capote le dijo a Edmund White: “Bueno, ya sabes, uno escribe unos cuantos libros… El resto es una vida horrible”. No negaré que el esfuerzo de crear “unos cuantos libros” inolvidables es prometeico, y que puede obsesionar al escritor al punto de convertir al resto de su vida en una pesadilla monomaníaca. (Consideren, por ejemplo, los años finales de Eugene O’Neill.) Pero ese es el punto donde yo me bajo, o al menos pretendo bajarme. Yo aspiro a tener una vida hermosa. A sentirme agradecido por mis días, a no perder sensibilidad ante la necesidad del otro, a ejercitar mi buen humor. Si esta renuncia a las vestimentas del escritor significa que aquellos libros de los que hablaba Capote no vendrán…. pues que no vengan. Apostar la felicidad a un logro literario es tan insensato como creer que Bush es un propulsor de la democracia en el Medio Oriente: una receta para el desastre.

En caso de que perciban en mí actitudes de escritor-Rey Sol-maníaco depresivo, les pido que me lo hagan notar. Les estaré agradecido. (Y mi familia, ni les digo.)

Leer más
profile avatar
8 de marzo de 2006
Blogs de autor

Empresas protegidas, pueblos desprotegidos

Al menos en la ficción, cuando los detectives se enfrentan a un crimen lo primero que hacen es preguntarse a quién beneficia. Cuando algo oscuro ocurre entre dos naciones, todo lo que hay que hacer para encontrar al culpable es seguir la senda del dinero.

En su edición del domingo el diario argentino Página 12 reveló detalles del acuerdo que Finlandia firmó con el gobierno de Uruguay en el año 2002. Llamado Acuerdo de Protección de Inversiones, este convenio fue impulsado por la empresa finlandesa Botnia como condición para instalar su papelera en territorio uruguayo. Una de las dos papeleras, por cierto, que generaron el actual conflicto entre Uruguay y la Argentina. El documento establece que las empresas finlandesas no podrán sufrir expropiaciones “directas ni indirectas”, lo cual genera una figura legal inédita: un impuesto nuevo, por ejemplo, ¿podría ser considerado “expropiación indirecta”? Y además determina que en caso de que cualquier empresa (Botnia, por ejemplo) sufriese pérdidas económicas por “revueltas, insurrecciones o manifestaciones”, el Estado uruguayo deberá compensarla en efectivo con una cifra que la misma empresa calculará de acuerdo al criterio “que resulte más favorable” a sus dueños. Lo cual supone que si la papelera termina de construirse y un día los moradores de la localidad uruguaya de Fray Bentos descubren que contamina su ciudad, no podrán protestar por ello de forma que perjudique la producción de Botnia, o en todo caso deberán asumir que su protesta generará al Uruguay pérdidas cuantiosas. De esa forma Uruguay indemnizaría a una empresa a pesar de que le conste que perjudica a sus ciudadanos.

El acuerdo fue firmado durante la administración del anterior presidente uruguayo, Jorge Battle. En aquel momento el actual presidente, Tabaré Vázquez, se opuso a la firma de esa concesión porque dejaba a los uruguayos en posición muy débil para resistirse a los manejos de las papeleras (y de cualquier otra firma de origen finlandés) en su territorio. Ahora, en 2006, Vázquez se encuentra entre la espada y la pared: debe defender una iniciativa que nunca compartió, para garantizar una inversión millonaria que la humilde economía uruguaya no está en condiciones de despreciar. Una experiencia humillante que los argentinos conocemos muy bien, como consecuencia de las irresponsables privatizaciones y concesiones que el gobierno de Carlos Saúl Menem otorgó a troche y moche durante los 90.

La pobreza suele poner al hombre en la posición de tolerar indignidades para garantizarle algún bien esencial a los suyos. Ojalá que la pobreza que acosa a países hermanos como los nuestros no fuerce a nuestros gobernantes a la indignidad, en momentos en que nos necesitamos más que nunca. Y que Vázquez y Kirchner encuentren salida a esta trampa (¡otra más!) que el capital pirata tendió a nuestros pueblos.

Leer más
profile avatar
7 de marzo de 2006
Blogs de autor

El delicado arte de la injuria

La semana pasada, haciendo uso de su potestad de enviar comentarios al blog, alguien llamado polly magoo me trató de imbécil. No pretenderé que no me dolió. Fue la frutilla en la torta de una semana negra. Mientras asimilaba el golpe pensé que me habían llamado muchas cosas a lo largo de mi vida, pero nunca imbécil. De todos modos el agravio en sí no me asustó, en la medida en que asumo que en efecto, existe en mí una parte imbécil. Es una característica que comparto con la inmensa mayoría de la especie humana. Porque los hombres somos criaturas complejas, y no es común que exista alguien, por sabio o lúcido que sea en variadas ramas de la experiencia, que no se comporte una y más veces como un tonto: no existe nadie completamente inteligente. Einstein debía tener su costado imbécil, más allá de su innegable genialidad. ¿O por qué creen que se peinaba de esa forma?

Pero después releí el comentario (soy un tanto imbécil, ya quedó demostrado) y recién entonces saqué la cuenta de la cantidad de cosas que polly magoo había probado en tan sólo dos frases: “¿Cómo puede ser que este imbécil comparta blog con Feliz (sic) de Azúa? ¿Es que en Alfaguara Argentina se han vuelto tontos del todo?” En primer lugar había arrojado un insulto liso y llano a una persona con nombre y apellido, desde la protección de lo que asumo (me puedo equivocar, ¡ya se sabe cómo soy!) es un seudónimo. En segundo lugar sembraba cizaña entre los colaboradores de este blog; si yo fuese Félix, correría a revisar los textos de este imbécil para asegurarme de que polly no esté en lo cierto y me estén obligando a compartir espacio con un impresentable. (Yo me siento honrado de formar parte de este espacio, Félix, pero eso es tan obvio que hasta polly lo daba por sentado.) En tercer lugar amenazaba una fuente de trabajo, porque le estaba sugiriendo a la gente de Alfaguara Argentina (que por cierto no tiene nada que ver con mi presencia aquí: ¡ellos son inocentes!) que había hecho mal en contratarme. En cuarto lugar embarraba también a la gente de Alfaguara Argentina al sugerir que se habían “vuelto tontos del todo”, lo cual sugiere que ya lo eran en parte.

Pero lo sorprendente fue el texto que puso furibunda a polly: colgó su comentario después de mi felicitación a Roncagliolo por haber ganado el premio Alfaguara. ¿La habrá enfurecido que lo felicite? ¿La soliviantó que lo haya hecho tan informalmente, diciendo a lo argentino: aguante Roncagliolo? Porque si me hubiese dicho imbécil a causa de una idea que no compartía, y que en consecuencia rebatía con argumentos, lo habría comprendido. ¡Pero el texto tan sólo expresaba mi deseo de felicitación!

Lo único que queda claro es que polly tiene un enorme talento para la síntesis. Ya querría yo conseguir tanto (en este caso: tirar la piedra y esconder la mano, promover enemistades, sugerir despidos, ofender a inocentes…) en apenas dos frases: ¡polly habría hecho una carrera brillante en la Rusia stalinista, o en los tiempos de McCarthy!

Mi imbecilidad es un hecho que no puedo más que asumir, es parte de la tarea cotidiana del ser humano. Lo que también me preocupa a diario es el hecho de ser fiel a la mejor parte de mi naturaleza; Dios me libre de insultar a alguien, o de generar discordias sin fundamento, o de dejar a alguno sin trabajo. Y ya que estamos, que también me libre (¡pecado entre los pecados!) de la posibilidad de perder la elegancia.

Leer más
profile avatar
6 de marzo de 2006
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.