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Al maestro, con cariño

Por 16 de marzo de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Las vueltas de la vida. Me reencontré con Cecilia Roth en el Festival de Mar del Plata, y al preguntarle por su amiga Martha Olivera, a quien quiero entrañablemente, me dijo que estaba bien, pero luchando todavía para reponerse de la muerte de su hermano. Y así fue como me enteré de la muerte de Lucho Olivera.

El dibujante Lucho Olivera fue un ídolo para mí desde que yo era muy pequeño. Leía con fruición las historietas que dibujaba para las revistas de la Editorial Columba: D’Artagnan, El Tony, Fantasía… Ya me había seducido con su adaptación de Gilgamesh (he ahí una muestra de la cabeza de Lucho: ¿a quién más que a él podía ocurrírsele que la épica de Gilgamesh podía ser material para una historieta?), pero terminó de comprarme con la creación de su más grande personaje, Nippur de Lagash, que solía guionar su amigo de entonces Robin Wood. Nippur era El Errante, un sumerio cuya destreza en combate tan sólo era superada por su sabiduría en las cuestiones humanas. Nippur era todo lo que yo deseaba ser entonces, y lo que, para qué mentir, desearía ser aún hoy: alguien que, aun consciente de sus limitaciones, y a sabiendas de las terribles consecuencias que puede depararle en un mundo como el nuestro, ha decidido no ser otra cosa que un hombre decente. Nippur no se dejaba tentar por la gloria ni por el oro, y en cambio elegía apegarse a aquellas compañías que le hacían disfrutar de lo mejor del tránsito por esta existencia fugaz: la amistad, la inocencia, el honor, el amor verdadero.

Hablo de Nippur y siento que estoy hablando de Lucho.

Leí Nippur durante años, y todavía sigo leyendo las compilaciones que se editaron en la Argentina a comienzos de los años 80. Esos libros son biblias para mí, así como Nippur es uno de mis personajes favoritos de todos los tiempos y de todos los géneros, tan formador de mi carácter y de mi experiencia como los grandes personajes de los libros que amo: el Rey Arturo, Robin Hood, Ulises, Oliver Twist… Estoy convencido de que, de llegar a viejo, seguiré releyendo todavía esos capítulos que ya me sé de memoria.

Lucho murió el 11 de noviembre. Y yo, que reviso cotidianamente no menos de tres diarios argentinos, no me enteré jamás. Si la noticia salió publicada, debe haberlo hecho de forma tan escueta que se me pasó por alto. ¡Y desde entonces hasta ahora no me crucé con ningún homenaje! La vida puede ser cruel. Debemos ser centenares de miles los que crecimos leyendo las historietas de Lucho. Estoy seguro de que todos nosotros desearíamos que se lo celebrase ahora con los honores que merece alguien que nos hizo gozar tanto y que nos enseñó tanto. Esto no será un gran consuelo para Martha y el resto de sus amigos y familiares, pero les juro que las historias de Lucho seguirán viviendo en mí y en tantos otros durante mucho, mucho tiempo. Es duro que haya muerto ante el silencio del mundo, pero lo bueno es que tocó nuestros corazones; en este sentido, Lucho logró aquello a lo que aspiramos todos los artistas y tan sólo algunos obtienen.

Quizás el mejor de los homenajes posibles se lo dispensó la misma Martha. Cuando respondió el mail que le escribí, me contó que había publicado dos avisos fúnebres en el diario La Nación, uno a nombre suyo y otro “a nombre de Nippur, Gilgamesh y todos los demás”. No debe haber forma más gráfica de demostrar que aunque Lucho ya no esté, sus criaturas lo sobreviven y lo sobrevivirán por siempre.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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