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EL DOBLE DE JULIO CORTÁZAR

Por 16 de marzo de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Borges recuerda el día en que un muchacho muy alto se presentó en la redacción de la revista Los Anales de Buenos Aires con un "previsible manuscrito" en busca de publicación. El joven se llamaba Julio. El manuscrito, Casa Tomada. El año, 1947. Borges, a la sazón editor de la revista, aprobó la calidad del relato y lo publicó, sin saber que el tiempo convertiría a esas diez páginas en emblema de una revolución narrativa. En el prólogo al cuento Cartas de mamá, un Borges claramente emocionado cuenta que Cortázar le confesaría años más tarde que esa fue la primera vez que vio un texto suyo en letras de molde.

La anécdota sería un bonito recuerdo o una emotiva historia entre maestro y discípulo, si no fuera por un mínimo detalle: es falsa.

En realidad, ésa no era la primera publicación de Cortázar. Casi diez años antes, había publicado su primer poemario, Presencia, bajo el seudónimo de Julio Denis. En 1941, el mismo Denis firma un artículo sobre Rimbaud en la revista Huella y, desde entonces, otros análisis literarios en Canto y en la Revista de Estudios Clásicos de la Universidad de Cuyo. El primer cuento de Denis, Llama por teléfono, Delia, aparece en El Despertar de Chivilcoy en 1942. El segundo, Bruja, en Correo Literario en 1944, el mismo año en que Oeste edita su poema Distraída. Omar Prego Gadea, en su libro La fascinación de las palabras, afirma que Cortázar no estrena su verdadero nombre hasta 1949, en el poema dramático Los Reyes. Borges no dice con qué nombre figura el que fue colaborador de Los Anales de Buenos Aires entre el 47 y el 48. En el citado prólogo, el autor de El Aleph se disculpa dicendo que "la ceguera es cómplice del olvido".

¿Miente Borges para quedarse con la primicia de Cortázar? Como teoría, eso suena bastante infantil. ¿Miente Cortázar entonces? ¿O es que el joven escritor considera que su seudónimo era realmente una persona distinta de él?

La existencia de Julio Denis, sin haber sido un secreto, es uno de los aspectos más oscuros de la vida del escritor nacido Julio Florencio Cortázar Scott. El estudioso José Luis Trenti Rocamora se sorprende de que en la nómina que elaboró Néstor García Canclini -que cuenta con 140 títulos de y sobre el escritor- y en The Library of the Congress -cuyo fichero ofrece 291- no aparezca una sola investigación sobre su otra identidad. Apenas algunas menciones, casi por descuido. Goloboff, por ejemplo, atribuye el nacimiento de Julio Denis a la enfermiza timidez de Cortázar y al desprecio que sentía por el apellido de su padre, a quien odiaba por haberlo abandonado cuando era niño. Pero entonces ¿Por qué no usó el apellido de su madre? Además, años después, Cortázar recuperó su nombre sin que remitiesen ni su timidez ni su odio contra el padre, que llegó al punto de hacerle rechazar su herencia inmobiliaria.

Otra pregunta sin resolver es de dónde salió el nombre de Denis. Trenti sugiere rastrear su origen en las lecturas de juventud de Cortázar. Señala El gran Meaulnes de Verne, en la que se menciona a un Denis. O las lecturas de viajes de Cortázar, donde pudo haber encontrado a un poco conocido cronista francés del siglo XVIII llamado Juan Fernando Denis. Ambas posibilidades resultan, por decir lo menos, rebuscadas. Recurriendo al sistema de buscarla en toda la literatura universal, se puede justificar cualquier palabra. Y Denis no es un nombre demasiado especial, podría ser haber sido simplemente un cualquiera, un nadie, un otro.

Sin embargo, Julio Denis no fue sólo un seudónimo literario, sino que saltó de vez en cuando a la vida de Cortázar, incluso lo reemplazó. Eso demuestran las 24 cartas del escritor a Mercedes Arias, que recopiló Mignon Domínguez: la primera carta, de agosto de 1939, está firmada por Julio Cortázar. La número 21, de julio de 1943, por Julio Denis. Lo mismo ocurre con la correspondencia de la misma época de Cortázar a Marcela Duprat, que estudió y publicó Nicolás Cócaro. Curiosamente, según parece, Julio Denis nunca le escribió a un hombre.

Los últimos años de Denis son los más duros de Cortázar. En 1945, renuncia a su puesto como docente tras el ascenso de Perón al gobierno. Poco después, sufre el rechazo editorial de su primera novela y también de la segunda. Pierde un concurso literario. Logra publicar su primer libro de cuentos pero lo recibe la más lapidaria indiferencia. Sueña con abandonar el país. Más adelante, describiría el Buenos Aires de esos años como "un castigo. Vivir allí era como estar encarcelado". En 1951, consigue una beca y parte a París sabiendo que no volverá y abandonando en Argentina a su viejo amigo Julio Denis.

Entonces comienza la historia conocida: Julio Cortázar trabaja como traductor para UNESCO, viaja, conoce el éxito como escritor, descubre la marihuana, radicaliza su posición política. Queda poco del oscuro profesor de Chivilcoy y menos de su seudónimo. No obstante, Julio Denis quizá aún registra una última aparición. Como no podía ser de otro modo, está vinculada a uno de los momentos más tristes del escritor.

En 1981, a Julio Cortázar le diagnostican leucemia. Un año después, muere su última esposa, Carol Dunlop. En 1983, se entera de que su madre va a morir. Aprovecha un viaje a La Habana y continúa hasta Buenos Aires para visitarla. En Argentina, la dictadura vive sus últimos días, pero a Cortázar se le hace difícil celebrar. Para él, ni siquiera el momento político es feliz: los militares no quieren saber de él y los demócratas tampoco, tras sus declaraciones del 76 afirmando que Videla era un "militar democrático". Las autoridades e instituciones lo ignoran deliberadamente. Sólo se queda cinco días. El 4 de diciembre, deja Argentina por última vez.

Casi dos meses y medio después, la profesora de literatura nicaragüense Marta Cruz Kaplansky recibe un sobre desde Buenos Aires. La carta está fechada el 3 de diciembre, pero no le extraña. Los correos latinoamericanos no son muy confiables a principios de los ochenta. Ni siquiera lo son ahora. La carta elogia a la revolución sandinista y cuenta algunas impresiones sobre Argentina. A pesar de las circunstancias, no es un quejido ni un testamento. Su única particularidad es la firma de Julio, sin apellido. Marta Cruz escribe una respuesta que nadie leerá nunca. En el camino al correo, los periódicos le informan que el ciudadano francés Julio Cortázar ha muerto en París la noche anterior, doce horas antes de que un argentino sin apellido conocido le dedicase a ella sus últimas palabras.

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