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Blogs de autor

Quejosos, narcisistas y maníacos

Por 8 de marzo de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Pocos días atrás, un artículo del New York Times hablaba de la adaptación al cine de Ask the Dust (1939), la novela de John Fante. El texto revisaba la historia del casi desconocido autor norteamericano, que en vida fue opacado por gente como John Steinbeck y Raymond Chandler, y también revisaba la ordalía que protagonizó el guionista Robert Towne (Chinatown, Shampoo) para llevar un libro ignorado a la pantalla. Lo que me conmovió del artículo fue, sin embargo, una cuestión tangencial. Recordando su primera lectura de Ask the Dust, Towne habla del protagonista de la novela, Arturo Bandini -un transparente alter ego de Fante- y lo define de esta forma: “Bandini era quejoso, narcisista, maníaco depresivo -¡era un escritor!”
La frase me pegó en el plexo solar. Yo era consciente de que en los últimos años, el período más febril de mi carrera literaria, mi tendencia a quejarme con amargura, a sentirme el centro del universo y a sumirme en humores de perros había crecido a un ritmo exponencial. Y ahora aparecía mi admirado Towne, diagnosticando el mal con unas frases secas que podrían figurar en uno de sus guiones:

TOWNE

(FASTIDIADO)

No sé por qué se sorprende, Figueras. ¿Qué se puede esperar de un escritor?

Comprendí que el diagnóstico se aplicaba a casi todos los escritores que conocía. (El casi lo pongo para permitir a mis amigos la fantasía de la excepción.) Nos quejamos demasiado. Vivimos pensando que el mundo nos niega la atención que merecemos. Y como en efecto tiene el buen tino de ignorarnos, o en el mejor de los casos nos trata con displicencia, nos la pasamos gruñendo por los rincones. ¡Pobres de aquellos que lidian a diario con nuestras nubes negras: editores, periodistas, representantes, amores, familia!

No puedo poner las manos en el fuego por los escritores que no conozco, ni por los que ya se han ido, pero tengo la intuición de que la regla también les cabe, más allá de las lógicas excepciones; en los mejores casos, se trataría de gente que posee las mismas neurosis pero tiene más éxito a la hora de manejarlas. Mi única esperanza al respecto es recibir membresía en este grupo. No aspiro a volverme menos quejoso ni menos narcisista: ¡me conformaría con que no se me note!

Por supuesto, Fante tenía motivos para su malhumor. Se sentía marginado por su origen italiano, y hasta le echaba la culpa de su fracaso a Hitler, porque la editorial que publicó Ask the Dusk había sufrido enormes problemas a causa de su edición de Mein Kampf, de Adolf Hitler. ¿Pero no alegamos todos motivos igualmente razonables para justificar nuestras depresiones? ¿Y no encontramos enemigos poderosos, o los inventamos de ser necesario, para hacer comprensibles nuestras derrotas?

Rodrigo Fresán me recordó hace un par de días algo que Truman Capote le dijo a Edmund White: “Bueno, ya sabes, uno escribe unos cuantos libros… El resto es una vida horrible”. No negaré que el esfuerzo de crear “unos cuantos libros” inolvidables es prometeico, y que puede obsesionar al escritor al punto de convertir al resto de su vida en una pesadilla monomaníaca. (Consideren, por ejemplo, los años finales de Eugene O’Neill.) Pero ese es el punto donde yo me bajo, o al menos pretendo bajarme. Yo aspiro a tener una vida hermosa. A sentirme agradecido por mis días, a no perder sensibilidad ante la necesidad del otro, a ejercitar mi buen humor. Si esta renuncia a las vestimentas del escritor significa que aquellos libros de los que hablaba Capote no vendrán…. pues que no vengan. Apostar la felicidad a un logro literario es tan insensato como creer que Bush es un propulsor de la democracia en el Medio Oriente: una receta para el desastre.

En caso de que perciban en mí actitudes de escritor-Rey Sol-maníaco depresivo, les pido que me lo hagan notar. Les estaré agradecido. (Y mi familia, ni les digo.)

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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