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Monstruos

Por 8 de marzo de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Alguna vez te has cruzado con uno de ellos: ese hombre contrahecho con que topaste en el metro, el chico con síndrome de Down que te atendió en el restaurante de comida rápida, la pareja de enanos que esperaba un taxi en una esquina. Y tú querías mirarlos. Te contenías por educación y por pudor. Pero querías. Te apetecía detenerte en sus imperfecciones, saber exactamente qué los distinguía de ti.

Ahora puedes mirarlos si pasas por Barcelona. Porque la CaixaForum ha organizado una exposición de Diane Arbus que reúne sus fetiches favoritos: el famoso gigante judío, las inquietantes gemelas de Nueva Jersey, el niño de las manos retorcidas, todos te observan desde las instantáneas que Arbus reunió a lo largo de años de visitar manicomios, circos y morgues. Verlos en fotografía te libera de la buena educación. Ya no son personas sino objetos colgados en los muros de una galería, muestras de las intermitencias de la naturaleza que puedes contemplar todo el tiempo que quieras sin molestarlos.

Arbus creció en una familia acomodada y aprendió fotografía en el glamoroso mundo de la moda. Quizá por eso le interesaban precisamente esos personajes que escapaban a lo que queremos ver. Y es que por lo general, sólo queremos ver cosas bonitas, y tratamos de fingir que las demás no existen. No miramos a los raros y fingimos que los mendigos no están cuando se nos acercan. Procuramos rodearnos de belleza, porque creemos que eso nos hará más bellos, aunque la fealdad atraviese a golpes los muros tras los que queremos confinarla.

En 1932, Tod Browning dirigió una película llamada Freaks. La acción se situaba en una compañía circense y el reparto estaba casi íntegramente formado por, precisamente, freaks: siameses, mongoloides, mujeres barbudas. No es que los actores estuvieran disfrazados, es que eran así en la vida real. Se trataba de un drama que nos preguntaba qué es más repulsivo: la fealdad del cuerpo o la del alma. En la trama, los humanos normales eran moralmente horrendos. Una de ellas fingía amar a un enano para sacarle el dinero. Los personajes físicamente deformes, en cambio, eran mucho más humanos. Eran sensibles al amor, y a la traición.

La película ahora es de culto, pero en su tiempo fue clasificada como film de horror y unánimemente rechazada por el público. Browning se arruinó y su carrera nunca volvió a levantar cabeza. Y es que incluso cuando vamos al cine a ver una película de monstruos, queremos saber que son falsos. Queremos saber en el fondo de nosotros que Alien es una gigantesca marioneta, que los colmillos de Drácula son de plástico, que el monstruo del pantano lleva un disfraz con cremallera. Nos negamos en redondo a aceptar la fealdad aunque se disfrace de mentira.

Browning tuvo graves problemas con el alcohol y murió tras una extraña enfermedad que le impedía hablar. Arbus se suicidó por partida doble: primero tomó una sobredosis de barbitúricos y después se abrió las venas en la bañera. Monstruosos finales para dos artistas que se atrevieron a mostrarnos lo que tanto nos empeñamos en ocultar. 

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