Luisa Castro puede ser una poeta delicada y sutil, reflexiva, enemiga de la complacencia, siempre atenta al animal de fondo y a todos los monstruos delicados que ha parido la tierra, pero en esta ocasión solo he querido fijarme en sus versos más salvajes, esparcidos como brasas a lo largo de su obra. Y digo salvajes porque parecen haber surgido de forma brusca y violenta, con toda su verdad a cuestas, atinada y lacerante. Algunos tienen la belleza radical de las preguntas sin respuesta: aforismos que llegan a la vez a la mente y al corazón…, y de pronto el lector despierta:
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No llenes el foso de cocodrilos,
no lo hagas, bésame…
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Despiértame de este sueño de la muerte…
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Mi cabeza cabe en la boca del león.
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Me acuesto con una pierna de menos…
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…no pertenezco a la historia y no tengo amistades de piedra.
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…y en ese momento del baile la muerte cambiará de pareja.
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… todos se han muerto de repente en este mediodía abierto a los abismos.
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…acercarte un poco más al lugar donde la palabra es una mujer abierta de piernas…
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… niños que se suicidan gentilmente debajo de la escalera, sangre que desborda el cuarto de las escobas, y…
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… el espanto de las ventanas tapiadas.
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Mi trabajo es sencillo: burlo al padre devorador de sus hijos…
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…amar brutal e impunemente con altura de grito…
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… quiero saber el lugar que ocupa mi odio…
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…soy un ángel. Mi odio es infinito. Mi odio espera el odio con olor a mantel y derramado vinagre, ese odio que se mea en el tacón de las bibliotecarias hasta que nacen lirios…
Y a veces las alas comienzan a pesarme y sobrevuelo el polvo porque más allá de la muerte, más allá de la muerte mi odio seguirá repoblando los bosques.
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Ven, amor, a degollar conejos encima de mis nalgas.
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…alguna vez te diré que no me angustia este amor tártaro, que solamente preciso de tu cálida carne siberiana.
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… nuestras mentes
son como féretros acolchados.
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… no tenía sentido despertar,
abrir los ojos al día…
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… soñando con mi tercera muerte…
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… cerrar sobre algún sexo las manos aún gritando sólo puedo morir, sólo puedo morir…
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Vuelven siempre los recuerdos,
son como nidos aniquilados.
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…pienso en sus huesos quebrantados,
tibias que nunca llegaron a su plenitud.
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… no opone resistencia la carroña…
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… está vacío el teatro
donde crecí…
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Son tus proyectiles mis niños,
los que caen y caen,
porque cómo van a morir
aquellos que todavía tenían que doblar el ancho de su espalda
y el grosor de su cuello.
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Todas las mujeres que recuerdo buscando un duro cuenco donde albergar el vientre.
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… almas que se incendian para nadie y la fiera sorda del cuerpo…
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… los corazones mueren
en caliente.
