Skip to main content
Escrito por

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

Blogs de autor

ELEGÍA ESPAÑOLA

Los fantasmas de nuestros muertos… ¡qué pesados ahora! Sí, algunos no quieren oír hablar de los muertos, de aquellos muertos, de aquella guerra. Es curioso. Les molestan los muertos, les pesan. No quieren ni verlos. Ni oír sus silencios. Hay que volver a enterrar a los muertos.

Yo entiendo muy bien que haya quienes no quieran desenterrarlos. Quienes por diversas razones quieren que aquellos muertos permanezcan en esos campos, en aquellos pozos y cunetas, tapias traseras de cementerio o veredas de algún río. Lo entiendo, incluso lo comparto. Entiendo a la familia Lorca cuando quiere dejar la memoria de Federico allí donde está, en algún lugar del barranco de Víznar y en compañía de otros tan decentes y tan inocentes como el poeta.

Entiendo al centenario Francisco Ayala, tan lúcido así que pasen cien años. Él también tiene sus muertos en algún barranco, en algún lugar cercano al impresionante Monasterio de las Huelgas. Allí los sublevados franquistas, al tomar la ciudad y sus edificios históricos, quisieron “limpiar” de peligrosos rojos, demócratas, liberales, masones la ciudad levítica y tradicional. El padre de Francisco Ayala, hombre conservador, apolítico y católico, hombre prudente y dialogante, había encontrado, por recomendación de su joven hijo -el profesor, escritor y abogado de las Cortes republicanas, Francisco Ayala- un tranquilizador trabajo en unos momentos críticos por sus años y por sus necesidades de padre de familia numerosa. Don Francisco era viudo reciente y mantenía algunos hijos a su cargo. Se defendía entonces con su trabajo de administrador del histórico monasterio, uno de aquellos lugares del patrimonio real que habían pasado a pertenecer a la República. Y precisamente por ese cargo fue asesinado una noche de hace setenta años. Enterrado en una fosa común. Un poco después también fusilaron a uno de sus hijos, que se había pasado al ejército republicano. Ayala, el mayor de los hijos de don Francisco, se tuvo que hacer cargo de la familia. No quiso que la tragedia impidiera una cierta normalidad en sus vidas, aunque fuera lejos, aunque fuera en el exilio. Nunca quiso mirar atrás. No olvidó. Pero no quiso, no quiere hablar de aquello. Ni hablar de entierros, de recuerdos, mausoleos, arcos,  laureles, lápidas, himnos, homenajes o panteones. No, Ayala ha vivido mirando hacia adelante. No quiere participar en la memoria ni mucho menos en el olvido. Es otra de las dignas opciones en estos momentos en los que a tantas cosas de nuestro pasado -del más trágico de los pasados de nuestros antecesores- nos enfrentamos.

Ahora recuerdo uno de sus textos más emocionados y emocionantes, él que tanto controla sus emociones, escrito al poco tiempo del final de la guerra europea. El texto que ahora selecciono pertenece a su narración “Diálogo de los muertos”, esa elegía española que pertenece a su libro Los usurpadores.

“No había nada por ninguna parte. Nada, sino silencio; un silencio húmedo que rezumaba, calaba hasta lo más hondo; un silencio que era la ausencia y el vacío de la atronadora refriega, ya pasada. No había nada, nada sobre la tierra… Bajo ella, muertos infinitos yacían en confusión, ahora casi tierra ya también ellos, y todavía lastimada humanidad, sin embargo; muertos preñados con el plomo de su muerte; muertos retorcidos en el horror de su martirio; muertos consumidos en la perfección absoluta de su hambre; muertos. Sepultados de cualquier modo, entre las raíces de  los vegetales, entregados a esas garras ávidas, insaciables, vivificadas por la lluvia que había escurrido tan largamente por entre piedras y huesos”.

Leer más
profile avatar
13 de diciembre de 2006
Blogs de autor

NOS FALTA FE

Me gustan las iglesias. También las ermitas, los oratorios y hasta las cuevas donde alguien creyó ver una aparición. Como no soy creyente, gracias a Dios, me puedo permitir estas suaves entregas a la fe de mis mayores. Pero como no consigo tener la humildad de mi admirado Juan de la Cruz (san), y como las covachas y las celdas me parecen elegantes y hermosos espacios -sobre todo cuando nos ponemos zen y yo tengo la funesta manía de pensarme occidental y judeo cristiano pero de una manera ritual, atávica, mistificadora y nada verdadera, sincera o ciega- no ciega mis ojos, ni mis pensamientos ninguna religión. Ni ninguna ausencia de religión. Y sin embargo me encantan las catedrales. Las grandiosas, las que tuvieron poder, las que fueron y ya no son lo que fueron. Las catedrales del poder. También me gustaban algunas del poder de los fieles, o del pueblo -como esa tan recuperada para la moda de las visitas históricas, la segunda catedral de Barcelona, Santa María del Mar, que cada día ve crecer su fama y su negocio por culpa de ese best seller catedralicio de cuyo nombre no quiero acordarme. No pienso visitar más esa catedral popular. No ha sido capaz de generar una buena literatura.

Todo lo contrario que la catedral de Burgos. Creo que con Oscar Esquivias hemos encontrado el mejor de nuestros escritores con catedral de fondo. Las novelas de Esquivias son mucho más, pero a los que les gusten las catedrales, aunque no tengan fe, les recomiendo las dos novelas de Esquivias: Inquietud en el paraíso y La ciudad del Gran Rey. Es el mejor de nuestros jóvenes escritores y sus novelas son mucho más que una recuperación novelada de nuestra historia, de nuestra guerra, sus novelas son un paseo dantesco, un viaje a alguna parte de una ciudad con una gran catedral. Burgos, realidad y metáfora en una obra que hay que conocer si todavía no lo han hecho.

Después de leer a Esquivias me han entrado unas ganas locas de volver a Burgos, visitar su catedral y buscar el camino al Purgatorio. No me merezco el cielo. Y el infierno es demasiada diversión para mi cuerpo. Qué pena que me falte el alma. Qué pena no tener fe. Una vez la tuve. Pero pronto me di cuenta que de las catedrales me importaban más las formas que el fondo. Aun así sigo visitando esos poderosos lugares donde una vez habitó el misterio.

Si alguno pasa por Guadalajara, México, y quiere ver una de las catedrales más excéntricas y con menos misterio -una especie de enorme templo con un aspecto exterior parecido a una tarta de celebración de los “quince años” y por dentro un escenario ideal para Freddy Mercury, algo entre el kitsch y la estética del glam rock-, que no deje de acudir al templo de una nueva religión que llaman “Catedral de la luz del mundo”. Se levantó con el dinero de muchos pobres incautos para negocio de unos pocos. Como la historia de todas las catedrales. Y me voy con mis rezos a otra parte que estoy de puente entre la no tan santa Constitución y la más que dudosa Inmaculada.

Leer más
profile avatar
7 de diciembre de 2006
Blogs de autor

VARIACIONES SOBRE TEMA MEXICANO

He superado la Feria del Libro de Guadalajara. He regresado casi entero y me han vuelto a crecer los libros. Muchos eran esos modernos clásicos mexicanos con  los que siempre cargo: López Velarde, Owen, Gorostiza, Novo, Villaurrutia y el, para mí, incorporado Carlos Pellicer. Y otros, esos maduros que nunca defraudan, Monsiváis o José Emilio Pacheco, cada uno a lo suyo. Y ya casi cerrada la feria, dos hermosos libros de un poeta del que apenas conocía el nombre, Alí Chumacero. Creo que todavía vivo, autor de pocos libros porque ha preferido publicar a otros- “ser pastor de la palabra ajena”- y excelente lector. Algo que no es tan fácil como parece. Me han gustado los poemas y los pensamientos sueltos de este poeta que ya es de los míos. Dice Chumacero de sí mismo: “Más que un escritor soy un lector, de manera que he leído muchos libros y he escrito muy pocos. Esto se agradece. Cuántos lectores quisieran que unos escritores hubieran escrito menos y hubieran leído más libros”.

Encontré muchos más, pero no creo que se tengan que compartir todos los encuentros. Sí, algunos reencuentros. Esos que se producen en las librerías de viejo, en los rastros, en los lugares donde habitan libros que han sido desechados por otros y deseados por muchos. Buscar al azar en una librería de viejo es un placer que se tiene o no se tiene. Se comparte o no. Es un vicio que tiene mucho de privado aunque seamos muchos los que lo practicamos. En uno de esos lugares me volvía a encontrar con Juan José Arreola, ese viejo confabulario que tantos placeres me supo dar. Y el azar me llevó a encontrarme con el mundo de Arreola, su despacho, sus objetos, cuadros y libros puestos en venta. Algo que pasa con mucha frecuencia. El mundo de un escritor, sus objetos o libros guardados en vida, no sirve para los herederos. Quizá no tienen por qué. A cada uno su propia vida, sus manías, sus lecturas, sus objetos… No es fácil heredar las pasiones ajenas, aunque sean de familia.

Arreola en venta. Y yo pongo en saldo otra de sus fabulaciones, una muy corta llamada “Armisticio: Con fecha de hoy retiro de tu vida mis tropas de ocupación. Me desentiendo de todos los invasores en cuerpo y alma. Nos veremos las caras en la tierra de nadie. Allí donde un ángel señala desde lejos invitándonos a entrar: Se alquila paraíso en ruinas”.

No lo alquilan. Lo saldan. Se terminó el armisticio.

Leer más
profile avatar
5 de diciembre de 2006
Blogs de autor

NOSTALGIAS DE NICO

Estoy en Guadalajara, en la tierra del tequila. Rodeado de libros y de bebidas reposadas. Es lo único reposado del viaje a esta feria de libros y otras músicas. Otro día, de regreso, hablaré más de la feria. Y de sus raros tan necesarios. Carlos Monsiváis a la cabeza de los vivos. Y de entre los muertos casi todos los “contemporáneos”, esos modernos mexicanos del pasado siglo y que cada vez me proporcionan nuevas y mejores sorpresas. Después de Salvador Novo -y también gracias a Monsiváis- me llegan los poemas y otros escritos de Carlos Pellicer. Otro que formará parte de mis lecturas, de mis viajes. Está en compañía de Owen, Gorostiza, Villaurrutia. Ya sé que para los mexicanos son muy familiares, sus clásicos contemporáneos, pero para los españoles de Cotiledonia no lo son tanto. Prometo un poco más de divulgación, para que esos ilustres que no querían serlo no caigan en olvidos tan injustos. Cuando a Pellicer le preguntaron si le gustaría terminar en el pabellón de  hombres ilustres, contestó: “A mí me gustaría, compañero, que mis restos acabasen en el Canal del Desagüe”. Me gusta este dramático poeta que no es lo que parece. No lo conocía y no olvidaré su nombre… Todo será posible menos llamarse Carlos.

Las ferias merecen la pena para encontrarte, para descubrir estos mediterráneos. Los míos han sido estos compañeros de un viaje que no pude hacer y que ahora estoy emprendiendo.

Pero de eso escribiré otros días. Ahora solo quiero pedir disculpas por mis desapariciones. Prometo repetirlo de vez en cuando. Tardé pero conseguí leer a los blogueros, a los ya muy conocidos/as y a otros nuevos que vienen del mundo de Azúa. Yo también lo echaré de menos… Pero mi nostalgia está unida a una cantante, otra rara a la que han recordado. Soy mitómano, pero por timidez no he pedido en mi vida muchos autógrafos. Sí muchos libros dedicados, pero eso es otra historia. Perdí un autógrafo de Buñuel. Y conservo un disco dedicado por Nico. La perseguí desde adolescente, cuando era la más hermosa de las cantantes, en los tiempos gloriosos de la Velvet, cuando llegó a España por primera vez para hacer un famoso anuncio de coñac; en aquellos días actúo para muy pocos en un local que pasó a la historia hace unos treinta años.

Veinte años después la seguí en sus últimos conciertos en Barcelona. Me dedicó su último disco… y me dio unas caladas de un canuto. También un beso. Todavía hoy siento un pellizco cuando la recuerdo. Después murió estúpidamente cerca del mundo de Cristóbal Serra. Murió en la isla de Ibiza de una caída de bicicleta. En Guadalajara, en una cantina, esta misma noche brindaré por ella.

Leer más
profile avatar
1 de diciembre de 2006
Blogs de autor

HABITACIÓN DE CITA

No llegará a ser una casa de citas. Tendría que hacer una selección de varios textos. Pero al menos sí citaré uno. En el libro de Cristóbal Serra, Viaje a Cotiledonia, alguien dijo que los seres que habitan ese país se podrían parecer a esos que pueblan algunos cuadros de su paisano Miró. No tengo idea, pero de vez en cuando no me importaría ser un bilibús.

“Los Bilibús: Son la raza superlativa de Cotiledonia y con fama de ser los menos tenebrosos de todos y hasta tal vez los únicos despojados de la tristeza ratonil que ensombrece a los demás cotiledones.

No se dejaron, hasta ahora, gobernar por nadie. Jamás un rey pudo entronizarse entre ellos, y, con razón, pueden vanagloriarse de no haber conocido régimen de gobierno alguno.

Los Bilibús no trabajan más que cuando les viene en gana. Las necesidades y progresos de la colectividad les importan un comino. Consecuentes, no se quejan si falta agua, canela o sal en sus poblados.

Pasa, además, que los bilibús no quieren ser serios porque lo primero que os dice un bilibú es que hay que acogotar la seriedad, la formalidad, la respetabilidad. Y por más que arguyes con él, no consigues convencerle.

El  bilibú cree que los disparates son más divertidos que las verdades y, en consecuencia, no duda en desarrollar el don maravilloso de la insensatez que muchos otros cotiledones tienen ya ahogado. Así, hay un bilibú que, desde que nace, se relame probando y chupando el caramelo de la Gran Tontería. Este aprende a ser estolidón sin serlo y es el verdaderamente educado al modo bilibú”.

Pues eso, el que quiera más que busque la obra completa. No es muy abultada y toda es para frecuentar, volver y gozar. La última edición que conozco es la de Editorial Bitzoc. Y se llama Ars quimérica.

Hoy creo haber contribuido a una buena labor: tratar de conseguir más lectores, más cómplices de Cristóbal Serra. Al menos así lo siento, sin temor a la censura ni a ser censurable, como quiere el maestro.

Leer más
profile avatar
29 de noviembre de 2006
Blogs de autor

CRISTÓBAL SERRA, UN RARO

Será un clásico, pero es raro. La condición de raro literario nos tendría discutiendo mucho tiempo. Y no lo tengo. Al menos será raro Serra porque siendo uno de los más interesantes y originales escritores vivos de los nuestros, muy pocos conocen sus libros. Su mundo quimérico está transitado desde el principio por un viaje literario tan imaginativo y fantástico que cualquier camino que utilice el lector para llegar a su puerto será recompensado.

Una tremenda ironía me parece que estos días, por razones tan zafias, estemos hablando del Puerto de Andratx. Ese puerto, que ahora es zona de especuladores, es para los lectores de Serra el lugar desde donde inventa y crea sus peculiares mundos. Allí lo imaginamos, allí lo situaba Basilio Baltasar, “leyendo y escribiendo, como en la cubierta de aquel barco anclado en la bahía de Andratx, como aquel escéptico nombrado por Kant, a quien horroriza establecerse definitivamente en una tierra”.

No recuerdo cómo descubrí a Cristóbal Serra, seguramente por un azar, por algún olfato de buscador, cuando encontré ya en los años setenta aquella primera edición de un pequeño libro: Viaje a Cotiledonia. Un pequeño libro amarillo con un cotiledón dibujado en su portada. Después le seguí por otras rutas. También lo conocí en una mañana mallorquina. Una  mañana de radio en la que le convencimos de que nos dejara su leve ironía, su profundo humor en aquellos micrófonos en compañía de Concha García Campoy.

Fui, lo sigo siendo, muy cortaziano. Y durante un tiempo muy cronopio. Hasta hice pintadas con spray, nocturnas y clandestinas,  a favor de los cronopios en años en que casi todos mis amigos hacían pintadas antifranquistas. Yo lo era, pero de la sección cronopia. Fue entonces cuando descubrí que había un escritor en esa senda, y en otras muchas, que merecía no estar en el olvido. Hay mundos paralelos. Cortázar desde su isla parisina. Serra desde su puerto de Andratx. Como tengo mucha prisa y mucho viaje por delante, buscaré un texto de Cotiledonia para que mi blog de mañana sea una pequeña casa de citas para encontrarse con sus sátiras sobre nuestros mundos. O para ironizar sobre nosotros mismos. O para desear ser otros que no somos. Habré sido progre, sí, pero soñé mundos donde no estaban algunos que gritan mentiras y negocian dolores.

Leer más
profile avatar
28 de noviembre de 2006
Blogs de autor

¿Todavía podemos salvarnos del cielo?

Ese sabio roncador, coleccionista de muñecos de luchadores mexicanos, amante de los gatos y uno de los más clásicos modernos de México -ayer le vimos en esa foto en Guadalajara rodeado de los más destacados escritores de la izquierda hispana, con el añadido de la Gordimer-, ese escéptico de la "gauche" inteligente y menos "divine" que uno imaginarse pueda, Carlos Monsiváis, es uno de los mejores rescatando frases, máximas, epigramas, mínimas y pensamientos despeinados que otros escribieron y que a uno le hubiera gustado pensar. Qué buenos libros se podrían publicar robando bien, plagiando con estilo lo que otros trabajaron con sudor o talento.

Muchas frases dejan los libros y artículos de Monsiváis. No entiendo por qué el más interesante de los pensadores livianos -los otros, muchas veces, son muy pesados- no tiene el éxito que se merece entre nosotros. Tampoco lo entiende su editor español Jorge Herralde. Hace poco presencié su rara genialidad en Roma, en unos encuentros en Villa Medicis hablando de mística y cultura contemporánea. Un  genio, un periodista tan grande como grande es el cuentista Saki. De esos raros hablaba con Diana Zaforteza, rescatadora de raros, de ejemplares escritores contra corriente desde su pequeña y excelente editorial, Alpha Decay. Otro raro del que hablaré otro día, atendiendo a una petición de los blogueros, es de Cristóbal Serra.

Pero hoy tocaba Monsiváis. El mismo que me hizo recordar esa frase de Virgilio Piñera: “Todavía puede esta gente salvarse del cielo”. Una frase que me ronda desde que he visto/leído las informaciones sobre la lamentable manifestación que por las calles de Madrid hicieron algunos familiares víctimas del terrorismo en compañía de demasiada “mala gente que camina”. Si ellos van a algún cielo, espero estar todavía en disposición de salvarme del cielo. Lo complicado es llegar a ser tan malo como muchos de ellos. Para ser así hay que ser muy tonto. Uno hace lo que puede, pero nunca llego a esos niveles de miseria moral y mentira de andar por las calles de Madrid. No los soporto. Me voy a Jalisco unos días. Y no me pienso rajar. Espero que esa tropa se vaya calmando mientras los miraré con la distancia de algún tequila. Yo también  estoy empezando a cuidarme.

Leer más
profile avatar
27 de noviembre de 2006
Blogs de autor

COTILLEO POÉTICO Y GUAPA GENTE

La guapa gente tiene también sus guapos premios. El más guapo de los que conozco es el Premio Loewe de poesía. Al ganador le dan un guapo premio, algo así como 18 mil euros. El libro se publica en Visor y la fiesta de entrega siempre tiene una mezcla de poesía, periodistas y gente del mundo Loewe.

Una cita guapa donde algunos estamos como con sensación de habernos colado. Yo estoy con la canalla poética, al amparo de Caballero Bonald y entre alguno de los de la tribu de Visor. Desde esa mesa suele haber unas vistas fantásticas. Por ejemplo se puede ver a una princesa, o lo que sea, que es algo de los Borbón y que siempre va de guapa a esas fiestas. A su lado estaba Marichal, que también es de mucha elegancia. Después se rebajan un poco los títulos y te puedes tropezar con un ex alcalde de Madrid, una estrella de la prensa del corazón, el presidente de la Real Academia de la Lengua, Víctor Manuel y Ana Belén, Carmen Alborch, Eduardo Arroyo o Ana Botella.

Todo eso bien mezclado, sentados en los salones del hotel Palace, es una buena imagen del Madrid guapo. Es decir un sitio de elegancia muy dispersa donde los poetas van cada año esperando que la mirada del mecenas, que la decisión de un jurado notable y diverso, se fije en ellos y pasen por unas horas a participar del mundo Loewe, dando glamour a la poesía.

Este año tenía la cita un morbo añadido. A la fiesta se presentó la muy esperada Esperanza Aguirre, la “presidenta” que sí tiene quién le escriba. Suelta y sonriente, segura y batalladora. Y un también muy suelto ex presidente, gran aficionado a la poesía, de reconocido ardor guerrero y sin perder la sonrisa, buscando poetas en su mesa de ilustres. Sí, al premio Loewe se presentó el mismísimo Aznar en persona. La verdad es que esa no era la noticia. De cerca no parece tan peligroso. La noticia, el morbo de la tarde, estaba en la clamorosa ausencia de Alberto Ruíz Gallardón. El intelectual de la derecha, el más centrado de los populares y también el más solo, descentrado y malquerido de todos. No sé, cuando le veo tan desasistido, tan  abandonado de casi todos, tan lejos de los poetas y de los guapos, me dan ganas de recomendarle un traslado, un espacio nuevo, una vida nueva. No sé, ¿qué tal lo verían los de Ciutadans?

Los cotilleos, los murmullos y las falsedades corrían por las mesas. La poesía estaba esperando. Y llegó. Se presentó con el nombre de Juan A. González Iglesias, un gran poeta que vive en Salamanca y que no olvida de dónde venimos. Que mantiene su escepticismo sobre hacia dónde vamos. A la guapa gente de la fiesta, también a los demás, nos recordó que nuestra cultura viene del cristianismo, sí. Pero que también viene de Roma y Grecia, o no viene. Y nos dio un respiro pagano. La pureza puede esperar.

PD: El poema de Borges al que el otro día hacía referencia es del libro Museo. Se llama “Le regret d’Héraclite”. Es así de corto y melancólico:

“Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca
aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach”.

Leer más
profile avatar
24 de noviembre de 2006
Blogs de autor

AMORES PERDIDOS

Tiempo perdido. Amores perdidos. Polvo serás, más polvo enamorado. En realidad estaba pensando que la lista más importante es la de los amores que no fueron, los que no serán, incluso algunos que fueron sin tener que haber sido. Tantas cosas hemos sido, pero no hemos sido los que recibieron el abrazo de aquella que tanto deseamos. También le pasó a Borges y supo hacer un poema, triste, breve, hermoso… No sé, en realidad pensaba escribir sobre el premio a la mejor labor editorial. Fui jurado. Y me sentí cómodo con el premio. El premio fue para Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.

Tenemos muchas deudas con el Círculo de Lectores. Las hemos seguido teniendo con Galaxia. Y por supuesto con Gutenberg, un buen tipo. Y cuando pensaba escribir sobre la felicidad que nos proporcionó, la que sigue proporcionando, la editorial de galaxia abierta a las librerías, se me cruzaron las listas.

Esa manía de ordenar los gustos, las pasiones, las músicas, los libros y las amadas. ¡Me encantan las pelirrojas! Sobre todo las que se llaman Katherine Hepburn. También las que se dejan enamorar por un bruto hombre tranquilo. Incluso, cuando fui pequeño, me gustaban las pelirrojas y pecosas fueran de Boston, de California o Rita Pavone. ¿Era pelirroja Guillermina Mota? Da igual, me encantaba. Pues eso, nunca fuimos abrazados por ellas. De lo otro, ni hablamos. Y como no tengo más que decir no me callo porque diré algo más.

Estoy contento con el premio a Galaxia/Círculo por mi memoria antigua y por mis placeres recientes. Por los libros que le encargaron a Eduardo Arroyo, los de Juan Goytisolo incluidos. Por el Kafka de Pepe Hernández. Por los de Barceló, Amat y por el placer de volver a viajar con Gulliver con Pérez Villalta. Pero también les doy las gracias por Gómez de la Serna, Baroja, Vargas Llosa y por muchos rusos o de los países del este que estuvieron perseguidos por esos archivos que guardaban los del KGB. Gracias por Anna Ajmátova, Marina Tsvetáieva y por Joseph Brodsky. Gracias por muchos más, por ejemplo, gracias por Canetti, por Sophia de Mello y por Eugenio Montale. En fin, gracias porque cuando fui pequeño, leí a los rusos y ahora que soy mayor los sigo leyendo. Y por otros amores que nunca serán.

Dice un bloguero que hay que dejarse al menos un libro sin leer para hacerlo antes de morir. Eso me hace recordar aquello que le pasó a Pepe Isbert. Uno de nuestros más grandes actores. Ese hombre pequeño de voz ronca, narices grandes, talla corta y enorme capacidad para fingir. Era un hombre muy católico, un hombre conservador, pero hizo algunos papeles que fueron una crítica a todo eso que él pensaba. Una mujer se había enamorado de él, ya una vieja gloria a punto de terminar su carrera. Aquella señora le sometía a un cariñoso acoso. Hasta que el actor encaró la situación diciendo: “Señorita me queda un polvo, uno solo, y se lo tengo prometido a mi mujer… Perdóneme”.

No sabemos cuántos nos quedan. Esperemos que nos queden algunos más. Y ciertamente muchos libros por leer. Gracias a algunas editoriales tenemos la sensación de que nunca llegaremos a las lecturas necesarias. Así será. Pero ¡menos mal que nos quedan algunas editoriales! ¿Haremos la lista de nuestras diez principales? Un día de estos tengo que hacer mi lista.

Leer más
profile avatar
22 de noviembre de 2006
Blogs de autor

LEER ANTES DE MORIR

Hace meses, creo que cuando era un tranquilo comentarista -antes de ser un pasota bloguero o lo que yo sea en este lugar- comenté un libro muy de moda en el Londres de principios de año. El libro se llama: 1001 libros que hay que leer antes de morir. El responsable del equipo seleccionador de las lecturas -solamente narrativas, no se incluyen los libros de pensamiento, poesía, ciencia…- que debemos hacer para poder morirnos con la tranquilidad de no haber perdido mucho el tiempo es Peter Boxall. Y el resultado era descorazonador para todos los escritores en español que no fueran Javier Marías, Laura Esquivel, Isabel Allende, García Márquez, Vargas Llosa, Pérez Galdós o Cervantes. El resto era silencio. Uno se podía morir tranquilamente sin haber leído a los demás en nuestro idioma. Incluso algunos de los que estaban tenían solo una breve reseña. Está claro que la literatura tiene fronteras. Tiene la gran, la mayor de las fronteras, el idioma… después vienen todas las demás.

Ahora, cuando me disponía a componer mi lista, no sabía si empezar por las músicas o las letras, por las películas o las secuencias, por las rubias o las morenas, por Extremadura o por Segovia, cuando el mensajero llamó a mi puerta. Unos libros. Uno era la esperada edición española de aquel curioso y arbitrario libro inglés.

Esperaba la edición de este libro por muchas razones. Por mi espíritu banal de entretenerme con las listas, por poder leerlo en mi idioma y, sobre todo, porque la edición estaba encargada a mi admirado José Carlos Mainer. El muy apreciado estudioso de nuestra literatura, el profesor Mainer y su equipo -entre los que se encuentra Jordi Gracia, tan estimable conocedor de entresijos literarios de las dos orillas del español- prometían un acercamiento razonado a lo imprescindible de nuestra literatura, que así se incorporaba con normalidad a los 1001 y les quitaba espacio a unos para hacer un hueco a los nuestros. Interesante selección, con su punto de morbo y su evidente arbitrariedad.

Uno lee, escucha o mira lo que le da la gana. ¿O quizá no tanto? Es posible que lo que estamos escuchando, mirando o leyendo desde hace tiempo sea lo que algunos deciden que tenemos que escuchar, mirar o leer. En cualquiera caso me suelen gustar las propuestas de Mainer, me fío y me fijo en sus juicios. También, inevitable en toda selección, me sorprenden las ausencias. Y aún más, algunas presencias. Si tengo tiempo y voluntad las comentaré.

Pero en lo que sí me he entretenido es en contar cuántos libros españoles y latinoamericanos están en la lista. Cuando digo libros es porque algunos, no demasiados, tienen más de un libro. Y cuando digo españoles digo los pocos en catalán, y uno o ninguno en eusquera y gallego. Todos traducidos al español. Y cuando digo latinos sólo me refiero a los escritos en castellano. Hay más o menos 176 libros de nuestra cultura. Unos setenta son escritos por latinoamericanos.

El escritor con más obras es Galdós, con cuatro. Y con tres obras están Borges, Cervantes, García Márquez, Marías, Valle Inclán y Vargas Llosa. Con dos obras, Benet, Bioy Casares, Bolaño, Cela, Clarín, Cortázar, Delibes, Gómez de la Serna, Marsé, Mendoza, Millás, Muñoz Molina, Piglia, Pombo, Puig, Rulfo, Sender y Unamuno. Los que tienen una obra son demasiados para incluirlos. Pero sí contaré que los últimos incluidos son Trapiello y Julia Navarro. Los primeros, El cantar del Mio Cid y el Arcipreste de Hita.

Los que quieran listas aquí tienen dónde entretenerse. Ah, y me gusta mucho esa frase de Eduardo Mendoza rescatada para la solapa de la hermosa y muy ilustrada edición de Grijalbo: “Si tuviera que llevarme un solo libro a una isla desierta, preferiría ahogarme en el naufragio”. Yo tampoco.

Leer más
profile avatar
21 de noviembre de 2006
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.