Javier Rioyo
No llegará a ser una casa de citas. Tendría que hacer una selección de varios textos. Pero al menos sí citaré uno. En el libro de Cristóbal Serra, Viaje a Cotiledonia, alguien dijo que los seres que habitan ese país se podrían parecer a esos que pueblan algunos cuadros de su paisano Miró. No tengo idea, pero de vez en cuando no me importaría ser un bilibús.
“Los Bilibús: Son la raza superlativa de Cotiledonia y con fama de ser los menos tenebrosos de todos y hasta tal vez los únicos despojados de la tristeza ratonil que ensombrece a los demás cotiledones.
No se dejaron, hasta ahora, gobernar por nadie. Jamás un rey pudo entronizarse entre ellos, y, con razón, pueden vanagloriarse de no haber conocido régimen de gobierno alguno.
Los Bilibús no trabajan más que cuando les viene en gana. Las necesidades y progresos de la colectividad les importan un comino. Consecuentes, no se quejan si falta agua, canela o sal en sus poblados.
Pasa, además, que los bilibús no quieren ser serios porque lo primero que os dice un bilibú es que hay que acogotar la seriedad, la formalidad, la respetabilidad. Y por más que arguyes con él, no consigues convencerle.
El bilibú cree que los disparates son más divertidos que las verdades y, en consecuencia, no duda en desarrollar el don maravilloso de la insensatez que muchos otros cotiledones tienen ya ahogado. Así, hay un bilibú que, desde que nace, se relame probando y chupando el caramelo de la Gran Tontería. Este aprende a ser estolidón sin serlo y es el verdaderamente educado al modo bilibú”.
Pues eso, el que quiera más que busque la obra completa. No es muy abultada y toda es para frecuentar, volver y gozar. La última edición que conozco es la de Editorial Bitzoc. Y se llama Ars quimérica.
Hoy creo haber contribuido a una buena labor: tratar de conseguir más lectores, más cómplices de Cristóbal Serra. Al menos así lo siento, sin temor a la censura ni a ser censurable, como quiere el maestro.