Javier Rioyo
Tiempo perdido. Amores perdidos. Polvo serás, más polvo enamorado. En realidad estaba pensando que la lista más importante es la de los amores que no fueron, los que no serán, incluso algunos que fueron sin tener que haber sido. Tantas cosas hemos sido, pero no hemos sido los que recibieron el abrazo de aquella que tanto deseamos. También le pasó a Borges y supo hacer un poema, triste, breve, hermoso… No sé, en realidad pensaba escribir sobre el premio a la mejor labor editorial. Fui jurado. Y me sentí cómodo con el premio. El premio fue para Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Tenemos muchas deudas con el Círculo de Lectores. Las hemos seguido teniendo con Galaxia. Y por supuesto con Gutenberg, un buen tipo. Y cuando pensaba escribir sobre la felicidad que nos proporcionó, la que sigue proporcionando, la editorial de galaxia abierta a las librerías, se me cruzaron las listas.
Esa manía de ordenar los gustos, las pasiones, las músicas, los libros y las amadas. ¡Me encantan las pelirrojas! Sobre todo las que se llaman Katherine Hepburn. También las que se dejan enamorar por un bruto hombre tranquilo. Incluso, cuando fui pequeño, me gustaban las pelirrojas y pecosas fueran de Boston, de California o Rita Pavone. ¿Era pelirroja Guillermina Mota? Da igual, me encantaba. Pues eso, nunca fuimos abrazados por ellas. De lo otro, ni hablamos. Y como no tengo más que decir no me callo porque diré algo más.
Estoy contento con el premio a Galaxia/Círculo por mi memoria antigua y por mis placeres recientes. Por los libros que le encargaron a Eduardo Arroyo, los de Juan Goytisolo incluidos. Por el Kafka de Pepe Hernández. Por los de Barceló, Amat y por el placer de volver a viajar con Gulliver con Pérez Villalta. Pero también les doy las gracias por Gómez de la Serna, Baroja, Vargas Llosa y por muchos rusos o de los países del este que estuvieron perseguidos por esos archivos que guardaban los del KGB. Gracias por Anna Ajmátova, Marina Tsvetáieva y por Joseph Brodsky. Gracias por muchos más, por ejemplo, gracias por Canetti, por Sophia de Mello y por Eugenio Montale. En fin, gracias porque cuando fui pequeño, leí a los rusos y ahora que soy mayor los sigo leyendo. Y por otros amores que nunca serán.
Dice un bloguero que hay que dejarse al menos un libro sin leer para hacerlo antes de morir. Eso me hace recordar aquello que le pasó a Pepe Isbert. Uno de nuestros más grandes actores. Ese hombre pequeño de voz ronca, narices grandes, talla corta y enorme capacidad para fingir. Era un hombre muy católico, un hombre conservador, pero hizo algunos papeles que fueron una crítica a todo eso que él pensaba. Una mujer se había enamorado de él, ya una vieja gloria a punto de terminar su carrera. Aquella señora le sometía a un cariñoso acoso. Hasta que el actor encaró la situación diciendo: “Señorita me queda un polvo, uno solo, y se lo tengo prometido a mi mujer… Perdóneme”.
No sabemos cuántos nos quedan. Esperemos que nos queden algunos más. Y ciertamente muchos libros por leer. Gracias a algunas editoriales tenemos la sensación de que nunca llegaremos a las lecturas necesarias. Así será. Pero ¡menos mal que nos quedan algunas editoriales! ¿Haremos la lista de nuestras diez principales? Un día de estos tengo que hacer mi lista.