Skip to main content
Blogs de autor

ELEGÍA ESPAÑOLA

Por 13 de diciembre de 2006 Sin comentarios

Javier Rioyo

Los fantasmas de nuestros muertos… ¡qué pesados ahora! Sí, algunos no quieren oír hablar de los muertos, de aquellos muertos, de aquella guerra. Es curioso. Les molestan los muertos, les pesan. No quieren ni verlos. Ni oír sus silencios. Hay que volver a enterrar a los muertos.

Yo entiendo muy bien que haya quienes no quieran desenterrarlos. Quienes por diversas razones quieren que aquellos muertos permanezcan en esos campos, en aquellos pozos y cunetas, tapias traseras de cementerio o veredas de algún río. Lo entiendo, incluso lo comparto. Entiendo a la familia Lorca cuando quiere dejar la memoria de Federico allí donde está, en algún lugar del barranco de Víznar y en compañía de otros tan decentes y tan inocentes como el poeta.

Entiendo al centenario Francisco Ayala, tan lúcido así que pasen cien años. Él también tiene sus muertos en algún barranco, en algún lugar cercano al impresionante Monasterio de las Huelgas. Allí los sublevados franquistas, al tomar la ciudad y sus edificios históricos, quisieron “limpiar” de peligrosos rojos, demócratas, liberales, masones la ciudad levítica y tradicional. El padre de Francisco Ayala, hombre conservador, apolítico y católico, hombre prudente y dialogante, había encontrado, por recomendación de su joven hijo -el profesor, escritor y abogado de las Cortes republicanas, Francisco Ayala- un tranquilizador trabajo en unos momentos críticos por sus años y por sus necesidades de padre de familia numerosa. Don Francisco era viudo reciente y mantenía algunos hijos a su cargo. Se defendía entonces con su trabajo de administrador del histórico monasterio, uno de aquellos lugares del patrimonio real que habían pasado a pertenecer a la República. Y precisamente por ese cargo fue asesinado una noche de hace setenta años. Enterrado en una fosa común. Un poco después también fusilaron a uno de sus hijos, que se había pasado al ejército republicano. Ayala, el mayor de los hijos de don Francisco, se tuvo que hacer cargo de la familia. No quiso que la tragedia impidiera una cierta normalidad en sus vidas, aunque fuera lejos, aunque fuera en el exilio. Nunca quiso mirar atrás. No olvidó. Pero no quiso, no quiere hablar de aquello. Ni hablar de entierros, de recuerdos, mausoleos, arcos,  laureles, lápidas, himnos, homenajes o panteones. No, Ayala ha vivido mirando hacia adelante. No quiere participar en la memoria ni mucho menos en el olvido. Es otra de las dignas opciones en estos momentos en los que a tantas cosas de nuestro pasado -del más trágico de los pasados de nuestros antecesores- nos enfrentamos.

Ahora recuerdo uno de sus textos más emocionados y emocionantes, él que tanto controla sus emociones, escrito al poco tiempo del final de la guerra europea. El texto que ahora selecciono pertenece a su narración “Diálogo de los muertos”, esa elegía española que pertenece a su libro Los usurpadores.

“No había nada por ninguna parte. Nada, sino silencio; un silencio húmedo que rezumaba, calaba hasta lo más hondo; un silencio que era la ausencia y el vacío de la atronadora refriega, ya pasada. No había nada, nada sobre la tierra… Bajo ella, muertos infinitos yacían en confusión, ahora casi tierra ya también ellos, y todavía lastimada humanidad, sin embargo; muertos preñados con el plomo de su muerte; muertos retorcidos en el horror de su martirio; muertos consumidos en la perfección absoluta de su hambre; muertos. Sepultados de cualquier modo, entre las raíces de  los vegetales, entregados a esas garras ávidas, insaciables, vivificadas por la lluvia que había escurrido tan largamente por entre piedras y huesos”.

profile avatar

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

Close Menu