Javier Rioyo
Ese sabio roncador, coleccionista de muñecos de luchadores mexicanos, amante de los gatos y uno de los más clásicos modernos de México -ayer le vimos en esa foto en Guadalajara rodeado de los más destacados escritores de la izquierda hispana, con el añadido de la Gordimer-, ese escéptico de la "gauche" inteligente y menos "divine" que uno imaginarse pueda, Carlos Monsiváis, es uno de los mejores rescatando frases, máximas, epigramas, mínimas y pensamientos despeinados que otros escribieron y que a uno le hubiera gustado pensar. Qué buenos libros se podrían publicar robando bien, plagiando con estilo lo que otros trabajaron con sudor o talento.
Muchas frases dejan los libros y artículos de Monsiváis. No entiendo por qué el más interesante de los pensadores livianos -los otros, muchas veces, son muy pesados- no tiene el éxito que se merece entre nosotros. Tampoco lo entiende su editor español Jorge Herralde. Hace poco presencié su rara genialidad en Roma, en unos encuentros en Villa Medicis hablando de mística y cultura contemporánea. Un genio, un periodista tan grande como grande es el cuentista Saki. De esos raros hablaba con Diana Zaforteza, rescatadora de raros, de ejemplares escritores contra corriente desde su pequeña y excelente editorial, Alpha Decay. Otro raro del que hablaré otro día, atendiendo a una petición de los blogueros, es de Cristóbal Serra.
Pero hoy tocaba Monsiváis. El mismo que me hizo recordar esa frase de Virgilio Piñera: “Todavía puede esta gente salvarse del cielo”. Una frase que me ronda desde que he visto/leído las informaciones sobre la lamentable manifestación que por las calles de Madrid hicieron algunos familiares víctimas del terrorismo en compañía de demasiada “mala gente que camina”. Si ellos van a algún cielo, espero estar todavía en disposición de salvarme del cielo. Lo complicado es llegar a ser tan malo como muchos de ellos. Para ser así hay que ser muy tonto. Uno hace lo que puede, pero nunca llego a esos niveles de miseria moral y mentira de andar por las calles de Madrid. No los soporto. Me voy a Jalisco unos días. Y no me pienso rajar. Espero que esa tropa se vaya calmando mientras los miraré con la distancia de algún tequila. Yo también estoy empezando a cuidarme.