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Escrito por

Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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Tedio y jolgorio

Oscar Tusquets reedita su testamento 30 años después. Desde entonces, se ha afirmado la posición de los ‘tusquetianos’ y ha desaparecido la llamada “escuela de Barcelona”

Cuando hace 30 años comenzó Oscar Tusquets a decir (o quizás a aullar) que estaba hasta la coronilla del arte de vanguardia y que ya no soportaba más progresismo soporífero, las monjas de la corrección (las de entonces) se horrorizaron y salieron huyendo con las sayas arremangadas con ambas manos como si hubieran visto a un fauno en actitud exigente. En Barcelona dominaba entonces, y aún ahora, una arquitectura mona, simple, rebosante de buenas intenciones, mezquina y de venta fácil, la llamada “escuela de Barcelona”. Era la continuación nunca interrumpida del paralelepípedo de cristal sostenido por pilotis innecesarios y otros inventos de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Pero, claro, para que la caja de cristal y acero tenga grandeza la ha de concebir Mies van der Rohe, y los pilotis son cosa de Le Corbusier, pero no de los discípulos terminales de Gropius casi todos nacidos en el medio rural y muy paisajistas de calendario.

Uno se pregunta por qué provocó semejante indignación una pura expresión de gusto, como decir que a uno le parece más elegante la peineta que la barretina, sobre todo cuando algunos del clan posmoderno, como Michael Graves, habían alcanzado considerable reconocimiento entre las vírgenes sensatas. La inquina contra Oscar seguramente se debía a que no le podían perdonar las dos gigantescas columnas dóricas que abrían, en su casa, sobre un huertecillo florentino. Eso y que hubiese montado la mejor cocina profesional de la ciudad para uso y disfrute personal.

Resumiendo, es un asunto que requiere estudios de antropología aplicada: a Oscar la burguesía barcelonesa de ultraizquierda (la misma de hoy) no le perdonaba que gozara, que se divirtiera con un asunto tan serio como la arquitectura catalana, que eligiera el escándalo en una sociedad levítica que todo lo arreglaba en silencio y pagando. Ha de tenerse en cuenta que la grandeza, esa virtud antigua, tan helénica como medieval, está muy mal vista en la sociedad monjil y burguesa de Barcelona cuyos hitos actuales en materia política son Iceta, Montilla e Illa, claros varones de las marcas.

Pues bien, 30 años más tarde vuelve a editar Tusquets (en Tusquets) su testamento con el título Sin figuración, poca diversión, que ya lo dice todo. Ha pasado el tiempo. Se ha afirmado la posición de los tusquetianos, de los punkis, de los brutalistas, de los deconstructivos, de cualquiera con un poco de ambición y ha desaparecido la escuela de Barcelona. También han desaparecido algunos artículos fenomenales de ediciones anteriores como el de la arquitectura del tacón de aguja, quizás para evitar amostazar a las actuales vestales. El libro entero, prefiera uno las cajas de cristal o las columnas de acanto, sigue siendo inteligente, impertinente, divertido, insostenible e instructivo.

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25 de mayo de 2022

Clase de anatomía de Santiago Ramón y Cajal, situado en el centro, en 1915. ALFONSO

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En el confín

 

Los que han tenido la fortuna de vivir muchos años han habitado dos mundos diferentes. El de la niñez y juventud poca relación tiene con el de la senectud

Cuando Pérez Galdós y también Pío Baroja veían a un anciano sentado en un banco o echando miguitas a las palomas, se acercaban lentamente, pedían permiso y se acomodaban a su lado. Tras un parloteo sobre el tiempo y el calor procedían a hurgar en la memoria del viejo. Tanto Galdós como Baroja acumularon una montaña de información hablando con aquellos personajes acabados, pero que conocían lo que ya nadie recordaba.

Las memorias de los ancianos son del mayor interés. Tomo por anciano al que ha cumplido más de 75 años y se encuentra en buen uso de su cabeza. En esos 75 años el mundo ha dado una vuelta entera a todo lo que antes fue normal, común, habitual y ahora es ya perfectamente desconocido. Los que han tenido la fortuna de vivir tantos años han habitado dos mundos diferentes. El de la niñez y juventud poca relación tiene con el de la senectud. Es un escenario parecido, pero ya nada está en donde solía.

El clásico es el bienhumorado y simpático Memorias de un setentón, de Mesonero Romanos, que empieza en 1808 con el regreso a España del rey felón y sigue hasta casi el cambio de siglo. Es un viaje al pasado remoto en verdad agudo y bien escrito. No obstante, la admirable Biblioteca Castro acaba de editar un volumen de Obras escogidas de Santiago Ramón y Cajal que contiene dos curiosas memorias. Una, titulada Mi infancia y juventud, comienza donde Mesonero termina, en 1901. Está adornado con fotografías que muestran, entre otras cosas, la miseria profunda en la que nació Cajal, una aldehuela navarra llamada Petilla de Aragón. Como su padre, todo el esfuerzo de Cajal fue arrancarse a la pobreza, pero, sobre todo, a la miseria espiritual e intelectual de aquella España en ruinas.

Lo fascinante, sin embargo, es que el volumen incluye también El mundo visto a los ochenta años que se publicó en 1934, el año de su muerte, y que da cuenta del mundo nuevo. ¿Qué había pasado entre 1852 y 1934? Pues que era otro mundo y el desconcierto que muestra Cajal se expresa de una manera casi dramática en una serie de capítulos en los que repasa todas las novedades que ya no puede digerir. Empieza por las ciudades de su juventud, a las que ha regresado y nada queda de ellas: se ha producido la modernización. El lenguaje, al que reprocha la entrada de infinitos galicismos y anglicismos (¡si viera hoy!), pero además hace una lista de neologismos que nos dejan boquiabiertos: constatar, control, avalancha, financiar… Y así más de cuatro páginas. Palabras que para nosotros son de lo más común y aceptado y que a él le sonaban a rayos. Viene luego la moda masculina y femenina, la “locura de la velocidad” y, en fin, todo el conjunto de novedades que al anciano estudioso le parecían pura pérdida de tiempo y en absoluto una mejora de la vida. Hay páginas asombrosas sobre los separatistas catalanes. He aquí a una de las pocas personas que han pensado, trabajado e inventado en España con la alabanza del mundo entero y es instructivo constatar que todos, listos o tontos, caemos en los mismos hoyos en cuanto el mundo gira un poco la dirección del rostro.

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10 de mayo de 2022
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Categoría y miseria

 

Hace unas décadas todo trayecto, antes de llegar a destino, era entretenido por señoras que te vendían bocadillos de atún en las estaciones pueblerinas

Era un tipo enorme, sobre los dos metros y 150 kilos. Recogió con exquisita delicadeza a un perrín blanco y negro que cabría en su mano, pero lo metió en una de esas jaulillas para viajes por entre cuyas aperturas suelen asomar los ojos cohibidos de la animalia. Se le veía al hombre conmovido, como pidiendo perdón, y no dejó de mirar al perro con verdadera compasión mientras arreglaba los papeles en el mostrador.

Luego lo vi sentado en la fila anterior a la mía. Apenas cabía en el espacio asquerosamente estrecho que ha dispuesto Iberia para mantener los sueldos de sus ejecutivos. Le sobraba media pierna, de modo que la azafata tenía que dar un golpe de cadera muy agradable para sortearla. El hombre estaba avergonzado e íntimamente contrito al pensar que quizás su mascota sufría la misma estrechez.

Íbamos como piojos en costura y me admiró la paciencia de los pasajeros y cómo se ayudaban los unos a los otros para poner bultos, mochilas o bolsas en los diminutos maleteros. Cada vez que mi compañero de asiento tenía que mover un brazo se veía en la obligación de pedir disculpas y los dos recomponíamos nuestras posiciones como muñecos mecánicos. Todo lo cual venía después de pasar más de tres cuartos de hora en la cola del check in de Iberia para que nos aceptaran, o no, los paquetes, bultos y mochilas. Un único punto para cientos de viajeros había dispuesto la dirección de Iberia.

El viaje en avión es ya un eficaz acarreo de ganado, la versión posmoderna del invento germano para transportar toneladas de humanos a donde no deberían ir. Yo recordaba aquel soberbio aparato, el Super Constellation de cuatro motores y tres colas, una de las criaturas más bellas producidas por el ingenio humano, y a los antiguos clientes de la aviación civil que parecían recién salidos de una película francesa al bajar la escalerilla con foulards de vivos colores al viento. Ahora éramos lo sobrante, el todo a cien, los que no habíamos podido encontrar en Sevilla un billete de AVE para Madrid. Y no había billete de AVE porque los ejecutivos de Renfe o de Aena, o de lo que sea, se cansan pronto y ya no ponen más vagones ni más trenes cuando consideran que su jornada laboral ha terminado.

Lo peor del viaje es ahora el viaje mismo. Hace unas décadas todo el trayecto, antes de llegar a destino, era entretenido por señoras que te vendían bocadillos de atún en las estaciones pueblerinas. Incluso en los aviones ofrecían unos refrescos con frutos secos un poco rancios, pero pletóricos de buena voluntad. ¿Cómo se ha ido hundiendo el viaje en esta sima oscura? ¿Cuál de las muchas codicias es la que nos ha reducido a la miseria? ¿O serán todas?

Nadie protestó, nadie se quejó, nadie consultó. Era seguro que cualquier reclamación podía provocar hirientes carcajadas. Y al llegar al aeropuerto salimos todos huyendo, algunos de modo atropellado porque no estaban seguros de alcanzar el enlace y corrían demudados y agresivos en busca de cualquier puerta.

Todo esto no se ve en la publicidad, en ella bellas mujeres uniformadas auxilian a atractivas madres con niño y jóvenes enérgicos empujan carritos con sonrientes tullidos. Suerte tenemos de que nuestro ministro de Consumo es comunista. Iberia debe de sugerirle los soñados años de Beria (Lavrenti).

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26 de abril de 2022

ZUMA PRESS

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Consolación

 

«Es difícil explicar la muerte a una sociedad que no quiere ni oír hablar del asunto»

 

No sabía yo que hubiera tal cosa como unas rabinas, encarnaciones femeninas del rabino judío de toda la vida. Al parecer (y esa debe de ser una peculiaridad única en todas las religiones del Libro) hay mujeres ejerciendo esa función desde hace tiempo en el ámbito religioso hebreo. Esta novedad es realmente curiosa y poco conocida, aunque lleva ya muchos años existiendo.

Recuerden ustedes que el Talmud es tajante en este punto: «El lugar de la mujer está en la cocina» (Yoma 66B) y seguramente eso explica por qué las madres judías eran tan excelentes cocineras. Sin embargo, hace unos veinte o treinta años, se ha ido imponiendo lo que Jon Juaristi me indica como «el movimiento reformista», una revolución iniciada por Hermann Cohen, kantiano de renombre, que tuvo gran arraigo en los Estados Unidos. Y ya se sabe que lo que decide el judaísmo americano acaba por imponerse en el mundo entero. Hoy día hay rabinas incluso en España.

Bien es verdad que estas mujeres dedicadas al estudio de la Tora (ese es el significado de «rabino») no ejercen funciones sacerdotales, pero es que no hay sacerdotes en la religión judía desde la destrucción del Templo de Jerusalén en el siglo II de nuestra era. Las sinagogas no son templos, sino lugares de reunión.

Todo lo anterior viene como preámbulo a un documento que me ha parecido digno de atención, se titula Vivir con nuestros muertos (Asteroide) y su autora es Delphine Horvilleur, una rabina que ha ejercido en el mundo entero. Esta interesante mujer francesa de unos cincuenta años se ha especializado en acompañar a los deudos en su dolor. Es decir, que las familias, parientes, amigos o amantes la llaman cuando han perdido a una persona muy querida y le piden que las acompañe en el duelo. Ella les da consuelo gracias a su sabiduría y a una inteligencia evidente en el libro. Junto a ellos recita el kadish, elemento esencial de la liturgia fúnebre judía.

Esto me parece muy curioso porque en la religión judía no hay vida después de la muerte. Ni infierno, ni cielo, ni nada parecido. Hay un viejísimo lugar, la Gehena (Gehinom en hebreo), que a veces se ha pensado como lugar de castigo para los malos, pero sólo creen en ella unas pocas sectas ultraortodoxas. En cuanto al Sheol, lugar a donde van los muertos, no tiene ninguna función de castigo o premio, así que el consuelo se hace difícil. No se puede prometer una vida eterna o por lo menos una segunda vida, pero tampoco un castigo para los malvados.

Delphine explica un buen número de casos en los que ha intervenido, entre ellos el de la matanza de la revista satírica Charlie Hebdo donde fue asesinada una amiga suya, y son todos ellos casos muy distintos e instructivos. Digo «instructivos» porque muchas veces he opinado sobre las dificultades actuales para explicar la muerte a una sociedad que no quiere ni oír hablar del asunto. Lo entiendo y me parece bien dedicarse a las series de la tele y al fútbol, pero quienes tenemos hijos pequeños no podemos derivarlos a esos lugares de entretenimiento desesperado. Algo hay que decirles, porque lo preguntan. Delphine tiene el mismo problema y lo sortea como puede.

En el momento final del relato la rabina acude al cementerio judío de Westhoffen, en Alsacia Lorena, donde se ha producido una profanación. Un grupo de bárbaros neonazis ha destruido tumbas y pintado cruces gamadas. Con este motivo reflexiona Delphine sobre la historia de Caín y Abel, el primer asesinato de la humanidad. Pero lo más emocionante es que descubre, entre las tumbas, la de un viejo pariente al que había olvidado, el tío Edgar, y se ve en la difícil y emocionante situación de consolarse a sí misma.

Un libro francamente útil.

 

Este texto fue publicado el 9 de abril de 2022 en The Objective

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20 de abril de 2022

Rutger Hauer, como el replicante Roy Batty en 'Blade Runner'

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Última

 

Permitan que cite un proverbio francés en el original, y luego lo traduzco: Partir c’est mourir un peu, mourir c’est partir un peu trop. O sea que partir es morir un poco, pero morir es partir demasiado. Bueno, pues no muero, pero sí parto. Me han acompañado a lo largo de muchos años en este rincón humilde y cálido. Hemos conocido épocas buenas, malas y peores. No hemos llegado al extremo de haber visto cosas que nadie podría imaginar: “Naves de combate en llamas en el hombro de Orión, relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la entrada de Tannhäuser, todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir”. Y no las hemos visto porque no somos Rutger Hauer, que es quien modificó el guion de Blade Runner y añadió este admirable colofón. ¡Ojalá fuéramos Rutger Hauer!, pero sólo somos un minúsculo habitante del planeta Tierra y por mucha importancia que nos demos los humanos cada uno en su casa (no tenemos nada más valioso que nuestra pobre persona), no superamos el valor de una lombriz que horada paciente un agujero en la tierra para depositar su huevo. Bien es verdad que William Blake, que los conocía bien, dijo de los gusanos algo imperecedero: “La lombriz bendice el arado que la parte”. Y así es. Cuando uno es un buen gusano, un gusano educado, un gusano del que sus hijos y nietos se sentirán orgullosos, no puede sino aplaudir el verso de Blake, quien, por otra parte, siempre me ha parecido un pelmazo.

Así que no es cosa de morir todavía, pero sí de partir, aunque no tanto como para dejarles a ustedes huérfanos cada martes de qué bobada se le habrá ocurrido al Azúa este. De modo que a partir del día 26, martes, me encontrarán en otro lugar del periódico que me vio nacer y quizás me verá morir. Espero encontrarles de nuevo dentro de unos días, ¡no se vayan demasiado!

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12 de abril de 2022

Un aula vacía en un colegio público. Kike Taberner

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Ignaros

 

Sean quienes sean los que están pariendo la ley educativa más absurda de todos los tiempos, lo cierto es que la están haciendo a la medida de su entendimiento

La ley de educación que se está forjando en las catacumbas del Gobierno (aunque es improbable que ni un solo alto cargo socialista arroje a sus hijos a semejantes fauces) es un prodigio de transparencia. Un documento tan fiable sobre el alma progresista como lo es la radiografía de un tuberculoso sobre sus pulmones.

Primer punto: los gobernantes que nos someten a sus doctrinas no son educadores. Ellos creen que la educación es un útil que sirve para fabricar súbditos destinados a votar a los partidos llamados “de izquierda”. Ninguna otra actividad mental o física de los niños les interesa más que su futura papeleta. Que vote progresista, aunque sea un tarugo, vienen a decir, dando por supuesto que no hay en ello una temible duplicación.

Segundo punto: no hay un autor, un responsable, un ideólogo que ponga rostro, nombre y explicación a este artículo de ingeniería social. Por lo menos con aquella señora Isabel Celaá, que ahora sabemos que era (y seguirá siendo) millonaria, podíamos identificar un personaje con toda la suerte de desatinos que proponía.

Tercer punto: sean quienes sean los que están pariendo la ley educativa más absurda de todos los tiempos, lo cierto es que la están haciendo a la medida de su entendimiento. Así, por ejemplo, la supresión de los suspensos debe de ser algo que llevan sobre la conciencia desde que pisaron su primer colegio. Saben que la ocultación del fracaso, disimularlo o mentir sobre el mismo, conduce al éxito en España. Lo que ya le ha sucedido a mucho alto cargo actual. Todo lo cual explica que los socialistas pudientes envíen a sus hijos a colegios privados, preferentemente extranjeros, sobre todo en sociedades tan sectarias como Cataluña. Que los pobres sean ignorantes está sancionado por la ley de Dios, pero que también lo sea el hijo de un ministro, eso es algo intolerable.

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5 de abril de 2022

Serguei Prokófiev

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Ópera infernal

 

‘El ángel de fuego’, obra nunca estrenada en vida de Prokófiev, vive un éxito apoteósico en el Teatro Real

¿Qué huracán despeinaría la cabeza de Prokófiev cuando en 1919 compuso El ángel de fuego? Tenía 28 años, sufría Rusia la revolución leninista, pero lo que impera en esta ópera es la represión sexual. De hecho, aunque varios críticos la vinculan con los ensayos de Freud sobre la histeria, a mí me recuerda con mayor precisión los trabajos previos de Charcot con las enfermas mentales del hospital de La Salpétrière, tan distintos al racionalismo del vienés

La heroína, Renata, es un personaje durísimo para cualquier soprano: está viva en escena a lo largo de más de dos horas para contar que de niña vivió en la alucinada compañía del ángel Madiel, con quien jugaba a las muñecas, pero cuando llegó a la madurez sexual la adolescente le exigió al ángel su concurso carnal. El ángel huyó espantado y desde entonces Renata lo busca incansable entre los humanos, presa de un hambre sexual que la llevará por las trampas del ocultismo, la brujería, la magia negra y los demonios posesivos, para acabar en un convento donde será sometida a exorcismo. La ópera nunca se estrenó en vida del compositor.

Es indudable que el mundo que sugiere el libreto (sobre una novela de Bruisov) tiene su lugar más apropiado en el siglo XVI y menos en 1950, que es el momento elegido por Calixto Bieito para su puesta en escena. Sin embargo, dado que las alucinaciones de Renata nunca se ven, sólo se expresan en la endemoniada partitura, son atemporales y obedecen a la enfermedad mental de la heroína.

No obstante, el protagonista de la ópera es la orquesta, dirigida con talento excepcional por Gustavo Gimeno. Y lo más sorprendente es que Bieito, capaz de poner en escena La Pasión según San Mateo en tanga, reduce eficazmente las alucinaciones sexuales de Renata con sobriedad y elegancia. Un prodigio. Éxito apoteósico del Teatro Real de Madrid.

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29 de marzo de 2022
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Divinidad

Palabras como “ultraderecha” o “genocidio” y la más común entre el vulgo, “facha”, adormecen el cerebro de los bobos y zanjan todo raciocinio

Me ha parecido prodigioso que Vladímir Putin haya declarado, ante las masas reunidas por decenas de miles en un coliseo, que la guerra de Ucrania tiene como finalidad “evitar un genocidio”. Doy por cierto que no se refiere al genocidio que está llevando a cabo en Ucrania, sino a un genocidio en abstracto: usa la palabra sagrada que sobrecoge a la gente sencilla. Así que, una de dos, o bien Putin está persuadido de la ignorancia supina de su pueblo, o bien lo desprecia, o ambas. Tener por necio a tu votante da una idea del valor que se concede al voto, pero también del valor que el dirigente concede a sus propias ideas.

Así sucede también con esa cascada de autoridades que acusan a los camioneros en huelga de ser “ultraderechistas” (R. Sánchez, I. Rodríguez) o, con mayor desparpajo aún, “de ayudar a Putin” (M. J. Montero). Asombroso. Todos sabemos que los de Putin, los del “no a la guerra”, pertenecen a su Gobierno. ¿Son las ministras quienes jalean la huelga de camioneros para ayudar a Putin? No es verosímil. Una vez más se trata del uso de la palabra divina “ultraderecha” para adormecer a los beocios.

Se recordará que Valle Inclán en la extraordinaria Divinas palabras apunta justamente a eso. Al final de la obra, las hordas brutales se dirigen amenazadoras hacia el sacristán y comienzan a arrojarle piedras. El sacristán, entonces, “bizcando los ojos sobre el misal abierto”, recita en latín las divinas palabras: Qui sine peccato est vestrûm, primus in illa lapidem mittat. De inmediato la plebe se apacigua e inclina la testuz: “Las viejas almas infantiles respiran un aroma de vida eterna”, dice Valle, y cesa el acoso. Ese es el uso vicioso de palabras divinas como “ultraderecha” o “genocidio” y la más común entre el vulgo, que es “facha”. Palabras divinas que adormecen el cerebro de los bobos y zanjan todo raciocinio.

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22 de marzo de 2022
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Admirable

La tan gastada palabra “solidaridad”, que ya ha perdido todo significado, se reanima y fortalece gracias a los gestos de gente que actúa libremente para aliviar el dolor ajeno, sin que ninguna organización o ente del gobierno los anime a ello.

El espanto que provoca una guerra tan sucia como la de Putin contribuye a percatarse de los privilegios que gozamos sin apenas merecerlos. Con la excepción de algunos grupos excluidos que realmente viven en la pobreza, casi todos emigrantes de sociedades crueles e insoportables, la mayoría de la población española quizás tiene problemas para, como se dice, “llegar a fin de mes”, pero en unas condiciones en absoluto dramáticas. En las democracias capitalistas lo cierto es que se vive con razonable comodidad, a pesar del odio que suscitan en gente mal resuelta.

Me tiene admirado el proceso de absorción o asimilación de los dos millones y medio de ucranios que han huido de Putin. Por una parte, es cierto que ponen en evidencia cómo segregamos a unos emigrantes de otros, pero, por otra parte, es la prueba de acero de la capacidad de nuestra sociedad para ayudar a quienes se encuentran en riesgo de muerte. No son sólo las familias que reciben en sus casas a una nube de desconocidos, son también algunos grupos de trabajadores (en Madrid han sido los taxistas) que organizan por su cuenta caravanas capaces de cruzar miles de kilómetros para llevar alimentos, mantas y medicamentos hasta la frontera polaca, y traerse de regreso a niños y mujeres en una procesión antagónica a la de los satánicos tanques rusos.

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15 de marzo de 2022

Friedrich Hölderlin.

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El don

 

Son tan malos tiempos para la poesía que lo urgente ha de ser mencionar lo que de ella va quedando. Por eso hoy escribo sólo para quienes sean capaces de interesarse por un trabajo de 640 páginas dedicado a un solo poema

Son tan malos tiempos para la poesía que lo urgente ha de ser mencionar lo que de ella va quedando. Por eso hoy escribo sólo para quienes sean capaces de interesarse por un trabajo de 640 páginas dedicado a un solo poema. Bien es verdad que se trata de uno de los más insignes de la poética europea y nos ha llegado en dos versiones porque a su autor se le quemó el cerebro mientras lo iba acabando.

Me refiero, claro está, a Pan y vino (Brod und wein) del más grande de todos los líricos, Hölderlin. Firma la traducción, el comentario verso a verso y el ensayo Félix Duque, uno de los últimos filósofos vivos que nos quedan (Abada). El asunto del poema es sencillo: el autor comienza considerando el mundo real, con su comercio y su descanso, sus calles y carruajes, para luego recordar el tiempo en que los dioses compartían la vida de los mortales. En el momento final muestra su esperanza de que una última divinidad, síntesis paradójica de Dioniso y Cristo, vuelva con nosotros. Lo escribió en 1801, cuando Napoleón destruía las monarquías europeas e instalaba en su lugar repúblicas pacíficas que Hölderlin veía como propicias para un futuro luminoso. La segunda versión data de 1802-1803 y para entonces Napoleón había mostrado ya la garra tiránica que iba a ganarle una corona imperial. Hölderlin, claramente trastornado por un viaje (a pie) que le permitió conocer el horror en las calles de París, regresó a su hogar para ser encerrado el resto de su vida, más de 30 años, en una buhardilla junto al Neckar. La segunda versión quedó rota, como su vida, por el eclipse de la esperanza. El último don, el pan y el vino, ya no eran divinos.

Este formidable doble poema bien merece que un filósofo le dedique 700 páginas, pero debe advertirse al audaz lector que su lección requiere entrega, conocimiento, pasión, entereza, y pan y vino.

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8 de marzo de 2022
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