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Rocían más alto los surtidores

 

 

En el Almanaque de Versailles de 1773 hay una descripción entusiasta de las fuentes del parque: “Los jardines son particularmente famosos por la belleza de sus fuentes. Es un espectáculo que sorprende siempre. La cantidad de surtidores que funcionan a la vez hacen efectos comparables a los fuegos artificiales.” Más de un par de siglos después, los domingos veraniegos se sigue reuniendo una multitud que admira los juegos irisados de las “Grandes Eaux”. 

Un particular documento del gusto de la época por las aguas y fuentes artísticas es la correspondencia de Charles de Brosses informando a sus amigos de Francia sobre las fuentes italianas hacia 1740. En una carta a su amigo Neuilly, le habla así de su visita a las casas de campo de los alrededores de Roma:

"Me ocupé más de pasearme y divertirme con los surtidores de agua que de anotar en mis cuadernos. Además, las pocas notas que escribí han quedado miserablemente mojadas y borradas, con las travesuras de escolares que nos dio por hacer en las fuentes secretas. […] Las casas de campo de Tívoli y Frascati estaban sin duda mejor mantenidas antes, y también mejor amuebladas que hoy. Exceptúo dos o tres de las que vale la pena hablaros más. Pero la mayor parte están muy descuidadas, así como sus jardines, que no están mantenidos con pulcritud; cosa muy corriente en Italia. Sin embargo, […] abundan las aguas, claras, limpias, magníficas en algunos lugares, y encantadoras en casi todos. […] La villa Belvedere-Aldobrandini, de los Pamphili, la villa Mondragone, de los Borghese, y la villa Ludovisia, son los tres más bellos jardines de Frascati. Hay otras cinco o seis bastante bonitas, si estuvieran bien mantenidas, pero son muy inferiores a esas tres, cuyas casas son bellas, los jardines vastos, al aire libre, y bien plantados, y las aguas, sobre todo, maravillosas.

La Belvedere y la Ludovisia son dos montañas aterrazadas, cubiertas de plantas, grutas, y soberbias cascadas. El gran surtidor de la Belvedere, más o menos igual al de Saint-Cloud, por lo que me ha parecido, es una de las más bellas cosas de ese género que se pueden ver en el mundo. Se lanza con un ruido tremendo de agua y aire entremezclados mediante tubos practicados para ello que hacen una pedorrera continua. Hay cantidad de otros surtidores menores, la mayor parte muy bonitos. La colina de la villa Belvedere está cortada en tres alturas, adornadas de grutas y de fachadas con arquitectura rústica, guarnecidas de cascadas y agua en surtidores. La gran cascada está coronada por columnas con acanalado en espiral por donde circula el agua. La casa de la villa Ludovisia, sobrevolada por una plataforma con un vasto estanque en forma de gavilla es todavía más bella, al menos según me acuerdo; pero ni la casa ni el jardín valen como los de Aldobrandini. Las largas fachadas, las grutas porticadas, los nichos, surtidores y estatuas son muy bellos en las dos casas. En este última, al pie de la colina, hay un bellísimo edificio de arquitectura de Giacomo della Porta. Las avenidas de abajo están guarnecidas de naranjos, con empalizadas de laureles, las terrazas en graderío, y las balaustradas cargadas de vasos llenos de mirtos y granados. La fachada tiene dos alas en ángulo y en forma de gruta. En una, hay un centauro tocando un cuerno de macho cabrío, en la otra, un fauno tocando la flauta, por medio de ciertos conductos que suministran el aire a esos instrumentos, pero es una música deplorable. Esos dos señores tendrían necesidad de volver por cierto tiempo a la escuela, así como las nueve Musas que se ven con su maestro Apolo en una sala vecina ejecutando sobre un monte Parnaso un ruin concierto por el mismo artificio. Esa invención me pareció pueril y sin encanto. Nada más frío que ver nueve criaturas de piedra pintarrajeada de colores hacer una triste música sin ton ni son. Prefiero ver su caballo Pegaso que, cerca de allí, hace brotar de una coz la fuente Hipocrena; siempre que esas princesas y los pájaros que las acompañan no se tomen el trabajo de romper la cabeza a los asistentes, ese salón debe ser muy agradable en verano; unos conductos practicados bajo el suelo aportan el aire que entre con la suficiente fuerza como para mantener en el aire una bola de una madera liviana. 

Esa vez no necesitamos refresco, al ducharnos suficientemente de la cabeza a los pies. La ceremonia comenzó en Mondragone alrededor de un estanque polipríapo, es decir, cuyo borde está provisto todo en derredor de surtidores de agua en tubos de cuero más gruesos que la pierna, armados en la punta de boquillas de bronce. Estaban decaídos negligentemente en un estado de reposo, pero cuando se abrió el grifo y el aire empujado por el agua comenzó a inflar sus cuerpos cavernosos, esos buenos señores empezaron poco a poco a levantarse de una manera bastante curiosa y hacer pis incesantemente con agua fresca. Migieu, que vos no podríais creer como el más travieso del grupo, se armó de uno de esos cipotes que dirigió contra la cara del bueno de Lacurne; éste no tardó en hacer el resto, la broma se hizo enseguida general, y no terminó más que después de calarnos hasta los huesos durante una media hora. La estación de invierno no nos pareció felizmente escogida para ese pequeño juego; pero en verdad ese día hacía tan bueno y tan suave que uno no podía resistirse a la tentación de tomar un baño. Fuimos a cambiarnos de ropa interior y trajes a nuestro albergue, y he aquí lo que ganamos: estábamos sentados en un atrio de Belvedere para oír tocar al centauro su cuerno, sin darnos cuenta de un centenar de pequeños traidores de tubos distribuidos entre las juntas de las piedras que funcionaron de repente y se pusieron a chorrear en arcadas sobre nosotros. De ahí, como no teníamos nada que perder ya que habíamos vaciado el fondo de nuestra maleta tras la escena de Mondragone, nos sumergimos con intrepidez en los lugares más acuáticos del palacio, donde pasamos el resto de la velada haciendo parecidas bromas. Hay sobre todo una excelente pequeña escalera donde, una vez que uno se ha subido, los surtidores de agua parten y se cruzan en todos los sentidos, de arriba, de abajo, y de los costados. Uno queda atrapado ahí sin poder remediarlo. Encima de esa escalera nos vengamos de Legouz que nos había ocasionado la mojadura del atrio. Quiso abrir un grifo para lanzarnos agua; ese grifo está hecho expresamente para engañar a los tramposos y lanzó a Legouz, con una fuerza espantosa, un torrente grueso como el brazo contra el vientre. Legouz huyó como el diablo con sus calzas llenas de agua que le salía por los zapatos. Nos caíamos de risa; fue el final de la escena. […] Llegué muy a propósito a Tívoli, cuando trabajaban en deshacer los surtidores del jardín de Este, para limpiar los conductos. No queriendo haber hecho un viaje inútil ni volver otra vez, distribuí cuatro cequíes entre cantidad de obreros que, en dos o tres horas, repusieron todas las cosas en su estado. Durante el intervalo, fui a pasear sobre el puente y a ver la cascada del Teverone, en otro tiempo Anio, cuya agua rápida se precipita de una altura mediocre sobre un montón de rocas puntiagudas donde se pulveriza y rebrota en un millón de perlas brillantes. Una parte del río va de ahí a quebrarse de nuevo en un fondo rocoso, y la otra se abisma en las grietas de las piedras bajo las casas de donde se le ve resurgir, salir de la ciudad y recaer en la llanura en varias cascadas. Aunque la caída de agua no sea elevada, la disposición de las rocas y la facilidad para contemplar la cascada desde todos los lados, hacen el efecto más agradable y recreativo que ninguna otra que yo haya jamás visto.[…] Volvamos al jardín de Este. No hay otros que ver aquí, pero si éste no estuviera tan mal mantenido, sobrepasaría a todos los de Frascati en grandeza, magnificencia y abundancia de aguas. La situación no podía ser más feliz para entusiasmarse; los jardines están al pie de una montaña y el río que fluye de ella. De modo que no hubo otro trabajo que hacer una sangría en el lecho del Teverone para obtener agua por tubos de arriba abajo. Este lugar pertenece al duque de Módena, que lo descuida por completo; los jardines, los pórticos de plantas, los bosquetes, los parterres en pendientes y terrazas, están todos sin cultivo y desangelados. La casa no estaría mal, de no estar en ruina y sin ningún mueble, de manera que aquí no quedan por ver más que las fuentes. Y las hay en tan gran número que no apostaría por menos de mil. Me las han dado por mis cuatro cequíes y no debe hacerme duelo el dinero. Solo sería de desear que de esas mil fuentes suprimieran más de novecientas que no son más que hilillos de agua, auténticas chucherías, jueguecitos de niños, y reunirlas a las grandes piezas que son de una admirable belleza. Entre ellas está el gran canal sobre una terraza bordeada por dos líneas de surtidores dispuestos en fila, como veis en otras partes los árboles plantados a lo largo de los canales. Al cabo de esa terraza, hacia el lado de la ciudad, está la hermosa fuente del Pegaso y el pórtico adornado con colosos por donde entran las aguas en el jardín que forma una lámina de agua de una altura y anchura sorprendentes. Esa pieza de agua, la más bella del jardín, es también, sin réplica, una de las más bellas que sea posible encontrar en parte alguna. […] Debajo de ese teatro hay otro bosquete de instrumentos de viento, pájaros que mueven las alas y cantan desde una enramada enronquecidos por medio de tubos de aire y agua, y otros cuadros movientes. Es más o menos como los cuentos de hadas que sabéis que se cuentan a los niños de la manzana que canta, el agua que baila y el pajarito que lo dice todo. No hay que reteneros aquí más tiempo. Prefiero llevaros a ver algunas otras buenas piezas como la Girándula, la Gavilla, el Estanque de los Dragones, la Fuente de Baco, la del Tritón, la de Aretusa, la Gruta de Venus, la de la Siblia, etc. Ved también algunas estatuas, un Baco, Melicertes, los ríos Anio y Albula, la Sibila, etc.

Me preguntáis, amigo mío, si todas las aguas tan alabadas de los jardines de Italia son mejores que las de Versailles. No; seguramente estáis viendo que aquí hay cantidad de fuentes que no son más que pequeñas minucias. En Versailles todo es a lo grande, todo lleva el carácter ese magnificencia que era la particular de Luis XIV."

Leyendo a Brosses, uno se pregunta si esa afición a la jardinería fontanera llegó a Italia desde Francia, o si fue al revés. Y una somera indagación sobre la historia de las fuentes versallescas revela que la última posibilidad es la cierta.

En 1600, Tomaso Francini, ingenierio florentino, obtuvo de Enrique IV el pertinente permiso para afrancesar su nombre como Francine. En la documentación aparece como ingeniero e intendente de las fuentes de su majestad. Su primera muestra de talento se pudo ver en en el castillo de Saint-Germain donde hizo excavar curiosas grutas en las terrazas de los jardines que bajaban hasta el Sena. Eran grutas habitadas por personajes que rociaban a los paseantes. Estaba la gruta de la Doncella que tocaba el órgano, la del Dragón, y la de Neptuno, favorita del público porque el dios lanzaba el agua con tales borbotones que calaba hasta los huesos a quienes se quedaban mirándole. Había estatuas que inundaban a los visitanes cuando menos lo esperaban. Se ve que a Enrique IV, el famoso Vert-Galant, le gustaban las bromas un tanto toscas. También en Fontainebleau construyó Francine grutas y fuentes que ya no existen, y una curiosa fuente infantil para el Delfín, que luego fue Luis XIII, y recordaba siempre su época de niñez jugando con los grifos.

Dos hijos del Francine florentino, François y Pierre, recibieron el encargo de Luis XIV de ayudar al ingeniero Le Nôtre en la creación del parque de Versailles, en particular lo relativo a las “diversiones acuáticas”. Los Francine demostraron su maestría y dotaron al parque de uno de sus atractivos más característicos. Cosa que no era fácil, por algo describía Saint-Simon el lugar como “el más ingrato del mundo, sin vistas, sin bosques, sin aguas”. Aunque agua sí que había, en forma de  pantanos y aguazales intransitables, lo que los aficionados llaman humedal, que ofreció la oportunidad de que el talento de los Francine la domesticara con un sistema de bombas y el viejo truco de los molinillos elevadores. De modo que separaron las aguas, como cuando Yahvé hizo el mundo, y las reunieron en altos depósitos cargados de la fuerza que dan la gravedad y las buenas maneras.

La primera gruta que hicieron fue la de Tetis, que ya no existe, y que La Fontaine describió en versos entusiastas. Debía ser la favorita de Luis XIV y el lugar donde le gustaba hacer los honores a las damas de la corte. Félibien la describió como una porción de nichos al fondo de los cuales un río, bajo la apariencia de un viejo dios desnudo, se apoya en una urna de donde brota un torrente presidido por la estatua de Apolo, obra de Girardon, rodeada de ninfas de Tetis que le lavan las piernas y perfuman los cabellos. Millares de  pequeños surtidores brotan de orificios invisibles y recaen formando una lámina, mientrás los órganos hidráulicos imitan el canto de los pájaros, de modo que, según Félibien, los oídos de los visitantes no quedan menos encantados que los ojos. En la gran fiesta de 1688 se ofreció en esa gruta la colación a los embajadores del mundo entero.

Los hermanos Francine crearon la Montaña de agua, el Teatro de agua, los estanques de las Sirenas, el Laberinto de agua y sus animales fabulosos. De todas aquellas creaciones quedan al menos los versos que hicieron los esforzados poetas gubernamentales. Era notable que el agua era continuamente reciclada. En 1687, un año antes de la muerte de François Francine, ya se habían creado mil cuatrocientos conjuntos de surtidores. Hoy se conservan bastante menos de la mitad.

El hijo pequeño de Pierre Francine pasó del agua a la música, un tránsito muy natural, y fue director de la Ópera. Se hizo aún más famoso que sus antepasados cuando se casó en 1684 con la hija de Lully. En el contrato matrimonial firmaron el rey, el Delfín y varios ministros. Cinco años más tarde, Jean-Nicolas Francine era director de la Real Academia de Música, como sucesor de Lully, cuando todo el mundo esperaba que el puesto fuera para La Lande, sin duda mejor cualificado. La Academia entró en quiebra por la mala gestión. Aunque, en compensación, la poesía francesa alcanzó a una de sus cumbres: Jean-Baptiste Rousseau —el poeta, no confundir con el bondadoso— a quien Francine había rechazado una pieza, se vengó de la afrenta rimando portentosamente la Francinade, poema burlesco de unos pocos cientos de versos donde pateaba, denigraba e incluso hablaba mal del señor director de la Ópera.

Se hace preciso concluir que Jean-Nicolas Francine debía tener gusto literario. Porque cuando La Serre, autor de Pyrame et Thisbé, le pidió que sustituyera a la cantante que interpretaba a Thisbé porque no se le entendían las palabras, le replicó: “Ni se os ocurra pensarlo, sería el peor favor que podría haceros.”

Su primo Pierre-François Francine conservó el oficio de ingeniero hidráulico de sus antepasados y dirigió hasta bien entrado el siglo XVIII la artística fontanería versallesca. Sus hijos y nietos, heredaron el cargo, pero fueron tan negligentes que finalmente hubo que echarlos. Pero su destino vulgar no debe hacer olvidar el talento de sus antepasados, aquellos magos de las aguas que dieron a Versailles su impronta de originalidad y encanto.


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2 de diciembre de 2010
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El mercado del silencio

Adolescentes ejecutados en Irán en 2005 por homosexualismo. Imagen tomada de http://www.enkidumagazine.com/ Aún no puedo creer que la delegación cubana en las Naciones Unidas se sumó con su voto a un grupo de ?países que contemplan la homosexualidad como un delito dentro de sus legislaciones, incluyendo la pena capital por ese motivo, en cinco de ellos?. La frase entrecomillada no la he inventado yo, sino que proviene de una declaración publicada por el CENESEX para intentar explicar ese absurdo, justificar lo abominable. En una peculiar lista, en la que aparecen algunos grandes avasalladores de las libertades individuales, está también esta Isla, donde el discurso oficial asegura ?de un tiempo a esta parte? que el capítulo del atropello a homosexuales es cosa del pasado. Está de más decir que nadie consultó a los cubanos para ratificar ?en nombre nuestro? una resolución que da carta blanca a la pena de muerte motivada por la orientación sexual de las víctimas. Ni una palabra se dijo en la prensa oficial, ni un solo travesti ha podido salir a protestar en la Plaza de la Revolución o frente al Ministerio de Relaciones Exteriores como muestra de su desagrado con este gesto de conveniencia política. En un inicio, fue la representación de Benin la que impulsó un cambio en la resolución sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias en el mundo, con lo cual desde hace dos semanas la ONU ya no observará si el acusado llegó a esa situación por amar a otro de su propio género. Estamos asistiendo espantados a la rueda que lanzan los intolerantes, a la complicidad que se establece entre sectarios, que enmudecen ante las violaciones cometidas por otros, comprando así su silencio para cuando ellos mismos lo necesiten. Es triste que una institución que ha trabajado en aras de fomentar el respeto a la diversidad ?como es el CENESEX?   haga maromas verbales para no llamar las cosas por su nombre. Mariela Castro no puede permanecer parapetada detrás de las escuetas palabras de un comunicado donde no se lee una condena proporcional al error que ha cometido nuestra delegación en la ONU. El próximo domingo, ella estará presente en el programa Pasaje a lo desconocido de la televisión nacional para presentar un documental que toca el tema de la tolerancia hacia los gays y las lesbianas. Creo que sería un buen momento para que nos explicara por qué su respuesta no ha sido más enérgica, por qué su silencio nos ha sonado tan encubridor.

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2 de diciembre de 2010
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Basta de tópicos

Tópicos en la cabeza En Casa de América se reunieron cuatro escritores latinoamericanos: Juan Villoro, Pablo Casacuberta, Guillermo Arriaga y Laura Restrepo, además de la cineasta argentina Lucrecia Martel, para hablar de la literatura latinoamericana. La pregunta de Winston Manrique Sabogal ?¿Cómo ha sido la evolución de la cultura en el continente? ¿Es considerada como un capital social, político y económico importante?? tuvo muchas repercusiones. Así se lee en El País:

LAURA RESTREPO. En arte y en cultura no se avanza. Parece que esa es una de las características del arte y de la cultura, que no se avanza, no estamos mas adelante de lo que estábamos hace siglo, es decir, no se producen mejores cosas de las que se producían? JUAN VILLORO. No hay una idea de progreso? L. RESTREPO. Lo que hay son cambios. De pronto lo que tenemos que preguntarnos es, si hay ciertos cambios que marcan la pauta dentro de la enorme diversidad de lo que es la producción artística latinoamericana. Yo diría que en este momento existe la necesidad expresa, o explicita, por parte de los escritores de ganar el territorio de la cotidianidad y del tema menor. Me parece que este aspecto, que tiene larga trayectoria en Estados Unidos o en Europa, ha sido bastante ajeno a nuestras letras. ¿Cómo llegar ahí sin desdibujarnos en el mar de la literatura mundial? ¿Cómo reclamar también para los latinoamericanos el no tener que ser fenómenos de feria para existir en el terreno de la cultura? J. VILLORO. Yo creo que se ha roto con el referente telúrico de que el escritor latinoamericano tiene que reflejar un mundo que en cierta forma es ?adánico? y que él nombra por primera vez. Durante mucho tiempo en América Latina el escritor tenía un impulso épico, como dice Laura, o ?civilizatorio?, de ordenar en las páginas lo que no estaba ordenado en la realidad. Convertir el caos de la selva y de los gobiernos provisionales de la región en un orden lógico, nombrar y de alguna manera abarcar como un todo, una Latinoamérica que tiene un referente telúrico muy claro. Yo creo que con eso afortunadamente se ha roto por completo. América Latinase ha normalizado, y la normalidad siempre es un poco aburrida. Ya no son los tiempos de los dictadores extremos, de las guerrillas ultras, de las utopías posibles, quizás vista desde fuera, América latina ha perdido interés como esa utopía del atraso donde todos los excesos eran posibles y donde se daban las frutas y los dictadores más exóticos. En la medida en que América Latina se ha modernizado hacia democracias más o menos imperfectas también la literatura se ha atomizado, se ha pulverizado y ha entrado en territorios más del misterio de lo cotidiano. Un aspecto que yo destacaría en el caso de México es el descubrimiento, tardío, del humor y la ironía. Afortunadamente se ha podido entender que el humor es un atributo de la inteligencia, hay escritores contemporáneos como Fabricio Mejía Madrid, por ejemplo, que hacen del sentido del humor un ejercicio crítico y me parece que ahí también hay algo nuevo en la literatura latinoamericana. GUILLERMO ARRIAGA. Yo creo que esa literatura siempre ha estado presente lo que pasa es que no ha sido reconocida por los mercados europeos. En México estaba Ciro Cevallos al principio del siglo XX con narraciones completamente cotidianas; sé que parecerá extraño, pero Juan Rulfo escribía cosas cotidianas incluso con sentido del humor; siento que esa literatura ha existido siempre, pero Europa ha consumido más el cliché exótico. En el caso de México, el capital cultural ha sido uno de los más poderosos. Sin embargo, la influencia que ha tenido la cultura mexicana ha sido denostada por estos economistas que han dicho que si la cultura no genera ganancia entonces no tiene por qué existir. PABLO CASACUBERTA. Me parece que un problema que ha tenido Latinoamérica, y es un problema en el cual los intelectuales tienen que ir haciendo un examen de conciencia, es que en muchas oportunidades hemos sido instrumentales en lo que se espera de nosotros. Es decir, Latinoamérica ha venido siendo en tres etapas: una, viene a ser el descubrimiento y conquista de América, donde apenas se le descubre se convierte en una fuente de recursos. Después, en el siglo XX comienza el descubrimiento de América en lo que tiene que ver con una riqueza cultural especifica. Y recién comienza ahora a concebírsela como una fuente de riqueza culturalmente inespecífica. Es decir, los productos culturales latinoamericanos tienen mucho que decir no solo sobre la condición de ser latinoamericanos sino sobre la condición humana. Cuando pienso en una película de Lucrecia Martel me interesa lo que esa película dice de la condición humana, la soledad, del egoísmo, etc. Creo que en cierta medida nosotros mismos tendemos a pensar en Latinoamérica como una fuente de valores culturalmente específicos. Es como si nosotros esperáramos que Fernando Savater hablara exclusivamente sobre su relación con la hispanidad o con la identidad vasca, sobre la cual tiene mucho que decir, pero es que realmente tiene mucho que decir sobre muchas otras cosas. Otro problema, es que cuando los latinoamericanos escribimos sobre nuestra cultura sólo hablamos de la cultura humanística. Pero nuestro sentido de la cultura latinoamericana tendría que incluir a la ciencia que también es muy vigorosa. Hay un creciente énfasis en la investigación y en él, la región ha aportado y tiene mucho para aportar, pero nadie se lo reconoce, nadie piensa en América latina como un lugar donde haya aportaciones tecnológicas o donde existe ensanchamiento del conocimiento sobre la fisiología humana. Siempre se piensa en términos de: haber dime algo cultural, cuéntame alguna mexicanidad, dime algo del argot mexicano a ver si me impresiono y esa parte es importante. En México se inventó la televisión a color, esto es importante, eso es cultura mexicana. L. RESTREPO. Ahí la diferencia es que los escritores somos los más artesanales de todos los artistas. Por ejemplo, nosotros no necesitamos gran capital para trabajar, sólo lápiz y papel. La instancia frente al apoyo oficial no solamente es una traba sino que es importante porque te permite estar al otro lado del poder que es como el sitio donde puedes estar como pez en el agua en algún momento. Yo desempeñé, de forma muy desafortunada, una secretaria de cultura para un alcalde de izquierda que hubo en Bogotá, ahí viví lo que era la avidez de los artistas por esperar la cuota que les pasaba el ministerio, y yo pensaba por un lado, qué bueno que se les pueda dar esta ayuda, pero otro lado no era agradable ver la dependencia tremenda del aporte oficial. En México esto también se ve mucho. J. VILLORO. Es cierto, existe una dependencia muy grande de los recursos oficiales. No se hace nada sino tienes presupuesto oficial. L. RESTREPO. Y en relación con lo que tu dices el momento es muy interesante porque los mangos o las mulatas no dan para más, eso ya se agotó. Yo no digo que en el pasado eso haya sido artificial, necesitábamos ese tipo de símbolos para saber quienes éramos, pero es que ya no somos solamente eso. Siempre me llama la atención que nadie dice nunca: Madame Bovary es un libro sobre el adulterio en Francia, al contrario, se dice, es un libro sobre el adulterio. Cuándo va a pasar que nosotros mismos primero, y luego los demás, digan por ejemplo: Fernando Vallejo, el del libro que aborda el drama avasallador de la condición humana y no, ¡ah! el del libro sobre la violencia en Colombia.

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1 de diciembre de 2010
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La reconstrucción de Dios

Aquel ser que está en todas partes, e incluso nos escucha y nos ve permanentemente, hasta escrutar nuestros deseos y nuestros pensamientos, está regresando al mundo real después de un largo eclipse. El impulso que le exilió de nuestras vidas, las ciencias positivas, es el mismo que ahora está convirtiendo su reconstrucción en una utopía que empieza a adquirir visos de realidad. Tras la Muerte de Dios, fruto de la Ilustración, llega la reconstrucción de dios, pero de la mano del hombre, en forma de Gran Hermano global.

Las videocámaras que proliferan como los virus, las intercepciones telefónicas, el control informático y la fragilidad de los mensajes y documentos que utilizan empresas, instituciones e individuos nos sitúan de nuevo en la posición del niño asustado ante la divinidad omnisciente, predispuesto a investirse con el complejo de culpa para toda la vida. Todo lo que hagas y digas podrá ser revelado y tenido en cuenta en tu contra en algún momento. Afortunadamente no hay todavía tecnología que permita un acceso directo a los cerebros ajenos y permita penetrar también en pensamientos y deseos de quienes prefieren reservárselos para ellos mismos. Pero hay que tener en cuenta que son muchos, millones, los que los vuelcan sin rebozo, junto a sus imágenes privadas e íntimas, en las redes sociales (facebook, twitter?), sin tener en cuenta que alguien, algún día, los convertirá en la lista de sus pecados. Esto afecta especialmente a algunos oficios: diplomáticos, políticos, militares, funcionarios, periodistas también. Es obligada en todas estas profesiones una nueva cultura de la discreción, para evitar que nos triture este ser omnisciente que estamos creando y que escapa a nuestro dominio. Quienes le rendimos culto como el dios liberal de la transparencia no debemos olvidar en ningún momento que también puede convertirse en el Gran Hermano, el dios totalitario del control permanente sobre los ciudadanos. Pero, sobre todo, no debemos confundir a este dios que cada vez sabe más sobre todos nosotros con las grietas por las que se filtran las informaciones que guarda. El escándalo no son las filtraciones de Wikileaks, sino que todo lo que digamos o escribamos pueda ser comunicado, repertoriado, guardado y, claro está, finalmente filtrado y publicado.

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1 de diciembre de 2010
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A precio nulo

El abogado francés Jacques Vergès, defensor en los años de plomo de los resistentes argelinos (muchos  de ellos torturados salvajemente) y en general de  militantes considerados de extrema izquierda ( incluida Magdalena Kopp, integrante  de la banda Baader Meinhof) sorprendió a muchos cuando asumió  la defensa del terrorista Carlos, pero sobre todo al aceptar defender a  un  nazi conocido como el verdugo de Lyon, el cual, anciano y enfermo,  había sido extraditado desde Bolivia a Francia. El propio Vergès contaba su percepción del juicio, cuya primera secuencia sintetizo aquí  de memoria:

La  expectación había  hecho habilitar  una enorme zona de pasos perdidos.  Acosado por las cámaras e insultado por el público, al acceder a la sala, Vergès se encuentra con la mirada fija de una treintena de colegas que  representaban a la acusación. Tras saludarle, una de las letradas le avanzó que sería enormemente puntillosa y enfatizaría  lo insoportable   de los cargos para el sentimiento moral de los franceses.   Dado que el  turno de esta colega era tardío, Vergès le respondió con ironía: "No te lo aconsejo, una vez oídos los tres primeros letrados será difícil que el jurado siga siendo receptivo al recuento de emociones que no se experimentan".

Jacques Vergès, obviamente no justificaba los hechos de los que el antiguo nazi era acusado. Su  decisión de defenderle  se sustentaba probablemente en la convicción moral de que los crímenes objetivos pesaban menos en boca de los acusadores que las razones para ofrecer una vez más  ante  el  ciudadano francés  (tantas veces comprometido de hecho con las atrocidades de la ocupación en el pasado y con los comportamientos lepenianos en el presente) una  representación del mal que le permitiera sentirse del buen lado a precio nulo.

Este es el quid del asunto: a precio nulo se sitúa uno del buen lado en asuntos morales, como a precio nulo se  juzga sobre lo impactante de la obra de arte. En lo que a cuestiones morales se refiere, no se trata obviamente de repudiar la memoria del pasado. Se trata  de poner de relieve las estructuras sociales que explican  la pasividad, cuando no complicidad de gran parte de la sociedad (francesa en este caso) en lugar de reducir el problema  a la acción contingente de individuos, lo cual sirve  más bien de coartada para  distraernos de los horrores del presente,  o aun para ajustes de cuentas relativos al mismo. Precisamente porque Francia nunca asumió realmente su pasado colaboracionista, el juicio de Klaus Barbie tenía efectivamente cierto carácter de mero espectáculo, dónde un individuo el obligado a encarnar el mal que en realidad a casi todos concierne.

Y con todos los matices que se quiera lo que digo de Francia puede aplicarse a España:  conservar  la memoria del franquismo y asumir el grado en el que marcó la vida de tantos españoles es precisamente la condición de que en un futuro no pueda servir de diversión la crucifixión  simbólica de algún superviviente erigido en azaroso responsable individual. Lo cual por otro lado sería perfectamente compatible con la recuperación de valores franquistas bajo formas asépticas y compatibles con las formalidades  de la democracia.

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1 de diciembre de 2010
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II. “La tierra es para quien la trabaja”

Los mismo pasa a la hora de hablar de la revolución que estalló en 1910 para poner fin a la dictadura de Porfirio Díaz. Sólo quedan dos nombres en la memoria y en la imaginación popular, y que han tenido que ser aceptados como cabezas visibles de los fastos oficiales del centenario: Emiliano Zapata y Pancho Villa.

Zapata, que se levanta en el sur de México al grito de guerra de "la tierra es para quien la trabaja", nunca pudo ponerse de acuerdo con el poder, ni siquiera con el presidente Francisco Madero cuando la dictadura porfirista fue derrocada, y se negó a entregar sus armas mientras la tierra arrebatada a los campesinos por los latifundistas no les fuera devuelta. Madero lo llamó a parlamentar en el palacio presidencial y le ofreció una hacienda en pago a sus servicios a la patria. Su respuesta fue: "no, señor Madero...yo me levanté en armas para que al pueblo de Morelos le sea devuelto lo que le fue robado. Entonces pues, señor Madero, o nos cumple usted, a mí y al estado de Morelos lo que nos prometió, o a usted y a mí nos lleva la chingada...".

Después del asesinato de Madero por mandato de Victoriano Huerta, siguió adelante su lucha, y bajo el gobierno de Venustiano Carranza fue muerto a traición en una emboscada en 1919, en la hacienda Chinameca, de Morelos. Es cuando entra para siempre en la memoria colectiva, y en la leyenda y en los corridos, como habrá de ocurrir también con Pancho Villa, el otro héroe popular, jefe de la División del Norte, que cayó asesinado en otra emboscada en Hidalgo del Parral, estado de Chihuahua, en 1923, por órdenes del general Álvaro Obregón, que lo había combatido a él, y había combatido también a Zapata.

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1 de diciembre de 2010
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La furca en la que la naturaleza retorna

Insuficiencia del conócete a tí mismo

Como es obligado, dada mi condición de profesor de Filosofía, he reiterado aquí una y otra vez la tesis aristotélica relativa a que las facultades que nos singularizan respecto a los demás animales son las que  se fertilizan o realizan a través de lo que denominamos conocimiento: conocer, o más bien desear conocer, es lo nuestro. Y  al menos no hay duda de que en ocasiones el deseo de saber se manifiesta. El ansia de conocer no se satisface sin embargo siguiendo la invitación socrática a intentar ser espejo reflexivo de sí mismo. A veces, conocer es quizás precisamente salir de sí mismo, salir de la redundancia estéril a la que a menudo se reduce la auto- observación.

Conocer es enfrentarse a la alteridad, ya sea superando su opacidad, ya sea generando tal alteridad cuando el conocimiento se vincula a una operación creativa. El científico y el artista serían las dos modalidades paradigmáticas de esta confrontación. Una de las formas del deseo de inteligibilidad que marca a la ciencia es la disposición general que caracteriza al físico. Esta disposición sin embargo es más o menos digamos sofisticada y en parte ello depende del sector de la disciplina.

Transcribía en un texto anterior las palabras de un profesor del Imperial College de  Londres afirmando que la Mecánica Cuántica es la única de las ciencias que se enfrenta sin ambages al problema del ser. Convencido de ello y convencido asimismo de que el problema del ser es de hecho el problema, aquello que (en un registro más o menos oculto a nosotros mismos) a todos concierne, intento aquí hacer concreta esta idea. De alguna manera me sirvo de la Mecánica Cuántica para hacer perceptible cual es el problema ontológico y a la vez intento mostrar que los términos mismos del problema quedan radicalmente perturbados por esa misma Mecánica Cuántica. Permita el lector que empiece hoy recordando asuntos que pueden parecer obviedades pero  alguno de los cuales,  como veremos, quizás no lo sea tanto:

 

Obviedades...que no lo son tanto

El físico es alguien que aspira a observar rasgos de las cosas que corresponden  a su naturaleza inmediata. El físico no se ocupa, por ejemplo, de lo que tiene la complejidad de la vida;  ante un animal el físico hará abstracción de lo que sí estudia el biólogo. Cabe decir que todo lo que determina el físico está implícito en lo que determina el biólogo, sin que la recíproca sea cierta. Por decirlo claramente: todo ser vivo responde a los rasgos más generales de las entidades físicas,  pero no a la inversa.

Pongámonos en la tesitura de que somos físicos: sospechamos que una cosa ofrecería a nuestra observación rasgos interesantes y queremos efectivamente observarlos. A veces  el acceso a lo que nos interesa observar  está al alcance digamos del ojo: descubrimos el velo que la encubre y el rasgo aparece (intento evitar  el término propiedad porque supondría ya considerar que, aunque oculta,  la cosa tiene ya eso que aun no percibimos, asunto que precisamente es objeto de debate ). 

Otras veces, sin embargo, el acceso a lo que nos interesa exige mayores mediaciones. Así para observar un planeta alejado necesitamos un telescopio y para observar el comportamiento de una entidad diminuta necesitamos un microscopio. Atengámonos de momento a lo diminuto. Supongamos por ejemplo que se trata de una partícula elemental, un electrón por ejemplo, y que nos interesa   saber el valor exacto de una magnitud física de tal partícula. Supongamos asimismo que tenemos los instrumentos técnicos que nos permiten acceder a tal observación.

 

La primera pregunta

Obviamente, antes de la intervención física no sabemos la cifra que llegaremos a observar, pero por ello mismo tiene sentido la siguiente pregunta:

¿Tenemos alguna manera de efectuar  una previsión rigurosa  de  lo que saldrá? Es decir: ¿tenemos algún procedimiento matemáticamente formulable que nos permita algún tipo de expectativa? Sí la tenemos, o  sí la tienen los físicos, al menos tratándose de cierto número de entidades y un número limitado de observables. Cabe decir: aunque  aun no exploramos fisicamente la cosa, estamos en condiciones de avanzar una razonable previsión de lo que en ella observaremos. Dejo de lado el problema de la fórmula matemática concreta que permite avanzar lo anterior, para concentrarme, en lo esencial[1]

 

El peso de términos usuales

Lo que permite realizar previsiones sobre la magnitud del rasgo que llegaremos a observar es una entidad matemática llamada operador.  Pongo en cursiva la expresión a fin de enfatizar el hecho de  que es algo cuya esencia es efectuar una intervención, en general transformadora de aquello sobre lo cual interviene, a saber otra entidad matemática.[2]  Este aspecto  transformador  alcanza mayor envergadura si se añade lo siguiente: el procedimiento físico mediante el cual  accedemos  al observable que nos interesa, es hasta tal extremo indisociable del operador matemático que nos permite hacer previsiones que de hecho este último es denominado observable-operador

 

Conocimiento versus redundancia

Lo que estoy indicando es que si efectuar una previsión es operar o transformar algo en el registro matemático, intentar verificar experimentalmente  tal previsión es operar o transformar en el registro de las entidades físicas.[3]  

Hay -como veremos-  casos  en los que el operador matemático se encuentra ya con aquello que debería ser resultado de su intervención y correlativamente alguno de los únicos observables a los que puede conducir el experimento  físico se encuentra ya esperando al experimentador, convirtiendo de alguna manera su esfuerzo en estéril redundancia (como si un cirujano encontrara ya efectuada la única incisión para la que su instrumento es apta, o el ladrón encontrara abierta la cerradura para la que forjó una específica llave). Se trata sin embargo de  casos particulares, haciendo abstracción de los cuales empieza ya a tomar cierto cuerpo la ya casi popular tesis de que conocer no es una actividad neutra, que acceder a observar lo que interesa no se hace sin cirugía. Lo cual no quiere decir que los lugares comunes que al respeto se iteran se correspondan exactamente con la cosa.   

 

Un conocimiento irreductible al descubrimiento y a la creación

Revisemos un extremo esencial de lo que precede:

Antes de proceder a una experimentación en física, tenemos un expediente matemático que posibilita un cálculo de lo que cabe esperar, un cálculo que constituye una  previsión, sin que ello signifique en absoluto que sabemos lo que necesariamente saldrá. Nótese que habría dos maneras de que nuestro cómputo constituyera un saber de lo que necesariamente saldrá:

1)Hipótesis realista:

La fórmula se refiere a algo que la cosa tiene y que antes de la fórmula ignorábamos. Tenemos además  la seguridad de que el hecho de intervenir sobre la cosa para constatar fisicamente  lo que la cosa tiene y que la fórmula ha previsto, no perturba esta misma propiedad, sino que simplemente la desvela. Hemos visto que esta hipótesis no es válida en la generalidad de los casos, y que aquellos en los que sí es válida tienen tan poco interés como el construir más o menos laboriosamente una llave apta en  exclusiva para un  tipo de  cerraduras que ya están abiertas. 

2)Hipótesis "creacionista":

La observación experimental que sigue al cómputo matemático no constituye una mera intervención, sino un  acto de creación. Como el Dios de los filósofos de inspiración platónica, calcularíamos previamente aquello que nos disponemos a hacer emerger. Tampoco esto funciona, al menos si por creación se entiende hacer emerge ex-nihilo, puesto que hay un estado de la cosa respecto a la cual efectuamos nuestros cómputos.

 Se trataría en todo caso de hacer emerger a partir de algo que encierra en potencia aquello que emerge, pero esto es algo que hace simplemente, por ejemplo, el artesano, cuando a partir  de determinado material forja un objeto. Sin duda, al menos cuando es fiel a su origen, la ciencia responde a exigencias de inteligibilidad, y en consecuencia  la disposición  meramente cognoscitiva del físico le separa del técnico o artesano. No obstante la inexistencia en física de caracteres emergentes no explicables  por sus componentes de base (a diferencia en mi opinión de lo que ocurre en el lenguaje poético) hace que el término creación sea decididamente abusivo para referirse  al trabajo del observador cuántico.    

Situándonos  de nuevo en el momento en que, previamente a su experimento, el físico se encuentra barruntando sobre qué saldrá del mismo, sólo cabe  afirmar que tenemos   una fórmula matemática general que, aplicada al caso, nos da  una expectativa respecto a lo que saldrá, sin que esto implique ni lo designado como hipótesis realista, ni lo designado como hipótesis creacionista.  Así pues, ni mundo en el que las cosas tienen sus propiedades (se hallen o no estas cosas confrontadas a nuestras voluntad y capacidad de descifrarlas), ni erección   de las propiedades de las cosas gracias a una potencia creativa que cabría atribuirnos.

 Si no encuentra lo ya dado, ni tampoco forja nada autenticamente nuevo, ¿en qué consiste pues el conocer del físico cuántico?; ¿que estatuto ontológico, es decir, que modalidad de ser, corresponde al observable que le interesa, antes de ser observado; y tras tras la intervención experimental ¿se ha convertido este  observable en una propiedad de la cosa en el sentido clásico del término?

 

La furca en la que la naturaleza retorna

Preguntas todas ellas que se vinculan a la interrogación más general sobre el ser elemental, es decir profundo, de eso que damos en llamar naturaleza, sobre la cual el físico ya no puede limitarse a hacer previsores cómputos que verificara experimentalmente. "Por mucho que expulses a la naturaleza con una furca, la naturaleza siempre retorna". Quizás la naturaleza que retorna es aquella que nunca había estado presente, aquella que había sido objeto de repudio. Pero desde luego es cierto que retorna en la furca misma, en una hija  de la física de la Revolución Científica, a la vez retoño de la visión del mundo de los griegos ( visión marcada -como enfatizaba Erwin Schrödinger-  por la convicción de que el mundo es inteligible y que el conocer es neutro en relación a tal  mundo). Hija sin embargo díscola, que pone en cuestión lo bien fundado de su esplendorosa herencia. Sí, decididamente la Mecánica Cuántica contribuye a que nos abramos a la hipótesis  de una naturaleza extraña, una physis que no responde a los caracteres por constatación de los   cuales reconocíamos precisamente  que nos hallábamos en presencia de algo físico.  Por eso seguir adentrándonos en los meandros de la Mecánica Cuántica aparece hoy no ya  como una exigencia de los filósofos, sino de todo ser atravesado por esa pulsión desinteresada de las mentes pensantes a la que se refería el físico Max Born, es decir , una exigencia de todo ser humano.            


[1]    Dejo asimismo de lado el problema, ciertamente importantísimo que plantea el hecho mismo de que la manera de realizar previsiones sea matemática. Sin duda en las  peripecias generales del ser humano las previsiones sobre lo que nos será dado constatar no se hacen siempre con cálculos matemáticos (al menos conscientes). Ello no significa sin embargo que las consideraciones que siguen no conciernen en absoluto a estas expectativas sobre asuntos digamos básicos.

[2]    En la jerga técnica, y por lo que aquí se refiere, se trata de que un vector  que es expresión del estado del  sistema  es convertido por la acción del operador en un vector diferente, con lo cual cabe decir que el sistema ahora representado es otro. 

[3]    Aprovecho para señalar que utilizo la expresión entidad física sin tener derecho a hacerlo, pues su caracterización depende en gran parte de esta misma Mecánica Cuántica en la que nos estamos sumergiendo.  

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1 de diciembre de 2010
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Constatino Bértolo en Chile

Constantino Bertolo El editor español Constantino Bértolo estuvo en Santiago de Chile como jurado del concurso Paula. Crítico literario y editor a su vez (dirigió Debate en sus inicios) dice con conocimiento de causa: ?el editor es un crítico con poder ejecutivo?. Hoy está al frente de un nuevo proyecto: Caballo de Troya. Cuando se le pregunta por los tres chilenos que ha publicado (Guzmán, Gumucio y Lillo) decide referirse al espinoso tema de las literaturas nacionales: ?Guzmán escribe desde la tradición de lo que se llamaban las literaturas nacionales. Cuando existían las naciones, no hace mucho. Gumucio empezó escribiendo con conciencia de la sociedad a la que pertenece. Lillo podría ser perfectamente peruano, boliviano, venezolano. Hay un desprendimiento, que se da en todos lados, del espacio en que se constituye la literatura? Aquí otras preguntas de Pedro Pablo Guerrero en la Revista de Libros de ?El Mercurio?:

-¿Son incompatibles la crítica literaria y el trabajo editorial? -Yo no los veo compatibles. Creo que la crítica descansa en la credibilidad. Por la misma razón , me parece mal que un autor que publica en una editorial haga la crítica de un autor de esa misma editorial. O que un editor se edite a sí mismo. A lo mejor me estoy volviendo una reliquia, pero hay ciertas fronteras que no se deberían pasar. -¿Editar es una forma de hacer crítica? -No exactamente, pero un editor de alguna forma es un crítico con poder ejecutivo. Lo que luego se va a encontrar es que a él también lo ejecutan. Hay más poderes ejecutivos sobre él. A mí me ha tocado vivir los restos del mundo editorial clásico, con editores que eran auténticos directores de orquesta, y un trabajo que requería manejar muchos hilos. Los editores han ido perdiendo competencias, al final todos bailamos alrededor del departamento de marketing. -¿Por qué llamó a su nuevo proyecto Caballo de Troya? -Yo le añadí un lema que dice: para entrar o salir de la ciudad sitiada. Con un guiño de homenaje a La ciudad letrada de Ángel Rama. Es una definición de mi propia línea, dando por sentado que esa ciudad estaba sitiada por el mercado. Aunque con el tiempo he visto que es una forma de asedio muy curiosa, en la que ocurren osmosis y las fronteras no son tan rígidas. -¿Ha tenido oportunidad de leer a otros chilenos? -Tenía muchísima curiosidad de venir como jurado al premio Paula, porque iba a leer los sesenta cuentos finalistas. Es una especie de radiografía, no sé si muy cabal, de la escritura de gente que está empezando y del mundo en que se está moviendo. Y, bueno, si tuviera que concluir algo diría que Chile es una especie de colonia de California, en la parte vital. La gente vive como en los cuentos de Cheever. La incomunicación, el sálvese quien pueda, el egoísmo. Son historias de esto que llaman globalización. Yo prefiero llamarlo imperialismo. -Se habla de un mayor interés por los autores latinoamericanos. ¿Lo atribuye al efecto Bolaño? -Bueno, eso es algo que se dice para quedar bien. Si fuera un poco cínico diría que es el efecto Zoé Valdés. Nadie quiere recordarlo, pero luego de ella vinieron otros autores vendiendo sexo y anticastrismo. Bolaño no llegó a vender nada. Y por eso tiene el respeto que se merece.  -¿Se está armando un nuevo boom, como piensan algunos? -No, pero es un buen momento para los autores latinoamericanos. Lo sorprendente es todavía esta necesidad que tienen de ser homologados por el mercado español. No les gusta que se lo digan, se rebelan, pero en la práctica veo todavía un peaje terrible, que se acabará el día que el peaje esté en Miami. Cuando la generación de hispanoparlantes emigrados a Estados Unidos deje de avergonzarse de su lengua, y la nueva generación quiera recuperar señas de identidad, Miami acabará siendo el centro editorial hispano.

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30 de noviembre de 2010
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Homenaje a Tomás Eloy Martínez en la FIL

Sergio Ramírez, Ezequiel y Juan Cruz La FIL Guadalajara de este año tiene a dos grandes ausentes con enorme presencia: Tomás Eloy Martínez y Carlos Monsiváis. Patricia Kolosnikov, en la revista Ñ, comenta lo que fue el homenaje al escritor argentino, con la presencia de Juan Cruz, Sergio Ramírez y su hijo Ezequiel Martínez. Dice la nota:

?Tuvo una enfermedad durante muchos años, se reponía, tenía esa fortaleza. Cuando ya estaba muy mal pedía sentarse frente a la computadora y escribir. Y en los últimos tiempos, empezó a decir que le gustaría morir en una casa frente al mar.?  Ezequiel Martínez habla rápido, sin pausa, como si les diera un informe a las trescientas personas que están acá, en la sala principal de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, para hacerle un homenaje a su padre Tomás Eloy Martínez, el escritor, el periodista, el hombre que amasó juntos literatura y periodismo y sacó del horno de su escritura un género en el que ambas son indiscernibles. ?Recordaré a Tomás como el novelista que desafió a la historia y la venció? dirá el nicaragüense Sergio Ramírez, enseguida, apenas arranca el homenaje. Pero primero, para presentar a los oradores, está frente al micrófono Nubia Macías, la directora de esta Feria del Libro que convoca al pleno de la industria editorial en lengua española. Macías quiere hablar porque Tomás Eloy Martínez ?que murió el 31 de enero pasado? era un hombre conocido en Guadalajara: en 1991 participó de la fundación del diario Siglo XXI. Fue el maestro de muchos periodistas locales, que en unos días le harán otro homenaje y se corre la voz que llegará gente que ahora vive en otras ciudades. ?No importa que venga público, lo que haremos será llorarlo juntos?, desliza una de las organizadoras. Pero eso será recién en unos días. Ahora, en esta mesa, el español Juan Cruz toma la palabra. ?Cuando investigó para hacer ficción la historia de Peron y Evita, hizo una metáfora extraordinaria no sólo de la Argentina sino del poder, por tanto de la ambición, por tanto de América latina?, dice el escritor, que hace días estuvo en la Argentina como jurado del Premio Clarín de Novela. ?El mejor homenaje que se puede hacer a un escritor es seguirlo leyéndolo. Y será un placer?, dice. Sergio Ramírez también apunta a Santa Evita y La novela de Perón , dos clásicos de la obra de Martínez. ?Cuando Eva Duarte se encontró por primera vez con Juan Perón en el Luna Park la noche del 22 de enero de 1944 en que se daba una función artística de beneficencia por los damnificados del terremoto de San Juan ella le dijo cuando estuvieron sentados lado a lado: ?Gracias por existir??, lee Ramírez. ?O no se lo dijo nunca para los términos de la historia mezquina que resiente de imaginaciones, porque la frase la inventó Tomás en Santa Evita . Pero se lo dijo. La historia fue modificada a partir de la novela, igual que los propios personajes de la historia argentina y de la novela, Juan Domingo Perón y Eva Duarte, fueron modificados y ya no serían nunca más los mismos desde que pasaron por las manos de su novelista inevitable. Su creador, su inventor. Su falsario?. Años después, cuenta Ramírez, una pancarta hizo suyas las palabras de Martínez, tal vez dando por hecho que eran de Evita: ?General Perón: gracias por existir?. La historia, dice el ex vicepresidente sandinista de Nicaragua, se apropió de la novela. Y ?el novelista dejó de ser el inventor y pasó a ser el cronista? Delante de los oradores, el público observa atentamente. Hay adolescentes que vienen a ver de qué se trata, hombres mayores que oyeron de su obra, mujeres que alguna vez tuvieron un libro autografiado y hasta una librera venezolana que lo conoció ??En Venezuela dejó un sello cuando fundó el ?Diario de Caracas??, editores y hasta otros escritores y best?sellers, como la colombiana Laura Restrepo. Detrás del escenario hay una galería de fotos que se proyecta sobre una pantalla. Ahí está Tomás Eloy Martínez con Vargas Llosa, Martínez jovencísimo, Martínez con Carlos Fuentes, Martínez en una reposera en la playa. ?Era consciente de que no iba a vivir mucho más, pero soñaba con el mar?, cuenta su hijo. ?Quince días antes de su muerte dijimos: ?vamos a cumplirle el sueño?. Lo llevamos al mar, ya no caminaba, lo cargamos en una reposera, como a un faraón, quiso mojarse los pies, sentir las olas. La foto que ven es eso?. Ezequiel habla rápido, sin pausa. Es la única manera de que él y trescientas personas terminen el acto sin llorar.

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30 de noviembre de 2010
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El frigorífico (2): la vida congelada

Tener un frigorífico no es ya signo alguno de estatus. El estatus se manifiesta a través de los diferentes modelos de este electrodoméstico pero el frigorífico, como el coche, no posen ya poder simbólico de por sí dentro de la clase más amplia. Todos ellos sólo simbolizan en términos relativos dentro del sistema general de los aparatos  semejantes.

De este modo hay frigoríficos pobres y ricos, de mejor o peor calidad y de buen o mal diseño pero todos pueden ser contemplados como depositarios de una misma función esencial que divide el tiempo en dos gracias a su inducción del bajo cero.  De este modo, prácticamente  cualquier hogar se haya provisto de este ingenio que prolonga, gracias al helor,  la perennidad de los alimentos y que incluso, en su extremo, introduce una escalofriante fórmula de eternidad en la cocina.

Frutas y verduras, carnes y pescados, transitan por el espacio culinario cumpliendo el circuito tradicional alimentario: adquisición,  tratamiento y consumición de las comidas. Sin embargo, otra división más compuesta por  productos que se adquieren no para ser ingeridos de inmediato sino para ser sometidos a un enfriamiento extremo, añaden al hecho vital de comer un carácter adicional de relación con la muerte. No la muerte hedionda sino  una suerte de muerte incorrupta  de la que sólo volverán a la tibieza de la realidad  mediante un nuevo y delicado procedimiento biológco. El cuerpo del alimento abandona, en fin, durante un intervalo su condición de vivo para asumir una muerte teóricamente eterna y como consecuencia artificial deliberadamente marcada en la fecha de caducidad o en las mentes del amo.

El amo o el ama de casa son pues también dueños del doble destino que se le atribuye actualmente al,  llamado, vívere. Un doble destino consistente en decidir que la vivacidad del vívere se desarrolle desde su recolección a su  maduración y de su maduración a su descomposición de una manera espontánea o que la cadena se interrumpa mediante una barrera de hielo que paraliza la carrera existencial de las cosas. Que cambia, en fin, lo natural por lo sobre-natural, lo cálido por lo congelado, el infierno en llamas por el desierto helado, el color por la lividez, la ternura de la carne por la piedra. Transustanciación del producto en su cadáver yerto, no libre sino controlado, no elocuente sino enmudecido, no sexual sino emasculado.  El congelador realiza esta función múltiple y extraordinaria transformando,  mediante el frío artificial, el ser natural en artificio.

No importa si sus caracteres organolépticos se recobran más o menos al  descongelarlos, lo decisivo es que pierde prácticamente todas sus cualidades bajo aplastadas por el poder del frío,  tal como si hubiera efectivamente muerto en todos sus aspectos peculiares.

El congelador de la nevera procura esta muerte, tan terrible, para  alargar paradójicamente la vida. O, lo que sería lo mismo, detiene el tiempo que se acercaría a esos cuerpos y los protege de su contacto.  Serán, al cabo, provisiones que nos darán sustento pero son también  provisiones que per-viven en virtud de haber sido desprovistas. El terror implícito en este quehacer extirpatorio ha venido superándose humanamente con la colaboración de una sociedad que ha debido experimentar simultáneamente las operaciones de injerto de órganos y prótesis, la omnipresencia de la cirugía estética contra las marcas de la edad, la creación de productos transgénicos en los cultivos vegetales y en las granjas.

La manipulación de los alimentos forma parte, en consecuencia, de una  manipulación general en todos los campos, se trate de la información o de la alimentación, del cuerpo o del carácter. Se trate en definitiva de la realidad o su doble en el orden de las apariencias.

Una operación como el congelado aterraría a la sociedad de hace  cien años y todavía hasta cincuenta  el congelado se veía como la creación de inquietantes cadáveres.

La naturalidad con que ya actualmente se congela todo y en cualquier hogar se corresponde con la aceptación general de que la vida puede y debe ser controlada, y en su asíntota tratar de hacerla interminable, sea mediante la cosmética anti-edad o a través de los cuidados médicos para la vejez sin nombre donde parece alargarse sin término la prolongada esperanza de vida. (CONTINUARÁ)

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30 de noviembre de 2010
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El Boomeran(g)
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