Víctor Gómez Pin
El pasado día 7, domingo lluvioso y frío marcado por manifestaciones de resistencia política contra leyes impuestas por el mercado, pero que algunos consideran tan intocables como las leyes naturales, he asistido de nuevo a la ceremonia cantada según el rito maronita de Saint Julien le Pauvre, pequeño templo situado en un cuidado jardín, en la cercanía del Sena y frente a Nôtre Dame, y al que me refería ya aquí hace un par de años. En el transcurso de la ceremonia volví a experimentar el sentimiento de que en ciertos contextos la palabra Dios es tan sólo expresión de un impulso por trascender la finitud, que en humano alguno puede ser erradicado: no un impulso por salvar la propia individualidad, sino por reconciliarla con lo que constituye la entidad mismo del hombre, de espaldas a la cual vive, siendo casi lo de menos que al deseo de tal reconciliación aparezca como búsqueda de un dios.
Volví a experimentar que el espíritu laico que vincula la idea de absoluto exclusivamente a la obra de arte (en general al descubrimiento en la naturaleza humana de propiedades emergentes no explicables mecanicamente por sus componentes -todos los efectos poéticos del lenguaje por ejemplo) se halla más cerca de un Peguy o de un Pascal que de los pontífices de las construcciones ideológicas hoy imperantes, que tienen los rasgos de las religiones, pero que no dan lugar a la erección de catedrales. Me ratifico en la idea de que no es necesario asumir ningún postulado irracional para hacer propia la tesis de que "en el principio está el verbo". Pues principio para los seres de razón es aquello que arranca a las cosas a la insignificancia del orden ciegamente natural, es decir les otorga significación. Repudiar todo lo que proceda de las oficinas vaticanistas o las análogas de otras confesiones, declarar el carácter de narcótico de las esperanzas, reivindicar la necesidad de subvertir las miserables condiciones sociales existentes…para todo ello es un acicate asistir la modesta y conmovedora ceremonia maronita de esta pequeña iglesia parisina.