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Andreas cumple 9 años

Andreas Mi hijo Andreas cumple años hoy. Y como la primera vez que lo tuve entre mis brazos, hace 9 años exatamente, y durante el resto de mi vida, le dedico esta canción del mago John Lennon que dice exactamente lo que quiero y necesito decirle a Andreas siempre. BEAUTIFUL BOY (DARLING BOY) Close your eyesHave no fearThe monster?s goneHe?s on the run and your daddy?s here Beautiful, beautiful, beautifulBeautiful boyBeautiful, beautiful, beautifulBeautiful boy Before you go to sleepSay a little prayerEvery day in every wayIt?s getting better and better Beautiful, beautiful, beautifulBeautiful boyBeautiful, beautiful, beautifulBeautiful boy Out on the ocean sailing awayI can hardly waitTo see you come of ageBut I guess we?ll both just have to be patient?Cause it?s a long way to goA hard row to hoeYes it?s a long way to goBut in the meantime Before you cross the streetTake my handLife is what happens to youWhile you?re busy making other plans Beautiful, beautiful, beautifulBeautiful boyBeautiful, beautiful, beautifulBeautiful boy Before you go to sleepSay a little prayerEvery day in every wayIt?s getting better and better Beautiful, beautiful, beautifulBeautiful boy Darling, darling, darlingDarling Sean John Lennon

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12 de enero de 2012
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Segunda lista

Metido ya en los caprichos del juego, doy también la lista de mis películas preferidas del año 2011, que hice y comenté muy brevemente a petición de mi amigo el novelista Juan Francisco Ferré, con destino a su propio blog. Hay en la que aquí publico una pequeña alteración, debida al hecho de que, pidiendo Ferré que sus invitados incluyeran títulos no estrenados que hubiesen visto fuera de España, yo encabecé la mía con Essential Killing, de Jerzy Skolimowski, presentada fuera de concurso en el pasado Festival de Cine de Las Palmas (donde yo la vi) pero inédita hasta ahora en nuestras pantallas.

 

He aquí mis diez, listadas con un cierto aunque no taxativo orden de preferencia:

La Morte Rouge, de Víctor Erice, Los misterios de Lisboa de Raúl Ruiz, Las razones del corazón, de Arturo Ripstein, Pina, de Wim Wenders, La piel que habito, de Pedro Almodóvar, Una mujer en África, de Claire Denis, Blackthorn, de Mateo Gil, Tokyo Blues, de Tran Anh Hung, La mitad de Oscar, de Manuel Martín Cuenca, Los pasos dobles, de Isaki Lacuesta.

  

En un año en el que las películas más aclamadas por la crítica, tanto la oficialista como la independiente, me han parecido insufribles bodrios (El árbol de la vida, de Malick, Un dios salvaje, de Polanski), obras fallidas en buena parte (Melancholia, de Von Trier, Valor de ley, de los Coen), faena de rutina de un gran director (Un método peligroso, de Cronenberg), nadería de un maestro (El extraño caso de Angélica, de Oliveira), cursilada habilidosa de otro que lleva ya un cierto tiempo en baja forma (Midnight in Paris, de Allen) o ‘trouvaille' ingeniosa de fondo sensiblero (The Artist, de Hazanavicius), es para mí elocuente, y también alarmante, que lo mejor sea un título que no ha encontrado distribución, la obra maestra de Skolimowski, y un material, 45 minutos en total, que sólo ha aparecido, hace cuatro meses, en DVD, La Morte Rouge (año de producción, 2006) y Alumbramiento (2002).

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12 de enero de 2012
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La podadera y el misil

La primera para los recortes y el segundo, desde un avión no tripulado, para realizar las operaciones bélicas sin riesgo ni tropas sobre el territorio. La podadera y el misil podrían ser los símbolos de la nueva época militar que acaba de inaugurarse. Falta un tercer símbolo: los palillos asiáticos frente al cuchillo y al tenedor de origen europeo. Ya es un tópico de nuestra época el desplazamiento de poder desde Europa hasta Asia, pero ahora tropezamos con su concreta traducción militar y estratégica. En la cuenca del Pacífico se concentrarán las fuerzas militares y los riesgos del siglo XXI y hacia allí va a desplazar Estados Unidos sus recursos militares en detrimento de los países europeos, durante siglos productores de violencia y demandantes de seguridad hasta el final de la Guerra Fría, pero ahora fábricas de tranquilidad y exportadores de estabilidad y paz al resto del mundo.

Así se contempla en el documento sobre las prioridades militares de EE UU, difundido por el Pentágono a principios de enero, que constituye el anuncio apenas disimulado del fin de una época. Washington va a cerrar bases y cuarteles y a sacar tropas y recursos de Europa, para trasladarlos a la zona de Oriente Próximo, Asia y del Pacífico, donde se sitúan los peligros y los retos del siglo XXI. La guerra de Libia, dirigida militarmente por la OTAN y políticamente por París y Londres, prefigura otros conflictos en los que EE UU seguirá ?dirigiendo desde atrás? (leading from behind), como se le reprochó a Obama frente a Gadafi, antes de percibir las ventajas que podían extraerse de esta nueva modalidad de liderazgo. Como resultado de este giro, ha quedado seriamente resquebrajado el vínculo transatlántico, ídolo geoestratégico de la Guerra Fría que desde Europa se quería conservar a toda costa, como si los buenos resultados del pasado tuvieran que repetirse obligatoriamente en el futuro. Para Washington, la tendencia a aflojar el vínculo estaba en un guión muy anterior a la llegada de Obama a la Casa Blanca. Lo estaba hace casi 20 años, cuando desapareció la Unión Soviética. Quedó seriamente tocado con la guerra de Irak y, entre paréntesis, con la llegada de un presidente de tan escasa sensibilidad europea como el actual. Ahora llega el golpe definitivo. Para los países europeos, sobre todo los antiguos socios del Pacto de Varsovia, es preocupante este nuevo resquebrajamiento del cemento que sostiene a la OTAN cuando Rusia, suministrador energético de Europa y vencedor geoestratégico de esta partida, todavía no ha decidido si su futuro tendrá algo que ver con la democracia tal como la entienden los otros europeos. La jugada de Obama, además de marcar un hito en la historia de las relaciones internacionales, es una decisión de consecuencias tácticas y electorales. Su móvil inicial es presupuestario. El déficit público estadounidense no se puede reducir sin atajar el crecimiento constante del gasto militar. En dólares constantes, EE UU está gastando ahora como en la Segunda Guerra Mundial y como los 18 países sumados que le siguen entre quienes más invierten en defensa. Este capítulo del presupuesto lleva 13 años consecutivos creciendo. Obama acaba de cerrar una década protagonizada por dos guerras, en las que se ha hecho realidad que su país debía poder librar dos contiendas a la vez para asegurar su capacidad de disuasión y afirmar su autoridad como superpotencia en el mundo. Una vez realizado el experimento, a cargo de Bush hijo y sus neocons, se ha visto que hubiera sido mejor no gastar tanto tiempo y dinero en pruebas. Sobre todo, por la pobreza de los resultados obtenidos en comparación con los recursos y vidas humanas dilapidados, además de los efectos perversos inducidos en inestabilidad y en pérdida de prestigio. Nunca más se librarán dos guerras a la vez como estas y ni siquiera es previsible que regresen las grandes guerras de ocupación de países como fueron las dos mundiales, modelo seguido también en Irak y Afganistán. El recorte del gasto militar será de 487.000 millones de dólares durante diez años, equivalentes al 8% del presupuesto militar. El objetivo es contar con un ejército más pequeño, ligero y barato, con una concepción muy tecnológica e innovadora. Con este presupuesto, Obama se ve capaz de mantener la enorme ventaja militar que tiene EE UU sin mermar ni un ápice en la disuasión. El anuncio, en año electoral, es una respuesta a la presión del Congreso, de mayoría republicana, que rechaza toda limitación de gasto que comporte aumentos de impuestos, ni siquiera para el 1% de los más ricos. Si no hay acuerdo entre el Congreso y la Casa Blanca en los próximos meses, para 2013 se producirá un corte automático, que duplicará el recorte militar: pasará a ser del 17%, casi un billón de dólares. Entonces sí afectaría drásticamente al número de soldados y a la disuasión nuclear. Quien aparezca como responsable de tal desastre ya puede empezar a prepararse para recoger unos malos resultados electorales. La podadera puede tener el efecto de un misil.

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12 de enero de 2012
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Concha

Siento ahora la enfermedad de mi buena amiga Concha García Campoy, tan buena criatura. Y como llevo en la boca la amargura de la muerte de mi hermano Manolo no puedo contener la sensación de que vivimos alimentados de enfermedad y muertes.

Muerte por todas partes, entre amigos que no tendrían que morir, entre gentes tan próximas que su ausencia se queda pegada como una sombra para todos los días que amanecen. No hay mucho más que decir sobre la muerte salvo que  nadie puede hablar con precisión de ella. O el dolor perturba a la reflexión o la reflexión sostenida conduce al vacío del pensamiento. Exactamente: el pensamiento lógico se eviscera con el caldo de la muerte. No hace falta mucho sino apenas unas gotas procedentes del ser que amamos y de cuya destilación, al morir, nace la angustia de no comprender apenas nada de cuanto era.  A Concha no la incluyo en esta clase de dolor porque la leucemia se cura y todos sabemos de mucha gente que tras esta enfermedad han recuperado la lozanía. La lozanía que tanto ha representado para mi y mi casa Concha a lo largo del tiempo y en la que me fijo ahora, en la foto, para robarle incluso una brizna de alegría. 

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12 de enero de 2012
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Filosofía y resistencia

Remitiéndome  en este foro a la Recherche de  Marcel Proust he señalado en ocasiones la dificultad para hacerse una entera y definitiva idea sobre la caracterización moral de los protagonistas de la obra. Pues el tiempo, a la vez que da cuenta de los sentimientos destruye asimismo las convicciones. Y cuando no opera el tiempo lo hacen meramente las circunstancias. El último tiempo apuntaba a poner de relieve hasta qué punto las circunstancias sociales actuales han conducido al repudio de elementales exigencias de fraternidad entendida como reconocimiento de la plena humanidad del diferente.

Pero existen quizás principios morales que son universales antropológicos, y el principal de todos no puede ser otro que el tener como finalidad de acción lo que  Lucien Sève denomina la causa antropológica. En un reciente artículo de Le Monde Diplomatique el filósofo francés considera que el bien de la humanidad está  hoy radicalmente amenazado  y por ello la causa del hombre ha de ser el trasfondo de toda exigencia política y social. No se trata de decir que la especie humana esté amenazada de desaparición sino que está amenazado de no poder vivir en conformidad a lo que constituye su esencia. En ocasiones lo he dicho aquí con toda claridad: un orden social que condena a la alternancia entre trabajo esclavo y ocio embrutecedor niega al ser humano la posibilidad de desplegar sus potencialidades y es por tanto un orden social ilegítimo, siendo por el contrario legítimo combatirlo por todos los medios.

El proceso empieza siempre por lo más inmediato. Cualesquiera que sean las circunstancias, hay que esforzarse  en un grado mínimo a que se realice en uno la condición humana. El pensar señalaba Aristóteles es lo nuestro  y por eso vivir humanamente es luchar contra la inercia que aparta del pensar. Una vez más reitero la tesis de que  la filosofía  a todos concierne y en consecuencia reducir la práctica de la filosofía a cosa de élites es ya de alguna manera traicionarla. Tal convicción  seguirá animando  esta tribuna.

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12 de enero de 2012
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Umberto Eco, el profesor invisible

Umberto Eco Hoy en el diario virtual en broma ?El Mundo Today? dos noticias se pelean los titulares: Murió la ardilla que le ponía la voz a Shakira y Umberto Eco fue encontrado con una prostituta y trató de justificarse con su teoría de los límites de la interpretación. La verdad es que me da más risa lo de Shakira. Mientras Eco celebró sus 80 años el 5 de enero y no con prostitutas, precisamente, sino dando entrevistas a distintos medios. Me gusta especialmente una aparecida en el ABC donde llama ?masoquistas? a sus lectores. Y le doy la razón. Además, no se pierdan las declaraciones de uno de sus alumnos y las clases ?invisibles? de Eco. Cosas de la fama. O quizá un método zen de enseñanza. Quién sabe. Dice:

Umberto Eco cumple 80 años. En Estados Unidos le dedicarán un volumen en la prestigiosa «Biblioteca de los filósofos». Será un libro imponente de más de mil páginas, en el que opinarán los mayores escritores e intelectuales sobre la obra literaria y filosófica de Eco. Eco comenzó su andadura profesional en la Radiotelevisión pública italiana (RAI) como pequeño funcionario: «Me dedicaba a corregir textos inmundos de colaboradores democristianos, poniéndolos en buen italiano. En esa época se hacían programas inifitamente más bellos que los de ahora. Pero el ambiente era de una oscuridad terrible, gobernado por fascistas y masones». Cuenta que nunca imaginó escribir un libro de masas: «Cuando terminé ?El nombre de la rosa? pensaba darlo a una editorial para que hicieran solo 3.000 copias», cuenta Eco a «La Repubblica». Pero las copias se convirtieron en millones: «Para mí fue un misterio. Al cual hay que añadir otro enigma. Todos dicen que mis novelas están llenas de erudición. Hay una sola en un ambiente contemporáneo, ?La reina Loana?, publicada en 2004. Pues, de todas mis novelas, esa es la que ha vendido menos. Por tanto, debo pensar que soy un escritor para masoquistas». Umberto Eco afirma que sus novelas «deben mucho más al cine que a la literatura, porque su gramática, el montaje, el juego de los primeros planos son indisociables de mi forma de construir una novela». A sus 80 años, se presenta con una curiosidad: se ha cortado la barba. «Con el bigote negro y la barba blanca, parecía Gengis Kahn cabreado. Así que me la he cortado». El eximio escritor habla en la entrevista de su pasión por la enseñanza: «Mantengo un contacto afectuosísimo con todos mis estudiantes». Ante esta afirmación tajante de Umberto Eco, uno de sus exalumnos, Palmieri Tancredi, ha escrito una carta a un famoso diario digital, regañándole: «Fui a Bolonia para estudiar con él, haciendo un sacrificio mi familia, como la de otros estudiantes, pagando una tarifa altísima. Soñaba con tenerlo como profesor, con acercarme a él. Pero las lecciones las daban sus ayudantes. A mí no me dio ni una. En tres años lo vi solamente una vez? fuera de clase».

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11 de enero de 2012
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III. Un olimpo reglamentado

 Otros pájaros en otras ciudades se apiñaron en los árboles al conocer la noticia del deceso, como si celebraran asambleas de duelo. Nada de esto pude atribuirse a la imaginación tendenciosa de nadie. Está registrado en las páginas del Rodong Sinmun, el periódico oficial del Comité Central del Partido de los Trabajadores de Corea.

 ¿Y cómo era Kim Jong-Il, según las biografías oficiales de lectura obligatoria en escuelas y universidades? Desde muy niño estuvo dotado de "una inteligencia asombrosa, un agudo poder de observación, una gran capacidad de análisis y una perspicacia extraordinaria, valiente y ambicioso, tenía un pensamiento creativo, y miraba cada problema con un ojo innovador. Tenía un carácter fuerte y audaz, que le permitía completar cualquier tarea por difícil que fuera. Poseía un amor cálido y humano y una mente abierta, siempre era generoso, poco ceremonioso y afectuoso con la gente". Nada dicen de su pasión desmedida por las actrices, todo un harén de ellas, ni por las películas de Hollywood, de las que conservaba miles en su cinemateca privada.

Sus funerales han sido regidos por una estricta coreografía. Por la gran avenida cubierta de nieve la caravana de automóviles negros avanza, en la capota del primero de ellos un enorme retrato enflorado del dios que ha empezado su tránsito hacia las regiones celestes. Sonríe, congelado en los años de su juventud. Y como se trata de una dinastía de dioses de un Olimpo reglamentado, donde hasta los llantos y suspiros se hallan bajo las órdenes del partido, su hijo Kim Jong-un, que por su aspecto denota que disfruta de la buena mesa, marcha de primero al lado del féretro. Fue sacado del colegio en Suiza antes de que aprendiera nada, y es el sucesor gracias a un descuido imperdonable de su hermano mayor Kim Jong Nam, descubierto al querer ingresar a Japón con un pasaporte falso, pues la ambición de su vida era visitar el Disney Land de Tokio. Ahora vive en el exilio en Macao, muy a gusto porque allí abundan los casinos.

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11 de enero de 2012
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Por cuatro trajes

He observado los gestos altivos de los acusados de Gürtel, su contrariedad y su barbilla levantada, su impaciencia y su fastidio. Por esta cutrez, «por cuatro trajes, todo esto», parecen decir sus párpados entreabiertos y su nuca contraída. A partir de las últimas investigaciones sobre la civilización empática, me convenzo de que existe una relación intrínseca entre narcisismo y falta de empatía. O entre esta y la soberbia, el endiosamiento e incluso la agresividad. El que no se mete en la piel del otro y sólo es condescendiente consigo mismo se siente invencible. Como si hubiera borrado los confines de su conciencia y no le pesaran ni la sombra judeocristiana de la culpa ni la convicción ética de la ejemplaridad. Probablemente son personajes que carecen de neuronas espejo, las mismas que nos conducen hacia la simpatía y la acción moral. Si no, cómo puede entenderse la ausencia de sudores fríos que asaltan a quien está cometiendo una tropelía; cómo comprender la impunidad de la que gozó durante ¡nueve años! el ex director general de Empleo de la Junta de Andalucía, a quien ahora su chófer acusa de conceder subvenciones en el privado de un bar, entre gin-tonics y rayas de coca (pagados con dinero público). A menudo los buenos fotógrafos adoptan una expresión similar a la de sus retratados en una especie de acto reflejo que suele pasar desapercibido para ellos mismos. A pesar de que el objetivo cubra la mitad de su cara, y aunque den órdenes mientras controlan la luz, acaban adoptando el mismo gesto de quien posa como expresión de deseo para capturar su alma. Como si en verdad pudieran adivinar qué le pasa por la cabeza a quien piden que relaje la boca a fin de obtener su mejor rostro. Todo lo contrario a la impasibilidad y lejanía, a la expresión pétrea afianzada en el entrecejo y las mandíbulas de los presuntamente corruptos y poco empáticos. «Un accidente sucede cuando una cosa llega. Una coincidencia cuando algo está a punto de suceder y lo hace». Anoté esta frase en mi libreta Smythson azul el pasado verano y la actualidad ha querido que ahora cobre sentido: no es accidental que Camps y Matas ?curiosamente, dos nombres que respiran naturaleza verde? coincidan en los juzgados. Valencia y Mallorca apuntaban ya maneras, convertidas en las nuevas Marbellas cuyo exhibicionismo tenía que acabar pasando factura. La conciencia sobre la realidad es un asunto traicionero. Cuán diferente ha sido la percepción del bien y del mal, de lo permisible y lo imposible por parte de los imputados en los casos de corrupción que nos rodean, incluidos Urdangarín y su socio Diego Torres, en comparación con los delitos comunes de un ladronzuelo de tres al cuarto. Pienso en Montes Neiro, toda la vida en la cárcel sin haber cometido un crimen de sangre o una estafa de gran calado. A sus hijas les decían que trabajaba en «una fábrica», y que les hablaba tras el cristal para evitar los escapes… Cuando tenían un vis a vis, improvisaban un columpio con una sábana. Así 35 años. Por un lado, paseamos nuestra fe en la democracia y en el sistema. Los valores ciudadanos y la autoridad del Estado nunca habían gozado de tanta solidez. Pero también, y gracias a nuestras neuronas espejo, abrazamos otra creencia que podría ser paradójica respecto a los anteriores credos: la simpatía por el débil. El que siempre tiene las de perder. Hoy, tenemos un elemento que ha variado de forma considerable en los procesos a poderosos: la omertà. Aquellos que antes callaban, atemorizados por amenazas subterráneas, ahora pactan con la fiscalía y declaran mirando a los ojos del juez en busca de una empatía que no convierte a la gente por arte de magia en mejores personas, pero que es imprescindible para redimirse.

(La Vanguardia)

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11 de enero de 2012
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Retratos de Oliver Sacks

Oliver Sacks Los ojos de la mente es el título de uno de los últimos libros traducidos al castellano, por Anagrama, del extraordinario Oliver Sacks. ?Todo lo que escribo se encuentra en la intersección entre la primera y la tercera persona, la biografía y la autobiografía? ha dicho Sacks, Esta vez, la historia principal lo conduce a un episodio autobiográfico.  Dice la reseña de ADN La Nación:

Los relatos de Los ojos de la mente son biografías comprimidas, en fichas: la vida como un caso. Todo biógrafo cree que su sujeto es una anomalía, por eso intenta circunscribir su singularidad. Un libro previo, El tío Tungsteno, rinde cuenta de la afición de Sacks por el coleccionismo -minerales, monedas, estampillas, boletos de colectivo (sólo aquellos cuyas letras y números equivalían a elementos químicos), tablas periódicas, fotos estereoscópicas-, pero esa formidable autobiografía calla lo que vendría después: anomalías cerebrales coleccionadas como elementos de una tabla patológica. Su fascinación por acopiar nombres de minerales - gallium , asterium , selenium - invita a preguntarse si no le ha sucedido otro tanto con los síndromes. ?Todo lo que escribo se encuentra en la intersección entre la primera y la tercera persona, la biografía y la autobiografía?, confesó Sacks, y en El hombre que confundió? concede que ?casi siempre les pido a mis pacientes, si están en condiciones de hacerlo, que escriban o dibujen, en parte como un índice de sus diversas capacidades, pero también como una expresión de su ?carácter? o ?estilo??. Generalmente, un biógrafo trata con muertos. Sacks es una clase de biógrafo muy particular, que retrata gente con defectos o disfunciones, a menudo invisibles para el resto de la sociedad. Sus pacientes son como personajes de Beckett: en inferioridad de condiciones pero invenciblemente tenaces. Desde su temprana afición a la fotografía, a la presencia de pacientes con problemas oculares enMigraña , Un antropólogo en Marte , El hombre que confundió? , La isla de los ciegos al color y Musicofilia , la vista fue en todo momento -valga el juego de palabras- el centro de la mirada de Sacks. En Los ojos de la mente nos presenta a una pianista que sufre de alexia: de un día para otro deja de poder leer partituras y palabras. Y sufre de agnosia visual: no reconoce que una foto es una foto, dice de un lápiz que es un violín. A otro paciente, una mañana el diario le parece escrito en otro idioma. (Lo contrario son los niños hiperléxicos, que pueden leer en edad preescolar un artículo de corrido, sin entenderlo.) Sacks da con individuos que no sólo perdieron la habilidad de percibir el color, sino también de imaginarlo. Una mujer en Alemania perdió la capacidad de ver el movimiento, de modo que las voces de la gente a su alrededor siguen siendo continuas pero no sus desplazamientos. Sacks cuenta de personas bilingües que después de un derrame cerebral pierden la capacidad de leer un idioma pero no el otro. También está el caso de A. H.: ?Después de su apoplejía, no sólo perdió su capacidad para identificar caras, sino también su idea de familiaridad; todas las caras y lugares le parecían nuevos, y seguían pareciéndole nuevos aunque volviera a verlos una y otra vez?. Hay en Los ojos de la mente ejemplos extraordinarios ?de cómo un individuo privado de una forma de percepción puede renovarse completamente a sí mismo alrededor de un nuevo centro, una nueva identidad perceptiva?. El cerebro, viene diciendo Sacks desde hace años, tiene potenciales que sólo se disparan bajo circunstancias inéditas, sobre todo desfavorables. Ya algunos alquimistas creían, o demostraban, que una incapacidad podía procurar poderes psíquicos especiales. El capítulo central del libro revela que la tentación de la anomalía, de la singularidad, a la que Sacks cedió y con la que hizo una obra única, terminó tomándolo de rehén. Un día en el cine empezó a sentir ?un temblor, una inestabilidad visual? en el ojo derecho. Las líneas y las superficies se ondulaban y curvaban. Más allá del temor, Sacks experimenta con su dificultad, la pone a prueba en su lugar favorito para pensar: la pileta de natación. Halla algo de consuelo en la música: ?Para apartar mi mente del mundo visual, me dirigí al piano, cerré los ojos y estuve tocando un rato?. (Uno de sus pacientes le dijo, lo detalla en Musicofilia , que escuchaba mejor música con los ojos cerrados.) Pero no es muy creativo lo que su melanoma le va dando a cambio: ?Vivo en un mundo de palabras, y necesito leer; gran parte de mi vida es la lectura? Me he quedado consternado al descubrir que casi todos los libros de letra grande son manuales prácticos o novelas románticas. Es como si los que padecen defectos visuales también tuvieran que padecer defectos intelectuales?. Para este lector de Edward Gibbon, H. G. Wells y Gilbert White, la adicción a la lectura es una disfunción benéfica, colmada de contraprestaciones. Hay como una confianza en este lector insomne de que la combinación de lecturas lo convertirá en una criatura inaudita. (La lectura considerada una rama de la biología marina). Sacks ha cultivado desde chico esta inclinación por lo estrambótico y distintivo: un día de tormenta eléctrica dijo en el colegio que un rayo lo había tocado, se había metido dentro de él y estaba ahora en su cabeza. Para Sacks, su amigo Auden era un hombre con esa cualidad tan rara y preciada, ?un hombre con quien uno podía estar callado?. Así, en silencio, maravillado, permanece el lector con Sacks, que desde chico ejercitó una suerte de impulso darwiniano: querer descubrir el mayor de los misterios, el nacimiento de una nueva especie, así tenga ésta un solo ejemplar. Finalmente la desenmascaró frente al espejo, a pesar de una vista deteriorada, y por esta vez el nombre del paciente -Oliver Wolf Sacks- y su semblante -anteojos, barba y bigote- no le serán fáciles de arrojar al olvido..

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10 de enero de 2012
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El deseo de superación como manía: de la afición a inventarse récords sólo para que los señores de Guinness lo certifiquen

El Libro Guinness de los Récords es uno de los libros más robados de las bibliotecas públicas en los Estados Unidos. No me extraña: mi hijo Gabriel y yo podemos diferir en muchas cosas, pero ambos queremos saber con urgencia cuánto mide la pizza más grande y quién es la mujer con más piercings en el mundo. El Libro de los Récords es una suerte de posteridad de los pobres, la fama del granjero que no ha conseguido otra cosa que cosechar la zanahoria más grande en su granja, de la mujer que tiene las piernas más largas (Svetlana Pankratova) o del hombre capaz de correr más rápido una milla con una pelota en la cabeza (Yee Ming Long, 8' 35''). Según el principio de incertidumbre de Heisenberg, a nivel atómico es imposible medir algo sin perturbarlo, es decir, el observador modifica lo que observa. Con el Libro Guinness de los récords pasa algo así: cada vez que sus inspectores certifican una nueva marca, de alguna forma están invitando a todos los que se quedaron fuera a modificar alguna conducta o incluso a inventarla para llegar a estar en sus páginas.

Leo en ese libro que Chris Walton es la mujer que tiene las uñas más largas: miden 309.8 centímetros en su mano izquierda y 292.1 en la derecha. El récord de uñas más largas le pertenecía a Lee Redmond, quien comenzó a hacerlas crecer en 1979. Casi una década y media después, Chris Walton se dispuso a superarla. Todavía estaba lejos cuando el azar intervino: a principios del 2009, Redmond perdió las uñas en un accidente automovilístico. En 2011, en una ceremonia en Las Vegas, se oficializó a Walton como la nueva portadora del récord. La Duquesa, como se la conoce, no se cambia por nadie. Sus uñas no le han impedido una vida normal: tiene cinco hijos, es cantante y ya ha grabado un álbum. Escribe mensajes en el celular con sus nudillos. Lo que más le cuesta es meter las manos en los bolsillos.

Lo que hace La Duquesa es extraño, pero entiendo sus pulsiones. Siempre me gustó la competencia. Cuando tenía diez años organizaba carreras en cochecitos de juguete con mis compañeros de curso. Los ganadores iban sumando puntos que se tabulaban para ver quién triunfaba antes de las vacaciones. Después organicé campeonatos de fútbol en el colegio. Me interesaba no sólo ver quién era el campeón, también quería que se siguieran adecuadamente los registros de goleador o portero menos batido. Por supuesto, tenía un interés personal: solía anotar muchos goles. Al segundo año del torneo descubrí que se ponía más complejo e interesante: ahora podía comparar los goles de ese año con los del pasado. La idea no sólo era ganar sino meter más goles que el año anterior. Después de cada jornada publicábamos un periódico con todas las estadísticas. A veces pensaba que organizaba todo el campeonato para que pudiera existir ese periódico. ¿De qué sirve batir un récord si no se entera todo el mundo? El deseo de competir se halla inextricablemente enlazado con el de contar cómo nos fue en esa competencia.

Competir contra otros es divertido, pero no lo es menos competir contra uno mismo: nuestra sombra nos espera, ahí, agazapada. A los doce, no se trataba sólo de leer lo que me interesaba: había que cuantificar esa lectura. Cuando descubrí que Agatha Christie había escrito setenta y nueve novelas, decidí que leería todas. Para ello, iba cada semana de librería en librería buscando títulos no tan conocidos, comprando, vendiendo, canjeando. Una vez terminé una novela de doscientos cincuenta páginas en un día. Sumé las horas que le había dedicado, y quise ver si la siguiente podría terminarla en menos. No pude. Llegué a llevar una lista de los libros que había leído y cuánto me había tomado leerlos. Ahora sé que de nada vale leer muy rápido si no se entiende nada. La campeona mundial de lectura veloz es Anne Jones, con 4,700 palabras por minuto, de las cuales sólo entiende dos tercios.

Con el plan de terminar las novelas de la Christie descubrí que no era muy difícil inventarse objetivos a vencer, por más extraños o peculiares que fueran. Todos mis amigos estaban embarcados, de una manera u otra, en excentricidades de ese tipo. Había el que quería matar más colibríes con su escopeta, la que quería tener todas las ropas de la muñeca Barbie que se podían conseguir en la ciudad, el que sumaba cuántos partidos de hockey había jugado en Atari y se comparaba con su hermano menor. Nuestro ridículo afán coleccionista y competitivo podía ser una actitud adolescente pero, luego, con los años, descubrimos que también era algo más que eso; una práctica en el tortuoso mundo adulto, en que nos medimos y nos miden constantemente. Cada vez que enfrentamos un parámetro, cambiamos un poco. Nos fijamos en las calorías que consumimos durante el almuerzo porque no queremos ser los más gordos del grupo, comparamos nuestro aumento de sueldo con el de nuestros colegas, coleccionamos los pases de abordar de los lugares que visitamos.   

En busca de nuevas marcas que superar con mis amigos, descubrimos una de las mejores aplicaciones del principio de incertidumbre de Heisenberg. Hay récords que sólo se crean para entrar al Guinness, proezas que se inventan sólo porque hay alguien dispuesto a dar fe de su existencia.¿Es necesario, por ejemplo, tener constancia de que MaQinghua voló cuarenta y tres cometas al mismo tiempo, o de que Francisco Alonso pasó más de veinticuatro horas cortando jamón en Tenerife? Ni qué decir de las actividades grupales: hay un récord para «mayor cantidad de gente vestida como superhéroe», y son más de cincuenta los cocineros que intervinieron para preparar el omelet más grande del mundo en Ankara. Y así, mil ejemplos.

El éxito del Libro Guinness de los Récords ha contribuido a la creación de récords cada vez más insólitos. A nadie se le ocurrió intentar hacer el taco de harina más grande del mundo (750 kilos, en la ciudad de Mexicali) hasta que apareció el Libro. Y es posible que a nadie le haya importado si estaba caliente, era nutritivo o si tenía buen sabor. Hay incluso un Día de los Récords Guinness (9 de noviembre), en el que participan más de cien mil personas. Para ver el efecto que el Libro tiene en la creación de récords, solo hay que pensar en que, gracias a ese Día, hay un récord de cantidad de gente reunida llevando un disfraz de personaje de la película El mago de Oz. El Libro fomenta la competencia y la creatividad y también se muerde la cola: para aprender cómo se baten récords, 154 delegados de la compañía que administra a los Récords de Guinness se juntaron en 2001 para lograr ser la mayor cantidad de gente turnándose para recitar una canción de cuna.

La posteridad que asegura el Libro Guinness de los Récords es muy frágil: Ashrita Furman tiene el récord de tener más récords (131), pero ¿quién lo conoce? No importa: todos, sin darnos cuenta, hemos superado una marca que nos enorgulleció, aunque no fuera más que compitiendo con nosotros mismos. Luego, sabiéndolo, quisimos volver a superarlo y quizás hemos creado objetivos artificiales por vencer. El Libro de los Récords no solo proporciona constancia de los récords batidos en todos los campos sino que él mismo, a través de su existencia, condiciona la creación de nuevas marcas, cada vez más insólitas. Los que están a cargo del libro son así la mejor constatación del principio de Heisenberg pues, al observar una conducta, influyen tanto en conductas futuras que llegan a hacer que algunas se inventen.

De modo que Chris Walton debería cuidar sus uñas celosamente. Jamás imaginó que las suyas serían las más largas del mundo tan pronto. Ahora que las tiene, necesita precaverse de gente como ella, que un día, años atrás, dejó de cortarse las uñas, y se las mide con paciencia cada semana, cada mes, percibiendo de manera hipersensible, como Ireneo Funes en el cuento de Borges, los cambios mínimos, soñando con ese momento en que, sí, será capaz de superar a La Duquesa y hacernos cosquillas con su nuevo récord.


(Etiqueta Negra 100, diciembre 2011)

 

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10 de enero de 2012
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