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Retratos de Oliver Sacks

Por 10 de enero de 2012 Sin comentarios

Iván Thays

Oliver Sacks
Los ojos de la mente es el título de uno de los últimos libros traducidos al castellano, por Anagrama, del extraordinario Oliver Sacks. ?Todo lo que escribo se encuentra en la intersección entre la primera y la tercera persona, la biografía y la autobiografía? ha dicho Sacks, Esta vez, la historia principal lo conduce a un episodio autobiográfico. 
Dice la reseña de ADN La Nación:

Los relatos de Los ojos de la mente son biografías comprimidas, en fichas: la vida como un caso. Todo biógrafo cree que su sujeto es una anomalía, por eso intenta circunscribir su singularidad. Un libro previo, El tío Tungsteno, rinde cuenta de la afición de Sacks por el coleccionismo -minerales, monedas, estampillas, boletos de colectivo (sólo aquellos cuyas letras y números equivalían a elementos químicos), tablas periódicas, fotos estereoscópicas-, pero esa formidable autobiografía calla lo que vendría después: anomalías cerebrales coleccionadas como elementos de una tabla patológica.
Su fascinación por acopiar nombres de minerales – gallium , asterium , selenium – invita a preguntarse si no le ha sucedido otro tanto con los síndromes.
?Todo lo que escribo se encuentra en la intersección entre la primera y la tercera persona, la biografía y la autobiografía?, confesó Sacks, y en El hombre que confundió? concede que ?casi siempre les pido a mis pacientes, si están en condiciones de hacerlo, que escriban o dibujen, en parte como un índice de sus diversas capacidades, pero también como una expresión de su ?carácter? o ?estilo??. Generalmente, un biógrafo trata con muertos. Sacks es una clase de biógrafo muy particular, que retrata gente con defectos o disfunciones, a menudo invisibles para el resto de la sociedad. Sus pacientes son como personajes de Beckett: en inferioridad de condiciones pero invenciblemente tenaces.
Desde su temprana afición a la fotografía, a la presencia de pacientes con problemas oculares enMigraña , Un antropólogo en Marte , El hombre que confundió? , La isla de los ciegos al color y Musicofilia , la vista fue en todo momento -valga el juego de palabras- el centro de la mirada de Sacks. En Los ojos de la mente nos presenta a una pianista que sufre de alexia: de un día para otro deja de poder leer partituras y palabras. Y sufre de agnosia visual: no reconoce que una foto es una foto, dice de un lápiz que es un violín. A otro paciente, una mañana el diario le parece escrito en otro idioma. (Lo contrario son los niños hiperléxicos, que pueden leer en edad preescolar un artículo de corrido, sin entenderlo.) Sacks da con individuos que no sólo perdieron la habilidad de percibir el color, sino también de imaginarlo. Una mujer en Alemania perdió la capacidad de ver el movimiento, de modo que las voces de la gente a su alrededor siguen siendo continuas pero no sus desplazamientos. Sacks cuenta de personas bilingües que después de un derrame cerebral pierden la capacidad de leer un idioma pero no el otro. También está el caso de A. H.: ?Después de su apoplejía, no sólo perdió su capacidad para identificar caras, sino también su idea de familiaridad; todas las caras y lugares le parecían nuevos, y seguían pareciéndole nuevos aunque volviera a verlos una y otra vez?. Hay en Los ojos de la mente ejemplos extraordinarios ?de cómo un individuo privado de una forma de percepción puede renovarse completamente a sí mismo alrededor de un nuevo centro, una nueva identidad perceptiva?. El cerebro, viene diciendo Sacks desde hace años, tiene potenciales que sólo se disparan bajo circunstancias inéditas, sobre todo desfavorables. Ya algunos alquimistas creían, o demostraban, que una incapacidad podía procurar poderes psíquicos especiales.
El capítulo central del libro revela que la tentación de la anomalía, de la singularidad, a la que Sacks cedió y con la que hizo una obra única, terminó tomándolo de rehén. Un día en el cine empezó a sentir ?un temblor, una inestabilidad visual? en el ojo derecho. Las líneas y las superficies se ondulaban y curvaban. Más allá del temor, Sacks experimenta con su dificultad, la pone a prueba en su lugar favorito para pensar: la pileta de natación. Halla algo de consuelo en la música: ?Para apartar mi mente del mundo visual, me dirigí al piano, cerré los ojos y estuve tocando un rato?. (Uno de sus pacientes le dijo, lo detalla en Musicofilia , que escuchaba mejor música con los ojos cerrados.) Pero no es muy creativo lo que su melanoma le va dando a cambio: ?Vivo en un mundo de palabras, y necesito leer; gran parte de mi vida es la lectura? Me he quedado consternado al descubrir que casi todos los libros de letra grande son manuales prácticos o novelas románticas. Es como si los que padecen defectos visuales también tuvieran que padecer defectos intelectuales?. Para este lector de Edward Gibbon, H. G. Wells y Gilbert White, la adicción a la lectura es una disfunción benéfica, colmada de contraprestaciones. Hay como una confianza en este lector insomne de que la combinación de lecturas lo convertirá en una criatura inaudita. (La lectura considerada una rama de la biología marina). Sacks ha cultivado desde chico esta inclinación por lo estrambótico y distintivo: un día de tormenta eléctrica dijo en el colegio que un rayo lo había tocado, se había metido dentro de él y estaba ahora en su cabeza.
Para Sacks, su amigo Auden era un hombre con esa cualidad tan rara y preciada, ?un hombre con quien uno podía estar callado?. Así, en silencio, maravillado, permanece el lector con Sacks, que desde chico ejercitó una suerte de impulso darwiniano: querer descubrir el mayor de los misterios, el nacimiento de una nueva especie, así tenga ésta un solo ejemplar. Finalmente la desenmascaró frente al espejo, a pesar de una vista deteriorada, y por esta vez el nombre del paciente -Oliver Wolf Sacks- y su semblante -anteojos, barba y bigote- no le serán fáciles de arrojar al olvido..

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Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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