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III. Dueño de la vida y de la muerte

Dickens habría de recibir entonces centenares de cartas de los lectores para que salvara a Little
Nell Trent, a punto de sucumbir ante la muerte. Lo meditó. Y en sus paseos solitarios junto al Támesis, decidió que la niña debía morir. En el universo de sus personajes, era dueño de la vida y de la muerte. Sabía que los finales felices son los más fáciles en la literatura, y los más perecederos, igual que pasa en el cine hoy día. Que lo diga Hollywood.
Dickens es el más grande de los novelistas de folletín, e impuso las reglas dramáticas del género, que después copiaron las radionovelas y las telenovelas. Un buen guionista de esos géneros tiene que leer a Dickens. Creó el suspenso entre capítulos, y eso fue lo que lo hizo
atractivo para miles de lectores. La intriga de quien leyendo, no sabe lo que va a ocurrir en la siguiente entrega. El suspenso, el secreto bien guardado que sólo se devela cuando debe develarse.

En su novela  Historia de dos ciudades, una de sus últimas, y por lo tanto fruto de su madurez
de escritor, Dickens se desplaza hacia un pasado que si tuvo una enorme influencia, él no vivió, ni conoció: el escenario de la revolución francesa, ocurrida en el siglo anterior al suyo. Su juicio, en este caso, es histórico, y no puede ser de otra manera frente a un suceso que habría de afectar las relaciones entre Inglaterra y Francia, y no sólo eso, el futuro de  Europa y de la humanidad entera.

 

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18 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Natalia Moret reseñada

Natalia Moret. El libro de Natalia Moret, Un publicista en apuros (Mondadori), que se presentó en la I Feria Internacional de Trujillo, ha empezado a recibir la atención de la crítica en Argentina. En la revista El Guardián, aparece una entrevista de Daniela Pasik titulada “El policial es un asunto de mujeres bravas”. También aparece una entrevista en Telam, donde Moret declara: “La plata es el valor aparente que envuelve a la historia, pero no es real, porque, finalmente, es casi una novela de amor: el personaje se libera de esa falsa verdad y obtiene algo de aire”. Y finalmente, sin contar las diversas reseñas aparecidas en blogs, el fin de semana apareció una elogiosa reseña en Radar Libros escrita por Luciana de Mello. Dice la reseña:

Si el tan odiado y adorado barrio de Palermo fuera hoy la víctima de una horda enfermiza de lunáticos que le prenden fuego a sus templos, estaríamos asistiendo al espectáculo socio-cultural (a la instalación, bah) más interesante de los últimos tiempos. Esto sucede en Un publicista en apuros y así es como lo observa el cínico de Javier Franco, su narrador personaje, mientras aúlla revelaciones que se le suceden en la cabeza una detrás de la otra, y a la misma velocidad con la que su vida se arroja desde el rascacielos del publicista exitoso. Una historia de derrumbes, una novela negra de amor escrita con una mirada inteligente y mucho oído, pero sobre todo desde el razonamiento de esa clase social que tiene mucha plata, se propone hacer más, la consigue, y se aburre tanto que es capaz de matar por amor. Porque el amor es más fuerte. También para los chicos ricos. Javier Franco es un publicista exitoso de treinta años educado en los mejores colegios, propietario de un ph en Palermo y adicto a la cocaína. Además de tener una novia joven, contactada y hermosa, una agencia top tapizada de macs y empleados que se camuflan entre sus superficies libres de porosidad, el mundo de Javier Franco tiene una grieta. Acaba de contraer una deuda producto de una traición, producto de su ex amante, producto de su infidelidad endémica y así van multiplicándose las complicaciones en su vida y en su cabeza, mientras se teje una trama con escenas tarantinescas y diálogos tan desopilantes como descarnados. (…) Porque la pregunta que se plantea frente a esta novela desde el principio es: ¿cómo se va a sostener esta voz canchera hasta el hartazgo durante tantas páginas? La respuesta está en la trama. Natalia Moret, que además de escritora es guionista, logra construir en esta novela una trama a la talla de las buenas series norteamericanas, pero emplazada en Buenos Aires 2012. Una ciudad mapeada geográfica y sociológicamente entre Palermo, San Telmo, San Isidro, La Boca, Berazategui y Constitución. En los tres primeros barrios se consigue buena comida, reuniones de trabajo y mujeres atiborradas de dinero, sexo y traición. En los otros tres barrios el paneo es más lumpen, ahí sólo se viaja a conseguir droga, o tras la pista de algún criminal que, cual secuestrador express, obliga a la gente bien a salirse del corto radio de circunferencia en el que se desarrollan sus vidas. Entonces el protagonista se disfraza de pobre, toma un colectivo y camina las calles del lejano oeste del conurbano porteño, donde además de colgar sus zapatillas del cableado de la luz también se pelea a las piñas por una chica ?capítulo homenaje narrado como una traducción al español de un típico western yanqui?, Moret se da lujos y sabe cómo sostenerlos. Hace este tipo de homenaje al western, filtra análisis políticos y sociológicos en medio del discurrir mental del narrador, trama una historia que podría ser un policial, pero que entraría mejor dentro del género de novela negra aunque sin embargo, el final de la historia termina por proponer que ésta se trata de una historia de amor. Eso sí, bien cargada de tiros. Un publicista en apuros es una buena novela de estos tiempos, con un manejo de los diálogos que sabe cómo explotar la fricción humorística en las situaciones más tensas. Es una primera novela y están todas las cartas jugadas. Moret sale a matar o morir y gana, eso queda bien demostrado en Un publicista en apuros, por prepotencia de trabajo y una escritura inteligente que se piensa a sí misma mientras avanza, rascando con la punta de la uña la pintura saltada de la pared del vecino.



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17 de abril de 2012
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Marina y Antony, Bob y Willem

Hay varias combinaciones para enfrentarse a Vida y muerte de Marina Abramovic, el espectáculo que se representa en el Teatro Real de Madrid hasta el día 22 de abril. La primera empareja a la artista conceptual y performer que da título a la obra con quien fue durante años su amante y colaborador artístico, Ulay, evocado en la obra teatral y presente en alguno de los fascinantes materiales videográficos que se pueden ver en la exposición Abramovic abierta en la galería madrileña La Fábrica hasta el mes de junio. En la galería vemos el cuerpo y la sangre (el substrato sado-masoquista es esencial) de ‘la Abramovic', y llamarla así, con el artículo delante de su apellido, al modo de la Callas o la Caballé, tiene sentido, pues en el Real su porte, su imponente figura estatuaria y sus modos son operísticos; desgraciadamente, su voz ni es operística ni es buena, y la canción que interpreta, medio hablándola, en el segundo acto constituye el único momento irrelevante y mortecino de la velada.

        Pero hay otro raro y anómalo emparejamiento, también de índole amorosa, aunque casta, que une a la artista serbia con su alter ego en escena, la estrella pop inglesa Antony, que aparece sublime vestido de tumba etrusca y canta, él sí divinamente, unas piezas melancólicas y de un barroco muy contemporáneo.

     La tercera pareja la forman dos cómplices excepcionales, Bob Wilson y Willem Dafoe, que trabajan juntos por primera vez y se han entendido a la perfección, Wilson como director y diseñador de escena, el segundo como actor principal y narrador de la obra. Era estimulante, el pasado martes 10 de abril, en el ensayo general con público (un llenazo) ver a Wilson, sentado en el patio de butacas junto a su mesa de trabajo, reírse con las intervenciones irónicas o dramáticas de su actor; las carcajadas de gozo del director eran siempre las primeras y más sonoras.

    Preguntado en una reciente entrevista, mientras ensayaba en Madrid, por el sufrimiento implícito en un trabajo tan riguroso y matemático como éste, el cantante Antony tuvo una respuesta con la que concuerdo plenamente: crear no es ese dolor que muchas veces se compara ginecológicamente con un parto. La creación artística, por difícil y arriesgada que sea, tan sólo requiere "sentimientos fuertes". Los hay, bajo su apariencia de gélida belleza y ‘burlesque', en esta inolvidable Vida y muerte de Marina Abramovic.

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17 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Valores que cotizan a la baja

La crisis pega duro. Apenas deja títere con cabeza. Pega duro aquí, pero da provechos allí. Puede que termine afectando al planeta entero: China desacelera en su crecimiento y hay síntomas preocupantes en Brasil. Pero de momento la crisis es nuestra: es nuestra crisis, de pérdida de poder y de riqueza de los europeos y, sobre todo, de algunos europeos. Una de las cosas más sorprendentes es su carácter polimórfico. Es económica, pero va más lejos. Afecta a valores e instituciones, a ideas y sistemas políticos incluso. ¿Modelo productivo? No solo. Los valores que mejor cotizaban en el mercado intangible de la imagen internacional se encuentran ahora entre los que más pierden. La modélica transición española, el Rey demócrata y prudente, la España emergente y europeísta, el motor de la Cataluña autónoma, la Europa modelo de bienestar y de solidaridad, el euro que desafía al dólar, la UE como superación de los Estados nacionales, todo esto cotiza a la baja, junto al Ibex 35, el que más ha caído de todas las Bolsas en 2012.

¿Queda algo en pie? Hasta hace una semana, dentro de los 100 días de gracia, las encuestas todavía salvaban a Rajoy y al PP. Ahora ya se han unido al naufragio, detectado por la encuesta de Metroscopia que publicó este periódico el domingo. Hasta el incombustible Gallardón cae. Todo se cae y nada sube: el desprestigio popular no lleva al repunte socialista. Recordemos que la Monarquía, institución siempre aprobada por los españoles, está desde el pasado octubre entre los malos alumnos. Seguro que los últimos episodios se notarán en su imagen entre los ciudadanos. Nada precisamente ejemplar puede exhibirse de una familia que permite a un niño jugar con armas de fuego y al abuelo Monarca cazar elefantes en la misma semana de todos los horrores hispánicos en los mercados de deuda, en injusticias fiscales y en recortes de sanidad y educación. Cada uno puede hacer su lista, pero se verá rápidamente la fácil correlación que se establece en cuanto a desprestigios. Uno de los pocos valores que parecen escapar, curiosamente, es la ciudad de Barcelona. A pesar de que se halla aquejada de los mismos males que todos ?paro, caída de la actividad, aparición de la pobreza extrema en sus calles?, sus arcas municipales, a diferencia de Madrid, no tienen los niveles de endeudamiento que corresponden al país casi quebrado que es hoy España. Tampoco el Consistorio barcelonés se ha visto obligado a acogerse al plan arbitrado por el Gobierno para pagar las deudas a proveedores, que en el caso de Madrid suben a 1.000 millones. Barcelona sigue siendo la ciudad de moda, atractiva y brillante para millones de personas en todo el mundo, y referencia para artistas, urbanistas y sociólogos. Poco influyen en su prestigio los recurrentes ataques de pánico que aquejan a su clase dirigente cuando se producen unos episódicos desórdenes públicos que la colocan en las primeras páginas de la prensa. Esta élite gobernante, perfectamente cosmopolita y conocedora de la conflictividad de las grandes urbes en todo el mundo, sobre todo en momentos de depresión económica, suele enroscarse en cada algarada local en sus reflejos más familiares, que convocan y amplifican los peores fantasmas de nuestra historia ?Semana Trágica, pistolerismo, anarquismo, Guerra Civil?, sin darse cuenta de su contribución al deterioro de la imagen de la misma ciudad a la que pretenden defender de las hordas desatadas. Más curioso todavía es que esta clase dirigente busque el nuevo modelo productivo que nos sacará de la crisis producida por el capitalismo de casino en el descaro de una directa apuesta por los casinos. Es cierto que un proyecto como el que ofrece Sheldon Adelson a los constructores españoles, catalanes incluidos, sea en Madrid sea en Barcelona, creará millares de puestos de trabajo durante su construcción y luego cuando el complejo funcione. También que algunas salpicaduras caerán sobre quienes les hayan favorecido, incluidos probablemente unos partidos políticos ahora muy necesitados de líquido para no verse arrastrados en su tren de vida al triste destino de la mayoría de los ciudadanos. Pero ni eso es un modelo productivo ni es, sobre todo, un modelo de ciudad para ofrecer a Barcelona.



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17 de abril de 2012
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Dinero versus andreia

Es muy posible que para alcanzar la etapa en que se es servidor desinteresado del dinero, para interiorizar que el dinero es el fin en sí de la ordenación social, se necesite previamente haber buscado en el dinero el hogar protector contra la finitud y la muerte, es decir haber sido víctima de temor  paralizante, haber renunciado a la andreia, esa hombría, entendida como exigencia subjetiva de  que  lo cabalmente humano se realice en  uno, la cual,  según Aristóteles, tiene su
condición primera en que el inevitable temor a la muerte no se convierta en  fobia (fobos), que evita contemplarla cara a cara. El dinero empieza siendo un imaginario abrigo en la situación del miedo ciego (miedo que no quiere ver lo inevitable de aquello ante lo que huye). Mas una vez  protegida la subjetividad, surge una especie de agradecimiento: no se vincula ya la casa a su función. El dinero no es ya refugio sino fin en sí.

De ahí esa impresión de que los llamados poderosos de este mundo nada en realidad pueden. Impresión de que las Merkel y los Sarkozy  no son más que devotos servidores que alguna
vez se descarrían. ¡Ay de Sarkozy¡ conducido quizás  ya hacia el solar apagado  dónde moran el
banquero arruinado, el amante abandonado y el político  fracasado (trilogía agustiniana , no
del arrepentido de Icona  sino de Agustín García) y ¡ay! Asimismo de Papandreu y tantos otros. No dejan tampoco de estar bajo la atención del ojo vigilante los banqueros y altos mandatarios de las instituciones financieras. Recibirán generosas recompensas que ellos mismos han de considerar como índice de su buen comportamiento, pero serán marginados si caen en la conmiseración (si se apiadan por ejemplo de los empleados de Telecom empujados  al suicidio) o si dan muestras de que los talentos que reciben el lugar de ser fertilizados son empleados en beneficio de oscuras inclinaciones subjetivas (¡ay de Strauss Khan que compraba cuerpos humanos no para reciclarlos en el sistema económico sino para su personal goce).

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17 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Günter Grass internado

Günter Grass ¡Günter Grass está internado en el hospital! Cuando empezó a cundir el pánico, y se hablaba ya de un ataque cardiaco a raíz de los últimos sucesos, su familia salió a poner paños fríos y decir que es un chequeo médico de rutina y planeado hace varios meses. Nada de qué preocuparse, por ahora. Dice la nota:

El escritor alemán Günter Grass ha sido ingresado hoy en una clínica de Hamburgo para un chequeo médico ?planeado desde hace meses?, según una portavoz de la oficina que le representa. Grass, que ganó el premio Nobel de Literatura en 1999, espera ?volver a casa en los próximos días?. Ni su esposa ni la portavoz de su oficina han dado detalles sobre la naturaleza de la inspección médica a la que se está sometiendo el respetado literato. El diario Bild había informado horas antes del ingreso de Grass. Según esas informaciones, su llegada a la clínica se debió a ?problemas cardíacos?. La agencia de noticias DPA ha confirmado que Grass va a pasar la noche en la Clínica Askleipos de la ciudad hanseática. Grass tiene 84 años. Es autor de numerosas novelas, entre ellas la laureada El tambor de hojalata, un gran éxito de crítica y de ventas publicado en 1959. La novela, narrada en primera persona por el estrafalario joven Oskar Matzerath, es considerada una de las obras cumbres de la literatura alemana de posguerra. La acción transcurre en la ciudad de Danzig, entre 1925 y 1952. Recientemente, Grass ha protagonizado una sonada polémica en Alemania por la publicación de un poema llamado Lo que hay que decir, en el que acusa al estado de Israel de poner en peligro la paz mundial con sus bombas atómicas. El Gobierno de Israel reaccionó prohibiendo la entrada al país al octogenario escritor alemán. En el poema, el escritor asegura estar escribiendo con su ?última tinta?. Sus allegados han reiterado en los últimos meses que el estado de salud del escritor es ?delicado?. Grass comparte clínica con el excanciller socialdemócrata Helmut Schmidt, que estuvo ingresado allí por problemas de corazón en el pasado.



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16 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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…Y una izquierda

El luto le sienta bien a Cristina Kirchner desde que empezó a utilizarlo tras la muerte de su esposo, el 27 de octubre de 2010, para que a nadie se le escape su doble condición de presidenta y viuda. Desde entonces, sus gestos se han vuelto más enfáticos y severos, dotados con una justa pátina de melancolía, como si cada ademán suyo dijese: debo continuar con nuestro proyecto conjunto, pero en el fondo me siento sola y devastada. Si la política exige ciertas dosis de histrionismo, en Argentina la teatralidad se exacerba; desde Perón —con Evita e Isabel como primeras actrices—, y sin dejar atrás a los milicos, toda su vida política parece sometida a estos desplantes melodramáticos, más propios de una telenovela que de un tango. Así también la agonía de Néstor Kirchner: sus funerales —que culminaron con la inauguración de un mausoleo—, estuvieron jalonados por el llanto, los desgarros histéricos, la solemnidad artificial y el mustio ensalzamiento del héroe que se repiten a lo largo de su historia.

 

Cristina Kirchner no es, sin embargo, sólo una buena actriz, aunque lo sea; a diferencia de sus predecesoras, su carrera se sustenta en años de actuar y sobrevivir en los entresijos del peronismo —ese jubón indefinible en el que todo cabe, un poco como el PRI de antaño—, y su ascenso no puede explicarse sólo a partir del impulso de su esposo, sino por sus propios méritos de estratega y resistente. Astuta, rápida e intensa, la presidenta ha sabido aprovechar al máximo su posición de Electra para concentrar el mayor poder posible en torno a su figura. Y lo ha logrado: hoy nadie le hace sombra.

Gracias a Cristina, el proyecto K se revela como uno de los más exitosos de la región: tres mandatos consecutivos, el del marido, la esposa y la viuda, que lograron rescatar al país de la debacle, animaron a la izquierda latinoamericana y salvaron la memoria de los represaliados, al tiempo que se acomodaban al ciclo de corrupción, culto a la personalidad y caudillismo que proclamaban combatir. Una izquierda vigorosa, sí, capaz de corregir la deriva neoliberal del menemismo, de acentuar los derechos sociales o ampliar la cobertura sanitaria, pero que no ha dudado en aliarse con los más oscuros intereses económicos, que ha dividido a la sociedad entre sus acérrimos partidarios y sus no menos ácidos detractores y que, pese a sus reformas, no ha superado los rasgos más escleróticos del peronismo.

Justo en estos días, en una más de las tenebrosas intrigas de palacio que rodean a los K, el vicepresidente Amado Boudou ha sido vinculado con una oscura trama de corrupción. Hasta ahora, la única consecuencia de este episodio que ha involucrado al juez Daniel Refacas y al procurador Esteban Righi —obligado a renunciar—, es que Boudou ha quedado descartado como posible delfín de la presidenta cuando muchos se preguntan ya por la suerte del kirchnerismo al término del último período de ésta en la Casa Rosada.

Cristina K, en fin, como el mejor ejemplo de una izquierda zigzagueante que combina un discurso profundamente ideológico con un talante práctico, y la voluntad de implementar auténticas políticas progresistas —redistribución y equidad—, con un manejo faccioso del poder, dispuesto siempre a doblegar a sus enemigos, sean éstos los dueños del grupo Clarín o los atribulados españoles de Repsol.

Más que Dilma Rouseff, siempre rotunda y eficiente; más que Evo Morales o Rafael Correa, empantanados en sus conflictos internos; e incluso más que Hugo Chávez, dominado por sus excesos y ahora por la enfermedad, quizás sea Cristina el paradigma de la izquierda latinoamericana en nuestros días. Una izquierda capaz de mejorar la vida de sus ciudadanos pero que, en su voluntad de protegerse de quienes la acosan, no duda en soslayar la corrupción y pactar con los sectores más espurios. Una izquierda que, ay, no parece estar muy lejos de la que apoya a Andres Manuel López Obrador.

            Igual que Cristina, éste ha demostrado su capacidad para ser un gobernante comprometido y pragmático —no es casual que, pese a las campañas en su contra, en la ciudad de México siga encabezando las encuestas—, pero también para escudar a los individuos y grupos más oscuros que medran en los sótanos de la izquierda mexicana (con Bejarano como estandarte). Éste es, quizás, uno de los puntos más débiles de su campaña, por lo demás la mejor de todos los candidatos: está muy bien que con su república amorosa se distancie del extremismo que abrazó en la protesta poselectoral del 2006, pero —para usar el lenguaje cristiano que hoy ostenta—, frente a la probada deshonestidad de muchos de sus aliados no basta con poner la otra mejilla. Si en verdad quiere limpiar del todo su figura, debería retomar la vertiente implacable de Jesús ante los comerciantes del templo y distanciarse drásticamente de esos sectores corporativos que no han hecho otra cosa sino medrar y enriquecerse a su vera, ocultos bajo el manto de amor y paz que hoy nos ofrece su líder.

 

twitter: @jvolpi



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16 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La isla de los santos

El régimen que durante cuarenta años lideró el general Franco dio muestra de una estrechez de miras tan sañuda que la mitad (por poner una cifra) de los intelectuales españoles tuvo que buscar la salvación fuera de España. Esa diáspora cultural fue una tragedia personal para los exilados y una pérdida incalculable para un país como España, que nunca ha estado sobrado de mentes pensantes.

 

Sin embargo, si Franco  y sus servidores merecen la más severa de las censuras por su cerrilismo intelectual, sus herederos no somos menos culpables y resulta incomprensible que un ministerio tan inútil y falto de contenidos como es el de Cultura no haya sido íntegramente dedicado, desde la llamada restauración democrática, a la nacionalización, repatriación o como quiera llamarse a la labor de recuperar la obra  de aquellos intelectuales vergonzosamente obligados a huir y que en gran parte  permanece dispersa por las bibliotecas y hemerotecas de los países que tuvieron la generosidad de acogerlos y ofrecerles trabajo. Esa labor de recuperación ha quedado en manos de la iniciativa privada, que suple a base de entusiasmo y trabajo la absoluta y, repito, incomprensible falta de apoyo oficial.

Tal es el caso de La isla de los santos que ahora publica la editorial Igitur gracias en gran parte a la labor realizada por Laura Baeza, diplomática y nieta del autor, Ricardo Baeza. Este, nacido en 1890 en Bayamo, Cuba, y muerto en Madrid en 1956, fue un traductor, editor, periodista, promotor  teatral, cronista y diplomático que desarrolló gran parte de su fecunda labor intelectual en la década anterior a la Guerra Civil. Su inequívoca adscripción a la causa republicana, sobradamente puesta de manifiesto en sus colaboraciones en periódicos como El Sol y revistas como La Gaceta Literaria o Revista de Occidente, y su cargo diplomático en Chile justo antes del golpe de Estado de Franco hicieron de él un candidato idóneo al exilio de por vida. Pudo volver a España pocos años antes de su muerte pero sumido en el más absoluto anonimato.

La Isla de los santos es una recolección de las crónicas que Ricardo Baeza publicó en El Sol relatando un viaje de varios meses a Irlanda cuando estaba a punto de estallar allí la guerra civil que a la postre supondría la (casi total)  independencia de la República irlandesa. Lo primero que llama la atención de estas crónicas es su calidad literaria. En su momento recibieron el aprecio de los lectores (ventas) lo cual es un mérito cuando dichos lectores estaban acostumbrados a un género como el de la literatura de viajes,  brillantemente  practicado entonces por hombres de la talla de Luis Oteyza (andanzas  por Oriente), Luis Araquistáin ( Estados Unidos) o Manuel Chaves Nogales ( URSS). Destacar frente a ellos era toda una hazaña.

Junto a la gran calidad del texto merece destacarse la claridad en  la exposición de una situación enrevesada, dramática y extremadamente dolorosa que enfrentaba a dos naciones (Inglaterra e Irlanda) por las que el cronista sentía gran admiración y aprecio, pero que se estaban desangrando mutuamente ante la mirada consternada del viajero. Esa capacidad de mantener la serenidad de juicio ante una situación desquiciada resulta asimismo muy notable a la hora de tratar el tema del nacionalismo, pues si debía ser condenada sin paliativos la brutal política de castigo llevada a cabo por una mentalidad ultranacionalista como era la del imperialismo británico, no menos reprobables eran los excesos que, como respuesta, estaban llevando a cabo los nacionalistas del Sinn Fein. Su intento de mantenerse ecuánime acabaría costándole ser reprobado por ambos bandos.

Si los numerosos textos firmados por Ricardo Baeza merecen ser puestos al alcance de los lectores actuales, éstos deberían agradecerle otro aspecto de su quehacer intelectual, pues aunque no lo sepan, se están beneficiando indirectamente de la labor que él llevó a cabo entonces. Y me refiero a su actividad como traductor. Más que un trabajo, Baeza entendía la traducción como un vínculo que permitiría a la literatura española ponerse a la par de la europea, y ahí está su  labor pionera con autores como Maeterlinck, D´Annuzio, Oscar Wilde o Marcel Schwob, por no hablar de su excelente versión de Los cantos de Maldoror, de Lautréaumont, todos ellos a disposición de los lectores españoles desde los años veinte.

 

La isla de los santos. Itinerario en Irlanda

Ricardo Baeza

Ígitur

 



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16 de abril de 2012
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Solos, singles o solistas

No existe otro estadio humano que haya mejorado de forma tan asombrosa su reputación como la soledad. Porque no hace tanto tiempo que la estampa de una vida sin compañía humana invocaba un paisaje sombrío y mal ventilado donde el tictac de las agujas del reloj y un solo plato en el fregadero representaban cierta idea de la vida incompleta. Cuán antiguo suena hoy aquello de solterona, un término en desuso en nuestra sociedad hipermoderna en la que las cifras de personas que viven solas ?más mujeres que hombres? se ha incrementado un 80% en quince años. Ahora son las singles, treintañeras o cuarentonas que ya no se deprimen en las bodas ante la insidiosa pregunta de que para cuándo la suya. Todo lo contrario, ejercen su condición solitaria con orgullo y conforman un colectivo mimado por el marketing. Al igual que ellos, tanto heteros como gais, han sacralizado el culto a lo individual que les permite agilidad para moverse y escalar, libres de ataduras. Desde Suecia y Noruega, donde ya casi la mitad de hogares son unipersonales, hasta Japón, cuya sociedad se articulaba entorno a la familia y ahora el 30% opta por vivir solo, pasando por EE.UU., Reino Unido o España -más de tres millones-, la soledad se extiende como una plaga universal tanto en las metrópolis como en las zonas rurales. ¿Por qué cada vez más gente elige vivir sola? ¿Se ha idealizado la soledad, cristalizando una nueva leyenda que exalta los beneficios de una vida independiente en la que no es necesario pelearse por el mando a distancia? Hay etapas biográficas donde se asocia la búsqueda de la identidad con vivir solo, como contaba Jordi Jarque en el Es: El placer de vivir solos. Pero la popularización y el prestigio de la soledad son consecuencia de los valores liberales imperantes: la liberación de la mujer, internet y el aumento de la esperanza de vida. Así lo argumenta el ensayo Going Solo, de Eric Klinenberg ?estudioso de la soledad en la universidad de Nueva York?, que también contempla la otra cara: el desamparo de aquellos que se han quedado sin una red de apoyo. Mientras el matrimonio se ha devaluado, la familia se ha complicado y la amistad se ha virtualizado, la vida en solitario es una opción cada vez más defendida por el mercado y la cultura. Existen dos tipos de mono-habitantes: los que nunca ordenan armarios y los que incluso ponen nombres a los cajones. Los primeros son leones que sienten que están de paso. Los segundos deberían llamarse solistas porque comparten vocación con quienes eligen componer y actuar en solitario. Seleccionan su partitura y la ejecutan con la voluptuosidad de quien tiene ante sí infinitas posibilidades. Lejos de sentirse aislados convierten su espacio en una vibrante sala de mandos. Pero corren el riesgo de olvidar lo esencial: la soledad es ante todo un estado psicológico. (La Vanguardia)

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16 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El lobo europeo

El europeo es un lobo para el europeo. Esta crisis se está llevando por el desagüe lo que quedaba de la mínima solidaridad entre europeos. Es el paso previo a la quiebra del proyecto y fruto de una actitud suicida. Por más que nos digan que todos estamos en el mismo barco y que si la nave se hunde nos hundiremos todos, la cabra tira al monte y el lobo al cuello del otro lobo. El Costa Concordia se estrelló contra los arrecifes por culpa del capitán, pero el transatlántico europeo se hundirá si sigue así porque los capitanes se dedican a pelearse entre ellos en vez de decidirse por tomar un rumbo firme y claro, todos juntos y en favor de todos.

Estos días hemos tenido dos nuevas manifestaciones de la insolidaridad que lleva a dirigentes europeos a actuar como lobos con los otros dirigentes europeos. Sarkozy no ha dudado en utilizar las dificultades de España para vestir su pésimo balance presidencial: en cinco años ha duplicado el desempleo y el déficit comercial, crecido a un ritmo apenas del 1%, incrementado la deuda en 500.000 millones y perdido la clasificación máxima de la triple A. ?Ningún presidente bajo la V República ha terminado su mandato con un balance tan malo?, ha escrito el director de Le Monde, Erik Israelewicz. La culpa: del candidato François Hollande que va a hacer de Francia una España, como si fuera a la vez Zapatero y Rajoy. Mario Monti, el supermario tecnócrata que iba a enderezar a Italia con su visión europea por encima del partidismo, no le ha ido a la zaga. Carga sobre España las causas de su crisis porque teme el sorpasso, es decir, que la prima de riesgo que hay que pagar por su deuda vuelva a superar a la española como sucedió en los meses anteriores a la bendita expulsión de Berlusconi. Y luego, hecho el daño ajeno y sacado el beneficio propio, pide disculpas. A ninguno de los dos les importa dañar al vecino con tal de sacar tajada política, e incluso buscan directamente el daño del vecino como fuente de su beneficio. Cuanto peor vaya el otro, mejor iré yo. Las crisis producen este tipo de comportamientos. Cuando los países tienen moneda propia se dedican a devaluarla para aventajar a sus vecinos en la competencia comercial. Si estas devaluaciones competitivas no bastan, se imponen aranceles y barreras comerciales, dificultando el comercio internacional. Son políticas que aceleran e intensifican la depresión y que incluso preceden a veces a medidas de retorsión más duras, de otro tipo. Véanse las guerras. Cuando no hay posibilidad de cerrar mercados ni devaluar monedas como es el caso de la UE, entonces se practica la denigración del vecino para debilitar su credibilidad y perjudicarle ante los mercados. No lo han hecho tan solo Sarkozy y Monti. También viene haciéndolo desde el principio de la crisis la propia Alemania de Angela Merkel, el mayor lobo entre los lobos europeos.



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16 de abril de 2012
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