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Custodia partida

Desde hace años sigo con gran interés el debate acerca de la custodia compartida. Se trata de una fórmula aplicada en Francia ?hace ya una década?, así como en Suecia, Noruega u Holanda, por lo que las sociedades más avanzadas se han ido amoldando a la vasta existencia de casas «de mamá» y casas «de papá», respetando un incuestionable modelo de corresponsalidad parental. En España, ahora que el PP va a promulgarla, ha sido reivindicada con la boca pequeña por grupos políticos y, con mayor vigor, por colectivos de padres y madres separados; mientras que sus detractores ?varias asociaciones feministas de respetada trayectoria? mantienen el doble argumento de que «prima el interés particular de los padres» y que «se convierte en una instrumentalización contra las mujeres». Cierto es que su aplicación podría entenderse como un «nos partimos al niño», cuando en realidad tendría que ser un «compartimos la responsabilidad». Pocos asuntos son tan vertebradores de una sociedad como la transferencia afectiva y educacional de padres a hijos. Uno de los sentimientos universales que nos habitan al perder al padre o la madre es el de una fría soledad, la de saber que te has quedado sin alguien que creía incondicionalmente en ti. En verdad, el mapa familiar condiciona, inhibe, proyecta, e influencia la construcción psicológica de un individuo casi tanto como su biología. Cabría preguntarse cuántos niños felices ven quebrarse su cristal de colores cuando sus padres se separan. Y los utilizan. Acaso no parece tan frontal como lo acabo de escribir, porque el arte de la manipulación es soterrado y psicótico, capaz de autoengañarse y usar al hijo para que acabe siendo más de uno que de otro. De una, en el 90% de los casos. Las mujeres venimos reclamando desde el pleistoceno que el hombre se corresponsabilice de la educación y de la vida diaria de sus hijos. Para algunas, no obstante, hay un principio inamovible: los hijos son de las madres, convirtiendo así su naturaleza reproductora en ideología. Una lógica que olvida que el techo de cristal nunca se quebrará si los padres no ejercen tanto sus deberes como sus derechos. De la misma forma que se firman acuerdos matrimoniales, debería existir un compromiso de responsabilidad personal cuando dos deciden tener un hijo. El amor a veces se desvanece, pero la necesidad de acompañar, proteger y querer a un hijo es para siempre, a cuatro manos. Porque una sociedad no será madura hasta el día en que puedan diferenciarse los asuntos afectivos (y a veces dolorosos) en una pareja de su compromiso irrenunciable, vital, arduo, hermoso, como padres. Ese es el contrato no escrito que nunca debería romperse.

(La Vanguardia)

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20 de junio de 2012
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I. Un sábado cualquiera por la noche

Como en todas las ciudades del mundo, dos jóvenes estudiantes han salido a divertirse un sábado por la noche. Vienen de una alegre velada en casa de una amiga, y aún no quieren irse a dormir. Han pasado comprando cervezas en la tienda de una gasolinera, y todavía intentan entrar a un karaoke donde ya el bullicio languidece. Están por cerrar, y no los dejan entrar. Discuten con los vigilantes que llaman a una patrulla policial, ellos vuelven entonces a su automóvil Yara color champaña, por fin de vuelta a sus casas, pero los policías les dan persecución. Para los muchachos parece un juego como los de las películas, escapándose por calles que conocen bien, hasta que suenan las ráfagas que no son de alerta, sino dirigidas contra la carrocería del Yara. Uno de esos disparos de alto calibre impacta en la columna vertebral al muchacho que conduce. Ya no se trata de una película, sino del horror verdadero.
Estamos en Tegucigalpa, en octubre de 2011. Los policías son cuatro, asignados a la Quinta Estación de La Granja. El Yara se detiene frente a la iglesia Santa Teresa de Jesús, y entre insultos exigen a los muchachos que bajen. El conductor no puede, tiene partida la columna, pero lo esposan, lo cargan, y lo lanzan a la tina de la camioneta pick up que les sirve de patrulla. Es la patrulla M1-92. Uno de los policías conduce ahora el Yara y el otro muchacho no para de decirles, llorando, que lleven al herido al hospital, que el herido es hijo de la rectora de la Universidad Nacional. "¿Cuál rectora, hijo de puta?", le responden.
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20 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Policías y ladrones en Buenos Aires

La Garza Sosa y Dani el Rojo en el BAN! Las estrellas de la noche: un delincuente (La Garza Sosa) y un policía (Dani El Rojo), ambos retirados. Aquí una crónica del BAN! (Buenos Aires Negro), el Festival de Novela Policial en Argentina, que contó con la presencia de Guillermo Martínez, Claudia Piñeiro, Elsa Osorio, Mempo Giardinelli y el peruano Fernando Ampuero, entre otros. La crónica es de Cristina Fallaras para Revista Ñ, Dice:

El comisario nos mira pero en realidad no quiere mirar nada que no sea su perplejidad. La Garza Sosa baja las escaleras del Centro San Martín después de haber recibido enecientos aplausos. El comisario sabe que no recibirá ni la mitad. Hay algo en el delincuente largo, listo, que cita a Melville y recuerda a la ballena blanca, algo que nos excita. Y el comisario, que lo sabe, murmura: ?no sé no sé, a mí todo esto me parece raro, una apología del delito, o así?. Ernesto Mallo, capo de la banda del BAN!, Buenos Aires Negra, que es tan listo o más que la Garza redimida, acaba de cerrar su entrevista llevando de la mano al transgresor hasta que ha contado eso de que no se arrepiente de nada y que si se retiró es porque tiene un hijo con síndrome de down, ?y todo lo que me queda de vida la dedicaré a él, mi amor?. Anda a explicarle a un comisario bonaerense que el no arrepentido y el tal Daniel Rojo, un tipo que admite haber atracado unos 500 bancos cuando se inyectaba 10 gramos de cocaína en vena diarios, que esos dos son las estrellas del festival de novela negra. Señor comisario, los escritores que se adscriben a ese género que usted identifica con Humphrey Bogart admitimos ese morbo que los demás comparten y no practican: el morbo por el crimen. Qué se le va a hacer. No sabemos contestar al amable camarero que pasmado pregunta ante Alejandro Gallo: ?¿Dicen que es jefe de policía y novelista??. Raúl Argemí le responde: ?Y rojo, defensor de las luchas mineras y la guerrilla antifranquista?. Detrás de la barra el argentino abre la boca: ?Eso aquí es imposible?. Argemí le responde: ?Y en España también?. Ay, señor comisario, cuántos matices, ¿no? Van algunos de los delincuentes de pensamiento, palabra u omisión: Juan Sasturáin, Carlos Sampayo, Fernando Ampuero, Claudia Piñeiro, Leonardo Oyola, Luisa Valenzuela, Guillermo Orsi, Kike Ferrari, Argemí, Elsa Osorio, Juan Madrid, Bernardo BEF Fernández, Miguel Ángel Molfino, Mempo Giardinelli o Guillermo Martínez. Ellos y muchos otros, señor comisario, han ido desfilando en diálogos y ponencias para, en el fondo, disimular que lo que querrían es pasarse al otro lado, ser los forajidos. Tachán. ?¿Todos aquí son de los muertos??, pregunta una asistente coronada de canas antes de entrar a una mesa donde van a despacharse tres forenses. ?No todos?, le contesta uno de los técnicos del San Martín, ?unos son muertos y otros, asesinos?. Exactamente de eso se trataba, de convocar a un centenar de escritores, periodistas, ¿ex? delincuentes, policías y demás participantes en el juego de la muerte hecha ficción para ser de los muertos o de los que matan. Y el experimento resultó un proteico batiburrillo de autores notables con pequeñas dosis de personajes. Lo que pasa es que si a uno le dan a elegir entre un novelista, un plumilla, un cana o dos forajidos de fines del XX, señor comisario, entienda que nuestra mitomanía todavía permanece agarrada a la estela de Bairoletto.



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20 de junio de 2012
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Exigencias de la lengua

El Narrador de la Recherche de Marcel Proust se presenta a sí mismo como sabiendo, ya desde muy joven, que la lengua tiene exigencias muy difíciles de satisfacer para la personalidad viciada por la pereza, la inercia y la costumbre, y a veces  exclusivamente configurada por estos defectos.
En primer lugar, exigencias de no repetición, pues la repetición es incompatible con la intrínseca variedad, con la tendencia a mutar, de la lengua. Si la lengua funciona en libertad (es decir, si el hablante o el escritor no la subordinan, no la reducen a instrumento al servicio de causas más o menos legítimas) entonces, dada una frase, no hay ley que permita aventurar la frase que va a seguir. Pero la condición de no repetición es insuficiente. Hay también una suerte de determinismo pues una vez la nueva frase presente ha de producir el sentimiento de que no podría ser remplazada por otra.
La nueva frase es pues imprevisible, pues ningún objeto la dicta, y necesaria, pues no puede - sin rechinar- trascender las fronteras de un determinado espectro. De tal modo, libertad sin arbitrariedad y necesidad sin predeterminación, aparecen como criterios de posibilidad de la obra de arte 1.
La riqueza del lenguaje reside en esta capacidad de variedad, en la abundancia de elementos de la que ninguna lógica probabilística sería apta para dar cuenta. Apostar por el lenguaje es apostar por esa pluralidad liberadora, en lugar de hacerlo por la uniformidad que suele presentarse como universo real. Ese supuesto universo real sólo alcanza legitimidad cuando la fértil potencialidad del lenguaje lo toma como punto de arranque. La función del escritor es, de alguna manera, recordar la verdad de las cosas que se presentan: las cosas son, para los hombres, siempre de alguna manera palabras, pero un cambio cualitativo se da cuando un ser humano decide asumir con radicalidad tal hecho; decide ver en las cosas, incluidas aquellas forjadas por los hombres, esencialmente un material para la vida de las palabras.

_______________

1  Libertad, en razón de que el artista no es jamás un mero transcriptor de lo ya dado. Ausencia de arbitrariedad, pues tras un primer rasgo, nota, o frase, la voluntad del artista poco cuenta. Necesidad, pues el espectro de valores que determina cada paso ha de ser compatible con el todo de la obra (todo que no forzosamente es un conjunto de rasgos simultáneamente compatibles). Ausencia de predeterminación, dado que antes de la intervención del artista es imposible decir qué surgirá. Enrique Baca se ha interesado de manera particular por esta problemática.

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19 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El fin de sal

Escuché ayer en un almuerzo a Carlos Solchaga y he leído esta mañana a Miguel Sanz que todo este gran volcán económico en que nos hallamos quedaría apagado echándole paladas de dinero procedente del BCE. ¿Por qué no apagan el incendio? ¿Por qué no sofocan esta hoguera? ¿Por qué no detienen el suicido literal de 130 griegos en menos de dos años y el de millones de familias que se ahorcan literalmente o no? ¿Por qué no acaban de una vez con esta crisis como dice el Nobel Paul Krugman? ¿No saben? ¿No quieren? ¿Les da más miedo la calma que el vendaval?
Las cínicas respuestas, invariablemente débiles, que se reciben son a) que Alemania no quiere y b) que fabricando indefinidamente billetes en las fábricas de Moneda podrían llevarnos a una inflación. Con la inflación descendería el euro y se podría exportar mejor pero probablemente Alemania dejaría de seguir encaramada en el pedestal de la moral o la razón. Los alemanes temen pavorosamente a la inflación después de que en los años veinte un billete de tranvía costara tres billones de marcos. Era el mismo Satán transfigurándose en billetes para convertir el valor de un bien en un mal, lo digno en miserable y lo miserable en una ley del montón.
No queda mucho para que lleguemos a ese punto al que extrañamente no ha legado ya. No ha llegado ya y de ahí sus nefastas consecuencias agregadas. En el punto en el que el Mal se hace dueño de la situación todo gesto inconsecuente es bueno. Como, a la inversa, viviendo en el paraíso terrenal un mero mordisco a una manzana se convierte en un pecado de eviternas consecuencias para toda la Humanidad.
Todos los que saben algo de economía saben pues cuál es la solución para esta tesitura. Saben, para esta coyuntura en la que nos vemos envueltos por alas de vampiros y dragones que mientras nos asfixian no nos dejan ver más allá. Pero, en efecto, esto no puede durar siempre. Varios mandatarios han declarado estos días que la situación es tan tensa como volátil y que, en consecuencia, no puede durar. Ni las fuerzas en tensión resisten sin desfallecer ni la volatilidad ha de girar siempre en la misma dirección. El fin pues se acerca. El fin del final del mundo, el final del Apocalipsis que se nos ha presentado como el no más allá. Y no es en absoluto así. El Apocalipsis es una profecía que no acaba en la destrucción definitiva. Precisamente se espera que la catástrofe alcance tal grado que de ella sea posible el cumplimiento de una "segunda muerte" universal. Muerte purificadora y esclarecedora. Momento en que sobre los escombros y cascotes va creciendo un nuevo mundo. El mundo mejor que soñaron de día y de noche todos los utopistas, empezando por usted y yo.


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19 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Peter Høeg se va luchando de la Eurocopa Literaria 2012

Peter Høeg Nadie daba un cobre por Dinamarca contra tres favoritos como Alemania, Portugal y Holanda, pero aunque al final se fue con dos derrotas y una victoria, lo cierto es que los daneses dejaron una extraordinaria impresión en el grupo más difícil de la Euro2012. Y eso incluye el triunfo delante de una Holanda que salió con su mejor selección en años, pero que se fue temprano y abucheda. En cambio, se despide aplaudida Dinamarca, y su representante Peter Høeg, quien hasta el final luchó contra un equipo superior, como la Alemania representada por Daniel Kehlmann. Peter Høeg es un escritor danés, que alcanzó cierta popularidad gracias a su primera novela, El siglo de los sueños (1988) antes de lograr un gran éxito internacional con su obra La señorita Smila y su especial percepción de la nieve (1994), novela publicada en todo el mundo y que fue adaptada al cine por Bille August. Considerado uno de los mejores narradores daneses de la actualidad, es un activo colaborador de causas a favor del desarrollo en el tercer mundo. La editorial que lo publica en España es Tusquets. También ha publicado Los fronterizos (1997), La mujer y el mono (1988) y Los niños cuidadores de los elefantes, publicada el año pasado. La contratapa de su libro principal, La señorita Smila y su percepción de la nieve, dice: “Un día, poco antes de Navidad, la señorita Smila de regreso a su casa encuentra muerto en la nieve a su vecino y amigo, el pequeño Isaías. La versión oficial es que debió de resbalar y caerse. Pero Smila, que le cuidaba a veces y sentía especial ternura por él, sospecha que no es así. Los dos pertenecen a la pequeña comunidad de esquimales groelandeses que viven en Copenhague. Y Smila es, además, experta en las propiedades físicas del hielo. La investigación que lleva a cabo en privado acerca de la muerte de Isaías la conduce a la misteriosa muerte del padre de éste en una expedición secreta a Groenlandia, misión encomendada por una poderosa empresa danesa involucrada en una extraña conspiración que se remonta a la segunda guerra mundial. Difícilmente podrá el lector esquivar la fascinación que ejerce sobre él la compleja naturaleza de Smila, a la vez inteligente, reflexiva, sensible, impulsiva y rebelde, y acompañada con el alma en vilo en su oscura, intensa, extraordinaria aventura.”



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18 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Novelas, II

Debido en gran parte a sus numerosos excesos, el vanguardismo  tiene una cierta connotación iconoclasta y rompedora, con un inconformismo no exento de violencia y, por qué no decirlo, de gamberrismo (y pienso por ejemplo en su afición a pintarle bigotes a La Gioconda o las incitaciones de los dadaístas a entrar en los museos armados de un buen martillo).  Por esa razón, asociar con la vanguardia a  José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, más conocido como Azorín puede resultar sorprendente al lector de hoy pues en caso de que lo conozca más bien tenderá a recordar de él al hombre comedido y discreto, tan culto y elegante, tan vinculado a dos símbolos del conservadurismo como son ABC y La Vanguardia. En suma, lo más alejado posible de la imagen de un Salvador Dalí paseando por el Paseo de Gracia de Barcelona con una tortilla francesa  en lugar del tradicional pañuelo en el  bolsillo superior de la americana. Y sin embargo basta adentrarse en el  Tomo II de Novelas que acaba de publicar la Biblioteca Castro para hacerse una idea cabal de por qué razón un conocedor del fenómeno literario como es  Mario Vargas Llosa no vacila en considerarlo como uno de los precursores de la literatura moderna en España.  Aunque todavía es más extremo  el propio Pere Gimferrer, que  lo considera un precursor del Nouveau roman. Nada menos.

Lo más curioso de todo es que novelas como Félix Vargas, El escritor o Salvadora de Olbena son inequívocamente azorinianas:  ábranse por la página que se abran, lo que el lector tiene ante los ojos son fragmentos de Azorín en estado puro. O para decirlo en una forma algo más noble, la honradez y el compromiso de Azorín con su escritura, y aunque  su búsqueda de nuevas formas de expresión le llevó a apartarse radicalmente de lo que estaban haciendo compañeros de profesión y amigos como Baroja o Valle-Inclán (ambos con gran éxito), esa búsqueda  no le empujó a cambiar también su manera de expresarse confiando en una mayor aceptación.

Resulta difícil dar una idea de lo que el lector curioso va a encontrar en este segundo grupo de novelas porque, como digo, página a página, no hay mucha diferencia con el Azorín articulista. Por ejemplo, su fascinación por lo sensible: un rayo de sol que se posa sobre un mueble, el lejano pitido de un tren que trae consigo ecos de mundos lejanos, la sombra de una lámpara sobre la pared. En Pueblo, por ejemplo,  que lleva como subtítulo Novela de los que trabajan y sufren, quien espere encontrar un retrato desgarrador y justiciero del honrado y oprimido pueblo español (algo como lo que estaban haciendo en ese momento dos maestros como Galdós o Blasco Ibáñez) va a quedar algo desconcertado porque habla de eso, sí, pero sin renunciar a su prosa de frase breve, límpida y transparente, con la que va construyendo una realidad fragmentaria y sin una relación orgánica entre sus sucesivos espejuelos. Y basta echar una ojeada a los capítulos para hacerse una idea de en qué consiste esa paciente labor de reconstrucción de una realidad superior a partir de fragmentos: "Casita", "Costurero", "Silla", "Taza", "Romero y niebla", " Ventana",  "Cocinas", "Baúl", etc. De lo general a lo particular y vuelta a lo universal. Y sin personajes individualizados, salvo en el caso de un perro cojo que cuenta su perra vida en primera persona. Quien desee hacerse una idea mejor le recomiendo que vaya directamente al capítulo XXXIII titulado "Llanto". Un prodigio de delicadeza y sabiduría. Y un ejemplo de elipsis que debería ser texto obligatorio en todos los talleres de escritura.

Curiosamente, la mejor descripción que puede hacerse de la escritura de Azorín lo encontró éste en Introducción del símbolo de la Fe, de Fray Luis de Granada y que figura como cita inicial  en El enfermo:

"Y la razón porque el hombre se llama mundo menor, es porque todo lo que hay en el mundo mayor se halla en él, aunque en forma más breve. Porque en él se halla ser, como en los elementos; y vida, como en las plantas; y sentido, como en los animales; y entendimiento y libre albedrío, como en los ángeles".

En un mundo que cubre de oro y elogios a los practicantes del realismo sucio o que considera de gran mérito una prosa que parezca cinematográfica es ocioso recomendar al lector normal que se adentre en Azorín, pero los escritores jóvenes al menos deberían empaparse de él porque como también dice Pere Gimferrer, el pasado de nuestra literatura es nuestra posteridad.

Novelas, II

Azorín

Biblioteca Castro



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18 de junio de 2012
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El más famoso desconocido

El aficionado que transite todo el corredor y las salas adyacentes dedicadas a Goya en el Museo del Prado, llegará al cabo hasta un cul-de-sac donde se han reunido unos pocos documentos, el retrato de Fernando VII, algunos dibujos, sanguinas y aguadas que pocas veces salen a la luz, todo ello relacionado con un aspecto poco conocido de Goya, su contribución a la Constitución de Cádiz, la de 1812, la Pepa. Es una muestra mínima, pero de sumo interés. Durará poco porque se ha expuesto sólo para cubrir el hueco de las obras prestadas a Caixaforum para su exposición en Barcelona.
Nuestro pintor más universal es, también, el más misterioso, como si su sordera se hubiera extendido hasta afectar a la Historia misma. La documentación sobre su vida es escasa y la que nos ha llegado no informa acerca de lo que este hombre podía pensar realmente sobre las cosas, los sucesos y las personas. Valga el asunto celebérrimo de sus trabajos para la duquesa de Alba. Sólo han servido para que cuatro cerebros efervescentes inventaran historias salaces, sainetes de tonadillera y toreador. Que hubo amistad entre el pintor y la duquesa y no sólo reverencia, es seguro. Muy probablemente por el carácter tan abierto como despótico de la de Alba, habituada a tratar a sus empleados como si fueran niños chicos. Suponer algo más es pura fantasía o desconocer cómo las gastaba la alta nobleza con las clases inferiores incluso en la España cañí.
Sabemos muy poco de la vida privada de Goya, pero aún sabemos menos de sus años más poderosos, los de la convulsión revolucionaria contra el absolutismo, seguida por la invasión napoleónica y la guerra contra el francés. Tan es así que apenas hay documentación sobre un aspecto esencial: ¿fue Goya un patriota, como puede deducirse de sus cuadros más conocidos? Tanto los fusilamientos como la carga contra los mamelucos se consideran emblemas icónicos de la reacción "nacional" contra el invasor. ¿O fue, por el contrario, un partidario de la monarquía extranjera, un afrancesado? Buena parte de sus amigos lo fueron y casi todos partieron al exilio con el rey José. También Goya se exilió, aunque de forma voluntaria. Entonces, ¿fue un patriota o un traidor? Que asunto tan decisivo aún se discuta, no deja de ser sorprendente.
¿Cabe la posibilidad de que Goya fuera, más sencillamente, un liberal a la manera de los constitucionalistas, alguien a quien la esperanza de un cambio de régimen pudo transformar y dar ánimos? Pues tampoco se sabe a ciencia cierta, aunque los indicios son claros hacia esa posibilidad, que es la que ilustra la minúscula sala del Prado.
También un libro reciente, La reinvención de un cuadro, de Alberto González Troyano (Abada) trata el asunto y se inclina por esta última hipótesis. Para los aficionados, el libro de Troyano es indispensable porque analiza dos de las obras más olvidadas de Goya, la llamada "Alegoría de la constitución de 1812" (en Estocolmo), título que no es del pintor sino de un coleccionista. Y el boceto previo, "La Verdad rescatada por el Tiempo" (en Boston). Es evidente que el último anticipa al primero, pero no tenemos ni idea de si la alegoría fue realizada por encargo de alguna autoridad liberal, por deseo personal del artista, o si acaso fue un acto secreto, sin finalidad. En resumidas cuentas, no sabemos por qué lo pintó Goya. Troyano cree que fue una decisión espontánea del pintor, entusiasmado con el fin de la España oscurantista y la posibilidad de una España liberal e ilustrada, pero nada hay que lo certifique excepto la intuición de los expertos. En los últimos años, de todos modos, esfuerzos como los de Troyano están siendo cada vez más rotundos en favor de un Goya constitucionalista. Los documentos de la salita así lo indican.
Lo que me parece sumamente extraño es que sepamos tan poco de uno de nuestros artistas más profundos y que ignoremos incluso un punto tan crucial como éste, ¿traidor, patriota, o escéptico? Escondido detrás de un telón (justamente) goyesco con duquesa lúbrica y lacayo en paños menores como en una película de Alfredo Landa, la pereza ha escondido a una de las personalidades más fascinantes de la historia de España. Es otro modo de despreciar a los mejores. No por casualidad los dos únicos cuadros de ese posible Goya constitucional están en museos extranjeros, como remarca, no sin ironía, Alberto González Troyano.

 

 (Artículo publicado en Jot Down Magazine)

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18 de junio de 2012
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Luz y palomas

La energía eléctrica por conducto inalámbrico no parece un asunto muy literario. Y tampoco el invento de la bombilla sin filamentos o la personalidad de los señores Edison, Westinghouse o Marconi prometen, en principio, la trepidación novelesca. Jean Echenoz, un virtuoso de lo imposible, elige como protagonista de ‘Relámpagos' a Gregor, un personaje modelado en la figura del ingeniero croata Nikola Tesla, conocido hasta hoy, me parece a mí, por los electricistas y los eruditos, aunque ha cobrado últimamente gran relieve, no sabemos si gracias al foco potente que sobre él lanzó el novelista francés; coincidiendo con la salida española de esta fascinante novela se han publicado dos biografías y un libro de memorias de Tesla, que confieso no haber leído. En todo caso, ‘Relámpagos' está a la altura de las dos biografías imaginarias que precedieron a ésta, la del compositor del famoso ‘Bolero', ‘Ravel', y la del plusmarquista checo de larga distancia Emil Zátopek, ‘Correr', ambas publicadas también por Anagrama en la ya habitual y excelente traducción de Javier Albiñana.
De Echenoz se espera, naturalmente, el estilo impasible y sencillamente complicado, la ironía amortiguada por el distanciamiento, la ausencia de ‘pathos', que no implica, sin embargo, la pérdida de la emoción. En la primera mitad de ‘Ralámpagos' vemos nacer y crecer al protagonista, a la vez que inventar cosas todas del máximo interés universal: "a Gregor no se le ocurrirá nunca perfeccionar una cerradura, mejorar un abrelatas o reparar un encendedor de gas". Pero también sabemos de sus afanes, sus triunfos, su poca suerte amorosa, sus amistades, entre las que destaca, con un retrato de formidable comicidad, el millonario banquero John Pierpont Morgan, y, más que él mismo, su nariz, "apéndice enorme y violáceo, surcado de grietas, atestado de nódulos, atravesado por fisuras, prolongado por pedúnculos y enmarañado de pelos". De repente, en esa vida de Gregor en la que los días se hacen larguísimos y las tardes se eternizan, aparece la ilimitada dimensión del relato fantástico: mientras oye un día un aparato de radio que él mismo ha creado, Gregor percibe extraños ruidos sobre los que no le cabe la menor duda: son los marcianos, tratando de comunicarse con él.
En la segunda mitad del libro, y en especial desde el capítulo 23 hasta el final, Echenoz compone de manera sorprendente y siempre llena de humor refrenado un relato extraterrestre (por no decir extraterritorial) en el que Gregor, convertido en un criador de palomas mensajeras, vive su fantasía colombófila en las habitaciones que ocupa en el lujoso hotel Saint Regis, su permanente morada en Nueva York. A partir de ese momento, "la compañía de los hombres por no hablar de la de las mujeres le resulta cada vez más ingrata", y "al final sólo le quedan las palomas", que se empeña en mantener (unas cuantas, las más necesitadas de cuidados, y por ello sus preferidas), en la suite del Saint Regis, convertida, para desesperación de los demás clientes pudientes, en clínica aviar. Evitaremos contar el desenlace, que no es feliz. Baste decir que con ‘Relámpagos' Echenoz se acerca, como nunca antes en su obra, al romanticismo de los sentimientos. Y cuando, en el capítulo 26, se nos describe el arrebato de Gregor por una criatura tan delicada y tan tuberculosa como Marguerite Gautier (una "tensión sin bajada de voltaje que hasta la fecha no ha experimentado con nadie"), la gran historia de amor del inventor se hace fábula y ciencia-ficción.
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18 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las elecciones del euro

La presión sobre Merkel va a seguir y se va a intensificar. Hoy lo verá en la cumbre del G20 en Los Cabos, donde se leerán con atención los resultados electorales de la segunda vuelta de las legislativas en Francia y de la repetición de las generales en Grecia. Son buenos para el euro y para la estabilidad europea, pero no lo son exactamente para la imperturbable inmovilidad de la canciller. François Hollande, con el programa de crecimiento que quiere negociar con Alemania, tendrá las manos libres en la Asamblea Nacional, con una mayoría absoluta como la que consiguió François Mitterrand en 1981, aunque más moderada y en nada dependiente de las fuerzas a su izquierda. La mayoría griega favorable a la aceptación de la política del rigor, Nueva Democracia y Pasok, también exigirá algún gesto tangible que afloje el dogal sobre la población. El ministro de Exteriores alemán Guido Westerwelle ya ha avanzado un mensaje de flexibilidad.

Aunque ambos resultados presionen a Merkel, tienen lecturas en sentidos contrarios. Los franceses han terminado arrinconando a los extremos y dando a sus dos grandes partidos centristas el grueso de la Asamblea Nacional. Los griegos mantienen un voto muy alto para la extrema derecha y para la izquierda radical. En Francia el voto matiza el pacto fiscal de austeridad para que se hagan políticas de crecimiento. En Grecia el voto apoya el rescate y por ende el rigor del pacto fiscal. Pero la oposición francesa es europeísta y favorable al rigor, mientras que la griega exige la renegociación total del rescate y de sus políticas de rigor. El domingo 17 no ha sido así el del Armagedón europeo. Un resultado incierto en Grecia, sin una mayoría clara o con una victoria de Syriza, conducía a una lectura plebiscitaria en contra del euro y por ende de la Unión Europea. También Francia pudo contribuir al desorden político, como habría sido el caso si de las legislativas hubiera salido una mayoría de la derecha derrotada en las presidenciales y un gobierno de cohabitación. Al final, los griegos quieren seguir en Europa y los franceses prefieren poner ahora todos los huevos en el cesto socialista, marcando un cambio de dirección en las mayorías europeas que puede extenderse a otros países. Es posible que los deseos de un buen número de dirigentes conservadores alemanes hayan quedado frustrados: ni Hollande sale debilitado ni Grecia se encuentra expulsada de Europa. Nada ha saltado por los aires en esta jornada dramática, seguida desde toda Europa como si fueran unas elecciones propias. Por el momento no habrá corrida bancaria, como se temía para este lunes poselectoral. Tampoco nadie saldrá del euro de momento, y esperemos que nunca, ni se pondrá en circulación de nuevo alguna de las viejas divisas desaparecidas como la dracma. Esto no significa que la agonía haya terminado. La pugna con Merkel seguirá, más intensa si cabe. La presión sobre España también, aunque cabe imaginar su intensidad y dramatismo si a estas horas hubiera una mayoría en contra del rescate en Grecia. La jornada proporciona también lecciones y marca tendencias: hay que prestar atención al ascenso de los extremos griegos, que las encuestas empiezan a detectar también en España. La jornada francesa nos dice que la socialdemocracia está viva todavía y tiene nuevas oportunidades. En la jornada griega vemos qué sucede con el rigor extremo, la falta de pedagogía política, la corrupción y los errores de los dirigentes y el desprestigio de los partidos tradicionales-



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17 de junio de 2012
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