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Eder. Óleo de Irene Gracia

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La creatividad del caos

Si en la segunda década del siglo XX se puso de moda el collage, la tendencia paralela actualmente s es el mashup. El collage representaba una revuelta en la pintura. Una actitud antirrespetuosa a propósito del lienzo ordenado narrativamente pero también, en tiempos de vanguardias, una variante de lo que valía la pena destruir y recolectar.
El mashup ("destruir", "mezclar", "triturar") es el collage trasladado a los nuevos productos audiovisuales (al cine, el vídeo, el trailer o el videoclip) y su gracia consiste en crear un resultado extravagante. No importa si puede hallarse hilado o no, homogéneo o heterogéneo, sino culmina en algo poderosamente configurado en su impensable terminación.
El precedente del mashup es el remix que hizo furor -y sigue estando vivo- en los años 90. El DJ no se afanaba tan sólo en escoger y programar la música sino de girar, además, cuando su inspiración lo dictaba, el plato al revés y arañar con la aguja (scratch) una u otra melodía.
Estos nuevos mezcladores no se limitaban además a pegar fragmentos de distinta raza o temas de diferente ritmo sino que, por añadidura, empleaban el tocadiscos como un instrumento de percusión en sí , capaz de alterar sustancialmente los efectos finales, desafinados pero no necesariamente "feos".

Este sonido podría asociarse entonces a la moda grunge o destroyer. El desaliño, la mácula, el roto, la decoloración o el desgarro presentaban una estética particular y fuertemente ideologizada. Una estética, en parte del "no", de la rebelión y de la negligencia extrema. Una estética inspirada y legitimada, en fin, por los efectos "raros" contra un mundo turbio y enrarecido. Diseños raros para coches de Renault y el auge del estilo representado por la marca "Desigual" convergen en el mismo vórtice donde el almirez es la redoma donde humea la innovación del malhumor.
No hace apenas falta aludir a la conflictiva hibridación de culturas distintas o religiones distantes para reconocer en el mashup el alborotado espíritu del tiempo. Los futuristas emplearon el collage con el ánimo de que todo acabaría siendo empujado hacia el progreso gracias al formidablel soplido de la velocidad. Ahora, por el contrario, el mashup aplicado a la cinematografía, el video, la foto o la televisión conjuntamente, tiende a evocar la formación de una pila de elementos preexistentes destinados a la quema, igual a las hogueras de trastos viejos en la noche de San Juan.
San Juan y su temible Apocalipsis reaparece en los diarios y los telediarios, en las películas y en los videoclips, en casi todas las creaciones digitales que ahora permiten juntarlas, confundirlas e invertir, por ejemplo, su seriedad en comicidad.
De hecho, la intensidad del mashup goza de reunir lo irónico a lo monstruoso o de convertir el fragmento inútil en cabal eslabón. Como en la comida rápida que no pone atención en un orden litúrgico cualquiera, l, el mashup alcanza su éxito en el desorden de la descomposición para la composición final. No es la muerte todavía. Acaso signifique el espectáculo de un naufragio donde los pecios son los pedazos dispares que flotan a su antojo.
En Internet, en los falsos trailers, en la misma pintura actual, el desorden aparente es igual a un punto de vista estroboscópico y un gusto que se complace en un sabor inédito como efecto de juntar la sal y el acíbar, el entierro y la risa, la catedral y el circo, la muerte y la banalidad.
¿Mala época para la estética? Claro que no. Nada hay más consustancial a la belleza que su capacidad para turbar. Nada más coherente con la investigación científica del esotérico ADN que la prueba de la experimentación.
Buenos mezcladores son hoy buenos artistas puesto que el arte, desde hace tiempo, ha dejado de ser un oficio definido y, como en otros asuntos, ha cambiado su faz estática por los vuelos de la combinación. Los mejores diseñadores lo saben y año tras año, desde hace menos de un decenio, vuelven a demostrarlo -como "Custo Barcelona"- en la pasarela de París o de Nueva York.



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20 de septiembre de 2012
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Aguirre, ?my way?

Sería banal decir que Esperanza Aguirre hizo de la espontaneidad una de sus inquebrantables reglas de estilo. Pero pocos gobernantes ha habido con tan admirable ausencia del sentido del ridículo y tan arrolladora campechanía. Acaso haya sido la política con mayor confianza y seguridad en sí misma que ha dado la democracia. La que se ha ventilado de un plumazo todos los estereotipos: ¿mujeres infelices porque no pueden llegar a todo? ¡Quia!… ella, cuyo mantra era “a pico y pala”, incluso iba a esperar a su marido el sábado al aeropuerto. ¿Inseguras y torturadas a las que la buena respuesta se les ocurre cuando ya han apagado los focos? Esperanza no titubeaba. ¿Nostálgica? Jamás, apurando el día como el alcohólico la última copa. Una mujer capaz de dar una rueda de prensa recién emergida de un atentado terrorista en Bombay con calcetines blancos de colegiala, glosando morbosamente cómo, descalza, había pisado sangre. El icono de la derecha más liberal (y más derecha), bilingüe feliz que ha hecho de ello su más satisfactoria cruzada en los colegios de la comunidad, tildada de inculta, laísta, pero con uno de los mejores acentos ingleses de nuestra monolingüe clase política; asegura que dimite por lo que todos tememos que ocurra un día: sentir que no estamos viviendo lo que en verdad importa. Su retirada la humaniza a la vez que esparce intrigas. Ahí están las lágrimas, la desacomplejada expresividad de quien no teme que se le vea papada porque ríe hasta con el cuello. “Tuve que poner estas luces en el baño -me dijo en una ocasión, ante un espejo iluminado como un camerino- … claro, Ruiz-Gallardón no se maquillaba”. Y propuso que se la fotografiara poniéndose rímel. “Soy feminista-feminista”, afirmó, pero a nadie se le ocurrió nunca analizar el feminismo de Aguirre. “¿Cuántas mujeres hay en los maitines de Génova? Cero”, reflexionaba, destacando que habían tenido que pasar cien elecciones para que una mujer presidiera una comunidad autónoma. “Cien”. Ella fue la primera. Con sus salidas de tiesto, guión y micro. Sus disparates inspirados, sus improvisaciones que rozaban la ingeniería neuropolítica. A su alrededor se formaba un paisaje humano insólito, desde jubilados a los que animaba a que se apuntaran a un crucero del Imserso hasta periodistas atónitos ante sus sobreactuaciones. Dimite, y su silencio se convierte en ríos de tinta que acallan por un día el torpedo independentista. Ella, la amiga de Maragall, la que reivindica su cuarterón catalán. La todoterreno a la que tanto envidiaban sus más acérrimos enemigos ideológicos. En Sol siempre repicaba su andar, firme y apresurado. Porque el verso suelto fue siempre ella. (La Vanguardia)

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19 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El mandato de la calle

Artur Mas lo dijo en Madrid, 48 horas después de la Diada: ?Un mandato de la calle, de la población, no se puede ignorar, hay que escucharlo y encajarlo. Lo peor que puede hacer un gobernante es cortar las alas de la ilusión de un pueblo. Yo me identifico con el clamor popular?. Las palabras están medidas: no se puede ignorar, hay que escucharlo, hay que encajarlo. Recordemos que encajar quiere decir fundamentalmente adaptarlo al espacio útil que tengamos a nuestra disposición.

Lo único que no se puede hacer con el mandato de la calle es seguirlo. Si somos más precisos deberemos reconocer que la calle no mandata a nadie, no da mandato válido alguno. Podían ser 600.000 como dijo la delegación del Gobierno o un millón y medio, dos millones incluso, como exigían los organizadores. Sus motivaciones podían ser muy variadas bajo un rótulo unánime como el de la independencia: no hay duda que si algunos, pocos, querían y soñaban en la separación unilateral e inmediata de España; otros más, muchos, quieren un mejor trato fiscal y una situación financiera más holgada para su Gobierno. ¿Cuál es el mandato? ¿Qué apoyos tiene? Difícil de precisar y concretar.

La calle puede dar mandatos, es cierto. Lo hemos visto muy recientemente en Túnez o en Egipto. Pero en el caso catalán no estamos hablando de esta calle. Nadie parece dispuesto a olvidarse de todo, trabajo, estudios, familia, para dedicarse exclusivamente a exigir una ruptura política en manifestaciones callejeras que no cesarán hasta que se produzca el cambio. Así es como da mandatos la calle, a costa de enormes e inacabables sacrificios, con el riesgo de la represión violenta y normalmente frente a dictaduras, sin descartar, como en Siria, el deslizamiento hasta la guerra civil y sectaria.

No es el caso. Para nada. Aquí, por más empeño retórico que pongan algunos, no hay un pueblo oprimido ni una dictadura. Al contrario, hay un Gobierno autonómico, que cuenta con medios de comunicación y con policía; hay unos ayuntamientos con gobiernos locales independentistas; hay incluso organizaciones sociales, empresas y prensa privada, que se movilizan con toda legitimidad y derecho para sacar a la calle a cuanta más gente mejor y conseguir así la escenificación del apoyo político a las propuestas del presidente detectado ya por las encuestas.

Todo muy bien y muy correcto, pero nada de mandato. Al menos de momento. Lo único que nos dice la calle es que algo ha cambiado ?-antes era el autonomismo y ahora es el independentismo el conductor del vehículo catalanista-- y que ha llegado la hora de contarse puesto que son tantos los que han decidido expresarlo de forma pacífica.

Contémonos pues. Que funcione el principio democrático. Elecciones anticipadas, ya. Un plebiscito constituyente, reclaman los más apresurados. ¡Cuidado! Hasta ahora hemos conseguido marchar por los caminos civilizados, europeos y liberales. Recordemos solo por un momento que Europa se construye con las leyes. Somos hijos del derecho romano y nada de lo que hagamos debe romper las reglas de juego. Europa no nos lo perdonaría ni permitiría.

Nada de plebiscitos ni empujones. Al contrario. Los ciudadanos catalanes deben tener ante sí un abanico de opciones, como corresponde a unas elecciones. Elegir entre Cataluña y España, independencia sí o no, es peor que un error. El plebiscito personal, aprobar o rechazar la propuesta de un presidente y por tanto al presidente mismo, es penetrar en el territorio hosco y oscuro del caudillismo.

Hay una propuesta independentista que probablemente tendrá dos formulaciones: una radical, correspondiente a una independencia exprés, unilateral, fruto de una decisión incluso del parlamento catalán; y otra moderada y todavía gradualista, que pedirá elementos del Estado propio ya, como la agencia tributaria catalana y el pacto fiscal. También habrá una propuesta unitarista, que puede o no tener como mínimo dos fórmulas políticas --el retroceso autonómico que pide una parte del PP en el conjunto de España, o el statu quo estricto que dicen apoyar otros--, pero las tendrá sin duda en cuanto a carteles electorales: el PP i Ciutadans. Y hace falta, es urgente, no se puede ir a unas elecciones sin que aparezca una alternativa clara, contundente y creíble de ese Estado catalán federado al Reino de España que Pasqual Maragall encuadró en su federalismo asimétrico, que Pere Navarro ha defendido ahora y que Rubalcaba todavía no se ve capaz de adoptar.

¿Constituyente? Se verá. Quizás sí. Primero habrá que ver los resultados y qué parlamento catalán sale en la nueva situación. No hay que precipitarse. No olvidemos la crisis en la que estamos metidos, la falta de liquidez que sufre este gobierno tan audaz y lanzado. No perdamos la perspectiva, porque todo esto, tan doméstico, es de un interés europeo fundamental y nada se podrá hacer si no se hace bien y pensando en Europa, en la Europa de la ley y el derecho y en la Europa federal que tenemos que construir a partir de unos Estados en pérdida de soberanía constante.

La maniobra es muy difícil. El momento particularmente delicado. Nadie puede actuar solo y por su cuenta. No hay salidas unilaterales de la crisis. No hay unilateralismo en Europa. Saldremos juntos, catalanes, españoles, europeos, o no saldremos.



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19 de septiembre de 2012
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III. Un paraíso incontaminado por la pobreza

Entonces, la fórmula es sencilla: estos países prestan, o alquilan, o ceden, un pedazo de su territorio, y allí se organiza esta nueva Ciudad del Sol. El país en cuestión puede participar, claro, y su primer aporte es el suelo. Pero necesita de socios, socios poderosos que pueden ser otros países, o empresas transnacionales, capaces de invertir, levantar las fábricas y edificios, construir las redes ferroviarias y de carreteras, los hospitales, universidades, escuelas, parques. Pero deben hacerlo bajo leyes propias.
¿Quién gobernará esta ciudad modelo? Sus ciudadanos, los que han decidido libremente trasladarse a vivir allí, nacionales o extranjeros. Se darán su propio estatuto, elegirán a sus autoridades civiles, organizarán su propio sistema judicial y su propia policía, otorgarán las licencias de operación a las empresas industriales y a los bancos, decretarán su propio régimen fiscal, y controlarán las telecomunicaciones.
La polis y el demos, por fin, en feliz armonía. Por supuesto que los inversionistas, ejecutivos de empresas, técnicos extranjeros, también serán para de esta ciudadanía ejemplar, con derecho a voto. En el caso de Honduras, el estado se reservará, según se escucha, la defensa militar, las relaciones exteriores, y la emisión de pasaportes. También tocará a los diputados de la Asamblea Nacional aprobar en última instancias las leyes propias que la ciudad se de...¿pero qué podría hacer un poder legislativo de un país pobre para controlar a un territorio rico, y por tanto más poderoso?

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19 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La olla del amor

Nunca será bastante tener presente que los choques con los demás proceden con extraordinaria frecuencia de la orgullosa armadura del yo propio. Sin un yo elástico, con un yo definido pero compasivo se sostiene la amistad y se degustan sus gozos. Pero el yo enhiesto aupa tanto su valor, y especialmente cuando no está seguro de valer tanto, que levanta un muro donde es muy fácil topar y provocar el siniestro.
A menudo, estos topetazos no tiene demasiada importancia porque no alcanza a destruir a cada parte, pero repetidos crean una siniestralidad de la que cualquiera desearía huir. Parece entonces preferible matar al yo del otro, olvidarlo, desdeñarlo o perderlo, para no arriesgarse nunca más a padecer su dureza. Un amor sano tiene por virtud que los yo de unos y otros o de uno y otro es se cuecen en la misma olla y llega el caso en que es difícil distinguir sus contornos dentro del mismo guisado.
En esta situación estofada el amor se remueve y huele sustanciosamente. Es el caso de los grupos en los que la solidaridad y la cooperación son ingredientes de la misma masa y en cuya composición no se mide qué gramos de cada cuál participan o a qué precio cada uno se adjunta. Justamente, de niños decíamos que entre nosotros nos ajuntábamos o no porque el ajuntarse tenía que ver con la fusión y el no ajuntarse con la quiebra de esa unión o la dificultad de entenderse.
Pero las aleaciones son también una buena metáfora del buen amor. Los componentes se alían para fundar un producto nuevo que no podría existir sin ese ayuntamiento y del que es difícil, con el tiempo, determinar las aportaciones de cada cual. Los amores que sopesan el intercambio, los que recuerdan bien lo que dan al otro y conservan la lucidez para dirimir lo siempre "poco" que reciben de la otra parte, son amores tan efectivamente precisos que mueren afectivamente.
De otra parte, el afecto genuino se parece a la infección no sólo porque pueda atribuirse al contagio de una misma enfermedad sino porque sus consecuencias no aceptan tasas ni recuentos de virus, la infección va por su cuenta al lado de la afección y en ninguno de los casos no pueden hacerse cuentas.
Las cuentas que emergen a menudo en los reproches amorosos de una pareja no hacen sino empeorar las cosas. O dicho de otro modo, cambiar la naturaleza de las cosas. Son cambios que pervierten la naturaleza y acaso la agrien, la sequen o la pudran. La desnaturalicen para sufrir, en cualquiera de los casos, en un inesperado vaivén de vilezas.


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18 de septiembre de 2012
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Amor griego en Mallorca

En abril de 1957, un Baltasar Porcel de apenas veinte años le escribe a Lorenzo Villalonga desde el cuartel de Marinería de Cartagena. El muchacho mallorquín, que está haciendo el servicio militar en la península, había conocido un año antes en Palma al autor de ‘Bearn', cuarenta años mayor que él, y con esa carta comienza una fascinante correspondencia; les separa, además de la edad, la clase social y el estilo, de vida y de escritura, pero entre 1957 y 1976, fecha de la última que le dirige Porcel a Villalonga (fallecido en 1980), se desarrolla entre ambos una novela epistolar que bien merece el título del libro hace unos meses publicado, ‘Les passions ocultes' (Edicions 62), un volumen de más de ochocientas páginas redactadas en su gran mayoría en castellano.
Porcel tituló ‘Las pasiones ocultas' el interesante prólogo a la reedición póstuma de una de las novelas más singulares de Villalonga, ‘El ángel rebelde', cuyo protagonista Flo La Vigne, presente en otros libros del autor, era un trasunto de la figura del joven Baltasar, no siempre complacido con el retrato que el ‘senior' hacía de él en la ficción. Y en ese prólogo Porcel aborda con franqueza lo que de un modo subrepticio late en la correspondencia, la homosexualidad: "jamás supe por boca de nadie nada en este aspecto que pudiera implicar a Villalonga, ni él nunca se me manifestó en nada parecido. Pero aleteaba en sus ideas, sus actitudes, sus celos, incluso en sus afectuosos golpecitos en la espalda, un deje comprometedor...¿Provenía esa ambivalencia de un esnobismo de los años 20, como el culto a la gimnasia?"
La gimnasia es un motivo que aflora una y otra vez en las cartas de Villalonga a Porcel, siempre llamado en el encabezamiento Odín, un "nombre de dios y de niño" que era el pseudónimo de los comienzos periodísticos del segundo. "Querido Odín, no te dejaré en paz hasta que tengas el perímetro torácico, la presión arterial y los eritrocitos que te corresponden. Esto para que triunfes en el mundo" (carta del 16-XII-58). Hay que recordar que el gran novelista era médico (psiquiatra, no endocrino), y sus consejos al joven discípulo adquieren a menudo un rango paternal y benevolente, no exento en ocasiones de la malévola ironía de sus obras de creación. Queda claro, con todo, que la prestancia corporal de Odín le importa; le receta jarabes fortificantes, le aconseja la práctica prudente de la gimnasia sueca, y le urge a afeitarse el bigote y la barba, con los que estropea su "aire angelical". La salud, la estética, la protección (abundan, y a veces cansan, las trama conspiratorias para hacerle ganar al joven concursos literarios o puestos de trabajo) y por supuesto el magisterio, pues no sería el Doctor Villalonga un buen mentor si faltaran en sus cartas (que forman la mayoría del libro; muchas de Porcel se perdieron) la guía de lecturas y el aleccionamiento literario, casi siempre sagaz; el programa, en suma, no sólo para crecer más sano sino para llegar a ser mejor artista.
El personaje protagonista del libro es el de Villalonga, sarcástico, escéptico, castamente atraído por su joven y apuesto amigo a la vez que hiriente y desdeñoso en ciertas alusiones a homosexuales a los que trata, en la ciudad y en la consulta; un antimoderno nada parroquial, exquisito en sus gustos librescos y buen aficionado al cine, que comenta con regularidad. Sería injusto, sin embargo, pasar por alto la potencia dramática de algunas de las cartas de Porcel en la primera época de relación, antes de que un asunto de vanidoso recelo ante ciertas críticas literarias que le hizo Villalonga les distanciara de modo irremediable. En 1958, por ejemplo, Odín se dirige a su "Querido Don Lorenzo" y le reconoce cómo su influjo, sus palabras, su ejemplo, afectaron al joven que "vivía atado a un mundo de oscuridades, miedos, perezas, tonterías", haciendo "de las oscuridades evidencias, de los miedos firmeza, de las perezas trabajo, de las tonterías estudio". Y dos años más tarde, de nuevo Porcel resume con elocuente emoción en otra carta la esencia de esa transmisión de saberes y de valores que fue el fundamento afectivo de la academia griega: "todo lo que ha recorrido Vd. -real y valedero para Vd- es ahora mío, y lo he hecho mío de acuerdo con lo que yo soy". De ese modo, el maestro perdura en el alumno sin desnaturalizarle: "Aparte de mi intrínseco ser, soy también sus enseñanzas".
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18 de septiembre de 2012
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El hablar de Crusoe I

Basta un animal humano

" So that had my cave been to seen, it looked like a general magazine of all necessary things and I had everything so ready at my hand, that it was a great pleasure to me to see all my goods in such order..."

 

Nota preliminar

Como los lectores que lo frecuentan saben bien, este es esencialmente un foro filosófico y, de hecho, centrado en la filosofía fundamental o meta- física (reflexión tras o despues de la física) esa disciplina que, como Kant señala, responde a una disposición universal del espíritu humano pero que adopta la forma que conocemos en el pensamiento griego y particularmente en Aristóteles. Precisamente en las últimas columnas abordaba la cuestión de si hemos llegado a un punto en el que la metafisica se ve forzada a replantearse sus cimientos, cuestión planteada por Heidegger pero que puede ser abordada desde otras perspectivas y concretamente como consecuencia de esa radical subversión en la física que supone la mecánica cuántica, abordaje al que he invitado aquí al lector.
Precisamente por retomar las cuestiones de la filosofía fundamental este foro hace obligadas incursiones en asuntos relativos a la situación política y económica pues, como bien sabía Platon el proyecto filosófico de "salvar los fenómenos" (encontrar un soporte racional a lo que se muestra) no es en modo alguno disociable del proyecto de "salvar la ciudad", el cual se traduce hoy en lucha por asentar la vida colectiva en bases que posibiliten la actualización en cada individuo de las potencialidades que caracterizan al animal humano. Pues sin condiciones sociales que garanticen la efectiva libertad ( imposible en una vida de alternancia ente trabajo sin sentido- que ocupa a veces catorce horas- y pavor a perderlo) la vida del espíritu en general, y ese ejercicio de discernimiento que es la filosofía en particular, se convierte en exquisita tarea de ociosos.
El reflexionar sobre las condiciones sociales del ejercicio de la filosofía me ha llevado aquí a preguntarme sobre las condiciones mínimas de posibilidad de la entera esencia de la humanidad esté presente, aunque el conjunto de los individuos humanos humanos en los que esta entera humanidad se proyecta se halle reducido al mínimo.
Tras varias columnas que dedicaré a este tema volveré al tema del fin de la metafísica en el sentido convencional y a la tarea a la que se enfrenta el pensamiento tras la conmoción cuántica.

 

***

Retomo, como lo han hecho tantos otros, la conocida y emblemática historia de alguien que careciendo de futuro generacional y de proyección personal en el mismo, careciendo de proyecto para incrementar su posición en la relación marcada por la rivalidad entre los hombres, careciendo-en suma- de esas cosas que suelen mostrare como incentivos para que el ser humano no se abandone...se propone pura y simplemente que su sola persona sea garantía de que se conserva en plenitud, y hasta se fertilice y refuerce la condición humana. Recuerdo brevemente la trama:
Tras luchar contra las olas que hasta tres veces le arrojan sobre peñascos, alcanzar la orilla y encontrar refugio entre las ramas de un árbol, como una suerte de retorno a la noche originaria, a la luz del día siguiente, sobrevivir es el primer imperativo de Crusoe. Respondiendo a este imperativo, explora los aledaños de la costa, descubriendo así la presencia del barco encallado, de cuyo naufragio era víctima, en cuyo interior encontrará no sólo una bien provista despensa, sino los instrumentos básicos para la construcción de un refugio y hasta semillas que le permitirán un día hacer de aquel territorio meramente natural un territorio humanizado, es decir, sometido a ley. Pues la ley es ante todo cosa de hombres, siendo (como indicaba hace ya muchos años Agustín García Calvo) de enormes implicaciones el hecho de que los términos con los que se intenta verter el griego nómos acabaran designando asimismo correlaciones entre fenómenos físicos.
Pero, cabe objetar, Crusoe está solo en su isla, y si la ley marca los vínculos entre hombres ¿qué ley puede allí imperar? Tremendo asunto que enlaza directamente con la idea que estoy barruntando de que ese nudo de relaciones entre seres de palabra que hace la humanidad no exige empírica pluralidad de sujetos, que la humanidad se proyecta por entero en cada uno de los sujetos que lo encarnan. Crusoe carece de compañía y sobre todo quizás de compañera; Crusoe no tiene a quien dirigir la palabra, ni tiene horizonte en el ciclo de las generaciones; Crusoe carece de objetivo para el cual tenga que contar con los demás. Una vez planificadas razonablemente sus necesidades, en función del tiempo de conservación de los alimentos etcétera, Crusoe podría no imponerse el realizar tarea alguna, desde luego no estar pendiente de la repartición en tareas de una jornada marcada por el ciclo natural. Y sin embargo...
Proponiéndose de entrada construir una cabaña y un fortín protector, Crusoe construye de hecho un vasto espacio, que adecenta con escrúpulo para que, además de refugio y depósito para los bienes de subsistencia, pueda ser lugar de humano reposo. Crusoe hace un calendario que le ayuda a conservar la memoria y reconocer fechas imbolicas y así, pese a su escepticismo respecto a la idea de Dios, se propone respetar la festividad religiosa que el calendario fija, poniendo así de relieve la profunda y tantas veces oculta significación de la misma (1).
Crusoe busca la manera de que su día y vida (preciosa y perdida expresión de los campesinos españoles) alterne momentos de un trabajo fértil para la preservación de su humanidad y no sólo para su subsistencia animal: trabajo en el que continuamente ha de actualizar tanto sus recursos memorísticos como su ingenio, por ejemplo para dotarse de instrumentos; trabajo complementario y no solo alternativo de momentos de asueto en los que, entre otras cosas, escribe su prodigioso diario.
Algunos de los instrumentos que construye no los había visto jamás o no tenía memoria de ello, así una rueda que forja habilidosamente con una cuerda activada con el pie de manera a conservar las manos libres (2). Y en ocasiones tiene el sentimiento de que lo singular de su situación le está convirtiendo en descubridor de posibilidades inéditas de los útiles más elementales (3):
Clave en esta activación de potencialidades desconocidas es la disposición de espíritu que caracteriza el ejercicio de las matemáticas cuya virtud (imprescindible asimismo en las actividades sin finalidad práctica) nos describe en este prodigioso párrafo, que en este reflexión consideraré de nuevo:
"Así emprendí la obra; y aquí he de observar que en virtud de la substancia y original condición de las matemáticas, disponiendo y cuadrando toda cosa a través de la razón y ceñiéndose al juicio estrictamente racional sobre las cosas, todo hombre puede alcanzar la maestría en cualquier arte mecánica"(4).

______________________

1 Crusoe sólo se acuerda de Dios, en momentos de debilidad y de angustia, olvidándose de inmediato del mismo en cuanto retorna su salud y su entereza. Así , tras sentir que ha sobrevivido al naufragio, pese a barruntar lo desesperado de su condición experimenta profunda y positiva emoción que le impide acordarse de Dios para nada. Pero él mismo se reprocha que haya sido así, cuando más adelante se siente afligido. Dios es pues en esta obra claramente el recurso vano al que acuden los afligidos.
Y no son las pietistas consideraciones tardías del protagonista , al final convertido en un lector devoto de la Biblia (en un ejemplar encontrado en los restos del barco) las que harán cambiar esta impresión. Es al respecto casi de un efecto cómico un párrafo al final del capítulo titulado "I travel Quite Across the Island". El protagonista se lanza sobre la Biblia y encuentra las palabras: " nunca te abandonaré ni me olvidaré de tí" La esperanzada emoción que le embarga sería algo más convincente si no hubiera escrito inmediatamente antes que lo que le llevó a abrir el Libro es que esa mañana le embargaba gran tristeza ("One morning , being very sad I opened the Bible upon these words).
Pero lo cierto es que felizmente Crusoe recupera rapidamente la lucidez, pues tras reiterar que era preferible un existencia sin socorro humano pero gozando del beneplácito de Dios que la inversa, exclama contra sí mismo en voz alta: "Como puedes ser tan hipócrita, pretendiendo que estás agradecido por una condición(...)de la cual deberías más bien proclamar que quisieras ser liberado"
Hay sin embargo una excepción en este enfoque que más adelante consideraré.

2  "I had never seen any such thing in England, or at least not to take notice how it was done, though since I have observed it is very common there"

3 "I made abundance of things even without tools, and some with no more tools than an adze and a hatchet, which perhaps were never made that way before".

4 "So I went to work; and here I must needs to observe that as reason in the substance and original of the mathematics, so by stating and squaring everything by reason, and by making the most rational judgement of things, every man may be in time master of every mechanic art".

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18 de septiembre de 2012
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La cola de la vida

En una ocasión, un ex ministro me confesó que la señal más evidente de su vuelta a la vida sin privilegios fue que de nuevo tenía que hacer colas. “Porque tú quieres”, le repliqué, pensando en quienes media hora antes del embarque ya se plantan frente a la puerta, donde pueden pasar más de cuarenta minutos oliendo la cabeza del de delante, aunque todos acabarán subiendo al avión. Claro que las hay inexcusables e infinitas, como la del paro o la de urgencias; y absurdas, como la del Ecce Homo de Borja. A menudo el ritual forma parte de las elecciones personales disfrazadas de mandato, aunque si la retribución es satisfactoria, el malestar se esfuma al salir del cine o incluso de la hamburguesería. Porque la psicología de la espera depende del tamaño de la recompensa, pero también de la capacidad de sacrificio de quien aguarda su turno. Los impacientes somos capaces de cancelar un plan si implica largas demoras que agudizan la sensación de que el tiempo que se escapa nunca regresa. Y no sólo por la monotonía o por la pesadez de las piernas, sino por la sombra de la angustia vital que sobrevuela los minutos de alineada -y alienada- espera. Leo en The New York Times que Richard Larson, considerado el mayor experto del mundo en colas, asegura que para el ser humano la idiosincrasia de la cola tiene mayor peso que las estadísticas relacionadas con la propia espera: importa más la percepción de igualdad (mucha gente se vuelve agresiva si alguien se cuela) o el derecho a una explicación, porque está demostrado que se hace cola más a gusto si se está bien informado. La clave radica en sentir que el tiempo que se consume no es en balde. Esa fue una de las razones, cuando empezaron a propagarse los rascacielos, por las que se multiplicaron las quejas sobre los retrasos de los ascensores; y de ahí el hallazgo de los espejos para que la gente se atusara el pelo. En algunos aeropuertos, como el de Houston, decidieron alejar la recogida de equipajes de las puertas de llegada, a pesar de que la gente tenía que andar mucho más, para que aguardasen menos ante la cinta. El tiempo desocupado era inferior al ocupado, y el pasajero se sentía complacido. Desde niños se nos enseña a guardar el turno. Pero a menudo se transgrede. La cola no es más que una metáfora de la equidad. Y el ahorrárselas, de privilegio. Los millonarios, por ejemplo, cuando les anuncian una subida de impuestos, hacen las maletas y se van, sin soportar ni un minuto de incertidumbre. Igual que quienes esconden millones bajo el colchón y ni con acicates como la amnistía fiscal están dispuestos a ponerse en la cola de la legalidad -de los 2.500 millones que el Gobierno esperaba recaudar, sólo ha ingresado 50-. Y es que del caos a la eficacia, o de la responsabilidad al fraude, siempre hay más de uno dispuesto a ralentizar la cola del futuro.

(La Vanguardia)

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17 de septiembre de 2012
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