Carátula de la versión castellana de la novela Excelente la reseña en “The Guardian” de...
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Carátula de la versión castellana de la novela Excelente la reseña en “The Guardian” de...

inicial de los préstamos. En esto, el vasco se ha conducido como el árabe y el ibérico. De ahí que el término indoeuropeo pilis (‘fortaleza’, emparentado con el griego polis) haya dado en aquitano e ibérico ‘ili’, y más tarde en vasco ‘iri’, y haya servido para elucubrar muchas fantasmadas sobre el vascoiberismo. También es preciso tener en cuenta que el aquitano no presentaba inicial en su vocabulario, lo cual suele servir como indicio para detectar préstamos casi siempre célticos y latinos en vasco, como es el caso del río Deba en Guipúzcoa y el monte Deio en Navarra, que son topónimos celtas. De modo que, por liquidar el excurso, el cau- latino daba gau- en vasco (por ejemplo, causa dio gauza) cuando se tomaba del latín más antiguo, y go- cuando era del latín más decadente, como es el caso de gopor derivado de caupolus > gopolus.

Lucía Puenzo, Alejandro Zambra, Wendy Guerra. Foto: Daniel Mordzinski Bajo el título “Letras...

Con la noción actual de que vivimos ya en el futuro, robándole tiempo al tiempo, no me es posible responder a cada estudiante sus preguntas por una beca de estudios en una Universidad de los Estados Unidos. Respondo limitándome a las becas para hacer el doctorado en un Departamento de Literaturas Hispánicas, aunque el mecanismo es semejante para los departamentos de ciencias sociales, historia y política. Son becas de cinco años, para toda la carrera, y pueden solicitarla estudiantes extranjeros. El primer año suele estar dedicado solo a los estudios; a partir del segundo hay que hacer de Teaching assistant y dictar una clase de español una hora al día. El tercer año se escribe una tesina de Master, aunque en muchos departamentos hoy solo exigen un artículo; en el cuarto se toma un examen, mitológicamente laborioso, que te deja expedito para presentar una propuesta de tesis o disertación y, por fin, el quinto año lo tienes libre para investigar y escribir. Con leves variantes locales, esa es la mecánica.Es fundamental saber inglés y tomar el examen de rigor (TOEFL), asi como el exámen de conocimientos generales (GRE), cuyos resultados son decisivos pues cada Universidad tiene un puntaje mínimo como aceptable. No importa la edad , tampoco el grado de estudios: todos son candidatos por sus méritos y tomarán los mismos cursos. Si has hecho estudios de doctorado o tienes una maestría probablemente podrán convalidarte dos cursos. Es importante entender que solicitas admisión y beca para una carrera de investigador y profesor, de modo que no creas que el mejor candidato es el que se presenta como estudiante avanzado que sabe lo que quiere estudiar, el tema que quiere investigar, y con qué profesor hacer la tesis. Estos son, al final, los que menos aprovecharían la extraordinaria institución académica norteamericana, la división de Estudios Graduados, donde el estudiante se hace adulto en la lectura, académico en la investigación y la docencia, e hispanista internacional en la profesión de profesar las Humanidades públicas. La academia norteamericana no produce filológos: asume que la filología es una caja de herramientas, no un fin. Los mejores estudiantes (con su bachillerato o licenciatura bajo el brazo) son los que aprenden a estudiar: toman cursos no por interés de su especializacion sino por curiosidad intelectual. No hay un departamento de estudios hispánicos que cuente con especialistas en las áreas tradicionales impuestas por el positivismo arcaico o por la autoridad del canon. De manera que todos estudian literatura española y latinoamericana; y si el inglés, el portugués o el francés le es cómodo pueden también seguir algunos seminarios avanzados en esas lenguas. Hay que recordar que cada literatura se dicta y estudia en su idioma.No es preciso escribirle a los profesores, salvo al director de Estudios Graduados, si es necesario aclarar algún punto. Es bueno demostrar sentido común y empezar por las páginas en la Red de 1), la Escuela Graduada, donde están todos los requisitos y todas las formas para solicitar admisión y beca; y 2), el Departamento de Estudios Hispánicos, o de Español, donde se explican las reglas de admisión y beca, la mecánica de estudios, y los términos del protocolo de ser un estudiante del doctorado en este país. Además de un buen puntaje en los cursos tomados, es preciso contar con tres cartas de recomendación de tus profesores, sobre todo de quien fue tu director de tesina porque puede decir más sobre tu capacidad de investigador. Te pedirán tambien una breve declaración personal sobre tu experiencia académica e intereses de estudio; y conviene argumentar por qué quieres estudiar en ese departamento. Es importante, claro, que sintonices con su carácter. Puedes también estudiar el ranking del departamento al que solicitas, y conocer algo del trabajo de los profesores. Es fundamental saber que la carrera no se debe a los amigos o parientes sino a tus méritos. Tu capacidad de trabajo será puesta a prueba, y no podrás recibir dos malas notas sin perder la beca. El sistema funciona gracias a que esta evaluación continua permite que se corrija. Lo extraordinario es que todos los estudiantes son capaces de encontrar a tiempo su propio espacio operativo gracias a que descubren su talento entre opciones y desafíos. Al final, solo tienes la integridad de tu trabajo para ser admitido en la comunidad académica como profesional y colega. Una de las reglas es que no podrás ser profesor en la Universidad en que te doctoras. Tendrás que competir por una plaza presentándote a las universidades donde se publicite una vacante, a la cual se postularán unos cien candidatos. Como joven profesor serás evaluado anualmente, y pasarás por un escrutinio más laborioso para obtener la permanencia. Como tu carrera será hecha por tus méritos, habrás dignificado el trabajo de tus futuros estudiantes.Pero no nos apresuremos. Te sugiero solicitar admisión y beca por lo menos a tres universidades distintas. Lo ideal sería que te admitan dos, así puedes decidir luego de visitar los departamentos, conocer a los profesores y estudiantes graduados, y hacerte de una idea educada sobre tí mismo en ese colectivo. Por lo demás, recuerda que en Brown, por ejemplo, solo tenemos entre tres o cuatro becas por año (los seminarios son de seis o siete estudiantes) mientras que las grandes universidades estatales ofrecen diez o quince. Tus mejores consejeros serán los mismos estudiantes graduados. Lamentablemente, algunos departamentos están al borde del colapso por disputas internas de gente más autoritaria que autorizada, más ideológica que de ideas, aunque eso ya no pertenece a tu futuro sino al género menor de la mal llamada "novela académica."

Ya se está probando con la impresión de comidas, empezando por los pasteles de chocolate, las pizzas y las galletas, donde las resinas y polímeros serán sustituidos por polvos de proteínas, carbohidratos y grasas, y otros componentes les darán los sabores, y hasta los olores. La NASA impulsa estos experimentos en vista de los futuros viajes espaciales que podrían durar años. ¿Y la carne? Modern Meadow trabaja en un proyecto para imprimir la "vitrocarne", formada por las mismas células que hay en un buen filete. En el futuro, no lo dudemos, estos platos llegarán también a los restaurantes.
¡Ropa? Hay un prototipo ideado para reciclar los filamentos de la ropa vieja, e imprimir prendas a la medida en la propia casa, el diseño y los colores al gusto de cada quien, con lo que las grandes fábricas textiles ubicadas en el tercer mundo llegarán un día a desaparecer.
Pero lo peor, también pueden ya imprimirse armas de fuego. Cody Wilson, un estudiante de la Universidad de Texas, creó una pistola hecha de resina que muy pronto podrá reproducirse a domicilio, "para defender la libertad civil del acceso del pueblo a las armas como lo garantiza la Constitución de Estados Unidos", como proclama su inventor.
La impresión en tres dimensiones revolucionará, por tanto, el comercio mundial y el transporte internacional, desde luego que en la medida en que se desarrollen máquinas de mayor volumen y diversidad, disminuirá el traslado de carga entre lugares lejanos, y por tanto el número y el tamaño de los barcos surcando los océanos.
¿Y los seres humanos? Todavía no se habla de imprimirlos.

Les pasa a todos, pero como este libro lo ha escrito Colm Tóibín le atribuyo a él la dificultad (yo diría que casi metafísica) que tienen los novelistas para escribir otra cosa que no sea ficción. O sea que si un lector ha quedado dubitativo ante la palabra "ensayo" que los editores han incluido en la contraportada del libro puede respirar tranquilo: a Tóibín no parece preocuparle en exceso si las carencias afectivas infantiles de un niño irlandés del montón explican - o no - que años después, cuando ese niño se convirtió en un genio mundialmente reconocido y llamado Samuel Beckett, siguiese manteniendo con su mamá una relación disparatada.
Sólo en la introducción, cuando analiza la curiosa costumbre de Jane Austen y Henry James de escribir novelas cuyas protagonistas eran jóvenes huérfanas que sustituían la figura de la madre por un variopinto surtido de tías (las hay gordas, sutiles, mezquinas, amorosas, extravagantes, entrometidas y malvadas) Tóibín parece hacer caso del asunto que justifica el libro pero no, no pierde ni un segundo en investigar las carencias infantiles de Jane Austen y Henry James, o de sus protagonistas, y en cambio, con esa precisión que tiene un novelista para mostrar los artificios de otro novelista, dictamina: la falta de madre es un simple recurso técnico porque ello permite dibujar más nítidamente a la protagonista, que debe enfrentarse al mundo con la sola fuerza de su carácter. La vieja tía de turno está allí sólo como referente del entorno familiar que a finales del siglo XIX y principios del XX debía rodear obligatoriamente a toda joven que pretendiese labrarse un destino dentro de la sociedad burguesa de la época.
Cuando empieza el desfile de autores irlandeses, Tóibín se olvida rápidamente de matar al padre o la madre para fijarse en los hijos y con razón, porque todos ellos, los Yeats (padre, hijo y hermano), Synge, Brian Moore, Beckett y las esposas, amantes, enemigos, rivales, críticos, musas, espíritus, médiums, revolucionarios o las locuras respectivas de todos ellos demuestran ser un material cuya narración resulta demasiado interesante para perder el tiempo con justificaciones de tipo psicológico y, más adelante, psicoanalítico. Tóibín es además un lector magnífico y se maneja con envidiable soltura con la ingente producción de todos ellos, pues está hablando de uno de los periodos probablemente más creativos de Irlanda y origen de la actual primacía de los narradores irlandeses.
Mientras va de aquí para allá sin más orden ni concierto que los avatares de sus protagonistas, Toíbín da como de pasada unos datos capaces de cambiar para siempre la imagen que uno pueda tener de alguno de sus ídolos personales. Beckett, sin ir más lejos. Cuando lo ha situado en la treintena de su vida, dice de él: "Su problema durante esos años era muy simple y nada fácil de resolver: consistía en cómo vivir, qué hacer y quién ser". En respuesta a esas necesidades vemos a Beckett hacer gestiones para convertirse en publicitario, y como no lo consiguió, decidió hacerse piloto comercial; y en vista de que por ahí tampoco veía un futuro (faltaría más, ¿alguien se imagina a Beckett pilotando un avión?), llegó a buscar influencias para que Eisenstein le ayudara a ingresar en la Escuela de Cinematografía de Moscú (?). Todavía llegó a convencer a su madre para que le pagase (cosa que hizo) una estancia en Alemania porque deseaba hacerse crítico de arte. Después de tantas vueltas acabó en lo suyo, la escritura, y de esa época data una sátira feroz contra el poeta Austin Clark, un pobre diablo del que solo se habla cuando toca hacer la crítica de las novelas de Beckett, y más concretamente de Murphy. Por en medio todavía hizo un desganado esfuerzo por ser contratado en la Universidad de Ciudad del Cabo como profesor de italiano. Como se ve, hay material de sobra para contar disparates, pero Tóibín los presenta casi como de pasada porque después de Beckett le tocaba ocuparse de Brian Moore, que vaya otro.
Y cuando se cansa de los padres y las madres irlandesas, todavía le quedan arrestos para hablar de Thomas Mann, Borges, Tennessee Williams o James Baldwin, con los cuales no tiene una afinidad sentimental tan profunda como la que siente por los irlandeses, pero quien habla sigue siendo un narrador más interesado en las historias que en las ideas y no da ninguna pereza llevar a cabo un repaso a las quisicosas de los Borges y demás compinches yendo en compañía de un maestro de ceremonias como Colm Tóibín.
Nuevas maneras de matar a tu madre
Colm Toíbín
Traducción de Patricia Antón de Vez
Lumen

Haruki Murakami La nueva novela del japonés Haruki Murakami ya está en prensa y aparece el 15 de...

Sin beneficios no hay periodismo independiente. Esta es la clave de la venta del Washington Post, el legendario diario de la capital federal, con las ventas en declive y en pérdidas de 50 millones de dólares para la primera mitad de este año. La clave para entender la operación aguas arriba, es decir, desde la posición de la familia Graham, los propietarios desde hace 80 años: gracias a los beneficios han podido garantizar a los periodistas su libertad profesional, principalmente frente a los poderes establecidos, y pudieron construir con el caso Watergate la mayor leyenda de la historia del periodismo al derribar al presidente de la nación más poderosa del mundo.
Las preguntas llegan aguas abajo, es decir, en dirección al futuro, que es donde está instalado Jeff Bezos, 49 años, fundador y máximo ejecutivo de Amazon, la librería online que está destruyendo nuestro viejo mundo de papel. Nadie se pregunta si ha hecho un negocio bueno o malo desembolsando 250 millones de dólares de su fortuna personal: cien veces más de lo que ha pagado por el Post. No es esta la cuestión, como sí lo era para Donald Graham, 68 años, presidente de la compañía ahora vendida, que ha preferido con toda la razón del mundo vender cuando todavía estaba a tiempo en vez de seguir perdiendo, sin pararse a llorar sobre los dos o tres mil millones que le hubieran pagado hace diez años por idéntica operación.
Hay dos grandes teorías acerca de las intenciones del comprador. La más preocupante, que sea meramente un capricho. Sucede: un yate, una mansión, un matrimonio, un periódico? El precio pagado por el Post es realmente atractivo y tener un diario en las manos, aunque teóricamente se respeten las viejas costumbres y reglas de juego establecidas en la redacción, todavía proporciona una envidiable influencia y una capacidad de acción y a veces de presión sobre el poder político y económico. El problema de esta opción es que tiene escaso recorrido: muy rápidamente hay que ajustar para evitar pérdidas y llega un momento en que el juguete ya no le compensa al potentado, normalmente de divorcio fácil, que se lo saca de encima de cualquier manera. La teoría más atractiva e interesante nos cuenta que un empresario del futuro se hace con una empresa del pasado para ponerla en órbita de nuevo y convertirla en algo distinto, atractivo y con amplios horizontes por delante. La lección que se desprende es bien clara: la vieja industria no sabe salir por sí sola del hoyo en que se encuentra y necesita la ayuda y la dirección de quienes sí saben cómo funcionan los nuevos mercados tecnológicos. Así vista, esta operación ratifica el agotamiento de las energías propias del negocio tradicional de la prensa, que solo podrá revivir si se ampara en las nuevas energías de una industria nueva, y podemos entenderla como una de las muchas ceremonias de los adioses que estamos viendo desde hace un tiempo y seguiremos viendo en los próximos años.

Preliminar
Retomo a partir de esta columna, y durante un tiempo ilimitado, asuntos ya parcialmente tratados y que ahora presentaré de tal manera que el conjunto pueda llegar a constituir una ordenada introducción a ciertos problemas fundamentales de la filosofía, asuntos que cabe tildar de metafísicos, siempre que el calificativo sea liberado de connotaciones con las que desgraciadamente se ha visto en ocasiones recargado. No se trata pues de plantear temas nuevos sino de corregirlos y ensamblarlos. Durante las entregas primeras intentaré sobre todo ilustrar la disposición de espíritu que cabe tildar de "metafísica", y a un momento dado iniciaré un tratamiento sistemático. Se impone en primer lugar una consideración sobre el origen del término "metafísica", algo trivial quizás para los estudiantes de filosofía, pero que no es ocioso reiterar (ya he hablado aquí sobre ello), entre otras cosas porque estas reflexiones no están exclusivamente destinadas a los mismos.
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Andrónico de Rodas, peripatético que vivió en el siglo I antes de Cristo y ordenó con espíritu sistemático las obras de Aristóteles, se encontró con una serie de escritos sin nombre, lo que dificultaba su catalogación. Mas al considerar el contenido y apercibirse de que para su intelección cabal era conveniente leer antes los escritos aristotélicos relativos a cuestiones de física, Andrónico denominó al conjunto con la frase "de los [libros] que vienen tras-meta- los de física"
Así pues, Metafísica es, sino ante todo, al menos de entrada, aquello que designa como tal ese recopilador griego de las obras de Aristóteles, a saber, una vía en la que conviene introducirse con las alforjas suficientemente provistas de datos procedentes de la ciencia física. Esto es lo que hay que retener, aunque obviamente la cosa puede hacerse más compleja y alcanzar incluso extremada sofisticación. Sofisticado es, por ejemplo, el conjunto de reflexiones que Martin Heidegger reúne bajo el título precisamente de ¿Qué es metafísica?, a las que ya me he referido aquí. Recordaré lo esencial de su enfoque:
Heidegger nos anuncia que se dispone a abordar una pregunta metafísica concreta. Buen comienzo parece desde luego: no andarse por las ramas, enterarse de lo que es nadar en la propia lucha por no quedar sumergido. Sin embargo el autor nos dice que se impone un preliminar: "Nuestro propósito es comenzar con el despliegue de un preguntar metafísico, elaborar después dicha pregunta y terminar con su respuesta". ¿Qué es un preguntar metafísico? Sugiero al lector seguir los meandros del propio texto de Heidegger, del que hay en Castellano al menos una excelente traducción, y prosigo en el asunto por mi cuenta:
Un preguntar metafísico es desde luego, entre otras cosas la focalización sobre interrogantes que siempre han acompañado al pensamiento y que siguen torturándolo, ya sea porque nunca han sido aclarados, ya sea porque la aclaración no ha hecho más que provocar nuevas perplejidades .
Obviamente "metafísico" es también un preguntar sobre aquello que de novedoso, y a la vez determinante para la vida de este singular animal que constituimos, haya podido surgir en nuestro tiempo. Y hay desde luego que pensar aquello que impide asumir la actitud que acabo de esbozar: hay que pensar aquello que impide pensar y, en la medida de lo posible, hacer de esta reflexión un arma que contribuya a eliminar esa restricción.
Parece incluso necesario enfatizar la importancia de este último extremo, pues lo que impide pensar es una calamidad para los intereses de nuestra especie, por no decir el mal mayormente atentatorio para ella. Sigue en efecto habiendo razones para suscribir enteramente la sentencia con la que Aristóteles abre precisamente el primer libro del conjunto de escritos denominados "Metafísica", según la cual pensar, pensar con toda radicalidad, constituye una exigencia inscrita en la naturaleza humana, y en consecuencia concierne a todos aquellos que participamos de la misma. Cada ser humano desea que se actualice su condición natural en el acto de pensar, es decir, en el acto de subsumir las cosas bajo conceptos y de explorar las posibilidades de las palabras de las que esos conceptos son polo constitutivo. Y ello, como ya he tenido ocasión de sostener aquí mismo, al igual que el águila tiende a volar o el caballo tiende a galopar. Teniendo como particularidad de su especie esas facultades que son el lenguaje y la razón, el animal humano se realiza cuando las despliega y fertiliza, por ejemplo forjando metáforas o sintetizando fórmulas.

Hace más de 20 años publiqué mi primer relato autobiográfico en un diario. Yo ya hacía de periodista, estaba en los inicios de este largo camino, cuando el editor del suplemento joven de Clarín, Marcelo Franco, me propuso escribir un texto sobre mi experiencia como combatiente en Malvinas y como ex combatiente en lo que en las islas llamábamos “el continente”. Cuando salió sentí una de las emociones más fuertes de mi vida profesional: estaba ahí, en las dos páginas centrales del suplemento, ilustrado con un dibujo de un combatiente ametrallado de tinta, tal vez yo, obra del gran Hermenegildo Sabat.
Mi relato se llamaba Fotos borrosas y una carta perdida.
Pasado mañana, martes 6 de agosto, voy a dar mi primera conferencia pública en mi ciudad. Será a las 7 de la tarde en el Centro Cultural San Martín. Voy a hablar de “Cómo contar la guerra”. Estuve todos estos días leyendo, escribiendo, buscando, recordando, pensando. ¿Cómo contar la guerra?
Cuando se lo propuse al coordinador de las conferencias magistrales del San Martín, mi viejo amigo Maximiliano Tomás, me pareció que me saldría fácil. Y no es fácil.
Creo que ya lo tengo. Voy a hablar de libros y escritores, de guerras y de guerreros, de morir y de sobrevivir y de no poder olvidar.
Y voy a empezar con tres fragmentos de ese viejo artículo, que conservo en copias amarillentas del Clarín de finales de los ochenta. ¡Cuánta agua pasó! Primero, quiero leer este fragmento sobre la muerte del marinero Juan Ramón Turano. En mi libro Los viajes del Penélope (2006) volví a contar esta historia, sin fijarme en lo que había escrito tantos años antes. Y no me acordé de lo que había contado al final, que creo que es de lo más triste de ese texto tan lejano.
* * *
Juan Ramón se había metido en la Escuela de Mecánica de la Armada a los 15 años. Es lo que llaman la "conscripción económica", una de las pocas formas que tienen los que nacieron en el tercio sumergido de zafar del hambre, de la incertidumbre, de la humillación del desempleo. Juan Ramón tenía empleo asegurado, comida, cama, beneficios sociales. Nunca se le había ocurrido que el empleo era prepararse para matar gente y para tratar de que no lo mataran a él. Era marinero de segunda cuando lo mandaron a las Malvinas. Tenía 17 años. Su cuerpo envuelto en una frazada fue enterrado en Bahía Fox una madrugada ventosa de fines de mayo.
Las versiones sobre su muerte no son claras. Parece que marchaban en fila india a esconderse en medio de una lluvia de esquirlas cuando empezó a correr y a disparar para cualquier lado. Los barcos ingleses tenían cañones que disparaban más lejos que la artillería argentina, y entonces se alejaban donde no podían alcanzarlos y tiraban bombas hasta cansarse.
"Se volvió loco," decía uno de los cabos que lo trajo a la mañana siguiente. El cabo tenía el casco perforado por una bala que había disparado Juan Ramón. Pusieron el cuerpo envuelto en la frazada al lado de la manguera de donde sacábamos agua. Todo ese día y hasta la mañana siguiente nadie quería ir a buscar agua, para no encontrarse con esas botas saliendo por debajo de la frazada.
Sería agosto o setiembre del '82, ya terminada la guerra, cuando entré a la oficina de veteranos del comando y había una señora agitando una papeleta y gritándole al suboficial que la escuchaba aburrido del otro lado del escritorio. Era la mamá de Juan Ramón. Le acababa de llegar la citación para hacer la colimba. Claro, pensé, ese año Juan Ramón cumpliría 18 años.
* * *
Quiero seguir con algo que me salió de un tirón y que recuerdo que me sorprendió, como si lo hubiera escrito otro. ¿Entonces es esto lo que pienso, lo que siento? Esto les decía a los jóvenes argentinos de una generación posterior a la mía:
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La guerra de las Malvinas es menos la que yo viví que la que imaginaron ustedes. Tiene más de fantasía que de realidad. Como me imagino le pasará a los que conocieron a Gardel o frecuentaron a Marilyn Monroe, ya se me hace que lo que me acuerdo no es lo que pasó. Malvinas es lo que creen y piensan los millones que nunca pisaron esa turba porosa ni sintieron ese endemoniado viento, siempre del mismo lado, ni respiraron esa mezcla de olor a pólvora de afuera, suciedad del propio cuerpo y miedo de más adentro.
Pero aunque mi historia sea poco importante y nunca pueda transmitir la sensación exacta, quiero contarles dos o tres cosas de Malvinas. Si quieren, escúchenme como a un loco al que le pasó algo fulero y se quedó fijado en ese recuerdo que repite una y otra vez. Pobre tipo. En el fondo, todos somos locos que contamos siempre la misma historia. La diferencia es que ésta es con soldados, tiros y suspenso. Es una de guerra. Pero no es como la pintan en Hollywood. No hay música, no hay gloria, no hay montaje que te evite el espectáculo desagradable de cuerpos cortados por la mitad. El que se muere no aparece después en una de vaqueros. Se murió. Y para los otros, la cosa no termina a la hora y media. Si te cortaron una pierna, si viste a un amigo sin cabeza, si mataste a alguien, es para siempre.
