
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Sin beneficios no hay periodismo independiente. Esta es la clave de la venta del Washington Post, el legendario diario de la capital federal, con las ventas en declive y en pérdidas de 50 millones de dólares para la primera mitad de este año. La clave para entender la operación aguas arriba, es decir, desde la posición de la familia Graham, los propietarios desde hace 80 años: gracias a los beneficios han podido garantizar a los periodistas su libertad profesional, principalmente frente a los poderes establecidos, y pudieron construir con el caso Watergate la mayor leyenda de la historia del periodismo al derribar al presidente de la nación más poderosa del mundo.
Las preguntas llegan aguas abajo, es decir, en dirección al futuro, que es donde está instalado Jeff Bezos, 49 años, fundador y máximo ejecutivo de Amazon, la librería online que está destruyendo nuestro viejo mundo de papel. Nadie se pregunta si ha hecho un negocio bueno o malo desembolsando 250 millones de dólares de su fortuna personal: cien veces más de lo que ha pagado por el Post. No es esta la cuestión, como sí lo era para Donald Graham, 68 años, presidente de la compañía ahora vendida, que ha preferido con toda la razón del mundo vender cuando todavía estaba a tiempo en vez de seguir perdiendo, sin pararse a llorar sobre los dos o tres mil millones que le hubieran pagado hace diez años por idéntica operación.
Hay dos grandes teorías acerca de las intenciones del comprador. La más preocupante, que sea meramente un capricho. Sucede: un yate, una mansión, un matrimonio, un periódico? El precio pagado por el Post es realmente atractivo y tener un diario en las manos, aunque teóricamente se respeten las viejas costumbres y reglas de juego establecidas en la redacción, todavía proporciona una envidiable influencia y una capacidad de acción y a veces de presión sobre el poder político y económico. El problema de esta opción es que tiene escaso recorrido: muy rápidamente hay que ajustar para evitar pérdidas y llega un momento en que el juguete ya no le compensa al potentado, normalmente de divorcio fácil, que se lo saca de encima de cualquier manera.
La teoría más atractiva e interesante nos cuenta que un empresario del futuro se hace con una empresa del pasado para ponerla en órbita de nuevo y convertirla en algo distinto, atractivo y con amplios horizontes por delante. La lección que se desprende es bien clara: la vieja industria no sabe salir por sí sola del hoyo en que se encuentra y necesita la ayuda y la dirección de quienes sí saben cómo funcionan los nuevos mercados tecnológicos. Así vista, esta operación ratifica el agotamiento de las energías propias del negocio tradicional de la prensa, que solo podrá revivir si se ampara en las nuevas energías de una industria nueva, y podemos entenderla como una de las muchas ceremonias de los adioses que estamos viendo desde hace un tiempo y seguiremos viendo en los próximos años.