Víctor Gómez Pin
Preliminar
Retomo a partir de esta columna, y durante un tiempo ilimitado, asuntos ya parcialmente tratados y que ahora presentaré de tal manera que el conjunto pueda llegar a constituir una ordenada introducción a ciertos problemas fundamentales de la filosofía, asuntos que cabe tildar de metafísicos, siempre que el calificativo sea liberado de connotaciones con las que desgraciadamente se ha visto en ocasiones recargado. No se trata pues de plantear temas nuevos sino de corregirlos y ensamblarlos. Durante las entregas primeras intentaré sobre todo ilustrar la disposición de espíritu que cabe tildar de "metafísica", y a un momento dado iniciaré un tratamiento sistemático. Se impone en primer lugar una consideración sobre el origen del término "metafísica", algo trivial quizás para los estudiantes de filosofía, pero que no es ocioso reiterar (ya he hablado aquí sobre ello), entre otras cosas porque estas reflexiones no están exclusivamente destinadas a los mismos.
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Andrónico de Rodas, peripatético que vivió en el siglo I antes de Cristo y ordenó con espíritu sistemático las obras de Aristóteles, se encontró con una serie de escritos sin nombre, lo que dificultaba su catalogación. Mas al considerar el contenido y apercibirse de que para su intelección cabal era conveniente leer antes los escritos aristotélicos relativos a cuestiones de física, Andrónico denominó al conjunto con la frase "de los [libros] que vienen tras-meta- los de física"
Así pues, Metafísica es, sino ante todo, al menos de entrada, aquello que designa como tal ese recopilador griego de las obras de Aristóteles, a saber, una vía en la que conviene introducirse con las alforjas suficientemente provistas de datos procedentes de la ciencia física. Esto es lo que hay que retener, aunque obviamente la cosa puede hacerse más compleja y alcanzar incluso extremada sofisticación. Sofisticado es, por ejemplo, el conjunto de reflexiones que Martin Heidegger reúne bajo el título precisamente de ¿Qué es metafísica?, a las que ya me he referido aquí. Recordaré lo esencial de su enfoque:
Heidegger nos anuncia que se dispone a abordar una pregunta metafísica concreta. Buen comienzo parece desde luego: no andarse por las ramas, enterarse de lo que es nadar en la propia lucha por no quedar sumergido. Sin embargo el autor nos dice que se impone un preliminar: "Nuestro propósito es comenzar con el despliegue de un preguntar metafísico, elaborar después dicha pregunta y terminar con su respuesta". ¿Qué es un preguntar metafísico? Sugiero al lector seguir los meandros del propio texto de Heidegger, del que hay en Castellano al menos una excelente traducción, y prosigo en el asunto por mi cuenta:
Un preguntar metafísico es desde luego, entre otras cosas la focalización sobre interrogantes que siempre han acompañado al pensamiento y que siguen torturándolo, ya sea porque nunca han sido aclarados, ya sea porque la aclaración no ha hecho más que provocar nuevas perplejidades .
Obviamente "metafísico" es también un preguntar sobre aquello que de novedoso, y a la vez determinante para la vida de este singular animal que constituimos, haya podido surgir en nuestro tiempo. Y hay desde luego que pensar aquello que impide asumir la actitud que acabo de esbozar: hay que pensar aquello que impide pensar y, en la medida de lo posible, hacer de esta reflexión un arma que contribuya a eliminar esa restricción.
Parece incluso necesario enfatizar la importancia de este último extremo, pues lo que impide pensar es una calamidad para los intereses de nuestra especie, por no decir el mal mayormente atentatorio para ella. Sigue en efecto habiendo razones para suscribir enteramente la sentencia con la que Aristóteles abre precisamente el primer libro del conjunto de escritos denominados "Metafísica", según la cual pensar, pensar con toda radicalidad, constituye una exigencia inscrita en la naturaleza humana, y en consecuencia concierne a todos aquellos que participamos de la misma. Cada ser humano desea que se actualice su condición natural en el acto de pensar, es decir, en el acto de subsumir las cosas bajo conceptos y de explorar las posibilidades de las palabras de las que esos conceptos son polo constitutivo. Y ello, como ya he tenido ocasión de sostener aquí mismo, al igual que el águila tiende a volar o el caballo tiende a galopar. Teniendo como particularidad de su especie esas facultades que son el lenguaje y la razón, el animal humano se realiza cuando las despliega y fertiliza, por ejemplo forjando metáforas o sintetizando fórmulas.