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Eder. Óleo de Irene Gracia

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La divina locura de Hungría, según Laszlo Krasznahorkai

Tercer y último post para "La vuelta al mundo literaria", en el blog Papeles perdidos de El País:

            No conozco Hungría, pero desde que leo las novelas de László Krasznahorkai siento que todos los húngaros están poseídos por una divina locura, capaz de hacerlos contemplar planes de trascendencia mística lamentablemente destinados al fracaso. Korin, el protagonista de Guerra y guerra (1999), "está más loco que una cabra", como lo evidencia en el instituto psiquiátrico del distrito, en el que les hace ver a los doctores que no entiende cómo puede cargar la cabeza sobre sus hombros, cómo es que "su cráneo estaba fijado mediante ligamentos a su columna vertebral"; no es metáfora: que no se entienda esa conexión puede llevar "a la pérdida inevitable de la cabeza". Pero no importa: Korin ha encontrado un manuscrito en los archivos de su ciudad, un manuscrito que da cuenta del secreto de la belleza del mundo, y quiere darlo a conocer a todos. A esa empresa obsesiva dedicará sus días.

Los personajes de Krasznahorkai provienen de pueblos y ciudades de poca monta, en los que abunda el "espíritu de lo desértico, de lo abandonado, del fantasmagórico letargo fabril que se había aposentado durante décadas sobre aquel paisaje". Aparentemente, esos "gélidos y ventosos puntos del mundo" no son lugares para la poesía. Pero Korin y los personajes de novelas como Melancolía de la resistencia (1989) y Satantango (1985) son, pese a su indefensión, capaces de transformar ese mundo a partir de su mirada poética. Están a la espera de un salvador que los saque de su situación marginal, pero sólo encuentran vividores que medran con su inocencia, predicadores que los llevan a tierras prometidas más estériles que el lugar que han abandonado.

Krasznahorkai escribe novelas picarescas desde el punto de vista de los que no son pícaros. El comunismo ya ha quedado atrás en Hungría, pero no el deseo de fundar un orden nuevo más justo. Los sobrevivientes del desastre caminan entre los escombros, visitados por sus sueños febriles y contemplando la belleza que asoma a su alrededor de tanto en tanto, como "una tropa de murciélagos pisando los talones al convoy rumbo a la estación de Rákosrendezó, sin ningún ruido, en perfecto silencio, como un medieval ejército de fantasmas... dando la sensación de que se dejaban arrastrar a Budapest aprovechando el corredor de aire formado por el tren..."

 

(El País, 2 de agosto 2013) 

 



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8 de agosto de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Glamour en vacaciones

La etimología suele ser una ciencia muy edificante e ilustrativa de las historietas humanas, siempre que se practique con un mínimo rigor científico, porque tradicionalmente se ha empleado con alegría hortelana, ya no solo entre los vascos, donde ha servido para aliñar incontables gansadas racistas, oteizianas y sabinianas, sino en general y desde la antigüedad, porque no hay más que fijarse en la Biblia, cuyo  texto rebosa etimologías populares, que ninguna resiste un examen serio, o en la Odisea, donde el poeta hace muchas veces juegos de palabras con sonsonetes seudoetimológicos, como cuando dispone que Laertes dé una explicación populachera del origen del nombre de Ulises.
Una etimología curiosa es la de glamour, que está reputado como galicismo, cuando viene del inglés. Algunos entendidos proponen que proceda del antiguo germánico glaem (brillo) que da el inglés gleam y el alemán glanz. Mas no hay tal, crean al experto, porque todos los indicios apuntan a que glamour provenga de grammar que, pronunciado a la escocesa, derivó hasta su son actual.  Como los más avezados quizá supongan, grammar no es sino ‘grammatica’ prestado por vía latina. Pero en origen, o sea, en griego, gramática viene a ser ‘la ciencia de las letras’. Glamour significó originalmente encantamiento o conjuro mágico, en virtud de un poder atribuido secretamente a las letras,  las guardianas del encanto, quién lo iba a pensar, compañeros poetas.
Otra etimología con trastienda es la de gopor (cuenco de madera, en vasco), que viene de caupolus (en latín, bote, pequeña barca, y por extensión, pieza de madera ahuecada en forma de bote o barquichuela). Aquí tendré que explicarme un poco más, porque ha de comparecer sin falta el filólogo vasco de guardia (es para alucinar y no creer la mara de licenciados en filología vasca por cáspita de que disfrutamos en estos pagos, me aseguran que los filólogos catalanes también asuelan la comarca en legión vifrédica y pilosa, pero lo verdaderamente increíble es la ignorancia con incontestable derecho a decidir que tienen en las nociones más elementales de su ciencia) y denunciará con la severidad propia de su sacerdocio que gopor no puede venir de caupolus, primero porque no se parecen en nada, ni hay noticia de que Mitxelena dejara instrucciones al respecto, y segundo, porque es imposible metafísico que nuestro puro neolítico venga de un extranjero represor.
Vaya ahí un curso portátil y comprimido de la materia en dos parrafadas: la mayor parte del vocabulario actual del vasco, un bien holgado ochenta por ciento, procede del latín y los romances, y se deben igualmente al latín la conjugación perifrástica y el participio pasivo, así como la parte más medular de la fonética, la morfología y la sintaxis de la lengua vasca actual. Hay además una parte fundamental en el vocabulario vasco que es de origen celta y otra, todavía más antigua, de procedencia lusitánica. Estos últimos préstamos se naturalizaron ya en aquitano, porque el vasco en sí no se formó hasta que el aglomerado de aquitano, celta y antiguo lusitánico, se topó y convivió con el latín. Por fin, la parte más antigua del vasco deriva del mencionado aquitano pero, como es natural, transformado y erosionado.
Cuando el vasco naturalizaba un préstamo, regía la ley de sonorizar las sordas iniciales, eso quiere decir que P-T-K se vasquizaba como B-D-G. Otra ley más antigua, regente ya en aquitano, es que enmudecía la

inicial de los préstamos. En esto, el vasco se ha conducido como el árabe y el ibérico. De ahí que el término indoeuropeo pilis (‘fortaleza’, emparentado con el griego polis) haya dado en aquitano e ibérico ‘ili’, y más tarde en vasco ‘iri’, y haya servido para elucubrar muchas fantasmadas sobre el vascoiberismo. También es preciso tener en cuenta que el aquitano no presentaba inicial en su vocabulario, lo cual suele servir como indicio para detectar préstamos casi siempre célticos y latinos en vasco, como es el caso del río Deba en Guipúzcoa y el monte Deio en Navarra, que son topónimos celtas. De modo que, por liquidar el excurso, el cau- latino daba gau- en vasco (por ejemplo, causa dio gauza) cuando se tomaba del latín más antiguo, y go- cuando era del latín más decadente, como es el caso de gopor derivado de caupolus > gopolus.

 
Hasta el siglo pasado, sin ir más lejos, existía en vasco la locución (g)opor egin, que literalmente era hacer cuenco, o sea, hacer hueco, con el significado lato de fallar, faltar al trabajo, a la carlistada, o en general allá donde se esperaba el esforzado concurso del vasco cumplidor de su palabra, y era por aquello de que se dejaba un hueco en las prietas filas. Cuando la superioridad que vela por la pureza idiomática tuvo noticia de dicha locución popular, decidió decretar que oporrak significara vacaciones. Esa forma de legislar el léxico, sin miramiento por la desmedrada tradición literaria ni por los hablantes naturales, tiene la ventaja de ser obedecida en el acto por la gran tropa de fieles acorazados por la ignorancia voluntariosa. Porque cuencos de madera no necesitamos, pero sí un término para decir vacaciones, que no sea un préstamo y parezca muy vasco, porque el enemigo no ceja en su empeño represor de poner en duda nuestra pureza neolítica. 
 
Pues bien, érase una vez, allá por los años 50-60 del siglo pasado, una maestra de Narbarte destinada a la villa de Eibar, donde tuvo entre sus alumnos a un niño de acendrada raigambre rural, que se llamaba Andoni y apenas hablaba castellano, ni casi nada. En aquellos tiempos franquistas, en la escuela nacional primaria de Eibar, contra lo sostenido y trompeteado por el tópico, también se daban clases de vasco y se enseñaba a escribirlo y traducirlo al castellano a chavales como Andoni. Y la maestra de Narbarte tenía debilidad por su Andoni, que era más bien llorón, y balbuceaba un vascuence encogido. Un día surtió un examen de vasco para la plebe parvularia y en el trance había que traducir determinadas expresiones al castellano. Estaba la maestra de Narbarte vigilando las prietas filas de infantes eibarreses haciendo el examen, y vio que Andoni no sabía qué era ‘oporretan’ y hacía pucheros. Entonces decidió ayudar a su enchufado, y le chivó muy bajito ‘en los cuencos’.
 
Andoni obtuvo un suspenso cum pitorreo, porque en la nueva normativa vigorosa ‘oporretan’ era ‘en vacaciones’, para asombro de la maestra de Narbarte, que sabía verdaderamente vasco, a diferencia de las demás maestras, que sostenían la nueva acepción dictada por la superioridad con la fe que solo podía prestarles su ignorancia indiscutible. Muchos años después, la maestra  jubilada se reía cuando nos contaba las conversaciones surrealistas que tenía con aquellas docentes patrioteras.


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8 de agosto de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Instrucciones para solicitar una beca

 
 
Con la noción actual de que vivimos ya en el futuro, robándole tiempo al  tiempo, no me es posible responder a cada estudiante sus preguntas por una beca de estudios en una Universidad de los Estados Unidos.  Respondo limitándome a las becas para hacer el doctorado en un Departamento de Literaturas Hispánicas, aunque el mecanismo es semejante para los departamentos de ciencias sociales, historia y política.  Son becas de cinco años, para toda la carrera, y pueden solicitarla estudiantes extranjeros. El primer año suele estar dedicado solo a los estudios; a partir del segundo hay que hacer de Teaching assistant y dictar una clase de español una hora al día. El tercer año se escribe una tesina de Master, aunque en muchos departamentos hoy solo exigen un artículo; en el cuarto se toma un examen, mitológicamente laborioso, que te deja expedito para presentar una propuesta de tesis o disertación y, por fin, el quinto año lo tienes libre para investigar y escribir. Con leves variantes locales, esa es la mecánica.
 
Es fundamental saber inglés y tomar el examen de rigor (TOEFL), asi como el exámen de conocimientos generales (GRE), cuyos resultados son decisivos pues cada Universidad tiene un puntaje mínimo como aceptable.  No importa la edad , tampoco el grado de estudios: todos son candidatos por sus méritos y tomarán los mismos cursos.  Si has hecho estudios de doctorado o tienes una maestría probablemente podrán convalidarte dos cursos. Es importante entender que solicitas admisión y beca para una carrera de investigador y profesor, de modo que no creas que el mejor candidato es el que se presenta como estudiante avanzado que sabe lo que quiere estudiar,  el tema que quiere investigar, y con qué profesor hacer la tesis.  Estos son, al final, los que menos aprovecharían la extraordinaria institución académica norteamericana, la división de Estudios Graduados, donde el estudiante se hace adulto en la lectura, académico en la investigación y la docencia, e hispanista internacional en la profesión de profesar las Humanidades públicas. La academia norteamericana no produce filológos: asume que la filología es una caja de herramientas, no un fin. Los mejores estudiantes (con su bachillerato o licenciatura bajo el brazo) son los que aprenden a estudiar: toman cursos no por interés de su especializacion sino por curiosidad intelectual. No hay un departamento de estudios hispánicos que cuente con especialistas en las áreas tradicionales impuestas por el positivismo arcaico o por la autoridad del canon. De manera que todos estudian literatura española y latinoamericana;  y si el inglés, el portugués o el francés le es cómodo pueden también seguir algunos seminarios avanzados en esas lenguas. Hay que recordar que cada literatura se dicta y estudia en su idioma.
 
 
No es preciso escribirle a los profesores, salvo al director de Estudios Graduados, si es necesario aclarar algún punto. Es bueno demostrar sentido común y empezar por las páginas en la Red de 1), la Escuela Graduada, donde están todos los requisitos y todas las formas para solicitar admisión y beca; y 2), el Departamento de Estudios Hispánicos, o de Español, donde se explican las reglas de admisión y beca,  la mecánica de estudios, y los términos del protocolo de ser un estudiante del doctorado en este país. Además de un buen puntaje en los cursos tomados, es preciso contar con tres cartas de recomendación de tus profesores, sobre todo de quien fue tu director de tesina porque puede decir más sobre tu capacidad de investigador. Te pedirán tambien una breve declaración personal sobre tu experiencia académica e intereses de estudio; y conviene argumentar  por qué quieres estudiar en ese departamento. Es importante, claro, que sintonices con su carácter. Puedes también estudiar el ranking del departamento al que solicitas, y conocer algo del trabajo de los profesores. Es fundamental saber que la carrera no se debe a los amigos o parientes sino a tus méritos. Tu capacidad de trabajo será puesta a prueba, y no podrás recibir dos malas notas sin perder la beca. El sistema funciona gracias a que esta evaluación continua permite que se corrija. Lo extraordinario es que todos los estudiantes son capaces de encontrar a tiempo su propio espacio operativo gracias a que descubren su talento entre opciones y desafíos. Al final, solo tienes la integridad de tu trabajo para ser admitido en la comunidad académica como profesional y colega.  Una de las reglas es que no podrás ser profesor en la Universidad en que te doctoras. Tendrás que competir por una plaza presentándote a las universidades donde se publicite una vacante, a la cual se postularán unos cien candidatos. Como joven profesor serás evaluado anualmente, y pasarás por un escrutinio más laborioso para obtener la permanencia. Como tu carrera será hecha por tus méritos, habrás dignificado el trabajo de tus futuros estudiantes.
 
Pero no nos apresuremos. Te sugiero solicitar admisión y beca por lo menos a tres universidades distintas. Lo ideal sería que te admitan dos, así puedes decidir luego de visitar los departamentos, conocer a los profesores y estudiantes graduados, y hacerte de una idea educada sobre tí mismo en ese colectivo. Por lo demás, recuerda que en Brown, por ejemplo, solo tenemos entre tres o cuatro becas por año (los seminarios son de seis o siete estudiantes) mientras que las grandes universidades estatales ofrecen diez o quince. Tus mejores consejeros serán los mismos estudiantes graduados. Lamentablemente, algunos departamentos están al borde del colapso por disputas internas de gente más autoritaria que autorizada, más ideológica que de ideas, aunque eso ya no pertenece a tu futuro sino al género menor de la mal llamada "novela académica."  
 

 

 

 

 

 



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7 de agosto de 2013
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IV. Imprima su comida y su ropa

Ya se está probando con la impresión de comidas, empezando por los pasteles de chocolate, las pizzas y las galletas, donde las resinas y polímeros serán sustituidos por polvos de proteínas, carbohidratos y grasas, y otros componentes les darán los sabores, y hasta los olores. La NASA impulsa estos experimentos en vista de los futuros viajes espaciales que podrían durar años. ¿Y la carne? Modern Meadow trabaja en un proyecto para imprimir la "vitrocarne", formada por las mismas células que hay en un buen filete. En el futuro, no lo dudemos, estos platos llegarán también a los restaurantes.
¡Ropa? Hay un prototipo ideado para reciclar los filamentos de la ropa vieja, e imprimir prendas a la medida en la propia casa, el diseño y los colores al gusto de cada quien, con lo que las grandes fábricas textiles ubicadas en el tercer mundo llegarán un día a desaparecer.
Pero lo peor, también pueden ya imprimirse armas de fuego. Cody Wilson, un estudiante de la Universidad de Texas, creó una pistola hecha de resina que muy pronto podrá reproducirse a domicilio, "para defender la libertad civil del acceso del pueblo a las armas como lo garantiza la Constitución de Estados Unidos", como proclama su inventor.
La impresión en tres dimensiones revolucionará, por tanto, el comercio mundial y el transporte internacional, desde luego que en la medida en que se desarrollen máquinas de mayor volumen y diversidad, disminuirá el traslado de carga entre lugares lejanos, y por tanto el número y el tamaño de los barcos surcando los océanos.
¿Y los seres humanos? Todavía no se habla de imprimirlos.

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7 de agosto de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nuevas maneras de matar a tu madre

Les pasa a todos, pero como este libro lo ha escrito Colm Tóibín le atribuyo a él la dificultad (yo diría que casi metafísica) que tienen los novelistas para escribir otra cosa que no sea ficción. O sea que si un lector ha quedado dubitativo ante la palabra "ensayo" que los editores han incluido en la contraportada del libro puede respirar tranquilo: a Tóibín no parece preocuparle en exceso si las carencias afectivas infantiles de un niño irlandés del montón explican - o no - que años después, cuando ese niño se convirtió en un genio mundialmente reconocido y llamado Samuel Beckett, siguiese manteniendo con su mamá una relación disparatada.
Sólo en la introducción, cuando analiza la curiosa costumbre de Jane Austen y Henry James de escribir novelas cuyas protagonistas eran jóvenes huérfanas que sustituían la figura de la madre por un variopinto surtido de tías (las hay gordas, sutiles, mezquinas, amorosas, extravagantes, entrometidas y malvadas) Tóibín parece hacer caso del asunto que justifica el libro pero no, no pierde ni un segundo en investigar las carencias infantiles de Jane Austen y Henry James, o de sus protagonistas, y en cambio, con esa precisión que tiene un novelista para mostrar los artificios de otro novelista, dictamina: la falta de madre es un simple recurso técnico porque ello permite dibujar más nítidamente a la protagonista, que debe enfrentarse al mundo con la sola fuerza de su carácter. La vieja tía de turno está allí sólo como referente del entorno familiar que a finales del siglo XIX y principios del XX debía rodear obligatoriamente a toda joven que pretendiese labrarse un destino dentro de la sociedad burguesa de la época.
Cuando empieza el desfile de autores irlandeses, Tóibín se olvida rápidamente de matar al padre o la madre para fijarse en los hijos y con razón, porque todos ellos, los Yeats (padre, hijo y hermano), Synge, Brian Moore, Beckett y las esposas, amantes, enemigos, rivales, críticos, musas, espíritus, médiums, revolucionarios o las locuras respectivas de todos ellos demuestran ser un material cuya narración resulta demasiado interesante para perder el tiempo con justificaciones de tipo psicológico y, más adelante, psicoanalítico. Tóibín es además un lector magnífico y se maneja con envidiable soltura con la ingente producción de todos ellos, pues está hablando de uno de los periodos probablemente más creativos de Irlanda y origen de la actual primacía de los narradores irlandeses.
Mientras va de aquí para allá sin más orden ni concierto que los avatares de sus protagonistas, Toíbín da como de pasada unos datos capaces de cambiar para siempre la imagen que uno pueda tener de alguno de sus ídolos personales. Beckett, sin ir más lejos. Cuando lo ha situado en la treintena de su vida, dice de él: "Su problema durante esos años era muy simple y nada fácil de resolver: consistía en cómo vivir, qué hacer y quién ser". En respuesta a esas necesidades vemos a Beckett hacer gestiones para convertirse en publicitario, y como no lo consiguió, decidió hacerse piloto comercial; y en vista de que por ahí tampoco veía un futuro (faltaría más, ¿alguien se imagina a Beckett pilotando un avión?), llegó a buscar influencias para que Eisenstein le ayudara a ingresar en la Escuela de Cinematografía de Moscú (?). Todavía llegó a convencer a su madre para que le pagase (cosa que hizo) una estancia en Alemania porque deseaba hacerse crítico de arte. Después de tantas vueltas acabó en lo suyo, la escritura, y de esa época data una sátira feroz contra el poeta Austin Clark, un pobre diablo del que solo se habla cuando toca hacer la crítica de las novelas de Beckett, y más concretamente de Murphy. Por en medio todavía hizo un desganado esfuerzo por ser contratado en la Universidad de Ciudad del Cabo como profesor de italiano. Como se ve, hay material de sobra para contar disparates, pero Tóibín los presenta casi como de pasada porque después de Beckett le tocaba ocuparse de Brian Moore, que vaya otro.
Y cuando se cansa de los padres y las madres irlandesas, todavía le quedan arrestos para hablar de Thomas Mann, Borges, Tennessee Williams o James Baldwin, con los cuales no tiene una afinidad sentimental tan profunda como la que siente por los irlandeses, pero quien habla sigue siendo un narrador más interesado en las historias que en las ideas y no da ninguna pereza llevar a cabo un repaso a las quisicosas de los Borges y demás compinches yendo en compañía de un maestro de ceremonias como Colm Tóibín.

 

Nuevas maneras de matar a tu madre
Colm Toíbín
Traducción de Patricia Antón de Vez
Lumen

 



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7 de agosto de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ceremonia de los adioses

Sin beneficios no hay periodismo independiente. Esta es la clave de la venta del Washington Post, el legendario diario de la capital federal, con las ventas en declive y en pérdidas de 50 millones de dólares para la primera mitad de este año. La clave para entender la operación aguas arriba, es decir, desde la posición de la familia Graham, los propietarios desde hace 80 años: gracias a los beneficios han podido garantizar a los periodistas su libertad profesional, principalmente frente a los poderes establecidos, y pudieron construir con el caso Watergate la mayor leyenda de la historia del periodismo al derribar al presidente de la nación más poderosa del mundo.

Las preguntas llegan aguas abajo, es decir, en dirección al futuro, que es donde está instalado Jeff Bezos, 49 años, fundador y máximo ejecutivo de Amazon, la librería online que está destruyendo nuestro viejo mundo de papel. Nadie se pregunta si ha hecho un negocio bueno o malo desembolsando 250 millones de dólares de su fortuna personal: cien veces más de lo que ha pagado por el Post. No es esta la cuestión, como sí lo era para Donald Graham, 68 años, presidente de la compañía ahora vendida, que ha preferido con toda la razón del mundo vender cuando todavía estaba a tiempo en vez de seguir perdiendo, sin pararse a llorar sobre los dos o tres mil millones que le hubieran pagado hace diez años por idéntica operación.

Hay dos grandes teorías acerca de las intenciones del comprador. La más preocupante, que sea meramente un capricho. Sucede: un yate, una mansión, un matrimonio, un periódico? El precio pagado por el Post es realmente atractivo y tener un diario en las manos, aunque teóricamente se respeten las viejas costumbres y reglas de juego establecidas en la redacción, todavía proporciona una envidiable influencia y una capacidad de acción y a veces de presión sobre el poder político y económico. El problema de esta opción es que tiene escaso recorrido: muy rápidamente hay que ajustar para evitar pérdidas y llega un momento en que el juguete ya no le compensa al potentado, normalmente de divorcio fácil, que se lo saca de encima de cualquier manera. La teoría más atractiva e interesante nos cuenta que un empresario del futuro se hace con una empresa del pasado para ponerla en órbita de nuevo y convertirla en algo distinto, atractivo y con amplios horizontes por delante. La lección que se desprende es bien clara: la vieja industria no sabe salir por sí sola del hoyo en que se encuentra y necesita la ayuda y la dirección de quienes sí saben cómo funcionan los nuevos mercados tecnológicos. Así vista, esta operación ratifica el agotamiento de las energías propias del negocio tradicional de la prensa, que solo podrá revivir si se ampara en las nuevas energías de una industria nueva, y podemos entenderla como una de las muchas ceremonias de los adioses que estamos viendo desde hace un tiempo y seguiremos viendo en los próximos años.



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6 de agosto de 2013
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